Los libros de Henestrosa: Una aproximación desde la Librería

He tenido oportunidad de escuchar cuando las personas dicen, justo en la entrada de la librería: “Mira, vamos a preguntar en esta biblioteca”; y también he sido testigo cuando pasan por alguna biblioteca preguntando si ahí venden tal o cual libro… No obstante, a pesar de la sospecha, creo que cuando cambian “librería” por “biblioteca”, y viceversa, no están tan equivocados: en ambos sitios los libros están expuestos para ser tomados, ¿no? Y cuando una entra en cualquiera de esos espacios también será tomada, irremediablemente, por las historias, los personajes, los escenarios. Hoy vengo a hablar sobre cómo cierto actor se ha presentado en la Librería Grañén Porrúa juguetón, adivinatorio, fantasmal y, como en el comentario de arriba, mezclando la esencia de dos espacios que terminan siendo similares.

En el marco del XX Aniversario de la Biblioteca Andrés Henestrosa, la Librería se unió con admiración y cariño a sus festejos; jugamos con la idea de librería-biblioteca y presentamos, en una mesa, al centro de una de nuestras salas, “Los libros de Henestrosa: Una aproximación desde la Librería”. Durante el mes de noviembre se han exhibido libros cuyos autores fueran los más entrañables para don Andrés —según la generosa labor arqueológica de los bibliotecarios y libreros, así como de Freddy Aguilar y Chey Rojas—, ya que ocupan un sitio importante en la Biblioteca. Autores como Franz Kafka, Sergio Pitol, José Revueltas, Elena Poniatowska, entre muchos más, conviven en la Librería. Cuando nos visiten, en Macedonio Alcalá 104, además de hojear y admirar muy de cerca estos libros, podrán comprarlos y, de alguna forma, si atendemos al relato de que don Andrés era un conversador nato y un elocuente narrador de historias, podemos estar seguros de que fue él mismo quien nos los recomendó.

Esta invitación es para visitar la Librería, en primer lugar, pero también para que se acerquen a la Biblioteca Henestrosa, porque, como decía, ambos sitios están hechos para que las personas reconozcan en las letras de otras y otros, parte de la humanidad que por estos tiempos extraños se nos desdibuja. ¿Se imaginan a don Andrés caminando frente a los estantes de su biblioteca, admirando y hojeando sus ejemplares más queridos? ¿Cuál habrá sido su lectura más frecuente? ¿Qué libro habrá dejado a medias? ¿Qué otro habrá querido releer sin haberlo logrado o cuál habrá sido el que más recomendó? Cuestiones que no forman parte de la historia de la literatura, seguramente, pero que vuelven entrañable la visita a la Biblioteca, y, por qué no, a la Librería.

Durante las semanas en que ha estado la mesa con libros y un letrero que hace referencia a Andrés Henestrosa, los ejemplares se desacomodan, cambian de posición, se van, son hojeados; las personas que nos visitan leen la contraportada, se preguntan, nos preguntan; somos testigos del momento en que un libro encuentra a su lector. En otras ocasiones, quienes asisten a la Librería entran sin decir palabra, llegan con las manos enterradas en las bolsas traseras del pantalón, dan un vistazo a los libros y se van. Pero los momentos extraordinarios suceden cuando alguna persona —jovencita, niño, muchacho— revisa libro por libro: los miran de lejos, los toman entre sus manos, leen las primeras páginas, los pesan con ambas manos, acarician su canto con la yema del dedo índice, y se van. A veces los compran, a veces los esconden detrás de una fila de libros para volver por ellos.

Por otro lado, en las librerías hay ejemplares que no se dejan “desentrañar” del todo porque vienen envueltos en ese plástico que los protege de manos que traen toda la calle a cuestas, así que resta pedir al librero que, por favor, haga los honores de abrir el ejemplar para nuestro deleite. En las bibliotecas, por su parte, ha caído tanto polvo que resulta una alergia soplar encima de los libros para consultarlos. Pero incluso así, con todo y polvo, ahí estamos.

Hacemos extensiva la invitación para que se dejen sorprender por los libros de Henestrosa, les esperamos en la Librería Grañén Porrúa de 9 de la mañana a 8 de la noche.


Cacao postal: El dulce encuentro de tres amantes del cacao y la filatelia

Fotografías: Acervo Museo Palacio Postal.

El cacao y el chocolate son auténticas joyas en el tesoro de la identidad oaxaqueña. Desde que amanece, el pan tradicional se convierte en la compañía perfecta de una taza de chocolate preparado con leche o agua. En las diferentes regiones del estado, el legado del cacao se encuentra en la creación de diversas bebidas que disfrutamos en diferentes épocas del año. Imagina saborear un champurrado, con masa de maíz, o refrescarte con un tejate hecho con maíz tostado y flores de cacao, ¡simplemente delicioso! Y si buscas algo realmente único, el bupu es la opción, con esos pétalos secos de un árbol conocido en el Istmo de Tehuantepec como guie’chachi o flor de mayo.

Asimismo, el alma del cacao perdura en el chocolate, cuyo tradicional proceso de elaboración ha sido transmitido de generación en generación durante cientos de años. Los granos se muelen en un molino o metate, se mezclan con almendras, azúcar y canela para obtener un chocolate dulce, o con chiles y especias para preparar uno picante. De ahí nacen los famosos moles rojo y negro, que hacen feliz a cualquier paladar. El cacao y el chocolate son las estrellas en nuestras festividades, tanto en bautizos, bodas o mayordomías, como en velorios y misas de nueve días, además de que no pueden faltar en las ofrendas del Día de Muertos.

Es la pasión por el cacao y la filatelia la que ha desencadenado un dulce encuentro entre tres instituciones: el Museo de la Filatelia de Oaxaca, el Museo del Chocolate (MUCHO ) y Correos de México, dando origen a la fascinante exposición “Cacao Postal”. Esta muestra fusiona las ricas colecciones filatélicas de dichas instituciones, compuestas por más de 300 piezas provenientes de 55 países. Incluyendo timbres, sobres, tarjetas postales y hojas conmemorativas, tales piezas nos guían a lo largo de un fascinante viaje que explora la historia, la cultura y la sostenibilidad de este querido producto.

El viaje inició en septiembre de 2022 en el Mufi, donde se estableció una conexión profunda con las tradiciones ancestrales del cacao y el respeto por la tierra. En este escenario, la exposición se sumergió en una colaboración inspiradora con expertos chocolateros, quienes, junto con los visitantes, exploraron la química y la maleabilidad del chocolate, dándole vida a diversas formas y figuras creativas. Además, charlas, conferencias y degustaciones lideradas por productores locales llevaron a la audiencia a un emocionante viaje sensorial, revelando los misterios ocultos detrás de la creación del chocolate. Esta exposición no solo celebró el arte y la ciencia del cacao, sino que también promovió activamente el consumo local y artesanal. Fue un viaje repleto de sabor y diversión que dejó a todos los asistentes ¡con recuerdos deliciosamente duraderos!

En marzo de 2023, la travesía continuó en el MUCHO, en la Ciudad de México. Dentro de este recinto se reimaginó la colección y se presentó una monografía actual del cacao, en la cual se destacó su transformación histórica, no solo en términos de geografía y economía, sino también en la perspectiva cultural de cada país en relación con lo que se considera el “alimento de los dioses”. Por medio de diversos recursos expositivos, se exploró la difusión del cultivo de cacao y las diferentes curvas de producción que varían de un país a otro. ¡Fue una celebración total!, en donde se degustaron nuevos y variados sabores. A su vez, se promovió el intercambio a través de su estación postal, lo cual alentó a los visitantes a enviar y compartir mensajes.

