DESTACA EL RESCATE DEL PATRIMONIO HISTÓRICO EN LA MIXTECA OAXAQUEÑA

Con apoyo de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca y de la Secretaría de Cultura (antes Conaculta), comunidades se esfuerzan por conservar su herencia cultural. La unión de esfuerzos entre los habitantes de diversas comunidades de la Mixteca y especialistas en restauración de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca y del Instituto Nacional de Antropología e Historia ha colocado a esta región de Oaxaca como un referente en la restauración de la riqueza patrimonial que existe en cada una de las comunidades.

La doctora María Isabel Grañén Porrúa, presidenta de la FAHHO, emprendió un recorrido por las áridas tierras de esta zona para visitar San Miguel Adéquez, Santiago Tejupan, Santiago Teotongo y San Cristóbal Suchixtlahuaca, cuatro comunidades que han sido beneficiadas por el Fondo de Apoyo a Comunidades para Restauración de Monumentos y Bienes Artísticos (FOREMOBA), programa tripartita de la ahora nombrada Secretaría de Cultura, al que la FAHHO aporta una tercera parte de los costos. En todos los casos, los restauradores son especialistas del Taller de Restauración pertenecientes a la FAHHO y de la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural (CNCPC) del INAH.

Casa de Visitas e iglesia de San Miguel Adéquez

El primer punto de encuentro fue San Miguel Adéquez, donde un grupo de habitantes de esta comunidad conformada por 32 familias recibió a la Doctora María Isabel Grañén Porrúa y a los especialistas que la acompañaron, entre ellos Sebastián van Doesburg y Gerardo Virgilio López Nogales de la FAHHO, quienes explicaron los trabajos de restauración que se realizaron en la Casa de Visitas, un singular monumento de arquitectura mixteca que data del siglo XVI. Anteriormente, durante el 2013, el Taller había terminado la consolidación de las bóvedas, el enladrillado y la impermeabilización de la cubierta del pequeño templo. Según explicaron los especialistas, la Casa de Visitas, construida en piedra caliza de la región (ndeque), es una construcción que revela una estética y un particular estilo arquitectónico típicos de varios inmuebles coetáneos de la Mixteca Alta y que incorpora referencias de la arquitectura prehispánica y de la española renacentista. La segunda parte del rescate consistió en la consolidación de muros, la libración de agregados y la reconstrucción del techo desaparecido.

Retablos y portal de peregrinos en Tejupan

El equipo llegó a Tejupan acompañado por Ignacio Mendaro Corsini, arquitecto responsable del proyecto Parque Ciudad de las Canteras y Archivo Histórico de Oaxaca. El año pasado los especialistas emprendieron aquí la primera etapa de la restauración del exconvento de Santiago Apóstol, una construcción del siglo XVI de características únicas, pero desafortunadamente en muy mal estado. Los restauradores de la FAHHO centraron su labor en el amplio portal de peregrinos, donde se consolidaron los muros e integraron enrases de piedra. Posteriormente, se integraron las vigas de arrastre y de carga apoyadas sobre curiosas ménsulas largas para luego enladrillar, impermeabilizar e integrar la cubierta, además de aplicar hidrofugante e instalar la iluminación.

El grupo recorrió, acompañado por autoridades municipales, el interior del templo para conocer los siete retablos fechados entre los siglos XVI al XIX, que desde el 2005 han sido restaurados por el INAH bajo la dirección de Luis Huidobro, quien se sumó a las visitas y dio una explicación detallada de cada uno de los trabajos que se han realizado en esta comunidad mixteca.

Santiago Teotongo, antigua comunidad chocholteca

Los caminos de la Mixteca condujeron la visita a Santiago Teotongo. En esta comunidad, con el cobijo de las autoridades, los especialistas del INAH explicaron los trabajos que han realizado en la conservación de la espectacular colección de retablos que resguarda el templo. Acá se logró apreciar el retablo principal dedicado al santo patrono Santiago Apóstol, que mide aproximadamente 11 metros de altura. Los muros del templo están cubiertos por once retablos de gran calidad, que atan de los siglos XVII al XVIII, que relatan discursos iconográficos diversos, como los marianos, que hablan de la vida de la Virgen, otro de las Ánimas del Purgatorio, uno más dedicado a la Crucifixión, entre otros.

Los especialistas intervinieron tres retablos laterales que estaban en muy mal estado: les faltaban secciones completas, las cajas donde se asientan las columnas estaban literalmente vencidas, y no se habían desplomado sólo porque alguien los había sujetado muy bien. Actualmente está por concluir la segunda etapa de restauración de otros dos retablos: Santa Gertrudis y la Crucifixión.

El templo de Santiago Teotongo también resguarda un mueble excepcional del siglo XVIII. El armario imita los muebles chinos que estaban llegando en esa época a Acapulco con la nao de las Filipinas: sobre un fondo rojo se pintaron múltiples escenas referentes a la vida cotidiana de la élite del siglo XVIII. El trabajo de restauración estuvo enfocado a recuperar el color original y las imágenes doradas que la adornan. Yunuen Maldonado Dorantes, historiadora del arte e integrante del INAH, explicó que el armario fue de uso doméstico y no formó parte de los muebles del templo, ya que la decoración carece de imágenes religiosas que la vinculen con el histórico recinto.

Después del recorrido por diversos puntos del templo, un grupo de músicos tocó —entre otras piezas— la Canción Mixteca de José López Alavez, la cual fue interpretada en su versión chocholteca, ofreciendo a los visitantes la oportunidad de conocer el sonido de la lengua originaria de este pueblo.

San Cristóbal Suchixtlahuaca

La tarde alcanzó al grupo de visitantes en San Cristóbal Suchixtlahuaca, el último punto de este recorrido por la Mixteca. Aquí, la autoridad municipal agradeció a la doctora María Isabel Grañén Porrúa el apoyo que la FAHHO ha brindado para rescatar la riqueza patrimonial del templo de la comunidad y los retablos que ahí se conservan.

Tras el acto de bienvenida, el grupo acudió al templo de San Cristóbal donde los integrantes del INAH explicaron los trabajos que realizaron en el retablo principal de finales del siglo XVIII, dedicado al santo patrono, y uno lateral de la misma época, dedicado a la Virgen.

Aquí también se restauró un gran lienzo en el retablo de las almas del Purgatorio que representa al Juicio Final. La extraordinaria pintura está firmada por Miguel de Mendoza, pintor mixteco de la época novohispana. Los restauradores mencionaron que las obras del artista reflejan su calidad técnica en el uso de luces y sombras en la representación de sus personajes, así como la construcción de texturas a base de veladuras.

