Boletín FAHHO Digital No. 16 (Jul 2022)

El viaje de Heródoto y las nueve musas

Elena Sánchez

Heródoto de Halicarnaso, el Padre de la Historia, no fue un simple historiador o narrador, sino un pionero, quizá inconscientemente, en desarrollar estudios antropológicos y etnológicos, incluso geográficos. Dedicó su vida a explorar lugares y a recabar información que le permitiera conocer las tradiciones de otras culturas, no solo la griega. Así surgió su obra Historiae (de ἵστωρ ‘saber, conocer’), situada en el 430 a. C. Es la primera descripción del mundo antiguo que hace un singular énfasis en curiosidades de pueblos y algunos de sus habitantes. En el siglo III a. C., un editor alejandrino dividió esta obra en nueve libros, uno por cada una de las musas: Clío, la musa de la historia; Euterpe, de la música; Talía, de la comedia; Melpómene, de la tragedia; Terpsícore, de la danza; Erato, de la elegía; Polimnia, de la lírica; Urania, de la astronomía y Calíope, de la poesía y la retórica.

Heródoto, considerado por sus primeros libros como un narrador jocoso, no hace más que abrirse a nuevos mundos y contarlo de manera fácil y amena para todos. Testigo de esto es el libro II de las Historiae, dedicado a las maravillas de Egipto. En él describe la tierra egipcia y sus “bestias” (animales muy poco conocidos por los griegos, como los cocodrilos o los gatos), las enormes pirámides, sus dioses y templos, las raras costumbres del pueblo e incluso sus cuentos, como el del ladrón de tesoros de pirámides. Pero es a partir del libro VI que Heródoto describirá con gran dramatismo los principales enfrentamientos de las guerras médicas y el triunfo final de los griegos.

La Biblioteca Fray Francisco de Burgoa es un espacio que alberga más de 500 años de literatura e historia en sus libros, los cuales pertenecieron a los conventos que ocupaban Oaxaca, principalmente de los dominicos. Dentro de esta riqueza bibliográfica se encuentra una gran variedad de obras clásicas, hallaremos autores como Homero, Cicerón, Luciano, Séneca, Horacio, entre otros. Por supuesto que Heródoto no podía faltar en la lista; la Biblioteca Burgoa resguarda un ejemplar del libro IX de sus Historiae, impreso por Petri Schovtenii en 1763. Una singular edición que adorna sus páginas con un grabado calcográfico de las nueve musas y que muestra símbolos de la historia que nos cuenta Heródoto en su obra. La ilustración fue realizada por Hieronymus van der Mij y grabada por el escultor Francois van Bleyswyck.

Si observamos la imagen, a grandes rasgos podemos apreciar a dos musas en una nube, una lleva un pergamino y la otra una corona de laurel, por lo que probablemente sean Clío y Calíope.

Debajo vemos a dos musas sosteniendo el mapa que muestra el mar Egeo, alrededor del cual sucedieron las guerras médicas y casi por detrás podemos reconocer las impresionantes pirámides egipcias. En la parte inferior nos encontramos con algunos pergaminos, vestigios y estatuillas. En estos podemos observar animales alados, uno de ellos con cuernos, lo que nos recuerda a los toros guardianes persas que protegen palacios y ciudades. En la mitad izquierda del grabado se encuentra el busto de Heródoto, ligeramente abrazado por una musa que señala el lugar donde al autor desarrolló su obra. Por último, en la esquina superior está Babilonia, según la descripción dada por el mismo autor.

Otro ejemplo de hermosas ilustraciones que podemos encontrar en la Biblioteca Burgoa es el caso del libro El parnasso español, de Francisco de Quevedo y Villegas, editado por Francisco de Hierro en 1729, 34 años antes del ejemplar de Heródoto mencionado. En él nos encontramos con grabados de madera, aunque no son tan detallados como los elaborados en metal. El parnasso español no solo nos sirve para
comparar la técnica de grabado, sino también para mostrarnos la adaptación occidental de las musas griegas, puesto que hallaremos en sus páginas una ilustración bastante curiosa con la leyenda “Las nueve musas castellanas”, representadas en medio de un monte rodeadas de seres mitológicos como faunos y pegasos, cargando sus artefactos característicos, tales como máscaras, instrumentos musicales, las coronas de flores, etcétera.

Sin duda alguna, dentro de los libros se encuentran muchos tesoros ocultos esperando ser descubiertos, solo hace falta imitar la curiosidad de Heródoto. En menos palabras, el acervo bibliográfico y documental que preserva la Biblioteca Burgoa está disponible para aquel que desee hallar el arte de las nueve musas y más.


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