Un recordatorio acerca de
la contaminación

La cuestión. En promedio, una familia tira 40 k de bolsas al año; no todas son vertidas en los rellenos sanitarios –mucho menos en plantas de reciclaje–: se quedan suspendidas en arbustos, pegadas a las coladeras y muchas más son arrastradas por los ríos, lo que significa un desastre para todas las formas de vida silvestre: aves y animales marinos se asfixian con ellas (las tortugas las confunden con medusas). Una bolsa tarda hasta 400 años en descomponerse. Al año, más de ocho millones de toneladas de plástico, no solo de bolsas, termina en el mar.1

El desafío. Tenemos que decirles a nuestros hijos que en el 2050 habrá más plástico que peces en el océano. Y es aterrador. No porque vamos a ver a los pequeños directo a los ojos, ni porque nos regresarán la mirada con furia y angustia, sino porque son cifras casi previstas, resultados de años de análisis y estudios hechos por científicos. Sin embargo, también tenemos la esperanza de que, en algún punto, esta cifra se convierta en un diálogo de una mala película de ciencia ficción.

Pero ¿por qué inicio este texto en primera persona del plural? Porque no se trata de mí, o de ellos, sino de nosotros: todos estamos involucrados y todos tenemos la responsabilidad de cambiar el rumbo. A pasos cortos, si se quiere, pero firmes, contundentes.

La información. Según la UNICEF “a nivel mundial, 160 millones de niñas y niños menores de cinco años viven en zonas con altos niveles de sequía y alrededor de 500 millones en zonas con alta probabilidad de inundaciones como consecuencia del cambio climático”.2

Y si buscamos en Internet hay toneladas de noticias e información, no hace falta más que desbloquear nuestro teléfono inteligente para buscar datos, imágenes, videos; pero necesitamos leer con atención, educarnos, ayudar a otros a comprender y dimensionar esta crisis.

En un texto de 2019 publicado por el portal de noticias Este País, Miguel Alejandro Rivas Soto y Pedro Zapata, luego de dar cifras, mostrar gráficas y proponer la única solución factible –dejar de producir y de consumir plásticos– concluyen de la siguiente manera:

Toca al gobierno federal poner en marcha medidas contundentes, a la altura de la crisis histórica que vivimos. También toca a la iniciativa privada adaptarse a la nueva realidad y utilizar la creatividad e innovación para transitar hacia un futuro sin basura. Y mientras todo esto ocurre a nosotros —la sociedad civil— nos toca mantenernos vigilantes. Tenemos el poder de votar por los políticos que toman decisiones con las que comulgamos y de votar —con nuestro bolsillo— por empresas que son responsables. Sólo la sociedad en su conjunto pondrá un alto a la generación de basura plástica desde su origen, con soluciones de fondo y no con parches.

Gobiernos, iniciativa privada y sociedad civil: no es responsabilidad de unos cuantos, sino de todos. ¿Las calles de nuestra ciudad se llenan de basura? ¿Los recipientes desbordan? ¿La calle entera se bloquea ahora por monumentales bolsas negras de deshechos? Dejemos de producirlos. Cambiemos radicalmente el rumbo, pero hagámoslo ya.

El ejemplo. Comentaré un par de casos solo para demostrar que no requerimos, de entrada, más que de la decisión. A sus 16 años, Boyan Slat, un joven holandés, presentó una iniciativa3 para limpiar los océanos: una locura, claramente, como todas las ideas geniales, pero una idea al fin, guiada por la necesidad de limpiar juntos el desastre que todos hemos creado. Hoy su locura está limpiando océanos y mares en todo el mundo.4 Por otro lado, a sus 6 años, Xiuhtezcatl Martínez, originario de Colorado y de ascendencia mexicana, se plantó con un micrófono y pidió a los líderes de las Naciones Unidas que recordaran la relación de todos los seres vivos con la Madre Tierra. Hoy en día liderea la organización mundial Earth Guardians.

Y la lista de jóvenes que plantan cara a la crisis climática y que toman acciones para cambiar el rumbo es inmensa,5 porque inmenso es el problema. Mi generación, su generación, nuestra generación: no se trata de un “futuro del planeta”, somos y estamos hoy aquí, no heredemos océanos llenos de popotes o de bolsas de plástico.

¿La solución? Informarnos, educarnos; ser valientes y mirar directamente el problema. Acudir a los centros de reciclaje, sembrar árboles,6 uno o dos, o cinco millones, pero sembrarlos. Según estudios de la UNICEF, el 91 % de los países de América Latina no cuenta con educación ambiental “pese a ser una herramienta clave para cambiar el paradigma ante la crisis climática”.7 Pasar la información, crear consciencia en nuestros padres y abuelos, en nuestras madres, hermanas y amigas. Es más factible proponer soluciones haciendo equipo. Ecolana, por ejemplo, es una plataforma creada por las mexicanas Alejandra Valdez, ingeniera en sistemas ambientales, y Lisset Cordero, ingeniera industrial. Esta aplicación digital presenta un mapa con puntos de reciclaje y la opción de enviar preguntas sobre temas de residuos y reciclaje. También está Tlauipatla México, una red de mujeres que fomentan el uso consciente de la ropa, su reutilización e incluso la creación de prendas propias.

De igual manera, existen tiendas que venden a granel el detergente, granos y semillas, entre muchas otras cosas: en vez de ir por veinte botes y envoltorios por viaje al súper, rellenemos y reutilicemos los que ya tenemos. Así que, cada que estemos por comprar algo con envoltorio innecesario, pensémoslo dos veces.

Recordatorio. Pienso en el dibujo verde del triángulo que hacíamos en la primaria: reducir, reutilizar y reciclar. La verdad es que hoy en día lo que más importa es reducir, dejar de comprar plásticos y de tirarlos, pero también pedir que se dejen de producir. Necesitamos una ley que tome en serio la contaminación en la que ya vivimos. Porque el porcentaje de residuos que se logra separar, y luego reciclar, es mínimo. Aparte de todo ello, requerimos de un compromiso real a nivel individual y colectivo con nuestro planeta.

1 https://bit.ly/3Psd5AF

2 https://uni.cf/3FTiIEM

3 https://bit.ly/3hoXcOR

4 https://bit.ly/3V3BDkm

5 https://uni.cf/3C3LCQ4

6 https://bit.ly/3FvsF9R

7 https://bit.ly/3uYGaKg


Espacio para el intercambio

Podríamos pensar que el acto de intercambiar es de lo más fácil: basta encontrarse con una persona para aportar y para recibir en reciprocidad. Sin embargo, ahí está el truco: hallar a las personas adecuadas, a quienes les interese lo que podamos aportar y cuyas contribuciones deseemos recibir; y todo ello, en el momento preciso. En la sesión de cierre, en torno a mesas dispuestas en el patio de la Biblioteca Henestrosa, Noé Pinzón lo expresó claramente: “Gracias por la oportunidad para coincidir en espacio y en tiempo; no todos los días nos encontramos con maestras y maestros tejedores… He querido coincidir con mis compañeros y aquí no solamente los veo, sino que además estoy conociendo nuevas caras, nuevos talentos, nuevas formas de tejer”.

Las observaciones de Noé, tejedor de San Mateo del Mar e integrante del equipo del Museo Textil de Oaxaca, se refieren a un taller en torno a distintas técnicas de labrado de urdimbre, una técnica versátil que se encuentra en diversas regiones del mundo. ¿La razón de este taller? La visita de dos tejedoras de San Miguel de Pallaques, Perú: Miriam Celis Hernández y Lorena Medina Díaz. Al taller asistieron compañeras y compañeros procedentes de Santo Tomás Jalieza, Tututepec, Mitla, Pinotepa Nacional, San Andrés Chicahuaxtla y San Mateo del Mar, Oaxaca, además de Milpa Alta, en la Ciudad de México. La maestra Miriam iba de un telar a otro, de una participante a otro, siempre atenta y, sobre todo, paciente. Adán Martínez Lorenzo le reconoció esto último: “Es el don del maestro: tener paciencia. Porque podemos saber la técnica y ser eruditos en la materia, pero si no tenemos esa pasión por enseñar, no vale la pena. Le admiro mucho a ella que sabe y que nos está transmitiendo y compartiendo la identidad de su pueblo y eso lo valoro mucho”. Levi Sosa Méndez añade: “Mi admiración y respeto para la maestra Miriam, porque es una persona que habla con los hilos. Pienso que cualquier técnica que le pongamos, la va a hacer a la perfección”.