Un esfuerzo de las comunidades

El recorrido por estas tierras permite constatar el compromiso que los habitantes de cada comunidad tienen por rescatar y cuidar el patrimonio histórico que heredaron de sus ancestros. Aunque la parte económica es importante para lograr el rescate, el esfuerzo de cada una de las personas se convierte en el principal motor de trabajo que, con base en la confianza y la cooperación, desde hace varios años ha logrado el desarrollo de las obras de restauración. “Qué bueno que cayeron en manos de los expertos, que confiaron en ellos. Está bien hacer estas alianzas para recuperar el patrimonio que es de las comunidades pero que también es de México y el mundo”, externó a los habitantes la presidenta de la FAHHO. Por su parte, Sebastián van Doesburg resaltó que la serie de restauraciones es “una muestra de lo que se puede lograr con las relaciones de confianza”.

SPLENDOR. LAS PORTADAS ARQUITECTÓNICAS EN LOS LIBROS DE LOS SIGLOS XVI Y XVII

La primera página de un libro se llama “portada”. El origen de la palabra proviene del latín porta que significa puerta, es la entrada al libro. En los inicios de la imprenta los datos de identificación del libro se consignaban al final de la obra, en el colofón. La aparición de la portada se relaciona más con el proceso de creación del libro que con el interés del autor o el impresor de mostrar sus datos, ya que las obras se distribuían sin encuadernar y los impresores dejaban en blanco la primera hoja para evitar el deterioro del texto con la manipulación, al paso del tiempo se añadieron datos en esa primera hoja hasta llegar a conformar lo que actualmente conocemos como portada. Su función era presentar los datos esenciales para la identificación del libro: título general de la obra, nombre del autor, dedicatoria, particularidades de la edición y pie de imprenta. En España, Felipe II estableció en la Pragmática de 1558 que los datos de la obra debían consignarse en la primera página con penas de muerte, destierro y confiscación de bienes para los infractores.

El diseño de la portada alcanzó su esplendor con las portadas arquitectónicas de los siglos XVI y XVII. Fue una de las manifestaciones más importantes del grabado libresco, en las que se incorporaron elementos arquitectónicos imitando fachadas, retablos y pedestales para enmarcar los datos. En esta ocasión, la Biblioteca Francisco de Burgoa exhibe obras editadas en las imprentas más destacadas del Renacimiento y del periodo Barroco, libros en los que se conjugan la habilidad del dibujante, la maestría del grabador y el pensamiento de una época.

La sustitución del grabado en madera por el grabado en metal, a fines del XVI, fomentó los nuevos cambios en el aspecto de la portada porque el metal permitía reproducir mejor el contraste y un trazo más fino. La presentación de la obra ya no estaba sólo en manos de los impresores sino de los artistas; los dibujantes y los grabadores salieron del anonimato y firmaron sus obras adquiriendo su parte de responsabilidad en el resultado final, junto con el autor y el impresor.

El libro, menciona Jorge Luis Borges, es una extensión de la memoria y la imaginación, es así como las portadas arquitectónicas nos trasladan a una época en la que el arte y el pensamiento redescubren las fuentes clásicas y se inspiran para crear nuevas formas. Un mundo simbólico inunda el pensamiento de la época, el lenguaje es comprensible sólo para aquellos que conocen el código por el que se rigen las imágenes. A través de la cultura grecolatina, presente en la memoria, se dio contexto a ciertas necesidades de expresión. El artista conectó, transformó y adaptó los símbolos. Son frecuentes las referencias a la mitología clásica con intención moralizadora y las diversas representaciones alegóricas que aluden a las virtudes, la muerte, los planetas, los continentes o el poder.

Predominan elementos arquitectónicos como basamento, frontón circular o triangular, apoyado sobre pilastras o columnas formando un marco para los datos de la obra. También es común la colocación de figuras laterales en nichos o en forma de estípites, a manera de retablo escultórico. Con el paso del tiempo, los elementos esenciales no solamente hacen referencia al texto sino que se combinan con retratos, escudos nobiliarios, emblemas y alegorías. En la portada se dispone del espacio de acuerdo al mensaje que se quiera transmitir, nada es aleatorio.

La Biblioteca Francisco de Burgoa se enorgullece por contar con diversos ejemplares de libros con grabados que ejemplifican este tema y extiende una cordial invitación para que visiten la exposición Splendor. Las portadas arquitectónicas en los libros de los siglos XVI y XVII a partir del 26 de abril al 28 de agosto.

HOMENAJE AL MAESTRO GILBERTO MARTÍNEZ

Hermanos y amigos que hoy nos acompañan.

El padre Llorente, escritor español, plasmó hace años la siguiente sentencia:

A los ochenta años se desvanecen los sueños, se modifican los planes, se recortan las ambiciones, se aquietan las pasiones, ya no se duerme la noche de un tirón, da gusto estar sentado, cuesta subir escaleras, se alargan las siestas y se echan de menos los compañeros de camino. Ya quedan pocos, y de esos pocos, unos están sordos, otros caminan a tientas y otros han perdido la memoria.

Al leer esta cruel sentencia podemos pensar en mucha gente, pero no en nuestro hermano Gilberto. El hermano Gilberto trajo, hasta el fin de sus días, azorado a su Ángel de la Guarda. A sus noventa años le sobraban sueños, proyectos, ganas de vivir, celo apostólico. Es por ello, si me lo permiten, que quiero compartir hoy un fragmento del poema sobre la vejez de José Saramago que refleja muy bien la vida de nuestro hermano Gilberto.

¿Qué cuántos años tengo?
–¡Qué importa eso!
¡Tengo la edad que quiero y siento!
La edad en que puedo gritar sin miedo lo que pienso.
Hacer lo que deseo, sin miedo al fracaso o lo desconocido…
Pues tengo la experiencia de los años vividos
y la fuerza de la convicción de mis deseos.

¡Qué importa cuántos años tengo!
¡No quiero pensar en ello!
Pues unos dicen que ya soy viejo,
y otros “que estoy en el apogeo”.
Pero no es la edad que tengo, ni lo que la gente dice,
sino lo que mi corazón siente y mi cerebro dicte.

Tengo los años necesarios para gritar lo que pienso,
para hacer lo que quiero, para reconocer yerros viejos, rectificar caminos y atesorar éxitos.

Ahora no tienen por qué decir:
¡Estás muy joven, no lo lograrás!…
¡Estás muy viejo, ya no podrás!…
Tengo la edad en que las cosas se miran con más calma,
pero con el interés de seguir creciendo.

