Abrir una nueva ruta de las bibliotecas móviles, ahora en la región Mixe, es un reto que inspira, alegra nuestros corazones y nos motiva a dar lo mejor en cada una de las sesiones de lectura.
Nunca antes una biblioteca móvil había recorrido las comunidades de la Sierra Mixe: al ver un carrito con dibujos de personajes leyendo se genera curiosidad y provoca cierta intriga en los pobladores. Al descubrir de qué se tratan las actividades que realizamos, los niños se alegran y preguntan cuándo volveremos a su comunidad.
Las autoridades municipales y escolares nos han apoyado y ya empiezan a correr la voz sobre nuestra labor, las invitaciones para atender otras comunidades y escuelas no se han hecho esperar.
Hace unos días, un niño hizo un dibujo de la biblioteca móvil, de mi compañero y yo sosteniendo unos libros, un telescopio, Júpiter, la luna y un corazón; al preguntarle por qué había dibujado eso, respondió que lo que más le gusta es que vayamos a leerles. Sin duda resulta inspirador y gratificante: percibimos lo mucho que significa nuestra labor para las niñas y niños. Compartir lecturas en voz alta por las tardes, teniendo de fondo las notas musicales de la banda que ensaya en la escoleta, mientras la neblina baja de las montañas y lo cubre todo, nos llena de entusiasmo, disipa la fatiga y nos anima a continuar promoviendo la lectura por las numerosas y muy pobladas comunidades de la Sierra Mixe.
Programa Seguimos Leyendo
Una vez más hemos dado el banderazo inicial del Programa Seguimos Leyendo. Después de la suspensión de actividades por la pandemia del covid-19, hemos recibido, de manera constante, solicitudes de diferentes instituciones para acercar la lectura en voz alta a sus poblaciones. Escuelas de nivel inicial, preescolar, primaria, secundaria, bachillerato, asociaciones civiles, casas hogar para el adulto mayor, incluso el Centro Penitenciario Femenil de Tanivet han solicitado su incorporación a nuestro programa.
Mediante gestiones y alianzas interinstitucionales, de enero a febrero del presente año se han sumado ya 14 espacios de manera formal; cada mes, la voz de los lectores voluntarios llega a 1 270 niñas, niños y adolescentes y a 113 adultos.
A partir de la reactivación de Seguimos Leyendo se contactó a las lectoras y lectores voluntarios que permanecían ávidos por regresar a compartir lecturas. Contamos con la participación de 91 personas que han compartido con sus escuchas 259 libros, asimismo se les han prestado 224 libros para prepararse antes de llegar a su audiencia.
El recibimiento que ha tenido este programa en las diversas comunidades ha sido de gran aceptación. Sin duda, esta vuelta significa mucho para todos los involucrados, a partir de ahora tenemos nuevos retos y compromisos con las y los amantes de la cultura escrita.
El desarrollo de la ciencia en la Nueva España no fue igual en el siglo XIX que durante la centuria anterior. Para 1821 la devastación que dejó la Guerra de Independencia era total:1 el panorama económico era desolador, el aparato científico se encontraba desmantelado, los peninsulares “de valía” tuvieron que abandonar el país; la desorientación académica –después de 300 años de tutelaje– era muy grande y la incertidumbre y la violencia no dejaron un resquicio de tranquilidad para el estudio.
Así, existe un desfase de la ciencia mexicana con respecto, por ejemplo, de la de Europa, con Francia a la cabeza, que preparaba su despegue con los hallazgos reunidos en años anteriores, descubrimientos y avances que servirían para esbozar las grandes síntesis científicas con las que finalizó el siglo XIX. Paralelamente, se dio un desarrollo muy importante debido a las consecuencias sociales: se trata del periodo de “popularización de la ciencia” como respuesta al magnetismo que las nuevas síntesis científicas y sus aplicaciones en la tecnología empezaron a ejercer sobre los legos. Es probable que a esta corriente se hayan adherido las publicaciones mexicanas que hoy en día se atesoran en la Biblioteca Henestrosa y que nos ocupan en este momento.
La Ciencia Recreativa es una publicación del siglo xix dirigida por el ingeniero poblano José Joaquín Arriaga. Salió a la luz el 12 de abril de 1871 “con la intención de propagar con un estilo fácil, ameno y correcto la ciencia entre la niñez y las clases trabajadoras del pueblo”; se trata de una serie que no solo deleitó a los lectores, sino que también los instruyó. Se conforma de una serie de cuentos o leyendas breves –de 36 o 38 páginas– en las que se difunden conocimientos científicos, presentándolos de forma atractiva para la población en general. Encontramos títulos como “Vida y aventuras de una moneda de 5 centavos”, ejemplar que explica lo más esencial de la metalurgia y minería; “Los misterios de la niebla”, que trata de ciertos fenómenos meteorológicos, e “Historia de un grano de café”, que nos habla sobre el cultivo y cuidado de esta semilla. Algunos ejemplares están ilustrados con litografías de Hesiquio Iriarte y José María Velasco.
El Fondo Reservado de la Biblioteca Henestrosa alberga los siguientes títulos:
Introducción general. La primera semilla
Geografía Física del globo. Los campos de nieve
Física experimental y recreativa. Impresiones del viaje del Tío Pablo
Geografía física del globo. Una ascensión al Popocatépetl
Agricultura. Historia de un grano de café
Geografía Física del globo. Plutón y Neptuno
Física. Transformaciones de un trozo de hielo
Meteorología. Las tempestades
Meteorología. El titán y el Pigmeo
Física del globo. Los Aerolitos
Minería y metalurgia. Vida y aventuras de una moneda de 5 centavos
Meteorología. Los misterios de la niebla
1 Chinchilla Pawling, Perla. “La ciencia mexicana del período nacional”. En Trabulse, Elías. Historia de la ciencia en México. México: conacyt; fce, 198
Los Guerreros de Oaxaca estarán en su temporada 28 de la Liga Mexicana de Beisbol (lmb), y este 2023 el club celebra 27 años en el circuito veraniego con un plantel completamente reforzado en jugadores y cuerpo técnico.
Este año estará al mando de la tropa Gerónimo Gil, nacido en el Barrio de la Soledad, Oaxaca, oficialmente el primer mánager oaxaqueño que dirige al equipo bélico en su historia. Gerónimo estará comandando a su segundo equipo profesional después de que llevó a los Leones de Yucatán a la Serie del Rey en el 2019.
El resto del cuerpo técnico que acompañará a Gil lo integran Sergio Valenzuela y Javier Momo Cruz en el picheo; Daniel Fernández y Marco Antonio Romero en el bateo y Shamar Almeida e Iván Cervantes como entrenadores de bases.
La directiva zapoteca se esforzó por tener un equipo competitivo que peleara un campeonato, por eso llegaron los receptores Ricardo Valenzuela y Kevin Zamudio, además de Christian Ibarra, y una continuidad de peloteros como José Carlos Ureña, Orlando Piña, Samar Leyva y Carlos Figueroa, quien fuera el mejor pelotero a la ofensiva del club en la temporada 2022.
El picheo fue una de las posiciones que recibió más modificaciones, llegando nombres como el de Francisco Villegas, Adrián del Moral, Iván Salas, Marco Rivas, Adrián Ramírez y la continuidad de Luis Iván Rodríguez, Esteban Bloch, Erick Casillas y Luis Fernando Miranda, este último considerado el pícher del año en la Liga Mexicana del Pacífico en la temporada 2022-2023 con los Cañeros de los Mochis.
La base de extranjeros promete mucho con peloteros de calidad que han brillado en ligas de Estados Unidos y grandes ligas, como Edubray Ramos, lanzador que militó del 2016 al 2019 con los Phillies de Philadelphia; después, la llegada del norteamericano Eric Filia, con poder en el madero y velocidad en las piernas, además de la incorporación de Ademar Rifaela, quien viene de ser campeón en la Liga Invernal de Panamá.
Esta legión extranjera la completan los lanzadores José Mesa Jr., Ángel Padrón, David Ramos, jugadores de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional con números positivos quienes se mantienen en los primeros lugares en efectividad; se cuenta, además, con la continuidad del lanzador dominicano Elvin Liriano, quien en 2022 gustó mucho por sus grandes actuaciones en la loma de las responsabilidades.
El equipo bélico inició la pretemporada con un Early Camp con algunos peloteros que llegaron temprano a los entrenamientos para comenzar a tomar ritmo de juego, reportando el resto del equipo el pasado 1 de marzo para iniciar entrenamiento de playa en Huatulco, donde junto con los preparadores físicos Tonatiuh Cruz, José Luis Sandoval y Adrián Valadez, se preparan para tener una temporada exitosa.
Después, Guerreros regresó a la ciudad de Oaxaca para incorporarse a la Academia de Beisbol Alfredo Harp Helú y comenzar de lleno con el entrenamiento de estrategia, fundamentos y práctica de bateo en general.
Los bélicos iniciaron sus juegos de preparación este 31 de marzo, para medirse en el clásico encuentro frente al selectivo de las Ligas Locales, y después disputar el Torneo Interliga frente a equipos como Diablos Rojos del México, Pericos de Puebla, El Águila de Veracruz y Toros de Tijuana. Iniciarán la campaña 2023 el próximo 21 de abril contra los Olmecas de Tabasco en el estadio Eduardo Vasconcelos en el estado de Oaxaca.
El mundo textil que se encuentra en Oaxaca es diverso. Desde las comunidades de Valles Centrales hasta la Costa, entre las montañas de la Sierra Norte y Sierra Sur y demás regiones, los textiles van y vienen, entre el pasado y el presente, dejan huella y se arraigan a las nuevas generaciones para no morir. En Andares del Arte Popular somos conscientes de que no podemos abandonar a los maestros que mantienen viva la herencia que transmiten de generación en generación, y nuestro principal objetivo es protegerlas.
