El taller de cerámica de la familia Jiménez fue fundado en 1925 por Ignacio Jiménez, quien aprendió el oficio a partir de la elaboración de talavera poblana. Don Ignacio descubrió que al pintar sobre una base de caolín los colores no se adherían, como en la talavera tradicional, sino que se escurrían suavemente sobre la cerámica. A partir de entonces, su taller fue famoso por fabricar un nuevo tipo de cerámica escurrida.
A partir del fallecimiento de don Ignacio, en 1960, su esposa Adela dirigió el taller hasta 2013. Luego, sus hijos continuaron la tradición familiar, aunque sus piezas son cada vez más escasas.
Por eso, los 57 platos que se exhiben en el Centro Cultural San Pablo son obras únicas, elaboradas a mano por Rafael Jiménez, quien, desde niño, vio en las manos de su padre “cómo el barro era dócil”; desde entonces, como escribió la maestra Arcelia Yañiz para una exposición de 1960, “vivió dentro de un mundo de imágenes”.
Tanto la vajilla verde, que está inspirada en Monte Albán, como las piezas de estilo talavera de puntos y flores fueron elaboradas por diferentes miembros de la familia; como obras de arte, sus tonos definitivos de azul, amarillo, verde y ocre aparecieron en el proceso de su elaboración, lo cual las vuelve irrepetibles.
Las dos piezas que representan el calendario azteca fueron dibujadas por Teresita de Jesús Jiménez y ninguna de ellas fue horneada ni retocada con barniz; frágiles y efímeras, muestran el detalle y la paciencia con los que la autora provoca una pausa en el deseo del polvo de tener forma.
La actual exposición en el CCSP es una forma de conservar la memoria de la familia Jiménez, y una manera de mostrar que una práctica artística puede convertirse en una forma de vivir.
Durante los últimos 500 años, las instancias gubernamentales del actual estado de Oaxaca produjeron una considerable cantidad de testimonios documentales. Hacia finales del siglo XX estos acervos se albergaban en espacios poco adecuados para su conservación y consulta. El Archivo del Poder Judicial, por ejemplo, se encontraba en una casa rentada en la calle de Hidalgo, mientras que el Archivo del Poder Ejecutivo estaba en unos anexos del exconvento de los Siete Príncipes, sitio en el que los tubos del desagüe estaban por encima de los estantes con paquetes de documentos amarrados;1 las ventanas, de solo una malla, daban a los lugares donde en la fiesta patronal, dedicada a Nuestra Señora de los Ángeles, se bailaba con los toritos. Desde la década de 1990 varios actores oaxaqueños llamaron la atención por el estado de abandono, falta de inventarios y conservación precaria de los acervos, sobre todo en el Archivo del Poder Ejecutivo.
Fiel a sus preocupaciones por la conservación del patrimonio oaxaqueño de tan diversa índole, el maestro Francisco Toledo tomó la iniciativa en la lucha por mejorar el destino de la memoria oaxaqueña. De la importancia del archivo dijo una vez: “Es ver nuestro pasado y conocer lo que hemos sido los oaxaqueños en otros tiempos, saber cómo cambiamos o no cambiamos, y si repetimos las mismas barbaridades que se hacían en otros tiempos. Es un poco conocerse a sí mismos”. Allá por el año 2000, el Mtro. Toledo compartió con Alejandra Moreno Toscano –quien había estado a cargo de la creación de la nueva sede del Archivo General de la Nación en el Palacio de Lecumberri, en 1977– sus preocupaciones por la situación del archivo y sondeó con ella las posibilidades de instalarlo en la recién adquirida fábrica de hilados y tejidos La Soledad Vista Hermosa, en San Agustín, Etla, Oaxaca.2 En esta ocasión participaron también los miembros de la asociación de Amigos de los Archivos y Bibliotecas de Oaxaca, que había fundado Toledo en 1995 y que publicaba la revista Acervos. Ciertas resistencias sindicales y otros problemas no permitieron llevar a cabo este proyecto, por lo que finalmente se optó por la creación del Centro de las Artes en el hermoso edificio.
Después, en 2005, cuando se desocupó el Palacio de Gobierno en el Zócalo, el Mtro. Toledo, respaldado por los Amigos de los Archivos y Bibliotecas de Oaxaca y el Patronato Pro-Defensa y Conservación del Patrimonio Cultural y Natural del estado de Oaxaca (ProOax), propuso concentrar ahí los archivos generales del Poder Ejecutivo, del Histórico Judicial, de la Suprema Corte, el Municipal, el de Notarías y la Hemeroteca “Néstor Sánchez”, sin embargo, el gobierno tenía otros planes y el proyecto tampoco se realizó.
Alrededor de 2010, Toledo, perseverante como era en aspectos de conservación del patrimonio oaxaqueño, regresó al mismo tema al saber que la Secretaría de Obras Públicas estaba desocupando el exconvento de San Francisco, al sur del centro de la ciudad de Oaxaca. Invitó a un arquitecto de la Ciudad de México y recorrió, con un grupo de interesados en el mismo tema, las instalaciones para saber si podría adecuarse para el archivo. Sin embargo, el edificio resultó ser demasiado pequeño para las necesidades de este. En febrero del 2012, el Gobierno entregó el edificio en comodato al Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) para establecer allí el Centro de Educación Artística (CEDART) “Miguel Cabrera”.
En esta misma época la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca decidió sumarse a las iniciativas del Mtro. Toledo, insistiendo en la necesidad de iniciar a la brevedad el ordenamiento, limpieza y consolidación del enorme acervo mientras se resolvía el tema de una nueva sede. Como consecuencia, en 2011, el Gobierno del estado de Oaxaca y la asociación civil Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México (Adabi), en ese momento respaldado por 8 años de trabajo en el rescate de archivos civiles y eclesiásticos por toda la república, firmaron un convenio para realizar el proyecto de organización y estabilización que respondiera a las exigencias de la administración pública, las normas internacionales de archivística y la investigación histórica del presente.
Con un diagnóstico previo y un proyecto ejecutivo, y siguiendo la normatividad en materia de archivos históricos, la titánica tarea dio inicio el 12 de julio de 2011 y concluyó el 15 de junio de 2017. El equipo estuvo conformado por 40 jóvenes con licenciatura en disciplinas sociales, quienes fueron capacitados de manera teórica y práctica en las labores correspondientes. Como fruto de este trabajo se elaboraron los inventarios y las guías descriptivas de los fondos Gobierno, Hacienda, Justicia, Milicia y Registro Civil, que actualmente sirven para la consulta de los materiales que corresponden al siglo XIX y a la primera mitad del XX. Esta actividad implicó el estudio histórico de las instituciones y una descripción general de las secciones más sobresalientes. Al lado del trabajo cotidiano se elaboraron memorias, revistas y materiales didácticos infantiles. El trabajo entregado se puede resumir, cuantitativamente, de la siguiente manera:
Gobierno XIX (1800-1899): 795 AG12, 9 319 expedientes; Gobierno xx (1900-1950): 5979 AG12, 36 221 expedientes; Hacienda XIX (1800-1899): 774 AG12, 5 915 expedientes; Hacienda XX (1900-1950): 7879 AG12, 31 491 expedientes; Justicia XIX y XX (1800-1950): 820 AG12, 14 cajas de libros y 1 libro de gran formato; Milicia XIX y XX (1800-1950): 721 cajas de expedientes, 16 cajas de libros y 8 libros de gran formato y Registro civil XIX y XX (1800-1950): 150 cajas de expedientes y 2 cajas de libros.
En total, se limpiaron y ordenaron 217 493 expedientes y 13138 libros, guardados en 25472 cajas archivísticas.
Al mismo tiempo, en octubre de 2011, en el marco de la inauguración del recuperado exconvento de San Pablo de Oaxaca, se presentó como comentarista el arquitecto español Ignacio Mendaro Corsini para la conferencia “Construyendo entre pre-existencias” del arquitecto Mauricio Rocha, encargado del proyecto arquitectónico de San Pablo. Fue un encuentro fructífero: Mendaro Corsini ya había sido reconocido por su intervención contemporánea en el archivo de la ciudad de Toledo, España, y al saber de los esfuerzos por encontrar una nueva sede para el archivo del estado, se entusiasmó con la idea de darle seguimiento al anhelado proyecto del Mtro. Francisco. A partir de ese momento se exploraron varias opciones junto con el Gobierno del estado. En cercana coordinación con las autoridades estatales, se eligió el Parque Las Canteras, propiedad del estado, como la mejor opción.
El arquitecto diseñó un plan maestro para todo el parque, incluyendo el archivo y el Centro de Convenciones. La FAHHO absorbió los costos del proyecto y del equipo de arquitectos, mientras que la ejecución la llevaba el Gobierno a través del INPAC. En 2014 se inició la construcción del edificio diseñado ex profeso para resguardar en repositorios especiales los 16 kilómetros lineales de documentos históricos, con espacios acondicionados para realizar las actividades de conservación, restauración y reprografía, así como una sala de consulta abierta a investigadores, salones para talleres, biblioteca, ludoteca, mediateca, salas de exposiciones y un auditorio.
Podemos encontrar en esta obra la huella del Mtro. Toledo, quien diseñó, entre otros elementos, la reja que rodea el conjunto. El proyecto –único en México– ganó varios premios nacionales e internacionales, como el Premio de Arquitectura Española Internacional 2019; el Premio Luis M. Mansilla 2018, del COAM; el Premio de la XIV Bienal de Arquitectura Española, BEAU, 2018; el Premio Obras Cemex en las categorías de Innovación en la Construcción (nacional e internacional), Espacio Colectivo y Edificación Sostenible, 2017; el Premio NAN (IX edición) al mejor proyecto de un estudio español en el extranjero 2015; el Premio Interceramic (VI edición) en la categoría Kolher y en la categoría Institucional, 2017.
El 9 de noviembre de 2016 se inauguró la nueva sede del archivo, construido mediante un esquema de colaboración entre la FAHHO, el Gobierno federal, el Conaculta y el Gobierno de Oaxaca, con una inversión de 570 millones de pesos. El equipo se constituyó con personal especializado en conservación y restauración del patrimonio egresado de las mejores escuelas de México no para solo dar servicio a los documentos del propio archivo, sino también al patrimonio documental de todo el estado.