Tengo los años en que los sueños,
se empiezan a acariciar con los dedos, las ilusiones se convierten en esperanza.

Tengo los años en que el amor,
a veces es una loca llamarada,
ansiosa de consumirse en el fuego de una pasión deseada.
Y otras… es un remanso de paz, como el atardecer en la playa…

¿Qué cuántos años tengo?
No necesito marcarlos con un número,
pues mis anhelos alcanzados,
mis triunfos obtenidos,
las lágrimas que por el camino derramé al ver mis ilusiones truncadas…
¡Valen mucho más que eso!
¡Qué importa si cumplo setenta, ochenta o más!

Pues lo que importa: ¡Es la edad que siento!
Tengo los años que necesito para vivir libre y sin miedos.
Para seguir sin temor por el sendero,
pues llevo conmigo la experiencia adquirida y la fuerza de mis anhelos

¿Qué cuántos años tengo? ¡Eso!… ¿a quién le importa?
Tengo los años necesarios para perder ya el miedo
¡Y hacer lo que quiero y siento!
Qué importa cuántos años tengo.
O cuántos espero, si con los años que tengo,
¡aprendí a querer lo necesario y a tomar, sólo lo bueno!

Hemos celebrado la Eucaristía, culmen de nuestra vida cristiana, en agradecimiento por la vida de nuestro querido hermano Gilberto Martínez Soto. Los que le conocieron recuerdan la fuerza de la vocación de nuestro hermano: su incansable búsqueda de encontrar a Dios en todo, el amor profundo por la educación, su celo por la salvación de las almas, su caridad sin límite. Muchas personas han expresado su convicción de que su vida fue profundamente marcada por el testimonio de un hombre que fue coherente hasta el final.

El hermano Gilberto alcanzó la plenitud como ser humano…. Fue su día… se cumplió el más anhelado de sus sueños… estar junto a muchos en la presencia del Padre… Ahí están sus padres, sus hermanos de sangre, muchos de sus hermanos de fe, algunos de sus exalumnos, y desde ahí seguirá iluminando el camino… dejando claro que él no es el camino sino simplemente un referente para seguir el camino.

La vida de nuestro hermano nos recuerda que la vida es itinerario, compromiso, amor. Pudo haber cometido muchos errores, sin embargo, dejó huella (y profunda) de su paso por esta vida. La vida de nuestro hermano debe darnos unas ganas tremendas de vivir y de amar. No nos queda más que decir, gracias don Gilberto, gracias por ser un hermano exageradamente fraterno, por ser usted… por darse todo… y por ser alguien que siempre nos enseñó que somos herederos de un sueño sin fin y que ahora nos toca a nosotros seguir…

No quiero dejar la pasar la oportunidad para agradecer a todos ustedes no sólo su presencia hoy aquí sino su presencia en la vida de nuestro hermano Gilberto, en especial a la comunidad de León que lo acompañó con una caridad exquisita, a don Alfredo Harp, a quien él tanto apreciaba, a Emilio y a Martín y sus respectivas familias. Sólo me queda pedirle al Señor algo que siempre que participo en un funeral le pido: Haz, Señor, que la muerte me encuentre vivo.

Muchas gracias.

RECUERDOS DE GILBERTO MARTÍNEZ

Conservo recuerdos agradables de todos los maestros y hermanos lasallistas que fueron mis directores y profesores. Siento un cariño especial por el gran manager Gilberto Martínez Soto, “el Chaparro”, mi maestro de sexto de primaria. Con él aprendí a enfrentarme a los problemas que se presentan diariamente; establecimos una amistad que se fortaleció con el tiempo, trabajamos juntos en la escuela hasta que salí de preparatoria, después nos frecuentamos cuando él era director de la escuela Fundación Mier y Pesado y en la secundaria del Colegio Simón Bolívar y también lo seguí en su paso por las escuelas lasallistas de León, Guanajuato. Gracias
a don Gilberto hemos apoyado al Internado Guadalupano que se revitalizó a partir de 1990, ahí habitan niños de la calle, cursan la primaria y se les enseña algún oficio: carpintería, joyería y panadería, entre otras formas de ganarse la vida dignamente. En ese internado, los niños no solamente reciben una formación académica, sino que son aceptados y queridos y, aunque las puertas permanecen abiertas, ninguno se escapa, prefieren llevar una vida cordial.

Con la ayuda de don Gilberto, también formamos un fondo social de apoyo a la educación en zonas marginadas de México, principalmente en la Sierra Tarahumara, Oaxaca, Puebla y Guerrero. Juntos estamos en la tarea de construir una de las mejores escuelas de la república mexicana en la ciudad de Oaxaca. En el periodo de 2002-2003, opera ya la sección preescolar y la primaria, y en los próximos años comenzará la secundaria y el bachillerato. El “Chaparro” Martínez ha sido fundamental en mi desarrollo humano.

Tomado de: Alfredo Harp Helú, Vivir y morir jugando beisbol. México, Amigos de Oaxaca, Fundación Alfredo Harp Helú, 2003.

TODO COMENZÓ CON LAS PALETAS

La Familia Harp Helú se había establecido en Oaxaca pero desgraciadamente el padre falleció cuando Alfredo tenía tres años. En ese momento su hermana tenía cuatro años y su mamá estaba embarazada. Su madre decidió mudarse a la Ciudad de México. Al poco tiempo se acercó al Colegio Cristóbal Colón, dirigido por hermanos lasallistas. El señor Pierre Leonel aceptó becar Alfredo para que pudiera realizar sus estudios. Cursó hasta la preparatoria con nosotros. Fui su profesor en sexto año de primaria y desde entonces hemos establecido una verdadera amistad que con el tiempo ha dado múltiples frutos.

Todo comenzó un día que noté que era necesario renovar las bancas y los escritorios de los salones. Hablé con los superiores al respecto, pero me dijeron que si quería hacerlo habría que conseguir el dinero. Poco tiempo después, la escuela adquirió una máquina para hacer paletas heladas y vi en ello una oportunidad. Yo no sabía nada de ese oficio, pero tuve que aprenderlo para lograr lo que me proponía. Así que aprendí a usar la máquina, conseguí las materias primas y puse a Alfredo como administrador de la venta de las paletas. El costo de producción era de un centavo y podíamos vender cada paleta en diez centavos. Eran buenas ganancias, y en muy corto tiempo pudimos reunir el dinero para cambiar las bancas del colegio. Teníamos un público cautivo y los chamacos estaban felices con las paletas. Además, pudimos hacer otras cosas para beneficio de la escuela con esas ganancias. Alfredo llevaba muy bien las cuentas, era un niño muy ordenado y disciplinado, con un carácter muy sereno y con habilidades de organización. La venta de paletas fue el inicio de múltiples proyectos que hemos emprendido juntos a lo largo de la vida.

