Boletín FAHHO Digital No. 16 (Jul 2022)

Mujeres de la palma

Mónica Díaz

Mis raíces artesanales se encuentran en la comunidad de San Luis Amatlán, en la Sierra Sur del estado de Oaxaca. Fue ahí donde, gracias a mi abuela Justina Pérez, descubrí la pasión por el tejido de palma: ella me enseñó a tejer y a ella le enseñó su abuela, Cristina.

La vida cotidiana de la comunidad de San Luis Amatlán está ligada desde tiempos remotos a un elemento natural de gran valor simbólico: la palma, planta que abunda en sus montañas. Es común ver palma en todos lados. Podemos encontrarla desde que comienza el día, al encender la lumbre con un soplador tejido, hasta la noche, cuando nos acostamos en un petate para descansar.

El trabajo artesanal de palma es realizado mayormente por mujeres dedicadas al hogar y al campo, por lo que resulta común verlas tejiendo en varios momentos del día, por ejemplo, van avanzando su tejido mientras hacen sus labores del hogar, o cuando andan por el camino, llevan su tenate en la mano para seguir tejiendo.

Mi abuelita Justina amó mucho la palma, y tejió hasta el final de sus días. Este elemento fue su compañía, su amado trabajo y el sustento para sus hijas. La recuerdo siempre tejiendo sentada en un banquito debajo de su árbol, mientras yo miraba fascinada cómo sus manos se movían con gran rapidez, al tiempo que en el tenate se iban “dibujando” florecitas que mi abuelita hacía aparecer sin mirar siquiera el tejido. Ella me decía que la palma tenía mente propia y que se acomodaba sin ayuda, que cada palmita se iba metiendo sola donde tenía que estar. Yo no comprendía muy bien eso, ¡cómo iba a ser que la palma se tejiera sola! Pero conforme aprendí me di cuenta de que tenía razón: el tejido tiene un patrón natural y un ritmo propio, y que en algún momento cada palma va encontrando su lugar, como si se tratara de un rompecabezas.

Gracias a la abuela Justina me convertí en tejedora de palma y en el proceso de aprendizaje me fui descubriendo a mí misma a través del tejido. La gratitud y el amor me hacen sentir un deseo profundo de conservar la tradición de mi abuelita. Ella y mi madre María Luisa son la inspiración para mi trabajo, así como la vida del campo, el maíz, las tortillas y todas las experiencias que viví con ellas en San Luis Amatlán.


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