El viaje llegó a su destino en octubre de 2023, en el Palacio Postal, también en la Ciudad de México, convirtiéndose en una auténtica fiesta. La colección se reinterpretó una vez más, esta vez incorporando el arte a través de obras pictóricas que se integran con la belleza del diseño de las piezas filatélicas. Los colores brillan, como los vivos tonos de las vainas de cacao, reflejando la diversidad en su máxima expresión. Además, la exhibición incluye una variada colección de objetos vinculados con la preparación y el consumo del cacao. Cada uno de estos objetos cuenta historias de ingenio humano, revelando así el impacto cultural y alimentario profundo que el cacao ha tenido en todo el mundo. Este emocionante viaje alcanzará su dulce conclusión este diciembre con el cierre de la exposición.

Estamos seguros de que este fascinante recorrido ha estimulado los sentidos de los asistentes al revelar cómo una pequeña semilla amarga de la selva tropical se convierte en un manjar exquisito que, al igual que los timbres postales, ha viajado por todos los rincones del mundo.

Estamos convencidos de que nuestra pasión compartida por el cacao y la filatelia nos llevará a embarcarnos en un próximo y delicioso viaje que ofrezca una experiencia enriquecedora para el deleite de nuestros visitantes.


Los Presentes, de Juan José Arreola

La coordinación del proceso de creación de una obra implica revisar, ordenar y seleccionar los textos para su posterior publicación, lo que conlleva gran responsabilidad, más aún cuando los autores que serán publicados son prácticamente desconocidos. Juan José Arreola inicia en 1950 su trabajo como editor en la Ciudad de México, donde funda y dirige una serie de cuadernos o plaquettes llamados Los Presentes, nombre que le da en homenaje al gran tipógrafo Ignacio Cumplido y a su Presente amistoso para las señoritas mexicanas. Arreola, junto con Ernesto Mejía Sánchez, Jorge Hernández Campos y Henrique González Casanova, edita la primera serie de estos plaquettes, mientras Alí Chumacero se encarga de diseñar algunos números.

Los Presentes son pequeñas obras escritas por amigos de Juan José Arreola, una publicación de circulación restringida, con un tiraje aproximado de 100 ejemplares, firmados por cada autor para los suscriptores de la colección y 25 ejemplares fuera de comercio. Consistían en pequeños cuadernos de entre ocho y veinte páginas, cada uno mostraba en su cubierta el nombre del autor, el título y una viñeta, varias de ellas hechas por Ricardo Martínez.

El propósito de Los Presentes, según Arreola, era “hacer los libros más baratos que puedan editarse en México, editar en las condiciones más favorables para los autores jóvenes las obras que éstos escriban… Los Presentes quieren editar todas las nuevas obras de los valores literarios desconocidos, sin vejaciones de parte del editor, sin esperas humillantes, sin miradas desde las alturas, que su pensamiento sea leído, escuchado, entendido, admirado o criticado, pero ante todo el mundo de pie como una lucha valiente y joven”.

En esta colección, varios escritores publicaron sus primeras páginas, entre ellos Ernesto Mejía Sánchez, Francisco Tario, Carlos Pellicer, Juan José Arreola, Rubén Bonifaz Nuño, por citar algunos. Juan Soriano colaboró con las ilustraciones para el número especial dedicado a Sor Juana Inés de la Cruz.

Mención aparte merece el número cuatro, en donde encontramos los cuentos “El Lay de Aristóteles”, “El discípulo”, “La canción de Peronelle”, “Epitafio para una tumba desconocida”, “Apuntes de un rencoroso”; cuentos que serían un anticipo de Confabulario, de la autoría de Arreola y que se editó hasta 1952.

La primera serie de Los Presentes constó de nueve cuadernos (plaquettes) y un libro que lleva por título Breve diario de un amor perdido, de Francisco Tario, publicado en México en 1951. En total fueron diez títulos, todos ellos consideradas joyas bibliográficas.

La segunda serie, editada solo por Arreola en 1954, concretó su vocación editorial, gracias a las óperas primas con las que inició la colección: Lilus Kikus de Elena Poniatowska (con una viñeta que muestra tres hongos pequeños coloreados con acuarela y pincel, según palabras de Arreola, por el propio Salvador Garduño, ejemplar por ejemplar); Los días enmascarados, de Carlos Fuentes; Fin, de Archibaldo Burns; Ausencias, de Carlos Valdés; otros autores son José Luis Martínez, Ramón Xirau, Alfonso Reyes, Ricardo Garibay, José Luis González, Mauricio de la Selva, Augusto Monterroso. Durante esta época muchos autores de renombre buscaron que Arreola fuera su editor, tal es el caso de Gabriel García Márquez, a quien desafortunadamente no le pudo publicar su libro.

Un dato curioso: se dice que de esta segunda serie, Arreola logró publicar unos sesenta números y cuando traspasa la editorial se publicaron más de cuarenta, por lo que la colección pasó a tener más de cien títulos.

Los Presentes es considerada como un semillero de la literatura mexicana de la mitad del siglo XX.


Testimonios de la Hacienda Buenavista de los padres betlemitas

Dentro de los muchos tesoros que resguarda la Biblioteca Francisco de Burgoa, se encuentra un expediente valioso relativo a una hacienda denominada Buenavista1. Está conformado por varios cuadernillos, de los que 25 aparecen numerados consecutivamente mientras que el resto no lo están. Todos ellos fueron cocidos dando forma a un libro. Es probable que debido a la manipulación de los documentos por los constantes litigios en los que estuvieron involucrados los diferentes dueños de la propiedad, ya no fueron integrados de manera ordenada, ya que su numeración aparece intercalada. El total de fojas que lo conforma es de setecientas doce.

Los betlemitas eran una hermandad de la congregación de los hermanos de Belén que nació en la capitanía de Guatemala a mediados del siglo XVIII. Su nombre, al inicio, era conocido como Compañía de los hermanos betlemitas de los hospitales de los pobres convalecientes en las indias occidentales.2 Fue gracias a los donativos de benefactores acaudalados y sus herencias que se vio beneficiado el crecimiento de esta orden en Nueva España. Se establecieron en Oaxaca en 1685 aproximadamente. Entre los servicios que prestaron a la comunidad estuvo el hospitalario para enfermos convalecientes y la enseñanza de primeras letras. Para el financiamiento del complejo de los hermanos de Belén en dicha ciudad, entre otros ingresos, les fue de gran ayuda la hacienda de Santo Domingo Buenavista, sobre todo para el sostenimiento del Hospital de Nuestra Señora de Guadalupe que tenían a su cargo.3

En el documento que se describe en el cuadernillo núm. 20 se encuentra una escritura de compraventa fechada el 6 de noviembre de 1738, donde se reconocen como propietarios de la hacienda a los betlemitas, pero el legajo también incluye documentación antecedente de los primeros dueños de la propiedad. El primero de los nombres que se registran se remonta al año 1538, que, mediante una real provisión como título, designaba a don Manuel Zepeda Medinillas como dueño. El 18 de junio de 1601 la adquirió el canónigo Cristóbal de Rojas Maldonado. Cabe mencionar que durante este periodo se fueron adquiriendo otras caballerías de tierra, así como licencias para estancias de ganado menor, como se describe en el cuadernillo 4, el cual consiste en un testimonio del título y cuenta de la estancia de ganado menor llamada Sobaguiá, vendida por don Gaspar Calderón a Andrés de la Sierra el 26 de enero de 1620. Por otro lado, el cuadernillo 11 trata de mandamientos de repartimiento de indios para el servicio de las estancias. El número 13 es una petición y proveimiento contra los indios de Tlacochahuaya y otros tantos simples de peticiones sobre juicios de tierras y pleito con los indios.