Por último, como consecuencia de todos los esfuerzos enumerados, el 27 de febrero de 2017 se publicó el decreto por el que se crea el Archivo General del Estado de Oaxaca como un Órgano Desconcentrado de la Secretaría de Administración, con autonomía técnica, operativa y de gestión para el debido cumplimiento de su objeto. Sus primeros dos directores fueron Emilio de Leo Blanco, quien posee una carrera en las instituciones culturales oaxaqueñas desde 2006, y Jorge Álvarez Fuentes, académico y diplomático con una importante experiencia en la gestión de archivos (fue director general del Acervo Histórico Diplomático, 1995-98), ambos nombrados por común acuerdo entre el Gobierno del estado y la Fundación.3
El 31 de agosto de 2019, la historiadora Beatriz Gutiérrez Müller visitó el archivo para encabezar la segunda sesión del Consejo Honorario de Memoria Histórica y Cultural de México, con la participación de la escritora Elena Poniatowska, el músico Horacio Franco, el pintor Carlos Pellicer López, el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, la divulgadora Cristina Barros Valero, el etnólogo Luis Humberto Barjau Martínez, la filósofa Margarita Valdés González-Salas, la poeta Minerva Margarita Villarreal y la historiadora y filántropa María Isabel Grañén Porrúa. El ejemplo del archivo inspiró la propuesta, oficializada en enero de 2022, de construir en Oaxaca la nueva sede del Archivo General Agrario, proyecto que desafortunadamente no ha podido llevarse a cabo debido a una variedad de obstáculos.
1 Una situación similar en el Archivo Histórico de Notarías de la Ciudad de México derivó en junio de 2020 en el rompimiento de uno de los tubos y el consecuente daño grave a 1 287 volúmenes del archivo.
2 La abandonada fábrica, que había dejado de funcionar en 1989, fue adquirida entre el maestro Francisco Toledo (40 %) y el gobierno del estado (60 %).
3 Finalmente, en diciembre de 2020, se incorporó el Archivo del Poder Judicial, cuyos documentos en lenguas indígenas habían sido reconocidos como Memoria del Mundo por la UNESCO en 2018, y hacia finales de 2022 llegó la colección de Manuel Martínez Gracida desde la Biblioteca Pública Central, siempre siguiendo la idea original del Mtro. Toledo y de la Fundación de tener un lugar seguro y con cuidados profesionales para el patrimonio documental más valioso de Oaxaca.
Según datos del Ecological Threat Register (ETR) para el año 2040, aproximadamente 5 400 millones de personas (más de la mitad de la población mundial proyectada para ese año) vivirá en los 59 países que experimentan estrés hídrico alto o extremo. Según la ETR, en América Latina, Chile y México son los países con mayor vulnerabilidad al estrés hídrico. Esto quiere decir que la demanda de agua es más alta que la cantidad disponible durante un periodo de tiempo determinado.
Hablando del caso específico de la zona metropolitana de Oaxaca, se reportó que 2021 fue el año más crítico por la escasez de agua. Los municipios conurbados padecen la mayor crisis por escasez, pues 300 colonias solo cuentan con 420 litros por segundo, cuando la cantidad necesaria estimada es de 1000 litros por segundo. Esto podría suponer que no hay agua en Oaxaca, pero no es así.
De acuerdo con una publicación del Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO)1 en nueve de las trece regiones hidrológicoadministrativas, se consume más agua de la que se dispone; por su parte, Oaxaca se encuentra en la región Pacífico Sur, una de las cuatro que cuentan con más metros cúbicos por habitante al año para su consumo, teniendo a su disposición 6084 m3 /hab al año contra una demanda de 1539 m3 /hab.
Entonces, si la zona metropolitana de Oaxaca se encuentra ubicada en una región con alta disponibilidad de agua, ¿qué ocasiona la escasez y el estrés hídrico? Es posible darse una idea con una noticia del 4 de marzo de 2023: “El 70 % del agua que debería recibir la ciudad desde Etla se pierde en ordeñas […]”.2 Esta información hace evidente dos situaciones: una, que Oaxaca depende de otros municipios para su abastecimiento y dos, que se lucra con el manejo del agua. “El uso de este recurso natural debe de contar con [una] regulación eficiente, gestión e inversión en infraestructura que garanticen [su] acceso y saneamiento […]”.3
Además, también es importante explicar que las antiguas fuentes de abastecimiento de agua provenientes de San Andrés Huayápam y San Felipe del Agua, entre contaminación y mal manejo, han dejado de suministrar a la ciudad.
Finalmente, es importante entender que el paradigma de uso y obtención del agua ha cambiado en el mundo: ahora se cultiva. Es por eso que se plantea la siguiente pregunta: ¿cuánta agua de lluvia cae al año en los Valles Centrales? Si la extensión de la gran meseta de los Valles es de 9 480 Km2 y la precipitación promedio anual es de 750 mm (es decir, 750 litros x m2), la operación es tan simple como impresionante: 9480 000 000 m2 x .75 m3 = 7 110 000 000 m3 de lluvia al año.
Si una persona tiene una demanda diaria de 100 litros, según la cifra anterior, tendría a su disposición 19 tinacos al día, 190 veces más de lo requerido. Una vez entendido esto concluimos que agua sí hay, pero que es necesario sanearla y cuidarla; educar y abastecer. Los ríos y el agua natural no están contaminados, somos nosotros quienes la ensuciamos. Necesitamos una ciudadanía educada que sepa que el agua no es un recurso que se explota indiscriminadamente y que hoy en día existen alternativas de cultivo; así se puede abastecer.
Actualmente, en Casa de la Ciudad se encuentra en curso la exposición “Resiste agua”, que invita a repensar la forma como nos relacionamos con este elemento dentro de la ciudad. Se muestra una nueva mirada de los Valles Centrales desde un enfoque de cuencas y se expone el proyecto de una asociación civil para el manejo integral de la cuenca del río San Felipe del Agua.
Te invitamos a conocerla de lunes a sábado de 9 a 18 h y domingos de 10 a 18 h.
1 “Aguas en México: ¿escasez o mala gestión?”, Instituto mexicano para la competitividad, http://bitly.ws/CeEN
2 “Huachicol se lleva el 70 % de agua potable que debería llegar a Oaxaca”, Grupo Noticias http://bitly.ws/CeEK
En 1992 ocurrieron dos sucesos relevantes en torno al medio ambiente. Primero, en el mes de diciembre, y derivado de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo: todas las naciones del mundo acordaron crear conciencia sobre el buen uso de las fuentes hídricas, por lo que se acuerda que cada 22 de marzo, a partir de 1993, se conmemorará el Día Mundial del Agua con la publicación de un informe que se centre en una temática específica y que genere un impacto en la conciencia colectiva. Segundo: se decreta la Ley de Aguas Nacionales en México. Esta determinación consiste, básicamente, en regular la explotación, uso o aprovechamiento del agua, su distribución, control y la preservación de su cantidad y calidad. Sin embargo, de acuerdo con datos proporcionados por Carlos González García, abogado agrario y de pueblos indígenas e integrante de la Coordinación Nacional del Congreso Nacional Indígena, actualmente se sabe que las concesiones otorgadas a un total de tres mil empresas nos llevan, lentamente, a padecer la privatización de este vital líquido. Lo anterior se agrega a las circunstancias que actualmente ya padecemos: la contaminación y el cambio climático.
Al pensar en la conmemoración y en el decreto de la Ley de Aguas, algunas ideas resurgen y se vuelven más relevantes que en el momento de haberlas sentido por primera vez.
Al igual que para muchas personas, el cine no solo me resulta un entretenimiento, sino motivo para ciertas reflexiones. En 2019 se estrenó Black Waters, una película que a la fecha sigue resonando en mi memoria. El filme narra la historia de un abogado medioambiental que busca defender los derechos de un puñado de habitantes de West Virginia que durante décadas han sido testigos de la devastación de su ecosistema y, por ende, de su salud, debido a la contaminación de sus ríos provocada por una industria química. La historia cobra mayor relevancia cuando nos enteramos de que no solo está basada en hechos reales, sino que engloba un tema tan común y cercano a nosotros que podemos atestiguar hoy día. Así mismo, se han realizado más adaptaciones que tocan una gran diversidad de temas sobre los problemas que el ser humano enfrenta —provoca— respecto al agua: la contaminación, escasez, desabasto, privatización y el cambio climático. Erin Brockovich, una mujer audaz (2000), También la lluvia (2010), Rango (2011), o documentales como Un mundo sin agua (2006), La sed del mundo (2012), H2OMX (2015) son algunos ejemplos que nos invitan a reconocer que el problema no es ajeno a nosotros, y que nos obligan a voltear la vista sobre el daño potencial que le ocasionamos al planeta y a nosotros mismos al contaminar, privatizar y generar desabasto del agua.
La crisis climática que hoy vivimos nos ha modificado, por ejemplo, hasta las estaciones del año. Recuerdo cuando mi abuela decía “en su tiempo está”, cada que me asustaba con los torrenciales que caían en mi ciudad, ¡y eso no tiene más de 20 años! La primavera, y el calor que la acompaña, comenzó a asomarse a fines de enero; las lluvias, durante la primera semana de marzo. Frente a este panorama, unos pronostican grandes sequías, más de las que ya hemos visto en la última década; otros, que nos deparan inundaciones igualmente anormales debido al exceso de calor. La frase “en su tiempo está” ahora suena distante, extraña; hoy tenemos que cargar con el suéter y el paraguas porque, más bien, “uno nunca sabe”, ya no se sabe.
Calor y contaminación son enemigos que, por años, el agua misma se había dedicado a combatir (con las lluvias, los ríos y mares que todavía abundan); pero su carestía y el aumento de la violencia —muchas veces provocada por el desabasto en zonas marginadas—,son consecuencias que todos los días vemos o escuchamos y a las que muchas veces no les prestamos atención.
Afortunadamente no está todo perdido: colectivos, activistas y la sociedad civil luchan diariamente desde diferentes frentes por la defensa del agua. Este año, bajo el lema para conmemorar la fecha, “Acelerando el cambio”, la onu pretende lograr la cooperación, las alianzas y los acuerdos internacionales.
La palabra que agregaría es urgente: urge tomar acción, urge continuar difundiendo datos, estrategias y urge no olvidar que todos somos responsables del agua.
Abrir una nueva ruta de las bibliotecas móviles, ahora en la región Mixe, es un reto que inspira, alegra nuestros corazones y nos motiva a dar lo mejor en cada una de las sesiones de lectura.
