Editorial

Una de las estrategias de acción de la FAHHO se refiere al cuidado del medio ambiente. Hemos presentado, en diversas ocasiones, los múltiples proyectos que siguen esta línea de trabajo, desde los grandes programas de reforestación en las diferentes regiones de Oaxaca, los viveros tecnificados y la plantación urbana, hasta las diferentes campañas en contra del consumo de plásticos, el abuso del automóvil y el uso de agroquímicos, o las campañas a favor del uso de la bicicleta, la separación de basura, incluso sugerencias de libros —en nuestras bibliotecas y programas de fomento a la lectura— para aumentar la conciencia ciudadana. El tema es amplio y hay mucho por hacer: aunque sean pequeñas acciones cotidianas pueden llegar a repercutir si logramos hacerlo de manera conjunta.

Hace poco me llegó la invitación para ver Una vida en nuestro planeta, la nueva película de David Attenborough, un naturalista de 93 años que dedicó su trabajo a documentar y difundir la vida —animal y vegetal— en nuestro planeta. Con casi un siglo de edad, le tocó filmar y presenciar momentos extraordinarios frente a la naturaleza, así como los cambios que los seres humanos hemos provocado en los seis continentes. La película es un excelente testimonio de los efectos que en la naturaleza ha producido la actividad humana. “Hemos reemplazado lo salvaje por lo domesticado, hemos infestado al mundo y cometido un grave error. Nuestro planeta se dirige hacia el desastre; debemos aprender a trabajar con la naturaleza, no en contra, y yo les voy a decir cómo”, afirma el naturalista. Ante la emergencia climática, su mensaje principal es que aún hay tiempo para remediarlo. Y me quedo con esa frase, a pesar de que se crea que ya no hay vuelta atrás… aún tenemos tiempo.

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Si bien este número del Boletín FAHHO no trata sobre proyectos específicos de cuidado del medio ambiente, sí es una mezcla de textos que nos permite vislumbrar la importancia de la naturaleza en nuestra existencia; presenta una historia conmovedora de un árbol y múltiples formas en que se han registrado los animales en la cultura, ya sea en la literatura, en el arte, en temas filatélicos, textiles o artesanales; también refleja los vínculos simbólicos que tenemos con ellos, ya que, desde hace muchos siglos, hemos disfrutado de su compañía, en ocasiones, como lo demuestran los documentos, sin mayor respeto hacia ellos. Otro ejemplo, el caso de los dinosaurios, nos lleva a reflexionar no solo si su existencia duró entre 160 y 180 millones de años, sino que, por más terribles que fueran esos animales, su presencia no dañó al planeta. Si tomamos en cuenta que los neandertales aparecieron hace 500 000 años y el homo sapiens hace 200 000, la existencia humana en la Tierra es minúscula y en solo un siglo estamos a punto de destruir lo que nos permite vivir.

Aunque no estén relacionados, también forman parte de este número textos que se refieren a diferentes labores dentro de la Fundación y las alianzas con otras instituciones para lograr los objetivos propuestos, tal es el caso de la creación de la Copa Juntos por México, la clausura de un diplomado en promoción a la lectura, la creación del Instituto Mexicano Libanés, los éxitos en la formación de talentos en la Academia de Beisbol, así como los misterios que descubrimos al consultar archivos y bibliotecas y una experiencia muy interesante de acceso al internet en comunidades alejadas.


Un higo en el corazón de Oaxaca

Su tronco era inmenso y su copa cobijaba a los paseantes de la plaza más hermosa de la ciudad. Así era aquel laurel. Se dice que, junto con otros árboles del zócalo, fue sembrado hace más de cien años. Ahí estaba, anclado a una jardinera, testigo de los globeros, las ardillas y de los niños que corrían por el lugar; también de los marchistas y los enamorados; de los boleros y los artesanos. El árbol arrullaba con el canto de las tórtolas, los mariachis y la música de la marimba. Aquella era una de las esquinas preferidas por las personas que, por las noches, solían reunirse para bailar, a la vista de los turistas y paseantes que se animaban a compartir su danza habanera, cobijados bajo la copa del espectacular laurel.

El pobre árbol resistió, además de la contaminación, el ruido, los discursos con micrófonos malsonantes y el descuido humano. Hambriento de cielos y valles, el árbol permanecía anclado a la acera urbana, crecía feliz mirando al horizonte, sus copas eran tan altas que miraban por encima de los tejados de las casas de Oaxaca, hasta que, una noche de lluvia, el pasado 15 de septiembre de 2020, cayó sin piedad sobre el Portal de las Flores.

Muchos habitantes de la ciudad lo lloraron, como lo hacen cada vez que cae un árbol, solo que este era muy antiguo y estaba en un lugar especial. No volveríamos a ver nunca más aquel laurel. Su hueco quedaría en nuestro corazón, pero había que sustituirlo para no dejar su ausencia en aquel lugar que tanto alegra a quienes paseamos por el zócalo de Oaxaca. Fue por ello que la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca decidió participar en la reposición de un hermoso ejemplar para embellecer, aún más, su preciosa ciudad.

Los biólogos y expertos opinaron que era importante restituirlo con una especie que tuviera presencia en los ecosistemas de los Valles Centrales de Oaxaca. Nos recomendaron un Ficus crocata, higo o amate negro. Pero, antes que nada, había que sanar la tierra infectada, llena de hongos y residuos, de la jardinera, así como hacerle un buen drenaje para evitar la inundación, en caso de lluvia abundante. La Coordinación de Medio Ambiente de la FAHHO retiró cuatro camiones de volteo llenos de sustrato contaminado. Noches después, la jardinera volvió a llenarse de sustrato sano, dos toneladas de abono, lombricomposta y un molido de minerales para enriquecer la tierra. El saneamiento del espacio contaminado por fungicidas había terminado, ahora habría que buscar el árbol sustituto.

La brigada de la FAHHO visitó algunas de las comunidades con las que mantiene una alianza a favor del medio ambiente. Algunas de ellas, sabiendo que el árbol sería para el zócalo de Oaxaca, ofrecieron ejemplares, como La Raya, San Bartolo Coyotepec, Santa Catarina Minas y, finalmente, en San Pedro Apóstol, Ocotlán, las autoridades propusieron un hermoso ejemplar del Paraje del Higo Mocho, en los terrenos de un particular, que lo había sembrado y cuidado durante ocho años. Por supuesto, la Fundación se comprometió a sustituir ese y otro higo más en la Unidad Deportiva de San Pedro Apóstol.

Fue difícil desprenderse del árbol que con tanto cariño habían cuidado, pero los propietarios, y la comunidad, estuvieron de acuerdo porque dijeron: “Ahora, San Pedro Apóstol tendrá una raíz que crece en el corazón de Oaxaca”.

Fue emocionante que otras personas quisieran unirse a esta iniciativa. Así, los habitantes de la población, los muchachos de RootStudio y la brigada de la FAHHO hicieron un banqueo alrededor del árbol que les permitiera formar el cepellón, desinfectar y estimular las raíces para evitar su estrés. La idea era subir el árbol a una grúa de trece toneladas que se encargaría de trasladarlo a la ciudad. No se pudo, así que se requirió una máquina de veinte toneladas que levantó los 14 000 kilos del árbol para recostarlo sobre la plataforma. Aquel trabajo llevó varios días y noches de esfuerzo. El majestuoso ejemplar salió del paraje con los últimos rayos del sol, sobre una enorme plataforma metálica que serpenteó los angostos caminos de terracería.

Por su parte, los pobladores de San Pedro Apóstol esperaban su paso por las calles. Nunca habían visto una enorme grúa cargando un higo de más de 15 metros de alto, así que se sumaron a las maniobras para que el arrastre concluyera sin algún poste de luz derribado. Con puntales, levantaron los cables más cercanos al árbol, incluso los de alta tensión, pero hubo un punto en el que la grúa paró totalmente. Hubo que esperar a que un electricista “bajara las cuchillas del pueblo para que el árbol pudiera salir a oscuras”, cerca de las once de la noche.

Esto sucedió frente a la mirada sorprendida de niños y niñas que acompañaron al árbol, algunos montados en sus bicicletas y triciclos, mientras los mayores tomaban fotos y grababan el trayecto con sus celulares. El higo del valle logró tomar la carretera en dirección a la ciudad de Oaxaca en los últimos minutos de aquella inolvidable noche.

Al paso de la media noche, la grúa y el higo cruzaron por San Bartolo Coyotepec, donde fueron detenidos por agentes de la Policía Federal de Caminos, quienes cedieron el paso después de corroborar el permiso que la FAHHO había solicitado a la Guardia Nacional, estación Oaxaca, y a la consulta hecha a la Procuraduría Federal de Protección al Ambiente de México para el traslado del árbol. A la altura del aeropuerto, esperaban cuatro motocicletas de la Policía Municipal, quienes escoltaron la grúa hasta el zócalo en la capital del estado.

El arribo a la ciudad fue cerca de las tres de la mañana y, después de muchas maniobras, que duraron más de seis horas, los brigadistas lograron estabilizar el higo mientras que los habitantes despertaron sorprendidos con el nuevo árbol, la madrugada del jueves 24 de septiembre de 2020.

Es verdad, el trabajo pesado había terminado, pero el nuevo higo del zócalo de Oaxaca necesitará el cuidado y la protección de las autoridades y, por supuesto, también de la ciudadanía. Los expertos nos han advertido que, en un par de meses, el árbol comenzará a tirar sus hojas, como una reacción natural al estrés que provocó su traslado. Sin embargo, confiamos que, después de varios meses, se podrá apreciar en todo su esplendor para que las próximas generaciones sean testigos de su crecimiento y que su sombra nos cobije como los laureles de la India que lo acompañan.

La FAHHO se compromete a que, durante este tiempo, el ejemplar esté bajo la observación permanente de especialistas y bajo la asesoría de los expertos de la Asociación Mexicana de Arboricultura y de la Universidad Autónoma de Chapingo, quienes, además, brindarán un plan de manejo integral a las autoridades competentes de los árboles de Oaxaca, que permita salvar los laureles del zócalo y la Alameda que tanto amamos.

Pronto, con la ayuda de las autoridades y la sociedad civil, esta hermosa higuera pintará de verde el paisaje urbano de Oaxaca; sentiremos su cobijo bajo la sombra y procuraremos que las próximas generaciones lo cuiden y aprendan de la higuera, como lo dice un poema zen, a meditar en el invierno para florecer en la primavera, dar frutos en verano y despojarse de lo superfluo en el otoño.