Otra actividad que le asignamos a Alfredo consistía en cuidar a la “patrulla” de los niños del medio internado. La patrulla era un grupo de muchachos que se sentaba en una hilera; cada hilera era una “patrulla” y Alfredo era quien los organizaba y vigilaba para que comieran bien y realizaran los deberes. Así, sereno como es hasta la fecha, sabía tratar a sus compañeros; todos le hacían caso.

Después pasó a la secundaria, pero de todas maneras me iba a visitar todos los días y si tenía tiempo se quedaba un rato para atender la venta de las paletas. Así lo hizo hasta que terminó la preparatoria. Un día me comentó que si había estudiado contabilidad había sido por mí, por aquella experiencia de las paletas.

Tomado de: La filantropía de Alfredo Harp Helú, una forma de vida. México. Fundación Alfredo Harp Helú, 2003.

EL PUEBLO ENCANTADO

El pueblo estaba hundido en la amargura por los conjuros a los que era sometido por unos hechiceros que habían llegado a San Agustín Etla, pero un día sus pobladores se dieron cuenta de que podían hacerles frente si les robaban sus cabezas, que los brujos se quitaban para dormir, y así recuperar la alegría perdida.

Éste, a grandes rasgos, es el argumento de la puesta en escena de El pueblo encantado, ballet que interpretaron los alumnos de La Fábrica de Hielo y del Taller de Danza del Centro de las Artes de San Agustín (CaSa), bajo la dirección de Emilia Gracida.

El escenario no podía ser mejor, el CaSa. La obra, basada en una leyenda popular de San Agustín Etla, Oaxaca, es autoría de Emilia Gracida, con música de Sergéi Rachmáninov y Zakir Hussain. La puesta en escena de esta leyenda fue idea de los alumnos de los talleres. “Es una historia que me interesó montar, porque son cosas nuestras, con las que crecemos, vivimos y que entendemos”, afirma la directora.

La obra comenzó con una serie de fotografías de San Agustín; ante un desvanecimiento de la música los primeros bailarines entraron a escena.
Con rápidos y variados movimientos, acompañados del colorido del vestuario, mostraban la alegría en que vivían en el pueblo. Poco a poco las
luces se difuminaron para dar paso a los bailarines que interpretaban a los brujos. Con ropas oscuras y rotas ejecutaban su baile —que combinó el ballet clásico y el contemporáneo—, el lugar había sido encantado.

Junto a una melodía melancólica, las alumnas del grupo avanzado representaron ese momento en el que el pueblo estaba sometido y que entiende que, si les roban sus cabezas, encontrarán la felicidad.

Así, acompañados de luces, vestuarios y aplausos, los casi treinta estudiantes dieron a conocer los avances que han tenido en los talleres, además de finalizar sus actividades de 2015.

Te invitamos a ver el video de esta puesta en escena en el canal de YouTube de la FAHHO.

ORIGEN Y USO DEL REBOZO

El 10 de diciembre de 2015, en la Capilla del Rosario del Centro Cultural San Pablo, Ana Paulina Gámez M. dictó la conferencia Origen y uso del rebozo, que gozó de una nutrida asistencia por parte del público oaxaqueño. La plática comenzó aclarando el origen del rebozo y su primer uso entre las mujeres novohispanas. La prenda tiene su origen en el almaizal morisco, que usaban las musulmanas en España durante la Edad Media, como prenda de recato para cubrir su cabeza y, algunas veces, incluso su cara. Las mujeres cristianas también lo usaron en algunas ocasiones. El almaizal tenía una forma rectangular alargada con flecos en los extremos más distantes y estaba ornamentado con listas longitudinales en las orillas más largas y una serie de franjas transversales en el cuerpo textil.

Durante el siglo XVI el almaizal se impuso como prenda de recato a las mujeres de las castas novohispanas entre ellas mestizas, negras y mulatas. Estas mujeres tenían prohibido usar las tocas de las indígenas evangelizadas y no tenían acceso a las cofias y velos de las criollas y españolas adineradas. Al adaptarse a tierras novohipanas el almaizal se convirtió en el rebozo y sirvió también como distintivo social para las mujeres que lo usaban.

El uso del rebozo se generalizó en el territorio novohispano y para el siglo XVIII se usaba desde las provincias norteñas de Texas y Nuevo México hasta Guatemala. Las mujeres de las castas lo usaron a lo largo de todo el Virreinato, generalmente terciado sobre el pecho y cubriendo cabeza hombros y espalda. También lo hicieron las españolas y criollas de menos recursos económicos, mientras las más ricas los usaban dentro de sus casas como prenda doméstica y lo cambiaban por las mantillas de encaje para salir a la calle o asistir a la iglesia. Uno de sus usos menos conocidos es el que se hizo en las instituciones femeninas novohispanas, como los conventos, donde las monjas lo usaban para estar en sus celdas; los colegios (internados), donde formaba parte del uniforme de las alumnas o los recogimientos y beaterios en los que era parte del atuendo de las residentes.

Después de la Independencia, en el siglo XIX, las mujeres de las castas, entonces llamadas “chinas”, siguieron usando el rebozo como lo habían hecho durante los siglos anteriores, pero también le dieron otros usos como cargar cosas con él. Las criollas siguieron usándolo al interior de sus casas, pero abandonaron ese uso conforme avanzó el tiempo. A finales de esa centuria algunas mujeres indígenas, que vivían en las ciudades o cerca de ellas, incorporaron el rebozo a su indumentaria y abandonaron el uso de sus tocas.

DIECIOCHO POR VEINTICUATRO: SEIS ESTUDIOS EN ÍNDIGO

Shibori es el término en japonés que se emplea para referirse al antiguo arte de crear diseños por medio de una serie de costuras, atados y dobleces en una tela previos al teñido de la misma. Para mí, el shibori es el lenguaje de las sombras, de los espacios intermedios entre el color y su ausencia. En un primer momento, la belleza del shibori parece subyacer en el color; sus suaves líneas tan características y bordes difusos provocados por el encuentro entre los atados y el tinte, nos hablan de la interacción entre el color y la tela. Sin embargo, conforme he avanzado en mi trabajo y creado una serie de costuras que se aprietan hasta formar un bulto compacto, me he sentido atraída por la cualidad de las piezas en ese estado aglomerado, tridimensional y con cuerpo, algodón inmaculadamente blanco en claro contraste con el rojo del hilo empleado en las costuras y amarres. Esta serie de seis estudios fue creada a partir del deseo de documentar las propiedades escultóricas de la tela. Por momentos, jugué con la idea de dejar las piezas permanentemente en ese estado (transformando así el proceso en término), sin embargo, ganó mi curiosidad por descubrir el diseño creado por las costuras.