Después que los padres betlemitas adquirieron la hacienda en 1738, realizaron gestiones ante la real audiencia de la Nueva España, mismas que quedaron asentadas en los cuadernillos; por ejemplo, el número 21 es una real provisión despachada el 21 de octubre de 1740 para amojonamiento y deslinde de las tierras de la hacienda. El motivo de esto, probablemente, debió ser por un pleito con los naturales del pueblo de Tlacochahuaya. Dentro de los cuadernillos sin numerar se encuentra una probanza de información de los padres motivada por un reclamo de tierra perteneciente a estos y requerida por el mencionado pueblo. Otros pueblos que se refieren en el documento y con quienes también tuvieron conflicto los religiosos y anteriores propietarios son Macuilzochil, San Juan Guelavía y Teotitlán del Valle.

Pese a todos estos datos, no pude encontrar información sobre la localización exacta de esta hacienda, pero tomando como referencia los pueblos mencionados podemos suponer que la propiedad se localizaba entre estos, enclavados en el Valle de Tlacolula. En un mapa del AGN publicado en el libro Pueblos en movimiento, conflicto y poder en el Valle de Tlacolula,4 aparece la siguiente anotación: “en este rumbo siguen pleito con los p.p. betlemitas”, la cual quedó registrada en el plano, entre el barrio de San Sebastián y el pueblo San Jerónimo, ambos pertenecientes a Tlacochahuaya.

Este documento puede ser de gran utilidad para todos aquellos interesados en el estudio de las haciendas, ya que, mediante un análisis serio y profundo, podría aportar datos relevantes para continuar enriqueciendo la historiografía regional de Oaxaca.

1 Colección documental de la Biblioteca Francisco de Burgoa, Sección Gobierno, Serie Religiosos, Subserie Betlemitas.

2 Patiño Chávez, María Monserrat, Historia bethlehemitica 1723, análisis historiográfico, Universidad Iberoamericana, 1981, p. 279, [Consultado en línea 27/10/2023] disponible en: https://ri.ibero.mx/bitstream/handle/ibero/2487/016855s.pdf?sequence=1&isAllowed=y

3 Taylor, W. B., “Haciendas coloniales en el valle de Oaxaca”, Historia Mexicana, 23(2), 1973, pp. 284– 329, [Consultado en línea 27/10/2023] disponible en: https://historiamexicana.colmex.mx/index.php/RHM/article/view/2959; Muriel, Josefina, Hospitales de la Nueva España. Tomo II, Fundaciones de los siglos XVII Y XVIII, México, UNAM, 1991, p. 444, [Consultado en línea 27/10/2023] disponible en: https://historicas.unam.mx/publicaciones/publicadigital/libros/hospitales/hne_t2.html O´ Gorman, Edmundo, “Crónica mexicana de los religiosos hospitalarios betlemitas escrita por un hermano del instituto por los años 1688-1689. (Fragmento)”, Boletín del AGN, México, 3(31), 1986, pp. 79-80; [Consultado en línea 27/10/2023] disponible en: https://bagn.archivos.gob.mx/index.php/legajos/article/view/1562

4 Cruz López, Beatriz, Pueblos en movimiento, conflicto y poder en el Valle de Tlacolula, Oaxaca, durante la época colonial, Zamora, Michoacán, Colegio de Michoacán, 2012, p. 54.


Datos desconocidos sobre la fundación de Santa María Ixcotel

Detalle del “Proyecto de la Carta de alrededores de Oaxaca” de 1910. Mapoteca Orozco y Berra.

No sabemos mucho sobre los orígenes de las comunidades indígenas establecidas inmediatamente alrededor de la ciudad española de Antequera. Santa María Oaxaca (El Marquesado) fue establecida, al parecer, en 1529 por los nahuas que fueron expulsados de donde se fundó la villa española. La primera mención que conozco de los barrios de Suchimilco y México (¿Mexicapan?) es de 1531, desconociéndose el año de su fundación, que, posiblemente, llevaron a cabo nahuas que vinieron en las campañas de los hermanos Alvarado hacia Guatemala.1 Los orígenes de Jalatlaco, barrio multiétnico, son desconocidos, aunque existen leyendas posteriores. Otros pueblos ya estaban establecidos hacia mediados del siglo XVI, entre ellos Chapultepec, Quauhtengo (San Luis Beltrán), Xoxocoyoltengo (San Felipe el Agua), Huayapan, Istepetlapan (Yatareni) y San Francisco Tutla.2 El pueblo de Xoxocotlán tiene, al parecer, otro origen, ya que fue fundado, cerca de las ruinas del Cuilapan prehispánico, por mixtecos en parte provenientes de Mexicatepec el o cerrito entre la URSE y San Antonio de la Cal, cuando fueron expulsados de allí en fechas muy tempranas por los dominicos al establecer su hacienda del Rosario.3 Otras comunidades surgieron todavía más tarde, entre ellas Santa Lucía del Camino en el camino real a Tehuantepec. Todos estos pueblos, con la excepción de Jalatlaco, eran parte del Marquesado de Hernán Cortés. De esta manera, la ciudad española se vio rodeada de comunidades de otra jurisdicción.

Aquí me enfoco en el origen de otro pueblo fundado aún más tarde, a saber, Santa María Ixcotel, donde hoy se encuentra el Archivo General del Estado. Esto a raíz de la exposición “Ixcotel, Memoria, Comunidad y Tradición” realizada por el archivo con la participación de la comunidad de Ixcotel y abierta desde el 20 de octubre y hasta diciembre. Al parecer, el pueblo de Santa María Ixcotel fue fundado alrededor de 1660 sobre una loma conocida como Las Peñuelas, en los límites de la ciudad de Antequera. Cerca de aquí estaba un mogote o cerrito de peñas blancas, las que probablemente dieron el nombre al pueblo, ya que ixcotetl significa ‘frente a la piedra’. En lo alto de estas peñas estaba esculpida, desde años anteriores, una cruz que marcó la división entre la ciudad y Santa Lucía, esta última perteneciente al Marquesado de Cortés. La cruz era conocida como el límite de la ciudad, ya que se veía desde el camino hacia el Istmo que pasaba justo al sur del cerrito.4

Existen indicios de la importancia de este lugar liminar. Cuando en 1661 los zapotecos, mixes y chontales se sublevaron en una gran rebelión y expulsaron a los españoles de sus territorios, el intercambio de rehenes se dio sobre Las Peñuelas. Por ejemplo, el intérprete Martín López de Villa Alta y su compadre Gregorio Álvarez fueron arrestados durante su huída de Villa Alta, en el pueblo de San Francisco Cajonos. Un fraile estacionado allí convenció a los rebeldes de salvarles la vida y entregarlos en Oaxaca. Los dos españoles, junto con un esclavo negro, fueron conducidos por los caminos hasta llegar “al sitio de Las Peñuelas, un cuarto de legua de la ciudad, [donde] le[s] quitaron los presos con que volvieron los indios que los llevaban, a sus pueblos, donde hicieron diferentes juntas en orden a continuar con sus libertades y desafueros”.5