Más que terminar una pieza de tejido durante el taller, se valoró la oportunidad de conocer los procesos que se llevan a cabo para lograr un resultado. Yatahli Rosas Sandoval se sorprendió de ver las similitudes en técnicas y conocimientos: “A veces vemos las piezas terminadas, pero no vemos el proceso. Aquí tuvimos la oportunidad de ver las complejidades de cada telar”. Noé continuó en esta línea: “No es lo mismo que cuando vas a una galería, a una exposición, donde lees los nombres y ves las piezas y sí, te asombras; pero no es lo mismo estar juntos y compartir ese conocimiento que tal vez no veíamos con solo mirar la pieza… Nos retroalimentamos y nos vamos construyendo”.

La retroalimentación y el enriquecimiento corrió en ambos sentidos. La maestra Miriam agradecía la comprensión del grupo: “… y también llevo de sus saberes, de lo que hacen”. Lorena, a su vez, expresó su agradecimiento por la oportunidad de conocer una gran variedad de tejidos a partir de su estancia en Oaxaca y felicitaba al grupo porque “siendo jóvenes están impulsando a que su cultura no se pierda y eso es lo que queremos allá, en nuestro pueblo: que sean los jóvenes quienes más se involucren con la artesanía”. Lorena también agradeció a todo el equipo del MTO: “No nos hemos sentido como si hubiéramos salido del Perú, nos hemos sentido muy bien… Se pasaron los días y ni lo hemos sentido, ni hemos extrañado nada”.

Este encuentro no habría sido posible sin el trabajo coordinado de un equipo que valora primordialmente la calidad humana y una convivencia empática y respetuosa. Por nuestra parte, agradecemos también los esfuerzos de Haydée Quiroz y Cristina Gutiérrez, colegas e investigadoras de Perú con quienes coordinamos este intercambio. Las publicaciones que generosamente nos donaron, Mujeres de qallwa – Saberes del arte textil de San Miguel de Pallaques (Cajamarca) y Mapa etnográfico del textil artesanal en el Perú, ya se encuentran disponibles para su consulta en el apartado bibliográfico del MTO al interior de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova.


Nuestro conejo de oro

Si pudiéramos describir a Ramón Urías con una sola palabra, esta sería disciplina. Llegó al paraíso beisbolero en el año 2009, haciendo su debut en la Liga Mexicana de Beisbol con los Diablos Rojos del México en 2013 y, finalmente, debutando en el big show el 20 de agosto del 2020, como emergente en la novena entrada, con los Orioles de Baltimore.

Durante su paso por la Academia de Beisbol Alfredo Harp Helú, fue un alumno ejemplar, dedicado a lo deportivo y a lo educativo. Estudiante de la preparatoria de la Universidad La Salle Oaxaca, con buenas notas académicas, y no era para menos, viniendo de una familia de padres profesores. Supo trabajar y enfocarse en sus metas sin descuidar ninguno de los aspectos, y demostrando que la escuela y el deporte pueden ir de la mano, que no tienen que estar peleados y contrario de lo que otros piensan, se complementan.

Era el primero en salir al campo de entrenamiento y el último en regresar al edificio, teniendo la fortuna de ser de los alumnos consentidos del Diablo Montoya, quien —estamos seguros— sintió felicidad al ver que su prospecto fue elegido como “Guante de oro”, sus horas de trabajo extra rindieron frutos. Insistir, persistir y nunca desistir, esa es la enseñanza que Ramón está dejando a nuestros prospectos. Desde hace tiempo se ha vuelto inspiración para quienes tienen el mismo sueño, pues ha demostrado que tiene el talento para lograr sus objetivos y ser uno de nuestros egresados que inspiran.

Todos los que laboramos en el paraíso beisbolero guardamos buenos recuerdos de nuestro querido Ramón, y estamos orgullosos de su premio al ser nombrado “Guante de oro” como tercera base de la Liga Americana, sabemos que no es causa de la suerte y deseamos que sea uno de los tantos premios en su exitosa carrera deportiva. Gracias por demostrarnos que la persistencia y la disciplina son la base de todos los logros, nuestro conejo de oro.


Estampas y timbres de chocolate

En su autobiografía Speak, Memory!, ese hombre —al mismo tiempo típico y extraño— llamado Vladimir Nabokov, cuenta que, una vez que obtuvo el Nobel de literatura, fue interrogado por un reportero norteamericano, quien, con cierta naïveté, le preguntó que qué iba a hacer con la cantidad de dinero que el premio representa. Nabokov le respondió que, cuando era niño, poco antes de la Primera Guerra Mundial y de la revolución bolchevique, hubo unos chocolates suizos, envueltos en suntuosos “oritos”, en los que aparecían bellísimas estampas, imagino que muy al estilo del siglo xix con pagodas, cascadas y hechos de la colonización blanca en África; barcos y animales, mariposas tal vez (Nabokov fue un leoidopterólogo importante). Y continuó el escritor diciéndole al periodista que esa fábrica ya no existía, ni existían esos chocolates o las estampas magníficas que los acompañaban. No recuerdo si agregó que tampoco existía ya su infancia. Y le preguntó al reportero si creía, acaso, que con un millón de dólares se podría restaurar esa fábrica y volver a hacer esos chocolates y volver a poner estampas dentro de sus envolturas, hacer álbumes y regresar a esas sensaciones de absoluto bienestar tras el ansia de abrir el chocolate y ver qué saldría en la estampa.

Mucho —creo— se podría inferir de la anécdota anterior, pero lo que a mí me interesa es este pequeño hecho: los chocolates más finos traían estampas con ellos. No eran timbres propiamente, aunque hay muchísimas cinderellas (una palabra portmanteau que sirve para denominar a todos los timbres no postales) que tienen su origen o derivan de esta práctica. Lo notable, para mí, es que muchas figuras, paisajes, sucesos, conmemoraciones, idealizaciones y toda esta historia “pintoresca” (que en México tuvo su epítome en los cuadernitos de Vanegas Arroyo) apareció en empresas de particulares antes que en los sellos oficialmente emitidos por las autoridades postales. Lo mismo ocurre con la guerra de 1914 a 1918: sus imágenes aparecerán en miles de cinderellas, no pocas de ellas, estampas halladas en los chocolates, y no será sino hasta ya bien entrada la guerra que algunos países (Austria-Hungría, por ejemplo) emitan sellos con paisajes de las batallas o de la flota. Pero, en realidad, generalizando un poco, se puede decir que hasta 1914, y exceptuando los conmemorativos estadounidenses, los de algunas repúblicas americanas y algunas colonias africanas o asiáticas, todos los timbres tenían o cabezas reinantes, o cabezas de políticos y militares, o numerales o símbolos heráldicos, como águilas y representaciones simbólicas de las naciones, o la Britannia sentada de los timbres de Barbados, Mauricio o Trinidad, por ejemplo. Después de la Primera Guerra Mundial esto cambió radicalmente y se amplió el universo descriptivo de los timbres postales conmemorativos al grado de que este universo terminó englobando al de los sellos ordinarios. La representación de los bienes nacionales, de las características históricas, la naturaleza o los hechos de cada nación emisora cobraron una preponderancia enorme dado que los timbres funcionaban —mostrando el pago de una carta o un paquete y dándole paso franco hasta su destinatario— como pedacitos de la nación en cuestión, y fue la gran época, yo la llamaría así, de las presunciones nacionales, misma que, por lo menos en ciertos países, ha terminado o ha ido adquiriendo muchísimos matices.

Pero fue, sí, en los chocolates de la Belle Epóque, tan ansiados por la infancia, que el mundo irrumpió a través de las estampas, antes de presentarse en la realidad.


Memorias de Restauración, transmitir y acercar el patrimonio

Memorias de Restauración del Taller de Restauración FAHHO es una gaceta con enfoque en la intervención de patrimonio. Esta publicación que se produce en la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, mediante su Taller de Restauración, tiene entre sus principales objetivos: generar contenido y recursos utilitarios en las futuras intervenciones; la observancia de la evolución arquitectónica y la ampliación de las investigaciones de bienes muebles e inmuebles de los que se deja testimonio en sus páginas.

Una de las finalidades del trabajo editado en el Taller es acercar el patrimonio a las generaciones presentes —la comunidad estudiantil de investigadores y sociedad en general—, como también a las generaciones que heredarán este patrimonio común; las gacetas abren dicha posibilidad: transmitir un testimonio del presente, y a esta labor aunamos otros objetivos, como resolver uno de los principales problemas hallados al iniciar una intervención, que es la escasa información sobre intervenciones previas de los bienes, y la socialización de los proyectos dentro de las comunidades beneficiadas, quienes pueden contar con información física sobre los procesos y técnicas que se ejecutaron para la preservación de su patrimonio.