Los textiles no solo son una prenda para utilizar, son el lenguaje e historia de muchos pueblos, símbolos que han perdurado desde antes de la época colonial y aún mucho después, cuando fueron introducidos nuevos productos al continente. Si hablamos, por ejemplo, del telar de cintura y de todas las herramientas que lo conforman, debemos señalar que se trata de una técnica que merece ser conservada, pues tiene un origen prehispánico que no solo se encuentra en Oaxaca, sino que se comparte en todo México y Centroamérica.
No podemos dejar de mencionar los tintes que la naturaleza le ha obsequiado al ser humano para utilizar en los textiles. Estos fueron descubiertos, muy probablemente, por casualidad o por alguna necesidad para plasmar un sentir: la grana cochinilla, el añil y el caracol púrpura, entre otros, predominan en el mundo textil de Oaxaca.
Por todo lo anterior, te invitamos a que conozcas nuestras salas y el universo textil que nos rodea en a Andares del Arte Popular, ubicado en Avenida Independencia #1003, Oaxaca, Centro.
Las bibliotecas son lugares de encuentro. Ahí coinciden lectores y lecturas, infantes y palabras, amigos, familia, comunidad. También en estos espacios surge la posibilidad de hallar historias olvidadas que alguna vez nos contaron; otras que no imaginábamos que fueran posibles y algunas más que no sabíamos que nos habitaban, pero para las cuales alguien más prestó sus palabras al papel para que las reconozcamos.
El origen de las bibliotecas está relacionado con el almacenaje y preservación de lo que sabemos del mundo y de nosotros mismos, pero preservar lo que hace la humanidad poco tiene de estático: esta crece, cambia, conoce y descubre; entonces el acervo también aumenta y se transforma. Sucede lo mismo con quienes lo exploran. Las bibliotecas poseen esa posibilidad del cambio, una expansión potencial de sus letras y de los horizontes de aquellos que se aventuran a estos encuentros con las historias resguardadas.
Desde la Red de Bibliotecas Infantiles BS y las Bibliotecas Móviles puestas en circulación nuevamente, somos testigos y promotores de estos esperanzadores encuentros, a veces suaves y paulatinos, como un papá que se aprende una rima o una mamá que hace voces al leer; otras veces con risas explosivas al jugar a ser trolls o descubrir cómo funcionan las estrellas. Sí, preservamos y acercamos historias para que las nuevas generaciones tengan una idea de dónde hemos estado, pero también para que tengan un espacio dónde formar y fortalecer vínculos con los suyos. Los encuentros que vemos y promovemos resignifican la experiencia personal y colectiva. Generamos espacios en los que lectores y no lectores se sienten libres para explorar, jugar, leer, conversar y regresar a casa con algo diferente: frases anidadas, dudas, experiencias, nuevos amigos. Con un poco de suerte, ese será el hechizo y volverán, un poco distintos, con más curiosidad, quizá. Y tienen todos ellos, sin saberlo, ese poder de transformar los acervos y a los bibliotecarios, de adaptarlos a sus lecturas, ritmos, búsquedas y necesidades. Desconocen esa relación simbiótica en la que la biblioteca se trastoca profundamente por su paso. Así, lectores y bibliotecarios estamos en una danza constante en la que nosotros proponemos y ellos llegan, toman, mueven, dejan.
Celebrar la importancia del libro es para las bibliotecas infantiles y móviles un mero pretexto. Sabemos que lo que en verdad celebramos son esos encuentros con historias, con uno mismo; celebramos los lazos que formamos y los universos que, entre letras y juegos, nos permiten conocernos como seres vulnerables, divertidos, resilientes, creativos. Son las manitas que recorren las estanterías, las voces que leen, las mentes que imaginan y la calidez que surge de sabernos cómplices en las historias, las que celebramos este mes en las bibliotecas.
Al iniciar un proyecto, concebimos un objetivo para él, aunque después su destino no responda necesariamente al primer planteamiento, ya que en el camino se van abriendo vertientes de trabajo, estudio y necesidades que lo modifican. Por eso, a veces, al volver la vista atrás, resulta difícil visualizar claramente cómo se formó el camino. Un elemento crucial para lograr la consolidación de los proyectos es la gestión: puede llevar poco tiempo cuando las circunstancias y las voluntades están alineadas, o puede tomar años cuando no es así, como en el caso del Fondo personal Manuel R. Palacios, de tema ferrocarrilero, en el que con algo de tiempo se acomodaron las energías y los escenarios.
Desde el inicio, este Fondo tuvo una concordancia singular que hizo crecer las expectativas y concretar las acciones para abordarlo. La organización documental se realizó bajo los lineamientos archivísticos que marca la ley, logrando un inventario que integró tres donaciones hechas por Manuel Palacios (hijo), principal apoyo para lograr, en primera instancia, la vinculación de esfuerzos entre Adabi Oaxaca y el Museo Infantil de Oaxaca. Terminada la parte documental, y movidos por el interés y curiosidad generados en gran medida gracias a las pláticas del Lic. Manuel sobre su padre, nos aventuramos a trabajar en algo nuevo: la descripción del apartado fotográfico, que, al requerir de un tratamiento especializado, necesita una inversión importante de tiempo, tanto en la organización como en la estabilización.
El planteamiento para esta fase requirió de la previa elaboración de un diagnóstico muy específico en el que se analizó cada fotografía, consignando sus medidas, el material de soporte, los daños y la técnica, el tipo de guarda requerida y la inversión de tiempo para su estabilización y descripción. Este proceso es necesario para hacer un planteamiento correcto y real sobre los tiempos y materiales que deben utilizarse para la estabilización y resguardo, acciones que se llevaron a cabo en colaboración con el Archivo General del Estado de Oaxaca y Adabi de México.
Para elaborar el inventario fotográfico fue absolutamente necesario capacitarse, así como alimentar el anhelo de saber más con lo encontrado en los documentos sobre el periodo de ensanchamiento de los ferrocarriles. Nos llevó dos semanas de teoría más otra de práctica; aun así, al inicio de la descripción nos enfrentamos a una tarea lenta y compleja, pues la descripción de la imagen, aunque puede mostrar el bagaje de interpretación de quien la observa, exige educar la vista de forma objetiva, de otra manera, las inferencias o aseveraciones infundadas nos llevarían a una mala lectura y, por ende, a dar referencias e información equivocada.
Este inventario consigna algunas características de catálogo, lo que permite recuperar varios elementos importantes —como los números de inventarios anteriores, inscripciones, técnica, medidas de la imagen y del soporte— y darle una clasificación, para lo que debe generarse un cuadro de clasificación exclusivo e independiente del cuadro documental. Además, el inventario nos permite ir agrupando las acciones reflejadas en la fotografía, a lo que se le suman las referencias bibliográficas y las búsquedas en plataformas oficiales y no oficiales que orienten o vinculen la compresión de los elementos, hechos o personajes que conforman las imágenes.
La principal fuente de información ha sido la revista Ferronales, en la que se encuentra el seguimiento administrativo de los trabajos que durante seis años se realizaron para el cambio de vías. Para nuestra fortuna, el Lic. Palacios conservó los números publicados durante seis años que duró la modernización de los ferrocarriles del proyecto Alemán; también referenciamos, aunque con menos frecuencia, Mirada Ferroviaria y otras revistas ligadas al tema ferrocarrilero. Otro apartado nos permite enlazar ligas digitales –la Mediateca INAH– que proporcionan información confiable.
La colaboración nos ha permitido ir más allá de un inventario documental. El Museo Infantil de Oaxaca ha sido un gestor decisivo en los traslados y la difusión de los procesos y contenidos, y nuestro próximo desafío conjunto está puesto en la apertura de este fondo al público, para lo que el Archivo General del Estado de Oaxaca es un gran aliado. Llevar a la luz estos retratos de un aspecto tan importante de México hace casi 70 años, no solo con información y documentos también con imágenes, merece una divulgación adecuada.
La riqueza literaria abunda en el acervo de la Biblioteca Francisco de Burgoa; sobresalen obras escritas y producidas por el intelecto de personajes que rebasan la erudición habitual de una época. Tal es el caso de Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695) y su obra, casi desconocida, Neptuno Alegórico, de 1681. La impresión de este texto estuvo a cargo de Juan de Ribera, hijo de Diego de Ribera y hermano de Hipólito de Ribera, descendientes de una familia de importantes mercaderes e impresores de libros en el siglo XVII, y de quienes adquirió gran fama y prestigio pese a todas las vicisitudes que giran en torno a su persona y producción. Asimismo, la impresión se hizo en el “Empedradillo”, la calle de la oficina donde se hallaba la imprenta de Juan de Ribera desde 1677, y que se llamaba así por ser una de las primeras calles de la Ciudad de México en ser empedrada. La fama e importancia de este impresor creció al desposarse con María Benavides, quien procedía de otra familia de reconocidos impresores. Su unión ayudó a que la imprenta y mercadería de libros de ambas familias no pereciera.
Durante el Virreinato en la Nueva España se consolidaron algunas costumbres provenientes de la cosmovisión europea, en su mayoría de índole cristiana. Una de estas prácticas, que se volvió una tradición que evolucionó durante los posteriores siglos, incluso después de la Independencia de México, es el acto de erigir arcos triunfales. En efecto, estos elementos surgen y son erigidos desde la Edad Antigua con las guerras victoriosas del ejército romano, ejemplo ilustrativo es el famoso Arco de Tito.