Encontramos más información en el expediente de un recorrido por los límites de la ciudad y del marquesado de 1686. Cito la parte relevante, cuando la comitiva va llegando a Un pueblo pequeño que [tiene] hasta veinte casados que se llama Santa María Yxcotetl. Y actualmente están fabricando y alevantando hermita de su advocación. Y preguntando a dichos naturales vecinos de él si tenía en él alcalde y oficiales de república respondió mediante el dicho intérprete uno de ellos llamado Juan Francisco no tenerlo y que estan sujeto al barrio de Xalatlaco de indios mexicanos, arrabal de la dicha ciudad de Antequera, y los naturales del dicho pueblo de Santa Lucía dijeron que habrá tiempo de veinte y seis años que se agregaron por terrazgueros del dicho de Santa Lucía y han querido fundar su pueblo y separarse y que pedían a Su Merced que el presente escribano fuese a dar fe de un rótulo que está en la puerta de la dicha hermita que está acabada; que habiendolo visto y registrado, dice así en números castellanos ‘1660 años’ lo cual certifico en debida forma. Y que estando presentes Antonio Hernández [y] Juan Francisco vecinos de dicho pueblo de Yxcotetl dijeron mediante el dicho intérprete que tienen por costumbre pagar cada vecino de él a la ciudad de Antequera cuatro reales cada año a sus regidores de ella por vía de terrazgo.6

En estos años aún no se menciona la explotación de la piedra de cantera. Los primeros bancos de cantera estaban más cerca de la ciudad, por el rumbo de Jalatlaco. En un informe de 1579 sobre Antequera, dirigido al rey de España, se declaró que:

Hay, a un tiro de piedra della, una cantera de donde se saca la piedra franca, es una piedra blanca, blanda y fácil de labrar, en la cual se pueden sacar todas las molduras y figuras que en ella se quisieren hacer. Sacan las piezas y pedazos del tamaño que quieren. Sirve esta piedra de hacer pilares, portadas, y de adornar las esquinas de los edificios y casas.7

Era poca piedra la que se explotaba, ya que la mayoría de las construcciones era de adobe. Pero durante el siglo XVIII, el lucrativo negocio de la grana cochinilla, mayoritariamente en manos de la Iglesia, produjo un verdadero boom de reconstrucciones de templos y casas en cantera, transformando el pueblo de adobe en la Verde Antequera.

La demanda de esta piedra era grande y se comenzó a explotar en Ixcotel. Llegando a 1777, se informó:

En este pueblo están las canteras de donde se saca toda la piedra que se gasta en las fábricas de casas y templos de la ciudad de Antequera, de las cuales está apoderada dicha ciudad, y los indios del pueblo son los barreteros e cortan y sacan dicha piedra, la cual es de un color azufrado. También hay otra calidad de piedra blanca y blanda de la cual hacen famosas imágenes y portadas, como son las de las iglesias de Santo Domingo y Nuestra Señora de la Soledad de Oaxaca y la de Xalatlaco.8

Esta era la situación hasta mediados del siglo XX, cuando, poco a poco, la explotación de cantera fue disminuyendo hasta extinguirse y el pueblo se fue integrando a la gran mancha de la ciudad.

1 Doesburg, Sebastián van. 2022. Conquista y colonización en Oaxaca. El juicio de residencia de Juan Peláez de Berrio (1531-1534). Instituto de Investigaciones Jurídicas, UNAM, p. 465.

2 Estos son los pueblos mencionados en 1579-1580 en las Relaciones Geográficas de Cuilapan y Teozapotlán (Zaachila), véase Acuña, René. 1984. Relaciones Geográficas Siglo XVI: Antequera, tomo 1 y 2. Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM.

3 Doesburg, Sebastián van (Edición / Introducción, transcripción y notas). 2009. Levanto, fray Leonardo. Protocolo y razón sumaria del archivo de este convento de Nuestro Padre Santo Domingo (1709), p. 54 – 55 Secretaría de Cultura de Oaxaca / Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca.

4 Archivo General de la Nación, Hospital de Jesús, vol. 163, exp. 6. 1686. Recorrido por los límites del Marquesado y la ciudad de Antequera (publicado en Doesburg, 475 años de la fundación de Oaxaca, vol. 1: 102-109).

5 Torres, Juan de. 1662. Relación de lo svcedido en las provincias de Nexapa, Yztepex, y la Villa Alta. Inqvietvdes de los indios svs natvrales. Castigos en ellos hechos. Y satisfacion qve se dio a la jvsticia, redvciendolos a la paz, qvietvd, y obediencia devida a sv magestad, y a svs reales ministros. En la imprenta de Juan Ruiz, México, f. 21r.

6 Véase referencia en la nota 4.

7 Acuña René. Relaciones Geográficas Siglo XVI: Antequera, tomo 1, p. 37, Instituto de Investigaciones Históricas, UNAM. Hasta los primeros años del siglo XX operaba en Jalatlaco la Cantera Antigua o la Cantera de Tepeaca. En un mapa de Jalatlaco de 1907 (Mapoteca Orozco y Berra, 3407-CGE-7272-A) se señalan todavía tres “canteras” en este barrio. Todas fueron rellenadas en años posteriores.

8 Esperza, Manuel. 1994. Relaciones geográficas de Oaxaca, 1777-1778. CIESAS, p. 406.


Guerreros unió a los hermanos Zamudio en el profesionalismo

Fotografía: Eduardo González

El beisbol es un deporte donde brillan las grandes jugadas, las victorias, las derrotas, las estadísticas, los récords, pero también datos curiosos y anécdotas familiares que hacen que el rey de los deportes siga siendo espectacular. La Liga Invernal Mexicana, en su edición 2023, nos trajo por primera vez en la organización bélica la historia de dos hermanos que, por primera vez también para ellos, están jugando juntos en un equipo profesional.

Nos referimos a los hermanos Zamudio. Kevin, el mayor de los Zamudio, cuenta ya con cuatro años como pelotero profesional en México con equipos como Leones de Yucatán, Mariachis de Guadalajara y Guerreros de Oaxaca. Considerado un pelotero con mucho poder en sus muñecas, Kevin fue firmado por la organización de los Cachorros de Chicago en Estados Unidos en el año 2015.

Edwin, el menor, fue firmado por la organización de los Diablos Rojos del México en 2018, para participar en los cursos del 2018 y 2019 en la Academia de Beisbol Alfredo Harp Helú en San Bartolo Coyotepec, Oax. El éxito de Edwin fue tanto que, en ese 2019, la organización de Tampa Bay de Mayor League Baseball terminó por contratarlo, con lo que el menor de los Zamudio da continuidad a su búsqueda de jugar el mejor beisbol del mundo.

Pronto, la Liga Invernal Mexicana y Guerreros de Oaxaca unieron a la familia Zamudio en un equipo profesional, haciendo de estos dos una mancuerna impresionante, ya que Edwin es un gran lanzador, con mucha potencia en su brazo derecho, y Kevin un receptor que tiene una defensiva muy buena. En varios encuentros el mánager de la tribu zapoteca, José Toro Macias los ha puesto a trabajar en el mismo inning y la química que existe entre ellos dos es muy notable.

“Es un sueño que teníamos en mente desde pequeños, conforme pasaban los años se veía difícil que se fuera a cumplir por lo que cada uno tomó rumbos diferentes y qué bueno que esta liga invernal y Oaxaca nos hayan unido para jugar juntos por primera vez a nivel profesional, es muy significativo para mí”, declaró Edwin Zamudio.

“Contento de trabajar con mi hermano, desde pequeños jugábamos en las ligas en Tijuana, pero nunca a nivel profesional, hasta ahora. Este invierno es muy significativo para mí y mi familia”, manifestó Kevin Zamudio.


Taller Estrella de Colores

Teotitlán del Valle es uno de los lugares en los que la tradición y la creatividad se entretejen para crear genuinas obras de arte, entre las que se distingue la producción artesanal de tapetes multicolores. Desde el camino que se recorre para entrar al pueblo, se pueden ver los talleres familiares de artesanos que continúan tejiendo en los telares, y transmiten sus conocimientos a las nuevas generaciones.