Nunca antes una biblioteca móvil había recorrido las comunidades de la Sierra Mixe: al ver un carrito con dibujos de personajes leyendo se genera curiosidad y provoca cierta intriga en los pobladores. Al descubrir de qué se tratan las actividades que realizamos, los niños se alegran y preguntan cuándo volveremos a su comunidad.
Las autoridades municipales y escolares nos han apoyado y ya empiezan a correr la voz sobre nuestra labor, las invitaciones para atender otras comunidades y escuelas no se han hecho esperar.
Hace unos días, un niño hizo un dibujo de la biblioteca móvil, de mi compañero y yo sosteniendo unos libros, un telescopio, Júpiter, la luna y un corazón; al preguntarle por qué había dibujado eso, respondió que lo que más le gusta es que vayamos a leerles. Sin duda resulta inspirador y gratificante: percibimos lo mucho que significa nuestra labor para las niñas y niños. Compartir lecturas en voz alta por las tardes, teniendo de fondo las notas musicales de la banda que ensaya en la escoleta, mientras la neblina baja de las montañas y lo cubre todo, nos llena de entusiasmo, disipa la fatiga y nos anima a continuar promoviendo la lectura por las numerosas y muy pobladas comunidades de la Sierra Mixe.
Programa Seguimos Leyendo
Una vez más hemos dado el banderazo inicial del Programa Seguimos Leyendo. Después de la suspensión de actividades por la pandemia del covid-19, hemos recibido, de manera constante, solicitudes de diferentes instituciones para acercar la lectura en voz alta a sus poblaciones. Escuelas de nivel inicial, preescolar, primaria, secundaria, bachillerato, asociaciones civiles, casas hogar para el adulto mayor, incluso el Centro Penitenciario Femenil de Tanivet han solicitado su incorporación a nuestro programa.
Mediante gestiones y alianzas interinstitucionales, de enero a febrero del presente año se han sumado ya 14 espacios de manera formal; cada mes, la voz de los lectores voluntarios llega a 1 270 niñas, niños y adolescentes y a 113 adultos.
A partir de la reactivación de Seguimos Leyendo se contactó a las lectoras y lectores voluntarios que permanecían ávidos por regresar a compartir lecturas. Contamos con la participación de 91 personas que han compartido con sus escuchas 259 libros, asimismo se les han prestado 224 libros para prepararse antes de llegar a su audiencia.
El recibimiento que ha tenido este programa en las diversas comunidades ha sido de gran aceptación. Sin duda, esta vuelta significa mucho para todos los involucrados, a partir de ahora tenemos nuevos retos y compromisos con las y los amantes de la cultura escrita.
El desarrollo de la ciencia en la Nueva España no fue igual en el siglo XIX que durante la centuria anterior. Para 1821 la devastación que dejó la Guerra de Independencia era total:1 el panorama económico era desolador, el aparato científico se encontraba desmantelado, los peninsulares “de valía” tuvieron que abandonar el país; la desorientación académica –después de 300 años de tutelaje– era muy grande y la incertidumbre y la violencia no dejaron un resquicio de tranquilidad para el estudio.
Así, existe un desfase de la ciencia mexicana con respecto, por ejemplo, de la de Europa, con Francia a la cabeza, que preparaba su despegue con los hallazgos reunidos en años anteriores, descubrimientos y avances que servirían para esbozar las grandes síntesis científicas con las que finalizó el siglo XIX. Paralelamente, se dio un desarrollo muy importante debido a las consecuencias sociales: se trata del periodo de “popularización de la ciencia” como respuesta al magnetismo que las nuevas síntesis científicas y sus aplicaciones en la tecnología empezaron a ejercer sobre los legos. Es probable que a esta corriente se hayan adherido las publicaciones mexicanas que hoy en día se atesoran en la Biblioteca Henestrosa y que nos ocupan en este momento.
La Ciencia Recreativa es una publicación del siglo xix dirigida por el ingeniero poblano José Joaquín Arriaga. Salió a la luz el 12 de abril de 1871 “con la intención de propagar con un estilo fácil, ameno y correcto la ciencia entre la niñez y las clases trabajadoras del pueblo”; se trata de una serie que no solo deleitó a los lectores, sino que también los instruyó. Se conforma de una serie de cuentos o leyendas breves –de 36 o 38 páginas– en las que se difunden conocimientos científicos, presentándolos de forma atractiva para la población en general. Encontramos títulos como “Vida y aventuras de una moneda de 5 centavos”, ejemplar que explica lo más esencial de la metalurgia y minería; “Los misterios de la niebla”, que trata de ciertos fenómenos meteorológicos, e “Historia de un grano de café”, que nos habla sobre el cultivo y cuidado de esta semilla. Algunos ejemplares están ilustrados con litografías de Hesiquio Iriarte y José María Velasco.
El Fondo Reservado de la Biblioteca Henestrosa alberga los siguientes títulos:
Introducción general. La primera semilla
Geografía Física del globo. Los campos de nieve
Física experimental y recreativa. Impresiones del viaje del Tío Pablo
Geografía física del globo. Una ascensión al Popocatépetl
Agricultura. Historia de un grano de café
Geografía Física del globo. Plutón y Neptuno
Física. Transformaciones de un trozo de hielo
Meteorología. Las tempestades
Meteorología. El titán y el Pigmeo
Física del globo. Los Aerolitos
Minería y metalurgia. Vida y aventuras de una moneda de 5 centavos
Meteorología. Los misterios de la niebla
1 Chinchilla Pawling, Perla. “La ciencia mexicana del período nacional”. En Trabulse, Elías. Historia de la ciencia en México. México: conacyt; fce, 198
Los Guerreros de Oaxaca estarán en su temporada 28 de la Liga Mexicana de Beisbol (lmb), y este 2023 el club celebra 27 años en el circuito veraniego con un plantel completamente reforzado en jugadores y cuerpo técnico.
Este año estará al mando de la tropa Gerónimo Gil, nacido en el Barrio de la Soledad, Oaxaca, oficialmente el primer mánager oaxaqueño que dirige al equipo bélico en su historia. Gerónimo estará comandando a su segundo equipo profesional después de que llevó a los Leones de Yucatán a la Serie del Rey en el 2019.
El resto del cuerpo técnico que acompañará a Gil lo integran Sergio Valenzuela y Javier Momo Cruz en el picheo; Daniel Fernández y Marco Antonio Romero en el bateo y Shamar Almeida e Iván Cervantes como entrenadores de bases.
La directiva zapoteca se esforzó por tener un equipo competitivo que peleara un campeonato, por eso llegaron los receptores Ricardo Valenzuela y Kevin Zamudio, además de Christian Ibarra, y una continuidad de peloteros como José Carlos Ureña, Orlando Piña, Samar Leyva y Carlos Figueroa, quien fuera el mejor pelotero a la ofensiva del club en la temporada 2022.
El picheo fue una de las posiciones que recibió más modificaciones, llegando nombres como el de Francisco Villegas, Adrián del Moral, Iván Salas, Marco Rivas, Adrián Ramírez y la continuidad de Luis Iván Rodríguez, Esteban Bloch, Erick Casillas y Luis Fernando Miranda, este último considerado el pícher del año en la Liga Mexicana del Pacífico en la temporada 2022-2023 con los Cañeros de los Mochis.
La base de extranjeros promete mucho con peloteros de calidad que han brillado en ligas de Estados Unidos y grandes ligas, como Edubray Ramos, lanzador que militó del 2016 al 2019 con los Phillies de Philadelphia; después, la llegada del norteamericano Eric Filia, con poder en el madero y velocidad en las piernas, además de la incorporación de Ademar Rifaela, quien viene de ser campeón en la Liga Invernal de Panamá.
Esta legión extranjera la completan los lanzadores José Mesa Jr., Ángel Padrón, David Ramos, jugadores de la Liga Venezolana de Beisbol Profesional con números positivos quienes se mantienen en los primeros lugares en efectividad; se cuenta, además, con la continuidad del lanzador dominicano Elvin Liriano, quien en 2022 gustó mucho por sus grandes actuaciones en la loma de las responsabilidades.
El equipo bélico inició la pretemporada con un Early Camp con algunos peloteros que llegaron temprano a los entrenamientos para comenzar a tomar ritmo de juego, reportando el resto del equipo el pasado 1 de marzo para iniciar entrenamiento de playa en Huatulco, donde junto con los preparadores físicos Tonatiuh Cruz, José Luis Sandoval y Adrián Valadez, se preparan para tener una temporada exitosa.
Después, Guerreros regresó a la ciudad de Oaxaca para incorporarse a la Academia de Beisbol Alfredo Harp Helú y comenzar de lleno con el entrenamiento de estrategia, fundamentos y práctica de bateo en general.
Los bélicos iniciaron sus juegos de preparación este 31 de marzo, para medirse en el clásico encuentro frente al selectivo de las Ligas Locales, y después disputar el Torneo Interliga frente a equipos como Diablos Rojos del México, Pericos de Puebla, El Águila de Veracruz y Toros de Tijuana. Iniciarán la campaña 2023 el próximo 21 de abril contra los Olmecas de Tabasco en el estadio Eduardo Vasconcelos en el estado de Oaxaca.
El mundo textil que se encuentra en Oaxaca es diverso. Desde las comunidades de Valles Centrales hasta la Costa, entre las montañas de la Sierra Norte y Sierra Sur y demás regiones, los textiles van y vienen, entre el pasado y el presente, dejan huella y se arraigan a las nuevas generaciones para no morir. En Andares del Arte Popular somos conscientes de que no podemos abandonar a los maestros que mantienen viva la herencia que transmiten de generación en generación, y nuestro principal objetivo es protegerlas.
Los textiles no solo son una prenda para utilizar, son el lenguaje e historia de muchos pueblos, símbolos que han perdurado desde antes de la época colonial y aún mucho después, cuando fueron introducidos nuevos productos al continente. Si hablamos, por ejemplo, del telar de cintura y de todas las herramientas que lo conforman, debemos señalar que se trata de una técnica que merece ser conservada, pues tiene un origen prehispánico que no solo se encuentra en Oaxaca, sino que se comparte en todo México y Centroamérica.
No podemos dejar de mencionar los tintes que la naturaleza le ha obsequiado al ser humano para utilizar en los textiles. Estos fueron descubiertos, muy probablemente, por casualidad o por alguna necesidad para plasmar un sentir: la grana cochinilla, el añil y el caracol púrpura, entre otros, predominan en el mundo textil de Oaxaca.