Esta tradición se recuperó durante el Renacimiento, cuando los espacios se revistieron de iconografía clásica en su mayoría, aunados a otros aspectos formales y a un lenguaje alegórico conformado por elementos de la cultura grecorromana. Se dividieron en dos tipos: los arcos permanentes, con todos los elementos arquitectónicos vislumbrados en los arcos triunfales de las grandes ciudades europeas del siglo XVIII, y los efímeros o perecederos, elaborados con materiales como cartones, barro o lienzos; en ambos casos se erigen para presidir las entradas triunfales de grandes actores políticos y militares del momento. Así, serán bien conocidos en la Nueva España por ser elaborados para las entradas de los virreyes. Para esta honrosa labor se designaba a un erudito de la época, quien sería el encargado de modelar las imágenes alegóricas, frases históricas y analogías entre las virtudes de un héroe antiguo, o dios mitológico, y la majestad que tiene el prestigio de ser ensalzado por el arco.
En este sentido, el Neptuno Alegórico es la brillante obra que exalta a Vuestra Majestad, el virrey Tomás de la Cerda y Aragón, así como la descripción y explicación de las figuras alegóricas utilizadas como símil a la figura de este virrey. La alegoría es una figura retórica que se ocupa para describir la nobleza del virrey con figuras relacionadas a lo divino, muy representativas de la tradición antigua, es por ello que la Décima Musa lo sitúa a la par de una divinidad, en este caso del dios Neptuno.
Generalmente, la obra se estructura en cuatro partes, comenzando por una breve pero eminente dedicatoria. En esta, el Fénix de México, dirigiéndose al virrey, manifiesta la razón por la cual el arco triunfal dedicado a sus virtudes se compone de todo tipo de blasones. Esta parte es una muestra de la erudición de Sor Juana en materia de autores antiguos, ya que cita diversos y renombrados personajes como Séneca, Plutarco, Virgilio, Cicerón, Ovidio, entre otros; también deja entrever su conocimiento sobre materias religiosas, como los Evangelios, y sus profundas afinidades con la cultura egipcia, tema que atraviesa otros momentos de su obra.
En la segunda parte, la autora se concentra en exponer el porqué de la manifestación y tradición de los arcos triunfales en siglos pasados como regalo y veneración hacia los virreyes, en contraposición a la novedad en la que se basan los altos mandos de la época para encontrar “más apta la blandura inculta de una mujer que la elocuencia de tantas y tan doctas plumas”. No obstante, a pesar de los mismos prejuicios que Sor Juana tiene sobre su propia obra, no cabe la menor duda de que esta producción intelectual del Neptuno Alegórico, por más que fuese un encargo, es muestra de soltura y brillantez de la autora, más aún, aumenta el valor prístino de tal dedicación cuando se habla desde una época aún impregnada por la figura masculina como principal actor del conocimiento. Sin duda, una mujer que lucha contra los convencionalismos de la época.
Por otro lado, para hablar de las analogías que se utilizan en la obra, el Fénix de América cita las palabras de Ovidio: Non census magnus, nec clarum nomen avorum: sed probitas magnos, ingeniumque facit (‘Aquello que hace grande a los hombres no es la riqueza, ni lo ilustre de los hombres de sus antepasados, sino la honradez y el carácter’). Así, una de las similitudes más importantes que Juana de Asbaje observa entre los actores principales de este arco triunfal es que ambas figuras, Neptuno y el virrey Tómas de la Cerda, son, por un lado, un dios-príncipe cuyo dominio es el océano, mares y ríos; mientras que, por el otro, el virrey ostenta el título de “marqués de La Laguna”, y es general del Mar Océano, con todos los ejércitos y costas de Andalucía. Además de eso, el tridente de Neptuno guarda un significado que se seculariza en un elemento simbólico con la frase Munere triplex ‘triple función’, aludiendo a la vez a las potestades del bastón del virrey: civil, militar y penal. La tercera y cuarta parte de la obra versan sobre la descripción pormenorizada de las inscripciones y los lienzos, y una explicación en verso del arco.
Te invitamos a consultar la obra digital en la sección de la Biblioteca Burgoa albergada en el sitio web de la http://bitly.ws/Cer5
Nos emocionan los recuerdos que se han bordado en nuestra alma durante estos quince años de vida del Museo Textil de Oaxaca. Aquellos meses en los que concebimos cómo sería nuestro anhelado sueño, cuando levantamos las piedras de lo que alguna vez fue la Casa Antelo y hundimos la aguja entre muros de ladrillo para tejer nuestra propia historia, fincada en la que otros soñaron con grana cochinilla. Animados por Francisco Toledo y Alejandro de Ávila, veíamos cómo los arquitectos, restauradores, albañiles, carpinteros y electricistas subían y bajaban al ritmo en el que los especialistas ideaban un plan museográfico, organizaban el acervo y montaban la exposición inaugural.
Aquella vez, las marmotas y los platillos de la banda marcaron el inicio de una gran fiesta que no ha dejado de vibrar al son de los telares y las agujas de randa. Los artistas textiles hilan las madejas que seducen al investigador —que analiza las piezas detalladamente—, a los visitantes —que tanto disfrutan el paseo— y al personal del Museo —que protege y difunde el amor por los hilos y las telas—: todos ellos valoran el trabajo a mano y lo enaltecen.
Aquella celebración aún no termina: los talleres palpitan con saberes ancestrales y contemporáneos; las exposiciones incitan al goce, a la reflexión y al conocimiento; las investigaciones se socializan; las redes de complicidad se extienden; los premios se multiplican en las nuevas generaciones de tejedores y todo vibra al ritmo de la máquina de coser. La explosión de creatividad todavía brilla en el cielo del mto; y no se trata de fuegos artificiales, sino de destellos de luz que cruzan horizontes y nos llevan a todas las regiones del estado; luminiscencias que vuelan más allá de las fronteras, hasta los rincones más apartados del mundo, ahí alegran los corazones encendidos y el alma de sus habitantes comparte los chispazos que resplandecen en nuestro mismo universo.
Hoy la fiesta continúa y hemos decidido brindar por nuestro quinceañero con bebidas de cacao y mezcal. Esta no es la tradicional fiesta de xv años, con tules y guantes mercerizados, sino que nos vestimos de hilos naturales que se transforman en arte para seguir fortaleciendo los vínculos colectivos, esos que se tejen en las fiestas de los pueblos de México, en las que participan los habitantes de la comunidad y desde donde se fortalecen los lazos sociales que refrendan nuestra identidad comunal. Eso es precisamente lo que hace el Museo Textil de Oaxaca: nos hermana y recuerda que la tierra vibra en nuestras raíces.
¡Feliz cumpleaños a la familia que se ha formado en nuestro capullo, la que comparte los mismos valores y ama profundamente esta tierra del maíz y el textil que nos hace tan felices!
En 2005, la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca adquirió dos predios en el centro histórico de la ciudad de Oaxaca, ambos correspondientes al conjunto del antiguo convento de San Pablo, entre ellos una casa señorial del siglo XVIII, conocida como Casa Antelo, desplantada en el lado sur del exconvento, sobre la calle de Hidalgo. Es en esta construcción donde ubicamos, a partir de abril de 2008, la residencia del Museo Textil de Oaxaca.
Con motivo del XV aniversario del Museo, queremos reseñar algunos datos sobre el edificio que continúa hilando historias, ahora, mediante valiosas piezas textiles que nos hablan de la identidad de los pueblos de Oaxaca y del mundo.
A partir de la adquisición del predio y hasta principios de 2008, la Fundación estudió la evolución de la casa: realizó una investigación, proyecto y ejecución de una restauración que destacaría los valores históricoarquitectónicos de la casa sin perder de vista el destino del edificio y el beneficio que brindaría a la sociedad.
En este sentido, el dato más antiguo que se tiene sobre la casa se debe a las investigaciones realizadas por el Dr. Sebastián van Doesburg. Gracias a sus contribuciones sabemos que en 1769 existió, en este predio, una casa de adobe de un solo nivel, la cual fue demolida ese mismo año por el Sr. Ángel Antelo Bermúdez —de ahí su denominación como “Casa Antelo”— para, en su lugar, construir una casa de dos niveles con una atractiva fachada de piedra cantera.
Como parte de dicha investigación también podemos citar dos importantes situaciones que dieron lugar a la alteración del partido arquitectónico y degradación más notables del inmueble; la primera data de 1862, cuando fue demolido el lado oriente de la casa para abrir paso a la actual calle de Manuel Fernández Fiallo.
A partir de ese momento, la casa quedaría ubicada en una esquina y contaría con una nueva fachada ubicada sobre dicha calle; en esta se pueden leer los vanos tapiados que formaron parte primitiva de la casa, una sección de viga que correspondió a la cubierta, entre otros elementos que, siendo mutilados, quedaron como testimonio de ese momento.
La segunda causa es atribuida mayormente a las demoliciones paulatinas de las que fue parte el predio a lo largo de casi toda su historia. Se tiene registro de una de ellas en 1985, cuando la casa formó parte de un escándalo en uno de los periódicos de la ciudad con el encabezado: “S. O. S. ¡Están demoliendo una joya arquitectónica!”, como parte de la denuncia ciudadana realizada por un escritor.
Aunque a esta demolición todavía siguió una más, es importante hacer un intervalo para mencionar que, en 1998, la casa contaba con un pequeño patio, arquerías y columnas en pie, escaleras y espacios medianamente conservados con ciertas alteraciones. De lo anterior tenemos noticia gracias a un expediente fotográfico del Instituto Nacional de Antropología e Historia al que tuvimos acceso. Como parte de este expediente, en fotografías del 2002 se observa un patio cubierto con tierra y fragmentos de piedra cantera, es decir: para ese momento las crujías interiores ya habían sido demolidas y el corredor y las columnas, desmanteladas.
