A cien años del nacimiento del maestro de los sueños

Rodolfo Morales, Levantando el mundo, 1996

Rodolfo Morales contaba que su primer viaje en tren lo hizo de su pueblo natal, Ocotlán de Morelos, a la ciudad de Oaxaca; quedó impresionado al ver ese paisaje —que conocía estático— pasando afuera de la ventana de su vagón, en movimiento. Con algo de atrevimiento se podría decir que, a partir de ese día, surgió aquel a quien años después conoceríamos como el maestro de los sueños.

En la tradición oral zapoteca “bacaanda” es el sueño, la ilusión, la aspiración; con los griegos esa misma palabra se personifica como Morfeo; pero a finales del siglo pasado, en Oaxaca, su pseudónimo fue Rodolfo Morales. Estas personalidades comparten el rasgo distintivo de dar forma a los sueños, ya fuera induciéndolo, ya fuera plasmándolo en un lienzo.

De pequeño, Rodolfo descubrió las fábulas de Esopo, las aventuras del Quijote y los versos de Sor Juana, y sus primeros ejercicios de imaginación plasmados en dibujos comenzaron a reflejar, muy seguramente, una hibridación entre los mundos de estos grandes de la literatura universal y la vida del pueblo de Ocotlán. Poco a poco se fueron uniendo a su imaginario sus primeras impresiones de aquello que observaba en sus recorridos a la ciudad de Oaxaca, los cuales sucedieron siendo él muy niño: el asombro —impulso del conocimiento para la filosofía— formó parte de sus experiencias de infancia mientras conocía el mundo y sus colores.

Dejó la escuela porque su madre prefirió educarlo en casa, así evitaría que se contagiara de ideas liberales que, a la postre, él mismo exploraría años más tarde. Puso en práctica su destreza con el papel en el taller de manualidades y dibujo que su madre tenía, donde recibía a las niñas del pueblo. Disfrutaba escabullirse, silencioso, para observar lo que ocurría a su alrededor: escuchaba las conversaciones, contemplaba a las mujeres, y entraba a la iglesia o el mercado para detenerse a admirar cada detalle.

Comenzó a coleccionar tiliches, pero todos con la finalidad de usarlos en algún momento; su vista se llenaba de color al observarlos y guardarlos, seguramente su imaginación volaba maquinando qué podría crear con cada objeto. Cuando era ya grande, en su casa llamaba la atención su gran colección de frascos perfectamente ordenados en la parte superior de la escalera.

Ya hablando de su hogar, podemos recordar una de las habitaciones más bellas: la cocina. Como sacado de un museo, ese espacio reproducía lo tradicional de una cocina mexicana: el azul y el amarillo integrando rombos sobre los azulejos, y cada utensilio de barro —cazuelas, ollas, cántaros de distintos tamaños, tinajas, pucheros, jarras—, de madera —las grandes cucharas para preparar las comilonas, los molinillos para el chocolate, los soportes para los frascos de especias— o de palma —como su colección de tenates, canastas y chiquihuites—, se encontraban debidamente colgados en la pared, todos ubicados por tamaño y categoría. Esta sala de museo instalada en su casa, perfectamente podría ser la paleta de colores que inspiraba su obra.

El realismo mágico es esa corriente artística que define a los artistas latinoamericanos, pero ¿qué elementos de sus obras podrían indicarnos que, en efecto, son realismo mágico? Rodolfo pintaba mujeres que volaban vestidas de novia, o llevando entre sus manos listones que tejían el cuadro; también las vemos sosteniendo o siendo acompañadas por los perros (tan característicos en sus cuadros), convirtiéndose en la cabeza de los cerros, sobresaliendo de las casas, o llevando a cuestas el pueblo de Ocotlán. Él mismo decía que ese carácter onírico, que los especialistas en arte veían en la disposición de cada elemento en sus cuadros, solo era el resultado de lo que observaba todos los días. Para sus ojos, lo mágico en las mujeres que pintaba era la realidad cotidiana, donde él las veía libres y siendo una fuerza en el entorno.

¿Con qué soñaba Rodolfo? Con su tierra y las mujeres ocotlenses. Con los colores, formas, sabores y texturas del mercado; con la iglesia, los cerros, la comida, los perros, el viento, el sol… ¿Con qué nos hace soñar el maestro de los sueños? Con espacios surrealistas: su propia forma de ver el mundo plasmada en cuadros y murales. Todavía más extraordinario es el hecho de que cada pincelada tenía una intención detrás: crear obras maravillosas para convertirlas en un ingreso monetario que le permitiera financiar labores de rescate y conservación de edificios históricos en su querido Ocotlán. De esta forma, el maestro de los sueños hizo tangible una transformación en la realidad cultural oaxaqueña.


Solenoide de Mircea Cărtărescu

No podría decir con certeza de qué trata Solenoide de Mircea Cărtărescu. Es una obra tan colosal que, a pesar de haberla terminado el mismo día en que escribo esto, tendría que consultarla de nuevo para no omitir sus temas fundamentales. Algo casi imposible dado el formato breve de esta reseña. Lo que sí puedo expresar son mis reacciones sinceras de asombro, un tanto de pasmo, de aturdimiento. Una novela extraña, kafkiana, lyncheana, tan sui generis que es difícil compararla con alguna otra. Y, a pesar de las limitantes para reseñar una obra como esta —de casi ochocientas páginas— en un par de cuartillas, hago el intento.

Solenoide es la narración de un maestro de rumano en la Bucarest soviética de los años ochenta, un maestro y escritor fracasado que deja en claro, desde los primeros capítulos, que no desea escribir una novela, y que eso que redacta —es decir, Solenoide— no es literatura, sino un diario personal para contarse a sí mismo su vida, para preservar sus memorias como un acto vital con sentido solo para él. Esta primera impresión parece remitirnos a una novela de corte realista-social, pero cuartilla tras cuartilla el relato se va sumergiendo en una extrañeza profunda que carece de sentido racional. He aquí lo interesante de Solenoide: es una obra que exige sentirla más que entenderla, dejarse llevar por la compleja prosa de Cărtărescu y olvidarse de buscar explicaciones a los sucesos narrados. Hay que fluir en una especie de trance y disfrutar la musicalidad de las larguísimas frases, y el texto que sustituye los párrafos por densos bloques de letras.

No es una novela realista, de fantasía, de ciencia ficción o de realismo mágico, pero emplea herramientas y elementos de cada uno de estos géneros. Principalmente del realismo mágico, pues se nota la enorme influencia que la narrativa latinoamericana ha tenido sobre Mircea —como él mismo ha evidenciado—. “Rumania es una especie de Latinoamérica en Europa”, dijo el autor en una presentación. Sin embargo, tampoco se trata de una burda imitación o una copia. Al leer la vida asfixiante del protagonista de Solenoide, viviendo en una decadente ciudad comunista devastada por la descontrolada priorización de la industria, se crean imágenes muy distintas a los panoramas tradicionalmente narrados de América Latina. Una ciudad industrial triste y llena de nostalgias, de pasados atrapados en sus muros y construcciones derruidas. Es en una zona marginal donde el profesor compra una casa en forma de barco construida sobre un solenoide cuyas funciones, en un inicio, son desconocidas.

El punto de inflexión viene cuando el maestro cuenta que se desenamoró de la literatura tras presentar lo que consideraba su obra cúspide, el poema La caída, en una tertulia literaria. Obra que terminó siendo ninguneada, ignorada y ridiculizada por sus colegas. Así es como se da a entender que el protagonista es el mismo Mircea Cărtărescu en una realidad alterna, quien gozó de éxito continuo a partir de la presentación de ese mismo poema en un cenáculo parecido. Un juego metaficcional. De ahí se desprenden ambos Mirceas: el exitoso de nuestra realidad y el fracasado de la realidad de Solenoide. Incluso el protagonista llega a pensar que su otro yo, el exitoso, estaría viajando y presentando sus libros alrededor del mundo. Algo que sucede con Cărtărescu hoy en día, un candidato serio al Premio Nobel de Literatura.

La novela pronto se desenvuelve en temas místicos, metafísicos, científicos, oníricos y filosóficos. Algo que puede desorientar si no se presta atención a la complejidad narrativa, pues no existe un arco dramático definido. Tras un par de centenas de páginas, uno se da cuenta de que Cărtărescu no sabía hacia dónde llevar su novela; simplemente escribía de forma torrencial, como le dictaba su mente —algo que confirma en entrevistas—. En su obra hay temas recurrentes, pero el autor aborda casi de forma obsesiva la cuarta dimensión. El protagonista siempre está en busca de esta cuarta dimensión, con la esperanza de escapar y cegarse con las realidades más allá de la nuestra. Es en esos capítulos donde más disfruté a Cărtărescu: narraba con la pasión de alguien fascinado por el enigma de la realidad del universo podría hacerlo.

Otro tema cautivante es el de los piquetistas, una secta que se reunía en cementerios o en morgues de Bucarest y que protestaba contra la entropía, la muerte y el deterioro de la vida y del universo. Uno de mis capítulos favoritos es aquel donde el líder de los piquetistas lanza un discurso sobre lo aterrador y abominable que resulta juntar una consciencia con un cuerpo finito, que más pronto que tarde se pudrirá y convertirá en polvo.

En el libro podemos encontrar otros tópicos igual de fascinantes, como el manuscrito Voynich, los edificios con arquitectura escheriana, el hipercubo, la botella de Klein, los experimentos de autoahorcamiento de Nicolae Minovici… Su extrañeza me proporcionó una experiencia tremendamente disfrutable.

Entonces, ¿cómo definir Solenoide? Posiblemente como una novela única en su tipo. Solenoide es una de esas genialidades literarias que te pasman y redimensionan la literatura, que revitalizan el asombro, el candor y la indagación que se van perdiendo con la vida diaria.