Eloy Sosa Vicente es artesano de quinta generación, lleva 40 años trabajando en el telar de pedal. Empezó a trabajar a la edad de 10 años, ayudando a lavar la lana, a desenredar hilos, a hacer los canillos y a pasarle las madejas a sus hermanos mayores, que ya eran tejedores.

Todo lo que sabe lo aprendió en casa mientras veía a su familia trabajar. Sus padres le enseñaron a teñir la lana utilizando diferentes plantas, minerales e insectos como el huizache, el añil, la cochinilla, la granada, el palo de águila, entre otros.

Actualmente, Eloy trabaja en el taller Estrella de colores junto a su esposa Delfina Ruíz y sus hijos. Una de las razones por las que ama trabajar en el telar es porque está más tiempo en casa y convive con su familia. Nunca ha pensado en salir de su pueblo ni dejar de tejer; se siente muy orgulloso de ser artesano y de que sus hijos también lo sean.

Cada pieza que tejen en su taller lleva incontables horas, días, incluso semanas de trabajo; se trata de una labor muy detallada en la que plasman sus emociones, y conforme avanzan en el tejido le van dando vida al tapete.

Pueden encontrar tapetes del taller Estrella de colores en Andares del arte popular. Los invitamos a visitarnos en Avenida Independencia 1003, Centro, y a sumarse a la causa de apoyar el trabajo de los artesanos, lo hecho a mano y hecho en Oaxaca.


Proyecto de actualización del Fondo documental del Instituto de Ciencias y Artes del Estado de Oaxaca

Fotografías: Acervo Adabi Oaxaca

El trabajo en los archivos es una labor que se encuentra en una dinámica constante. La aplicación de procedimientos de organización, ordenación, descripción y, en algunos casos, la digitalización de conjuntos documentales, se realizan con el fin de poner a disposición del público la riqueza informativa de los expedientes que los conforman. Sin embargo, existen ocasiones en las que, a pesar de contar con archivos ya organizados, las prácticas inadecuadas en su manejo y control hacen necesario revisarlos para garantizar la integridad de su organización previa.

Un ejemplo claro es el Fondo documental del Instituto de Ciencias y Artes del Estado, organismo que es el antecedente inmediato de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. Este archivo preserva la trayectoria académica, administrativa y cultural de la primera institución de educación superior en Oaxaca. En sus aulas se formaron distinguidos personajes oaxaqueños, quienes desempeñaron funciones significativas en las esferas políticas y sociales del estado y del país, tales como: Benito Juárez, Porfirio Díaz, Matías Romero, Manuel Dublán, Ignacio Mariscal, Emilio Pimentel, Aurelio Valdivieso, Ramón Pardo, entre otros.

Por la importancia de estos documentos para la historia de Oaxaca, personal asignado de la Biblioteca Fray Francisco de Burgoa, en colaboración con Adabi Oaxaca, realizó esfuerzos significativos para actualizar la organización y conservación de la documentación, teniendo como referente el tratamiento archivístico anterior realizado por Adabi de México, asociación que participó asesorando y operando en conjunto con el personal de la Biblioteca Burgoa en el trabajo de actualización. Dentro de las actividades llevadas a cabo en este proyecto, se enlistan las siguientes:

  • Diagnóstico del Fondo que consistió en cotejar el contenido de la caja, de manera que los expedientes físicos correspondieran a lo indicado en la etiqueta.
  • Confirmar que la clasificación existente coincidiera con el contenido del expediente, en caso contrario, se le asignó la clasificación correcta.
  • El retiro de elementos metálicos de los documentos como clips, grapas, broches, etc.
  • Se realizó la ordenación y resguardo de manera alfabética y cronológica, al mismo tiempo se levantó el inventario correspondiente a la documentación.
Fotografías: Acervo Adabi Oaxaca

El resultado de esta tarea fue la revisión de un total de 531 cajas que contienen 8082 expedientes con una cronología de 1827 a 1954. Dentro del universo de la documentación del archivo podemos encontrar información de diversa índole, como el libro de actas fundacionales del Instituto, programas de estudio, exámenes de titulación, tesis, expedientes de alumnos, libros de usuarios de la biblioteca del Instituto, programas y convocatorias de eventos deportivos, conciertos, sesiones científico literarias, juegos florales, conferencias, concursos, inventarios del museo del Instituto, informes del observatorio meteorológico instalado en la escuela y muchos documentos más.

El inventario obtenido es el instrumento que permitirá el control y acceso a la información que resguarda esta histórica institución de nivel superior en el Estado, trabajo con el que se logra la disponibilidad para ser objeto de estudio.


Mundos posibles: Imaginación y vida cotidiana

La imaginación es la facultad de hallar
relaciones ocultas entre las cosas.

Octavio Paz

Según el pintor Paul Klee, el mundo está habitado por dibujos que caminan; las ciudades, los mares y los bosques son pinturas realizadas por alguien. Para el escritor Gabriel Zaid no existen los taxis, se han hallado vestigios y algunas personas afirman que los recuerdan, pero en realidad nadie ha visto un taxi. De acuerdo con las investigaciones de Eliot Weinberger, hasta el siglo XI, en Europa, se creía que en la India había una raza de hombres con alas, y que vivían en los árboles.

Cuando asimilamos una experiencia, normalmente la construimos como un relato: intentamos hallar un principio y un final, y apegarnos a lo que llamamos realidad. En los seres humanos el proceso biológico de percibir algo tarda 100 milisegundos; quizá esa condición es la que hace aparecer la idea de tiempo y la necesidad de una narración.

Y si sumamos una experiencia a otra, y a otra, y a otras, la narración que resulta es la vida; por ello, cuando escuchamos historias o episodios que alguien ha vivido, sentimos una sensación similar a la que queda cuando leemos un libro, tal vez por eso es tan atractiva la literatura.

En la exposición “Mundos posibles”, del Centro Cultural San Pablo, tenemos un viaje al pasado narrado en Xolita en el Templo Mayor; esta historia presenta un mundo antiguo comprendido con empatía, una ciudad y sus habitantes que resultan tan amables, tan extraños y tan misteriosos como cualquier ser humano de esta época.

También encontramos la historia de una iguana en busca de su propia identidad, que para reconocerse debe visitar las ocho regiones de Oaxaca. Esta obra de teatro está basada en el libro Las 8 joyas de Igu, y permite comprender que la identidad es una condición emergente y funcional.

La exhibición incluye también la historia de un piloto de globos aerostáticos con máscara de elefante, que inicia un viaje con su hija como copiloto y, en medio de las dificultades del vuelo, redescubren el inmenso afecto que los une.

Cada objeto de esta exposición nos invita a construir nuevos relatos, a inventar otras aventuras para los personajes, a pensar en la vida como literatura, y a incorporar la imaginación como un recurso habitual de pensamiento en la vida cotidiana.


El imaginario salvaje de Luis Pablo

Desde la inspiración y la destreza emerge un mundo lleno de criaturas fantásticas traídas a la vida por Luis Pablo, maestro oaxaqueño. Originario de Oaxaca de Juárez, Luis Pablo Mendoza ha dedicado más de la mitad de su vida a la talla de madera para crear criaturas y seres que nos invitan a soñar e imaginar. Esta labor ha sido su pasión y ha contribuido a que su nombre resuene por todo el mundo a través de un camino tan único como sus creaciones.

Desde temprana edad mostró gran interés en los trabajos que no solo requerían destreza manual, sino una gran imaginación e inventiva para resolverlos.