Dicho lo anterior, las Memorias de Restauración permiten conocer las cualidades, formas y valores de nuestro patrimonio por medio de las representaciones gráficas, recursos ilustrativos y descriptivos que incluye, como dibujos de plantas, alzados y cortes arquitectónicos de los proyectos, fotos históricas que proceden incluso de acervos de las mismas comunidades, fotografías de los diferentes procesos dados en la intervención y comparativas; modelos 3D y descripciones arquitectónicas de deterioros y de las acciones de restauración en sus diferentes fases de liberación, consolidación, integración, reintegración, entre muchas más.

El trabajo realizado por cerca de tres décadas ha permitido grandes logros en la intervención de la arquitectura notable y de los bienes muebles de los pueblos y comunidades de Oaxaca caracterizados por haber sido intervenidos con la colaboración de la FAHHO, la participación de las comunidades, beneficiarios y apoyos brindados por programas federales.

A la fecha, esta publicación semestral cuenta con 16 números a los que se facilita su acceso mediante la versión digital, y para su consulta en acervos públicos con el formato impreso, ambas versiones son el camino a una diversidad de proyectos en los que podemos identificar el uso religioso, doméstico y civil, producidos en diferentes épocas, únicos por su valor constructivo.

Anuarios de obra, números especiales en su selección de contenido, etapas de reconstrucción y entre las ediciones más recientes deseamos que conozcan, a través de la página del Taller de Restauración, los números 15 y 16 dedicados a las casas de visitas y los conventos.


África en Oaxaca

México es un país de una gran riqueza cultural y étnica, conformado por distintos grupos, entre los que se encuentra la población afromexicana, ahora llamada “la tercera raíz”. Los africanos arribaron a México como esclavos, provenientes de su continente, durante el período colonial; llegaron para suplir la falta de mano de obra indígena, diezmada por el maltrato y las enfermedades.

En 2020, alrededor de 2576 213 personas se reconocían como “afromexicanas”, de acuerdo con el inegi.1 Las entidades que presentan los mayores porcentajes de población afrodescendiente, respecto a su población general, son Guerrero, Baja California Sur y Oaxaca, éste último con 194474 afrodescendientes, quienes llegaron durante el siglo xvi. Según Manuel Martínez Gracida, la “raza negra existió en los distritos de Jamiltepec, Teotitlán, Cuicatlán, El Centro, Tlacolula, Yautepec y Pochutla”, pero también en Juchitán, Juquila, Teposcolula y Zimatlán, es decir: habitaban en al menos 11 distritos de Oaxaca.

Estudiamos su impronta al asentarse en Oaxaca para entenderlos y para entendernos; pero sobre todo para eliminar el racismo que prevalece hacia la población afromexicana. Durante casi tres siglos, el mundo ha recibido amplias, vibrantes y diversas aportaciones de la cultura africana mediante las interacciones propiciadas por la diáspora y la trata trasatlántica de personas negras. Hace solamente cuatro años que la unesco instituyó el 24 de enero como Día Mundial de la Cultura Africana y de los Afrodescendientes. En 1915 —proclamado también por la UNESCO— dio inicio el Decenio Internacional para los Afrodescendientes, que culminará el próximo año, y que “tiene como objetivo principal el de reforzar las acciones y medidas que garantizan el pleno ejercicio de los derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos de los afrodescendientes, así como su participación plena y equitativa en la sociedad”.

En 2013, en la comunidad de Collantes, Oaxaca, fue instaurado el Día del Pueblo Negro Afromexicano de Oaxaca, por un grupo de colectivos y organizaciones, entre ellos la UNAM.2 No obstante, todavía mueren, en el océano y en las fronteras europeas y americanas, cientos de migrantes procedentes de países africanos al intentar cruzar para acceder a mejores condiciones de vida. En México es evidente que la trayectoria laboral y profesional de las personas con los tonos más obscuros de piel se muestra en desventaja en contraste con aquellas personas de piel de tonos claros, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación de 2017.3

Podría armarse una gran biblioteca con los trabajos sobre la población afromexicana de Oaxaca; entre libros, documentales, foros, festivales y actividades al respecto. Por su parte, la Biblioteca Henestrosa resguarda libros que nos hablan del interés de investigadores y estudiosos sobre el tema, entre ellos los de Francisco de Burgoa, José Antonio Gay, Gonzalo Aguirre Beltrán, Francisco Rojas González, José Luis Martínez, Gonzalo Gómez de Cervantes, Agustín Millares Carlo y José Ignacio Mantecón, William B. Taylor, Ronald Spores, María Cristina Córdova Aguilar, Israel Reyes Larrea y Céline Marie-Jeanne Demol.

A continuación, compartimos con ustedes, amables lectores, un enlace para revisar las portadas de los libros, con sus tablas de contenido, que resguardamos y que están a su disposición en la Biblioteca Henestrosa.

https://bit.ly/3GTWfql

1 https://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/afromexicanos.aspx?tema=P

2 https://www.nacionmulticultural.unam.mx/portal/nuestros_foros_ponencias/151019_semana_pueblo_afromexicano.html

3 https://www.conapred.org.mx/userfiles/files/PtcionENADIS2017_08.pdf


Legado gujarati en la Sierra Norte de Oaxaca

Hemos presentado anteriormente una experiencia de cocreación entre artistas del telar y la aguja procedentes de Kutch, India, y Oaxaca. Si bien todo ese trabajo se realizó a distancia, en octubre pasado tuvimos la oportunidad de recibir a dos artistas del otro lado del mundo: Adil Mustak Khatri, maestro tintorero, y Pachan Premjibhai Siju, maestro tejedor. Para cerrar con broche de oro su visita a Oaxaca, conectamos con el que fuera el compañero de equipo de Pachan durante el proyecto de cocreación: Moisés Martínez Velasco, originario de San Pedro Cajonos. Moisés, quien ha estado coordinando las labores del Santuario del Gusano de Seda en su comunidad, convocó a las otras familias y agrupaciones que trabajan ahí. Gracias a este esfuerzo conjunto se llevaron a cabo dos talleres en las instalaciones del Santuario, uno de teñido y otro de tejido, con representantes de cinco grupos de San Pedro Cajonos y tres de Santo Domingo Xagacía.

Moisés confiesa que al principio no sabía quiénes asistirían realmente a los talleres. Cuando explicó que llegarían “personas de fuera”, no en calidad de turistas, sino para compartir conocimientos en torno al textil, hubo quien se emocionó, pero no imaginaban qué podrían aprender. Sin embargo, tan solo al finalizar el primer día del taller, el grupo estaba gratamente sorprendido tras conocer a personas con quienes guardan similitudes en cuanto al teñido y al tejido, pero en cuyas prácticas intervienen materiales distintos, así como diversas maneras de hacer y crear. Dos días más tarde, al finalizar el taller, Moisés notó alegría y satisfacción generalizadas luego de aprender nuevas formas y conocer textiles que nunca se habían visto en el pueblo. “Ahora noto que hay una gran motivación para seguir aprendiendo”, comenta.

Es necesario enfatizar que la dinámica del taller no se benefició únicamente de los momentos oficiales de intercambio de saberes, sino que la creación de lazos personales provocada por la convivencia también jugó un rol importante. Ejemplo de ello fue el festejo de cumpleaños de Pachan, a quien celebraron en Cajonos con pastel, música y baile. Aún más trascendente fue lograr estos vínculos a pesar de los retos en la comunicación. Gracias a la experiencia que se tuvo en días anteriores, durante un taller impartido en el Museo Textil de Oaxaca, Adil y Pachan llegaron a la Sierra con una herramienta fundamental en la mano: el traductor automático de Google. Con él podían hablar en gujarati (su lengua nativa) o en inglés, y el traductor interpretaba —con mayor o menor exactitud—, su mensaje en español. Además del invaluable apoyo de Carolyn Kallenborn en la traducción general de español a inglés y viceversa, el traductor probó su utilidad.

Moisés también menciona que gracias al entusiasmo generado en el taller las participantes olvidaban por momentos la barrera del idioma y la conversación sucedía a gran velocidad en zapoteco. Era en esos momentos que Moisés debía intervenir para pausar y hacer un resumen de la conversación en español para entonces traducir a inglés o a gujarati.

Más allá de la palabra hablada, la comunicación también fue exitosa gracias a la actitud de todo el grupo. Durante el cierre del taller, Pachan hizo énfasis en ello al reconocer un aspecto que le dio gran felicidad: “Cuando les explicaba qué íbamos a hacer, aunque fuera algo completamente nuevo, nadie dijo ‘No’, ‘Eso no se puede’, ‘Yo no voy a poder’… lo hicieron, lo intentaron, y eso lo atesoro enormemente”. A modo de respuesta, Lidia Cruz Méndez, alumna estrella de Pachan, expresó: “Gracias a usted, maestro, por su paciencia, su generosidad y todo lo que nos enseñó. Tenga por seguro que su legado se queda en la Sierra”.