Por todo lo anterior, te invitamos a que conozcas nuestras salas y el universo textil que nos rodea en a Andares del Arte Popular, ubicado en Avenida Independencia #1003, Oaxaca, Centro.
Las bibliotecas son lugares de encuentro. Ahí coinciden lectores y lecturas, infantes y palabras, amigos, familia, comunidad. También en estos espacios surge la posibilidad de hallar historias olvidadas que alguna vez nos contaron; otras que no imaginábamos que fueran posibles y algunas más que no sabíamos que nos habitaban, pero para las cuales alguien más prestó sus palabras al papel para que las reconozcamos.
El origen de las bibliotecas está relacionado con el almacenaje y preservación de lo que sabemos del mundo y de nosotros mismos, pero preservar lo que hace la humanidad poco tiene de estático: esta crece, cambia, conoce y descubre; entonces el acervo también aumenta y se transforma. Sucede lo mismo con quienes lo exploran. Las bibliotecas poseen esa posibilidad del cambio, una expansión potencial de sus letras y de los horizontes de aquellos que se aventuran a estos encuentros con las historias resguardadas.
Desde la Red de Bibliotecas Infantiles BS y las Bibliotecas Móviles puestas en circulación nuevamente, somos testigos y promotores de estos esperanzadores encuentros, a veces suaves y paulatinos, como un papá que se aprende una rima o una mamá que hace voces al leer; otras veces con risas explosivas al jugar a ser trolls o descubrir cómo funcionan las estrellas. Sí, preservamos y acercamos historias para que las nuevas generaciones tengan una idea de dónde hemos estado, pero también para que tengan un espacio dónde formar y fortalecer vínculos con los suyos. Los encuentros que vemos y promovemos resignifican la experiencia personal y colectiva. Generamos espacios en los que lectores y no lectores se sienten libres para explorar, jugar, leer, conversar y regresar a casa con algo diferente: frases anidadas, dudas, experiencias, nuevos amigos. Con un poco de suerte, ese será el hechizo y volverán, un poco distintos, con más curiosidad, quizá. Y tienen todos ellos, sin saberlo, ese poder de transformar los acervos y a los bibliotecarios, de adaptarlos a sus lecturas, ritmos, búsquedas y necesidades. Desconocen esa relación simbiótica en la que la biblioteca se trastoca profundamente por su paso. Así, lectores y bibliotecarios estamos en una danza constante en la que nosotros proponemos y ellos llegan, toman, mueven, dejan.
Celebrar la importancia del libro es para las bibliotecas infantiles y móviles un mero pretexto. Sabemos que lo que en verdad celebramos son esos encuentros con historias, con uno mismo; celebramos los lazos que formamos y los universos que, entre letras y juegos, nos permiten conocernos como seres vulnerables, divertidos, resilientes, creativos. Son las manitas que recorren las estanterías, las voces que leen, las mentes que imaginan y la calidez que surge de sabernos cómplices en las historias, las que celebramos este mes en las bibliotecas.
Al iniciar un proyecto, concebimos un objetivo para él, aunque después su destino no responda necesariamente al primer planteamiento, ya que en el camino se van abriendo vertientes de trabajo, estudio y necesidades que lo modifican. Por eso, a veces, al volver la vista atrás, resulta difícil visualizar claramente cómo se formó el camino. Un elemento crucial para lograr la consolidación de los proyectos es la gestión: puede llevar poco tiempo cuando las circunstancias y las voluntades están alineadas, o puede tomar años cuando no es así, como en el caso del Fondo personal Manuel R. Palacios, de tema ferrocarrilero, en el que con algo de tiempo se acomodaron las energías y los escenarios.
Desde el inicio, este Fondo tuvo una concordancia singular que hizo crecer las expectativas y concretar las acciones para abordarlo. La organización documental se realizó bajo los lineamientos archivísticos que marca la ley, logrando un inventario que integró tres donaciones hechas por Manuel Palacios (hijo), principal apoyo para lograr, en primera instancia, la vinculación de esfuerzos entre Adabi Oaxaca y el Museo Infantil de Oaxaca. Terminada la parte documental, y movidos por el interés y curiosidad generados en gran medida gracias a las pláticas del Lic. Manuel sobre su padre, nos aventuramos a trabajar en algo nuevo: la descripción del apartado fotográfico, que, al requerir de un tratamiento especializado, necesita una inversión importante de tiempo, tanto en la organización como en la estabilización.
El planteamiento para esta fase requirió de la previa elaboración de un diagnóstico muy específico en el que se analizó cada fotografía, consignando sus medidas, el material de soporte, los daños y la técnica, el tipo de guarda requerida y la inversión de tiempo para su estabilización y descripción. Este proceso es necesario para hacer un planteamiento correcto y real sobre los tiempos y materiales que deben utilizarse para la estabilización y resguardo, acciones que se llevaron a cabo en colaboración con el Archivo General del Estado de Oaxaca y Adabi de México.
Para elaborar el inventario fotográfico fue absolutamente necesario capacitarse, así como alimentar el anhelo de saber más con lo encontrado en los documentos sobre el periodo de ensanchamiento de los ferrocarriles. Nos llevó dos semanas de teoría más otra de práctica; aun así, al inicio de la descripción nos enfrentamos a una tarea lenta y compleja, pues la descripción de la imagen, aunque puede mostrar el bagaje de interpretación de quien la observa, exige educar la vista de forma objetiva, de otra manera, las inferencias o aseveraciones infundadas nos llevarían a una mala lectura y, por ende, a dar referencias e información equivocada.
Este inventario consigna algunas características de catálogo, lo que permite recuperar varios elementos importantes —como los números de inventarios anteriores, inscripciones, técnica, medidas de la imagen y del soporte— y darle una clasificación, para lo que debe generarse un cuadro de clasificación exclusivo e independiente del cuadro documental. Además, el inventario nos permite ir agrupando las acciones reflejadas en la fotografía, a lo que se le suman las referencias bibliográficas y las búsquedas en plataformas oficiales y no oficiales que orienten o vinculen la compresión de los elementos, hechos o personajes que conforman las imágenes.
La principal fuente de información ha sido la revista Ferronales, en la que se encuentra el seguimiento administrativo de los trabajos que durante seis años se realizaron para el cambio de vías. Para nuestra fortuna, el Lic. Palacios conservó los números publicados durante seis años que duró la modernización de los ferrocarriles del proyecto Alemán; también referenciamos, aunque con menos frecuencia, Mirada Ferroviaria y otras revistas ligadas al tema ferrocarrilero. Otro apartado nos permite enlazar ligas digitales –la Mediateca INAH– que proporcionan información confiable.
La colaboración nos ha permitido ir más allá de un inventario documental. El Museo Infantil de Oaxaca ha sido un gestor decisivo en los traslados y la difusión de los procesos y contenidos, y nuestro próximo desafío conjunto está puesto en la apertura de este fondo al público, para lo que el Archivo General del Estado de Oaxaca es un gran aliado. Llevar a la luz estos retratos de un aspecto tan importante de México hace casi 70 años, no solo con información y documentos también con imágenes, merece una divulgación adecuada.
La riqueza literaria abunda en el acervo de la Biblioteca Francisco de Burgoa; sobresalen obras escritas y producidas por el intelecto de personajes que rebasan la erudición habitual de una época. Tal es el caso de Sor Juana Inés de la Cruz (1648-1695) y su obra, casi desconocida, Neptuno Alegórico, de 1681. La impresión de este texto estuvo a cargo de Juan de Ribera, hijo de Diego de Ribera y hermano de Hipólito de Ribera, descendientes de una familia de importantes mercaderes e impresores de libros en el siglo XVII, y de quienes adquirió gran fama y prestigio pese a todas las vicisitudes que giran en torno a su persona y producción. Asimismo, la impresión se hizo en el “Empedradillo”, la calle de la oficina donde se hallaba la imprenta de Juan de Ribera desde 1677, y que se llamaba así por ser una de las primeras calles de la Ciudad de México en ser empedrada. La fama e importancia de este impresor creció al desposarse con María Benavides, quien procedía de otra familia de reconocidos impresores. Su unión ayudó a que la imprenta y mercadería de libros de ambas familias no pereciera.
Durante el Virreinato en la Nueva España se consolidaron algunas costumbres provenientes de la cosmovisión europea, en su mayoría de índole cristiana. Una de estas prácticas, que se volvió una tradición que evolucionó durante los posteriores siglos, incluso después de la Independencia de México, es el acto de erigir arcos triunfales. En efecto, estos elementos surgen y son erigidos desde la Edad Antigua con las guerras victoriosas del ejército romano, ejemplo ilustrativo es el famoso Arco de Tito.
Esta tradición se recuperó durante el Renacimiento, cuando los espacios se revistieron de iconografía clásica en su mayoría, aunados a otros aspectos formales y a un lenguaje alegórico conformado por elementos de la cultura grecorromana. Se dividieron en dos tipos: los arcos permanentes, con todos los elementos arquitectónicos vislumbrados en los arcos triunfales de las grandes ciudades europeas del siglo XVIII, y los efímeros o perecederos, elaborados con materiales como cartones, barro o lienzos; en ambos casos se erigen para presidir las entradas triunfales de grandes actores políticos y militares del momento. Así, serán bien conocidos en la Nueva España por ser elaborados para las entradas de los virreyes. Para esta honrosa labor se designaba a un erudito de la época, quien sería el encargado de modelar las imágenes alegóricas, frases históricas y analogías entre las virtudes de un héroe antiguo, o dios mitológico, y la majestad que tiene el prestigio de ser ensalzado por el arco.
En este sentido, el Neptuno Alegórico es la brillante obra que exalta a Vuestra Majestad, el virrey Tomás de la Cerda y Aragón, así como la descripción y explicación de las figuras alegóricas utilizadas como símil a la figura de este virrey. La alegoría es una figura retórica que se ocupa para describir la nobleza del virrey con figuras relacionadas a lo divino, muy representativas de la tradición antigua, es por ello que la Décima Musa lo sitúa a la par de una divinidad, en este caso del dios Neptuno.
Generalmente, la obra se estructura en cuatro partes, comenzando por una breve pero eminente dedicatoria. En esta, el Fénix de México, dirigiéndose al virrey, manifiesta la razón por la cual el arco triunfal dedicado a sus virtudes se compone de todo tipo de blasones. Esta parte es una muestra de la erudición de Sor Juana en materia de autores antiguos, ya que cita diversos y renombrados personajes como Séneca, Plutarco, Virgilio, Cicerón, Ovidio, entre otros; también deja entrever su conocimiento sobre materias religiosas, como los Evangelios, y sus profundas afinidades con la cultura egipcia, tema que atraviesa otros momentos de su obra.