De entre sus anécdotas, recuerda cómo solía arreglar juguetes dañados de vecinos y conocidos. También aquella ocasión en la que se empeñó durante meses en descubrir cómo funcionaban los papalotes que desplegaban sus alas o de cuando se dedicó a tallar una reproducción de la Venus del Milo en un gis para pizarrón, porque lo vio en un programa de televisión.

Ese era Luis Pablo. Un niño curioso, creativo, dispuesto a encontrar los miles de ángulos desde los que se puede ver el mundo.

En uno de sus primeros trabajos descubrió su inclinación hacia la escultura y la expresión artística la cual, aunada a su fascinación por los animales que veía en fotografías de revistas, lo llevó a ejercer la talla de alebrijes de manera profesional. A partir de ese momento dedicó su tiempo y esfuerzo a aprender estas técnicas y aplicar sus propias reglas al distanciarse de lo tradicional para dar lugar a su propia visión.

Luis Pablo es un apasionado de la experimentación, el trabajo constante y la imaginación. Su proceso creativo inicia con la inspiración, donde salir a caminar con su familia por el centro de la ciudad de Oaxaca es una fuente inagotable de ella; sigue con la selección de la madera de copal, trazado, cincelado, tallado y pintado. En palabras de Luis Pablo, crear el diseño de sus piezas es un trabajo complejo, sin embargo, la materialización de las visiones es el proceso que puede llevar meses e incluso años de trabajo. Una de las piezas que retrata la constancia de la labor de este artesano es una iguana, con la que tardó 10 años en encontrar la resolución apropiada para que luciera tal y como la había diseñado.

El estilo de Luis Pablo ha trascendido las fronteras y ha llegado a la pantalla grande, siendo su trabajo más conocido Pepita y Dante, personajes entrañables de la película Coco de Disney-Pixar. Sin embargo, la influencia de Luis Pablo va más allá de los minutos que Pepita y Dante ocupan en la pantalla, pues su creación ha sido una inspiración para que otros artistas abracen sus raíces culturales mientras exploran nuevas formas de expresión creativa.

“El imaginario salvaje de Luis Pablo” es una exposición que nos transporta a un libro ilustrado, donde las piezas de este maestro oaxaqueño se presentan como los personajes de esta historia. El Museo Infantil de Oaxaca, junto al artista, presenta esta muestra para disfrute de chicos y grandes.


Diplomados internacionales en promoción de la literatura infantil y juvenil

Desde hace diez años, la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca inició sus programas de formación en el campo de la cultura escrita con énfasis en la literatura para la primera infancia, niños y jóvenes. Las generaciones participantes han logrado estudiar con beca íntegra, y los docentes que facilitan las sesiones teóricas y prácticas son referente a nivel nacional e internacional. Con motivo de la pandemia se migró al formato virtual logrando que docentes, bibliotecarios, gestores y promotores culturales de todo el país y de latitudes latinoamericanas como Colombia, Perú, Argentina, Ecuador, Honduras, República Dominicana y Guatemala se sumaran a este noble y laborioso programa.

Una distinción respecto a otros programas similares, aparte de la beca, consiste en que todos los alumnos realizan sus proyectos de intervención socioeducativa acompañados por un asesor metodológico.

Son notables los logros e impactos que los participantes alcanzan en contextos urbanos y rurales. Emociona ver lo que se puede tejer trabajando en equipo, con un espíritu voluntario de construir comunidades lectoras desde Baja California Sur hasta Tierra del Fuego, Argentina.

Actualmente, la decima edición se ofrece en modalidad virtual y presencial para lectores voluntarios del programa Seguimos Leyendo, y mediadores de lectura.

A la fecha son 160 almas en los cuatro grupos de trabajo colaborativo.

Décima edición en promoción de la LIJ: Durante una travesía de diez meses los participantes estudian los antecedentes, conceptos, tendencias y acciones estratégicas relacionadas con la Literatura Infantil y Juvenil (LIJ) para incidir como mediadores en poblaciones desde primera infancia, hasta jóvenes y adultos. Han sido más de 400 egresados durante estos diez años con el aval institucional de La Salle Oaxaca.

Primera Cultura escrita y adolescencia con la CNEP: Es el segundo programa impulsado junto con la Confederación Nacional de Escuelas Particulares, están inscritos cuarenta y siete docentes de nivel secundaria y bachillerato de veintiséis instituciones afiliadas provenientes de catorce estados del país. Es emocionante ver su nivel de compromiso y liderazgo.

Los participantes tendrán conocimientos y herramientas sobre la lectura y la oferta literaria para jóvenes dentro y fuera del contexto académico, el papel social de la lectura y la aplicación de estrategias para la formación de lectores en la adolescencia.

Primera Cultura de paz y literatura en el aula (ULSA Puebla, Colegio Benavente): Treinta y ocho inscritos de once estados de la República mexicana.

A partir del planteamiento de la Nueva Escuela Mexicana y la necesidad imperante de atender el tema de las violencias, se visualiza la pertinencia de crear este programa formativo. Se pretende que los alumnos (docentes de centros educativos de México a nivel secundaria y bachillerato) elaboren y gestionen un proyecto de intervención basado en textos literarios que se vinculen con la cultura de paz y convivencia.


Resumen del año

Fotografía: Eduardo González

El Rey del Deporte está de moda y en tendencia. En el paraíso beisbolero en Oaxaca se cumplen 14 años de apoyar al talento mexicano, de apostarles a los nuestros que, con mucho trabajo y dedicación, siguen sumando buenos resultados y brillan por todo el mundo, poniendo a México en alto.

Durante el 2023, pasaron por las instalaciones 52 jóvenes prospectos, originarios de diferentes estados de la república como Baja California, Sonora, Sinaloa, entre otros.

En este año, cinco egresados logran el primer paso para cumplir el sueño de ser firmados por un equipo de MLB: Obed Balderas Delgado (Red Sox), Santiago Contreras Valdez (Padres), Christian López Ahumada (Reds), Yael Romero Vargas (Reds), Alexis Israel Alcazar (Blue Jays).

Nos llena de orgullo poder compartir los logros de nuestros egresados que inspiran:

Julián Ornelas, Orlando Piña y Juan Uriarte fueron refuerzos para la Serie del Caribe 2023. Luis Urías, Julio Urías, Giovanny Gallegos, Adrián Martínez, Luis Cessa e Isaac Paredes formaron parte del roster de la Selección de México para el Clásico Mundial de Beisbol, misma que acaba de obtener el
Premio Nacional de Deportes.

Los éxitos también son dentro del país, como los debuts de diez egresados de la Academia en la LMB con las organizaciones de Diablos Rojos del México (Carlos Sepulveda, José Manuel Hernández, Ángel Arredondo, Brandon Jaime, Jorge Monroy, Humberto Cruz y Christian Lucero) y Guerreros de Oaxaca (Isael Arias, Edgar Lugo y Alan Reyes).

En la Academia de Beisbol seguimos trabajando en el desarrollo del talento mexicano, para que siga poniendo en alto el nombre de nuestro hermoso país.


Editorial

Querido don Andrés:
Escribo esta carta porque hoy también me hubiera gustado invitarte a comer, con un buen mezcal, y escuchar las historias fabulosas que solías contarnos con una gracia inigualable, porque nadie mejor que tú sabía cultivar el arte de la conversación. Un día nos platicaste que cuando eras niño siempre comías pescado, y tu mamá ya no sabía de qué manera prepararlo: asado, hervido, frito, con ajo, con sal, en taco…, pero siempre era pescado; además, nunca hacías ejercicio y te gustaba tomar mezcal. Decías que por eso eras tan longevo. No sé qué otros secretos guardarías, pero lo mejor era cómo los contabas.