Esta serie se enfoca en seis diseños de shibori: tazuna, mokume, chevron, ori-nui, kumo y karamatsu. Una vez terminados los procesos de costura y atado, fotografié detalladamente cada una de las telas. En ese momento, los textiles viajaron conmigo desde mi estudio en Reading, Pensilvania, al Museo Textil de Oaxaca, hermoso museo donde he tenido la fortuna de impartir talleres de shibori y donde he aprendido tanto como he compartido con mis alumnos.

La experiencia de enseñanza en el MTO me ofreció la primera oportunidad real de trabajar con tintes naturales. El índigo utilizado en el museo es producido en Santiago Niltepec, en la zona del Istmo, y se obtiene tras una muy ardua labor física en combinación con el conocimiento ancestral de los maestros añileros. Puesto que mi experiencia se centraba en el uso de colorantes sintéticos, me sorprendió (y me sigue sorprendiendo) la calidad del añil en la tela: color rico y vibrante que se vuelve más profundo tras una serie de inmersiones en la olla del baño, tan cuidadosamente procurada. La comprensión de la historia del tinte, y su transformación de planta a colorante, me hizo apreciar aún más su uso. La apariencia final de los textiles es mucho más rica, con tantas sutilezas que los colorantes sintéticos son incapaces de emular.

Cada textil se sumergió en el baño de índigo cinco veces. Posteriormente, cada pieza se desató y descosió de forma parcial antes de volverse a sumergir en un sexto y último baño para lograr una mayor variedad de tonos: desde el blanco brillante, pasando por el azul claro y hasta alcanzar el azul profundo. Entonces, las telas se desataron por completo y se montaron en soportes de 18 x 24 pulgadas. Me siento satisfecha de terminar esta serie y agradezco profundamente al Museo Textil de Oaxaca por introducirme a la belleza y a la magia del añil.

SOMOS TRABAJADORES DEL ESPACIO POTENCIAL

El pensamiento del pediatra y psicoanalista Donald Winnicott acerca de la creatividad es uno de los más potentes y esperanzadores que se pueden encontrar en las teorizaciones sobre la primera infancia. Plantea que el hecho de sostener, papel fundamental de los padres y cuidadores, representa la posibilidad para el bebé de ingresar al territorio de la creatividad y con ello al juego y al pensamiento. Sostener es ayudar a interpretar el mundo, calmar las ansiedades, arrullar, colaborar para entrar en el lenguaje, dar cuidados apropiados y amorosos a tiempo, disponerse a jugar, proteger y envolver afectivamente.

Para la continuidad del ser, se requiere el desarrollo psíquico y saludable del bebé, para que pase de una dependencia total a cierta autonomía creciente. ¿Y cómo se logra? La respuesta, según Winnicott, es con sostenimiento. Existe una zona intermedia de experiencia entre el mundo externo y el interno a la que le denomina “fenómeno transicional” que vincula a la fantasía y a la realidad en una misma unidad en cada ser humano. Considero que todos seguimos transitando por estos fenómenos, que son algo del ser, es algo ontológico. Cada vez que nos acercamos a nuestras fantasías y nuestras realidades estamos viviendo nuestros fenómenos transicionales.

Winnicott propone acercar a los bebés a sus procesos creadores, como aquellos que permiten al niño construir sus relaciones con los objetos de cultura, de juego e independizarse. Es categórico cuando señala las perturbaciones en los procesos creadores de la ilusión. Cuando un ser maternante (padre, madre, abuelos, cuidadores) no brinda dicho sostenimiento, no se logra la construcción psíquica temprana. Y aquí inician algunos de mis cuestionamientos: ¿si no se logra en esta etapa, qué le puede suceder al bebé, lo puede construir de manera resiliente en otro momento de su vida, en otra oportunidad de sostenimiento, tal vez a los 6, 8 o 12 años? ¿O lo que no se construye no se repara después? ¿La calidad de la reparación qué tanto le aporta?

Para Winnicott, al niño le parece caótica la percepción del mundo, y continúan mis interrogantes, ¿cuántos seres adultos cercanos al bebé somos conscientes de esta situación? Yo recuerdo no haber percibido esto de manera tan clara, objetiva y fundamentada como después de leer La creatividad y sus orígenes; entre el juego y los vínculos tempranos, y quedar convencida de que todo lo que hice como madre y cuidadora de mi hijo, lo hice por instinto y amor, pero no consciente de este caos que él vivía y que hacía determinante mi sostenimiento y el de los seres que estábamos cerca.

Cierro con un par de citas: “Lo que hace que el individuo sienta que la vida vale la pena vivirse es, más que ninguna otra cosa, la percepción creadora”. Por eso, como lo cita María Emilia López en el Diplomado Arte, Juego y Lectura, que se lleva a cabo en la Biblioteca Vasconcelos en la Ciudad de México: “Nuestra responsabilidad de trabajo es: permitir y sostener la ilusión, ofrecer experiencias lúdicas y culturales para los niños, para sus familias. Somos trabajadores del espacio potencial”.

JORNADAS DE LITERATURA INFANTIL: PINCELADAS LITERARIAS POR LA PRIMERA INFANCIA

Nunca es demasiado temprano para compartir un libro con los niños. Si aguardamos a que sepa leer para hacerlo, es como si esperáramos a que él supiera hablar para hablarle.
Penélope Leach

¿Libros para bebés? ¡Pero si no saben leer!

El acercar los libros a las y los pequeños lectores (bebés particularmente), en un país como el nuestro, es un tema relativamente reciente, pues se suele pensar que, al no saber leer de manera convencional, los niños y niñas son incapaces de tomar un libro y establecer una relación afectiva –cognitiva y de interpretación– semejante a la que establecemos las y los adultos con la literatura.

