Boletín FAHHO Digital No. 24 (Mar 2023)

Formar un acervo de acervos:
Las colecciones del MTO

Alejandro de Ávila
Detalle del tejido de una falda de boda; San Pablo Mitla, Oaxaca, comunidad zapoteca del valle de Tlacolula, hecha a mediados del siglo XX. Lana hilada a mano teñida con grana y otros tintes naturales, tejida en telar de cintura. Ligamento labrado controlado por los lizos, procedimiento ingenioso que antecede a los telares Jacquard y éstos, a su vez, a las primeras computadoras. Diseño de “maicito”, “cacao” y “culebra”. Colección de Octavia Schöndube, donada por la FAHHO al MTO.

El Museo Textil de Oaxaca ha albergado más de cien exposiciones en los catorce años transcurridos desde su inauguración. Ninguna de ellas ha durado más de cuatro meses, para evitar que se deterioren las fibras y los tintes. Algunas han sondeado la creatividad de artistas individuales o en grupo, mientras que otras han buscado explorar una idea: la influencia de los pueblos islámicos en los tejidos latinoamericanos, por ejemplo, o las posibilidades técnicas que ofrece el ixtle, fibra extraída de un grupo de plantas que evolucionaron y se diversificaron en México. El acervo del Museo, integrado en un principio por cuatro colecciones enfocadas en Oaxaca, ha crecido y se ha diversificado para que las exhibiciones hagan dialogar los textiles locales con los materiales, las técnicas, los diseños y los símbolos de otras áreas de México y del mundo.

Acompañar, como hemos hecho, una falda de enredo zapoteca con un sari de India puede parecer incoherente. A primera vista no podrían ser más disímiles como prendas de uso. Una es densa y resistente, el otro es delicado y escurridizo. La primera se ciñe a la cintura, el segundo cubre casi todo el cuerpo. Sin embargo, al examinarlos con cuidado, se desdibujan las diferencias. En ambos tejidos encontramos fibras hiladas a mano, teñidas con un colorante obtenido de insectos. Uno y otro lienzo envuelven a la persona sin recortar la tela ni entallarla. Para mayor convergencia, tanto la falda de gala como el sari rojo tuvieron la misma función social en polos opuestos del globo: vestir a la novia durante los rituales que tejen lazos entre dos familias y renuevan la conciencia de pertenecer a una comunidad cultural.

Al hermanar enredos y saris, la aportación estética de los textiles mexicanos gana resonancia en el concierto de las artes. Oaxaca fue por tres siglos la fuente del tinte rojo más preciado para las alfombras y los satines, además de los dulces y los cosméticos. El nopal y su insecto parásito marcaron la paleta de artistas estelares de Occidente, desde El Greco y Rembrandt hasta Van Gogh. Pero la historia que aspiramos a narrar en el MTO es la crónica íntima de gente sin renombre, no por ello menos talentosa. Al buscar tejidos hermosos de distintos rincones del mundo y resaltar los vínculos que percibimos entre ellos, tratamos de hacer visible la universalidad de un gusto refinado y, al mismo tiempo, la pérdida dramática de ese sentido de belleza en la vida cotidiana de una sociedad global, enajenada de sus raíces.

Hemos logrado reunir en el MTO siete grandes colecciones, que suman más de cinco mil piezas entre ellas, formadas mucho tiempo antes de la fundación del Museo, además de otras colecciones más pequeñas y varios centenares de textiles que hemos conseguido uno por uno. Cinco de las grandes colecciones fueron donadas al MTO; las otras dos fueron compradas para el Museo por la Fundación Alfredo Harp Helú, que financió la adquisición y restauración del edificio que lo alberga, además de sufragar todos los gastos para operar el MTO desde su fundación.

Colección de María Isabel Grañén Porrúa

La Presidenta de la Fundación Alfredo Harp Helú comenzó a formar una colección de textiles en 1998. Se compone de más de 500 piezas; la mayor parte de ellas pasaron por las manos de don Crispín Morales Osorio, fundador de la empresa “Oaxaca y sus Regiones” en el Mercado 20 de Noviembre de esta ciudad. Don Crispín inició su negocio vendiendo rebozos de Chilapa, Tenancingo y Moroleón para las mujeres oaxaqueñas que acostumbran todavía usarlos. Tiempo después, comenzó a ofrecer también huipiles, blusas y otros textiles indígenas para el turismo creciente. A lo largo de cuatro décadas, fue apartando piezas que le llamaron la atención por su calidad, integrando así una colección representativa de la indumentaria tradicional del Estado durante el período de 1960 a 1990. Además de los trajes de don Crispín, la doctora Grañén adquirió numerosas piezas más recientes del destacado galerista y promotor del arte textil Remigio Mestas, y también obtuvo de manera directa ejemplos notables hechos por tejedoras en diversas localidades. Esta colección documenta los cambios en las tradiciones textiles de muchas comunidades de Oaxaca en la segunda mitad del siglo XX y los esfuerzos por recuperar una producción de calidad.