Al momento de su adquisición, el edificio solo tenía las crujías que colindan con las calles y en la planta baja conservaba su sistema de viguería. Sin embargo, las cubiertas de la planta alta ya habían sido demolidas, dejando la evidencia de una reciente transformación: bóvedas catalanas y reforzamientos de concreto armado; de igual manera, los muros presentaban importantes deterioros provocados por el abandono. Sin embargo, en este acercamiento al edificio sorprendía la existencia de sillares de cantera, fustes, capiteles, dados y molduras de las columnas del patio, todo amontonado (estos elementos se encontraban en pie en las fotografías de 1998).
La casa también contaba con la puerta principal de madera y gran parte de las herrerías, las cuales ostentan en la fachada principal una tipología del siglo XVIII en su planta baja, y del siglo XIX en la planta alta; además de una valiosísima cantidad de vestigios que, recorriendo paredes y pisos, indicaban la existencia de muros, arranques de arcos y demás elementos mutilados de la antigua construcción.
La restauración de la Casa Antelo tuvo por criterio la conservación de la estructura antigua y la inserción de arquitectura contemporánea evocando el partido arquitectónico del inmueble. La intervención que estaba por iniciarse debía contar con una bóveda especializada de almacenamiento y conservación de textiles, un taller con equipamiento para la restauración de piezas salas de exhibición, tienda y áreas administrativas. En este sentido, es posible identificar dos importantes áreas en el proyecto de intervención: la antigua y la inserción contemporánea (crujía poniente), reconstruida a partir de los vestigios y fotografías.
La integración de la crujía poniente abrió la posibilidad de contar con un espacio con los requerimientos tecnológicos y equipos especiales en conservación de textiles. El volumen insertado tiene una doble pared que aísla el calor, los muros fueron fabricados con ladrillo de barro rojo y cuentan con reforzamientos, entrepisos y losas planas de concreto armado; en la planta alta de esta nave se encuentra la bóveda de almacenamiento para aislar las piezas de la humedad del suelo, y la cubierta tiene un relleno aligerado de 70 cm. de espesor para aislar el calor, necesidades imperantes para la conservación de los textiles.
En esta coexistencia de dos arquitecturas en un mismo edificio destaca el criterio propuesto por la Dra. María Isabel Grañén Porrúa sobre evidenciar armónicamente el apartado contemporáneo de la casa respecto al histórico, teniendo como concepto de interpretación el arte prehispánico de Mitla. La materialización de este diseño fue gracias al arquitecto Juan José Santibáñez quien ideó un gran tablero de ladrillo de barro rojo que cubre ambas caras de los muros que colindan con el patio.
Los muros blancos encalados, las canterías y viguerías asociados a la estructura antigua de la casa, responden al proyecto de conservación dirigido por el arquitecto Gerardo Virgilio López Nogales y el Dr. Sebastián van Doesburg. En estos espacios leemos la recuperación de muros de adobe, la recuperación parcial de la viguería y del enladrillado integrados en la crujía de la tienda, ya que, dadas sus condiciones, fue necesaria la incorporación de materiales nuevos en el resto de los espacios, preservando el sistema constructivo tradicional de la casa, mientras que en la planta alta las cubiertas siguen un sistema de vigueta y bovedilla.
Mediante el proyecto de conservación renacen el patio, las columnas y los corredores que hoy podemos observar. Las fotografías y cada uno de los vestigios dieron paso a la aplicación de una técnica llamada anastilosis, que consiste en la reconstrucción a partir de los fragmentos dispersos de la obra, es decir que al realizar el registro y clasificación de los fustes, basas, capiteles y demás fragmentos de piedra cantera, se concluyó que las columnas se encontraban completas, permitiendo la reconstrucción total del corredor a partir de las piezas. Durante la recuperación de los niveles de piso se hallaron las piezas originales de piedra cantera y el canal de desagüe del patio; de acuerdo con el hallazgo más antiguo, al interior de las crujías de la estructura antigua se colocó un piso de ladrillo de barro, mientras que el testimonio más reciente consistente en pisos de pasta color verde se utilizó en la inserción contemporánea.
Otros trabajos consistieron en la limpieza y consolidación de elementos de la fachada lateral; en la fachada principal fue la preservación de los aplanados a base de cal, ubicados en los marcos de ventanas, y el remoldeo de los sillares de cantera de los balcones, los cuales, dadas sus dimensiones, permitieron extraerse de forma parcial al exterior y moldear nuevamente las zonas dañadas. En el proyecto de conservación se realizó limpieza, tratamientos de pasivación de óxidos de las herrerías existentes y la restauración de la puerta principal, donde destaca la recuperación de los chapetones, manufactura de las piezas faltantes y sustituciones de las secciones de madera faltantes, preservando la fachada verde de dos niveles referenciada históricamente por su singularidad.
Cada detalle arquitectónico del Museo Textil de Oaxaca sostiene, en esta señorial casa, un hilo que nos lleva por las reminiscencias de su historia; del pasado al presente en el que conviven dos arquitecturas, una del siglo XVIII y otra contemporánea, volviendo posible asemejar al edificio con las piezas textiles que guarda. Ambos momentos conservan las producciones de un pasado que no es estático y que, al ser útil a la sociedad, garantiza la permanencia de sus materiales, técnicas y producciones: sin duda, una inspiración en nuestros días.
Podríamos pensar que el acto de intercambiar es de lo más fácil: basta encontrarse con una persona para aportar y recibir en reciprocidad. Sin embargo, ahí está el truco: encontrar a las personas a quienes les interese lo que podamos aportar y cuyas contribuciones deseamos recibir; todo ello, en el momento preciso. Desde su creación, el Museo Textil de Oaxaca ha fomentado el intercambio real y respetuoso entre quienes elaboran tejidos a mano.
Uno de los ejemplos de intercambio más memorable surgió como parte de los festejos del 10.° aniversario del MTO y se pudo apreciar en la exposición titulada “2018: Nuevas constelaciones”, en la que participaron artistas procedentes de distintas comunidades de Oaxaca que, en equipos, crearon nuevos textiles donde se amalgamaron prácticas y estéticas diversas.
Los bordados de Santa María Tlahuitoltepec, por ejemplo, no hacían exclusiva referencia a ese pueblo en la Sierra, sino que se entrelazaron con los de Maguey Largo, de Valles Centrales. Las águilas bicéfalas de San Juan Cotzocón volaron desde la zona mixe en dirección a la costa mixteca, donde se encontraron con sus hermanas de Pinotepa de Don Luis. Pareciera que San Pedro pedía bautizar una de estas nuevas constelaciones con su nombre, pues la seda de San Pedro Cajonos halló cobijo en los telares de dos pueblos que comparten el primer nombre, pero que se apellidan distinto: Sochiapan y Amuzgos.
Las prácticas del estado de Oaxaca también se han vinculado con aquellas procedentes de otras latitudes del mundo. Tras un taller de tejido impartido en noviembre de 2022 por Miriam Celis Hernández y Lorena Medina Díaz —procedentes de San Miguel de Pallaques, Perú—, Adán Martínez tejedor de Tututepec, Oaxaca— apreció no solamente la técnica, sino que reconoció la vocación de la maestra Miriam: “Es el don del maestro: tener paciencia. Porque podemos saber la técnica y ser eruditos en la materia, pero si no tenemos esa pasión por enseñar, no vale la pena. Le admiro mucho a ella que sabe y que nos está transmitiendo y compartiendo la identidad de su pueblo y eso lo valoro mucho”. Ellas, por su parte, estimaron los saberes de cada participante del grupo y se sorprendían de sus edades, como lo expresó la maestra Lorena: “… siendo jóvenes, están impulsando a que su cultura no se pierda y eso es lo que queremos: que allá, en nuestro pueblo, sean los jóvenes quienes más se involucren con la artesanía”.
La relación con el arte contemporáneo también ha brindado frutos, como quedó manifestado en noviembre de 2016, durante el 10.° Simposio Internacional de Shibori, liderado por Yoshiko Wada y Alejandro de Ávila en Oaxaca. Ana Lisa Hedstrom, artista estadounidense radicada en California, impartió un taller de técnicas de teñido de reserva en el Centro de las Artes de San Agustín, Etla. Román Gutiérrez, extraordinario tejedor y tintorero de Teotitlán del Valle, acudió al taller junto a su esposa, Rosario Sosa.
Hoy en día, Rosario y Román impulsan en casa un taller muy activo donde han logrado interesantes creaciones en lino, algodón, seda y lana a partir de los conocimientos adquiridos en aquella ocasión. La práctica textil, pues, no es una tradición que se encuentre estancada en el pasado; tampoco es un conocimiento que se niegue al cambio. Por el contrario, la creación de textiles es una clara muestra del espíritu dinámico y de la gran capacidad de aprendizaje e interpretación que han manifestado las tejedoras, bordadores y tintoreras a lo largo de la historia.
Detalle del tejido de una falda de boda; San Pablo Mitla, Oaxaca, comunidad zapoteca del valle de Tlacolula, hecha a mediados del siglo XX. Lana hilada a mano teñida con grana y otros tintes naturales, tejida en telar de cintura. Ligamento labrado controlado por los lizos, procedimiento ingenioso que antecede a los telares Jacquard y éstos, a su vez, a las primeras computadoras. Diseño de “maicito”, “cacao” y “culebra”. Colección de Octavia Schöndube, donada por la FAHHO al MTO.