Recuerda que puedes encontrar Solenoide y las demás obras de Mircea Cărtărescu en la Librería Grañén Porrúa.


Mi encuentro con Morales

Entre montañas moradas existe un pueblo bañado de flores
amarillas, rosas y violetas: se llama Ocotlán de Morelos, aunque
podría llamarse también Ocotlán de Morales, porque ahí nació
un artista llamado Rodolfo Morales, un maestro del color.

María Isabel Grañén Porrúa

No fue un día como cualquier otro. Trabajar en el Museo Infantil de Oaxaca era una de las cosas que más quería y, sin imaginarlo, quedé al frente del Proyecto Ocotlán.

Desde que era una niña mi mamá y yo íbamos de compras todos los viernes de plaza. Recuerdo que nos sentábamos en el Palacio Municipal, donde se asomaba algo que llamaba mi atención: tenía muchos colores y cubría un espacio al que no se podía acceder fácilmente, pues un guardia siempre estaba ahí, vigilando. No lo sabía entonces, pero ese vistazo al mural del Ayuntamiento había sido mi primer contacto con un artista que cambiaría el rumbo de mi vida.

Pasados algunos años, entré a trabajar al MIO. Allí conocí un proyecto dedicado a las infancias en el que, me contaron, yo estaría a cargo de hacer llegar todas las actividades a la comunidad de Ocotlán. Aprendí sobre el collage, visité por primera vez el convento de Santo Domingo y, sobre todo, pude admirar de cerca las obras del maestro Rodolfo Morales.

Ese instante detonó algo nuevo en mí. Morales me interesó especialmente por la forma en la que pintaba a las mujeres. Su obra estaba repleta de expresiones, pero eran rostros muy distintos a los que veía en otros lugares. Como él no se esforzaba en pintar mujeres felices, yo sentía que los personajes de sus cuadros eran mujeres reales. No sé si estaban tristes, cansadas o resignadas, pero algo en ellas me hacía pensar que trabajaban mucho, que no tenían muchas posibilidades de hacer otra cosa más que dedicarse al hogar.

Hablando de los paisajes, puedo decir que me resultaban muy pintorescos. Veía en ellos a Ocotlán y a su gente plasmados tal y como yo los conozco; tanto lo onírico como la realidad. Al mismo tiempo, el contraste de los rostros y el colorido me hacían sentir que estaba en un mundo completamente hecho por Morales, en un mundo donde mujeres tristes con manos grandes abrazan y protegen a su pueblo.

Son muy pocos los artistas que representan a su tierra con tanto amor como él lo hacía. Ves la obra; pero también ves el mercado, la plaza, la gente, la música, la religión, los perritos, los campos trabajados y esas jacarandas tan moradas que te guían desde San Martín Tilcajete hasta la entrada de Ocotlán. Eso es lo que lo hizo tan especial para mí.

Sin embargo, soy una educadora y tenía el inmenso reto de ayudar a los niños a ver lo que Morales mostraba en su obra. ¿Cómo ampliar su visión?, ¿cómo invitarlos a experimentar lo que yo había sentido?

Todos los estímulos que recibimos durante la infancia configuran la forma en la que vamos a concebir el mundo. Pronto entendí que los niños solo necesitaban un empujoncito; tienen tanta imaginación y creatividad que únicamente tuve que presentarles a Rodolfo Morales y decirles que no había límites, que el arte es una forma de expresar lo que, muchas veces, puede ser considerado una locura, además de ser una vía para comunicar nuestras emociones.

Este mensaje resonaba especialmente para mí. Desde mi adolescencia el arte fue uno de mis principales intereses, y conocer la obra de Morales me ayudó también en mi desarrollo personal y profesional. Aunque el Proyecto Ocotlán terminó hace cinco años, aún soy parte del MIO, donde sigo enseñando por medio del arte y la creatividad como coordinadora educativa. Las niñas y los niños son esencialmente imaginativos, pero a veces siento que esto ha dejado de ser importante para quienes los educan.

Cuando conocí a Morales, comencé a buscar lo bello en las caminatas por la mañana, en los viajes en urbano, los atardeceres, las estrellas, las plantas, el cielo y en todo lo que puedo imaginar. Ese sigue siendo uno de los objetivos del MIO: nos esforzamos a diario por mostrar a las niñas y los niños el mundo que está más allá de las pantallas, por sacarlos a mirar lo bonito de las costumbres y tradiciones, y del arte popular. Intentamos hacerles vivir lo difícil y también lo satisfactorio que es construir un títere, pintar sobre un lienzo con sus piecitos, que sepan que son capaces de entender y crear un mundo a su manera.

Este mes de mayo se cumplen cien años del natalicio de Rodolfo Morales y en el MIO lo celebraremos con todo tipo de historias y actividades dedicadas al maestro del color. Visítanos y aprende sobre el collage, la pintura, los árboles y la restauración. Pero no solo eso, también descubre ese pueblito hermoso al que le dedicó su vida: Ocotlán de Morelos.


Curso práctico en gestión cultural independiente

Actividades del curso en el Centro Cultural Comunitario de Teotitlán del Valle. Fotografías: Alan Vargas

El proyecto FAHHO Itinerante trabaja para acercar las filiales de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca a las localidades periurbanas de la ciudad. Por medio de la Fonoteca Juan León Mariscal organiza conciertos; en colaboración con la Casa de la Ciudad imparte talleres de ciclismo; y con el apoyo del equipo educativo del Museo Infantil de Oaxaca, el Museo Textil de Oaxaca y el Museo de Filatelia de Oaxaca ofrece diversos talleres artísticos y culturales.

Además de estas actividades, en marzo de 2025 inició el Curso práctico en gestión cultural independiente, implementado por la Coordinación de Programas Colaborativos. Este programa sigue uno de los principios rectores de la FAHHO Itinerante: el llamado a la autogestión. La primera generación está conformada por veinte cursantes provenientes de distintas regiones del estado, mismos que ingresaron al curso mediante una postulación. Los instructores, integrantes de diversas filiales de la FAHHO, comparten a los participantes su experiencia en gestión cultural para acompañarlos en el diseño, planificación y ejecución de un proyecto cultural durante el año.

El curso tiene como objetivo proporcionar herramientas que permitan a cada participante desarrollar un programa cultural para ser implementado en su comunidad. Durante las sesiones, especialistas de las filiales de la FAHHO comparten conocimientos y fomentan la creación de redes con agentes culturales en distintas localidades.

La primera sesión, realizada el 12 de marzo en el Centro Cultural Comunitario de Teotitlán del Valle, estuvo a cargo del Mtro. Arturo Saavedra, director del Museo Infantil de Oaxaca. En esta sesión, los participantes aprendieron sobre la aplicación de diagnósticos participativos para identificar las necesidades culturales de sus comunidades y diseñar programas adecuados al público objetivo. Cada cursante continuará desarrollando su programa cultural a lo largo del año.

Para la FAHHO Itinerante es fundamental integrar a las comunidades con la intención de que sean estas quienes construyan su propia agenda cultural. Un proceso donde la filial funciona como un facilitador de herramientas que permitan el ejercicio pleno de los derechos culturales.

El programa está diseñado para optimizar los recursos disponibles y fomentar la participación de los beneficiarios, con el fin de convertirlos en agentes capaces de impulsar actividades culturales de manera sostenible. Entre los participantes hay representantes de la ciudad de Oaxaca, Teotitlán del Valle, Matatlán, Tlacolula, Putla Villa de Guerrero, Santa María Guelacé, San Antonino Castillo Velasco, Villa de Zaachila, San Juan Chilateca, Santa María Peñoles, Etla, entre otras localidades del estado.

Con iniciativas como esta, la FAHHO Itinerante busca consolidar una red de gestores culturales comunitarios que fortalezcan la vida cultural en sus localidades y garanticen el acceso a la cultura como un derecho fundamental.


El legado de Atonaltzin de Sebastián van Doesburg

Presentación en el templo histórico de Coixtlahuaca. Fotografía: Acervo de la BIJC

La práctica de la escritura anida muchos y diversos cuestionamientos. Se trata de un proceso que naturalmente segrega preguntas y reflexiones. Y pienso que una de las interrogantes que alcanza a toda persona que se dedica a este oficio es, sin duda, la siguiente: ¿Por qué y para quién escribimos? Esta interpelación —ya veremos de qué manera— me conduce a hablar sobre el libro de Sebastián van Doesburg, El legado de Atonaltzin. La historia pictográfica de la región de Coixtlahuaca. Siglos XI al XVI, editado por la UNAM y la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca.

El libro ha sido presentado en varias ocasiones desde inicios de este 2025: la primera ocurrió el 25 de enero en el Museo Regional de Huajuapan; la segunda sucedió el 27 de febrero en la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería; la tercera tuvo lugar en San Juan Bautista Coixtlahuaca el 28 de marzo; y la cuarta presentación se llevó a cabo en el Centro Cultural San Pablo el 7 de abril.

Este libro es el resultado de los treinta años de estudio que van Doesburg ha dedicado a un extraordinario grupo de al menos diecisiete documentos pictográficos (lienzos y códices), los cuales fueron producidos en los palacios mixtecos y chochopopolocas de la región de Coixtlahuaca durante el siglo XVI: Lienzo de Coixtlahuaca I (Ciudad de México), Lienzo de Coixtlahuaca II (Berlín, Alemania), Calca A (Nueva Orleans, EUA), Lienzo de Tlapiltepec (Toronto, Canandá), Lienzo de Tequixtepec I, Lienzo de Tequixtepec II, Lienzo de Ihuitlán (Nueva York, EUA), Lienzo de Tulancingo, Lienzo de Nativitas, Lienzo de Otla, Códice Baranda (Ciudad de México), Rollo Selden (Oxford, Reino Unido), Fragmento Dorenberg (Oaxaca), Atlatl de Tepelmeme (Washington, EUA),1 Mapa de Tecamachalco (Basilea, Suiza), Mapa Ecatepec-Huitziltepec (Washington, EUA), Códice Topográfico Fragmentado (Ciudad de México). De estos documentos, solo cinco se conservan en la región de origen.