En la segunda parte, la autora se concentra en exponer el porqué de la manifestación y tradición de los arcos triunfales en siglos pasados como regalo y veneración hacia los virreyes, en contraposición a la novedad en la que se basan los altos mandos de la época para encontrar “más apta la blandura inculta de una mujer que la elocuencia de tantas y tan doctas plumas”. No obstante, a pesar de los mismos prejuicios que Sor Juana tiene sobre su propia obra, no cabe la menor duda de que esta producción intelectual del Neptuno Alegórico, por más que fuese un encargo, es muestra de soltura y brillantez de la autora, más aún, aumenta el valor prístino de tal dedicación cuando se habla desde una época aún impregnada por la figura masculina como principal actor del conocimiento. Sin duda, una mujer que lucha contra los convencionalismos de la época.
Por otro lado, para hablar de las analogías que se utilizan en la obra, el Fénix de América cita las palabras de Ovidio: Non census magnus, nec clarum nomen avorum: sed probitas magnos, ingeniumque facit (‘Aquello que hace grande a los hombres no es la riqueza, ni lo ilustre de los hombres de sus antepasados, sino la honradez y el carácter’). Así, una de las similitudes más importantes que Juana de Asbaje observa entre los actores principales de este arco triunfal es que ambas figuras, Neptuno y el virrey Tómas de la Cerda, son, por un lado, un dios-príncipe cuyo dominio es el océano, mares y ríos; mientras que, por el otro, el virrey ostenta el título de “marqués de La Laguna”, y es general del Mar Océano, con todos los ejércitos y costas de Andalucía. Además de eso, el tridente de Neptuno guarda un significado que se seculariza en un elemento simbólico con la frase Munere triplex ‘triple función’, aludiendo a la vez a las potestades del bastón del virrey: civil, militar y penal. La tercera y cuarta parte de la obra versan sobre la descripción pormenorizada de las inscripciones y los lienzos, y una explicación en verso del arco.
Te invitamos a consultar la obra digital en la sección de la Biblioteca Burgoa albergada en el sitio web de la http://bitly.ws/Cer5
Nos emocionan los recuerdos que se han bordado en nuestra alma durante estos quince años de vida del Museo Textil de Oaxaca. Aquellos meses en los que concebimos cómo sería nuestro anhelado sueño, cuando levantamos las piedras de lo que alguna vez fue la Casa Antelo y hundimos la aguja entre muros de ladrillo para tejer nuestra propia historia, fincada en la que otros soñaron con grana cochinilla. Animados por Francisco Toledo y Alejandro de Ávila, veíamos cómo los arquitectos, restauradores, albañiles, carpinteros y electricistas subían y bajaban al ritmo en el que los especialistas ideaban un plan museográfico, organizaban el acervo y montaban la exposición inaugural.
Aquella vez, las marmotas y los platillos de la banda marcaron el inicio de una gran fiesta que no ha dejado de vibrar al son de los telares y las agujas de randa. Los artistas textiles hilan las madejas que seducen al investigador —que analiza las piezas detalladamente—, a los visitantes —que tanto disfrutan el paseo— y al personal del Museo —que protege y difunde el amor por los hilos y las telas—: todos ellos valoran el trabajo a mano y lo enaltecen.
Aquella celebración aún no termina: los talleres palpitan con saberes ancestrales y contemporáneos; las exposiciones incitan al goce, a la reflexión y al conocimiento; las investigaciones se socializan; las redes de complicidad se extienden; los premios se multiplican en las nuevas generaciones de tejedores y todo vibra al ritmo de la máquina de coser. La explosión de creatividad todavía brilla en el cielo del mto; y no se trata de fuegos artificiales, sino de destellos de luz que cruzan horizontes y nos llevan a todas las regiones del estado; luminiscencias que vuelan más allá de las fronteras, hasta los rincones más apartados del mundo, ahí alegran los corazones encendidos y el alma de sus habitantes comparte los chispazos que resplandecen en nuestro mismo universo.
Hoy la fiesta continúa y hemos decidido brindar por nuestro quinceañero con bebidas de cacao y mezcal. Esta no es la tradicional fiesta de xv años, con tules y guantes mercerizados, sino que nos vestimos de hilos naturales que se transforman en arte para seguir fortaleciendo los vínculos colectivos, esos que se tejen en las fiestas de los pueblos de México, en las que participan los habitantes de la comunidad y desde donde se fortalecen los lazos sociales que refrendan nuestra identidad comunal. Eso es precisamente lo que hace el Museo Textil de Oaxaca: nos hermana y recuerda que la tierra vibra en nuestras raíces.
¡Feliz cumpleaños a la familia que se ha formado en nuestro capullo, la que comparte los mismos valores y ama profundamente esta tierra del maíz y el textil que nos hace tan felices!
En 2005, la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca adquirió dos predios en el centro histórico de la ciudad de Oaxaca, ambos correspondientes al conjunto del antiguo convento de San Pablo, entre ellos una casa señorial del siglo XVIII, conocida como Casa Antelo, desplantada en el lado sur del exconvento, sobre la calle de Hidalgo. Es en esta construcción donde ubicamos, a partir de abril de 2008, la residencia del Museo Textil de Oaxaca.
Con motivo del XV aniversario del Museo, queremos reseñar algunos datos sobre el edificio que continúa hilando historias, ahora, mediante valiosas piezas textiles que nos hablan de la identidad de los pueblos de Oaxaca y del mundo.
A partir de la adquisición del predio y hasta principios de 2008, la Fundación estudió la evolución de la casa: realizó una investigación, proyecto y ejecución de una restauración que destacaría los valores históricoarquitectónicos de la casa sin perder de vista el destino del edificio y el beneficio que brindaría a la sociedad.
En este sentido, el dato más antiguo que se tiene sobre la casa se debe a las investigaciones realizadas por el Dr. Sebastián van Doesburg. Gracias a sus contribuciones sabemos que en 1769 existió, en este predio, una casa de adobe de un solo nivel, la cual fue demolida ese mismo año por el Sr. Ángel Antelo Bermúdez —de ahí su denominación como “Casa Antelo”— para, en su lugar, construir una casa de dos niveles con una atractiva fachada de piedra cantera.
Como parte de dicha investigación también podemos citar dos importantes situaciones que dieron lugar a la alteración del partido arquitectónico y degradación más notables del inmueble; la primera data de 1862, cuando fue demolido el lado oriente de la casa para abrir paso a la actual calle de Manuel Fernández Fiallo.
A partir de ese momento, la casa quedaría ubicada en una esquina y contaría con una nueva fachada ubicada sobre dicha calle; en esta se pueden leer los vanos tapiados que formaron parte primitiva de la casa, una sección de viga que correspondió a la cubierta, entre otros elementos que, siendo mutilados, quedaron como testimonio de ese momento.
La segunda causa es atribuida mayormente a las demoliciones paulatinas de las que fue parte el predio a lo largo de casi toda su historia. Se tiene registro de una de ellas en 1985, cuando la casa formó parte de un escándalo en uno de los periódicos de la ciudad con el encabezado: “S. O. S. ¡Están demoliendo una joya arquitectónica!”, como parte de la denuncia ciudadana realizada por un escritor.
Aunque a esta demolición todavía siguió una más, es importante hacer un intervalo para mencionar que, en 1998, la casa contaba con un pequeño patio, arquerías y columnas en pie, escaleras y espacios medianamente conservados con ciertas alteraciones. De lo anterior tenemos noticia gracias a un expediente fotográfico del Instituto Nacional de Antropología e Historia al que tuvimos acceso. Como parte de este expediente, en fotografías del 2002 se observa un patio cubierto con tierra y fragmentos de piedra cantera, es decir: para ese momento las crujías interiores ya habían sido demolidas y el corredor y las columnas, desmanteladas.
Al momento de su adquisición, el edificio solo tenía las crujías que colindan con las calles y en la planta baja conservaba su sistema de viguería. Sin embargo, las cubiertas de la planta alta ya habían sido demolidas, dejando la evidencia de una reciente transformación: bóvedas catalanas y reforzamientos de concreto armado; de igual manera, los muros presentaban importantes deterioros provocados por el abandono. Sin embargo, en este acercamiento al edificio sorprendía la existencia de sillares de cantera, fustes, capiteles, dados y molduras de las columnas del patio, todo amontonado (estos elementos se encontraban en pie en las fotografías de 1998).
La casa también contaba con la puerta principal de madera y gran parte de las herrerías, las cuales ostentan en la fachada principal una tipología del siglo XVIII en su planta baja, y del siglo XIX en la planta alta; además de una valiosísima cantidad de vestigios que, recorriendo paredes y pisos, indicaban la existencia de muros, arranques de arcos y demás elementos mutilados de la antigua construcción.
La restauración de la Casa Antelo tuvo por criterio la conservación de la estructura antigua y la inserción de arquitectura contemporánea evocando el partido arquitectónico del inmueble. La intervención que estaba por iniciarse debía contar con una bóveda especializada de almacenamiento y conservación de textiles, un taller con equipamiento para la restauración de piezas salas de exhibición, tienda y áreas administrativas. En este sentido, es posible identificar dos importantes áreas en el proyecto de intervención: la antigua y la inserción contemporánea (crujía poniente), reconstruida a partir de los vestigios y fotografías.
La integración de la crujía poniente abrió la posibilidad de contar con un espacio con los requerimientos tecnológicos y equipos especiales en conservación de textiles. El volumen insertado tiene una doble pared que aísla el calor, los muros fueron fabricados con ladrillo de barro rojo y cuentan con reforzamientos, entrepisos y losas planas de concreto armado; en la planta alta de esta nave se encuentra la bóveda de almacenamiento para aislar las piezas de la humedad del suelo, y la cubierta tiene un relleno aligerado de 70 cm. de espesor para aislar el calor, necesidades imperantes para la conservación de los textiles.
En esta coexistencia de dos arquitecturas en un mismo edificio destaca el criterio propuesto por la Dra. María Isabel Grañén Porrúa sobre evidenciar armónicamente el apartado contemporáneo de la casa respecto al histórico, teniendo como concepto de interpretación el arte prehispánico de Mitla. La materialización de este diseño fue gracias al arquitecto Juan José Santibáñez quien ideó un gran tablero de ladrillo de barro rojo que cubre ambas caras de los muros que colindan con el patio.