CÉDULA
Alejandro de Ávila Blomberg (Jardín Etnobotánico de Oaxaca)

Nombre común en Oaxaca: Higo, amate prieto
Nombre común en otras zonas de México: Chalate, higuerón, saiba, zalate, ziranda
Nombre científico: Ficus crocata, de la familia MORACEAE
Distribución: Desde Sonora y Tamaulipas, en el norte de México, hasta Bolivia y Brasil. En México, su rango altitudinal va de los 300 a 2 000 msnm, pero es más frecuente entre los 700 y 1600 msnm; crece a la orilla de ríos y arroyos en bosques tropicales secos, encinares y matorrales xerófitos, principalmente.
Usos tradicionales: El fruto es comestible, si bien es insípido y seco, sirve como alimento de hambruna. Se usa como árbol de sombra y su madera se aprovecha como leña y para hacer postes de cercos. En Michoacán hay registros del uso medicinal de la savia de este árbol combinada con otras plantas como remedio para el paludismo.
Descripción: Árbol que con frecuencia inicia su crecimiento como epífito parcial (que vive sobre otra planta, pero no se alimenta de esta), pero en ocasiones es rupícola (crece en las rocas); mide de 4 a 30 m de alto; presenta contrafuertes bien definidos, con raíces aéreas; la corteza es lisa, de color gris a café castaño. Es característico de esta especie su exudado, que es abundante en las ramas juveniles, al inicio es blanco pero se vuelve rosado al oxidarse. Las hojas (por lo general de 10 a 13 cm de largo y de 6 a 7 cm de ancho) son de forma elíptica oblonga, con la base cuneada o redondeada, y el ápice obtuso a redondeado; el haz de la hoja es glabro (sin pelos), de color verde oscuro, liso y lustroso; el envés de la hoja es glabro a pulverulento (polvoriento), de color verde pálido, áspero o liso y opaco; la inflorescencia e infrutescencia, llamada sicono, mide por lo general 1.5 cm de largo y de ancho, y es de forma globosa, de textura pulverulenta, de color verde.
Experiencias de manejo como árbol urbano en Oaxaca: En el Jardín Etnobotánico de Oaxaca se han logrado tasas de crecimiento de aproximadamente 1 m anual al plantarlo en el sustrato original del predio (similar al del centro de la ciudad en su composición mineral), fertilizándolo durante el mes de enero con Agriform (tabletas de liberación lenta de diversos macro y micronutrientes), determinando la dosis según las dimensiones del ejemplar, seguido de una aplicación, en el mes de febrero, de Bayfolan forte (fertilizante foliar).

La plaga que se ha presentado en el JEBOax, principalmente, es la chicharrita, que se controla con aplicaciones de productos biológicos: Bioneem, Biocanela, diatomeas y quitina.

El árbol responde bien a las podas y esta especie se ha propagado con éxito en Oaxaca, tanto de manera vegetativa (por estacas) como sexual (germinación de semillas después del tratamiento recomendado para diversas especies de Ficus).


Nutrición de los árboles de nuestra ciudad

Los árboles urbanos y de caracter histórico deberían alcanzar el mayor nivel de protección patrimonial como “Jardín Histórico”, ya que el conjunto de estos ha llegado hasta nuestros días sin grandes transformaciones. Estos árboles representan un espacio cultural que cumple una importante función recreativa para el ocio de los ciudadanos, como jardín de sociabilidad teatral y por sus contenidos simbólicos y epígrafes humanísticos. El extraordinario tamaño de estos árboles provoca gratificantes efectos sensoriales al ofrecer placer visual, de sombra y de sonidos en susurros, donde las ores y resinas ambientan con sus olores y frutos, además de que deleitan el gusto y dan cobijo a los humanos, aportando beneficios físicos y psíquicos.

Sin embargo, el ambiente urbano que rodea a estos árboles, la exposición crónica a la contaminación atmosférica, los daños asociados al vandalismo antropogénico y la forma incorrecta de plantación son factores que disminuyen severamente su ciclo de vida, les merma la vitalidad y los hace vulnerables al ataque de plagas y enfermedades.

Los árboles del centro histórico de la Ciudad de Oaxaca, de los que algunos superan los cien años, deben recibir mantenimiento para fortalecerlos y rejuvenecerlos. Este mantenimiento consiste en el saneamiento para eliminar daños por plagas y enfermedades, podas de formación para un mejor balanceo, eliminación de ramas secas, descompactación del suelo para permitir la profundización de raíces, riegos para un adecuado suministro de este vital líquido, adición de nutrientes vía fertilizantes para su nutrición y vigorización para prolongar su ciclo de vida y mantener su belleza escénica.

En especial, el manejo de la nutrición de los árboles tiene como propósito potencializar y mejorar el crecimiento, desarrollo y salud de su ciclo de vida. Para lograrlo, se debe tener un conocimiento profundo de los procesos que ocurren en el suelo y en la planta, manteniendo una adecuada fertilidad del primero, disponibilidad de los nutrientes, asegurar su absorción y, en especial, su asimilación. Obviamente, ha de considerarse la especie, el grado de adaptación, la calidad genética y el soporte nutrimental mediante inoculación micorrizal, la aplicación de enmiendas, fertilización orgánico-mineral y el manejo de los riegos. Los nutrientes son necesarios para el desarrollo de los árboles y los requerimientos de estos deben ser satisfechos para que el crecimiento ocurra normalmente, por tanto, sin la plena disponibilidad de estos, se ocasionarán de ciencias en los árboles y disminuirá su crecimiento en general.

El crecimiento de los árboles ocurre en dos grandes fases: vegetativa y reproductiva. Durante la primera, la planta desarrolla el sistema de absorción y anclaje (raíces) y el sistema de soporte y conducción (tallos y ramas); durante la fase reproductiva se forma el sistema fotosintético (hojas), se forman las ores y los frutos con semillas.

Cuando las plantas absorben los nutrientes disponibles del suelo donde se plantan, se reduce significativamente su concentración en él, por ello es necesario incrementar su disponibilidad mediante la adición de fertilizantes y enmiendas orgánicas, teniendo muy presente que los resultados del análisis químico son una gran guía de los nutrimentos faltantes y de las exigencias de la especie. Sabemos que, si se presentan de ciencias o excesos de nutrientes en el suelo, el árbol se debilita y se favorece la presencia de enfermedades, daños por plagas forestales y, en especial, se reduce su calidad escénica y el ciclo de vida, dado que afectan el metabolismo y limitan la formación de los mecanismos de defensa naturales de la planta, promoviendo el ataque de ciertos patógenos, asociando el fenómeno de mortalidad forestal a de ciencias nutricionales.

Recientemente, uno de los dos grandes laureles caídos fue sustituido por un higo nativo del Valle de San Pedro Apóstol, Ocotlán. El higo fue cuidadosamente banqueado, escrupulosamente transportado y cariñosamente plantado de manera erguida, en el corazón de la ciudad de Oaxaca. Ya en el destino final, y para promover su crecimiento y desarrollo, se elaboró un programa de nutrición que consistió en descompactar el suelo, aplicar una composta esterilizada —sin patógenos, ni semillas de malezas— con el objetivo de revitalizar primero sus raíces, órgano principal para la absorción de agua y nutrimentos, mejorar su anclaje, fortalecer la parte aérea, reducir el daño por enfermedades y evitar el desgajamiento de las ramas.

Hacemos un llamado a proteger los árboles de nuestra ciudad, transformándolos en hermosos y robustos seres sagrados, pues ellos son el medio de contacto más íntimo con la naturaleza.


Sobre un conejo del futuro

Cuando era niña, la artista francesa Annette Messager (Berck, Francia. 1943) encontró un pequeño pájaro muerto, lo recogió y pidió a sus padres que lo mandaran a disecar; después le tejió un pequeño chal de estambre, no para protegerlo del frío, sino como un gesto de afecto hacia el ave muerta. ¿En dónde se detiene el afecto? ¿En dónde empieza?

Durante muchos años, Annette ha seguido recolectando las aves muertas que encuentra, ha pedido a sus amigos y conocidos hacer lo mismo, y ha empleado esas aves encontradas para elaborar diferentes obras de arte.

El trabajo de esta artista ha consistido en explorar los límites de las emociones, las creencias y los pensamientos; ha cuestionado las nociones de orden y trasgresión, el buen y el mal gusto, y ha indagado en lo prohibido para mostrar que es posible disfrutar las formas más radicales y las más sutiles de la voluntad y el deseo.

En muchas de sus obras, ha explorado la aprehensión por la experiencia y cómo esta se transforma en intimidad y en afecto compasivo por las personas y las circunstancias que rodean cada vida. Aunque sus temas y obras tienen un carácter independiente, comparten un nexo invisible: la capacidad de salir de la propia vida y hallar otra en los objetos y materiales que ocupa.

Obra de Annette Messager

Las aves que ocupa en sus instalaciones, así como los animales de trapo y otros objetos, están cargados de un funcionamiento sígnico que no corresponde a esquemas de pensamiento tradicionales. ¿En dónde se detiene la comprensión humana?

Este texto apenas empieza y las primeras aves ya se han apurado en llegar; quizá se está haciendo tarde

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La artista finesa Eija-Liisa Ahtila (Hämeenlinna, Finlandia. 1959) realizó, especialmente para la Bienal de Venecia de 2005, un cortometraje que tituló: La hora de la oración. Esa obra muestra su propia vida durante once meses después de la pérdida de su perro.

Abordando la ausencia y el luto por la muerte del perro con el que había compartido muchos años, la obra trae a colación la manera en que el afecto influye en nuestra propia percepción y en nuestra conciencia. Aunque el cortometraje narra una historia que transcurre de manera cronológica, iniciando en Nueva York y terminando en Benin, se presenta en cuatro pantallas con imágenes simultáneas. La intención de la artista es que el observador perciba una narración fragmentada y no comprenda de manera lógica su duelo, sino que comprenda su estado emocional y, si es posible, experimente empatía.

Esta obra tiene un subtítulo: Mente escenográfica. Desde muy joven, Eija-Liisa Ahtila se ha ocupado de las relaciones humanas, la identidad individual y su desintegración, y de la vulnerabilidad de la mente humana cuando se confronta con el sufrimiento y con las dificultades.

Generalmente, en las obras de Eija-Liisa Ahtila se sustituye la confianza que resulta de pensar que la experiencia tiene un principio y un final, por la confianza que da el compartir emociones con otras personas y con los seres con quienes construimos el mundo que habitamos.

En 2012, en la Universidad de Cambridge se realizó una serie de conferencias sobre la consciencia; la conclusión de estas se expresó en la ya famosa Declaración de Cambridge sobre la Consciencia; en ella se señala que los animales humanos y no humanos producen consciencia.1 Neurocientíficos y psicoanalistas han comprobado, mediante experimentos, que los animales tienen las bases neurológicas y los sustratos neuroquímicos que permiten conductas intencionales, estados de conciencia afectivos, y mente.

En El árbol del conocimiento, Francisco Varela y Humberto Maturana, a propósito de conductas sociales, describen que los ciervos que viven en terrenos montañosos, al huir de un depredador, corren de una cima a otra dejando siempre atrás a un macho vigilando al depredador y dispuesto a enfrentarlo, mientras los demás elementos de la manada alcanzan la próxima cima; cuando lo logran y están seguros, el macho vigilante deja de mirar al depredador y se les une.2 Por otro lado, las colonias de hormigas y otros insectos sociales se comunican información importante sobre el estado de la comunidad, la ubicación del alimento y los roles de cada individuo, mediante el intercambio químico por sus bocas (trofolaxis). Asimismo, un cardumen de peces, frente a ciertas circunstancias, se comporta como un solo organismo.