Este corpus documental es vasto en número, pero lo es aún más en temporalidad. La interpretación de estas fuentes históricas no se agota en el contexto del siglo XVI, sino que nos retrotrae hasta el siglo XI, momento desde el que registran el desarrollo de los señoríos multiétnicos de la región por medio de una amplia red de relaciones genealógicas, políticas, económicas y rituales que alcanzaron un gran influjo y dominio, justo en la zona donde los pueblos de la actual mixteca oaxaqueña colindan con los pueblos nahuas del centro de México.

El libro consta de más de 500 páginas con ocho capítulos más un apéndice, donde se analizan y comentan a profundidad textos correspondientes a la región de Coixtlahuaca y al sur de Puebla. Al proporcionarnos detalles de los documentos pictográficos, las más de 240 imágenes a color y en alta definición que se encuentran en el libro no solo permiten seguir los argumentos de su interpretación, sino que esa abundancia ilustrativa habla de la importancia que la imagen tenía en el registro de la memoria de las culturas mesoamericanas. Porque la mayoría de esos documentos fueron producidos siguiendo técnicas y convenciones de las tradiciones pictográficas de origen prehispánico, aunque atravesadas por las convenciones de representación y la escritura occidentales. La imagen como pictografía o como letra, es decir, como una unidad de significado, es importante para reconstruir una memoria fragmentaria, fraccionada por un proceso de transformación cultural que fue violento y por el hecho de devenir con esa marca. Así, pues, necesitamos la imagen para seguir y comprender los hilos de esa historia, del mismo modo en que nos hace falta la oralidad, o bien, el reconocimiento del territorio, del paisaje, cuando se trata de la interpretación de topónimos, de los escenarios que contextualizan las hazañas y acontecimientos dignos de rememorar.

Presentación en el Centro Cultural San Pablo. Fotografía: Eduardo González

Esa es, precisamente, la tarea a la que Sebastián van Doesburg se entregó. En cada exposición, los ponentes que lo acompañaron en las mesas de presentación reconocieron la labor del investigador, quien no solo recorrió los documentos pictográficos, sino los territorios que ahí se representan para descifrar las historias que entretejen, al tiempo en que se relacionó cercanamente con los herederos de esas memorias.

Por eso resulta profundamente significativa la presentación realizada en San Juan Bautista Coixtlahuaca, que tuvo lugar en el templo histórico del pueblo con la participación de las autoridades y los asistentes suficientes como para abarrotar la iglesia; con un interés tan notorio capaz de hacerles olvidar el paso del tiempo actual para entregarse al tiempo ancestral que evoca El legado de Atonaltzin. Ese prístino interés por el pasado encuentra su razón en los acuciantes problemas del presente, aquellos relacionados con la pérdida identitaria arraigada en fenómenos tan complejos como la migración. De modo que este suceso no solo consistió en una exposición y promoción del libro, sino en un acto de agradecimiento hacia van Doesburg, tanto por compartir su conocimiento como por la amistad que ha forjado con los pueblos involucrados en su investigación. Así, la comunidad de Coixtlahuaca no solo ve en este libro la investigación histórica más importante sobre su pueblo, sino una oportunidad para reconstruir su identidad por medio de la recuperación de una memoria histórica cuya voz resuena en chocholteco. El rescate de la historia es lo mismo que la reivindicación de la lengua, entonces, de la identidad. Se trata de recuperar incluso el sentido de la vida.2

No es mi intención referir cada una de las presentaciones de El legado de Atonaltzin, más bien, intento rescatar aquellos aspectos que convierten a la presentación de un libro, de este libro particularmente, en un acontecimiento relevante. Quizá sea que como estudiantes de Humanidades se nos prepare para escribir y que, en el ámbito internacional, los investigadores se midan por la calidad e influencia de sus libros. Pero algo muy diferente es explicar y defender la importancia de estas publicaciones en particular, y me parece que, por lo que ya he mencionado, El legado de Atonaltzin es un ejemplo para hacerlo. En este sentido, no es casual que en el Centro Cultural San Pablo la presentación también se haya tornado en un reconocimiento y un agradecimiento para el autor. La doctora María Isabel Grañén Porrúa no solo elogió su rigor académico, sino que remarcó los lazos sociales y amistosos que van Doesburg ha tejido con las comunidades. Pues son estos lazos los que también han forjado un vínculo de confianza entre los pueblos originarios y la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca desde el 2001, cuando Sebastián se unió a la FAHHO. Su visión de historiador y humanista, respaldada por sus treinta años de trabajo documental y de campo, ha propiciado que los proyectos de recuperación, restauración y conservación que la FAHHO emprende sobre el patrimonio tangible e intangible de Oaxaca —patrimonio lingüístico, documental, bibliográfico y arquitectónico— estén respaldados por el conocimiento, la comprensión, la responsabilidad y el respeto hacia las comunidades.3

Haber conocido en cada una de las presentaciones los detalles del proceso de realización de esta obra —que tardó treinta años en ver la luz, entre la basta investigación, la escritura (y reescritura) y la edición—, es más que significativo. Lo que sucedió es que, al escribir un libro, Sebastián van Doesburg permitió que otras cosas sucedieran: reencontrar a una comunidad con su patrimonio cultural, iniciar el rescate de una lengua, buscar la reconstitución de la identidad, emprender procesos de conservación del patrimonio tangible e intangible.

El legado de Atonaltzin se convierte en sí mismo en otra memoria, aquella que corresponde a la vida de su autor y los vínculos que su obra le permite establecer con los demás: ahí se entretejen las horas de estudio, los viajes, las adversidades, las amistades, las complicidades, los éxitos académicos, los logros laborales, los triunfos personales… Como señala Verónica Loera y Chávez, coordinadora del trabajo editorial de este libro, “El Legado de Atonaltzin es el legado de Sebastián van Doesburg”.4 Y no es que el autor no haya escrito otros libros, pero no podríamos pedirle, dada su extensa trayectoria, que se limite a escribir relatos cortos ni que deje de narrar, de conducirnos al pasado para comprender los problemas que enfrentamos en el mundo que vivimos ahora.

Cuando pensamos en aquello que ha hecho cambiar nuestras vidas, o al menos la perspectiva que teníamos sobre algún asunto, podemos remitirnos a diversas experiencias y, en muchos casos, varias de ellas se asientan en los libros. Y este libro, sin duda, podría lograr alguna de estas transformaciones. Sin dejar de ser un texto sistemático y académicamente riguroso, El legado de Atonaltzin tiene una razón y un destinatario. ¿Para quién? Los pueblos originarios. ¿Para qué? Para contribuir a la justa lucha de las comunidades por el derecho a la autodeterminación, a la reconstitución y emancipación cultural y a la preservación de su memoria milenaria.5

1 Un texto excepcional, identificado en 2018, que se conserva en un atlatl o lanza dardos.

2 Savi Films, Presentación del libro “El legado de Atonaltzin. La historia pictográfica de la región de Coixtlahuaca. Siglos XI a XVI”, en el histórico Exconvento de Coixtlahuaca. Obra del Dr. Sebastian van Doesburg, 3 de abril de 2025. https://www.facebook.com/share/v/16FKV1dqPd/

3 Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, Presentación del libro El legado de Atonaltzin. La historia pictográfica de la región de Coixtlahuaca. Siglos XI al XVI de Sebastián van Doesburg, 8 de abril de
2025. https://www.facebook.com/fahhoaxaca/videos/presentaci%C3%B3n-del-libro-el-legado-de-atonaltzin-la-historia-pictogr%C3%A1fica-de-la-re/1181268606739394/?rdid=tcI0NNHh4iBe85Yh

4 Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, Presentación del libro El legado de Atonaltzin.

5 Sebastián van Doesburg, “Si la montaña no va a Mahoma…; Un reencuentro con el patrimonio cultural chocholteco”. Boletín FAHHO Digital, No. 39 (Jun 2024):


Me lo dijo un gorrión

Pregonera ofreciendo un destino poético.

Bajo el árbol y con el trinar de las aves, la comunidad lectora del programa Seguimos Leyendo celebró la llegada de la primavera y el Día Mundial de la Poesía en el atrio del Centro Cultural San Pablo, sede de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca.

Ocho mujeres pregoneras se dieron cita para recitar poemas, aforismos y epitafios que revelaban los destinos poéticos de cada uno de los participantes. Esta actividad se inspiró en el casi extinto oficio de los pajareros.

Previo al festejo, fueron semanas de creación y búsqueda de textos. Una de nuestras pregoneras, Julia Ríos, comentó: “Mientras iba eligiendo los escritos, surgían las ideas con textura, color y forma”. En pequeños pedazos de papel, colocados dentro de las pajareras, se iban manifestando los destinos literarios. En esta ocasión la jaula —llamada por nosotras pajarera— fungió como un “personaje provocador del diálogo con el mundo de las ideas y la suerte del consultante”, tal como lo expresó Karla Undiano.

La vista de las pajareras distribuidas en el atrio fue un delicado y bello preámbulo que causó la admiración del público que se encontraba en San Pablo; antes de iniciar la actividad las personas se acercaron a contemplarlas. Las decoraciones que cada pregonera hizo a las jaulas las volvieron realmente vistosas.

