Casa de la Cultura de Tehuantepec: presagio de grandes cambios

Los sismos ocurridos en tiempos difíciles
se interpretaron como presagios de
grandes cambios en la vida cotidiana.
500 años de desastres, crónicas, relatos y estadísticas de sismos en Oaxaca

Diversas causas y naturalezas pueden propiciar la destrucción del patrimonio edificado, entre las más impetuosas y evocadas, los terremotos. La historia ha recuperado momentos de gran relevancia, y algunas veces se acompaña de testimonios todavía vigentes. También en la historia no siempre nombrada –por su condición vergonzosa–, una cantidad cuantiosa de monumentos han desaparecido: el testimonio de generaciones fue borrado y ellas mismas lamentan su desaparición.

Concebir cada uno de estos monumentos y ejemplos arquitectónicos como un ente que no se renueva que no renace ni brota– por su nula capacidad de volver a engranar las manos productoras, materiales y circunstancias que inscribieron la calidad memorial y entrega moral de la que han sido objeto, conduce al hombre a la restauración.

La preservación del antiguo convento en Santo Domingo Tehuantepec, región del Istmo, y el retorno de la población a su Casa de la Cultura –llevada a cabo el pasado mes de agosto–, reflejan una amplísima tarea, además de tomas de decisiones de especialistas en las que se balancearon los cuidados técnicos de una estructura de contrafuertes, muros y bóvedas profusamente decorados y hallados al límite de su resistencia.

La restauración del patrimonio cultural y arquitectónico es un proceso sosegado y convincente, pero con cada restitución se enriquece el significado cultural para la comunidad, se dignifica la calidad constructiva de un inmueble germinado en el siglo XVI –de un convento precedente de gran esplendor–, el funcionamiento y culto divino y, finalmente, también se da voz a los testimonios, poco o nada conocidos, de quienes transitaron por el inmueble en el siglo XVIII, cuando el convento fue entregado al clero secular, así como su devolución y reparación realizadas por los frailes dominicos, hasta llegar al siglo XIX, cuando su uso como cárcel es evocado solo por unos pocos.

Hace cuarenta y cinco años el antiguo convento fue desocupado; siete años después, en 1984, comenzó su reparación para albergar a la Casa de la Cultura Rey Cosijopi, y funcionó durante treinta y ocho años contados, hasta septiembre de 2017, cuando dejó de funcionar debido a los daños presentados por los sismos. En ese momento, la colaboración de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca y el Instituto Nacional de Antropología e Historia, mediante recursos federales, permitieron llevar a cabo trabajos de estabilización estructural y de pintura en el inmueble.

A partir del 2021 la FAHHO continuó este trayecto, y el pasado mes de agosto entregaron a la población de Santo Domingo Tehuantepec el segundo patio de lo que fue el antiguo convento y las áreas que circundan a este, tales como el pórtico actual de acceso, la sala de profundis, el refectorio, la antigua cocina y capilla.

Aún falta mucho por hacer, pero esta entrega y cada uno de los nodos culturales y devocionales, grandes y modestos monumentos devueltos a su uso, donde se cultiva el quehacer comunitario, son el presagio y la respuesta, de un tiempo difícil que termina y que también debemos honrar.

En algún momento de toda esta labor se nos vino a la mente un fragmento de la oración a San Emigdio contra los terremotos:

Nuestra Señor bendiga esta casa y a todos los que en ella habitamos y nos libre del ímpetu del terremoto.

Te invitamos a visitar la exposición “Casa de la Cultura de Tehuantepec, presagio de grandes cambios”, en el antiguo convento de Santo Domingo Tehuantepec, que se encuentra en los espacios entregados por la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, devuelto al uso y disfrute de la población desde agosto de 2022.


Reconstruir con la palabra

Cuando en septiembre de 2017 la tierra se sacudió de manera devastadora, una de las regiones más afectadas fue el Istmo, en el estado de Oaxaca. En Valles Centrales se sintió realmente fuerte; manifiesta el Gobierno de nuestro país que ha sido un sismo de los de mayor magnitud en los últimos cien años.

Cuando amaneció empezamos a saber, mediante los medios informativos, el impacto, el nivel de los daños para los habitantes de varios municipios del Istmo; vimos familias sin techo, sin comida, ni agua, algunos lo habían perdido todo. Pero también empezamos a ver la solidaridad humana y cuántas campañas de apoyo se organizaron para paliar los daños y las pérdidas.