A propósito de peces, David Foster Wallace escribió que a veces a estos seres se les olvida que viven en el agua; quizá a veces a los seres humanos se nos olvida que vivimos en un mundo construido, en el que la alegría y el sufrimiento son comunes a todos.3

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En 1974 Joseph Beuys (Krefeld, Alemania, 1921 – Düsseldorf, 1986) aceptó realizar una obra en Estados Unidos. Al bajar del avión en Nueva York fue llevado en una ambulancia a la Galería Rene Block, ahí entró en una habitación donde estaba un coyote salvaje. Convivieron el artista y el animal durante tres días; en ciertos momentos, el coyote se acercaba a Beuys, en otros el artista se acercaba al coyote, le hablaba, le ofrecía el periódico The Wall Street Jornal. Ambos se estudiaron, se provocaron y se aburrieron. Pero no se atacaron. Beuys le dio de beber agua al coyote y, después de tres días, el artista abrazó al animal y salió de la galería; subió a la ambulancia y fue llevado al aeropuerto donde tomó un vuelo de regreso a Alemania.

Este performance de Beuys trae a colación los límites en la comprensión de la experiencia de humanos y de otros animales, además de lo inconmensurable de las conductas; pero, al mismo tiempo, la posibilidad de empatía entre unos y otros.

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En 1992, la Galería Saatchi presentó la obra del joven artista inglés Damien Hirst (Bristol, Reino Unido, 1965): La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo. Un tiburón de 4.26 m conservado en formaldehído.

Un año antes, Charles Saatchi había ofrecido pagar a Damien Hirst la obra que él deseara hacer. Hirst pidió a un pescador de Queensland, Australia, pescar un animal “tan grande como para comerte”. El costo de producción de esta obra fue de 50 000 libras. El diario inglés The Sun publicó un artículo sobre ella titulado: “50,000 libras por un pescado, y sin papas”.


Damien Hirst, La imposibilidad física de la muerte en la mente de alguien vivo

Después de exhibirse en Londres, Berlín, Nueva York y otras ciudades, la Galería Saatchi vendió la obra en 2004 por ocho millones de libras. Demián Hirst ha hecho otras versiones con peces y otros animales sumergidos en formaldehído. En 2004, en un discurso de la Royal Academy of Arts, el reconocido crítico de arte, Peter Hughes, se rfirió a esta obra de Hirst como un ejemplo de que el mercado del arte es capaz de generar “obscenidades culturales”.

A pesar de la polémica, y de que mucho del arte contemporáneo tiene que ver con la manera en que se consumen los espectáculos, esta obra de Damien Hirst trae a colación la reflexión de Nietzsche sobre la incomprensión de la noción de muerte y, con ello, de la incomprensión de la noción de vida. El filósofo alemán, Hans Jonas (1903- 1992) en El principio vida,4 ofrece una reflexión sobre lo que entendemos como vida y sugiere que puede observarse como una instancia del funcionamiento biológico del cuerpo humano ligado al funcionamiento del planeta; en ese libro también ofrece una reflexión sobre los fundamentos biológicos del pensamiento y de lo que llamamos espíritu. Aunque aquella obra de Damien Hirst remite en un primer momento al efecto de lo espectacular, también propone reflexionar sobre la imposibilidad de comprender la muerte. ¿Cómo comprenden la vida y la muerte los peces y otros animales, las plantas, los fantasmas las diferentes culturas humanas en otras épocas?

En el mundo prehispánico, los animales tenían una presencia constante en la vida cotidiana, y también tenían una presencia muy importante en los mitos y en la comprensión del mundo. Las nociones de tona y de nahual remiten a la relación estrecha que tenían las personas con los animales, y la idea de que los animales estaban vinculados con lo sobrenatural y lo sagrado se expresa en figuras como Quetzalcóatl (‘serpiente emplumada’) o Huitzilopochtli (‘colibrí de la izquierda’).

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Alejandro Santiago (Teococuilco, Oaxaca. 1964 – Oaxaca. 2013) pintó por momentos, durante casi tres años, una obra de gran formato: 3 m de altura por 6 m de largo, sobre el afecto que sentía por uno de sus caballos.

En esa pintura su intención no era representar al caballo que había muerto, sino concentrar, en una imagen y de manera simultánea, diversos episodios de la convivencia entre ambos.

Generalmente, en las pinturas de Alejandro Santiago puede observarse que pintar es una manera de pensar y de sentir afecto. Pintaba con la intención de dejar que las imágenes, los gestos y las figuras fueran apareciendo por su propia cuenta y sin control. Aun así, en sus obras aparecían figuras frecuentes, como si su pensamiento se replicara, pero intentando liberarse. ¿Es posible participar en una experiencia que no se vincule con el propio cuerpo? ¿Es posible participar en una experiencia que no sea humana?

A propósito de la libertad y la posibilidad de construir ámbitos de pensamiento nuevos, en la obra del maestro Francisco Toledo hay una comprensión compleja y múltiple sobre los animales; la que corresponde mencionar aquí es la de naturaleza corporizada similar a la condición humana. Este texto se acaba y no hay más tiempo para abordar la manera en la que, en una obra del maestro Toledo, el murciélago aparece como el vuelo y la voluntad que lo mueve; o cómo un sapo aparece con la panza hinchada y los ojos saltones como quien está demasiado satisfecho de su condición de sapo; o cómo un conejo aparece como la naturaleza de conejo que hay en lo humano, o en lo humano del futuro.

Hace unos años, Abraham Cruzvillegas realizó una estancia de producción en el CaSa, Oaxaca; y produjo una obra de fieltro. El equipo de trabajo, del mismo taller de fieltro del CaSa, hizo una obra basada en una acuarela que el maestro Toledo realizó en 1983, titulada El mono de la tinta. En la actitud con la que el maestro Toledo toca la obra de fieltro que alude a su acuarela, puede observarse un gesto de empatía con la facultad del arte para representar; y de empatía también con la experiencia que se actualiza mediante la interacción con los seres con quienes compartimos el mundo.

Se acaba este texto y no han llegado más aves, quizá no sea tan tarde todavía.

1 Cambridge Declaration on Consciousness. Universidad de Cambridge, Reino Unido. 2012.
2 Humberto Maturana y Francisco Varela. El árbol del conocimiento. Las bases biológicas del conocimiento humano. Madrid, Debate, 1996, p. 163.
3 David Foster Wallace. Esto es agua. Discurso pronunciado en la graduación de Kenyon College. Ohio, Estados Unidos, 2005.
4 Hans Jonas, El principio vida. Madrid, Trotta. 2000.


Animales que atraviesan la literatura

El silencio animal puede actuar como una barrera y la mirada del animal recordarnos que somos los únicos que hablamos. Oradores mudos podrían hacer un poema del universo antes de volverse carne. En su misterioso silencio escribimos sobre ellos.

Daniel Scarfo

En el principio de los tiempos está el animal. Cuando el ser humano aparece sobre la faz de la Tierra se adueña de todo lo que vive y habita en ella. A los animales los incorpora a su dieta, a su vida y a su imaginario: los caza o pesca para alimentarse o por diversión, y cubre con sus pieles sus estancias o las adorna con sus cabezas y cornamentas; los encierra en zoológicos; se fabrica abrigos y carteras con sus pieles; los utiliza de compañía o de mascota; sin tomarles parecer, los entrena para dar espectáculos en los circos, en los acuarios, en plazas de toros, en palenques, en hipódromos y galgódromos; les otorga una lengua, un carácter y un pensamiento, les asigna un rol. “De un lado, los humanos integran a los animales en sus sistemas de representaciones. Pero, por otro lado, los animales tienen su propia historia” (Daniel Scarfo).

El primer animal en hablar fue la serpiente: “…cuando ustedes coman de ese árbol, comprenderán todo mejor; serán como dioses porque podrán diferenciar entre el bien y el mal”. Conocemos el desenlace de esta historia: cuando Dios reparte correctivos, a la serpiente —por hablar— le corresponde: “Por haber hecho esto, entre todos los animales, sólo tú serás castigada. Tendrás que arrastrarte sobre tu vientre y comerás polvo todos los días de tu vida”. Así, deviene en representación del mal en la tradición judeocristiana.

En el siglo IX a.C., el médico griego Esculapio se encuentra en casa de Glauco, enfermo de gravedad, en ese momento aparece una serpiente y Esculapio la mata con su bastón. Otra serpiente aparece inmediatamente en la habitación llevando unas hierbas que coloca en la boca de la serpiente muerta, que revive con estas. El médico administra al enfermo, entonces, esas mismas hierbas, y sana milagrosamente. Así, esta Zamenis longissimus, cuya cabeza mira hacia la izquierda, enroscada en una vara fina; una rama de laurel y otra de roble, se convierte en el emblema de la Medicina.

En las antiguas civilizaciones de México, la serpiente está presente en sus relatos fundacionales.

Quetzalcóatl: héroe fundador y civilizador, dios, príncipe, artista y artesano, Lucero de la Mañana. Es una de las figuras —o complejo simbólico— más fascinantes del México antiguo. Muchos autores de gran renombre han escrito acerca de él; su ubicuidad y su misterio permanecen y constituyen uno de los meollos para comprender nuestra historia antigua.

Elisa Ramírez

En Europa, la difusión del género fabulístico corre por cuenta de los griegos. Aristóteles incluye la fábula como una parte fundamental de la tragedia. Esopo y Fedro son los principales representantes del género y Esopo fija el tipo clásico de fábula, pero el género ya existía en Grecia, mucho antes del nacimiento de Esopo, proveniente tal vez de Mesopotamia y, a partir de Babilonia habría llegado a Grecia, a través de Asia Menor, y a la India a través de Persia. En el entramado de la fábula lo natural es que el más fuerte devore al más débil y que el más listo engañe al más tonto. No hay otra justicia natural.

Hoy en día, las fábulas de Esopo continúan publicándose. Este género educativo y moralizador, donde los protagonistas son animales, perdura hasta nuestros días, cargado de una fuerte crítica social de la pluma de autores como Ambroce Bierce, Augusto Monterroso, Juan José Arreola y Eduardo Gudiño Kieffer, por citar algunos. Por otro lado, durante mucho tiempo la fábula ha permeado la literatura infantil con la idea de que debe tener un mensaje y una enseñanza moral, aunque esta no corresponda al género.

Comparto una nómina de las ediciones que la Biblioteca Henestrosa atesora de libros del siglo XIX:

  • Las Fábulas del Pensador Mejicano, de la imprenta de Altamirano a cargo de Daniel Barquera, publicado en 1837.
  • Los animales parlantes, de J.B. Casti, de la imprenta de Alfonso Lemale, en 1848.
  • Las Fábulas, de José Rosas, impresas por la imprenta de Ancona y Peniche en 1872.
  • La edición que hiciera en México, en 1873, la Tip. de J. Rivera, hijo, compilador de las Fábulas literarias, de Tomas de Iriarte.
  • Incidentes melódicos del mundo irracional fue publicado en 1944 por La Estampa Mexicana. Escrito por el campechano Juan de la Cabada —inspirado en la tradición del sureste mexicano—, e ilustrado primorosamente con grabados de Leopoldo Méndez, retrata al murciélago, la caracola, la ardilla y el zopilote, protagonistas de la historia.
  • También en las colecciones de la Biblioteca Henestrosa está La oveja negra y demás fábulas, de Augusto Monterroso, en edición de Joaquín Mortiz, de 1969.