Para Carolina García “fue de infinita alegría cuando, al tomar su destino poético al azar, alguien expresaba que eso era lo que estaba sintiendo y viviendo justamente”. Sin duda, la palabra viva hace cimbrar el alma. Georgina Villanueva dijo que los asistentes experimentaron una serie de emociones: “Curiosidad, sorpresa, acompañamiento, consuelo; sintieron fuerza en sus decisiones y gran alegría. Recolectaron la frase que la poesía les regaló esa tarde”. Lucy Sandoval expresó lo siguiente: “Viví momentos inolvidables, el compartir fue muy asertivo”.

Cecilia Morales nos compartió: “Al terminar la actividad sentí un grato cansancio físico y una paz en el alma, dejándome la certeza de que la poesía tiene un importante lugar en el consiente e inconsciente de las personas”. Muy certeramente, Evelina Macellari nos hizo notar que “sea cual sea la forma, en el centro persiste el texto poético, leído y comentado en una travesía de ida y vuelta con el otro”.

Aquella tarde hubo adultos y adolescentes interesados en sumarse a la fiesta poética. Madres y padres acercaron a sus bebés para que les leyéramos poesía. Recibimos alrededor de 150 personas que arribaron en busca de un poema.

La sinergia fue exitosa, pues, para redondear esta actividad, la galería de Andares del Arte Popular ofreció un exitoso taller en el que niñas y niños pintaron un gorrión o un colibrí tallado en madera por manos artesanas de San Martín Tilcajete. Finalmente, quienes se quedaron con el deseo de seguir leyendo poesía tuvieron la oportunidad de acercarse a la mesa de libros seleccionados por la Librería Grañén Porrúa especialmente para esta celebración.


Árboles hábitat: una segunda oportunidad para Oaxaca

Tanto enriquecen los árboles nuestras vidas que no es exagerado pensar en ellos como el mayor patrimonio viviente de la capital oaxaqueña. Su sombra refresca el ambiente, mientras que la transpiración natural de sus hojas nos regala microclimas agradables aún en los días más calurosos del año. Frente al ruido y la contaminación de los autos, los espacios arbolados se vuelven lugares de calma, perfumes y cantos. Nos sirven incluso como marcadores temporales, pues la floración de jacarandas, guayacanes, guajes, pochotes y coquitos convierten el paso de las estaciones en una experiencia estética compartida por locales y visitantes.

Existen entre los árboles de la ciudad algunos individuos excepcionales, gigantes centenarios cuya historia se encuentra profundamente ligada a la nuestra. Ciertamente, resultaría difícil imaginar el paisaje urbano sin los laureles de la Alameda, la higuera de Belén, los coquitos de Jalatlaco o el ahuehuete del Museo Infantil de Oaxaca, que ya tenía más de mil años cuando se fundó la ciudad de Oaxaca. Estos árboles extraordinarios son, desde luego, insustituibles.

No obstante, quizá por lo acostumbrados que estamos a disfrutar de estos servicios ambientales, rara vez reparamos en las necesidades de los propios árboles. Es así como el desinterés de la sociedad y la negligencia de las autoridades conducen con frecuencia a la muerte de especímenes notables, así como al estado general de daño que hoy tiene el arbolado de Oaxaca; cubierto de muérdago, ahogado en suelos duros y completamente estresado por la falta de agua.

El problema es descomunal, pero su solución no podría ser más simple: basta con atender las causas. Hay que garantizar el riego, liberar y descompactar los suelos, ser prudentes con las podas y combatir las plagas. Hacerlo implicaría costos, es cierto. Pero sería mejor y, a la larga, mucho más barato que ver morir más árboles. Sin embargo, con todos aquellos ejemplares que ya no logramos salvar, ¿qué podemos y qué debemos hacer?

Entre el 2 y el 5 de abril, el MIO colaboró con la Asociación Mexicana de Arboricultura y el Instituto Tecnológico del Valle de Oaxaca para organizar el 2º Congreso Mexicano de Arboricultura y Dasonomía Urbana. Fue un evento muy significativo, pues nos permitió poner al arbolado en el centro de la conversación por primera vez en mucho tiempo. Participaron en este congreso numerosos especialistas, personalidades y público interesado, tanto de México como de otras partes del mundo.

La sombra de los dos árboles notables ubicados en las instalaciones del MIO dio lugar a talleres, conferencias magistrales, ciclos de ponencias, actividades infantiles, presentaciones artísticas y una exposición de carteles científicos. Sin embargo, una de las actividades que más despertó el interés de los participantes fue el taller de “Árboles hábitat”, enfocado precisamente en la cuestión de los árboles muertos. En el transcurso de dos sesiones Michael Morey, Karina Peña y Noel Rodríguez demostraron cómo convertir los troncos secos de parques y camellones en hogares para la vida silvestre.

La construcción de árboles hábitat es una forma creativa de fomentar la biodiversidad en el espacio urbano. El primer paso conlleva el uso de motosierra, y consiste en esculpir las cavidades del árbol, de modo que sirvan de refugio a aves, murciélagos, roedores y marsupiales. Después, al preservar las ramas de la copa, se permite que el tronco siga ofreciendo perchas para que halcones, águilas y gavilanes puedan observar desde las alturas. Incluso la madera muerta tiene valor en un árbol hábitat, pues se transforma en alimento para toda clase de insectos, hongos y líquenes. Cuando esta se descompone, la vida sigue reproduciéndose, pues su materia orgánica enriquece el suelo y propicia la proliferación de nuevas plantas.

Todos deseamos que cada vez existan en Oaxaca menos ejemplares para ensayar metodologías como esta. Esperamos, por supuesto, que actividades como el congreso de este año nos ayuden a tomar mejores decisiones sobre los árboles que todavía distinguen nuestro espacio público. Pero, en cualquier caso, los árboles hábitat nos ofrecen algo distinto. Son el signo de un enfoque renovado para relacionarnos con nuestros errores. En lugar de remover troncos secos y fingir que nada ocurrió, es posible convertirlos en memoriales útiles y ofrecer el vacío que deja su vida a todos aquellos seres con quienes también compartimos las calles. Acciones como esta representan, hasta cierto punto, una segunda oportunidad para decidir qué tipo de ciudad merecemos y las acciones que debemos llevar a cabo para lograrlo.


La presencia de Adabi en México

Organización de archivos. Fotografías: Acervo de Adabi

Uno de los pilares fundacionales de la asociación Apoyo para el Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México es su compromiso social con la memoria documental de nuestro país. Actualmente, el rescate de cada archivo, biblioteca o acervo fotográfico asumido por Adabi se realiza en respuesta a solicitudes de la comunidad interesada, ya que uno de los objetivos de la asociación es la creación de conciencia en las personas para que asuman una responsabilidad con los documentos, algo que solo será posible si existe en la comunidad el reconocimiento de la importancia y valor del patrimonio documental.

Las actividades desempeñadas por el equipo van desde los diagnósticos, que muchas veces se dan en lugares poco favorables para la adecuada conservación de la documentación, pasando por el rescate que en ciertos momentos conlleva la intervención de los restauradores—, organización y creación de instrumentos de consulta, hasta el seguimiento y asesorías al personal encargado de custodiar los archivos. Es así como, durante 22 años, Adabi ha colaborado mano a mano con distintas instituciones civiles y religiosas en pro de la conservación de la memoria de México que cada uno resguarda.

En 2024 la presencia de Adabi en la capital del país fue significativa, pues tuvo una vinculación institucional con instancias gubernamentales y eclesiásticas, como el Archivo General de la Nación, el Acervo Histórico del Archivo General de Notarías de la Ciudad de México o la Conferencia del Episcopado Mexicano; sin olvidar las privadas —entre otras, el Consejo de Leonora Carrington y Fomento Cultural Grupo Salinas— de gran relevancia. Sin embargo, en este mismo año la labor del equipo ha dejado huella en otras partes de la República. Oaxaca, Puebla y Michoacán son los estados en los que se ha laborado arduamente atendiendo archivos civiles y eclesiásticos. En Puebla se concluyó un convenio con el Archivo General Municipal para la organización de archivos municipales y la consolidación de un taller de conservación documental; finalizó también el convenio con la Biblioteca del Oratorio San Felipe Neri y, en colaboración con el Archivo General de la Nación, se logró recuperar un documento de Huejotzingo de 1554: el nombramiento del mayorazgo de Francisco Vázquez, firmado por fray Juan de Alameda. Además, se realizó la organización de un archivo privado: los Fondos Personales de Abraham Sosa y Manuel Sosa, y se ha buscado la colaboración con la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla para fomentar en los estudiantes la importancia del rescate y la organización de los archivos históricos.

En Michoacán, la asociación ha trabajado para apoyar proyectos de rescate y organización de archivos parroquiales de la Arquidiócesis de Morelia, en un proyecto tripartita donde participa también la Dirección de Archivos del Poder Ejecutivo del Estado. El resultado ha sido fructífero, ya que se organizaron 37 archivos históricos, y se capacitó y consolidó un equipo de rescate archivístico.

En Jalisco se concluyeron dos proyectos con El Colegio de Jalisco, uno corresponde al Fondo Fotográfico Fernando Martínez Réding y otro al Fondo Agustín Yáñez; además de nuestra colaboración en el diagnóstico del archivo personal de Federico Munguía, importante periodista, investigador y cronista mexicano.

Con Morelos, el proyecto de catalogación en el Archivo Fotográfico Tres Ríos ha permitido que Adabi también otorgue asesoría para la obtención del reconocimiento Memoria del Mundo otorgado por la UNESCO. Por su parte, con San Luis Potosí y Zacatecas se mantiene el vínculo de trabajo con el Archivo Histórico del Estado y el Seminario Conciliar Guadalupano, respectivamente.