Próximamente habrá una reunión interna en el Santuario donde se compartirán los trabajos elaborados a partir de los conocimientos adquiridos en el taller. Los publicaremos a través de nuestras redes sociales, ¡estén pendientes!


Editorial

La Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca les da la más cordial bienvenida a su primer número digital del 2023. Durante los últimos dos meses del año pasado cada una de las filiales puso en marcha actividades que muestran la incansable labor en beneficio del patrimonio, el medio ambiente y la cultura en Oaxaca. Y todo ello lo presentamos gracias a la pluma de nuestros colaboradores.

A continuación, les compartimos una breve crónica sobre la presentación de dos proyectos en beneficio de la literatura infantil en la Biblioteca Francisco de Burgoa: la reedición de tres números de la Biblioteca de Chapulín, creada en 1959 por el escritor y editor Miguel N. Lira en la Ciudad de México, y la exposición “Somos lo que recordamos”, instalada en la Burgoa, en la ciudad de Oaxaca. Por otro lado, la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova nos detalla la publicación del libro Tutu Ree Yuku’ Chatuta, Ñuu Nduvua / Los lienzos de Santa María Zacatepec, Oaxaca, un volumen que recoge la investigación de académicos y autoridades tradicionales tacuates. Además, en la colaboración de Andares del Arte Popular leemos acerca de las experiencias y la visita de una maestra artesana de Chiapas.

No queremos dejar de lado un tema necesario para discutir y reflexionar en cualquier época del año: la contaminación, y nuestros compañeros de Casa de la Ciudad plantean algunas interrogantes al respecto. En el rubro de los deportes resulta entrañable compartir notas sobre los jugadores y sus hazañas en el Diamante de Fuego; en esta ocasión hablamos de la brillante carrera de José Luis el Borrego Sandoval. Por otro lado, desde la Red de Bibliotecas Infantiles bs reflexionan sobre la importancia de las tic para potenciar la vocación científica de las niñas y nos comparten una serie de referencias bibliográficas de ejemplares que hablan sobre el tema y que están disponibles en las diferentes bibliotecas infantiles de la Red. En otro tenor, el artista rame cuen dedica unas palabras a la exposición de postales “Día internacional del migrante – yuku”, disponible en el Museo de la Filatelia de Oaxaca hasta febrero, y Adabi y Seguimos Leyendo nos narran el impacto que la literatura tiene en los individuos: por un lado, con una reseña del reciente libro Xolita en el Templo Mayor y, por otro, un recuento sobre el 5to. Festival para la Primera Infancia.

Fue un cierre de año muy provechoso, ¡y no paramos! Este año que inicia nos esperan más actividades, proyectos y celebraciones que compartiremos con ustedes en cada emisión de este Boletín Digital.

¡Bienvenido, 2023!


La materialización de un sueño

Oaxaca es, y siempre ha sido, una tierra de rebosante creatividad inspirada en una geografía y naturaleza megadiversa. Los pueblos y sociedades que la habitaron y habitan crearon singulares muestras de sus artes, pensamientos y experiencias culturales que por su originalidad y poder de imaginación son únicos en el mundo. Fomentar el amor y cuidado por este patrimonio cultural y natural de nuestro estado es un compromiso necesario y constante. En este camino las posibilidades para brindar experiencias significativas a nuestro público son amplias y vastas, sin embargo, pensar en las infancias lleva a esta labor por caminos inexplorados, pero con resultados fantásticos.

En una época en la que la tecnología nos mantiene absortos en un mundo digital, atraer al público infantil a espacios culturales inspira a buscar nuevos horizontes. Nuestra intención es hacer crecer en ellos una semilla de amor y responsabilidad por la gran riqueza de la cual serán herederos. Sin duda, esta riqueza es amplia, diversa, y representa en sus piezas y tradiciones particulares la historia y diversidad de los pueblos de Oaxaca. Ante este panorama surgen las preguntas: ¿Cómo podemos ofrecer nuevas experiencias que a la vez sean formativas para las nuevas generaciones? ¿Cuál es el camino a seguir?

Con niñas y niños de naturaleza curiosa, y ávidos por el conocimiento, el juego resulta un magnífico canal para la transmisión de este amor por las expresiones culturales de nuestra tierra. En este sentido de conciliación entre el juego y la conciencia de la multifacética historia de Oaxaca nació un proyecto único: para disfrute de niños, niñas, curiosos y todos aquellos de espíritu joven se dio vida a un carrusel inspirado en el Códice Vindobonensis.

Este documento, originario de Tilantongo en la Mixteca Alta, en Oaxaca, es uno de los códices más excepcionales de Mesoamérica y, al mismo tiempo —aunque desafortunadamente algo desapercibida ante las obras del mundo clásico— una de las obras maestras de la literatura mundial, por su temática profunda, mística y global. Está compuesto por 52 páginas pintadas en el anverso, a las cuales se añadieron en un momento posterior 12 en el reverso. Su contenido relata la cosmogonía mixteca en un recorrido por historias sagradas sobre la creación del mundo, el nacimiento de los dioses, la primera salida del Sol, la fundación de los señoríos y —en la parte añadida— la historia dinástica de Tilantongo.

Entre las láminas se encuentra la historia de la primera creación por los Dioses que Siempre Han Existido; la concepción del tiempo representada por elementos que se empleaban en las artes hemerológicas y el calendario ritual, y la metáfora del Árbol de origen, de corteza blanca rodeado de fechas sagradas y del cual nacieron los hombres-piedra, los hombres-árbol y los sacerdotes que resguardan el Árbol del origen.

Sumergirse en la riqueza narrativa, simbólica y pictórica que posee este documento resulta fascinante y nos hace partícipes de las intrigantes historias sagradas que existieron en la Mixteca Alta antes del arribo de la religión católica. Por supuesto, es en primer lugar un tesoro invaluable de los casi medio millón de hablantes de alguna de las variantes de la lengua mixteca de hoy, con cuya cultura está intrínsecamente relacionado. Y como una de las sobresalientes creaciones artísticas y simbólicas de Oaxaca merece ser conocida y valorada. Por ello, transmitir su existencia a las generaciones más jóvenes se convirtió en una necesidad. ¿Y qué mejor entrada al tema que a través de una experiencia directa, física y lúdica? La materialización de elementos gráficos del códice en forma de un juego tradicional de las ferias resultó ser una tarea magnífica y compleja.

Esta traducción del documento a un carrusel requirió de un equipo apasionado por su labor y la enseñanza de este documento mixteco. El simbolismo es evidente: alrededor del Árbol de origen giran los elementos del universo mixteco: las águilas, las serpientes, los jaguares y demás animales ubicados en su morada: los cerros entre el cielo arriba y la tierra abajo. El ser humano que sube al carrusel es el visitante y participante en este ciclo eterno de la vida en este universo. En el trayecto de su diseño se combinó la magia, la alegría y la sensación de volar que provoca el carrusel con glifos calendáricos prehispánicos hechos de fibra de vidrio; tan bellamente pintados de colores naturales como el añil, y usando instrumentos tradicionales como las flores, espinas y esponjas hacen que estos “caballitos de carrusel” resulten auténticas esculturas.

Invitamos a todos aquellos de espíritu curioso a leer, en cada vuelta de este carrusel, la magnífica historia que nos relata el Códice Vindobonensis.

Iniciativa: María Isabel Grañén Porrúa
Dirección de proyecto: Minerva Cortés Soto, Taller de Restauración FAHHO
Fabricación: Edmundo Salazar. Tercera generación dedicada a la creación de juegos mecánicos en Oaxaca.
Modelado y pintado de piezas: Tonatiuh Estrada


Antsetik’s pas platones del valle /
mujeres trabajando en platos

Amatenango del Valle se ubica en la zona montañosa del estado de Chiapas, y ocupa, sin duda, un lugar en la tradición de la cerámica utilitaria y de ornato en el estado. Es inconfundible por sus jaguares, gallos, palomas, maceteros, lámparas, vasijas y platones. En este lugar es común ver a las mujeres con su vestimenta típica, compuesta de la falda azul o roja y huipil blanco bordado en rojo y amarillo.

Paulina Jiménez Gómez, originaria de la comunidad, comenzó a moldear el barro cuando tenía 12 años. Fue gracias a su madre, Carmen Gómez Hernández, que aprendió cómo se hace el barro, cómo se moldea y quema una pieza; hoy en día, ella sola es capaz de moldear piezas de hasta un metro y medio de altura. Moldear es solo una parte del trabajo, después, las piezas se dejan secar al sol, y cuando este se ha llevado toda la humedad, se queman, es decir, se cuecen con fuego. Anteriormente cocían sus piezas en una “quema a cielo abierto”, o sea, al ras del suelo, en un horno efímero en el que apilaban de 4 a 5 carretillas de leña y encima colocaban las piezas para cocción. Esa pila de fuego era el horno mismo.