Colección de Madeline Humm

Madeline Humm nació en Zürich, Suiza, en 1928; su madre fue una artista textil destacada. En 1956, Madeline se trasladó con su esposo Hans Mollet a Lima, donde vivieron por cuatro años y emprendieron varios viajes al interior de Perú, fascinados por el mundo indígena. En 1960 se mudaron a la Ciudad de México, donde crecieron sus cuatro hijos. En 1977 se establecieron en Puebla. La señora Humm viajó incesantemente por todo México y Guatemala, haciendo amistades y adquiriendo textiles en diversas comunidades. Se formó como fotógrafa y etnógrafa de manera autodidacta. Además de la indumentaria, documentó otras expresiones del arte popular, la arquitectura vernácula, los mercados y las fiestas de un México en vías de desaparecer. Doña Madeline falleció en Puebla en mayo de 2005, legándonos su acervo de más de 1000 textiles y 11,000 fotografías gracias a la generosidad del maestro Francisco Toledo, quien adquirió esta importante colección justo en abril de 2005 y la donó al MTO al momento de su fundación. La colección incluye un tejido virreinal que nombramos tlàmachtēntli, fragmento de un huipil maravilloso que nos ha permitido recrear el uso de la pluma en el telar, como describimos en números anteriores del Boletín. Incluye también algunas piezas que datan de principios del siglo XX, si bien el grueso corresponde a las décadas de 1950 a 2000. La documentación de la colección es excelente, pues doña Madeline fue una investigadora metódica que registró de manera rigurosa un gran volumen de información.

Detalle de un patolu (sari de boda), tejido en Patan, estado de Gujarat, India, primera mitad del siglo XX. Seda devanada y torcida a mano, teñida al parecer con el insecto llamado lac y otros colorantes naturales. Los diseños indican que este sari estaba estinado a una novia musulmana; fueron logrados anudando la urdimbre y la trama antes de teñir, siguiendo tres baños consecutivos en tintes distintos, proceso sumamente laborioso. Galería de Yosi Barzilai, adquisición del MTO.

Colección de Ernesto Cervantes y Josephine Brown

Nacido en Oaxaca de Juárez en 1902, Ernesto Cervantes Morales migró en los años 1920 a la Ciudad de México, donde se relacionó con José Vasconcelos, Diego Rivera, Tina Modotti y otros artistas. Alentado por ellos, comenzó a vender sarapes de Teotitlán del Valle en los círculos intelectuales de la época. Estableció poco tiempo después una galería de talavera poblana y arte popular oaxaqueño. Más tarde creó un taller de mantelería de algodón, operando cientos de telares de pedales en Xochimilco, el barrio de los tejedores en su ciudad natal. La Casa Cervantes se convirtió en una de las principales promotoras del textil tradicional mexicano. Don Ernesto reunió a lo largo de cinco décadas un extenso archivo fotográfico y una gran colección de arte prehispánico, virreinal y contemporáneo; forman parte de ella más de 500 textiles de todo el país, incluyendo numerosas piezas del siglo XIX y principios del XX, con un énfasis en Oaxaca. Buena parte de los ejemplos más recientes fueron adquiridos por su esposa Josephine Brown, quien era originaria de Springfield, Tennessee, y había estudiado arte. Al llegar a México, ella se interesó por los bordados, particularmente las blusas tradicionales. Desafortunadamente, don Ernesto y doña Josephine nunca prepararon fichas o etiquetas de su colección, pero me narraron muchas anécdotas que me han permitido documentar varias piezas notables. Doné al MTO esta colección y archivo que heredé de ellos por ser mis tíos abuelos.