La fábula pone de relieve un comportamiento social que resulta meritorio o condenable. Juega con esta alegoría utilizando la sátira y la parodia para dejar entrever conductas humanas que ponen en evidencia nuestra esencia. Pero Monterroso no busca moralizar ni enseñar, él solo desea hacer literatura, porque lo que nos queda de los grandes escritores de fábulas no son sus enseñanzas, es su literatura. “Este libro hay que leerlo manos arriba: su peligrosidad se funda en la sabiduría solapada y la belleza mortífera de la falta de seriedad”, nos aconseja Gabriel García Márquez.

Dejemos las fábulas por el momento. En 1994, Alfredo López Austin publica El conejo en la cara de la luna, bajo el patrocinio de CONACULTA y el INI. Se trata de una colección de ensayos sobre el mundo prehispánico y sobre las mitologías actuales de nuestro país. En el primer ensayo, que da nombre al libro, López Austin acude al mito del surgimiento del Quinto Sol en Teotihuacán y la manera en que se golpeó, con un conejo, el rostro de Tecuciztécatl, para que su luz fuera menor a la del sol. Pero la presencia del conejo obedece a muchos otros aspectos, por ejemplo: la fase lunar-menstruación-mujer, y también a mitos en los que diversos pueblos actuales hablan del por qué la luna tiene menor luminosidad que el sol, como ocurre con los chinantecos de Oaxaca o los tzeltales de Pinola, en Chiapas. Otro animal, el tlacuache, posee una serie de características, entre las que se encuentran su relación con el pulque y con la luna. En los mitos, el tlacuache no solo roba el fuego y el pulque, sino que produce la forma helicoidal del camino, por donde llegan las fuerzas divinas, procedentes tanto del cielo como del inframundo.

En el canto XVII de La Odisea, cuando Ulises, veinte años después de la Guerra de Troya —y de vagar por el mar— regresa a Ítaca, disfrazado para sorprender a los pretendientes de Penélope, el único que lo reconoce es su el perro, Argos, que solo lo espera para desplomarse a sus pies y morir.

La caza de ballenas era un negocio muy lucrativo en el siglo XIX. Su aceite se utilizaba como combustible para lámparas y para fabricar velas y jabones. Las ballenas tienen buena memoria y pueden recordar si alguien las ha atacado anteriormente. En Moby Dick, de Herman Melville, cuando uno de los personajes le dice al capitán Ahab que Moby Dick no lo está buscando, sino que es él quien la busca, probablemente tenga razón. La rivalidad y la venganza solo están en la mente de Ahab. Pero el documental Blackfisch, sobre una orca en cautiverio en el SeaWorld de Orlando, vinculada a una serie de muertes, da a entender que una ballena puede desarrollar un comportamiento psicótico si está en cautiverio.

Por otro lado, los bestiarios son relatos breves en los que se describen animales. Son conocidos los de Kafka, Borges y Cortázar. En México, Punta de plata era enombre del bestiario imaginado por Juan José Arreola, como reconocimiento al pintor Héctor Xavier, quien realizó los dibujos que ilustraron la primera edición. Pero desde 1963 toma el nombre de Bestiario, que se origina de las visitas de Arreola a Chapultepec por las tardes, cuando los animales inician una “enorme sinfónica bestial”, en palabras del propio Arreola, que gruñen, braman, rugen, graznan, bufan, gritan, ladran, barritan, aúllan, relinchan, ululan, crotoran y nos despiden con una monumental “rechifla”. Con una mirada poética, Arreola describe a sus animales tal como son, pero también con nuestra idea de ellos. “Bestiario no es un libro de cuentos. Los textos que lo constituyen, carentes de vaivén anecdótico, conflicto de personajes, intensidad narrativa y súbita revelación de incidencias agazapadas, enmarcan prosas poéticas —mezcla de viñetas, descripciones subjetivas, audacia intertextual y lenguaje metafórico— en torno a una serie de fauna enjaulada. Sin peripecias desarrolladas, las acciones de sus animales quedan apenas esbozadas en una vaga ubicación y en un presente casi congelado. El autor, fingiendo que su interés radicaba en un implacable arrojo naturalista, logró que el grueso de las criaturas, leales a su índole irracional, fungiera como un espejo satírico frente al cual los seres humanos podían reconocer realzadas, física y espiritualmente, muchas de sus miserias y sólo algunas de sus grandezas”, en palabras de Homero Quezada-Pacheco.

En Flush, Virginia Woolf se pone en los zapatos del cocker spaniel de la poetisa Elizabeth Barrett y nos muestra el mundo, desde que era un cachorro, a través de sus ojos, pero sobre todo, a través de su olfato.

Habla el zorro de El principito, de Saint Exupery: “Mi vida es monótona. Yo cazo gallinas, los hombres me cazan. Todas las gallinas se parecen, y todos los hombres se parecen. Me aburro, pues, un poco. Pero, si me domesticas, mi vida resultará como iluminada. Conoceré un ruido de pasos que será diferente de todos los demás. Los otros pasos me hacen volver bajo tierra. Los tuyos me llamarán fuera de la madriguera, como una música. Y además, ¡mira! ¿Ves, allá lejos, los campos de trigo? Yo no como pan. El trigo para mí es inútil. Los campos de trigo no me recuerdan nada. ¡Y eso es triste! Pero tú tienes cabellos color de oro. ¡Entonces será maravilloso cuando me hayas domesticado! El trigo, que es dorado, me hará recordarte. Y me agradará el ruido del viento en el trigo…”.

En Soy un gato, de Natume Soseki, el protagonista es un gato sin nombre, que nos narra su vida en el Japón de principios del siglo XX, durante la inestable Era Meiji, en la que el país se debate entre entrar a la modernidad o permanecer en la tradición. Wilson Pérez Uribe nos describe: “Y va de aquí para allá, entre sus actividades diarias: mirar, comer, dormir, caminar. A veces habla en un tono irónico, en otros en un tono reflexivo y audaz. Es un gato que observa sin aparentemente ser observado. Es parte de las cosas que, valga decirlo, no tienen nombre. El mundo es un juguete que se mira con ojos individuales. El gato, “mirón”, tal vez, descubre en la familia que lo adoptó, la singularidad de una sociedad en decaimiento, perdida en banalidades y profundamente tonta”.

Otra novela satírica es Rebelión en la granja, de George Orwell, una fábula que nos describe el proceso de corrupción del socialismo a manos del estalinismo. La historia transcurre en una granja inglesa, propiedad de Jones, quien representa a los hombres, y en la que las gallinas, palomas, cerdos, perros, caballos, cabras, burros, ovejas y vacas son los personajes principales.

Termino con el discurso inicial de la rebelión, en boca de Viejo Major, un cerdo de edad y profundo sentido de la justicia:

El hombre es el único ser que consume sin producir. No da leche, no pone huevos, es demasiado débil para tirar del arado y su velocidad ni siquiera le permite atrapar conejos. Sin embargo, es dueño y señor de todos los animales. Los hace trabajar, les da el mínimo necesario para mantenerlos y lo demás se lo guarda para él. Nuestro trabajo labora la tierra, nuestro estiércol la abona y, sin embargo, no existe uno de nosotros que posea algo más que su pellejo. Vosotras, vacas, que estáis aquí, ¿cuántos miles de litros de leche habéis dado este último año? ¿Y qué se ha hecho con esa leche que debía servir para criar terneros robustos? Hasta la última gota ha ido a parar al paladar de nuestros enemigos. Y vosotras, gallinas, ¿cuántos huevos habéis puesto este año y cuántos pollitos han salido de esos huevos? Todo lo demás ha ido a parar al mercado para producir dinero para Jones y su gente.

https://arqueologiamexicana.mx/serpiente

https://arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/historia-del-sabio-senor-quetzalcoatl

http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/fabulas-literarias–0/html/fedea2ba-82b1- 11df-acc7-002185ce6064_2.html#I_1_

https://www.fulltable.com/vts/aoi/m/lm/02.htm

https://fahho.mx/blog/2015/11/18/incidentes-melodicos-del-mundo-irracional-de- juan-de-la-cabada/
https://wwf.panda.org/es/campanas_ambientales/ipv2020/


Símbolos animales de Cerro Oscuro

Imágenes en los textiles de San Juan Cotzocón

No cabe duda de que los animales y su simbolismo han estado presentes desde las primeras etapas de la humanidad. En estas edades tempranas, este otro animado seguramente fue motivo de asombro, asignándosele, paulatinamente, una serie de valoraciones, fuerzas y atributos que formaron parte de la concepción del mundo que el ser humano comenzó a construir.

Hoy en día, esta presencia animal sigue más vigente que nunca. Gran parte de la literatura infantil y juvenil tiene como grandiosos protagonistas a los animales. La mayoría de nosotros comenzamos nuestro aprendizaje observando y memorizando los nombres de todo tipo de animales y sus distintas “personalidades”. En nuestro contexto educativo, por ejemplo, aprendimos acerca de la majestuosidad del león, de las trampas de la zorra y de la astucia de la cigüeña; por otro lado detestamos la presencia de la rata, si esta se asocia con la suciedad, y reconocemos la maldad de las serpientes y los zopilotes.

De este modo, el ser humano ha dotado a los animales de características y personalidades que no necesariamente corresponden con su naturaleza. Se ha comprobado que muchas culturas distinguen perfectamente entre estas valoraciones y el animal concreto. No es un secreto que las primeras culturas humanas tuvieron deidades con cualidades zoomorfas, ya sea que estas hayan sido representadas por un animal en específico, o que dichas deidades tuvieran rasgos de uno o varios animales.

De manera especí ca, entre los pueblos ayuuk que habitan lo que ahora es la región Mixe en el estado de Oaxaca, se puede verificar la importancia del reino animal en varias de sus manifestaciones culturales. En las narrativas mixes que han logrado sobrevivir, restos de una compleja mitología, se puede presenciar todo un esquema valorativo del reino animal.

Algunos pueblos mixes poseen fama de tener y formar a grandes especialistas rituales. Tanto en su complejo mitológico, como entre las personas ayuuk de hoy, se tiene la firme convicción de que cada uno de nosotros nace con un “espíritu guardián” o tso’ok. Y esta “alma” muchas veces tiene forma animal. En el área de Mesoamérica, incluso, han sido motivo de estudio los naguales, es decir, aquellas personas que tienen la capacidad de transformarse en su alter ego animal. Fenómeno que también está presente entre los pueblos ayuuk.