Actualmente Paulina y su familia integran la cooperativa Antsetik s´pas platones del valle, integrada por doce mujeres alfareras —madres de familia casi todas— que preservan la técnica de sus antepasados: trabajan en sus casas y en sus patios moldeando sin torno, solo con las manos, conservando la técnica del engobe natural, un pintado ancestral fabricado a partir de pintura amarilla obtenida de una piedra que debe ser molida hasta hacerla polvo. En 2017 la cooperativa obtuvo el primer horno de leña libre de humo en el estado de Chiapas gracias al apoyo de la Escuela Nacional de Cerámica.

Paulina vive enamorada de su trabajo: “El barro es mi cultura, es de donde yo vengo, donde yo nací, es mi raíz y me gusta hacer mis piezas”, nos comparte. Su sueño, finaliza, es que ella y su familia sigan viviendo y trabajando con el barro.

Afortunadamente, el pasado 16, 17 y 18 de diciembre, Paulina nos visitó en la última expoventa del año que organiza Andares del Arte Popular en el atrio del Centro Cultural San Pablo. Muchas personas pudieron ver y tocar estas piezas y quizás también se llevaron a casa un jaguar, una paloma o una enorme maceta. Les invitamos a estar al pendiente de las siguientes ediciones y de la labor de estas mujeres trabajando en platos.


Somos lo que recordamos: La Biblioteca
Infantil del Instituto de Ciencias y Artes
de Oaxaca y la Colección la Biblioteca
de Chapulín

Si alguien lee para ti, desea tu placer; es un acto de amor
y un armisticio en medio de los combates de la vida.
Mientras escuchas con soñadora atención, el narrador y el libro se funden
en una única presencia, en una sola voz. Y, de la misma forma
que tu lector modula para ti las inflexiones, las sonrisas tenues,
los silencios y las miradas, también la historia es tuya por derecho inalienable.
Nunca olvidarás a quien te contó un buen cuento en la penumbra de una noche.

Irene Vallejo

El 6 de diciembre pasado se inauguró en ese mítico espacio que es la Biblioteca Francisco de Burgoa, la exposición “Somos lo que recordamos”, una muestra que hace dialogar a libros antiguos con cuentos infantiles y sus ilustraciones magníficas, a esculturas de seres fantásticos y al exconvento con niñas, niños, y todo aquel que aprecie la belleza y la cultura. Al mismo tiempo, se presentó la reedición de tres ejemplares de la Biblioteca de Chapulín, una colección de cuentos dirigida por el bibliófilo Miguel N. Lira y editada por la Secretaría de Educación Pública en los años 40 en la Ciudad de México. Al evento asistieron la presidenta de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca y directora de la Biblioteca Burgoa, María Isabel Grañén Porrúa, el director de la Biblioteca Nacional de la UNAM, Pablo Mora, la encargada de Publicaciones y Fomento Editorial UNAM, Socorro Venegas, la coordinadora de los Proyectos Educativos de la FAHHO, Socorro Bennetts, y la coordinadora académica de la Burgoa, Penélope Orozco, además de un nutrido grupo de estudiantes de primaria y la narradora oral, Tichaá.

La doctora Grañén Porrúa inició su charla recurriendo a los datos históricos, y con mucha emoción la dedicó a la memoria de la bibliotecaria Beatriz Natera Fernández, la Chatita, una mujer que impulsó su amor por la literatura, y por los libros en general. “En la década de 1950, apunta, las autoridades del Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca impulsaron la creación de una colección de libros de literatura infantil que buscaba que niñas y niños tuvieran un espacio en la Biblioteca Pública del estado —la gran biblioteca de Oaxaca—, no solo para distraerse con diversas actividades lúdicas, sino, también, para empezar a formarse como lectores.

“En la Biblioteca Francisco de Burgoa conservamos un centenar de ejemplares de aquella sección, continuó la doctora Grañén, y algunos se muestran en esta exposición, junto con la reedición de tres títulos de la Biblioteca de Chapulín, recientemente reeditados por la UNAM” con apoyo de la FAHHO. Dicha colección, dirigida por el escritor, editor y maestro Miguel Nicolás Lira en la década de 1940, impresa por la Secretaría de Educación Pública y reeditada por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes en los años noventa, cuenta con el trabajo conjunto de autores, traductores e ilustradores de diversas latitudes, como Rudyard Kipling (Inglaterra), Nathaniel Howthorne (eu), Yerchoff (Rusia), Angelina Beloff (Rusia), Alfredo Cardona Peña (Costa Rica-México), Magda Donato (España), Juan R. Campuzano (México), José Chávez Morado (México) y Salvador Bartolozzi (España), por mencionar algunos. Lo anterior es una temprana muestra de que el trabajo en equipo, coordinado y con nobles objetivos, da increíbles resultados.

El objetivo de dicha colección, al igual que el de la creación de la biblioteca infantil, fue compartir obras que fomentaran el desarrollo intelectual y cultural de la niñez; reconocer la importancia de la infancia y que la literatura es un medio para acceder a la cultura. Por su parte, la exposición “Somos lo que recordamos” se integra de ejemplares de cuentos clásicos de aquella primera biblioteca infantil en Oaxaca y las esculturas de cerámica elaboradas en el taller Cuarto Suspiro —dirigido por Natalia Bo y Brian Corres, en colaboración con su equipo de trabajo—, que dieron vida a algunos fantásticos personajes y otros increíbles elementos.

El valor literario, estético e histórico de las obras trasciende el paso del tiempo, tal como le sucedió al librero Yambo en la novela La misteriosa llama de la reina Loana, de Umberto Eco, a quien sus lecturas marcaron en las distintas etapas de su vida.

Así, sean chicos o grandes, les invitamos a visitar esta exposición en la Biblioteca Burgoa, y a recordar la fantasía y magia que los cuentos resguardan para todos nosotros.

*También te invitamos a leer un artículo que habla sobre la biblioteca infantil que mencionamos en este texto: https://fahho.mx/la-biblioteca-infantil-de-oaxaca-de-1953/


Biblioteca Gabriel López Chiñas, proyecto de interés social apoyado por la FAHHO

“¡Sicarú Shavizende! ¡Juchitán hermoso!” es el nombre de uno de los poemas escritos por Gabriel López Chiñas, en testimonio, reconocimiento, recuerdo, esfuerzo, dedicación y más gratitudes que podrían sumarse a su labor preservadora de la lengua zapoteca; por ello y más, una biblioteca ubicada en Juchitán lleva su nombre. En 2017, este recinto resultó afectado con importantes daños en su estructura por los sismos de septiembre.

Habiendo transcurrido cinco años desde los sismos es posible disfrutar nuevamente de la utilización del espacio; el pasado 15 de noviembre de 2022, la Dra. María Isabel Grañén Porrúa y el contador Alfredo Harp Helú visitaron la región del Istmo con motivo de la celebración por la inauguración de este inmueble rehabilitado con apoyo de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca.

En un camino que incentiva la realización de proyectos de interés social, la Fundación donó cerca de 8 millones de pesos a la rehabilitación de la biblioteca, la cual tuvo un financiamiento total de 10 millones 200 mil pesos, el resto brindados por el municipio de Juchitán de Zaragoza y RootStudio que fue el despacho a cargo del proyecto y de la ejecución de la obra.

La biblioteca Chiñas hoy se encuentra abierta al público con un servicio gratuito y un importante enfoque en la preservación de la lengua zapoteca promovida entre sus usuarios principales que son niños y jóvenes, pues cuenta con un amplio acervo, salas de lectura, un auditorio, sala de medios y patios, los espacios muestran una mezcla arquitectónica de soluciones constructivas tradicionales locales como los muros de ladrillo de barro cocido, la biliguana, los morillos y los arrastres de madera con la integración de materiales y propuestas contemporáneas en la disposición de estos en las cubiertas, ventanas y puertas.

En el evento inaugural los presidentes de la Fundación destacaron la importancia de colaborar de manera conjunta entre autoridades, agradecidos por la confianza de la población en la realización de este proyecto que beneficia a la niñez y juventud juchiteca.

Como parte de esta visita a la región del Istmo, los presidentes de la Fundación se trasladaron a Santo Domingo Tehuantepec para la inauguración del Parque Bigarii ubicado en el barrio de San Sebastián y para supervisar el exconvento de Tehuantepec donde se concluyó una etapa de restauración realizada en colaboración con el municipio de Santo Domingo Tehuantepec, la cual incluyó la recuperación del segundo patio, pórtico de acceso, sala de profundis, refectorio, antigua cocina y capilla; en el espacio pudieron recorrer la exposición “Casa de la Cultura Tehuantepec, presagio de grandes cambios” la cual deviene sobre la historia, afectaciones por los sismos y los diversos procesos de restauración realizados en el exconvento.