Pues bien, don Andrés, quiero contarte que hoy celebramos los 20 años de la apertura al público de tu biblioteca, el gran tesoro acumulado durante tu vida, como decías: “logrado con pobreza y no con riqueza”. Tus libros fueron seleccionados con un ojo agudo, adquiridos en oportunidades afortunadas y qué decir de aquellos ejemplares dedicados por tus amigos, que, por cierto, fueron muchos y significativos. Las palabras vertidas en estos libros te inspiraron y se volvieron parte de ti: eso mismo es lo que deseamos para nuestros lectores.

Recuerdo muy bien cómo forjamos aquel sueño. Fue un domingo que te pregunté: “¿Qué vas a hacer con tu biblioteca?” Convencido, me contestaste: “Quiero donarla al pueblo de México, pero no sé cómo”. Entonces respondí: “Confíe en mí, don Andrés”. Aceptaste. Cibeles y tus nietos estuvieron de acuerdo. Pediste otros apoyos y jamás llegaron, pero no importó, nos pusimos a trabajar. Freddy Aguilar se encargó de hacer un inventario de los libros, ¡logró meter en cajas más de cuarenta mil ejemplares!

Mientras tanto, el Ayuntamiento de la ciudad de Oaxaca puso a disposición una bellísima casa ubicada en la esquina de las calles Porfirio Díaz y Morelos, que fue restaurada por el arquitecto Enrique Lastra. La Fundación Alfredo Harp Helú asumió el 50 % de la inversión y la operación completa de la organización del fondo bibliográfico. En siete meses logramos dejar lista la planta baja, con todo y libreros.

El anhelo se cumplió justamente el día de tu cumpleaños 97. Organizamos una gran fiesta llena de color y alegría. No sé de dónde salieron tantas paisanas del Istmo que, como siempre, llegaron bellísimas con sus trajes despampanantes con flores, sus joyas y su boca pintada de grana. Te abrazaban, te besaban y una de ellas dejó la huella de sus labios en tu mejilla, era como un trofeo, caminabas erguido, se te veía pleno en medio de un jardín de mujeres hermosas. Recorriste, satisfecho, los pasillos. Así lo hiciste notar en las palabras inaugurales: “Yo he querido que esta riqueza quede en la ciudad de Oaxaca, a la que pertenece por ser yo nativo de este ilustre estado, que tantos hombres distinguidos ha dado a México y entre los que se encuentran modelos que quise emular, a sabiendas de que me enfrentaba con enormes dificultades para alcanzarla. Un sueño, el penúltimo que tengo, que deseo ver realizado”.

Han pasado veinte años y la FAHHO sigue aportando los recursos para poner a disposición del público oaxaqueño tus sueños y tus libros. Desde entonces han sucedido miles de historias increíbles, porque tu biblioteca es un espacio vivo y todas las semanas se dan lugar encuentros, cursos, conferencias, conciertos y exposiciones. Nos reúne la palabra, el arte y la cultura; celebramos la poesía, la gráfica, la caricatura, la música, la historia, el pasado y el futuro. Tu decisión fue acertada, tus libros han fortalecido a las nuevas generaciones. No son páginas cerradas, son veneros que nutren el alma.¡Gracias don Andrés por confiar en los guardianes que seguimos custodiando tu memoria!

María Isabel Grañén Porrúa
Noviembre 2023



Bitácora de una viajera

Los periplos de libros y bibliotecas se pierden en sus estelas. Plutarco nos narra el incendio de la Biblioteca de Alejandría, durante la guerra entre el ejército egipcio y Julio César, en el 48 a. C. Imaginamos cómo parten los libros sustraídos de la Biblioteca de Pérgamo en las naves de Marco Antonio que vadean la isla de Lesbos, en el mar Egeo, navegando entre Karaburum y Chios, remontando Samos para cruzar el Archipiélago de Dodecaneso antes de llegar al Mediterráneo, saludando a su paso a Heraclión, en la isla de Creta, con el objetivo de alcanzar Alejandría, después de más de dos mil kilómetros de viaje, para compensar a Cleopatra por la pérdida de su biblioteca.

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha cruza el Atlántico, proveniente de la península ibérica, y arriba al puerto de San Juan de Ulúa en 1605. ¿Qué historias nos contarían los libros si pudieran compartirnos sus viajes, infortunios y descubrimientos? En el año 2002, la Biblioteca Andrés Henestrosa todavía no era pública ni recibía ese nombre, pero se gestaba el proyecto de donarla a la comunidad, de convertirla en un espacio público. En ese momento, la colección que don Andrés reunió durante 82 años de su vida se repartía en cinco sedes: una pequeña biblioteca pública en la casa de descanso de don Andrés en San Jerónimo Tlacochahuaya; la colección principal, en su casa de la colonia Las Águilas, en la Ciudad de México, y tres “despachos” en un edificio de la calle de Motolinía, en el Centro Histórico de la capital del país.

En 2003, mientras el edificio que actualmente ocupa la Biblioteca era reconstruido bajo la dirección del arquitecto Enrique Lastra, un pequeño equipo nos dábamos a la tarea de procesar la colección más cercana, la de San Jerónimo Tlacochahuaya. El protocolo fijado era sencillo: retirar los libros de las estanterías para limpiarlos, realizar una inicial y somera clasificación por temas, inventariarlos en una base de datos y, ya clasificados, empacarlos en cajas rotuladas con números y epígrafes.

Don Andrés tenía su despacho en el cuarto piso de un viejo edificio de la calle de Motolinía, entre 5 de mayo y Madero, donde conservaba otra parte de su colección que se encontraba dispersa, además, en otros dos despachos ubicados en el tercer piso de ese mismo edificio. Estas fueron, precisamente, las siguientes colecciones por limpiar, inventariar y empacar. Viajamos hasta allá para iniciar ese proceso el 15 de mayo de 2003. Adabi proveyó el personal necesario, así como una computadora, impresora, papel, cajas, flejadora y otros materiales indispensables en la ejecución de nuestra empresa. Uno de los despachos había sorteado una inundación y el otro no contaba con energía eléctrica. En la noche del 14 de julio, después de dos meses de trabajo, la puerta de un despacho fue forzada y al día siguiente ya no estaban nuestra computadora ni su respaldo, tampoco una cámara fotográfica ni mi CD de la orquesta Baobab; el plan “B”, que consistía en colocar listas impresas en cada una de las 50 cajas que contenían los libros ya inventariados hasta ese momento, salvó la situación, pues, afortunadamente, no se habían robado ningún libro.

Terminada esta parte, dejamos las cajas flejadas en los despachos y nos instalamos en la biblioteca de don Andrés, en las Águilas. Nos recibía un hermoso recinto de diez por diez metros de lado, doble altura, cuatro ventanas en las esquinas y un enorme tragaluz; dos niveles de estanterías a los que se accedía por una escalera de caracol, así como pinturas de Chávez Morado, Rodríguez Lozano, José Luis Cuevas, Raúl Anguiano, Martha Chapa, Moisés Cabrera, Francisco Zúñiga, entre otros artistas. Pedimos una computadora más a Adabi para avanzar con mayor rapidez y, en una labor acelerada, pero serena, las estanterías fueron vaciándose poco a poco y el piso llenándose de cajas. El equipo compartía sus “descubrimientos” y comentaba las maravillas encontradas. Por la mañana nos visitaba don Andrés, todavía enfundado en su pijama, movía la cabeza y musitaba: “No van a terminar”. Él había pedido que la biblioteca se inaugurara el 30 de noviembre, día de su cumpleaños, para festejarlo por todo lo alto.