Los muros blancos encalados, las canterías y viguerías asociados a la estructura antigua de la casa, responden al proyecto de conservación dirigido por el arquitecto Gerardo Virgilio López Nogales y el Dr. Sebastián van Doesburg. En estos espacios leemos la recuperación de muros de adobe, la recuperación parcial de la viguería y del enladrillado integrados en la crujía de la tienda, ya que, dadas sus condiciones, fue necesaria la incorporación de materiales nuevos en el resto de los espacios, preservando el sistema constructivo tradicional de la casa, mientras que en la planta alta las cubiertas siguen un sistema de vigueta y bovedilla.
Mediante el proyecto de conservación renacen el patio, las columnas y los corredores que hoy podemos observar. Las fotografías y cada uno de los vestigios dieron paso a la aplicación de una técnica llamada anastilosis, que consiste en la reconstrucción a partir de los fragmentos dispersos de la obra, es decir que al realizar el registro y clasificación de los fustes, basas, capiteles y demás fragmentos de piedra cantera, se concluyó que las columnas se encontraban completas, permitiendo la reconstrucción total del corredor a partir de las piezas. Durante la recuperación de los niveles de piso se hallaron las piezas originales de piedra cantera y el canal de desagüe del patio; de acuerdo con el hallazgo más antiguo, al interior de las crujías de la estructura antigua se colocó un piso de ladrillo de barro, mientras que el testimonio más reciente consistente en pisos de pasta color verde se utilizó en la inserción contemporánea.
Otros trabajos consistieron en la limpieza y consolidación de elementos de la fachada lateral; en la fachada principal fue la preservación de los aplanados a base de cal, ubicados en los marcos de ventanas, y el remoldeo de los sillares de cantera de los balcones, los cuales, dadas sus dimensiones, permitieron extraerse de forma parcial al exterior y moldear nuevamente las zonas dañadas. En el proyecto de conservación se realizó limpieza, tratamientos de pasivación de óxidos de las herrerías existentes y la restauración de la puerta principal, donde destaca la recuperación de los chapetones, manufactura de las piezas faltantes y sustituciones de las secciones de madera faltantes, preservando la fachada verde de dos niveles referenciada históricamente por su singularidad.
Cada detalle arquitectónico del Museo Textil de Oaxaca sostiene, en esta señorial casa, un hilo que nos lleva por las reminiscencias de su historia; del pasado al presente en el que conviven dos arquitecturas, una del siglo XVIII y otra contemporánea, volviendo posible asemejar al edificio con las piezas textiles que guarda. Ambos momentos conservan las producciones de un pasado que no es estático y que, al ser útil a la sociedad, garantiza la permanencia de sus materiales, técnicas y producciones: sin duda, una inspiración en nuestros días.
Podríamos pensar que el acto de intercambiar es de lo más fácil: basta encontrarse con una persona para aportar y recibir en reciprocidad. Sin embargo, ahí está el truco: encontrar a las personas a quienes les interese lo que podamos aportar y cuyas contribuciones deseamos recibir; todo ello, en el momento preciso. Desde su creación, el Museo Textil de Oaxaca ha fomentado el intercambio real y respetuoso entre quienes elaboran tejidos a mano.
Uno de los ejemplos de intercambio más memorable surgió como parte de los festejos del 10.° aniversario del MTO y se pudo apreciar en la exposición titulada “2018: Nuevas constelaciones”, en la que participaron artistas procedentes de distintas comunidades de Oaxaca que, en equipos, crearon nuevos textiles donde se amalgamaron prácticas y estéticas diversas.
Los bordados de Santa María Tlahuitoltepec, por ejemplo, no hacían exclusiva referencia a ese pueblo en la Sierra, sino que se entrelazaron con los de Maguey Largo, de Valles Centrales. Las águilas bicéfalas de San Juan Cotzocón volaron desde la zona mixe en dirección a la costa mixteca, donde se encontraron con sus hermanas de Pinotepa de Don Luis. Pareciera que San Pedro pedía bautizar una de estas nuevas constelaciones con su nombre, pues la seda de San Pedro Cajonos halló cobijo en los telares de dos pueblos que comparten el primer nombre, pero que se apellidan distinto: Sochiapan y Amuzgos.
Las prácticas del estado de Oaxaca también se han vinculado con aquellas procedentes de otras latitudes del mundo. Tras un taller de tejido impartido en noviembre de 2022 por Miriam Celis Hernández y Lorena Medina Díaz —procedentes de San Miguel de Pallaques, Perú—, Adán Martínez tejedor de Tututepec, Oaxaca— apreció no solamente la técnica, sino que reconoció la vocación de la maestra Miriam: “Es el don del maestro: tener paciencia. Porque podemos saber la técnica y ser eruditos en la materia, pero si no tenemos esa pasión por enseñar, no vale la pena. Le admiro mucho a ella que sabe y que nos está transmitiendo y compartiendo la identidad de su pueblo y eso lo valoro mucho”. Ellas, por su parte, estimaron los saberes de cada participante del grupo y se sorprendían de sus edades, como lo expresó la maestra Lorena: “… siendo jóvenes, están impulsando a que su cultura no se pierda y eso es lo que queremos: que allá, en nuestro pueblo, sean los jóvenes quienes más se involucren con la artesanía”.
La relación con el arte contemporáneo también ha brindado frutos, como quedó manifestado en noviembre de 2016, durante el 10.° Simposio Internacional de Shibori, liderado por Yoshiko Wada y Alejandro de Ávila en Oaxaca. Ana Lisa Hedstrom, artista estadounidense radicada en California, impartió un taller de técnicas de teñido de reserva en el Centro de las Artes de San Agustín, Etla. Román Gutiérrez, extraordinario tejedor y tintorero de Teotitlán del Valle, acudió al taller junto a su esposa, Rosario Sosa.
Hoy en día, Rosario y Román impulsan en casa un taller muy activo donde han logrado interesantes creaciones en lino, algodón, seda y lana a partir de los conocimientos adquiridos en aquella ocasión. La práctica textil, pues, no es una tradición que se encuentre estancada en el pasado; tampoco es un conocimiento que se niegue al cambio. Por el contrario, la creación de textiles es una clara muestra del espíritu dinámico y de la gran capacidad de aprendizaje e interpretación que han manifestado las tejedoras, bordadores y tintoreras a lo largo de la historia.
Detalle del tejido de una falda de boda; San Pablo Mitla, Oaxaca, comunidad zapoteca del valle de Tlacolula, hecha a mediados del siglo XX. Lana hilada a mano teñida con grana y otros tintes naturales, tejida en telar de cintura. Ligamento labrado controlado por los lizos, procedimiento ingenioso que antecede a los telares Jacquard y éstos, a su vez, a las primeras computadoras. Diseño de “maicito”, “cacao” y “culebra”. Colección de Octavia Schöndube, donada por la FAHHO al MTO.
El Museo Textil de Oaxaca ha albergado más de cien exposiciones en los catorce años transcurridos desde su inauguración. Ninguna de ellas ha durado más de cuatro meses, para evitar que se deterioren las fibras y los tintes. Algunas han sondeado la creatividad de artistas individuales o en grupo, mientras que otras han buscado explorar una idea: la influencia de los pueblos islámicos en los tejidos latinoamericanos, por ejemplo, o las posibilidades técnicas que ofrece el ixtle, fibra extraída de un grupo de plantas que evolucionaron y se diversificaron en México. El acervo del Museo, integrado en un principio por cuatro colecciones enfocadas en Oaxaca, ha crecido y se ha diversificado para que las exhibiciones hagan dialogar los textiles locales con los materiales, las técnicas, los diseños y los símbolos de otras áreas de México y del mundo.
Acompañar, como hemos hecho, una falda de enredo zapoteca con un sari de India puede parecer incoherente. A primera vista no podrían ser más disímiles como prendas de uso. Una es densa y resistente, el otro es delicado y escurridizo. La primera se ciñe a la cintura, el segundo cubre casi todo el cuerpo. Sin embargo, al examinarlos con cuidado, se desdibujan las diferencias. En ambos tejidos encontramos fibras hiladas a mano, teñidas con un colorante obtenido de insectos. Uno y otro lienzo envuelven a la persona sin recortar la tela ni entallarla. Para mayor convergencia, tanto la falda de gala como el sari rojo tuvieron la misma función social en polos opuestos del globo: vestir a la novia durante los rituales que tejen lazos entre dos familias y renuevan la conciencia de pertenecer a una comunidad cultural.
Al hermanar enredos y saris, la aportación estética de los textiles mexicanos gana resonancia en el concierto de las artes. Oaxaca fue por tres siglos la fuente del tinte rojo más preciado para las alfombras y los satines, además de los dulces y los cosméticos. El nopal y su insecto parásito marcaron la paleta de artistas estelares de Occidente, desde El Greco y Rembrandt hasta Van Gogh. Pero la historia que aspiramos a narrar en el MTO es la crónica íntima de gente sin renombre, no por ello menos talentosa. Al buscar tejidos hermosos de distintos rincones del mundo y resaltar los vínculos que percibimos entre ellos, tratamos de hacer visible la universalidad de un gusto refinado y, al mismo tiempo, la pérdida dramática de ese sentido de belleza en la vida cotidiana de una sociedad global, enajenada de sus raíces.
Hemos logrado reunir en el MTO siete grandes colecciones, que suman más de cinco mil piezas entre ellas, formadas mucho tiempo antes de la fundación del Museo, además de otras colecciones más pequeñas y varios centenares de textiles que hemos conseguido uno por uno. Cinco de las grandes colecciones fueron donadas al MTO; las otras dos fueron compradas para el Museo por la Fundación Alfredo Harp Helú, que financió la adquisición y restauración del edificio que lo alberga, además de sufragar todos los gastos para operar el MTO desde su fundación.
Colección de María Isabel Grañén Porrúa
La Presidenta de la Fundación Alfredo Harp Helú comenzó a formar una colección de textiles en 1998. Se compone de más de 500 piezas; la mayor parte de ellas pasaron por las manos de don Crispín Morales Osorio, fundador de la empresa “Oaxaca y sus Regiones” en el Mercado 20 de Noviembre de esta ciudad. Don Crispín inició su negocio vendiendo rebozos de Chilapa, Tenancingo y Moroleón para las mujeres oaxaqueñas que acostumbran todavía usarlos. Tiempo después, comenzó a ofrecer también huipiles, blusas y otros textiles indígenas para el turismo creciente. A lo largo de cuatro décadas, fue apartando piezas que le llamaron la atención por su calidad, integrando así una colección representativa de la indumentaria tradicional del Estado durante el período de 1960 a 1990. Además de los trajes de don Crispín, la doctora Grañén adquirió numerosas piezas más recientes del destacado galerista y promotor del arte textil Remigio Mestas, y también obtuvo de manera directa ejemplos notables hechos por tejedoras en diversas localidades. Esta colección documenta los cambios en las tradiciones textiles de muchas comunidades de Oaxaca en la segunda mitad del siglo XX y los esfuerzos por recuperar una producción de calidad.