Además de festejar los esfuerzos que se realizan para que la población vuelva a disfrutar de su Casa de la Cultura, se celebró la firma del convenio para la ejecución de la siguiente etapa de restauración del exconvento, su retorno al uso y el cultivo de nuevas generaciones en este espacio.


Los lienzos de Santa María Zacatepec

El 15 de noviembre del año pasado, el Consejo de Principales de Santa María Zacatepec y personal de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova presentaron en la comunidad el libro Tutu Ree Yuku’ Chatuta, Ñuu Nduvua / Los lienzos de Santa María Zacatepec, Oaxaca, una obra cuyo diseño e impresión fueron posibles gracias al apoyo del Instituto Nacional de Pueblos Indígenas de México. El libro, ricamente ilustrado, es un producto colaborativo en el que participaron académicos y autoridades tradicionales tacuates. El objetivo de esta publicación es llevar al lector por un viaje de descubrimiento en el que se revelan, poco a poco, la historia y el contenido de estos extraordinarios documentos. La presentación se dio justo en el décimo aniversario de la Casa de los Lienzos, un museo fundado para dar a conocer la extraordinaria historia de los tacuates de Oaxaca.

El Lienzo de Zacatepec I es considerado uno de los más impresionantes exponentes del arte mixteco de elaborar lienzos pictográficos: grandes documentos de carácter cartográfico pintados sobre telas de algodón. En este caso, no solo representa el territorio reclamado por el señorío de Zacatepec hacia mediados del siglo xvi, sino que también narra la travesía migratoria que llevó a un grupo de mixtecos, bajo el liderazgo de 11-Jaguar, desde el rumbo de Tilantongo, en la Mixteca Alta, hacia la costa de Oaxaca. Con este documento, los actuales tacuates, descendientes directos de aquellos migrantes, trazan su historia de regreso hasta el siglo xii, específicamente al año 1120, cuando el sucesor del famoso 8-Venado instruyó a uno de sus hijos para establecer un puesto comercial en la ruta hacia la Costa, de donde venía el algodón, el cacao y el añil. El documento cuenta acerca de los primeros intentos de fundación en los cerros al suroeste de Chalcatongo, para luego señalar la conquista de la cuenca de Zacatepec y la fundación del pueblo actual. Termina con la razón de su propia elaboración: el casamiento de un príncipe y una princesa de Zacatepec, los herederos de esta narración, celebrado en 1557.

Este documento ha sido pieza clave en la defensa de la comunidad tacuate en, por lo menos, tres momentos históricos. El primero fue, sin duda, el de su elaboración, cuando el linaje gobernante de Zacatepec vio amenazada su continuidad por los profundos cambios que estaban ocurriendo a raíz de la invasión española. Luego, durante la segunda mitad del siglo xix, con el proyecto nacional de abrir las tierras indígenas a los inversionistas nacionales y extranjeros y la resultante acaparación de enormes extensiones de tierra en la Costa por empresarios como Guillermo Acho, hijo de un migrante francés, se vio amenazada la supervivencia de la comunidad tacuate. En consecuencia, para el año 1892, los tacuates, dirigidos por el legendario Tata Lencho, llevaron los lienzos al entonces Ministro de Fomento del gabinete de Porfirio Díaz y lograron su apoyo en la restitución de sus tierras. No obstante, en este viaje a México tuvieron que dejar los lienzos originales, recibiendo solo unas calcas en su lugar. Estas calcas han sido y son resguardadas con gran celo por los alcaldes tacuates de la comunidad.

A partir de la restauración de estas calcas, entre 2010 y 2012 en el taller de restauración de la Biblioteca Francisco de Burgoa, el Consejo de Principales Tacuates ha retomado los documentos para luchar por el derecho a existir dignamente en un territorio y municipio cada vez más dominados y controlados por una población mestiza que después de la Revolución llegó a asentarse en ellos. Fue en este contexto que el Consejo de Principales solicitó apoyo a la BIJC para recuperar la interpretación de los lienzos y socializar los resultados. Como consecuencia, se realizaron varias reuniones y salidas de investigación. Pero también se organizaron, siempre de forma colaborativa, todo tipo de actividades, entre las que destaca la curación de una exposición que estuvo en Oaxaca, New Brunswick —destino de muchos migrantes tacuates— y, finalmente, en el pueblo, donde se inauguró la Casa de los Lienzos el 15 de noviembre de 2012. También se ofreció apoyo dramatúrgico para la formación de un grupo de teatro en lengua tacuate, y en 2014 se organizó una visita colectiva a la exposición de códices en el Museo Nacional de Antropología para ver el original del Lienzo I.

El libro es otro de los caminos para difundir los resultados de la colaboración e investigación. Su contenido fue trabajado y revisado de manera conjunta. Un Comité de Seguimiento —nombrado por el Consejo— logró obtener el apoyo del Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas para publicarlo como obra colectiva entre académicos y autoridades tradicionales. Como consecuencia, es un libro no comercial que en su primera edición circula exclusivamente entre la población tacuate de Santa María Zacatepec.

El estudio de los códices y lienzos es tradicionalmente el terreno de instancias nacionales y académicos urbanos, por lo que es frecuente que se resalte su importancia como tesoros de la nación y como patrimonio de la humanidad. Sin embargo, se suele olvidar que estos documentos son, en primer lugar, tesoros de las comunidades que los elaboraron, y donde, en muchos casos, tienen significados importantes, frecuentemente muy distintos o hasta contradictorios a aquellos que les da el Estado. El libro sobre los lienzos de Zacatepec privilegia a la comunidad de origen en su discurso y su distribución, y en él se reconoce claramente que son los tacuates a los que se debe regresar el conocimiento de la historia, del contenido y valor cultural incalculable de su patrimonio.

LIENZO DE ZACATEPEC I

En el marco de la presentación del libro colaborativo sobre los lienzos de Santa María Zacatepec, el reconocido antropólogo Ronald Spores donó un ejemplar de la rarísima edición del Códice Mixteco: Lienzo de Zacatepec de Antonio Peñafiel a la comunidad tacuate. Esta primera publicación del Lienzo de Zacatepec I salió a la luz en 1900. El ejemplar fue restaurado por el taller de restauración del Centro Cultural Santo Domingo para entregarlo en óptimas condiciones al alcalde en turno, José Aguilar Martínez.


Un Borrego inmortal

Pido permiso, señores
para un corrido cantar.
Es para un gran pelotero
del beisbol profesional.
Sus amigos lo apodaron
el
Borrego Sandoval

La anterior es apenas una estrofa del corrido del Borrego Sandoval, compuesto por los Maxximos de Sinaloa, y que retoma la vigencia que tuvo hace una década cuando fue lanzado. Símbolo de los Diablos Rojos del México y figura indiscutible de la historia del beisbol mexicano, José Luis Sandoval Rodríguez alcanzó la eternidad el pasado 10 de noviembre, cuando el Salón de la Fama lo recibió como uno de sus miembros predilectos.

El ingreso del originario de La Bajada de San Miguel, Sinaloa, fue para la familia del Rey de los Deportes lo que se conoce como un strike cantado, es decir, un acontecimiento que a nadie tomó por sorpresa, excepto al propio Borrego, quien cumplió con todos los requisitos en su primer intento para alcanzar la llamada inmortalidad. Todavía recordamos cuando recibió la noticia de su ingreso, en los momentos más inciertos de la pandemia, mientras dirigía al equipo que llevó su nombre en la Copa Juntos por México. Aquello fue una fiesta que logró que salieran de nuestras mentes aquellos días tan terriblemente complicados.

Sin embargo, el proceso de selección y las grandes figuras que participaron en la votación del 2020 no fueron el principal motivo para que el legendario short stop de la Pandilla Roja pusiera en duda lo que hoy es una realidad; comenzaba el nuevo siglo cuando el primer capitán oficial del México se preguntaba si su carrera contaba con los blasones suficientes para codearse con los menos de trescientos personajes más importantes de todos los tiempos de la pelota nacional.

Con el nacimiento del Foro Sol como sede del beisbol en la Ciudad de México era muy común referirse a Sandoval como el mejor jugador de su posición en ese tiempo y, para muchos, de toda la historia. Estamos hablando de un pelotero que revolucionó el prototipo de un campo corto, combinando una defensiva fuera de serie con una ofensiva nunca vista: un auténtico fenómeno. Es por eso que, ante la mirada de aficionados, compañeros y especialistas, esa duda sobre su futuro en el Salón de la Fama no tenía sentido, aunque hoy nos dice mucho de la personalidad del nuevo inmortal: temperamento arrollador en el Diamante y humildad notable fuera del terreno de juego.