Finalizando septiembre de 2003 el proceso estaba prácticamente terminado y don Andrés, convencido. Hicimos fotos en las que hoy observamos el ambiente de nostalgia de ese momento. El 2 de octubre llevamos a cabo una última revisión y nos retiramos temprano. Un total de 624 cajas quedaron en el piso de la biblioteca de don Andrés a la espera de su viaje. Después de ese día, el tiempo comenzó a acelerarse. Las cajas guardadas en Motolinía se trasladan del centro de la ciudad a la colonia Las Águilas, pero había que madrugar, pues el reglamento de la CDMX indica que esas maniobras deben realizarse muy temprano por la mañana. Ahí, un tráiler de traslado de valores de 40 toneladas aguarda para recibir todas las cajas de libros: comienza una febril actividad a cargo del personal de la compañía PanAmericano que duraría horas. Las cajas llenan el tráiler hasta dificultar el cierre de la puerta trasera, y en cuanto se logra emprende el camino de poco más de 400 kilómetros hacia la ciudad de Oaxaca. Don Andrés despide su biblioteca con lágrimas en los ojos. Dos unidades más de la compañía de seguros flanquean y custodian el camión con su preciosa carga. Con el edificio todavía en obra, pero los libreros ya terminados, el tráiler arriba a Oaxaca el 25 de noviembre; luego, las cajas son depositadas en el espacio que hoy ocupa la oficina principal. Al día siguiente, un equipo integrado por personal de todas las filiales de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca llega a ayudar en el desembalaje y la 3colocación de los libros en las estanterías. La biblioteca queda lista para abrirse en la fecha señalada: el 97 cumpleaños de don Andrés Henestrosa.


Recuerdos de una mudanza

Unos días antes de cumplir 96 años, mi padre me comunicó su decisión de trasladar su biblioteca a la ciudad de Oaxaca, bajo el cuidado de la actual Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca. Le pregunté el motivo y me contestó, entre tranquilo y apesadumbrado: “Porque no quiero que a mi muerte quede fragmentada, tal como ha ocurrido con las de algunos de mis amigos que ya se fueron”. Además, añadió: “Los libros necesitan ser leídos, necesitan compañía y eso solo se logra cuando el lector los lee y pasa las hojas”. La noticia y la respuesta me tomaron por sorpresa; pero como yo fui siempre respetuosa de sus órdenes y decisiones, no hice comentario alguno.

En mayo de 2003 empezó la catalogación. Freddy Aguilar y su equipo trabajaron arduamente durante varios meses. Mientras tanto, la doctora María Isabel Grañén Porrúa encontró un inmueble del siglo XVIII que estaba en ruinas y pertenecía al municipio de Oaxaca, entonces bajo la presidencia de Gabino Cué Monteagudo. La doctora se dedicó con cariño y ahínco a supervisar la reconstrucción. A marchas forzadas, el edificio se fue recuperando y la belleza que otrora tenía salió a la vista. La parte baja se destinó a la nueva biblioteca: fondo reservado, salas de lectura y exposiciones, oficinas y servicios. La parte alta albergaría aquello que la autoridad municipal juzgara de interés.

Hacer el catálogo tomó mucho tiempo. Una vez terminado el trabajo se procedió a empacar, con todo cuidado, el acervo. La biblioteca personal de Andrés Henestrosa se convirtió en una bodega: los niños pequeños de la familia jugaban, se trepaban y se escondían entre las cajas. Mi padre evitaba subir, a veces, ni siquiera volvía los ojos hacia ella. Supongo que en su corazón se debatían sentimientos encontrados: la tristeza de separarse de sus amados libros, muchos de ellos adquiridos con grandes sacrificios, como dejar de comer; y, por otro lado, la certeza de que su esfuerzo no había sido en vano, ya que, instalados en una biblioteca pública, estarían al alcance de toda persona que deseara consultarlos.

Llegó el día en que un tráiler enorme se estacionó frente a nuestra casa. Las cajas empezaron a salir y poco a poco el transporte quedó repleto. Eran casi 41000 volúmenes. Estaban todavía con el acarreo cuando llegó don Andrés. No se detuvo. Entró rápidamente a su habitación sin pronunciar palabra alguna. Permaneció allí el resto del día. Nosotros, sus familiares, no quisimos interrumpirlo, pero compartíamos su sentir.

El 30 de noviembre de 2003, como estaba previsto, se inauguró la Biblioteca Henestrosa en la ciudad de Oaxaca. En la Ciudad de México quedó, como decía mi papá, el esqueleto de su biblioteca. Han pasado 20 años, los estantes se han ido llenando poco a poco; porque como él mismo decía: “Los libros no pueden estar solos, necesitan la compañía de otros libros”.

El propósito del traslado de la Biblioteca Andrés Henestrosa se ha cumplido. Sigue entera, sus volúmenes han sido ojeados y hojeados por muchas personas. Andrés ya no está con nosotros, pero sí está allí, en sus antiguos libros: en sus notas al margen, en las contraportadas donde anotaba anécdotas, sucesos. Seguramente se sentirá satisfecho de haber tomado aquella decisión, lo sé porque yo me siento así, completamente satisfecha.


Una casa amarilla para todos

La Biblioteca Andrés Henestrosa ha sido un punto focal de la literatura en Oaxaca, obviamente como centro de consulta, pero también como centro formativo. Una gran cantidad de los escritores oaxaqueños de hoy día han pasado por las salas de la Biblioteca cursando los talleres que se ofrecen desde su fundación. La oferta ha sido variada y horizontal.

Si quisiera enlistar aquí a todos los poetas y narradores que han compartido su oficio entre aquellas paredes, no terminaría nunca, pero podría mencionar a algunos: Kurt Hackbarth, Fernando Lobo, Efraín Velasco, Guadalupe Ángela, José Molina. Este último fue mi maestro y tuve la gran fortuna, también, de haber sido su amigo.

Aquí me detendré con una breve, pero íntima, digresión. La sala donde se realizan los talleres se llama, precisamente, José Molina, en honor a Pepe, uno de los más interesantes poetas de su generación, al que lo único que le importó fue la poesía. No el mundillo de la poesía, o la economía de la poesía, o los nubarrones de la poesía. La poesía. Pepe ya no ronda las salas de la Biblioteca, pero nos dejó una casa.

La Henestrosa ha sido una de las principales protagonistas en la formación de literatos, tanto operativos como especulativos. Una reunión de buenas voluntades al servicio de los libros. Un lugar donde más que trabajadores de una biblioteca, son amigos que, como es muy difícil observar hoy en día, están realmente interesados en que la literatura se convierta en un bien de primera necesidad. Gran fortuna que tenemos.

De todos los géneros y artes que la Henestrosa se encarga de enseñar y difundir, la poesía ocupa un lugar especial. Desde mi muy particular experiencia, no he conocido una institución en el país que tenga tanta tolerancia y genuino cariño al quehacer poético. Y cuando digo tolerancia me refiero a la ejercida a los poetas, porque somos difíciles. Pero en la Biblioteca saben cómo torearnos para, cual maestros de judo, utilizar el propio peso de la embestida y convertirlo en energía positiva. Eso. Un arte de judocas.

La Henestrosa cumple años y no puedo estar más agradecido y feliz. Ha sido mi casa durante más de diez años y he recorrido sus pasillos primero como lector, luego como alumno y ahora como tallerista. Me gusta considerarme un egresado de la Biblioteca que vuelve a su alma mater, con orgullo, a regresar un poquito de agua al cántaro. Aunque, a decir verdad, nunca me fui.

Larga vida a la Biblioteca Henestrosa, y muchas, muchas felicidades.


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