Colección de Madeline Humm
Madeline Humm nació en Zürich, Suiza, en 1928; su madre fue una artista textil destacada. En 1956, Madeline se trasladó con su esposo Hans Mollet a Lima, donde vivieron por cuatro años y emprendieron varios viajes al interior de Perú, fascinados por el mundo indígena. En 1960 se mudaron a la Ciudad de México, donde crecieron sus cuatro hijos. En 1977 se establecieron en Puebla. La señora Humm viajó incesantemente por todo México y Guatemala, haciendo amistades y adquiriendo textiles en diversas comunidades. Se formó como fotógrafa y etnógrafa de manera autodidacta. Además de la indumentaria, documentó otras expresiones del arte popular, la arquitectura vernácula, los mercados y las fiestas de un México en vías de desaparecer. Doña Madeline falleció en Puebla en mayo de 2005, legándonos su acervo de más de 1000 textiles y 11,000 fotografías gracias a la generosidad del maestro Francisco Toledo, quien adquirió esta importante colección justo en abril de 2005 y la donó al MTO al momento de su fundación. La colección incluye un tejido virreinal que nombramos tlàmachtēntli, fragmento de un huipil maravilloso que nos ha permitido recrear el uso de la pluma en el telar, como describimos en números anteriores del Boletín. Incluye también algunas piezas que datan de principios del siglo XX, si bien el grueso corresponde a las décadas de 1950 a 2000. La documentación de la colección es excelente, pues doña Madeline fue una investigadora metódica que registró de manera rigurosa un gran volumen de información.
Detalle de un patolu (sari de boda), tejido en Patan, estado de Gujarat, India, primera mitad del siglo XX. Seda devanada y torcida a mano, teñida al parecer con el insecto llamado lac y otros colorantes naturales. Los diseños indican que este sari estaba estinado a una novia musulmana; fueron logrados anudando la urdimbre y la trama antes de teñir, siguiendo tres baños consecutivos en tintes distintos, proceso sumamente laborioso. Galería de Yosi Barzilai, adquisición del MTO.
Colección de Ernesto Cervantes y Josephine Brown
Nacido en Oaxaca de Juárez en 1902, Ernesto Cervantes Morales migró en los años 1920 a la Ciudad de México, donde se relacionó con José Vasconcelos, Diego Rivera, Tina Modotti y otros artistas. Alentado por ellos, comenzó a vender sarapes de Teotitlán del Valle en los círculos intelectuales de la época. Estableció poco tiempo después una galería de talavera poblana y arte popular oaxaqueño. Más tarde creó un taller de mantelería de algodón, operando cientos de telares de pedales en Xochimilco, el barrio de los tejedores en su ciudad natal. La Casa Cervantes se convirtió en una de las principales promotoras del textil tradicional mexicano. Don Ernesto reunió a lo largo de cinco décadas un extenso archivo fotográfico y una gran colección de arte prehispánico, virreinal y contemporáneo; forman parte de ella más de 500 textiles de todo el país, incluyendo numerosas piezas del siglo XIX y principios del XX, con un énfasis en Oaxaca. Buena parte de los ejemplos más recientes fueron adquiridos por su esposa Josephine Brown, quien era originaria de Springfield, Tennessee, y había estudiado arte. Al llegar a México, ella se interesó por los bordados, particularmente las blusas tradicionales. Desafortunadamente, don Ernesto y doña Josephine nunca prepararon fichas o etiquetas de su colección, pero me narraron muchas anécdotas que me han permitido documentar varias piezas notables. Doné al MTO esta colección y archivo que heredé de ellos por ser mis tíos abuelos.
Colección de Alejandro de Ávila
Junto con la colección de Ernesto Cervantes y Josephine Brown, al fundarse el MTO doné cerca de 700 textiles que había reunido en los años 1970 a 1990. Adquirí y documenté la mayoría de estas piezas en sus comunidades de origen en dos grandes regiones: el noreste del país (San Luis Potosí, sur de Tamaulipas y sur de Nuevo León) y la Sierra Madre del Sur en el occidente de Oaxaca y oriente de Guerrero. Las tradiciones textiles del noreste de México, en particular, son prácticamente desconocidas y están muy pobremente representadas en los museos, dentro y fuera del país. Revisten interés especial por tratarse de comunidades mestizas, donde se conservó vigente hasta mediados del siglo pasado una gran diversidad de técnicas y diseños. Esta colección incluye algunos formatos y estructuras de tejido de calidad excepcional que no habían sido documentados previamente en nuestro país. Buena parte de las piezas datan de fines del siglo xix o principios del XX. La colección cuenta con fichas detalladas de cada pieza, respaldadas con notas de campo, transcripciones de entrevistas, grabaciones y fotografías.
Colección de Humberto Arellano
Humberto Arellano Garza nació en 1913 en Monterrey, Nuevo León. Siendo muy joven participó en una campaña pedagógica en comunidades indígenas, gracias a la cercanía que tuvo con su tío Moisés Sáenz, Secretario de Educación Pública en aquella época. Esa experiencia motivó su interés en el arte popular a lo largo de toda su vida. En los años 1930 fundó junto con parientes suyas la galería “Artes de México” en la capital del país, y en 1950 abrió en Monterrey la galería “Carapan”. El nombre de esta población purépecha había servido de título para el escrito más conocido de Sáenz, al implementar políticas de desarrollo rural en las décadas posteriores a la Revolución Mexicana. No sabemos cómo formó su colección don Humberto, quien parece haber adquirido la mayor parte de los textiles antes de 1960. Fue cliente asiduo de la Casa Cervantes, hasta que ésta cerró en 1978. En 1983, don Humberto le vendió la colección, junto con la galería, a su sobrino político, el Ing. Porfirio Sosa. Comprende más de 700 piezas procedentes de todo México, incluyendo un conjunto importante de dechados, colchas y sarapes del siglo XIX. Varias de ellas representan los testimonios más tempranos que conocemos de las tradiciones textiles de algunas zonas, y aportan datos fundamentales para esclarecer la historia del arte textil en México. Gracias a un archivo fotográfico que se conserva en Berkeley, he podido constatar que algunas de estas piezas pertenecieron a Frederick W. Davis, comerciante y diseñador norteamericano quien se estableció en la Ciudad de México hacia 1910, donde formó la primera, más extensa y meritoria colección de arte popular de la que tengamos noticia. Al igual que en el caso de la colección Cervantes Brown, don Humberto no parece haber dejado nota alguna de lo que sabía acerca de sus textiles. Poco antes de que el MTO abriera sus puertas el 19 de abril de 2008, la FAHHO adquirió para el Museo este acervo temprano, que el Ing. Sosa había retenido en México por convicción patriótica.
Colección de Octavia Schöndube
Octavia Schöndube de Böhm fue la octava hija de un ingeniero alemán que había migrado a México a fines del porfiriato, trabajando primero en el ingenio de Tamazula, Jalisco, y fabricando posteriormente tubos de barro y alcantarillas para la ciudad de Oaxaca, iniciando así una larga relación de la familia con nuestro Estado. Hacia 1960, doña Octavia y su hermana Clotilde establecieron sendos negocios de arte popular en la ciudad de México y en Oaxaca; doña Octavia mantuvo por muchos años una galería de artesanía oaxaqueña en el Bazar Sábado en San Ángel. Formó a lo largo de dos décadas una colección de cerca de 500 textiles representativos de casi todos los pueblos originarios de la entidad, que en algunos casos son las únicas piezas, o los tejidos mejor logrados, que conocemos de comunidades específicas donde el arte textil se ha olvidado en los últimos cien años. Si bien Oaxaca es el foco de atención, la colección también incluye piezas de Guerrero, Chiapas, el sur de Veracruz, Puebla y las comunidades wixáritari. Algunos textiles datan de fines del siglo XIX o principios del XX, pero la mayoría fueron hechos entre los años 1950 y 1970. A la muerte de doña Octavia, la colección fue heredada por su hija, la antropóloga Brigitte Boehm de Lameiras, investigadora del Colegio de Michoacán, quien contactó al maestro Francisco Toledo en 2005, manifestando su deseo de que los textiles pasaran al futuro museo en Oaxaca. La doctora Boehm falleció en 2007 antes de ver cumplido su deseo, que fue ejecutado por sus hijas en diciembre de 2008, gracias a la generosidad de don Alfredo Harp.
Colección de la familia Johnston
Tony y Roger Johnston llegaron a la Ciudad de México en 1968 y se enamoraron de nuestro país. Acá vivieron durante quince años y acá crecieron sus tres hijas. La vocación de Tony como escritora de libros para niños y la profesión de Roger como banquero les permitieron conocer a varios devotos del arte y las tradiciones populares. La joven familia viajó a muchos lugares remotos y atestiguó los cambios dramáticos en la vida de las comunidades indígenas durante ese periodo. Animados por conocedores del arte textil como Irmgard Johnson, Ruth Lechuga y Donald Cordry, Tony y Roger empezaron a reunir una muestra de las fajas y los ceñidores de todo México. Habiendo cubierto la mayor parte del país, los Johnston ampliaron la mira y buscaron prendas análogas en Guatemala. De manera paralela, incorporaron a su colección fajas y ceñidores de la gente hopi y navajo del suroeste de Estados Unidos, y también bandas de lana tejidas en la región de los Grandes Lagos. Completado de esta manera un acervo representativo de toda América del Norte, comenzaron a explorar el mundo andino, centrándose en Bolivia. Así se conformó un segundo núcleo de la colección, tan rico y tan variado como lo que habían reunido en México. Siempre inquieto, Roger se lanzó posteriormente a Bután, donde reunió un último conjunto de fajas, complementando las que Tony y él habían conseguido del sur de China, Indonesia, el centro de Asia, Turquía y Marruecos. En 2016, segada la vida de Roger en un accidente de esquí, deporte que lo apasionaba, Tony tomó la decisión de donar la colección entera a este museo, sumando casi mil piezas, junto con un archivo que documenta la formación del acervo, que parece ser único en el mundo con ese enfoque.