Hombre de familia y atleta de tiempo completo, el Borrego Sandoval completa un círculo envidiable y realmente incomparable. Su selección es de esas que no requieren de una hoja con estadísticas para justificar el homenaje más alto al que aspira un miembro de la familia del beisbol.

Para quienes lo vieron jugar, sus cuadrangulares a la hora cero están por encima de los más de 200 que conectó con los Diablos; sus lances de alarido no se pueden comparar con su récord de doble plays en una temporada; sus cinco campeonatos no son superados por los 21 Juegos de Estrellas a los que fue convocado y, aunque es el short stop con más juegos en la historia de la Liga Mexicana, esos 2219 encuentros se quedan cortos cuando miramos el número 3 que nadie más volverá a usar en la franela roja.

Y como reza el corrido de aquel niño que jugó por primera vez a los ocho años y no sabía que existía el deporte profesional:

Partió con mil ilusiones
cuando se fue a jugar.
No importa que vaya lejos,
si es con tal de triunfar.
Quiero jugar con los grandes
eso dijo al marchar


Xolita en el Templo Mayor

Adabi-Almadía, Ciudad de México, 2022

Había una vez dos autoras que, luego de una tarde de visita al Templo Mayor, decidieron sentarse a esbozar, a cuatro manos, un cuento. Sopesaban, tal vez, sobre el arte de escribir, y entre sus pesquisas coincidieron en que escribir es un acto tan noble que nos remonta a los sueños, los aprendizajes y las esperanzas. Ya lo decía Voltaire: “La escritura es la pintura de la voz”, y su lienzo es un pedazo de papel que al inicio nos enfrenta con nuestras inseguridades, pero cuya derrota llega en el momento en que decidimos con qué palabras iniciar.

Xolita en el Templo Mayor es una nouvelle —un recurso narrativo de origen francés cuyo apogeo data de fines del siglo XIX— que, más allá de sus proporciones físicas, la denominaremos así por sus características intrínsecas. Se dice que el efecto que la nouvelle busca provocar es el de la emoción progresiva, una curiosidad que prepara al lector para los ajustes de tuerca que lo sorprenden a la vuelta de la esquina. De acuerdo con Ricardo Piglia, en un punto medio entre el cuento y la novela, este género narrativo es apto para una anécdota —a diferencia del cuento, que pone el blanco en una historia específica, o de la novela, que contrapone diversos argumentos—. De esta forma, la nouvelle toma como base la experiencia del protagonista, quien viaja al pasado para contar algo que le ha sucedido. El formato es muy cercano a la técnica de introspección que muchos autores de talla universal explotaron durante el siglo XX, en donde la importancia de la narración se centraba, más que en la historia, en la perspectiva del personaje. Esto nos lleva a hablar de los procesos de iniciación que transitan los protagonistas de novelas de aventuras, generalmente niños que, luego de una serie de sucesos, terminan con un nivel más elevado de conocimiento propio y del mundo. Denominar de esta manera esta obra recién salida del horno nos revela la gran preparación que requiere toda narración digna de ser literatura.

Las autoras de este libro, madre e hija, comparten con los lectores el resultado de un arduo trabajo de creación que pasó de ser un pasatiempo a convertirse en una tarea comprometida, un ejercicio de constancia que buscaba decir algo a todos los que pudieran leerlas.

El relato nos narra la historia de una niña que viaja a la época precolombina. Ella, su familia y su fiel mascota, Pelusa, vivirán grandes aventuras. Es justo resaltar que la perrita, quien al cruzar el portal del tiempo se convierte en una extraordinaria xoloitzcuintle, fungirá de guía en un camino lleno de aprendizajes para todos los personajes. A lo largo de doce capítulos Yiniza, la protagonista, explora los confines de la cotidianeidad mexica: un día de tianguis, las ceremonias en torno a la comida, el ambiente en un juego de pelota, y, sobre todo, la importancia de los dioses para una sociedad que en su tiempo fue una de las más esplendorosas. Como un ritual de iniciación, Yiniza enfrenta una serie de incertidumbres y obstáculos que supera conforme avanza la narración para concluir con un espíritu renovado que busca compartir lo aprendido.

Para lograr lo anterior, las autoras —al estilo de los grandes detectives de la literatura universal— realizaron búsquedas sin dejar cabos sueltos: se documentaron, leyeron y consultaron mientras construían una historia que surgía de la imaginación y de las múltiples lecturas que han acumulado en su vida. Además, el libro está bellamente ilustrado por los tlacuilos Demián Flores y Sabino Guisu, cuyos trazos ayudan a dar vida a los pasajes de esta narración.

El libro fue presentado en el marco de la Feria Internacional del Libro Oaxaca 2022 y debemos apuntar que es el resultado de una coedición entre Almadía Ediciones y Adabi.

Los invitamos a visitar las páginas de esta historia, una lectura recomendada para toda la familia.


Formar un acervo de acervos: La colección del Museo (segunda parte)

Sarape tejido probablemente en el norte de México durante la primera mitad del siglo XIX. La urdimbre es de hilo industrial de algodón y la trama es de lana de oveja hilada a mano, teñida con grana, añil y un colorante amarillo vegetal. Representa un estilo poco conocido dentro de la tradición mexicana de tejidos de tapicería, más afín a la estética mesoamericana que el formato “clásico de Saltillo”. Perteneció a Humberto Arellano y parece haber formado parte de la colección de Fred Davis.

En el número anterior del Boletín comenzamos a reseñar cómo se reunió el acervo del Museo y describimos cuatro de las siete grandes colecciones que lo conforman. Retomamos ahora la historia de las tres colecciones restantes, así como de otras donaciones que hemos recibido y las adquisiciones que hemos hecho a lo largo de quince años.

Colección de Humberto Arellano

Humberto Arellano Garza nació en 1913 en Monterrey, Nuevo León. Siendo muy joven participó en una campaña pedagógica en comunidades indígenas, gracias a la cercanía que tuvo con su tío Moisés Sáenz, secretario de Educación Pública en aquella época. Esa experiencia motivó su interés en el arte popular para toda su vida. En los años 30 fundó junto con parientes suyas la galería Artes de México en la capital del país, y en 1950 abrió en Monterrey la galería Carapan. El nombre de esta población purépecha había servido de título para el escrito más conocido de Sáenz, al implementar políticas de desarrollo rural en las décadas posteriores a la Revolución mexicana.

No sabemos cómo formó su colección don Humberto, quien parece haber adquirido la mayor parte de los textiles antes de 1960. Fue cliente asiduo de la Casa Cervantes, hasta que esta cerró, en 1978. En 1983 don Humberto vendió la colección, junto con la galería, a su sobrino político, el Ing. Porfirio Sosa. Comprende más de 700 piezas procedentes de todo México, incluyendo un conjunto importante de dechados, colchas y sarapes del siglo XIX. Varias de ellas representan los testimonios más tempranos que conocemos de las tradiciones textiles de algunas zonas y aportan datos fundamentales para esclarecer la historia del arte textil en México. Gracias a un archivo fotográfico que se conserva en Berkeley, he podido constatar que algunas de estas piezas pertenecieron a Frederick W. Davis, comerciante y diseñador norteamericano quien se estableció en la Ciudad de México hacia 1910, donde formó la primera, más extensa y meritoria colección de arte popular de la que tengamos noticia. Al igual que en el caso de la colección Cervantes Brown, don Humberto no parece haber dejado nota alguna de lo que sabía acerca de sus textiles. Poco antes de que el MTO abriera sus puertas el 19 de abril de 2008, la FAHHO adquirió para el Museo este acervo temprano, que el Ing. Sosa había retenido en México por convicción patriótica.

Colección de Octavia Schöndube

Octavia Schöndube de Böhm fue la octava hija de un ingeniero alemán que migró a México a fines del Porfiriato, trabajando primero en el ingenio de Tamazula, Jalisco, y fabricando posteriormente tubos de barro y alcantarillas para la ciudad de Oaxaca, iniciando así una larga relación familiar con nuestro estado. Hacia 1960, doña Octavia y su hermana Clotilde establecieron sendos negocios de arte popular en la ciudad de México y en Oaxaca; doña Octavia mantuvo por muchos años una galería de artesanía oaxaqueña en el Bazar Sábado, en San Ángel. Formó, a lo largo de dos décadas, una colección de cerca de 500 textiles representativos de casi todos los pueblos originarios de la entidad, que en algunos casos son las únicas piezas, o los tejidos mejor logrados, que conocemos de comunidades específicas donde el arte textil se ha olvidado en los últimos cien años.