A los nueve días del terremoto, un grupo de amigos voluntarios, Edgar Olmedo, Citlali Soleil y Zenón Ruiz, lectores del programa Seguimos Leyendo de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, visitó la región. Al regresar nos compartieron datos concretos e imágenes que nos generaron un nudo en
la garganta sobre lo que estaba sucediendo, principalmente con las niñas, niños y jóvenes. Inmediatamente me di cita con la Dra. María Isabel Grañén, quien me escuchó con atención, ya que tenían lista la agenda para visitar en esos días las zonas afectadas y comprobar lo que le iban narrando; por fortuna, la conclusión fue inmediata: atender con los promotores de la Biblioteca Móvil las poblaciones que más lo necesitaran.

Empezamos a leer nuestras mejores historias, llevamos más de dos mil libros de la mano de dos extraordinarios promotores, quienes en los campamentos de día y de noche iban leyendo y escuchando a los niños. Nos sumamos a una capacitación que brindaba en la región la International Board of Books for Young People, IBBY, y la Secretaría de las Culturas a nivel federal, bajo el título: “Metáforas para la reconstrucción”, tomamos también un curso que se llamó “Primeros auxilios emocionales”. Proyectamos cine y llevamos el telescopio para mirar el cielo. Fuimos de la mano de personas generosas y amorosas, como Raúl Herrera, Jimmy Tucker, Lupita Bante, Natalia Toledo y su red los Hombres Hormiga. Con la biblioteca móvil Ando Leyendo-Leyendo Ando trabajamos desde el 2017 hasta el 2020, cuando nos pegó la pandemia, visitamos veinte comunidades, volviendo cada mes al mismo sitio: el préstamo de libros estaba más vivo que nunca, ya hasta nos pedían títulos concretos y temas.

Desde Tequisistlán hasta San Mateo del Mar, San Francisco Ixhuatán, entre otros puntos, donde muchas veces el piso era de tierra o arena, en salones habilitados con techos de palma, donde los padres de familia habían levantado esos sitios para sus hijos mediante el tequio con los vecinos.

Posteriormente, la familia Harp Grañén pensó en seguir tejiendo más redes de apoyo y solidaridad y aportó los recursos necesarios para que el programa Seguimos Leyendo llegara a la región. Como es grande y con mucha población, tuvimos un programa piloto en Ixtaltepec e Ixtepec, que al año se convirtió en un sólido y bien recibido plan de acciones: lectura en voz alta con la participación de maestros y padres de familia, Guiexooba de Gyves era nuestra coordinadora y contagiaba a sus paisanos, leían en zapoteco en varios espacios, de día y de tarde. También se sumaron a Seguimos Leyendo programas de radio comunitaria, entre otros, pero nos alcanzó la pandemia y en septiembre de 2020 se cerraron las actividades. La gran mayoría, para esa fecha, ya contaba con muchas actividades en línea: cuentos para dormir, refugio de palabras, reseñas de autores clásicos, videocuentos, talleres, textos como cerezas poesía, entre muchos más.

Deseamos volver a las andanzas, sentir la brisa del mar, leer las sonrisas de los niños, mirar por medio de sus pupilas sus sueños, y seguir viajando con las historias que ellos también nos narran en su propia lengua. Los sismos de 2017 significaron pérdida y dolor, sin duda, pero por otro lado nos brindaron la oportunidad de llegar más allá de lo que imaginábamos: a reconstruir con la palabra.


Herir al sol

En tres números previos del Boletín he comenzado a describir nuestro trabajo con Noé Pinzón Palafox, joven tejedor sumamente talentoso, quien nació y creció en la comunidad ikoots de San Mateo del Mar, en el distrito de Tehuantepec. Él y yo hemos recreado diversas técnicas textiles que se conocían antiguamente en Oaxaca y en otras regiones de México, pero que se perdieron en los siglos XIX y XX. Afortunadamente este proyecto sigue en marcha con el apoyo generoso de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca.

En el número de julio nos referimos a “La vida de cuadritos”, un lienzo de seda amarilla con rectángulos multicolores de hilo emplumado, cuyo diseño intenta hacer patente, con buen humor, una postura antifascista. Ahora presentamos una pieza más ambiciosa, con connotaciones pacifistas distintas, que requirió de nueve meses de trabajo y que Noé terminó en octubre de 2017.