Al extremo del país el trabajo de la asociación también está presente. Ha continuado el trabajo iniciado en 2012: el traslado, coordinado por Adabi, del Archivo de la Arquidiócesis de Yucatán, que se encontraba en las oficinas principales, al exconvento franciscano de Conkal. Esta mudanza concluyó en 2014, año en el que se fundó un taller de restauración que permite la conservación de los documentos a partir del trabajo conjunto de Adabi: preservación de documentos, fuentes fotográficas, capacitaciones y asesorías.

Si bien en unas cuantas líneas no se resume el trabajo que Adabi ha mantenido a lo largo de dos décadas, la mención de los estados con los que actualmente mantiene lazos es una muestra de lo heterogénea que es la necesidad por el rescate y conservación del patrimonio documental. El camino es arduo, pero el amor a los archivos y a la memoria de México es lo que impulsa el día a día de nuestro equipo.


La labor terapéutica de los hilos

Taller de teñido y decorado. Fotografías: Acervo del Museo Textil de Oaxaca

La salud mental es un tema de creciente importancia en la sociedad del siglo XXI. A medida que avanzamos en una era de rápidos cambios tecnológicos, sociales y económicos, la presión sobre la salud mental de las personas ha aumentado significativamente. A pesar de los avances en la comprensión de los padecimientos mentales, el estigma sigue siendo un obstáculo importante. Muchas personas aún sienten vergüenza o miedo de buscar ayuda, el hecho de comentar “tengo cita con el psicólogo y/o psiquiatra” es motivo o sinónimo de alguien “débil” o “incapaz” por necesitar apoyo profesional; se critica y se juzga. Caso contrario es atender otros padecimientos, lo cual es visto como algo “normal” o como signo de fortaleza y autocuidado. La educación y la empatía son cruciales para reducir el estigma y fomentar un entorno donde las personas se sientan cómodas hablando sobre su salud mental.

A lo largo de la historia los hilos han sido parte importante en la recuperación de diversas enfermedades, como estrés, ansiedad o depresión, por mencionar algunas de las que han marcado, en cierta medida, la respuesta de la sociedad en este mundo de prisas.

Desde la creación del programa mensual educativo del Museo Textil de Oaxaca, hace diecisiete años, las personas y artistas textiles que han participado han creado un espacio íntimo y seguro. Algunas artistas comentan que bordar o tejer tiene beneficios terapéuticos, otros participantes experimentaron una reducción de ansiedad y una sensación de calma al tejer o bordar.

En una ocasión Adri [Adriana Santos], participante asidua a los talleres del MTO, nos compartió: “El participar en los talleres del Museo ha sido un escape a la rutina, un lugar seguro que me ha generado un autoconocimiento gracias al hilo y la aguja, me ha ayudado a disminuir en gran medida mi medicación”. Otra participante, Silvia Maldonado, nos comenta: “Al dejar ir a mis hijos porque ahora hicieron su vida, logré ese arropo en los diversos talleres del Museo”. Distintas personas han externado su agradecimiento: “Gracias por sacarme de la rutina”, “Ya necesitaba un giro en mis actividades”.

Con el paso del tiempo, los talleres del MTO se han convertido en un espacio comunitario donde las personas se reúnen, comparten ideas y trabajan juntas. Esta interacción social ha podido ayudar a combatir no solo padecimientos mentales, sino también la soledad y el aislamiento, fomentando relaciones positivas y un sentido de pertenencia.

Muchas de las afectaciones a la salud mental de las personas se agudizaron durante la pandemia, pero aún aislados en casa pudimos ver que crear arte era posible. Múltiples talleres creados por el MTO de manera virtual ayudaron a las personas a fortalecer su paciencia y perseverancia; así como a enfrentar y superar los desafíos que surgen durante un encierro, pero, sobre todo, los talleres pudieron fortalecer la resiliencia y la capacidad de manejar distintos padecimientos mentales en algunas personas. Algunos comentarios a estas actividades fueron: “No me imaginaba que los hilos y las agujas serían un escape en la vida diaria durante la contingencia”, “Gracias Museo por ayudar a mi mente a respirar”.

Estamos seguros de que los talleres han fomentado la convivencia y el intercambio de experiencias, así como un descubrimiento de habilidades a veces desconocidas por los asistentes. Asimismo, en muchos de los casos han proporcionado información sobre diversos aspectos de la salud mental, ayudando a comprender mejor las propias experiencias y las de los demás.

Quién se imaginaría que el hilo y la aguja que utilizamos para reparar un textil serviría para cerrar una pena, coser una tristeza, zurcir un dolor o sería un bálsamo para curar heridas del alma, de la mente y del corazón.


¡Padiush!

Cruz yalalteca de plata. Fotografía: Acervo de Andares del Arte Popular

Cerca del Distrito de Villa Alta en la Sierra Norte del estado de Oaxaca se encuentra Villa Hidalgo Yalálag. Esta población se encuentra dividida en cuatro barrios: San Juan, Santa Catalina, Santa Rosa de Lima y el barrio de Santiago. En cada uno se pueden percibir diferentes aromas, como el olor de la leña ardiendo en el horno para coser el pan blanco; la delicia del olor del humo de la morcilla chillando en las brazas; la diversidad de sonidos y canciones que experimentan las bandas de niños y adultos que invitan a subir o a bajar por sus calles empedradas, a veces angostas, a veces anchas, acompañados del azul del cielo y las majestuosas montañas de la Sierra Norte. Lo llamativo ha sido la plaza del centro del pueblo, donde cada martes se daban cita los yalaltecos y gente proveniente de otros pueblos, como San Melchor Betaza, San Bartolomé Zoogocho, Latuvi, San Pedro Cajonos, San Pablo Yaganiza y las rancherías cercanas.

Todas las personas llegaban desde muy temprano ofreciendo sus productos, era una rica experiencia para todos los sentidos; para el paladar champurrado, tamales de frijol envueltos en largas hojas de plátano, barbacoa, caldo de carne seca, memelas de frijol, enormes tortillas y nada como un fresco y espumoso pozontle. También se comercializaban mezcal, huaraches, sombreros de panza de burro, frutas, verduras y granos que podían ser medidos en arrobas.

El día pasaba entre vendimia, truequeo, pláticas y el distinguido saludo padiush, que es un saludo informal y cotidiano ocupado a cualquier hora del día. En esta población aún se sigue hablando el zapoteco, específicamente la variante propia de Yalálag. Cada persona se distinguía por la vestimenta de su región y su variente del zapoteco. Gran testigo y guardián de este día de plaza es la antigua Iglesia de San Juan Bautista, que aún sigue estando de pie y repicando su gran campana. Actualmente el tianguis se sigue realizando y, aunque con muchas menos personas, intenta recuperar su esplendor.

En la actualidad, una parte de la población ha migrado a la ciudad de Oaxaca y las nuevas generaciones lo han hecho al norte, de manera que una notable población radica en Los Angeles. Pero las raíces siempre los llaman de vuelta a casa, pues ocasionalmente vuelven a la fiesta del pueblo, o para despedir a un difunto o para celebrar su boda. Las bodas tradicionales en Villa Hidalgo Yalálag duran ocho días, es un ir y venir entre la casa de la novia y el novio, para recibir o dar desayunos o comidas con canastas de pan, guajolotes, leña, semillas, regalos y dinero acompañados por una o varias bandas. Todo lo recibido es cuidadosamente registrado en una libreta para regresar el favor cuando toque darlo de vuelta.

Todos los invitados cooperan en el trabajo. Las tareas más pesadas son para los hombres: acomodar mesas y sillas, acarrear leña, transportar sacos de granos, mientras las mujeres echan las tortillas al comal y cooperan en labores de la cocina lideradas por las cocineras tradicionales y las recetas que han heredado de sus madres, abuelas, bisabuelas. Entre pláticas y risas se desarrollan gustosas las tareas a lo largo del día, esta fiesta es muy generosa con la comida y la hay en abundancia para satisfacer a todos los invitados. Algunas de estas costumbres se han ido modificando con el paso del tiempo y de la mano de las nuevas generaciones.

Villa Hidalgo Yalálag encierra muchas más tradiciones y tiene una rica cultura que merece ser conocida. La galería de Andares del Arte Popular se ha propuesto contribuir con esta tarea por medio de la difusión de sus textiles, cerámica y la reconocida cruz yalalteca de plata. Un símbolo cuyo significado devela elementos religiosos tanto occidentales como zapotecos prehispánicos.


El apartado fotográfico del Fondo Personal Ronald Spores

Fotografías documentales del Fondo Personal Ronald Spores

En la carrera antropológica de Ronald Spores, la fotografía ha jugado un papel fundamental en sus investigaciones. Según el etnohistoriador, tomar fotografías es indispensable en los procesos arqueológicos. En la Antropología la fotografía ha sido una herramienta que se utiliza como apoyo y soporte del trabajo documental, ya que permite registrar el desarrollo y los resultados de los procesos arqueológicos.

En 2022 el investigador estadounidense, quien dedicó gran parte de su vida a estudiar la historia de los pueblos prehispánicos de la región Mixteca de Oaxaca, decidió donar su archivo personal —compuesto por documentos, libros, revistas y fotografías— al acervo de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova. El equipo de Adabi Oaxaca emprendió la organización de la parte documental del archivo, la cual concluyó en diciembre de 2024 con la realización de un inventario general que da cuenta de las actividades realizadas por Spores durante su vida profesional, quedando organizado en tres secciones: Académico, Antropólogo y Personal.