Si bien Oaxaca es el foco de atención, la colección también incluye piezas de Guerrero, Chiapas, el sur de Veracruz, Puebla y las comunidades wixáritari. Algunos textiles datan de fines del siglo XIX o principios del XX, pero la mayoría fueron hechos entre los años 1950 y 1970. A la muerte de doña Octavia, la colección fue heredada por su hija, la antropóloga Brigitte Boehm de Lameiras, investigadora del Colegio de Michoacán, quien contactó al maestro Francisco Toledo en 2005, manifestando su deseo de que los textiles pasaran al futuro museo en Oaxaca. La doctora Boehm falleció en 2007 antes de ver cumplido su deseo, que fue ejecutado por sus hijas en diciembre de 2008, gracias a la generosidad de don Alfredo Harp.

Colección de la familia Johnston

Tony y Roger Johnston llegaron a la Ciudad de México en 1968 y se enamoraron de nuestro país. Acá vivieron durante quince años y acá crecieron sus tres hijas. La vocación de Tony como escritora de libros para niños y la profesión de Roger como banquero les permitieron conocer a varios devotos del arte y las tradiciones populares. La joven familia viajó a muchos lugares remotos y atestiguó los cambios dramáticos en la vida de las comunidades indígenas durante ese periodo. Animados por conocedores del arte textil como Irmgard Johnson, Ruth Lechuga y Donald Cordry, Tony y Roger empezaron a reunir una muestra de las fajas y los ceñidores de todo México. Habiendo cubierto la mayor parte del país, los Johnston ampliaron la mira y buscaron prendas análogas en Guatemala. De manera paralela, incorporaron a su colección fajas y ceñidores de la gente Hopituh Shi-nu-mu (hopi) y Diné (navajo) del suroeste de Estados Unidos, y también bandas de lana tejidas en la región de los Grandes Lagos. Completado de esta manera un acervo representativo de toda América del Norte, comenzaron a explorar el mundo andino, centrándose en Bolivia. Así se conformó un segundo núcleo de la colección, tan rico y tan variado como lo que habían reunido en México.

Siempre inquieto, Roger se lanzó posteriormente a Bután, donde reunió un último conjunto de fajas, complementando las que Tony y él habían conseguido en el sur de China, Indonesia, el centro de Asia, Turquía y Marruecos. En 2016, segada la vida de Roger en un accidente de esquí, deporte que lo apasionaba, Tony tomó la decisión de donar la colección entera a este museo —que sumaba casi mil piezas— junto con un archivo que documenta la formación del acervo, que parece ser único en el mundo con ese enfoque.

A estas siete grandes colecciones hay que agregar las donaciones generosas de Russell A. Phillips y Ronald F. Thomas (textiles procedentes de Filipinas, Indonesia, India y algunos países de África); Veralee y Jim Bassler (tejidos de Oaxaca); Anne Marie Lampe (textiles de México y Guatemala); Ana Maria Behn Eschenburg en memoria de Maya B.-E. (tejidos de Oaxaca y otras regiones de México); Laura Anderson Barbata (textiles de la cuenca amazónica y Nueva Guinea); Niloufer King Ichaporia (indumentaria parsi de Maharashtra y Gujarat en India); Nancy Hild † (pendones rituales de Haití); Norma Mereles Torreblanca y Rodolfo Ogarrio (textiles de México y Guatemala); Carole Browner en memoria de Arthur J. Rubel (tejidos de Oaxaca y Guatemala); Danielle Dupiech Cavalleri (textiles de Guatemala y Yucatán); Julia Barco (tejidos de Colombia); Douglas Dawson (textiles del occidente de África y Mongolia); René Bustamante, distinguido coleccionista oaxaqueño (tejidos de Oaxaca y Chiapas) y Remigio Mestas Revilla (indumentaria de comunidades poco documentadas de Oaxaca). Terry Welch merece un reconocimiento especial por los tejidos japoneses extraordinarios que sigue adquiriendo para el MTO.

Nos ha conmovido profundamente recibir reliquias familiares y prendas elaboradas como muestras de aprecio para este museo, entre ellas el huipil de matrimonio que nos donó la maestra Minerva Mendoza Pérez, de San Agustín Loxicha, que ella heredó de su abuela; la servilleta que nos donó Noemí Díaz Díaz, que perteneció de igual forma a su abuela, doña Rita Zavaleta en Paso de la Reina; el dechado que nos trajo Nicolasa Pascual Martínez, que ella tejió en su juventud en San Bartolo Yautepec; la blusa que elaboró para el MTO Norma Gutiérrez Ramírez en San Juan Ixtenco, Tlaxcala, y la faja que tejió para obsequiarnos Crispina Navarro Gómez, en Santo Tomás Jalieza, inspirada por una faja que consiguió Roger Johnston, a quien ella recuerda con afecto. Varias personas más nos han donado piezas individuales y estamos igualmente agradecidos con ellas; daremos los créditos correspondientes al exhibirlas.

Por otro lado, con el apoyo invaluable de la FAHHO hemos podido adquirir otros acervos importantes, como las colecciones guatemaltecas de Sarasvati Ishaya, quien vivió en Panajachel en 1984 y 1985; de Paul Poudade, embajador de Francia en Guatemala de 1991 a 1993, y parte del legado de Eva Hannstein, galerista legendaria en aquel país, cuya bisnieta, Karla Ceballos, dirige la hermosa Casa de Artes en Antigua. La generosidad de la Fundación nos ha permitido, además, enriquecer el fondo del MTO con piezas de Oaxaca y de otras regiones de nuestro país que pertenecieron a Irmgard Weitlaner Johnson, decana de la investigación de los textiles mexicanos; Anita Jones, diligente coleccionista radicada en Oaxaca; Graciela Brena de la Peña, hija del gobernador Rodolfo Brena Torres (1962-1968), y Federico Jiménez Caballero, gran galerista oaxaqueño y amigo de la Fundación.

Por su parte, el Museo ha acrecentado el acervo al conseguir numerosos textiles procedentes de diversas zonas del mundo, para presentar en las exposiciones ejemplos de las tradiciones locales con sus contrapartes provenientes de zonas geográficas distantes. El maestro Toledo nos animó a adquirir ejemplos sobresalientes, proporcionándonos los fondos iniciales. Hemos encontrado buena parte de estas piezas a través del internet. Los portales electrónicos nos han permitido ampliar nuestro conocimiento técnico y nuestra apreciación estética de los textiles de diversos pueblos originarios de cuatro continentes, más Oceanía.

Nuestros proveedores principales han sido Marla Mallet, en Atlanta (tejidos bakuba de la República Democrática del Congo; kilims y çuvals de Turquía; textiles miao de Guizhou, China); Susan Stem, en Chiangmai (tejidos de Laos, Burma, Tailandia, el sur de China y Hainan); Mary Hunt Kahlenberg † en Santa Fe (textiles de Indonesia); Joe Carr † en San Antonio (textiles mexicanos); Yuri Saldyt † en Antigua (tejidos de Myanmar y Guatemala); David Hamilton, en Austin (textiles guatemaltecos); Tom Cole, en San Rafael (tejidos de Turquía, Irán, Afganistán, Uzbekistán y Turkmenistán); Yosi Barzilai, en Portland (textiles del occidente y norte de África, Grecia, Rusia y Filipinas); Chris Buckley, en Beijing (tejidos del sur de China, Malasia e Indonesia); John Thomas, en Santa Cruz (textiles mexicanos); Andrés Moraga, en Berkeley (textiles de Laos, India y el norte de África); Seref Ozen, en Estambul (textiles del Cáucaso y el centro de Asia); Gertraude Lindauer, en Colonia (molas de Panamá); Martín Ccorisapra y Antonio Ramírez en Lima (textiles del pueblo shipibo de la Amazonía Peruana) y Andy Lloyd en Bath (tejidos baluch y shahsevan de Irán). Agradecemos en especial a Carol Pratt, quien nos permitió elegir las piezas relevantes para el MTO dentro de la gran colección de textiles del mundo entero que formaron Max y Hattie Mae Nixon, afiliados con la Universidad de Oregon en Eugene. Todos ellos nos han ayudado desinteresadamente a integrar un acervo inusual, seleccionado con el fin de hacer patentes los nexos técnicos y conceptuales entre los telares de Oaxaca y los tejidos de otras regiones del planeta.

Los textiles son una de las formas más versátiles de crear belleza. Un acervo extenso como el del MTO nos permite transmitirle esa convicción al público. Ha sido para mí un sueño de toda la vida que mi trabajo sirva para conformar semejante legado; ahora solo espero que pueda preservarse para las generaciones venideras.


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