Un notable ejemplo, en el que vemos la presencia del reino animal, lo constituyen los magníficos textiles de la comunidad de San Juan Cotzocón, principalmente en sus huipiles. En esta indumentaria, la más antigua hasta ahora documentada (alrededor de 1940), es constante la presencia de tres animales que se han tejido en estas prendas: el ave o joon, el perro o uk, y lo que parece ser un ave de dos cabezas, cuyo nombre misterioso se referirá más adelante.

En las narraciones que dan cuenta de la creación del mundo entre los pueblos mixes, los animales han jugado un destacado papel. Han sido loros, colibríes, palomas o zopilotes quienes han servido como aves mensajeras de Dios, ya sea para anunciar el n del mundo por un diluvio, o para revisar en qué condiciones ha quedado después de su destrucción.

El Noé ayuuk, encargado de construir el arca, salva a tres animales: una paloma, un cacalote y una zorra. El cacalote y la zorra se encargan de ir al infierno, una vez pasado el diluvio, a conseguir los elementos necesarios para los supervivientes. El cacalote acarrea la tierra para la siembra, mientras que la zorra roba el fuego del infierno usando su cola como antorcha.

Por otra parte, en una de estas antiguas narraciones ayuuk, una imagen reveladora es la del ave que preña a María, la tejedora. Tumagüiñ o Tum-Jëkëëny, nombre calendárico de uno de “los hermanos que vendían tabaco”, se transforma en ave y se para en el telar de la tejedora, quien, aparentemente lo mata de un golpe y lo mete en su regazo, arrepentida. El ave le pica un seno, dejándola embarazada. Más adelante, la mujer dará a luz, gracias a la ayuda de un zopilote, a unos gemelos: un niño y una niña que se convertirán en Sol y Luna, respectivamente.

Otra historia que se conoce en varios pueblos mixes, popolucas de Veracruz y zoques, parientes lingüísticos, es la de “La perra que echa tortillas”. El tema de esta historia gira alrededor de un hombre viudo que tiene que salir a trabajar y, al regresar del campo, descubre con sorpresa que sus alimentos están preparados y que sus hijos huérfanos han recibido una cuidadosa y misteriosa atención. Con sigilo, descubre a su perra: ve que se ha quitado su pellejo y que es, en realidad, una hermosa mujer. En algunas versiones de esta narración, la perra muere de vergüenza, en otras, el hombre se casa con la perra y se encargan de poblar el mundo.

En San Juan Cotzocón, los ancianos y ancianas del lugar comentan que, mucho tiempo antes, los “tres sanjuanes” mixes de la región baja (Cotzocón, Mazatlán y Guichicovi) conformaban un solo pueblo. La maestra tejedora, Francisca Díaz, cuenta que, en este caso, una señora viuda lloraba de pena por no tener quien le ayudara en sus tareas domésticas. Su perro, que la escucha, le responde que él la ayudará. Entonces, el perro se quita su “cuero” y la auxilia con sus labores. Como este suceso no era común entre los habitantes de la comunidad, las personas sugieren a la señora acudir con las especialistas rituales, las këxëë. Estas dijeron que aquello era una señal y que debían abandonar el pueblo para ir a fundar los actuales San Juan Mazatlán y San Juan Guichicovi.

No es desconocida la imagen del perro como el gran compañero, no solo en la vida, sino también en la muerte. Cuidarlo implica una gran responsabilidad pues, maltratarlo en vida, repercutirá en que el animal no nos ayude a cruzar al “más allá” después de morir. Por ello, no es casual que este animal se encuentre en el catálogo de imágenes tejidas de los huipiles de San Juan Cotzocón. Una mirada atenta a estos textiles revelará la gran riqueza formal de estas guras caninas.

Otra de las figuras enigmáticas que se siguen tejiendo en los huipiles de esta comunidad, es la que parece un ave de dos cabezas. Varias narraciones en el estado de Oaxaca refieren a un “monstruo” que se lleva a la gente a lo alto de un cerro. Algunas veces, este monstruo es precisamente un ave de dos cabezas. Los gemelos, nacidos del vientre de María, la tejedora, se encargarán de dar fin a este terrible animal.

En los huipiles más antiguos de San Juan Cotzocón, se tejía una compleja imagen en la zona del pecho y de la espalda, generalmente con hilos de color blanco. Dicha gura recibe varios nombres en ayuuk: ägres kë’e tu’uk pemy, witsn mäjkts kë’bajkx pemy o, simplemente, kopk. El primer nombre podría traducirse como ‘ figuras pelonas’ o ‘sin cabeza’, significado de las palabras kë’e, ‘mano’, y tu’uk ‘sin cabeza’ o ‘sin pelo’. Actualmente, las tejedoras de esta comunidad desconocen el significado de la palabra ägres, palabra que no es mixe y que bien podría significar ‘águila’, si es que dicho término no existiera en el ayuuk de Cotzocón, el cual es, precisa- mente, witsn. Mäjkts es ‘dos’ y kë’bajkx es ‘cabeza’. El último nombre, kopk, es ‘cerro’ y recibe este nombre por las formas triangulares que componen a este tejido, semejantes a montañas. Acompañan a estas figuras dos guras humanas o jääy.

Hoy en día, la nueva generación de mujeres tejedoras ha ido implementando nuevas figuras en los textiles, incluidas las de animales, que se tejen sobre todo para el mercado externo. En este sentido, cabe destacar que la presencia animal ha tenido, y mantenido, una presencia e importancia en la vida de las mujeres y los hombres ayuuk. Ya sea en su aspecto tenebroso, benéfico o de acompañamiento, el animal ha sido un elemento importante en la manera en que hemos conformado nuestra particular concepción e interpretación del mundo, expresado, en el caso de la comunidad ayuuk de San Juan Cotzocón, en sus manifestaciones artísticas a través del tejido en el telar de cintura.


Guía para el lector nahual

Si en una sola noche acude tu nahual,
procura hacer un libro menor, llama
que acudan y te ayuden las binniguendas,
gente menuda, abundante y trabajadora,
de antigua estirpe de las viejas nubes.
Entre mágico y celeste
téjelo con hilos de vivas estrellas,
con ajustadas letras del alba;
con fuego del ojo de mapache;
inyéctale mucha luz de luciérnagas
más cuentos y palabras del ciego búho
con fina piel roja de hormiga;
con plumaje de serpiente;
con zancudos de punto y aparte.
Ponle acentos con voz de alcaraván,
vuelve a coser con piel de mono,
de ese que espanta niños,
el más que famoso micodenoche;
que el dios del sueño diga versos,
engrana hojas verdes de maíz ceñidas
por comas y dos puntos, lleve ojos de pescado
para que cualquier niño no tan menor,
pero de buen augurio y placer nahual,
lo pueda leer sonriendo
en una sola noche con los binniguenda.

Una bruja bidxaa marrana desenfrenada,
un par de duendes de ojos tuertos,
un guidxa manopanda, loco
que aventure sus vagancias
y también escriba muchas guidxeras.
¡Ah, qué gente tan variable, de plano!
¡Yaza! ¡Yaza! ¡Yaza!
Así llámale a tu libro con hojas de maíz
de hacerse en una sola noche de rápida calma.
¿Ya quedó terminado el libro?
Ponle otro cuento “mentira” y dale fin.

Primicia del libro, Siete cuentos para chamacos nahuales.


El escarabajo azul

Esta es la historia de un niño pequeño, pequeñito como no hay otro en el mundo, tan pipilisti. Mas Sapi no podía haber otro, ni un duende lo alcanzaría, ni un hado ni un ninfo. Pero ni así, si el dios del río lo protegió es porque es hijo suyo. Dicen que era con el Río con quien hablaba, o que el río le enseñó las palabras como gotas de agua que decía. Quién sabe si no podría volar, como una libélula, a la que se le dice “cigarrito”, pero de eso no se sabe nada por nahual.
Juanito Sapi nació del río, casi como una flor que nace a la orilla del agua dulce. Pequeño, pequeñito por un mero descuido de la mamá que ni al caso viene decirlo en letras. La placenta sobrante de su hermano fue lanzada a la corriente del río, sin reparar la partera que él todavía se guardaba ahí. Eso sí, nunca creció, no pudo, no quiso o se le olvidó. No supo que debía crecer como crecen los niños chiquitos. Nunca mamó de su mamá, sino leche de una ninfa del río de las Binniguenda.
Juanito Sapi era aquel niño tan pequeño, tan pequeñito que podía vivir en un libro, era ni más ni menos que un binniguenda. La gente se admiraba y decía: “Él no ha de ser tan pequeño; el libro ¿qué tan grande puede ser?”. No sería un niño cualquiera y el libro no sería cualquier libro. Cada uno tendría lo suyo y por eso uno era para el otro.
En el Santuario del Sueño habitaban los seres más pequeños del mundo. Y no por mucha rapidez, volaban, podían hacer obras en una sola noche: caminos, templos, edificios o palacios. Descendían de las nubes, eran almas buenas y sus actos eran codiciados.
En el Santuario del Sueño había flores y frutas para alimentarse; gobernaba ahí un tal Bacaanda, Señor del Sueño. Pero era enemigo del maligno Binnidxába, un ser apestoso dado a todo lo putrefacto.
A Juanito Sapi también le decían Guzi; creció sin mamá, bueno… ¿creció? Es decir, no tuvo quien lo amamantara, ni quien le diera de comer, quien lo abrazara o le hiciera sus juegos. La cosa es que creció en una palangana de madera, una batea.
De oficio navegante, como el hijo de un gran capitán, Juanito Sapi se monta a su batea y se va, deslizándose sobre el agua del río. Así, un día esa agua se lo llevó y lo hizo suyo, su hijo, se podría decir. Él veía garzas, patos, zanates, peces, lagartos e iguanas verdes, y les sabía decir cosas que los animales entendían. Antes de caminar, él ya sabía nadar mejor que un sapo o como una anguila. El colibrí y la libélula en grandes bandadas se arremolinaban para celebrarlo. Juanito Sapi escuchaba toda clase de ruidos y cantos, de la oropéndola y del tucán. Aprendió cantos, ruidos, murmullos, señales y, del nadar de los peces, ni se diga. Cortaba ramos de flor de niño y lirios. Tan pequeño era Juanito Sapi que navegó en su palangana bien acostadito, pues era un pedacito de gente. Mientras navegaba se alimentó de guayabas y de muchas frutas silvestres y de todo lo que los pájaros le tiraban, como si tuviera un montón de mamás. Le caían frutas maduras, un zapotillo, una guayaba, papauces, mayucuil.
Un día, andando en su navegación por la orilla del río, vio un gran árbol, y debajo, Juanito Sapi encontró un gran libro; cosa rara, porque en Monteyagaro casi no hay libros. Dicen que seguramente lo había olvidado un hombre bien vestido que llegó y se fue por tren. Parece que de ese libro Sapi aprendió a ver el tiempo, la lluvia y el trueno, y que por eso le decían Guzi. Otros dicen que por el dios que daba ese don. Juanito era alguien que adivinaba el tiempo, los sueños y el pensamiento.
Juanito Sapi era muy listo, pero no tenía casa. De inmediato pensó que era para otra cosa el libro, como para hacerse un escondite. Pensó que la tapa dura sería un techo muy especial contra las inclemencias del tiempo. Y lo que hizo fue meterse; encontró un agujero, un pasaje, un laberinto y veredas. Total, que el libro ya parecía más bien una gran cueva de animales. Sí, un laberinto. No: eran pequeñas cuevas. “Qué buen cantón es este”, se dijo. Por eso se dice que Bacaanda lo protegía, quién sabe si no fue ella quien mandó a poner allí aquel misterioso libro. Pero también lo supo el maligno Binnidxaba, quien tramó alguna maldad.
Una mañana Juanito Sapi escuchó ruidos, se asomó: era un escarabajo renco, traía lastimada una pata.