Inicialmente el apartado fotográfico se encontraba resguardado en cuatro cajas AM40 y dos carpetas. Dentro del apartado encontramos seis soportes fotográficos diferentes: negativos de 135 mm blanco y negro; negativos de 135 mm a color; negativos de 110 mm a color; transparencias de 135 mm a color; así como positivos a color y positivos en plata gelatina en diferentes formatos. La organización del apartado fotográfico inició este 2025. Para ello tomamos como base el cuadro de clasificación del Fondo documental, ya que las imágenes complementan los documentos de sus investigaciones, además de que testimonian sus actividades académicas y su vida personal.

El apartado fotográfico del Fondo Personal Ronald Spores abarca una cronología desde 1958 hasta la fecha, y cuenta con información relacionada con los procesos en los que Spores fungió como director o colaborador, específicamente en los estudios que hizo en San Pedro y San Pablo Teposcolula, Yucundaa (pueblo Viejo de Teposcolula), Santo Domingo Yanhuitlán, Tlaxiaco, Santiago Tillo, San Juan Yucuita y San Juan Bautista Coixtlahuaca, en la mixteca oaxaqueña. El registro fotográfico hecho en los recorridos arqueológicos y excavaciones permitirá la posterior divulgación y difusión de la investigación. En este sentido, muchas de las imágenes de este apartado fueron utilizadas en las publicaciones realizadas por Spores como: The Mixtec Kings and their People (1967), y The Mixtec Ancient and Colonial Times (1984); así como en artículos especializados para revistas que permitieron que un público más amplio comprendiera y tuviera acceso a este patrimonio cultural. La fotografía es una herramienta invaluable para preservar la memoria histórica y también la personal. Es por eso que dentro de este archivo las fotografías de sus seres más queridos, sus familiares y sus viajes configuran una mirada a la vida privada de Ronald Spores.

Este apartado fotográfico cuenta con 1483 transparencias, las cuales ya han sido digitalizadas. Al ser positivos directos, constituyen un material mucho más fácil y práctico de utilizar en presentaciones, ya que se pueden proyectar. De estas imágenes, un gran número corresponden a materiales didácticos que Spores utilizaba en sus clases de Antropología en la Universidad de Vanderbilt, de la cual se jubiló como profesor emérito.

La autoría de estas imágenes no pertenece en su totalidad a Spores, algunas de ellas fueron hechas por colaboradores, miembros de su equipo, pero con el paso de los años ha sido cada vez más difícil para él saber con exactitud quiénes fueron los autores. Salvo en algunos casos, como en el de Josef Whitecotton, su amigo, colaborador y colega, quien realizó el registro fotográfico mientras trabajaban en San Juan Yucuita. En 1966 Spores también trabajó con el fotógrafo profesional John Warren, con quien viajó durante año y medio con el objetivo de documentar mercados para su proyecto de investigación sobre la economía en la región de la Mixteca.

Spores comenta que inicialmente el registro fotográfico lo realizaban en negativos de 135 mm, en blanco y negro. Eventualmente migraron a los negativos en color, en especial a las transparencias en color. El antropólogo recuerda que la mayoría de este material fotográfico fue procesado en Foto Figueroa, una de las primeras tiendas fotográficas de la ciudad de Oaxaca, ubicada en la calle Miguel Hidalgo, en el Centro Histórico. La tienda aún existe, aunque ha reducido su tamaño.

Ronald Spores trabajando con el equipo de Adabi Oaxaca en la catalogación de su archivo personal.

Aún ahora, a sus 94 años de edad, Ronald Spores sigue fotografiando. En viajes recientes a la región de la Mixteca, se le ha observado atento a través de la ventana del automóvil buscando referencias de asentamientos prehispánicos, mismas que captura con su teléfono celular para una de sus investigaciones pendientes sobre la traza urbana de los pueblos mixtecos.

El apartado fotográfico del Fondo Personal Ronald Spores continúa en proceso de intervención. Hasta ahora se han digitalizado todas las transparencias a color, además de los fotogramas: 369 de 135 mm a color y 352 de 135 mm en blanco y negro. Queda pendiente la digitalización de los positivos a color y plata gelatina. Con ayuda del doctor Spores ha iniciado el proceso de clasificación y descripción de las imágenes para que puedan ser consultadas a la brevedad posible en la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova.


VIII Festival para la Primera Infancia 2025: Regalos inesperados

Taller de literatura en el VIII Festival para la Primera Infancia

Entre risas, flores y libros llegó una nueva edición del Festival para la Primera Infancia. Esta iniciativa es un esfuerzo anual de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, por medio del Museo Infantil de Oaxaca y el programa Seguimos Leyendo. Como cada año, el mundo de los adultos quedó de lado por un instante y nos centramos de lleno en brindar al público de 0 a 6 años espacios para el arte y el juego en familia.

Los pasados 11 y 12 de abril, por octava ocasión, cientos de familias y una decena de grupos escolares acudieron con gran alegría a las instalaciones del MIO para participar en 24 talleres artísticos, los cuales fueron diseñados e impartidos por profesionales de la educación en primera infancia.

Por medio de actividades lúdicas y teniendo a los libros como eje principal, las niñas y niños descubrieron el teatro, la literatura, las artes plásticas y la música. Muchos incluso vivieron algunas de sus primeras experiencias estéticas, acompañados de sus seres queridos y cobijados por un entorno creado especialmente para ellos.

Los significados que se construyen en estos momentos de convivencia entre adultos e infantes perduran en el imaginario de ambos y se convierten en presentes que entrelazan y transforman sus vidas, que les ayudan a fluir juntos y los acompañan de vuelta a casa. Es por ello que la octava edición del Festival para la Primera Infancia llevó el nombre de “Regalos inesperados”.

Todos los talleres de esta edición partieron de la idea fundamental de que cualquier objeto puede convertirse en un regalo que detone el juego, el contacto físico y visual, la palabra y las artes. Además, por primera vez, los espacios del MIO se llenaron de instalaciones interactivas, donde niñas y niños pudieron experimentar aromas, colores, texturas, sonidos y toda clase de sensaciones nuevas. Los regalos, sin duda, estuvieron siempre presentes.

Es importante mencionar que un distintivo del festival ha sido la profesionalización de los talleristas, ya que estos ocho años de trabajo han servido para desarrollar el talento local. Gracias a la guía de la maestra Eva Janovitz —directora artística del programa y pionera desde hace tres décadas de la promoción cultural para la primera infancia—, todos los talleres de este año estuvieron encabezados por profesionales oaxaqueños; en su mayoría, personas que se han formado y son parte de la comunidad lectora de Seguimos Leyendo.

Finalmente, para cerrar las actividades de cada día, las familias que asistieron al festival pudieron disfrutar de espectáculos artísticos dirigidos a la primera infancia. El viernes por la tarde, Isis Orozco y su ensamble presentaron Ópera y sonidos ante un auditorio repleto. El sábado, la emotiva función de Bubú Dadá, a cargo de la compañía Pipuppets Titereteatro, también fue un éxito.

El último regalo de nuestro VIII Festival para la Primera Infancia llegará muy pronto, pues los alimentos no perecederos que donaron las familias participantes viajarán hasta el Albergue Integral Comunitario 16 de Tepuxtepec, Mixes. Mientras tanto, comenzaremos a pensar en la próxima edición, con la meta de llegar cada vez a más familias y el compromiso de seguir invirtiendo en los derechos culturales de la primera infancia.


El patrimonio edilicio y Rodolfo Morales: Entrevista a Esteban San Juan

Iglesia de Santa Ana Zegache. Fotografía: Archivo FAHHO

Rodolfo Morales está presente en los colores que abundan en Ocotlán de Morelos y los pueblos aledaños. Principalmente en algunos templos dominicos cuya pintura mural fue restaurada por manos de mujeres bordadoras ocotlenses, gracias a un taller de restauración que el maestro creó para ese fin, y que remite a los propios murales de Morales. Asimismo, recuerda a las pinceladas de Tamayo, maestro y amigo de Morales; así que, muy seguramente, esos son los colores de Oaxaca, incluso del México que los más destacados artistas representaron en sus obras.

Al observar, por ejemplo, la fachada del templo de Zegache resulta impresionante cómo armonizan los vibrantes rojos, verdes y azules sobre un fondo amarillo… Los arcángeles custodiando la gran puerta, vestidos de gala con túnicas verdes; los diez jarrones con flores ubicados a lo largo del arco de entrada; el azul cielo de las cúpulas, y en lo alto las cruces… ¿A caso estamos entrando a uno de los cuadros de Morales? La restauración de las fachadas de los templos ocotlenses tiene un origen, primero, en la mente de Rodolfo Morales, con la intención de devolverle a su comunidad parte de la identidad cultural que estaba frente a sus ojos, pero en ruinas y olvidada; después, en la labor de un aliado: Esteban San Juan Maldonado, arquitecto y restaurador, quien trabajó con el maestro, mano a mano, durante las restauraciones de ocho templos de distintas localidades pertenecientes a Ocotlán de Morelos.

En esta ocasión entrevistamos al arquitecto, quien nos contó acerca de la relación de trabajo, la influencia cultural y el legado del maestro del color dentro del marco del rescate del patrimonio edificado de Oaxaca, especialmente el que fue financiado por la Fundación que lleva su nombre, y que se encuentra en Ocotlán.

¿Cómo conoció al maestro Morales?