Colección de Alejandro de Ávila

Junto con la colección de Ernesto Cervantes y Josephine Brown, al fundarse el MTO doné cerca de 700 textiles que había reunido en los años 1970 a 1990. Adquirí y documenté la mayoría de estas piezas en sus comunidades de origen en dos grandes regiones: el noreste del país (San Luis Potosí, sur de Tamaulipas y sur de Nuevo León) y la Sierra Madre del Sur en el occidente de Oaxaca y oriente de Guerrero. Las tradiciones textiles del noreste de México, en particular, son prácticamente desconocidas y están muy pobremente representadas en los museos, dentro y fuera del país. Revisten interés especial por tratarse de comunidades mestizas, donde se conservó vigente hasta mediados del siglo pasado una gran diversidad de técnicas y diseños. Esta colección incluye algunos formatos y estructuras de tejido de calidad excepcional que no habían sido documentados previamente en nuestro país. Buena parte de las piezas datan de fines del siglo xix o principios del XX. La colección cuenta con fichas detalladas de cada pieza, respaldadas con notas de campo, transcripciones de entrevistas, grabaciones y fotografías.

Colección de Humberto Arellano

Humberto Arellano Garza nació en 1913 en Monterrey, Nuevo León. Siendo muy joven participó en una campaña pedagógica en comunidades indígenas, gracias a la cercanía que tuvo con su tío Moisés Sáenz, Secretario de Educación Pública en aquella época. Esa experiencia motivó su interés en el arte popular a lo largo de toda su vida. En los años 1930 fundó junto con parientes suyas la galería “Artes de México” en la capital del país, y en 1950 abrió en Monterrey la galería “Carapan”. El nombre de esta población purépecha había servido de título para el escrito más conocido de Sáenz, al implementar políticas de desarrollo rural en las décadas posteriores a la Revolución Mexicana. No sabemos cómo formó su colección don Humberto, quien parece haber adquirido la mayor parte de los textiles antes de 1960. Fue cliente asiduo de la Casa Cervantes, hasta que ésta cerró en 1978. En 1983, don Humberto le vendió la colección, junto con la galería, a su sobrino político, el Ing. Porfirio Sosa. Comprende más de 700 piezas procedentes de todo México, incluyendo un conjunto importante de dechados, colchas y sarapes del siglo XIX. Varias de ellas representan los testimonios más tempranos que conocemos de las tradiciones textiles de algunas zonas, y aportan datos fundamentales para esclarecer la historia del arte textil en México. Gracias a un archivo fotográfico que se conserva en Berkeley, he podido constatar que algunas de estas piezas pertenecieron a Frederick W. Davis, comerciante y diseñador norteamericano quien se estableció en la Ciudad de México hacia 1910, donde formó la primera, más extensa y meritoria colección de arte popular de la que tengamos noticia. Al igual que en el caso de la colección Cervantes Brown, don Humberto no parece haber dejado nota alguna de lo que sabía acerca de sus textiles. Poco antes de que el MTO abriera sus puertas el 19 de abril de 2008, la FAHHO adquirió para el Museo este acervo temprano, que el Ing. Sosa había retenido en México por convicción patriótica.

Colección de Octavia Schöndube

Octavia Schöndube de Böhm fue la octava hija de un ingeniero alemán que había migrado a México a fines del porfiriato, trabajando primero en el ingenio de Tamazula, Jalisco, y fabricando posteriormente tubos de barro y alcantarillas para la ciudad de Oaxaca, iniciando así una larga relación de la familia con nuestro Estado. Hacia 1960, doña Octavia y su hermana Clotilde establecieron sendos negocios de arte popular en la ciudad de México y en Oaxaca; doña Octavia mantuvo por muchos años una galería de artesanía oaxaqueña en el Bazar Sábado en San Ángel. Formó a lo largo de dos décadas una colección de cerca de 500 textiles representativos de casi todos los pueblos originarios de la entidad, que en algunos casos son las únicas piezas, o los tejidos mejor logrados, que conocemos de comunidades específicas donde el arte textil se ha olvidado en los últimos cien años. Si bien Oaxaca es el foco de atención, la colección también incluye piezas de Guerrero, Chiapas, el sur de Veracruz, Puebla y las comunidades wixáritari. Algunos textiles datan de fines del siglo XIX o principios del XX, pero la mayoría fueron hechos entre los años 1950 y 1970. A la muerte de doña Octavia, la colección fue heredada por su hija, la antropóloga Brigitte Boehm de Lameiras, investigadora del Colegio de Michoacán, quien contactó al maestro Francisco Toledo en 2005, manifestando su deseo de que los textiles pasaran al futuro museo en Oaxaca. La doctora Boehm falleció en 2007 antes de ver cumplido su deseo, que fue ejecutado por sus hijas en diciembre de 2008, gracias a la generosidad de don Alfredo Harp.