Afortunadamente la literatura dirigida a la primera infancia poco a poco se ha colado en librerías, estancias infantiles, preescolares y hogares, donde ha sido acogida por los niños y niñas que han tenido la oportunidad de contar con un mediador, maestro, maestra, padre, abuelo, hermano, tío, tía, entre otras posibles personas; que los han arropado y arrullado con palabras contenidas en libros bellamente escritos e ilustrados para sus pequeñas manos. En este sentido, el colectivo Luciérnaga Literaria, interesado en crear espacios de encuentro, análisis y reflexión sobre Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) en la segunda edición de las Pinceladas Literarias puso en el centro de las jornadas la literatura para la primera infancia.

Pinceladas Literarias por la Primera Infancia se llevó a cabo del 11 al 13 de diciembre de 2015, teniendo como sedes la BS Biblioteca Infantil de Oaxaca y la Biblioteca Pública Central Margarita Maza de Juárez, además del apoyo de diferentes instituciones que se sumaron a la propuesta. Las jornadas fueron intensivas y en ellas se llevaron a cabo talleres, presentaciones de libros y conferencias, el eje común fue la lectura en la primera infancia y se contó con la participación de especialistas en el tema.

Personas dedicadas a la promoción, mediación, investigación y fomento a la lectura, ilustradoras, editoras y escritoras se dieron cita en diversos espacios de la Biblioteca Infantil de Oaxaca y la Biblioteca Pública Central para abordar el tema de la lectura en la primera infancia desde distintas ópticas. El campo de la imagen, los cuentos de hadas, la psicología, la biblioteca, la promoción a la lectura, el libro como artefacto cultural y, sobre todo, a partir de la relación afectiva que se establece entre el adulto y el niño a raíz de los libros.

Las jornadas iniciaron en la BS Biblioteca Infantil de Oaxaca, con la inauguración de la exposición 15 personajes chiquitos en libros grandotes (y viceversa) que consistió en la presentación al público de una selección de ilustraciones realizadas por la reconocida Margarita Sada.

“Para niñas y niños lectores, cuentos de a montones” fue la conferencia magistral a cargo de la escritora y psicoanalista Jenny Pavisic realizada por la tarde en los espacios de la Biblioteca Pública Central; a partir de la exposición de ideas y referentes se generó la reflexión respecto a lo imprescindible que los mediadores, incluidos los padres de familia, otorguen un tiempo y espacio a la lectura, ya que es en la primera infancia donde se construyen los vínculos más fuertes con el gusto por las historias y la lectura.

El sábado 12 de diciembre lo dedicamos a la parte formativa mediante el desarrollo de talleres, lo que representa un aspecto que como colectivo consideramos necesario cuando de LIJ se trata. El primero, “El cuento clásico infantil: su historia y significado afectivo” a cargo de Jenny Pavisic. En dicho taller los participantes pudieron constatar la importancia que cumple el cuento clásico dentro de la conformación psicológica de los niños y niñas desde la primera infancia. El segundo taller “Leer, cantar, arrullar… envolver afectivamente desde la primera infancia”, realizado por la especialista en lectura en primera infancia Xóchitl Ortiz Molina, las y los participantes intercambiaron experiencias y proyectos literarios para los más pequeños.

Como otra actividad relevante de la jornada, se realizó la presentación del libro HIC, el cual ha recibido varias menciones y reconocimientos dentro y fuera del país, contando con la presencia de su autora, Mercedes García Besné, quien por la tarde de ese mismo día impartió un taller a padres y madres de familia, en del cual se sensibilizó a los adultos sobre la importancia del libro y la lectura en la primera infancia.

Las jornadas cerraron con broche de oro el domingo 13 de diciembre con la presentación del proyecto editorial “Varú, divertido como tú” a cargo de la diseñadora gráfica y creadora del proyecto, Vange Uriegas.

Formar lectoras/es depende de muchos factores y circunstancias, de intervenciones y acercamientos oportunos; es por ello que al finalizar las Pinceladas Literarias por la Primera Infancia nos sentimos gratamente emocionadas por la participación de cada una de las personas que hicieron posible dicho encuentro, con el deseo luminiscente de conservar este entusiasmo compartido esperamos seguir construyendo sueños que cada día nos lleven a generar otras realidades posibles que nos ayuden a iluminar el mundo y habitarlo de palabras y lecturas. A todos y todas desde este lucernario, ¡gracias!

DON HERMENEGILDO CONTRERAS CRUZ, UN ARTESANO DE TRADICIÓN

Don Hermenegildo está inexorablemente ligado a los productos de la tierra, lo mismo siembra chiles de agua, rábanos, lechugas y maíz que elabora productos artesanales hechos con sus manos campesinas: muñequería y flores en totomoxtle, palma labrada para el Domingo de Ramos, arreglos con flor inmortal, chirimías rústicas, talla de rábanos, cerería y, por si fuera poco, también es apicultor y músico.

Como él refiere, “todas las expresiones artesanales que trabajo tienen su debida importancia y su debida fecha de elaboración”. Por ejemplo, a lo
largo del amplio calendario de fiestas patronales del distrito de Ocotlán trabaja, por encargo de los mayordomos, velas de cera escamada para engalanar los altares de templos y capillas de su comunidad y de pueblos circunvecinos; en el mes de diciembre elabora piezas cuyas materias primas son rábanos, totomoxtle y flor inmortal. Don Hermenegildo no descansa, si en el campo encuentra una raíz o rama que llamen su atención, las recolecta y, cuando tiene tiempo libre o hace mucho calor y no puede trabajar en sus sembradíos, va tallando la madera para formar chirimías de formas caprichosas con las que ha participado a lo largo de cuarenta y cinco años en las actividades de apertura de las fiestas de los Lunes del Cerro.

Detallar el proceso de elaboración, los reconocimientos que ha recibido y sus satisfacciones personales por cada una de las artesanías que ha elaborado el protagonista de este texto requeriría de mayor extensión; aquí hacemos sólo un acercamiento a la elaboración de piezas con las hojas secas de la mazorca del maíz, conocidas también como totomoxtle. Bajo la tutela de su padre aprendió a manipular este material. En la elaboración de arreglos florales, ellos sustituyeron el uso del papel de china por estas hojas naturales y, con el paso del tiempo, decidió no usar colores artificiales para teñirlas sino utilizar los colores naturales del maíz que él mismo siembra. En su taller —en la agencia de San Sebastián Ocotlán, perteneciente al municipio de Santiago Apóstol— tiene la materia prima clasificada por colores, lista para elaborar piezas por encargo para coleccionistas o para participar en concursos estatales y nacionales.

