Orgullo y admiración

En el número 33 de este Boletín, publicado en diciembre de 2023, narramos la experiencia que tuvimos en el Museo Textil de Oaxaca sobre una serie de huipiles creados para Malintzin. El proyecto derivó en una exposición física que después se transformó en una edición virtual, que puede visitarse en: Huipiles contemporáneos para Malintzin. Diálogos textiles desde Mesoamérica-Museo Textil de Oaxaca
En aquella ocasión hubo un huipil que no logró estar presente: el tejido por Elvira Pérez Pozos, de San Pedro Sochiapan. Por cuestiones personales, poco antes de la inauguración de la exposición en octubre de 2023, Elvira tuvo que retirarse del proyecto. Fue una lástima, pues había participado de forma entusiasta durante todo el proceso, incluso de manera remota, vía Zoom, en la primera reunión que tuvimos como grupo. No obstante, seguimos escribiéndonos en WhatsApp hasta que, de pronto, ya no hubo respuesta.
Un año después, en octubre de 2024, Elvira nos visitó en el Museo: había perdido su celular y, con él, todos sus contactos. Viajó desde la Cañada hasta la ciudad de Oaxaca para retomar las pláticas con el MTO y, en la conversación, volvió a surgir el tema de Malintzin. Elvira lamentaba no haber podido finalizar el huipil que había imaginado, y no sabía si continuarlo ahora que su vida le permitía volver al telar. Había tejido dos de los tres lienzos del huipil. Al interior del MTO, y con el apoyo invaluable de la FAHHO, animamos a Elvira para que terminara el huipil tal y como lo había pensado. Le tomó tan solo un mes para que se comunicara con nosotros y anunciara que había terminado.
La planeación del huipil se llevó únicamente en la mente: Elvira no dibujó previamente cómo serían los diseños ni cuáles serían los colores por emplear. Nos cuenta: “No sé por qué. Siento que no hubo la necesidad de dibujarlo, solo fue tenerlo en la mente y de ahí pasarlo a los hilos para tejer”. Este proceso nos muestra, una vez más, al textil como un medio de expresión en sí mismo, un medio que no requiere, forzosamente, por ejemplo, de trazos preparatorios en papel o de intentos por asemejarse a un lienzo pintado al óleo. La mente y las manos conectan directamente con la urdimbre del telar y ahí, en una danza manual e intelectual, se van creando soporte e imagen al mismo tiempo. Esto me recuerda a las conversaciones sostenidas con Nilda Callañaupa Álvarez, tejedora y directora fundadora del Centro de Textiles Tradicionales del Cusco, en Perú. Al platicar sobre el trabajo que ha coordinado para recrear técnicas antiguas de tejido como la ticlla (tejido de urdimbres discontinuas) o el watay (teñido de amarres), Nilda cuenta cómo el grupo de tejedoras inmediatamente se pone manos a la obra, deseosas de experimentar con los hilos en vez de dedicar mucho tiempo a descripciones técnicas o esbozos preparatorios. A tejer se aprende tejiendo.
Desde un inicio, Elvira supo que Malintzin merecía un huipil de gala; el huipil “tenía que ser de lo mejor”, pues “dicen que Hernán Cortés fue el que dirigió, pero, en nuestra historia, la verdadera capitana fue Malintzin. […] Representó a muchas mujeres, salió adelante, no se dio por vencida. Imagínense si hubiera sido un hombre, ¿qué hubiera pasado? Pero no, fue una mujer que buscó la forma de sobrevivir entre esas guerras, es un orgullo, ¿no?”. Elvira imagina que si pudiera entregarle el huipil a Malintzin, le diría: “Es un orgullo conocerte. Te entrego este huipil como muestra de lealtad y de admiración hacia tu persona”.