Colección de la familia Johnston

Tony y Roger Johnston llegaron a la Ciudad de México en 1968 y se enamoraron de nuestro país. Acá vivieron durante quince años y acá crecieron sus tres hijas. La vocación de Tony como escritora de libros para niños y la profesión de Roger como banquero les permitieron conocer a varios devotos del arte y las tradiciones populares. La joven familia viajó a muchos lugares remotos y atestiguó los cambios dramáticos en la vida de las comunidades indígenas durante ese periodo. Animados por conocedores del arte textil como Irmgard Johnson, Ruth Lechuga y Donald Cordry, Tony y Roger empezaron a reunir una muestra de las fajas y los ceñidores de todo México. Habiendo cubierto la mayor parte del país, los Johnston ampliaron la mira y buscaron prendas análogas en Guatemala. De manera paralela, incorporaron a su colección fajas y ceñidores de la gente hopi y navajo del suroeste de Estados Unidos, y también bandas de lana tejidas en la región de los Grandes Lagos. Completado de esta manera un acervo representativo de toda América del Norte, comenzaron a explorar el mundo andino, centrándose en Bolivia. Así se conformó un segundo núcleo de la colección, tan rico y tan variado como lo que habían reunido en México. Siempre inquieto, Roger se lanzó posteriormente a Bután, donde reunió un último conjunto de fajas, complementando las que Tony y él habían conseguido del sur de China, Indonesia, el centro de Asia, Turquía y Marruecos. En 2016, segada la vida de Roger en un accidente de esquí, deporte que lo apasionaba, Tony tomó la decisión de donar la colección entera a este museo, sumando casi mil piezas, junto con un archivo que documenta la formación del acervo, que parece ser único en el mundo con ese enfoque.

Sarape tejido probablemente en el norte de México durante la primera mitad del siglo xix. La urdimbre es de hilo industrial de algodón y la trama es de lana de oveja hilada a mano, teñida con grana, añil y un colorante amarillo vegetal. Representa un estilo poco conocido dentro de la tradición mexicana de tejidos de tapicería, más afín a la estética mesoamericana que el formato “clásico de Saltillo”. Perteneció a Humberto Arellano y parece haber formado parte de la colección de Fred Davis.

A estas siete grandes colecciones hay que agregar las donaciones generosas de Russell A. Phillips y Ronald F. Thomas (textiles procedentes de Filipinas, Indonesia, India y algunos países de África); Veralee y Jim Bassler (tejidos de Oaxaca); Anne Marie Lampe (textiles de México y Guatemala); Ana Maria Behn-Eschenburg en memoria de Maya B.-E. (tejidos de Oaxaca y otras regiones de México); Laura Anderson Barbata (textiles de la cuenca amazónica y Nueva Guinea); Niloufer King Ichaporia (indumentaria parsi de Maharashtra y Gujarat en India); Nancy Hild† (pendones rituales de Haití); Norma Mereles Torreblanca y Rodolfo Ogarrio (textiles de México y Guatemala); Carole Browner en memoria de Arthur J. Rubel (tejidos de Oaxaca y Guatemala); Danielle Dupiech Cavalleri (textiles de Guatemala y Yucatán); Julia Barco (tejidos de Colombia); Douglas Dawson (textiles del occidente de África y Mongolia); René Bustamante, distinguido coleccionista oaxaqueño (tejidos de Oaxaca y Chiapas); y Remigio Mestas Revilla (indumentaria de comunidades poco documentadas de Oaxaca). Terry Welch merece un reconocimiento especial por los tejidos japoneses extraordinarios que sigue adquiriendo para el MTO.