Soy originario de Ocotlán de Morelos, y desde niño pude darle seguimiento a su labor, pues él había pintado el mural en el Palacio Municipal y eso llamó mi atención. Muchos años después, luego del gran sismo del 85 en la Ciudad de México, Rodolfo volvió a Oaxaca; cuando lo supe quise ir a conocerlo, así que eso hice. Yo iba a verlo para que me autografiara un cartel de exposición, pero lo primero que hizo fue preguntarme si mi madre era Galvina Maldonado y mi padre Antonio San Juan, yo respondí que sí, y él inmediatamente me dijo que eran sus familiares lejanos. Después, ya en confianza, me cuestionó sobre mi profesión, y le respondí que era arquitecto. No dijo nada más, pero quedó en buscarme…, cosa que hizo años después, momento en el que me confesó que él en realidad no creía en los arquitectos, algo que entendí con el paso de los años, aunque en ese entonces me dio una oportunidad de trabajo al encomendarme la remodelación de sus propiedades. Ese fue el inicio de nuestro andar juntos, y se impresionó tanto con mi trabajo que no dudó en invitarme a participar en el gran proyecto de restauración del templo dominico de Ocotlán.

¿Ese fue el primer proyecto de restauración en el que participó a lado del maestro?

Así es. Ese fue el primer proyecto en el que participé con él. En 1995, la Fundación Rodolfo Morales recibió el inmueble, luego de que el maestro hablara con el gobernador para poder realizar los trabajos de restauración. Cuando lo visitamos, el templo todavía funcionaba como cárcel; a la hora de hacer la investigación histórica para conocer los antecedentes del inmueble, me percaté de que no había registro en México de dicho convento, así que tuve que ir a Sevilla, al Archivo General de Indias, donde encontré los registros. Fue gracias a los documentos de fray Fancisco de Burgoa, considerado como el primer cronista oaxaqueño, que pude hacer un recuento histórico. Me dediqué entonces a estudiar los antecedentes del origen del exconvento, y fue así como inició el trabajo de rescate. Esa búsqueda incial se convirtió en el eje rector de toda la investigación que prosiguió y que guiaría la labor de rescate de todos los conventos dominicos en la zona.

¿Podría hablarnos sobre otros proyectos de restauración y conservación en los que haya colaborado con el maestro Rodolfo Morales y su visión acerca de esta labor?

Bueno, están el Templo de Santa Ana Zagache, San Jacinto Ocotlán, San Pedro Taviche, San José del Progreso, Magdalena Ocotlán, San Pedro Mártir y Santa Catarina Minas. Pero debo comentar que fue gracias a ese proceso de investigación documental, de la mano del conocimiento y el espíritu humanista del maestro, que logré adentrarme en su visión del mundo, el significado que él veía, la importancia de la arquitectura dominica y el misticismo que rodeaba a ese ámbito. Logré observar esa conexión entre su obra y el contexto del pueblo al que quería darle los templos restaurados. Una realidad que ahí estaba, pero que yo aún no vislumbraba; por ejemplo, en algo que sucedía mucho en el día a día: mientras los hombres se emborrachaban, las mujeres lloraban y pedían a Dios por la familia…; él me abrió los ojos a ese mundo y su significado, que de alguna manera se encuentra resguardado en la arquitectura.

En una ocasión, durante las primeras visitas a las localidades ocotlenses, el maestro me preguntó: “¿Qué es lo que ves aquí?”; se trataba de un pueblo con apenas algunas chozas, con cactus como límites o bardas entre ellas, los caminos de tierra y los cerros a lo lejos. “Veo a Pedro Páramo, a Juan Rulfo”, le respondí; “Claro, esto es México, estos son sus colores”. Finalmente, eso amplió mi visión y entendí la intención del maestro detrás de su labor de rescate arquitectónico.

Cada visita a los pueblos que hice a su lado ya estaba influenciada por esa visión. En otro pueblo, San Pedro Taviche, pude ver por qué Morales finalmente llenó sus cuadros de mujeres. En ese lugar, los únicos que dialogaban con nosotros eran los hombres, nunca aparecían las mujeres, estaban rezagadas; incluso la comida era servida por ellos.

Imagino, claro, que esa impresión adquirió mucho simbolismo para el maestro, tan es así que en muchas de sus obras las mujeres son protagonistas, abarcan todo el cuadro. ¿Qué otras experiencias recuerda de esas visitas a las comunidades donde se hicieron las restauraciones de templos?

Recuerdo la vez que llevamos una banda sinfónica a Taviche. Fue realmente emocionante, a la vez que un desafío. La gente no había presenciado nunca algo así. La llegada fue una odisea: el autobús en el que se trasladaban los músicos se descompuso, así que tuve que llevarlos en mi camioneta…, pero sin duda valió mucho la pena. Una imagen surrealista: los trajes empolvados de los intérpretes, la luz de la luna que iluminaba a la sinfónica, y los pobladores, atentos, impresionados, escuchando.

Esas y muchas más experiencias sacaron a relucir el espíritu humanista que anidaba en usted.

Sí, de hecho debo mencionar que yo estudié en un seminario, así que ya tenía un antecedente de los conocimientos en filosofía, religión y arquitectura. Todo lo que estaba escondido poco a poco era extraído por la pasión que el maestro sentía y que contagiaba; una pasión, amor y visión por el futuro de Ocotlán, Oaxaca y México.

Debo agregar que esa visión iba más allá de la restauración de monumentos históricos; él iniciaba un camino hacia la sustentabilidad del medio ambiente. Entendí que no requerimos más que la visión de lo que somos. No soy un experto en arte, pero creo que él plasmaba en su obra una imagen de un pasado y un futuro que se fortaleció durante sus visitas a estos pueblos.

Ahora, ¿cuáles han sido los retos de mantener vivo el legado de restauración arquitectónica de Rodolfo Morales?

Uno de los retos es la picota destructiva de la ignorancia sobre la importancia que guardan estos monumentos y la arquitectura vernácula, debido a la idea de progreso y modernidad. Otro reto es el crecimiento poblacional, la invasión de la urbanización, los condominios que ya no respetan el entorno. Como Oaxaca es un pueblo con muchos migrantes, las influencias externas invaden los espacios que antes vi como rulfianos.

¿Cómo se ha percibido, desde la arquitectura, el trabajo de este artista de gran relevancia para la conservación del patrimonio histórico edificado?

Oaxaca es patrimonio cultural de la humanidad; sin embargo, los arquitectos suelen traer modas, además, cada quien quiere dejar su huella, muchas veces sin tomar en cuenta el patrimonio. Ricardo Legorreta, gran amigo de Rodolfo, me decía que no dejara de apoyar la labor encomiable del maestro, y me daba el ejemplo de cómo había visto ciudades destruidas por las modas arquitectónicas. También sucede que las ciudades patrimonio se están volviendo ciudades museo, ciudades de escaparate, y ya no de vivienda, o como decía Manuel Toussaint, esos sitios donde antes las casas tenían plantas, ahora vemos tinacos… La arquitectura vernácula se ha dejado de lado, pero esa era justo la idea del maestro: devolver su imagen y sus colores a México.

Frente a esta pérdida ocasionada por las modas arquitectónicas, ¿qué importancia tiene para la sociedad oaxaqueña, y la mexicana en general, conmemorar el centenario de un artista como Rodolfo Morales?

Su obra está recargada de la mexicanidad, de lo oaxaqueño…, pero no en un sentido patriótico, sino más allá; México es un paisaje, un lugar con la esencia de los pueblos originarios y de los templos que ahora son patrimonio histórico. Rodolfo Morales, como muchos artistas oaxaqueños, plasmaba en su plástica el inframundo, el cielo, las mujeres… Ese era su mundo, nuestro mundo oculto. Y en definitiva su legado permanece: al salir de México podemos darnos cuenta de ello, la herencia de sus colores, los colores de Oaxaca, también aparecen en otros lados; Ciudad del Cabo, Johanesburgo tienen los colores de Rodolfo; los tapetes de Teotitlán y los de allá son similares. Nuestra labor es enseñarles a las nuevas generaciones sobre ese legado, para que forme parte de su vida, pues, finalmente, forma parte de su entorno.


EDITORIAL

El patio del cactus, Museo de la Filatelia de Oaxaca. Fotografía: Acervo Mufi

Las victorias florecen en el campo, y en esta ocasión lo hicieron en el diamante de fuego con el triunfo del equipo de softbol femenil de Diablos, quien se lleva el trofeo de la temporada 2025. Enhorabuena y que sea un buen augurio para la temporada que están por iniciar los Diablos Rojos del México. Asimismo, Guerreros de Oaxaca hace lo propio al darnos una semblanza de su actual manager, quien pronóstica también una excelente temporada para los bélicos.

Qué agradable es la lectura, y más a la sombra de una jacaranda que florea en esta época del año. Es por ello que, para dar la bienvenida a la primavera, varios de los colaboradores nos comparten notas relacionadas con la lectura. Jessica Santiago, por ejemplo, nos recomienda un pequeño libro de cartas de la escritora Emily Dickinson, disponible en los estantes de la Librería Grañén; por su parte, en la nota de la BS Ferrocarril se reflexiona en torno a la experiencia de la lectura en su Gym lector. El Centro Cultural San Pablo nos invita a las lecturas de poesía en el atrio, así como a las conferencias de especialistas sobre el jardín celeste: el universo. Seguimos Leyendo nos habla de la caravana literaria que ahora recorrió algunos poblados de la costa oaxaqueña, y la Biblioteca Henestrosa reseña una actividad de resistencia poética transcurrida el 8 de marzo. ¿Qué otra forma de hallar inspiración en un libro? Casa de la Ciudad responde y nos detalla la relación entre espacio y comunicación a partir de una obra titulada Ciudades para la gente. Por su parte, la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova nos relata sobre la presentación de un cuento infantil traducido al zapoteco del Istmo.