—Me gustaría entrar a tu casa —dijo—. Me llamo Bidola. ¿Aquí vives?
Un búho tuerto cantó. El escarabajo era azul, azul. Así, llegó a vivir primero este escarabajo, llamado Bidola, el que hace bolas de barro y luego las lleva rodando.
—Fue Binnidxába quien me puso una trampa ¡y por poco me mata el desgraciado! —le contó Bidola al Sapi y este le respondió:
—Estás a salvo, no creo que el diablo se atreva a venir a nuestra casa.

Y Bidola invitó a otros seres de menor tamaño: llevó a las hormigas que acarreaban de comer y que también descubrieron lugares y puertas dentro del libro. Otro día llegó un sapo, quería entrar a la casa. Tocó muchas veces, pero no lo dejaron entrar.

—Soy el representante de Nisa, la señora y ama de todas las aguas del mundo — señaló el gran sapo.
—Los sapos roncan mucho al dormir y se orinan en la cama —dijo Bidola.

El escarabajo tenía todo de azul: las patas, el caparazón, el pecho. Y también lo que tenía en casa: su cama, su hamaca, su mesa. Y ya se sentía dueño también de la casa y la defendía… bueno, también había algo de envidia. Deliberaron mientras el sapo esperó, paciente, y con su glo glo de siempre dio una vuelta a la casa-libro. Un salto aquí y otro allá. Tocó su flauta con tantas ganas que se escuchó en todo el monte.

—El sapo refresca el ambiente —dijo Juanito Sapi, sabiendo que en cosas del tiempo y la lluvia no se equivocaba—. Necesitamos que cante, que nos cuente lo que sabe de la vida. Dile que pase.
—Vas a entrar, pero en esta casa uno se para temprano para hacer los quehaceres —advirtió Bidola al sapo—. No queremos flojos. Cuando el gallo cante, es porque debes barrer el patio, ir por agua…
—¡Que se quede!— ordenó Juanito Sapi.

El sapo aseguró ser hijo de personajes muy importantes de Monteyagaro. Que era descendiente de los hacedores de todas las lluvias, de las aguas y que también él sabía algo de esos quehaceres, dijo. Pero no le creyeron.

—Lo es —movió la cabeza el basilisco que, aprovechando la ocasión, también se metió al libro casa.
—¡Otro que viene del agua! —refunfuñó Bidola.

Una buena tarde de pláticas y de amistad, salieron a pasear; el sapo les dijo que no contaría su historia, sino otra. Bidola no creía en el sapo. Sospechó que era un hablador.

—Yo he leído mucho —dijo.

El sapo sabía muchos cuentos que contaba mientras caminaban. Les contó una larga y triste historia sobre una sirena que se enamoró de un tal Aquiles, que era navegante, guerrero y rey de su pueblo.

—Un lugar muy lejos de aquí —les dijo.
—¡Eso es una mentira, sapo bocón! —le respondió un cormorán que había bajado volando—. Yo conozco todos los mares y no sé de tal lugar.
—¡Porque eres un ignorante! Yo estuve ahí —reafirmó el basilisco y echó fuego por la boca, moviendo la cresta.

El basilisco, o pasarrío, demostró ser el mejor nadador: se abalanzó y nadó tan solo a ras de agua, con mucha rapidez y sin hundirse.
Un día, el sapo se puso a tocar la flauta. Bidola se molestó y pintó el aire de azul. Juanito Sapi tuvo que intervenir para que no pelearan. Pero el sapo cantaba: “Caerá la lluvia, vendrá el aguacero, caerán granizos, caerá cenizas…”. Y con eso atrajo la lluvia y no advirtió que eso estaba haciendo.
El tal Binnidxába siempre los espiaba, y esa vez se aprovechó de los cantos del sapo para tramar algún mal. Todos se metieron a la casa. Nadie se dio cuenta de que el trabajo del mal obstruyó el paso de la lluvia con trozos de tierra, palos y piedras. Era un ser bajito, pero con mucha fuerza, tenía las uñas largas y torcidas. Entonces se produjo una inundación, lo que se dice un diluvio.
El gran Bidola puso tapones de tierra azul por los agujeros, con lo que el libro reverdeció y nacieron flores azules.

—Dije una vez que este sapo nos traería problemas —reclamó Bidola.

Y en el mes de octubre llegó un gran viento comenzó a voltear hoja por hoja el libro casa. Y se llenó de flores por todas partes.
Así, también se anduvieron escondiendo.

—Aquí hay un agujero de tierra —les dijo Juanito Sapi a los que lo seguían.

Un armadillo les abrió su cantón.

—Pasen, amigos —les dijo.

Luego, llegaron aves, pájaros de todos los rincones de Monteyagaro. El colibrí y su bando visitaron todas las flores. Allí, en un lugarcito, encontraron dormido a Bidola, que del cansancio se había apartado, muy cansado de tapar los agujeros con barro azul para detener el agua y luego el viento.

—No lo despierten —dijo Juanito Sapi—, tenía varias bolas de tierra acarreadas para reconstruir la casa.

Afuera, el demonio Binnidxába cantaba y cantaba cosas que hacían perder la razón a los binniguenda, y con eso se perdían por los montes. Luego caminaron y caminaron. El escarabajo azul dijo que sería mejor que aprendieran a leer para descifrar lo que contenía el libro.

—Muy bien, Bidola, así lo haremos — aceptaron.

Hubo un griterío de júbilo porque parecía que no estaban tan perdidos.

—Tú serás quien dirija todas las páginas, Bidola, para descifrar lo que hay dentro —dijo Juanito Sapi.
—¿En qué clase de laberinto hemos andado?
—Es mejor que te pongas alerta para salir de todo esto. Anda.

Y como así anduvieron perdidos en el laberinto de las líneas, llegaron a una pobre y última página y, sorprendidos, vieron que la última línea decía:

“Fin del sueño de este cuento”.

Y en efecto, iban saliendo y vieron el sol después de mucho caminar.


ALMÁCIGO

La palabra “locura”

Ella danza con el viento, su locura suelta semillas de esperanza en cada giro.
Quiero que trencen mis cabellos llenos de locura y me lleven con Coatlicue para contar sus corazones.
Oculta bajo la superficie de su piel, vive la locura, a veces se asoma, decidida, salada, húmeda.
El Sol y la Luna miraron cuando la tierra recibió el ombligo; lo abrazó y dijo: “Es buena semilla. Llena de locura, florecerá”.

Martha Aparicio Rojas

Querida locura, un abrazo. Gracias por estar siempre conmigo. Sin ti no habría aventuras, letras, ni amor u olvido.
Abrir el corazón… eso es locura.
La locura caminaba buscando con quién compartir las pequeñas preguntas que la cordura no quiere contestar..

Gina Villanueva

La risa es una locura que locura todo.

Sylvia Castellanos García

El amor lo cura todo. En la locura y también en la cordura. La casa tomada por la locura que me habita.

Letty García

El amor lo cura todo. En la locura y también en la cordura.

Mara Ortega

La casa tomada por la locura que me habita.

Zugasi

Soñé que un virus recorría el mundo, tomaba las ciudades, los pueblos, las casas. Soñé calles vacías, rotas por un silencio eléctrico. Soñé pantallas iluminando soledades. Era un presagio, lo supe y se lo dije a todos. Ahora estoy aquí, rodeado de este silencio blanco. No puedo salir, ni puedo quedarme mucho frente a las ventanas.
Pregunto y nadie sabe ¿Quién decide aquí quién está loco?

Agustín Camacho

*Textos del proyecto #textoscomocerezas que se lleva a cabo en las redes sociales de Seguimos Leyendo.


Ratones de biblioteca y ¿gatos de archivo?

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“Ratón de biblioteca” era la expresión con la que se definía a una persona que pasaba considerable tiempo de su vida cotidiana en estos recintos, ya fuera por deber o por placer. Sin embargo, a pesar de la idealización que pudiera acarrear esta frase cada vez más en desuso, los roedores, en realidad, no son bienvenidos en ninguna biblioteca.

La frase coloquial fue rescatada por el pintor alemán de la época romántica, Karl Spitzweg (1808-1885) en su obra Der Bücherwurm —que traducida figuradamente al español resulta en ‘el ratón de biblioteca’—, una imagen que, en su momento, retrató a una sociedad evadida de cualquier contacto con la realidad, revelando una ligera sátira sobre aquellos que preferían refugiarse en los mundos contenidos por los libros, que presenciar los acontecimientos que asolaron a Europa después de las revoluciones acontecidas en 1848.

Este título también da cuenta, tanto en el idioma original como en la frase en español, de los seres vivos que rodeaban a las bibliotecas aparte de los seres humanos, insectos y roedores, que hoy en día se tratan de evitar a toda costa, inclusive con métodos tan sui-generis, como el de la Biblioteca Joanina de la Universidad de Coimbra, Portugal, que cada noche es resguardada por numerosos murciélagos que devoran a los insectos que se internan en dicho recinto.

Los archivos también comparten estas faunas cuadrúpedas, pues el papel, sustrato primordial del contenido de ambos acervos, no tiene distinción en nutrientes y alojamiento para las especies ya mencionadas. Sin embargo, los felinos también han dejado su huella en los archivos de muy diversas maneras, aunque no tan evidentes, con el paso del tiempo. El caso más conocido es el encontrado por Emir Filipovic, investigador de la Universidad de Sarajevo, quien revisando en el archivo de las cartas del gobierno de Dubrovnik a sus comerciantes en importantes centros mineros de 1445, encontró un documento con las huellas de un gato estampadas sobre el texto oficial; la posibilidad de que pudiera subir a las redes sociales las imágenes de estas cuatro huellas, dos sobre papel en blanco y dos sobre un texto de más de cinco siglos, aparentemente desató un interés, raras veces visto en las personas ajenas a los archivos, por descubrir escenas cotidianas en estos documentos poco publicitados, al mismo tiempo que en la comunidad de investigadores, por descubrir, en otros acervos, testimonios semejantes de presencia gatuna, tan imprevista en cualquier documento oficial. La explicación más común de este testimonio es la antigua práctica de los custodios de los archivos, en muchas latitudes y longitudes, de permitir el acceso a estos felinos caseros para controlar la población de roedores. Hasta hace algunos años, los gatos figuraban entre los custodios del Archivo General de la Nación de México, por ejemplo. Las prácticas de conservación preventiva de hoy en día no contemplan de entrada este tipo de “control biológico”, liberando a los gatos de tal responsabilidad.