“Flechas al cielo” se compone de tres lienzos tejidos en telar de cintura con seda criolla, criada e hilada a mano con malacate en San Pedro Cajonos (comunidad zapoteca del distrito de Villa Alta en la Sierra Norte) por Moisés Martínez Velasco y su familia. En este ejemplo decidimos aprovechar el color natural de la seda sin teñirla. Usamos también hilo de algodón de dos cabos, torcido a mano con una redina, incorporando plumón de ganso de color blanco entre ambas hebras. Lo elaboró Román Gutiérrez Ruiz en Teotitlán del Valle (comunidad zapoteca en el distrito de Tlacolula). La torsión del hilo mantiene fija a la pluma, esponjada como un pequeño copo de algodón que se alargara. Empleamos este material como trama suplementaria para acentuar la textura en algunos elementos del diseño.

El tejido combina varios ligamentos. En los tres lienzos se repite siempre un triángulo (como punta de flecha) en tejido calado de tramas discontinuas.1 Entre estos triángulos labramos otros en distintas técnicas: sarga, tejido relevado, flotación de urdimbre, brocado de trama, brocado de urdimbre, confitillo, gasa, soumak, trama envolvente, sprang, urdimbre transpuesta y otras más.2 En total ejemplificamos cincuenta y dos variantes de tejido, de tal forma que la pieza terminada es un extenso muestrario de estructuras textiles. Para su elaboración nos sirvió como antecedente haber montado en 2015 una exposición de dechados en el Museo Textil de Oaxaca, acompañada por una publicación.3 Más que hacer alarde de nuestra destreza, como era la finalidad de muchos de los antiguos dechados bordados, en “Flechas al cielo” quisimos explorar las múltiples posibilidades de jugar con los reflejos de la luz, creando texturas contrastantes en una larga tela monocromática.

Después de tejer, cosimos los tres lienzos lado a lado, a la manera de una tilma, el manto que usaban los hombres en varias regiones de Mesoamérica antes de la invasión europea. Las cintas que unen los tres lienzos muestran un enlazado de urdimbre, tejido con tarjetas, con huecos que se abren al envolver la trama con una aguja. Esta estructura, relacionada conceptualmente con la técnica de los antiguos huipiles zapotecos de Choapan, y otras prendas del norte de Oaxaca, adorna un par de servilletas tejidas en la primera mitad del siglo pasado que documenté en mi investigación de campo en el centro de San Luis Potosí para mi tesis de licenciatura. El fleco perimetral de la tilma también lo tejimos en la técnica de enlazado de urdimbre empleando tarjetas, como se fabricaban anteriormente algunas cintas y muchos flecos en varias comunidades del centro del país.

La mayoría de las estructuras que elegimos para tejer esta prenda aparecen en textiles mexicanos arqueológicos o etnográficos. El calado de tramas discontinuas, en particular, se aprecia en fragmentos dragados del cenote sagrado de Chichén Itzá en Yucatán, y también en un ceñidor, o braguero, encontrado recientemente en una cueva de la Sierra Gorda del estado de Hidalgo.4 Yo había experimentado previamente con algunas de estas técnicas con hilo de algodón en un telar de cintura pequeño, y así pude enseñárselas a Noé. En otros casos, la estructura fue una innovación mía: se la dibujé y expliqué a Noé, y él la ejecutó. El tejido con tarjetas se lo debemos a Tomoko Torimaru, experta textil japonesa, quien nos impartió un taller en el MTO en marzo de 2017. La variante con trama envolvente la desarrollamos Adriana Sabino y yo en el Museo, después de haber participado en dicho taller.

El diseño y el nombre de la tilma se inspiran en una figura protagónica de la mitología antigua registrada en tu’un savi (lengua mixteca) y en náhuatl. Nuestro colega Sebastián van Doesburg, investigador de
la Biblioteca Juan de Córdova, descubrió en 2016 un documento en el archivo de Teposcolula que data del siglo XVI y consigna una versión insospechada del mito, transcrita en el lenguaje ritual de la élite ñuu savi (pueblo mixteco). La narración se basó evidentemente en un códice precolombino como referente gráfico. Sebastián nos contagió su emoción por ese hallazgo. Así que, al retomar el tema, nuestro tejido busca actualizar y subvertir la etimología de Ilhuicamina, epíteto de uno de los tlatoanis mexicas: ilhuica[tl] ‘cielo’ + m na ‘tirar saeta’, en náhuatl clásico.