Por otro lado, el Museo de la Filatelia, Andares del Arte Popular, Museo Infantil y Adabi Oaxaca nos comparten algunas líneas sobre el acontecer cotidiano: un flâneur que recorre por primera vez el Mufi; las hazañas de un maestro tallador de madera; un taller para la primera infancia y las joyas documentales encontradas durante un proyecto de organización de archivos en una agencia municipal. No podemos dejar de mencionar la labor de los talleres de restauración: por un lado, Adabi de México nos comparte sobre el arte de reparar un libro antiguo; el Taller de Restauración nos cuenta acerca de los trabajos de rescate de la Casa Balcón para convertirla en un centro cultural en Santo Domingo Tehuantepec; mientras que la Biblioteca Burgoa nos acerca a las actividades de su taller permanente de restauración.

Te invitamos a buscar la sombra más fresca debajo de algún bello árbol, de esos que abundan en nuestra ciudad, para que nos acompañes a lo largo de estas páginas y disfrutes cada uno de estos textos.


Las reinas del diamante

Integrantes del equipo Diablos Rojos Femenil celebrando el campeonato Serie de la Reina.

Diablos Rojos Femenil completó la misión al apoderarse de la Serie de la Reina y acreditarse su primer campeonato en la segunda temporada de la Liga Mexicana de Softbol. Como en todo el calendario, las Rojas fueron un huracán en la gran final y barrieron en tres juegos a Sultanes Femenil, dejando un saldo de seis victorias y únicamente una derrota en la postemporada.

Lo mismo que en la temporada regular, donde las escarlatas ganaron 23 juegos e implantaron un récord de triunfos en un calendario, el equipo mantuvo el acelerador a fondo para superar rotundamente a Jalisco y a Monterrey en una postemporada donde no hubo la necesidad de extender las series al límite de cinco encuentros.

El éxito de las campeonas de la temporada 2025 llega en un momento excepcional, iniciando los festejos del 85 aniversario de la Organización, que en los últimos seis meses ha levantado tres trofeos en el mismo número de disciplinas, para unirse así a las coronas adquiridas en beisbol y basquetbol, dejando atrás diez años de espera para que el club volviera a escalar a lo más alto de la cima deportiva. Las Rojas, dirigidas por Denisse

Fuenmayor, hicieron efectiva la etiqueta de favoritas, a diferencia de lo que sucedió en 2024, cuando el equipo que obtuvo el primer sitio general no pudo llevarse el gallardete en un formato muy complejo, donde se requieren tres victorias para avanzar y las líderes comienzan celebrando dos juegos de visita.

Es inevitable hacer comparaciones entre el campeonato femenil y el título de los Diablos Rojos de 1956, cuando el equipo también ganó su primer campeonato con la aportación indiscutible de los ganadores de la triple corona de bateo y pitcheo. A 69 años de distancia, Jazmyn Jackson y Megan Faraimo se unen a los entrañables Alonzo Perry y Francisco Panchillo Ramírez.

Si de semejanzas se trata, una muy significativa resultó ser que, por séptima ocasión y primera en la rama femenil, Sultanes y Diablos Rojos se enfrentaron directamente para definir un gallardete, balanza que ahora favorece al lado colorado 4 a 3.

Una nota de orgullo para la división femenina de la Pandilla Escarlata es que es el primer campeonato que se conquista sobre el terreno de juego del Estadio Alfredo Harp Helú, ante una afición que jamás deja de apoyar y estableció un récord de 12424 asistentes en el juego del campeonato.

Celebremos, pues, a las escarlatas que pasan a la historia:

Manager: Denisse Fuenmayor
Catchers: Elisa Cecchetti y Mia Davidson.
Infield: Leannelys Zayas, Gabriela Sandoval, Edith de Leija, Andrea Rodríguez, Danna Barrera, Paulina Ruiz, Marilyn Salas, Alma Vega y Grecia García.
Outfield: Stefanía Aradillas, Elizabeth Robert, Ximena Guerrero, Jazmyn Jackson y Rosa del Castillo.
Pitchers: Megan Faraimo, Yamerki Guevara, Yilian Tornés y Karla Téllez.


Un paseo por el Mufi

Esquina del Museo de la Filatelia de Oaxaca

Es un dato conocido por muchos oaxaqueños, e incluso por los turistas asiduos de Oaxaca, que en el cruce de las calles de Reforma y Constitución, en el centro de la ciudad, se ubica el Museo de la Filatelia de Oaxaca, un espacio cultural, creativo, diverso y amable para quien lo visita. Al igual que las otras instancias de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, una de sus motivaciones es ser un lugar para compartir y crear comunidad, en este caso alrededor del coleccionismo postal.

Desde su fachada, el Mufi nos invita a adentrarnos para descubrir lo que cobija. Su arquitectura bellamente cuidada en sus detalles originales— evoca una riqueza en todos los sentidos: sus paredes albergan diversas salas con un gran saber, sus patios son una bocanada de frescura y descanso en el que los encuentros no resultan casuales.

Imaginemos a un paseante1 que quiere conocer el Museo; su recorrido iniciaría, indiscutiblemente, en la Sala de Exploración, donde se exhibe un gran mapa que muestra timbres postales de todos los países pertenecientes a la Unión Postal Universal, así como abanicos de estampillas que ilustran, en primera instancia, su elaboración en diversos materiales como porcelana, metales, hologramas, entre otros. Al lado, se toparía con la Sala de Historia y Filatelia, la cual presenta exposiciones temporales acompañadas de información técnica sobre las estampillas y sus usos postales, la razón de ser del Mufi. Podría admirar la actual muestra sobre las antiguas formas de transporte del correo en nuestro país.

Si continúa con el recorrido nuestro paseante llegaría al Salón Constitución, que conecta a una segunda sala de historia postal y filatelia —la cual da continuidad a la exposición en curso—, en donde podrá apreciar una de las primeras formas de transporte del correo, los painani, que surgió durante el Imperio mexica. Esta sala reproduce, además, con elementos originales, las instalaciones de una ventanilla de correos de principios del siglo XX en México.

El paseante se adentra ahora a la Sala Arte Correo con piezas intervenidas en temas postales que develan un enriquecimiento cultural muy variado. Luego lo recibe una de las colecciones favoritas del Mufi, la Sala Beisbol, con timbres, sobres de primer día y folletos informativos de las principales emisiones del Rey de los Deportes, acompañado por bates, pelotas y grabados de un alto valor artístico.

Sala Beisbol

Camina un poco más y llega a la Galería y la Sala Penny Black, que hoy en día albergan una gran exposición sobre el box, con estampillas, historias, narraciones y objetos de gran valor apreciativo que deleitan la estancia.

Se toma un momento y, aunque deambula solo por cada sala, encuentra el patio central y el patio de cactus, que le ofrecen una perspectiva extraordinaria de árboles, mesas al aire libre y la posibilidad de meditar sobre lo que acaba de presenciar. Se pregunta si acaso el resto de los visitantes de este museo, o de cualquier otro, se sienten afortunados de tener ante sus ojos pedacitos de historia. De repente alza la vista y se encuentra con dos puentes que llevan al jardín sonoro, otro espacio arbolado y acogedor en el que las personas se sientan a conversar, y trata de adivinar sobre qué estarán hablando.

Se dirige ahora a la Biblioteca José Lorenzo Cossío y Cosío, y se impresiona al enterarse de que esta biblioteca cuenta con un acervo especializado en temas filatélicos y postales, que incluye una gran diversidad de información para cualquier estudioso especializado en filatelia, o un novato en busca de joyas, como él. Las cosas de las que nos perdemos —se dice a sí mismo— cuando no somos observadores, cuando dejamos que la rutina nos consuma y nos oculte estos rincones tan preciosos que resguardan tesoros. Y como si de una evocación se tratara, llega a la Bóveda Filatélica, que alberga colecciones especializadas tan interesantes como las cartas de Frida Kahlo al doctor Leo Eloesser, o de países como México y Líbano; de temáticas sobre beisbol, aves y muchas más. Piezas originales que guardan diversas historias.

Camina un poco más hasta llegar al fondo del Museo, donde se topa con buzones de diferentes formas y tamaños, épocas y contextos, todos ellos enmarcando al Vocho Mufi, un Volkswagen sedán original y funcional tapizado por 50000 estampillas de diversos países, que constituyen una decoración multicolor evocando las grecas de la zona arqueológica de Mitla, Oaxaca.

Uno de los patios del Mufi y la bóveda filatélica. Fotografías: Acervo del Mufi

Sin esperarlo se entera de que hay una sala dedicada a la numismática, donde se expone la historia de las monedas fabricadas en México y de las casas que realizaron este trabajo (Cecas), desde la época virreinal hasta nuestros días. No lo duda y se detiene a observar los ejemplares de diversas épocas, valores y materiales, en cuya acuñación individual cuentan parte de la historia de este país al ser usadas como medio de cambio.

Sin duda ha sido un recorrido lleno de aprendizajes, y aunque él no se considera un filatelista, agradece la posibilidad de conocer un poco de ese mundo. Antes de retirarse, una pequeña puerta lo invita a ingresar a la Miscelánea Filatélica, donde encuentra a su disposición estampillas nacionales y extranjeras, sobres, hojillas filatélicas; material para cuidar colecciones, para escritura y caligrafía, gomas de sellos, maletas; ediciones de libros especializados en temas postales, beisbol, historia, grabados y, en especial, ediciones de las familias Harp Helú y Grañén Porrúa.

Ya sea por primera vez o algo recurrente; ya sea que por casualidad o predeterminación te encuentres caminando por las calles del centro de Oaxaca, visitar el Mufi es una oportunidad imposible de desaprovechar.

1 Un paseante muy al estilo flâneur literario, un caminante que es un observador apasionado por recorrer las calles sin aparente rumbo fijo; pero justo su pasión por observar es lo que le descubre escenarios maravillosos que escapan de la cotidianidad y rutina de cualquier ciudad.


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