El Museo Textil de Oaxaca ha albergado más de cien exposiciones en los catorce años transcurridos desde su inauguración. Ninguna de ellas ha durado más de cuatro meses, para evitar que se deterioren las fibras y los tintes. Algunas han sondeado la creatividad de artistas individuales o en grupo, mientras que otras han buscado explorar una idea: la influencia de los pueblos islámicos en los tejidos latinoamericanos, por ejemplo, o las posibilidades técnicas que ofrece el ixtle, fibra extraída de un grupo de plantas que evolucionaron y se diversificaron en México. El acervo del Museo, integrado en un principio por cuatro colecciones enfocadas en Oaxaca, ha crecido y se ha diversificado para que las exhibiciones hagan dialogar los textiles locales con los materiales, las técnicas, los diseños y los símbolos de otras áreas de México y del mundo.
Acompañar, como hemos hecho, una falda de enredo zapoteca con un sari de India puede parecer incoherente. A primera vista no podrían ser más disímiles como prendas de uso. Una es densa y resistente, el otro es delicado y escurridizo. La primera se ciñe a la cintura, el segundo cubre casi todo el cuerpo. Sin embargo, al examinarlos con cuidado, se desdibujan las diferencias. En ambos tejidos encontramos fibras hiladas a mano, teñidas con un colorante obtenido de insectos. Uno y otro lienzo envuelven a la persona sin recortar la tela ni entallarla. Para mayor convergencia, tanto la falda de gala como el sari rojo tuvieron la misma función social en polos opuestos del globo: vestir a la novia durante los rituales que tejen lazos entre dos familias y renuevan la conciencia de pertenecer a una comunidad cultural.
Al hermanar enredos y saris, la aportación estética de los textiles mexicanos gana resonancia en el concierto de las artes. Oaxaca fue por tres siglos la fuente del tinte rojo más preciado para las alfombras y los satines, además de los dulces y los cosméticos. El nopal y su insecto parásito marcaron la paleta de artistas estelares de Occidente, desde El Greco y Rembrandt hasta Van Gogh. Pero la historia que aspiramos a narrar en el MTO es la crónica íntima de gente sin renombre, no por ello menos talentosa. Al buscar tejidos hermosos de distintos rincones del mundo y resaltar los vínculos que percibimos entre ellos, tratamos de hacer visible la universalidad de un gusto refinado y, al mismo tiempo, la pérdida dramática de ese sentido de belleza en la vida cotidiana de una sociedad global, enajenada de sus raíces.
Hemos logrado reunir en el MTO siete grandes colecciones, que suman más de cinco mil piezas entre ellas, formadas mucho tiempo antes de la fundación del Museo, además de otras colecciones más pequeñas y varios centenares de textiles que hemos conseguido uno por uno. Cinco de las grandes colecciones fueron donadas al MTO; las otras dos fueron compradas para el Museo por la Fundación Alfredo Harp Helú, que financió la adquisición y restauración del edificio que lo alberga, además de sufragar todos los gastos para operar el MTO desde su fundación.
Colección de María Isabel Grañén Porrúa
La Presidenta de la Fundación Alfredo Harp Helú comenzó a formar una colección de textiles en 1998. Se compone de más de 500 piezas; la mayor parte de ellas pasaron por las manos de don Crispín Morales Osorio, fundador de la empresa “Oaxaca y sus Regiones” en el Mercado 20 de Noviembre de esta ciudad. Don Crispín inició su negocio vendiendo rebozos de Chilapa, Tenancingo y Moroleón para las mujeres oaxaqueñas que acostumbran todavía usarlos. Tiempo después, comenzó a ofrecer también huipiles, blusas y otros textiles indígenas para el turismo creciente. A lo largo de cuatro décadas, fue apartando piezas que le llamaron la atención por su calidad, integrando así una colección representativa de la indumentaria tradicional del Estado durante el período de 1960 a 1990. Además de los trajes de don Crispín, la doctora Grañén adquirió numerosas piezas más recientes del destacado galerista y promotor del arte textil Remigio Mestas, y también obtuvo de manera directa ejemplos notables hechos por tejedoras en diversas localidades. Esta colección documenta los cambios en las tradiciones textiles de muchas comunidades de Oaxaca en la segunda mitad del siglo XX y los esfuerzos por recuperar una producción de calidad.
Colección de Madeline Humm
Madeline Humm nació en Zürich, Suiza, en 1928; su madre fue una artista textil destacada. En 1956, Madeline se trasladó con su esposo Hans Mollet a Lima, donde vivieron por cuatro años y emprendieron varios viajes al interior de Perú, fascinados por el mundo indígena. En 1960 se mudaron a la Ciudad de México, donde crecieron sus cuatro hijos. En 1977 se establecieron en Puebla. La señora Humm viajó incesantemente por todo México y Guatemala, haciendo amistades y adquiriendo textiles en diversas comunidades. Se formó como fotógrafa y etnógrafa de manera autodidacta. Además de la indumentaria, documentó otras expresiones del arte popular, la arquitectura vernácula, los mercados y las fiestas de un México en vías de desaparecer. Doña Madeline falleció en Puebla en mayo de 2005, legándonos su acervo de más de 1000 textiles y 11,000 fotografías gracias a la generosidad del maestro Francisco Toledo, quien adquirió esta importante colección justo en abril de 2005 y la donó al MTO al momento de su fundación. La colección incluye un tejido virreinal que nombramos tlàmachtēntli, fragmento de un huipil maravilloso que nos ha permitido recrear el uso de la pluma en el telar, como describimos en números anteriores del Boletín. Incluye también algunas piezas que datan de principios del siglo XX, si bien el grueso corresponde a las décadas de 1950 a 2000. La documentación de la colección es excelente, pues doña Madeline fue una investigadora metódica que registró de manera rigurosa un gran volumen de información.
Detalle de un patolu (sari de boda), tejido en Patan, estado de Gujarat, India, primera mitad del siglo XX. Seda devanada y torcida a mano, teñida al parecer con el insecto llamado lac y otros colorantes naturales. Los diseños indican que este sari estaba estinado a una novia musulmana; fueron logrados anudando la urdimbre y la trama antes de teñir, siguiendo tres baños consecutivos en tintes distintos, proceso sumamente laborioso. Galería de Yosi Barzilai, adquisición del MTO.
Colección de Ernesto Cervantes y Josephine Brown
Nacido en Oaxaca de Juárez en 1902, Ernesto Cervantes Morales migró en los años 1920 a la Ciudad de México, donde se relacionó con José Vasconcelos, Diego Rivera, Tina Modotti y otros artistas. Alentado por ellos, comenzó a vender sarapes de Teotitlán del Valle en los círculos intelectuales de la época. Estableció poco tiempo después una galería de talavera poblana y arte popular oaxaqueño. Más tarde creó un taller de mantelería de algodón, operando cientos de telares de pedales en Xochimilco, el barrio de los tejedores en su ciudad natal. La Casa Cervantes se convirtió en una de las principales promotoras del textil tradicional mexicano. Don Ernesto reunió a lo largo de cinco décadas un extenso archivo fotográfico y una gran colección de arte prehispánico, virreinal y contemporáneo; forman parte de ella más de 500 textiles de todo el país, incluyendo numerosas piezas del siglo XIX y principios del XX, con un énfasis en Oaxaca. Buena parte de los ejemplos más recientes fueron adquiridos por su esposa Josephine Brown, quien era originaria de Springfield, Tennessee, y había estudiado arte. Al llegar a México, ella se interesó por los bordados, particularmente las blusas tradicionales. Desafortunadamente, don Ernesto y doña Josephine nunca prepararon fichas o etiquetas de su colección, pero me narraron muchas anécdotas que me han permitido documentar varias piezas notables. Doné al MTO esta colección y archivo que heredé de ellos por ser mis tíos abuelos.
Colección de Alejandro de Ávila
Junto con la colección de Ernesto Cervantes y Josephine Brown, al fundarse el MTO doné cerca de 700 textiles que había reunido en los años 1970 a 1990. Adquirí y documenté la mayoría de estas piezas en sus comunidades de origen en dos grandes regiones: el noreste del país (San Luis Potosí, sur de Tamaulipas y sur de Nuevo León) y la Sierra Madre del Sur en el occidente de Oaxaca y oriente de Guerrero. Las tradiciones textiles del noreste de México, en particular, son prácticamente desconocidas y están muy pobremente representadas en los museos, dentro y fuera del país. Revisten interés especial por tratarse de comunidades mestizas, donde se conservó vigente hasta mediados del siglo pasado una gran diversidad de técnicas y diseños. Esta colección incluye algunos formatos y estructuras de tejido de calidad excepcional que no habían sido documentados previamente en nuestro país. Buena parte de las piezas datan de fines del siglo xix o principios del XX. La colección cuenta con fichas detalladas de cada pieza, respaldadas con notas de campo, transcripciones de entrevistas, grabaciones y fotografías.