Como todo conocedor de los felinos ha de saber, los gatos son famosos por sus indagaciones, quedando ello plasmado en la frase “La curiosidad mató al gato” de la que pocos conocen su terminación: “…pero la satisfacción le devolvió la vida”. Valiéndose de esta característica aparece, en una serie de cuentos publicados por Adabi de México, Archivaldo, un gato que, junto con Sabina y Leo, está presente en varios momentos culminantes de las historias de estos dos hermanos, ocurridas en diferentes momentos del rescate del patrimonio documental en archivos y bibliotecas de un municipio mexicano.

Roedores y felinos siempre han estado presentes en gran variedad de actividades humanas y, como se puede apreciar, los repositorios de archivos y bibliotecas de todos los tiempos no fueron la excepción. Y aunque todavía hay gatos bibliotecarios, como Kuzya, en Novorossiysk, Rusia, y hasta gatos libreros, como Cusco, Demetrio y Café, en una librería argentina, por poner dos ejemplos conocidos, esperemos, en contraparte, que los roedores solo se queden en la expresión “Ratón de biblioteca”, por el bien del patrimonio bibliográfico.


Los animales en el arte urbano

La pintura rupestre más antigua, conocida hasta el momento, tiene más de 44 000 años y está ubicada en Indonesia. Esta pintura, descubierta en 2017 por arqueólogos de la Universidad de Griffith, retrata a un grupo de figuras con cuerpo humano y cabezas de animales cazando enormes mamíferos con lanzas y cuerdas. Esta escena, entre sus múltiples interpretaciones, que van desde lo religioso hasta lo práctico, retrata un acto concreto: la cacería. Deja constancia de la importancia del vínculo entre los animales y el ser humano, con todas sus implicaciones, además de la omnipresencia de la fauna en todos los contextos de la existencia humana.

Al paso del tiempo, diversos artistas, Jacques-Louis David entre otros, encontraron inspiración en la figura animal para desarrollar su obra. Como ejemplo está la famosa pintura Napoleón cruzando los Alpes (1801), en donde el artista francés plasmó una imagen idealizada de Napoleón Bonaparte, montado sobre un caballo blanco en aparente estado eufórico. Lo que sabemos de esta pieza es que, además de servir para alimentar la leyenda sobre el militar francés, tenía la intención de mostrarlo como un hombre de carácter fuerte y un líder nato. El caballo es representando casi como una extensión de Napoleón, reforzando la idea de fortaleza y dominio.

En el arte, las representaciones animales sirven no solo para significar el carácter de una persona o para hablar de emociones específicas. Estas también han tenido un carácter religioso, mítico y poético, o simplemente han permitido al artista hablar de su contexto —como en la pintura rupestre—. Figuras de aves, felinos, caballos, perros o peces se han replicado en muchas ocasiones, y su significación está sujeta, siempre, al contexto personal, histórico y social del lugar en que habita el artista.

El arte urbano no ha sido la excepción en cuanto al uso de la figura animal para establecer un diálogo con la comunidad en donde se plasma. En Europa, uno de los ejemplos más conocidos es Banksy, artista urbano de origen británico, cuya obra ha impactado con fuerza en el arte urbano occidental, y quien realiza con frecuencia representaciones gráficas de roedores para hacer, desde una crítica a los especuladores de mercados mediante ratas ataviadas con trajes típicamente británicos, hasta un llamado al uso de cubrebocas mediante la inserción de ratas estornudando en las ventanillas del metro de Londres.

En México, un ejemplo es el artista urbano Sego y Ovbal, nacido en la Ciudad de México. Él pasó su infancia en Oaxaca, de donde obtuvo muchos referentes para su obra, por lo que es común observar en sus murales un gran número de animales con toques fantásticos: chapulines, escarabajos, abejas, conejos, peces, murciélagos, águilas, etc. Este artista usa la abstracción para crear animales quiméricos, llenos de color y detallados quirúrgicamente, a través del achurado. Sego vivió en el Istmo de Tehuantepec, en donde estuvo en contacto directo con la flora y fauna de la zona, y eso lo ha trasladado a su obra. Hablamos, entonces, de la representación de un contexto específico a través del arte urbano y la resignificación de sus formas: la migración, la añoranza, la libertad, el cambio, el amor a la naturaleza, etcétera.

En 2019, Casa de la Ciudad realizó la exposición Latidos Urbanos, una muestra colectiva con artistas urbanos oaxaqueños que plasmaron, en seis intervenciones, lo que significa la identidad comunitaria a través de la gráfica. Una de esas intervenciones, de la autoría del colectivo Lapiztola, ilustró un juego de imágenes que hablaban de cómo las personas se mimetizan o se adaptan a su contexto y, para ello, la intervención incluyó aves: un símbolo asociado a la migración, la libertad y el trabajo en equipo, además de incluir la figura del nido como una raíz que habla del origen y la importancia de este para el florecimiento personal.

El arte urbano es un acto público de creación artística que busca visibilizar la realidad inmediata de un contexto urbano específico, ya sea como una crítica, expresión estética, reclamo social o expresión cultural. Establece diálogos con los habitantes de la ciudad por medio de un lenguaje común sobre la percepción de su entorno, y la iconografía animal ha sido una suerte de código compartido entre las personas, al ser la fauna una parte sustancial de nuestro ambiente, nuestra cultura y nuestra realidad primigenia.


Lechuzas en el ahuehuete de la Antigua Estación del Ferrocarril: El Ahuelito de los oaxaqueños

El árbol ubicado en la Antigua Estación del Ferrocarril, conocido como “Ahuehuete de la Antigua Estación del Ferrocarril”, se encuentra dentro del registro de los árboles notables del estado. Considerado el árbol más longevo de la ciudad, tiene una edad superior a los 400 años aproximadamente, presenta una altura de 18 m, un diámetro del tronco de 4.6 m y un diámetro de copa de 16.48 m.

Este árbol alberga diversas especies de animales y plantas, como lagartijas, hongos, pequeños mamíferos, aves, entre otros. Sin embargo, durante los sismos del 2017, algunas de sus ramas sufrieron diversas afectaciones: por ejemplo, la fractura de una de las ramas principales del árbol. Fue por ello que se realizó una poda para reducir su tamaño. Al tomar esta decisión, se hizo un monitoreo para no afectar a las poblaciones de las especies que lo habitan; una de ellas era la lechuza de campanario, que es una rapaz nocturna que pertenece a la familia Tytonidae y se alimenta de mamíferos pequeños, insectos y otras aves.

Las lechuzas son una especie de amplia distribución, ya que se encuentran en todo el mundo; sin embargo, en algunos lugares se ha registrado una importante disminución en sus poblaciones como resultado de la pérdida de hábitat y el uso de pesticidas para controlar roedores. Otro factor que impacta fuertemente a esta especie es la pérdida de sitios de anidación y descanso diurno. En general, las aves que pierden una puesta de huevos los reemplazan casi de inmediato, pero si pierden una nidada de polluelos, tardan más en volver a poner; esto debido a que la pérdida de polluelos implica una mayor cantidad de energía empleada para la puesta, incubación y alimentación de estos.

Otras de las actividades fueron las observaciones nocturnas del árbol con ayuda de binoculares con el fin de determinar la presencia y actividad de la lechuza, sin que se registraran avistamientos o llamadas de estas. Se revisó el hueco en el que el personal del Museo Infantil de Oaxaca había visto y fotografiado un pollito de lechuza, dado que la cara noroeste de la rama a podarse no era visible desde el suelo por quedar oculta por el follaje del árbol. Se solicitó la ayuda del Dr. Matthias Rös, profesor de cátedra del CIIDIR, a fin de que empleara un dron para revisar esta parte del árbol.

El ahuehuete presenta varias oquedades en diversas partes del tronco; tres de ellas muestran signos de ocupación por la lechuza, ya que se registraron numerosas egagrópilas (“bola de alimento no digerido que regurgitan algunas aves, sobre todo, rapaces, y que suele estar compuesta de pelos, huesos o plumas”, según la RAE) acumuladas en la parte inferior de las mismas.

No se encontraron excretas, plumas o pellets de reciente deposición en las lonas colocadas al pie del árbol, bajo la rama apodarse, por lo que dedujimos que las lechuzas no se encontraban en el árbol durante el período de estudio. El empleo de un dron permitió el reconocimiento visual de la parte superior de la rama a podarse, no encontrándose ninguna oquedad que pudiera ser empleada por la lechuza para anidar o descansar durante el día, por lo que se consideró poco probable que la poda afectara directamente a las lechuzas.

A diferencia de otros lugares en el mundo donde estas aves emplean construcciones humanas como sitios de anidamiento, por ejemplo, establos y graneros, en la ciudad de Oaxaca solo se les ha observado en campanarios, huecos en las paredes y techos de templos, lugares que se encuentran disponibles en poca cantidad, y de los que constantemente están siendo desalojadas.

La actual pérdida de árboles viejos y grandes en la ciudad de Oaxaca, que presenten huecos adecuados para que anide esta especie, significa que las opciones para las lechuzas se están acabando rápidamente, lo que puede resultar en una declinación notable de sus poblaciones.

Es importante mencionar que las lechuzas son depredadoras especializadas en pequeños mamíferos, por lo que son consideradas un control biológico de roedores como ratas y ratones domésticos que representan una plaga y pueden convertirse en focos de diversas enfermedades.


La velocidad del movimiento

¿Sabes cuál es la relación entre deporte y la naturaleza? ¿Imaginas de qué forma se vincula la fotografía del beisbol, por ejemplo, con una imagen de colibríes o jaguares? Piénsalo por un momento. ¿No?

Eduardo González García nos da una pista: “Es necesario tener mucha paciencia y esperar el instante”. Entonces, ¿ya lo adivinas? Para fotografiar un batazo, una zambullida o la carrera más veloz de un ciclista se requiere de eso: paciencia. Lo mismo sucede cuando te propones capturar el salto de un jaguar o el momento en que un camaleón se acerca tanto a ti que puedes mirarte en sus ojos. Todo se trata de aguardar, con la cámara lista y la mente despejada, a que suceda el momento preciso. Claro que, como todo trabajo, también requiere de cierta profesionalización, como el propio Eduardo nos comenta; y qué mejor que adquirirla desde la trinchera del deporte.

Licenciado en Comunicación, Eduardo González tuvo sus inicios en el área de la información deportiva, poco después comenzó a cubrir los juegos de los Guerreros de Oaxaca. Su trabajo como periodista lo ha llevado a documentar la presencia de jugadores oaxaqueños en los Juegos Paralímpicos en Atenas. Con el tiempo, Eduardo fue participando con otros proyectos de la FAHHO, tanto que hoy cuenta con veinte años de participar con ella.

Decir “ la velocidad del movimiento” sería redundante: ambas se refieren al desplazamiento en el espacio. Sin embargo, no hay reiteración cuando nos referimos de velocidad del movimiento en las fotografías de Eduardo. Y a las fotografías que ha hecho de la fauna oaxaqueña, específicamente. En diferentes artículos de este número del Boletín FAHHO se documenta de manera escrita el vínculo que establecemos entre los animales y el hombre; en las fotografías que compartimos del trabajo de Eduardo González apreciamos que, para capturar el momento en que un colibrí se posa sobre una flor, o cuando un hombre acaba de anotar un home run, lo único de lo que estamos seguros es de la velocidad del movimiento.