Sarape tejido probablemente en el norte de México durante la primera mitad del siglo xix. La urdimbre es de hilo industrial de algodón y la trama es de lana de oveja hilada a mano, teñida con grana, añil y un colorante amarillo vegetal. Representa un estilo poco conocido dentro de la tradición mexicana de tejidos de tapicería, más afín a la estética mesoamericana que el formato “clásico de Saltillo”. Perteneció a Humberto Arellano y parece haber formado parte de la colección de Fred Davis.
A estas siete grandes colecciones hay que agregar las donaciones generosas de Russell A. Phillips y Ronald F. Thomas (textiles procedentes de Filipinas, Indonesia, India y algunos países de África); Veralee y Jim Bassler (tejidos de Oaxaca); Anne Marie Lampe (textiles de México y Guatemala); Ana Maria Behn-Eschenburg en memoria de Maya B.-E. (tejidos de Oaxaca y otras regiones de México); Laura Anderson Barbata (textiles de la cuenca amazónica y Nueva Guinea); Niloufer King Ichaporia (indumentaria parsi de Maharashtra y Gujarat en India); Nancy Hild† (pendones rituales de Haití); Norma Mereles Torreblanca y Rodolfo Ogarrio (textiles de México y Guatemala); Carole Browner en memoria de Arthur J. Rubel (tejidos de Oaxaca y Guatemala); Danielle Dupiech Cavalleri (textiles de Guatemala y Yucatán); Julia Barco (tejidos de Colombia); Douglas Dawson (textiles del occidente de África y Mongolia); René Bustamante, distinguido coleccionista oaxaqueño (tejidos de Oaxaca y Chiapas); y Remigio Mestas Revilla (indumentaria de comunidades poco documentadas de Oaxaca). Terry Welch merece un reconocimiento especial por los tejidos japoneses extraordinarios que sigue adquiriendo para el MTO.
Nos ha conmovido profundamente recibir reliquias familiares y prendas elaboradas como muestras de aprecio para este museo, entre ellas el huipil de matrimonio que nos donó la Maestra Minerva Mendoza Pérez de San Agustín Loxicha, que ella heredó de su abuela; la servilleta que nos donó Noemí Díaz Díaz, que perteneció de igual forma a su abuela doña Rita Zavaleta en Paso de la Reina; el dechado que nos trajo Nicolasa Pascual Martínez, que ella tejió en su juventud en San Bartolo Yautepec; la blusa que elaboró para el MTO Norma Gutiérrez Ramírez en San Juan Ixtenco, Tlaxcala; y la faja que tejió para obsequiarnos Crispina Navarro Gómez en Santo Tomás Jalieza, inspirada por una faja que consiguió Roger Johnston, a quien ella recuerda con afecto. Varias personas más nos han donado piezas individuales, a quienes estamos igualmente agradecidos y daremos los créditos correspondientes al exhibirlas. Por otro lado, con el apoyo invaluable de la FAHHO hemos podido adquirir otros acervos importantes, como las colecciones guatemaltecas de Sarasvati Ishaya, quien vivió en Panajachel en 1984 y 1985; Paul Poudade, embajador de Francia en Guatemala de 1991 a 1993; y parte del legado de Eva Hannstein, galerista legendaria en aquel país, cuya bisnieta Karla Ceballos dirige la hermosa Casa de Arte en Antigua. La generosidad de la FAHHO nos ha permitido, además, enriquecer el fondo del MTO con piezas de Oaxaca y de otras regiones de nuestro país que pertenecieron a Irmgard Weitlaner Johnson, decana de la investigación de los textiles mexicanos; Anita Jones, diligente coleccionista radicada en Oaxaca; Graciela Brena de la Peña, hija del Gobernador Rodolfo Brena Torres (1962-1968); y Federico Jiménez Caballero, gran galerista oaxaqueño y amigo de la Fundación.
Por su parte, el Museo ha acrecentado el acervo al conseguir numerosos textiles procedentes de diversas zonas del mundo, para presentar en las exposiciones ejemplos de las tradiciones locales con sus contrapartes provenientes de zonas geográficas distantes. El maestro Toledo nos animó a adquirir ejemplos sobresalientes, proporcionándonos los fondos iniciales. Hemos encontrado buena parte de estas piezas a través del internet. Los portales electrónicos nos han permitido ampliar nuestro conocimiento técnico y nuestra apreciación estética de los textiles de diversos pueblos originarios de cuatro continentes, más Oceanía. Nuestros proveedores principales han sido Marla Mallet en Atlanta (tejidos bakuba de la República Democrática del Congo; kilims y çuvals de Turquía; textiles miao de Guizhou, China); Susan Stem en Chiangmai (tejidos de Laos, Burma, Tailandia, el sur de China y Hainan); Mary Hunt Kahlenberg† en Santa Fe (textiles de Indonesia); Joe Carr† en San Antonio (textiles mexicanos); Yuri Saldyt† en Antigua (tejidos de Myanmar y Guatemala); David Hamilton en Austin (textiles guatemaltecos); Tom Cole en San Rafael (tejidos de Turquía, Irán, Afganistán, Uzbekistán y Turkmenistán); Yosi Barzilai en Portland (textiles del occidente y norte de África, Grecia, Rusia y Filipinas); Chris Buckley en Beijing (tejidos del sur de China, Malasia e Indonesia); John Thomas en Santa Cruz (textiles mexicanos); Andrés Moraga en Berkeley (textiles de Laos, India y el norte de África); Seref Ozen en Estambul (textiles del Cáucaso y el centro de Asia); Gertraude Lindauer en Colonia (molas de Panamá); Martín Ccorisapra y Antonio Ramírez en Lima (textiles del pueblo shipibo de la Amazonía Peruana); y Andy Lloyd en Bath (tejidos baluch y shahsevan de Irán).
Agradecemos en especial a Carol Pratt, quien nos permitió elegir las piezas relevantes para el MTO dentro de la gran colección de textiles del mundo entero que formaron Max y Hattie Mae Nixon, afiliados con la Universidad de Oregon en Eugene. Todos ellos nos han ayudado desinteresadamente a integrar un acervo inusual, seleccionado con el fin de hacer patentes los nexos técnicos y conceptuales entre los telares de Oaxaca y los tejidos de otras regiones del planeta.
Los textiles son una de las formas más versátiles de crear belleza. Un acervo extenso como el del MTO nos permite transmitirle esa convicción al público. Ha sido para mí un sueño de toda la vida que mi trabajo sirva para conformar semejante legado; ahora sólo espero que pueda preservarse para las generaciones venideras.
Luego de 15 años de presentar exposiciones en el Museo Textil de Oaxaca, considero que este es uno de los aspectos que más sorprende a quienes nos visitan. Al encontrarse con textiles elaborados en comunidades que no habitan en Oaxaca, numerosas personas nos han cuestionado; en ocasiones, incluso, nos hemos enfrentado a la frustración del público. Sin embargo, existe un razonamiento profundo detrás de esta decisión.
Como punto de partida está la visión que tuvieron el maestro Francisco Toledo† y el Doctor Alejandro de Ávila (cofundador, asesor y curador de este museo). Ambos imaginaron un espacio de encuentro entre las personas que se dedican a la creación actual de textiles, un recinto que ofreciera la oportunidad de conversar, compartir experiencias e intercambiar conocimientos. A ese objetivo inicial se sumó el interés de la Dra. María Isabel Grañén (presidenta del MTO). Recuerdo que, a tan solo unas semanas de haber abierto el museo, ella nos decía continuamente: “Nos llamamos Museo Textil de Oaxaca porque estamos en Oaxaca, pero es importante que la mirada sea universal”.
Con ese espíritu se preparó la exposición con la que el MTO abrió sus puertas al público el 19 de abril de 2008: “De Mitla a Sumatra – El arte de la greca tejida”. La muestra sorprendió enormemente, pues detrás de algunos huipiles tejidos en telar de cintura en la región de la Chinantla, colgaban lienzos teñidos de brillantes colores que procedían de la localidad de Bujará, en Uzbekistán. Esto, sin embargo, no significa que no se presenten exposiciones enteramente dedicadas a la creación de textiles de Oaxaca (de hecho, hemos hecho énfasis tanto en textiles relativamente antiguos elaborados en el estado, como en los tejidos, bordados y teñidos que se realizan en la actualidad, lo que nos brinda la incomparable oportunidad de conocer directamente a las autoras y autores de estas labores), sino que la inclusión del arte textil de otras regiones de México y del mundo se debe a la particularidad que poseen los hilos como expresiones culturales concebidas, elaboradas y usadas por todos los pueblos que habitamos este planeta, existan o no conexiones explícitas entre ellos.
En los textiles se plasman conocimientos, historias, tecnologías, leyendas, gustos, identidades y funciones, entre muchos otros aspectos, y la intención de las exposiciones del MTO es justamente contrastar ese conjunto de elementos de las distintas culturas que dan forma y sentido al mundo que habitamos y, con ello, contribuir a nuestro propio entendimiento como seres humanos.
Esta visión podría resultar confusa para quien visita el museo por única ocasión. En este caso, queremos recordar la diferencia entre visitar una ciudad y habitarla. El MTO no cuenta con una exposición permanente: busca, mediante un programa continuo de exposiciones temporales, que el público se exponga a las distintas reflexiones que nos plantea la creación textil del mundo.
Dentro de las audiencias que recorren las salas de este recinto, nos interesa particularmente la presencia de quienes han preservado el conocimiento de las prácticas y tradiciones textiles de sus comunidades de origen. Es así como, en numerosas ocasiones, las tejedoras y los tintoreros nos han expresado la inspiración, la sorpresa y el reconocimiento que experimentan al ver un lienzo del occidente de África o un manto del extremo sur de nuestro continente. En alguna ocasión, en el marco de una exposición que presentaba textiles del centro de Asia, nos dijeron: “Si quisiéramos ver textiles de Irán, iríamos al Met”, refiriéndose al Museo Metropolitano de Arte, en la ciudad de Nueva York. ¿Y si alguien no tiene oportunidad de viajar a una de las ciudades más caras del mundo y pagar por entrar a un museo como el Met?
Así, las exposiciones del MTO no solo buscan contar historias por medio del arte de los hilos, también pretenden crear y fortalecer un sentimiento de empatía, que buena falta nos hace.