Colección de Humberto Arellano
Humberto Arellano Garza nació en 1913 en Monterrey, Nuevo León. Siendo muy joven participó en una campaña pedagógica en comunidades indígenas, gracias a la cercanía que tuvo con su tío Moisés Sáenz, Secretario de Educación Pública en aquella época. Esa experiencia motivó su interés en el arte popular a lo largo de toda su vida. En los años 1930 fundó junto con parientes suyas la galería “Artes de México” en la capital del país, y en 1950 abrió en Monterrey la galería “Carapan”. El nombre de esta población purépecha había servido de título para el escrito más conocido de Sáenz, al implementar políticas de desarrollo rural en las décadas posteriores a la Revolución Mexicana. No sabemos cómo formó su colección don Humberto, quien parece haber adquirido la mayor parte de los textiles antes de 1960. Fue cliente asiduo de la Casa Cervantes, hasta que ésta cerró en 1978. En 1983, don Humberto le vendió la colección, junto con la galería, a su sobrino político, el Ing. Porfirio Sosa. Comprende más de 700 piezas procedentes de todo México, incluyendo un conjunto importante de dechados, colchas y sarapes del siglo XIX. Varias de ellas representan los testimonios más tempranos que conocemos de las tradiciones textiles de algunas zonas, y aportan datos fundamentales para esclarecer la historia del arte textil en México. Gracias a un archivo fotográfico que se conserva en Berkeley, he podido constatar que algunas de estas piezas pertenecieron a Frederick W. Davis, comerciante y diseñador norteamericano quien se estableció en la Ciudad de México hacia 1910, donde formó la primera, más extensa y meritoria colección de arte popular de la que tengamos noticia. Al igual que en el caso de la colección Cervantes Brown, don Humberto no parece haber dejado nota alguna de lo que sabía acerca de sus textiles. Poco antes de que el MTO abriera sus puertas el 19 de abril de 2008, la FAHHO adquirió para el Museo este acervo temprano, que el Ing. Sosa había retenido en México por convicción patriótica.
Colección de Octavia Schöndube
Octavia Schöndube de Böhm fue la octava hija de un ingeniero alemán que había migrado a México a fines del porfiriato, trabajando primero en el ingenio de Tamazula, Jalisco, y fabricando posteriormente tubos de barro y alcantarillas para la ciudad de Oaxaca, iniciando así una larga relación de la familia con nuestro Estado. Hacia 1960, doña Octavia y su hermana Clotilde establecieron sendos negocios de arte popular en la ciudad de México y en Oaxaca; doña Octavia mantuvo por muchos años una galería de artesanía oaxaqueña en el Bazar Sábado en San Ángel. Formó a lo largo de dos décadas una colección de cerca de 500 textiles representativos de casi todos los pueblos originarios de la entidad, que en algunos casos son las únicas piezas, o los tejidos mejor logrados, que conocemos de comunidades específicas donde el arte textil se ha olvidado en los últimos cien años. Si bien Oaxaca es el foco de atención, la colección también incluye piezas de Guerrero, Chiapas, el sur de Veracruz, Puebla y las comunidades wixáritari. Algunos textiles datan de fines del siglo XIX o principios del XX, pero la mayoría fueron hechos entre los años 1950 y 1970. A la muerte de doña Octavia, la colección fue heredada por su hija, la antropóloga Brigitte Boehm de Lameiras, investigadora del Colegio de Michoacán, quien contactó al maestro Francisco Toledo en 2005, manifestando su deseo de que los textiles pasaran al futuro museo en Oaxaca. La doctora Boehm falleció en 2007 antes de ver cumplido su deseo, que fue ejecutado por sus hijas en diciembre de 2008, gracias a la generosidad de don Alfredo Harp.
Colección de la familia Johnston
Tony y Roger Johnston llegaron a la Ciudad de México en 1968 y se enamoraron de nuestro país. Acá vivieron durante quince años y acá crecieron sus tres hijas. La vocación de Tony como escritora de libros para niños y la profesión de Roger como banquero les permitieron conocer a varios devotos del arte y las tradiciones populares. La joven familia viajó a muchos lugares remotos y atestiguó los cambios dramáticos en la vida de las comunidades indígenas durante ese periodo. Animados por conocedores del arte textil como Irmgard Johnson, Ruth Lechuga y Donald Cordry, Tony y Roger empezaron a reunir una muestra de las fajas y los ceñidores de todo México. Habiendo cubierto la mayor parte del país, los Johnston ampliaron la mira y buscaron prendas análogas en Guatemala. De manera paralela, incorporaron a su colección fajas y ceñidores de la gente hopi y navajo del suroeste de Estados Unidos, y también bandas de lana tejidas en la región de los Grandes Lagos. Completado de esta manera un acervo representativo de toda América del Norte, comenzaron a explorar el mundo andino, centrándose en Bolivia. Así se conformó un segundo núcleo de la colección, tan rico y tan variado como lo que habían reunido en México. Siempre inquieto, Roger se lanzó posteriormente a Bután, donde reunió un último conjunto de fajas, complementando las que Tony y él habían conseguido del sur de China, Indonesia, el centro de Asia, Turquía y Marruecos. En 2016, segada la vida de Roger en un accidente de esquí, deporte que lo apasionaba, Tony tomó la decisión de donar la colección entera a este museo, sumando casi mil piezas, junto con un archivo que documenta la formación del acervo, que parece ser único en el mundo con ese enfoque.
Sarape tejido probablemente en el norte de México durante la primera mitad del siglo xix. La urdimbre es de hilo industrial de algodón y la trama es de lana de oveja hilada a mano, teñida con grana, añil y un colorante amarillo vegetal. Representa un estilo poco conocido dentro de la tradición mexicana de tejidos de tapicería, más afín a la estética mesoamericana que el formato “clásico de Saltillo”. Perteneció a Humberto Arellano y parece haber formado parte de la colección de Fred Davis.
A estas siete grandes colecciones hay que agregar las donaciones generosas de Russell A. Phillips y Ronald F. Thomas (textiles procedentes de Filipinas, Indonesia, India y algunos países de África); Veralee y Jim Bassler (tejidos de Oaxaca); Anne Marie Lampe (textiles de México y Guatemala); Ana Maria Behn-Eschenburg en memoria de Maya B.-E. (tejidos de Oaxaca y otras regiones de México); Laura Anderson Barbata (textiles de la cuenca amazónica y Nueva Guinea); Niloufer King Ichaporia (indumentaria parsi de Maharashtra y Gujarat en India); Nancy Hild† (pendones rituales de Haití); Norma Mereles Torreblanca y Rodolfo Ogarrio (textiles de México y Guatemala); Carole Browner en memoria de Arthur J. Rubel (tejidos de Oaxaca y Guatemala); Danielle Dupiech Cavalleri (textiles de Guatemala y Yucatán); Julia Barco (tejidos de Colombia); Douglas Dawson (textiles del occidente de África y Mongolia); René Bustamante, distinguido coleccionista oaxaqueño (tejidos de Oaxaca y Chiapas); y Remigio Mestas Revilla (indumentaria de comunidades poco documentadas de Oaxaca). Terry Welch merece un reconocimiento especial por los tejidos japoneses extraordinarios que sigue adquiriendo para el MTO.
Nos ha conmovido profundamente recibir reliquias familiares y prendas elaboradas como muestras de aprecio para este museo, entre ellas el huipil de matrimonio que nos donó la Maestra Minerva Mendoza Pérez de San Agustín Loxicha, que ella heredó de su abuela; la servilleta que nos donó Noemí Díaz Díaz, que perteneció de igual forma a su abuela doña Rita Zavaleta en Paso de la Reina; el dechado que nos trajo Nicolasa Pascual Martínez, que ella tejió en su juventud en San Bartolo Yautepec; la blusa que elaboró para el MTO Norma Gutiérrez Ramírez en San Juan Ixtenco, Tlaxcala; y la faja que tejió para obsequiarnos Crispina Navarro Gómez en Santo Tomás Jalieza, inspirada por una faja que consiguió Roger Johnston, a quien ella recuerda con afecto. Varias personas más nos han donado piezas individuales, a quienes estamos igualmente agradecidos y daremos los créditos correspondientes al exhibirlas. Por otro lado, con el apoyo invaluable de la FAHHO hemos podido adquirir otros acervos importantes, como las colecciones guatemaltecas de Sarasvati Ishaya, quien vivió en Panajachel en 1984 y 1985; Paul Poudade, embajador de Francia en Guatemala de 1991 a 1993; y parte del legado de Eva Hannstein, galerista legendaria en aquel país, cuya bisnieta Karla Ceballos dirige la hermosa Casa de Arte en Antigua. La generosidad de la FAHHO nos ha permitido, además, enriquecer el fondo del MTO con piezas de Oaxaca y de otras regiones de nuestro país que pertenecieron a Irmgard Weitlaner Johnson, decana de la investigación de los textiles mexicanos; Anita Jones, diligente coleccionista radicada en Oaxaca; Graciela Brena de la Peña, hija del Gobernador Rodolfo Brena Torres (1962-1968); y Federico Jiménez Caballero, gran galerista oaxaqueño y amigo de la Fundación.
Por su parte, el Museo ha acrecentado el acervo al conseguir numerosos textiles procedentes de diversas zonas del mundo, para presentar en las exposiciones ejemplos de las tradiciones locales con sus contrapartes provenientes de zonas geográficas distantes. El maestro Toledo nos animó a adquirir ejemplos sobresalientes, proporcionándonos los fondos iniciales. Hemos encontrado buena parte de estas piezas a través del internet. Los portales electrónicos nos han permitido ampliar nuestro conocimiento técnico y nuestra apreciación estética de los textiles de diversos pueblos originarios de cuatro continentes, más Oceanía. Nuestros proveedores principales han sido Marla Mallet en Atlanta (tejidos bakuba de la República Democrática del Congo; kilims y çuvals de Turquía; textiles miao de Guizhou, China); Susan Stem en Chiangmai (tejidos de Laos, Burma, Tailandia, el sur de China y Hainan); Mary Hunt Kahlenberg† en Santa Fe (textiles de Indonesia); Joe Carr† en San Antonio (textiles mexicanos); Yuri Saldyt† en Antigua (tejidos de Myanmar y Guatemala); David Hamilton en Austin (textiles guatemaltecos); Tom Cole en San Rafael (tejidos de Turquía, Irán, Afganistán, Uzbekistán y Turkmenistán); Yosi Barzilai en Portland (textiles del occidente y norte de África, Grecia, Rusia y Filipinas); Chris Buckley en Beijing (tejidos del sur de China, Malasia e Indonesia); John Thomas en Santa Cruz (textiles mexicanos); Andrés Moraga en Berkeley (textiles de Laos, India y el norte de África); Seref Ozen en Estambul (textiles del Cáucaso y el centro de Asia); Gertraude Lindauer en Colonia (molas de Panamá); Martín Ccorisapra y Antonio Ramírez en Lima (textiles del pueblo shipibo de la Amazonía Peruana); y Andy Lloyd en Bath (tejidos baluch y shahsevan de Irán).