En el número 68 de la revista El Jolgorio Cultural se incluyen fotografías de Eduardo y una entrevista realizada por Alicia Huerta. Sigue este enlace para conocerlo.


Entre tonas y animales de barro

De la imaginación a la creación, el tramo puede ser largo o pequeño, y es bien sabido qué tan diversas son las formas para crear. En el arte popular los caminos pueden ser directos e indirectos, comenzar por la forma para encontrar la esencia o, por el contrario, iniciar con el fondo para encontrar las formas. Son varias las vías que las maestras y maestros artesanos encuentran para moldear sus piezas. La realidad inmediata permite un impulso creativo para pensar, reflexionar e imaginar el trabajo artesanal.

Es de admirar cómo se crean piezas a partir de la observación de la cotidianidad. En el barro policromado, por ejemplo, encontramos escenas que nos remontan al mercado de Ocotlán de Morelos, a los paisajes y nubes que pintó Rodolfo Morales hace años; a las fachadas de los monumentos arquitectónicos de Oaxaca o simplemente al trabajo que realizan los agricultores y pastores de las diferentes comunidades de los Valles Centrales. Si nos movemos a las tallas de madera, encontramos piezas zoomorfas, las cuales reivindican el significado que puede tener un animal en una comunidad y, aunque la relatividad del significado impera en todos los contextos sociales, no podemos negar uno de los orígenes de la talla de madera, también llamada por algunas comunidades: “tonas”.

Por esta razón es importante preguntarse: ¿Qué es la tona? Bueno, varios especialistas comentan que, en muchas de las comunidades del sureste del país, esta palabra hace referencia a una especie de animal protector que está ligado a nuestro día de nacimiento. Para saber nuestra tona se hace un especie de ritual en el que se dibuja un círculo de cal y se dice que el primer animalito que deje su huella en aquel círculo será nuestro protector, y que nuestro carácter estará forjado por lo que aquella especie simbolice. Este ritual toma su sentido en regiones de la Mixteca y Sierra oaxaqueña, en zonas de Chiapas, Veracruz y Guerrero. Esta práctica también es resultado de un sincretismo cultural; se comenta de voz en voz que, al momento de reconocer al recién nacido con la comunidad que lo arropará, se le regala una talla de madera para no olvidar su tona, para tenerlo presente. Esa tona es, entonces, el paso previo a la talla de madera decorada, su expresión más primigenia en la cultura y, también, bandera con la que se navega en los talleres para ofrecer al público, una “pieza de copal”.

La representación de animales en el arte popular es un trabajo constante que traspasa el plano figurativo. Para algunos maestros, como en el caso de Víctor Vásquez, de Santa María Tlahuitoltepec, la representación de algunos animales y su mezcla con elementos músico-culturales, tiene que ver con los recuerdos. Pero en el taller alfarero de Víctor, ¿cómo se originó la creación de animales con barro? Él nos compartió que, al migrar su abuela y mamá a la ciudad de México, “miraron que había representaciones de animales con arcilla”, ese fue un punto clave para la realización de este tipo de piezas.

Las cosas van cambiando y también las formas de nutrir la imaginación para seguir creando, por consiguiente, “la observación constante de libros de biología permite crear nuevas formas con el barro”, siempre y cuando nos gusten, comenta Víctor. Entre sus creaciones hay piezas muy singulares, por ejemplo: una orquesta que tiene mucho parecido a las bandas filarmónicas de la Sierra Norte, pero en esta, los músicos tienen rostros de conejos, cada uno con su instrumento, desde un tambor, una flauta transversal y una trompeta. Nos cuenta Víctor que estas piezas están relacionadas con su abuelo que fue músico, pero también con el rancho en el bosque donde vivía su mamá; ella miraba diferentes tipos de animales que posteriormente modelaba en barro, colocándoles diferentes tipos de instrumentos.

Sin lugar a duda, las representaciones de animales en los diferentes talleres de Arte Popular pueden tener historias personales, leyendas y mitos, desde las tallas de madera o “tonas”, hasta las piezas de alfarería: todas ellas contienen elementos culturales profundos que nos permiten admirar un bagaje riquísimo para crear y valorar lo hecho a mano, por maestras y maestros artesanos de Oaxaca.


Colaboraciones del Programa de Apoyo, Laboratorio de Diseño de Andares

El Programa de Apoyo al Arte Popular puso en marcha el desarrollo de piezas nuevas y especiales en colaboración con los maestros del arte popular y el Laboratorio de Diseño de Andares. Uno de los objetivos específicos del Laboratorio es ser una herramienta de apoyo para las familias de artesanos que desean explorar nuevas fronteras con sus técnicas. A continuación, presentamos el testimonio de dos familias que fueron beneficiadas por el programa.

Debido a la contingencia, no se realizaron visitas y seguimientos presenciales. La comunicación a distancia, a través de internet, nos introdujo en un nuevo medio para transmitir ideas, propuestas, resolver dudas y confirmar pedidos. También implicó el reto de organizar eficientemente el tiempo para brindar atención asertiva a cada grupo que lo requiriera.

Nos propusimos crear piezas que implicaran un reto técnico. Consideramos que este con confinamiento podía darnos a todos el tiempo para experimentar y proponer aquellas ideas, formas y diseños que habíamos imaginado en algún momento y que dejamos pendientes. Los resultados no dejan de maravillarnos: al no tener la presión de los tiempos de entrega, repetición de formas, diseños, y todo el estrés que implica la producción en un taller en tiempos normales, la capacidad creativa toma nueva inspiración y nos regala resultados asombrosos. Lo más importante en toda colaboración es partir de las bases técnicas y las formas tradicionales para crear algo nuevo, respetando y aprendiendo siempre de los saberes de los creadores del arte popular.

Dante Cruz Ojeda. Taller Sueño Zapoteco (cuatro familias). San Martín Tilcajete, Oaxaca. Talla de madera decorada a mano

Debido al estancamiento por el que atraviesan todos los sectores en mi comunidad, mi estado y mi país, en específico el sector turístico, nosotros los artesanos nos hemos visto muy afectados por la falta de la derrama económica que el turismo nacional e internacional nos deja.

La Fundación Harp Helú, a través de Andares —quienes nos han considerado para ser beneficiados con el programa de compras que tiene esta Fundación—, nos han generado un ingreso económico al solicitar nuestro trabajo con el concepto de “utilitarios e innovadores”. Por lo tanto, se está logrando mantener nuestro trabajo dentro del protocolo nacional de no salir de casa durante los periodos de cuarentena.

Con Andares, hemos encontrado eco en nuestra idea de innovar constantemente sobre el trabajo artesanal, realizando obras que sean utilitarias y decorativas de alta calidad y que rompan paradigmas. Lo más importante es que el trato para con los artesanos, siempre es de mucho respeto hacia el trabajo, dándole el valor justo a la artesanía, y siempre han demostrado valores humanos hacia nuestro sector.

El mayor reto fue adentrarnos en un tema deportivo del que, hasta la fecha, no teníamos el conocimiento sobre las reglas, el desarrollo de este y cómo lo juegan de manera profesional. Lo que finalmente nos sorprendió fue que, en realidad, sí se tenía anclado en nuestros juegos de la infancia con recuerdos entrañables, le denominábamos juego de batear, y cotidianamente solíamos jugar improvisando con una tabla (bat), una pelota con alguna tela o papel y piedras para señalar las bases. Lo jugábamos todas las tardes, una vez terminadas nuestras tareas asignadas, por lo que este reto se convirtió en una experiencia de recuerdos y emociones de nuestra infancia. Así que nos inspiró para retomar el antiguo nombre que le dábamos, juego de batear, y titular así a cada uno de estos trabajos que realizamos alusivos al juego de beisbol.

Los resultados nos parecen muy inspiradores, pues han generado infinidad de ideas creativas que ya tenemos planeadas, con la esperanza de realizarlas en un futuro próximo.

Damos el agradecimiento a la Fundación Harp Helú y a Andares por el trato que dan a los artesanos como nosotros y, sobre todo, porque en estos momentos de dificultades para nuestro sector nos han considerado, desinteresadamente, para ser parte de este programa que dirigen digna y humanitariamente. Esperamos que sigan adelante con estos programas que han significado un gran apoyo para nuestras familias.

Mujeres del barro rojo (ocho familias).
San Marcos Tlapazola, Oaxaca. Barro modelado a mano con engobe rojo

Con el taller Mujeres del barro rojo, tuvimos a favor el trabajo que se había realizado previamente con ellas, además de la confianza para poder expresar libremente las limitaciones y realidades de lo que podríamos lograr en conjunto. Las artesanas son maestras y poseedoras de los saberes de su barro; además de haber experimentado, y perfeccionado durante mucho tiempo, nuevos acabados que dan ese toque único a su marca. Se exploró el desarrollo de nuevas pichanchas o piezas utilitarias que tuvieran la misma textura y calado.

Elia MateoPara mí, el Programa es un beneficio para los artesanos, para nuestras familias. Gracias a la Fundación y a Andares por tomarnos en cuenta para esta compra; también para nosotras es un reto trabajar nuevas piezas, así vamos experimentando más.

Lo más complicado en las piezas que realicé fue el poner la otra parte del cuerpo, ahí es donde tengo que analizarlo muy bien, pensarlo muy bien: cómo es que debo hacer la pieza y darle sus pequeños detalles. Lo primero que hago es platicar con mi barro, saber qué es lo que tengo que hacer y dónde ponerle más empeño.

De mi parte, ha sido un experimento muy útil que va abriendo más mi mente y, aparte, mis manos ya tienen práctica de cómo levantar la pieza y cómo darle el acabado: esas piezas de dos cuerpos, ahí es donde experimento más.

Macrina MateoEstuvimos elaborando piezas: al principio, se nos complicó un poquito porque no lográbamos verlas y porque no pudieron llegar aquí a checar los pequeños detalles, aun así, logramos sacar las nuevas piezas

Me gustó mucho el resultado; al quemarlas nos dimos cuenta de que nos quedaron bien, estamos orgullosas de haber sacado todas las piezas. ¡Yo hice las ollas pichanchas!

Amalia CruzPara mí fue complicado trabajar porque no lo he hecho en esa forma; al final sí lo logré. Le pedí ayuda a mi hijo para que metiera a mi celular lo que usted mandaba después de que hablábamos, para ver que yo pudiera hacer la forma. Me gustó mucho el resultado, la forma y las medidas.

El grupo continúa experimentando con piezas de dos cuerpos. Decidimos explorar nuevas formas partiendo de este principio.

Todos estamos satisfechos con los resultados: nos queda el deseo conjunto de seguir experimentando con nuevos acabados y buscar propuestas de texturas para el futuro.

Para ver más resultados sobre el Programa de Apoyo a las familias de artesanos, visita nuestras redes sociales @AndaresDelArte


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