Cuando elabora una figura tridimensional primero hace el bulto y con tijeras realiza los cortes necesarios para hacer la piel, el vestuario y los accesorios, combinando los colores de las hojas de totomoxtle. Utiliza goma de mezquite como pegamento para unir meticulosamente cada pieza apoyándose con pinceles elaborados por él mismo con pelo de caballo, y en el interior de los bultos introduce cuidadosamente varas de madera para fijarlas en sus correspondientes bases. Con maestría elabora figuras de mujeres ataviadas con trajes regionales oaxaqueños, composiciones de nacimientos tradicionales, Quijotes, Sanchos Panza, vírgenes y un sinfín de diseños.

Para conocer la obra de este polifacético artista, poseedor de una gran aptitud para entrelazar su trabajo como apicultor-campesino, así como por aportar su creatividad para fortalecer las tradiciones y costumbres de su región cultural, que es ejemplo de capacidad para generar sus propias fuentes de abastecimiento de materias primas, y por su convivencia armoniosa con su medio ambiente, invitamos al amable lector a visitar la Capilla del Rosario del Centro Cultural San Pablo, del 12 al 29 de marzo, donde se expondrá una colección de chirimías elaboradas por don Hermenegildo, así como velas de cera escamada para la Semana Santa elaboradas ex profeso para el altar que alberga dicha capilla, y una magnífica escena de la aparición de la Virgen de Guadalupe a Juan Diego elaborada en totomoxtle.

MI LENGUA Y MI CULTURA VALEN MUCHO

La colección Literatura en Lenguas Mexicanas tiene por objetivo crear y estimular al público a leer libros monolingües en lenguas indígenas.

Textos de Carlos Monsiváis, Rosario Castellanos, Juan José Arreola y Elena Poniatowska, entre otros escritores mexicanos, fueron traducidos para crear la colección Literatura en Lenguas Mexicanas (Lileeme), un proyecto que tiene por objetivo crear y estimular al público a leer libros monolingües en lenguas indígenas y que se presentó, en su traducción al mixteco, en San Juan Mixtepec.

En presencia de las autoridades municipales, maestros de la zona y habitantes del pueblo, Rasheny Lazcano Leyva, editor y responsable de este proyecto, dijo que para la realización de la colección se contó con la participación del antologador Lauro Zavala, quien se encargó de seleccionar los más de 100 textos cortos de 59 autores mexicanos que fueron traducidos al mixteco, el zapoteco, en su variante del Istmo de Tehuantepec, y al mixe, en dos de sus variantes: la de Ayutla y la de Santa María Tlahuitoltepec.

“La idea, cuando salió esta colección, era hacer una gran colección de traducción de literatura universal a lenguas indígenas; traducir textos que atrajeran la lectura de los chavos. El objetivo principal es rescatar la lengua, por un lado, pero creemos que en un futuro se puedan crear escritores en lenguas indígenas”, comentó Lazcano Leyva. Con la visita a San Juan Mixtepec concluye la serie de presentaciones que se realizaron a lo largo del año pasado, cuando los traductores participantes se reunieron con el público para poner a su disposición el trabajo literario que comenzó en el 2012 y que logró la edición de 2000 ejemplares por cada una de las lenguas indígenas de Oaxaca que fueron seleccionadas para ser parte de esta colección.

Sebastián van Doesburg, director de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova, de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, institución que se sumó al proyecto a través de la capacitación de traductores, resaltó la importancia de esta colección de libros ya que “cada pueblo que cultiva y conserva su propia lengua también cultiva una identidad. Pocos elementos de nuestro patrimonio son tan significativos para darnos una identidad que la lengua que hablamos”.

Agregó que “la diversidad y riqueza lingüística del estado de Oaxaca es un patrimonio cultural importante. Hoy en día las nuevas generaciones de muchas comunidades dejan de hablar la lengua de sus padres y eso nos preocupa mucho. La lengua es una riqueza, hablar una lengua extra es una riqueza. El hecho de que muchas personas de la comunidad de Mixtepec conserven su propia lengua los hace culturalmente mucho más ricos”.

Por su parte, Celerina Sánchez Santiago, la poeta que hizo posible la traducción de los textos del español al mixteco, dijo que, aunque la antología no reflejaba el “pensamiento y la palabra de los mixtecos”, tiene la importancia de hacer presente una lengua que tiene 8 000 años de historia “nos debemos sentir orgullosos porque venimos con una lengua y una cultura milenarias, una cultura que, si la dejamos ir para siempre, habremos perdido 8 000 años de historia.

“Es cierto —dijo— nos llamaron pobres. Nos dijeron que nosotros no podríamos escribir, nos dijeron que nuestra lengua no valía y nosotros nos lo creímos y nos olvidamos de nuestra historia y de que podíamos hablar con la tierra, el sol y la lluvia. Cuando iban a venir las lluvias hacíamos fiesta. Ahora muchos de nuestros pueblos han olvidado esto y me gustaría que este día fuera el inicio de lo poco que he aprendido en el camino: que mi lengua y mi cultura valen mucho”.

Además de Celerina Sánchez Santiago, los traductores que participaron en el proyecto son: Yásnaya Aguilar, quien tradujo los textos al mixe de Ayutla; el colectivo Colmix, responsable de la traducción al mixe de Tlahuitoltepec; y Víctor Cata, quien se encargó de las traducciones al zapoteco del Istmo.

MIEL Y VINO, HILO Y AGUJA: MARAVILLAS DEL MAGUEY

En 1753, Carlos Lineo (padre de la taxonomía, la clasificación de los seres vivos) eligió el nombre “agave” (del griego ἀγαυός, ‘noble’ o ‘admirable’) para designar a un grupo de plantas americanas que lo impresionaron y que él reconoció como un linaje distinto de las sábilas y aloes de África y Arabia, aunque a primera vista parecieran ser parientes. Después de recorrer las montañas y desiertos del hemisferio occidental estudiando su flora, varias generaciones subsecuentes de biólogos han validado la propuesta de Lineo: los magueyes son, en efecto, un grupo de plantas con una historia evolutiva diferente de sus contrapartes en el Viejo Mundo. Su distribución natural va del suroeste de Estados Unidos hasta Colombia y Venezuela, incluyendo las Antillas. México es el país con el mayor número de agaves y Oaxaca es la región con la diversidad más alta de especies, muchas de ellas endémicas (es decir, que no crecen de manera silvestre fuera del estado).