Agradecemos en especial a Carol Pratt, quien nos permitió elegir las piezas relevantes para el MTO dentro de la gran colección de textiles del mundo entero que formaron Max y Hattie Mae Nixon, afiliados con la Universidad de Oregon en Eugene. Todos ellos nos han ayudado desinteresadamente a integrar un acervo inusual, seleccionado con el fin de hacer patentes los nexos técnicos y conceptuales entre los telares de Oaxaca y los tejidos de otras regiones del planeta.
Los textiles son una de las formas más versátiles de crear belleza. Un acervo extenso como el del MTO nos permite transmitirle esa convicción al público. Ha sido para mí un sueño de toda la vida que mi trabajo sirva para conformar semejante legado; ahora sólo espero que pueda preservarse para las generaciones venideras.
Luego de 15 años de presentar exposiciones en el Museo Textil de Oaxaca, considero que este es uno de los aspectos que más sorprende a quienes nos visitan. Al encontrarse con textiles elaborados en comunidades que no habitan en Oaxaca, numerosas personas nos han cuestionado; en ocasiones, incluso, nos hemos enfrentado a la frustración del público. Sin embargo, existe un razonamiento profundo detrás de esta decisión.
Como punto de partida está la visión que tuvieron el maestro Francisco Toledo† y el Doctor Alejandro de Ávila (cofundador, asesor y curador de este museo). Ambos imaginaron un espacio de encuentro entre las personas que se dedican a la creación actual de textiles, un recinto que ofreciera la oportunidad de conversar, compartir experiencias e intercambiar conocimientos. A ese objetivo inicial se sumó el interés de la Dra. María Isabel Grañén (presidenta del MTO). Recuerdo que, a tan solo unas semanas de haber abierto el museo, ella nos decía continuamente: “Nos llamamos Museo Textil de Oaxaca porque estamos en Oaxaca, pero es importante que la mirada sea universal”.
Con ese espíritu se preparó la exposición con la que el MTO abrió sus puertas al público el 19 de abril de 2008: “De Mitla a Sumatra – El arte de la greca tejida”. La muestra sorprendió enormemente, pues detrás de algunos huipiles tejidos en telar de cintura en la región de la Chinantla, colgaban lienzos teñidos de brillantes colores que procedían de la localidad de Bujará, en Uzbekistán. Esto, sin embargo, no significa que no se presenten exposiciones enteramente dedicadas a la creación de textiles de Oaxaca (de hecho, hemos hecho énfasis tanto en textiles relativamente antiguos elaborados en el estado, como en los tejidos, bordados y teñidos que se realizan en la actualidad, lo que nos brinda la incomparable oportunidad de conocer directamente a las autoras y autores de estas labores), sino que la inclusión del arte textil de otras regiones de México y del mundo se debe a la particularidad que poseen los hilos como expresiones culturales concebidas, elaboradas y usadas por todos los pueblos que habitamos este planeta, existan o no conexiones explícitas entre ellos.
En los textiles se plasman conocimientos, historias, tecnologías, leyendas, gustos, identidades y funciones, entre muchos otros aspectos, y la intención de las exposiciones del MTO es justamente contrastar ese conjunto de elementos de las distintas culturas que dan forma y sentido al mundo que habitamos y, con ello, contribuir a nuestro propio entendimiento como seres humanos.
Esta visión podría resultar confusa para quien visita el museo por única ocasión. En este caso, queremos recordar la diferencia entre visitar una ciudad y habitarla. El MTO no cuenta con una exposición permanente: busca, mediante un programa continuo de exposiciones temporales, que el público se exponga a las distintas reflexiones que nos plantea la creación textil del mundo.
Dentro de las audiencias que recorren las salas de este recinto, nos interesa particularmente la presencia de quienes han preservado el conocimiento de las prácticas y tradiciones textiles de sus comunidades de origen. Es así como, en numerosas ocasiones, las tejedoras y los tintoreros nos han expresado la inspiración, la sorpresa y el reconocimiento que experimentan al ver un lienzo del occidente de África o un manto del extremo sur de nuestro continente. En alguna ocasión, en el marco de una exposición que presentaba textiles del centro de Asia, nos dijeron: “Si quisiéramos ver textiles de Irán, iríamos al Met”, refiriéndose al Museo Metropolitano de Arte, en la ciudad de Nueva York. ¿Y si alguien no tiene oportunidad de viajar a una de las ciudades más caras del mundo y pagar por entrar a un museo como el Met?
Así, las exposiciones del MTO no solo buscan contar historias por medio del arte de los hilos, también pretenden crear y fortalecer un sentimiento de empatía, que buena falta nos hace.
Es curioso que el acervo fotográfico resguardado por el Museo Textil de Oaxaca esté íntimamente ligado al periodo más crudo de la pandemia que vivimos en 2020. Esta etapa estuvo llena de retos, entre ellos, la capacitación del personal de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca.
Se aprovechó el momento de tal suerte que se rompieron los límites del aislamiento y, gracias a una adecuada preparación, se generaron los espacios potenciales para continuar con la inquebrantable labor que realiza esta fundación en materia de rescate del patrimonio cultural y natural de México. Este proceso implicó un profundo análisis retrospectivo a partir del cual se destacó la inexorable atención que demandan los diversos objetivos, aplazados por la imponente carga de trabajo cotidiana. Así, por medio de una colaboración interinstitucional, encausamos los esfuerzos para resolver el rezago en materia de registro, documentación y conservación de los fondos y colecciones propias.
A finales del 2020, y durante buena parte de 2021, el MTO y Adabi de México se complementaron para llevar a cabo una sinergia que tuvo el objeto de completar el registro, identificación, descripción, organización, limpieza y estabilización de aproximadamente 80127 ejemplares fotográficos y 2080 expedientes documentales. Todos estos materiales se vinculan con la historia textil de numerosos pueblos, pues en ellos encontramos referencias a los procesos de creación de estas expresiones culturales que han sido resguardadas, principalmente, por mujeres procedentes de los pueblos originarios de lo que ahora es México.
Los alcances de este proyecto han repercutido directamente en la permanencia, acceso y difusión de todos los ejemplares que custodia el MTO, lo cual, a su vez, ha permitido robustecer la oferta cultural de la FAHHO en relación con su activa participación en la conservación del patrimonio cultural del país. La integración del personal de otras áreas de trabajo llevará, sin duda, a la transformación de numerosas vidas.
Pedro Ramírez, por ejemplo, integrante del Centro Cultural San Pablo, labora actualmente en el área de mantenimiento, donde realiza trabajos de pintura, electricidad, plomería y albañilería. Aprendió todo lo que sabe en Estados Unidos, país al que emigró desde que tenía 16 años y donde se desempeñó en la industria de la construcción, por lo que tuvo la oportunidad de estar en grandes ciudades como Los Ángeles, Miami, Carolina del Norte y del Sur, Atlanta y Kentucky.
Pedro, siempre entusiasta por aprender algo nuevo, realizó tareas de limpieza y estabilización de ejemplares fotográficos a cargo del MTO, con lo que comprendió la importancia que representan las medidas de conservación preventiva y la delicadeza que esta labor implica. Disfrutó mucho de su nuevo trabajo pues, gracias a cada una de las imágenes que llegaron a sus manos para su cuidado y atención, tuvo la oportunidad de conocer por primera vez muchos lugares de su propio país.
Uno de los objetivos primordiales del Museo Textil de Oaxaca es la conservación de la herencia cultural textil, por tal motivo contamos con las instalaciones adecuadas y con el personal capacitado para resguardar el acervo del Museo en las mejores condiciones, tanto en su almacenamiento, como durante las exposiciones. Es importante mencionar que al hablar de “conservación de textiles” nos referimos a dos ámbitos: al material y al intangible.
Para cubrir el primero contamos con un departamento encargado de supervisar las condiciones ambientales del edificio, así como de diagnosticar y evaluar el estado material en el que se encuentran las piezas y así determinar el proceso de restauración que requieren. Para abordar los aspectos intangibles partimos del conocimiento y la comprensión de las técnicas y materiales textiles para dialogar, posteriormente, con las comunidades vivas que son quienes, al fin y al cabo, han logrado la supervivencia de la tradición del tejido.
En el taller de restauración damos seguimiento a los tratamientos realizados a las piezas que requieren intervenciones, además planteamos líneas de investigación sobre los materiales y las técnicas textiles. En este espacio se da una relación importante entre la iluminación y la arquitectura. El taller cuenta con seis entradas de luz natural: tres puertas, un ventanal y dos pequeños domos. Tanto en el ventanal como en los domos se colocaron filtros de protección UV. Estas características proporcionan una gran ventaja al momento de trabajar, ya que durante los procesos de investigación y restauración de obra necesitamos muy buenos niveles de luz para realizar distintas observaciones, lo mismo durante la ejecución de diversos tratamientos de intervención. Las puertas y ventanas también permiten una buena circulación de aire, lo que representa un aspecto importante durante el uso de solventes en procesos de limpieza y consolidación.