Nos ha conmovido profundamente recibir reliquias familiares y prendas elaboradas como muestras de aprecio para este museo, entre ellas el huipil de matrimonio que nos donó la Maestra Minerva Mendoza Pérez de San Agustín Loxicha, que ella heredó de su abuela; la servilleta que nos donó Noemí Díaz Díaz, que perteneció de igual forma a su abuela doña Rita Zavaleta en Paso de la Reina; el dechado que nos trajo Nicolasa Pascual Martínez, que ella tejió en su juventud en San Bartolo Yautepec; la blusa que elaboró para el MTO Norma Gutiérrez Ramírez en San Juan Ixtenco, Tlaxcala; y la faja que tejió para obsequiarnos Crispina Navarro Gómez en Santo Tomás Jalieza, inspirada por una faja que consiguió Roger Johnston, a quien ella recuerda con afecto. Varias personas más nos han donado piezas individuales, a quienes estamos igualmente agradecidos y daremos los créditos correspondientes al exhibirlas. Por otro lado, con el apoyo invaluable de la FAHHO hemos podido adquirir otros acervos importantes, como las colecciones guatemaltecas de Sarasvati Ishaya, quien vivió en Panajachel en 1984 y 1985; Paul Poudade, embajador de Francia en Guatemala de 1991 a 1993; y parte del legado de Eva Hannstein, galerista legendaria en aquel país, cuya bisnieta Karla Ceballos dirige la hermosa Casa de Arte en Antigua. La generosidad de la FAHHO nos ha permitido, además, enriquecer el fondo del MTO con piezas de Oaxaca y de otras regiones de nuestro país que pertenecieron a Irmgard Weitlaner Johnson, decana de la investigación de los textiles mexicanos; Anita Jones, diligente coleccionista radicada en Oaxaca; Graciela Brena de la Peña, hija del Gobernador Rodolfo Brena Torres (1962-1968); y Federico Jiménez Caballero, gran galerista oaxaqueño y amigo de la Fundación.

Por su parte, el Museo ha acrecentado el acervo al conseguir numerosos textiles procedentes de diversas zonas del mundo, para presentar en las exposiciones ejemplos de las tradiciones locales con sus contrapartes provenientes de zonas geográficas distantes. El maestro Toledo nos animó a adquirir ejemplos sobresalientes, proporcionándonos los fondos iniciales. Hemos encontrado buena parte de estas piezas a través del internet. Los portales electrónicos nos han permitido ampliar nuestro conocimiento técnico y nuestra apreciación estética de los textiles de diversos pueblos originarios de cuatro continentes, más Oceanía. Nuestros proveedores principales han sido Marla Mallet en Atlanta (tejidos bakuba de la República Democrática del Congo; kilims y çuvals de Turquía; textiles miao de Guizhou, China); Susan Stem en Chiangmai (tejidos de Laos, Burma, Tailandia, el sur de China y Hainan); Mary Hunt Kahlenberg† en Santa Fe (textiles de Indonesia); Joe Carr† en San Antonio (textiles mexicanos); Yuri Saldyt† en Antigua (tejidos de Myanmar y Guatemala); David Hamilton en Austin (textiles guatemaltecos); Tom Cole en San Rafael (tejidos de Turquía, Irán, Afganistán, Uzbekistán y Turkmenistán); Yosi Barzilai en Portland (textiles del occidente y norte de África, Grecia, Rusia y Filipinas); Chris Buckley en Beijing (tejidos del sur de China, Malasia e Indonesia); John Thomas en Santa Cruz (textiles mexicanos); Andrés Moraga en Berkeley (textiles de Laos, India y el norte de África); Seref Ozen en Estambul (textiles del Cáucaso y el centro de Asia); Gertraude Lindauer en Colonia (molas de Panamá); Martín Ccorisapra y Antonio Ramírez en Lima (textiles del pueblo shipibo de la Amazonía Peruana); y Andy Lloyd en Bath (tejidos baluch y shahsevan de Irán).

Agradecemos en especial a Carol Pratt, quien nos permitió elegir las piezas relevantes para el MTO dentro de la gran colección de textiles del mundo entero que formaron Max y Hattie Mae Nixon, afiliados con la Universidad de Oregon en Eugene. Todos ellos nos han ayudado desinteresadamente a integrar un acervo inusual, seleccionado con el fin de hacer patentes los nexos técnicos y conceptuales entre los telares de Oaxaca y los tejidos de otras regiones del planeta.

Los textiles son una de las formas más versátiles de crear belleza. Un acervo extenso como el del MTO nos permite transmitirle esa convicción al público. Ha sido para mí un sueño de toda la vida que mi trabajo sirva para conformar semejante legado; ahora sólo espero que pueda preservarse para las generaciones venideras.


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