Los textiles más tempranos conocidos hasta ahora en Mesoamérica (zona que abarca el centro y sur de México y el norte de Centroamérica) parecen haber sido hechos precisamente con fibras de maguey. Se trata de pedazos de mecate y un fragmento de red hechos hace aproximadamente diez mil años que los arqueólogos encontraron en Guilá Naquitz, un resguardo al pie de los acantilados entre Yagul y Mitla, no muy lejos de esta ciudad. Los restos de las cuerdas y la red anudada que aparecieron en el piso de esa cueva son parecidos a los que siguen usando hasta la fecha los campesinos en Oaxaca, como lo ilustran varios ejemplos en esta exposición. No muy lejos de allí, los arqueólogos descubrieron socavones donde se horneaban las piñas de agave para prepararlas como alimento, pero los hallazgos más reveladores fueron los bagazos de maguey cocido, masticado y escupido, que cualquier vecino reconocería como el dulce que se vende todavía los sábados en la Central de Abastos y otros mercados.

La evidencia lingüística confirma la antigüedad de nuestra relación de aprecio hacia esas plantas que nos ofrecen comida, bebida y vestido. Los nombres para los agaves en mixteco (yavì/yau), zapoteco (toba/dojb) y otras lenguas de Oaxaca, así como las palabras en otomí (’uada) y sus parientes en el centro del país, permiten a los especialistas reconstruir la forma como deben haber nombrado al maguey los hablantes de la lengua ancestral de esa familia, que llamamos proto-otomangue. Ese nombre antiguo para los agaves parece haber sido lawai. El mismo método comparativo, estudiando las lenguas emparentadas de Oaxaca y el centro de México, ha permitido a los lingüistas reconstruir un término para red (nau) y otro para ixtle, la fibra del maguey (syiya). Hay que resaltar que los especialistas no han podido reconstruir con la misma certeza un nombre para el algodón, lo cual sugiere que el uso de esa fibra textil fue una innovación posterior al periodo cuando se hablaba el proto-otomangue, al menos cuatro mil años antes de nuestra era. La huella de las palabras concuerda entonces con la evidencia arqueológica para indicar que el arte del tejido tuvo como primer sustento al maguey, y sólo después a otras plantas.

Es apropiado que a esta muestra la abrigue la sala Ixtle (del náhuatl īchtli), bautizada así precisamente en honor a las fibras de agave. Es oportuno, también, que la abramos al mismo tiempo que se exhiben los rebozos de jaspe en la planta baja, toda vez que los teñidos de reserva se anudaban tradicionalmente con ixtle, tanto en México y Guatemala como en Ecuador. El jesuita José de Acosta escribía en 1590 en su Historia Natural y Moral de las Indias que “el árbol de las maravillas es el maguey, del que los nuevos o chapetones [es decir, colonizadores recién llegados de España]… suelen escribir milagros, de que da agua y vino, aceite y vinagre, miel, arrope e hilo, aguja y otras cien cosas”. Hoy día los agaves son mejor conocidos por el mezcal que trae dinero y prestigio a Oaxaca, pero su fibra se sigue trabajando en varias comunidades del interior del estado, como en otras regiones de Mesoamérica, para producir tejidos gruesos que resisten los trabajos más rudos y que pueden ser tan delicados como para evocar la finura de una telaraña. Cuatro siglos después de Acosta, los agaves nos siguen maravillando.

POLVO DE AGUA: CUANDO LAS NUBES TOCAN LA TIERRA

Polvo de Agua es un proyecto que nace hace dieciséis años gracias al empeño del maestro José Luis García por paliar de alguna forma la migración en su comunidad, Huajuapan de León. Buscando que el arte y la creación sirvieran como herramienta unificadora, Polvo de Agua logró cambiar la vida de cientos de artesanos, además de establecer un estilo único basado en los principios de la cerámica ancestral.

Para celebrar tanto la trayectoria como los logros que este singular proyecto ha tenido a nivel nacional e internacional, el Centro Cultural San Pablo presenta la exposición Polvo de Agua: cuando las nubes tocan la tierra. A través de una línea del tiempo, se pueden apreciar las etapas de desarrollo del proyecto —con piezas representativas—, así como los reconocimientos y los testimonios de aquellos que han sido partícipes y testigos de la magia que hay detrás del Taller Polvo de Agua.

Visiten el Centro Cultural San Pablo y conozcan la historia, obra y desarrollo de uno de los proyectos comunitarios más importantes y significativos de Oaxaca.

PROCESOS DE CLASIFICACIÓN, ORDENACIÓN Y CONSERVACIÓN

Detrás de todas las exposiciones temporales y permanentes del museo existe un trabajo continuo en la clasificación y ordenación que deriva de las donaciones anuales recibidas en el museo. Dicho proceso se realiza según el origen de las colecciones, especialmente aquellas que han sido donadas.

El cuidado de un timbre postal requiere en cierta medida los mismos cuidados que un libro o una obra de arte: nivel de luz, temperatura, ambiente, etcétera. Antes de ingresar los timbres postales donados a nuestro acervo es necesario verificar el estado en que se encuentran; revisarlos cuidadosamente para comprobar su estado físico; ver si las piezas no presentan ningún tipo de deterioro o contaminación, como puede ser la presencia de humedad, hongos u insectos. Realizada esta tarea las piezas postales son canalizadas al área de clasificación. En caso de que se encuentren contaminadas deberán ser estabilizadas para evitar la propagación en piezas dentro del mismo acervo.

Cada pieza es cuidadosamente clasificada —utilizamos el catálogo norteamericano Scott—. Las de mayor dificultad de clasificación son las que se emitieron durante 1840-1900, debido a las rarezas filatélicas que existen durante este periodo. Es importante estar seguros de registrar la pieza correcta, tomar en cuenta su número de perforación, dentado en el lenguaje filatélico, las marcas de agua, el tamaño de placa y, en algunos casos específicos, el tipo de papel, que es el trabajo más complicado y de mayor rigurosidad.

Una vez que las piezas están clasificadas conforme a las características mencionadas, se realiza el resguardo y ordenación. Para el caso de las piezas únicas utilizamos cajas de polipropileno. Cuando hay piezas repetidas se resguardan en sobres de papel glassine y estos a su vez en cajas de cartón con refuerzos metálicos. Es de vital importancia que todos estos materiales estén libres de ácido, asegurando así la integridad física y funcional de cada pieza. El orden es simple: los timbres están organizados según el país y año al que corresponden, de esta manera su localización para futuras exposiciones e investigaciones es muy práctica.

Finalmente, toda la información que obtuvimos del timbre es vaciada en nuestra base de datos. Anualmente son miles las piezas postales que ingresamos y miles más las piezas que seguimos recibiendo. En 2015 el número de timbres postales clasificados ascendió a más de 20 000.

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