El depósito donde se resguarda el acervo cuenta con mobiliario diseñado específicamente para resguardar los textiles en condiciones ambientales óptimas que garanticen la conservación preventiva de la obra. Este mobiliario responde a los tres sistemas de almacenamiento más utilizados en la conservación de textiles: por un lado, tenemos planeros con cajoneras para guardar textiles en plano, tales como servilletas, lienzos y dechados. Dichos espacios también se reservan para aquellas piezas delicadas que no pueden colgarse, o bien, para piezas que, por su peso, sería riesgoso mantener colgadas. También contamos con una serie de estantes diseñados para almacenar textiles enrollados, es decir, textiles planos y de gran formato que, para aprovechar mejor el espacio y evitar dobleces en las piezas, se enrollan sobre tubos rígidos de cartón, previamente protegido con materiales inertes. Algunos de los textiles que guardamos de esta manera son tapices, sarapes, rebozos y enredos.
Un tercer sistema de almacenamiento es para textiles más resistentes y que pueden estar colgados, como algunos huipiles y blusas. Para ello se cuenta con armarios y ganchos diseñados específicamente para evitar deformaciones en las prendas. Por ejemplo, los ganchos para huipiles son rectos y tienen un perfil redondeado, lo que impide que se marquen arrugas en la prenda. Cabe mencionar que el mobiliario está hecho de metal y se recubre con pintura horneada, lo que da mayor seguridad en cuanto a la estabilidad a largo plazo de los materiales que se utilizan en el área de almacenamiento del acervo.
Es innegable la importancia que los sistemas de información juegan en la actualidad. En 2008, recién inaugurado el Museo Textil de Oaxaca, y con el reto de desarrollar e implementar un sistema de gestión del acervo, debíamos abrir cada caja y buscar cajón por cajón para hallar las piezas que se incluirían en las exposiciones.
En los primeros meses luego de su inauguración se elaboró una hoja de cálculo con múltiples columnas que agrupaban la información recolectada sobre cada textil. Fue hasta 2009 que comenzamos a dar los primeros pasos gestionando, de forma aún más sistemática, las colecciones del recién formado acervo.
Era difícil, en aquel entonces, encontrar un software que permitiera catalogar la cantidad de información que requeríamos; las pocas opciones estaban enfocadas principalmente en acervos bibliográficos. Ante esta necesidad, dos programadores contratados por el MTO con la asesoría del área de Restauración comenzaron a diseñar y construir un sistema que permitiera gestionar esa información; tras meses de trabajo nació el Sistema de Inventario Textil, SMIT.
Durante los primeros años de la institución el sistema ayudó a tener una gestión relativamente significativa del acervo, pero por la poca flexibilidad para adaptarse a las nuevas necesidades, y ante la falta de un funcionamiento vía web, el sistema quedó en desuso.
En el transcurso de los años siguientes las hojas de cálculo volvieron a ser la herramienta que ayudó a llevar un control del acervo. Sin embargo, cada vez se requerían más campos para catalogar un acervo que crecía año con año, lo que nos obligó a replantearnos la necesidad de contar con un sistema de información robusto y flexible.
Aprendimos lecciones cruciales para contar, realmente, con un sistema de gestión para un museo con un acervo de objetos culturales. Primera lección: dada la naturaleza dinámica de metadatos en cuanto a objetos culturales, necesitábamos un sistema flexible y manejable de forma local, no alojado ni administrado por terceros o a distancia. Segunda: necesitábamos un sistema de código abierto para lograr esa flexibilidad. Y tercera: más allá de la catalogación, tenía que ser un sistema que realmente tomara en cuenta los protocolos y actividades de un museo (ingresos al acervo, exposiciones, conservación, restauración, etc.) para posibilitar una administración efectiva de la colección. En realidad, necesitábamos un sistema para gestionar y conservar la memoria institucional de todo el museo desde su fundación en 2008.
Después de mucha investigación y consulta con otras instituciones, optamos por el sistema Collective Access, empleando el estándar inicialmente desarrollado por instituciones en el Reino Unido conocido como Spectrum. Aprendimos diferentes lenguajes de código —cómo programar— y adquirimos un servidor local para, finalmente, migrar las hojas de cálculo en 2019. Desde entonces ha sido una aventura constante de crecimiento, adecuaciones, errores (de los cuales aprendemos mucho) y, lo más importante, nos ha dado la posibilidad de soñar y desarrollar nuevas posibilidades para integrar el sistema en las actividades institucionales. Si bien iniciamos con la catalogación del acervo textil y el acervo fotográfico, de pronto ya estábamos integrando y conectando los acervos con exposiciones, conferencias, talleres, expoventas, consultas al acervo por artistas, viajes a campo e, incluso, con este mismo boletín.
El trabajo apenas comienza y es en verdad una labor colaborativa entre todas las personas que conformamos el equipo del Museo, quienes aportamos conocimientos, experiencias, necesidades y habilidades. Es un privilegio contar con el apoyo para llevar a cabo este proyecto que suma cuantiosamente al mundo textil.
Remigio Mestas hace brillar las cualidades del buen hacer del tejido y bordado. Es un hombre que ama y disfruta su trabajo. Originario de Yalálag, Villa Hidalgo, en Oaxaca, Remigio emigró a la capital del estado cuando tenía cuatro años; ahí vivió rodeado de personas trabajadoras e involucradas en el mundo del textil. Su madre tejía en telar de cintura y también sabía coser a máquina. Su padre confeccionaba camisas y pantalones de manta, ambos eran muy creativos y pronto los hijos aprendieron el oficio y llevaban sus mercancías a vender al mercado.
Un día, la señora Dolores Cruz Palacios y su hija Mari Cruz Rosales le preguntaron a la mamá de Remigio si no sabía de alguien que pudiera ayudarles con sus ventas en el mercado Labastida. El pequeño Remigio, que en ese entonces tenía siete años, pidió permiso a sus padres para trabajar con las señoras. Al principio dudaron, pero al ver tanta insistencia del niño aceptaron que fuera. Así que Remigio iba por las mañanas a la escuela y por las tardes al trabajo. Desde entonces admira el arte popular, especialmente el trabajo de los tejedores.
Pronto notó cuáles piezas estaban mejor concebidas que otras, supo distinguir las regiones en que se elaboraban los textiles, los distintos tipos de tejidos y bordados, así como el uso de fibras y tintes naturales. También se daba cuenta que había materiales industrializados que deterioraban la calidad de los textiles tradicionales.
En 1978, doña Dolores y su hija abrieron una tienda a un costado del templo de Santo Domingo; al poco tiempo, Mari Cruz y Remigio abrieron un nuevo local en la misma calle, al que llamaron “Artesanías de Oaxaca”, con un giro más artístico y mejorando la calidad de la mercancía. Más tarde, este negocio cambió el nombre a “Juana Cata”, como se le conoce actualmente. En ese entonces, Remigio era un joven que estudiaba la secundaria y se dedicaba al comercio, y pronto comenzó a hacer trabajos tallados en madera.
En 1996 Remigio terminó sus estudios universitarios de contador público y supo que su pasión era relacionarse con los tejedores, y si algo tenía claro era que iba a dedicarse a esa noble tarea que también era su vida. Así, Remigio conseguía textiles bellísimos, piezas únicas que solo en su tienda se podían encontrar, de esta manera comenzó a tener una clientela interesada en obtener obras de exquisita factura, realizadas con materiales finos. Interesado en los colorantes naturales, Remigio comenzó a teñir hilos para dárselos a los tejedores, y fue de esta manera que inició una nueva etapa en el textil oaxaqueño.
En 2001, nuestro amigo emprendió diversos viajes al extranjero en los que conoció técnicas, colorantes y fibras diversas y pensó que se podrían utilizar en México. Importó hilos muy finos —como el algodón egipcio y la seda del Tíbet— para que fueran usados por los mejores tejedores de Oaxaca. Actualmente, trabaja con más de doscientas personas en el estado de Oaxaca; renuevan diseños antiguos y mejoran la calidad de los textiles mediante las fibras y los hilos finos, lo cual ha permitido que los productos sean más valorados y adquieran precios más razonables para los artesanos.
Remigio es conocido por su generosidad y sus conocimientos, de ahí su éxito como un maestro que disfruta enseñar a sus clientes las características de cada textil. Con ternura explica la procedencia de la pieza, los materiales con los que se realizó, el significado del diseño, la utilización de tintes naturales, y todo esto destaca la belleza de la prenda. Es un trabajador honesto y comprometido con los artesanos, Remigio ha logrado sensibilizar a sus clientes y concibe cada pieza como si fuera un tesoro. El comprador siempre sale satisfecho por el valorar el trabajo, el tiempo y la calidad de la prenda adquirida.
La visión de Remigio ha logrado mejorar notablemente el textil oaxaqueño. Su origen y su experiencia han sido factores fundamentales para contactar a los mejores tejedores del estado; muchos de ellos han comprendido que, al mejorar la calidad de los hilos, su trabajo luce más y es mejor remunerado. Sin duda esta contribución es el reflejo de un hombre generoso que creció en un ambiente de trabajo y constancia, sensible a las manos de los artesanos de Oaxaca y capaz de transformar una pieza en verdadera obra de arte.
El Museo Textil de Oaxaca rinde un merecido homenaje a Remigio Mestas por su habilidad para comprender, experimentar y sorprender al mundo con su trabajo en beneficio del textil mexicano.