Las flechas que apuntan al firmamento se relacionan en nuestra imaginación con las ojivas nucleares. Si es fútil intentar flechar al sol (“Al que escupe p’arriba, en su cara le cai”, dice un refrán que escuché en una ranchería potosina), más lo es pretender disuadir la violencia con armas de destrucción masiva. La locura del entonces presidente de Estados Unidos, en sus escaramuzas verbales con el líder de Corea del Norte, subía de tono justo cuando Noé tejía los lienzos de esta tilma. La perspectiva de un holocausto nuclear nos angustia desde entonces, temor que se agrava en este verano de 2022 al escalar la guerra en Ucrania.

1 Empleamos ligamento sencillo en el tejido calado, reforzado al inicio y al final con enlazados de trama.

2 Para designar las estructuras básicas de tejido, tomamos como referencia una obra clásica en este campo: Emery, Irene. 1966. The primary structures of fabrics. The Textile Museum, Washington, D.C.

3 De Ávila B., A. 2015. In octacatl, in machiyōtl: dechados de virtud y entereza. Catálogo de exposición, Museo Textil de Oaxaca.

4 Conocimos esta pieza gracias a Arturo Gómez Martínez, subdirector de Etnografía del Museo Nacional de Antropología.


XV Congreso Mexicano de Tarjetas Postales

Durante los últimos meses del 2019 comenzó a planearse, en el Museo de la Filatelia de Oaxaca, un proyecto educativo cuya finalidad era reunir a un grupo de artistas y entusiastas de un tema tan controversial como fascinante: el tatuaje.

La idea principal era crear un espacio de charla e intercambio en el que cada participante aportara información, técnicas e historias relacionadas con su experiencia con el tatuaje y el arte en general; finalmente, se intervendría de manera conjunta una selección de tarjetas postales que ilustran el tatuaje en distintos contextos y épocas. Para dicho programa también era necesario contar con algunos guías que pudieran conducir las dudas e inquietudes. Así, fueron seleccionados dos tatuadores de la ciudad de Oaxaca: Erick de Silva y Rosa del Alba (Ross Lovecraft) del estudio Diablo Azul. Por otra parte, y considerando la importancia de la escritura dentro de la correspondencia, Jonathan Reyes (Phor), egresado de la licenciatura en Artes Plásticas y Visuales de la UABJO, participaría como guía para la enseñanza de conceptos básicos, caligrafía y lettering.

Durante el mes de diciembre de 2019 se lanzó la convocatoria “Tinta sobre la piel de papel: intervención de tarjetas postales”. De manera inmediata, la comunidad que ha creado el Mufi, con su labor durante estos 24 años, se hizo presente, y el público no tardó en responder: un gran número de interesados hicieron llegar sus carpetas de trabajo, y aunque todas y cada una de ellas eran sorprendentes, al final fueron seleccionadas las propuestas de nueve artistas: Berzai Remes, César Mojarro, Román Gómez, Alexis Villafán Díaz, Yankel Balderas Pacheco, Donatella Chiara Passaforte, Frida Fernández, Farit Barrera Gutiérrez y Alma Millán Arciga.

Tal como se había previsto, el lunes 3 de febrero de 2020 se dio cita, en el área educativa del Mufi, el grupo de entusiastas del tatuaje, iniciando la primera de 22 sesiones que integraron el programa. Con el paso de los días y las semanas fuimos repasando conocimientos sobre la historia del tatuaje, la diversidad de estilos definidos por el tiempo y el espacio geográfico; también hablamos de conocimientos técnicos, como el uso de las máquinas de tatuar, el correcto montaje de las agujas y el uso del papel hectográfico; además, se llevó a cabo una serie de ejercicios con plumillas, plumones, hojas punteadas e incluso pedazos de carrizo que funcionaban para acercarnos de manera muy didáctica al lettering o dibujo de letras.

La variedad de técnicas que los participantes utilizaban en su quehacer artístico era muy amplia: algunos tenían experiencia con el esténcil, otros eran diestros con el aerosol o el acrílico y otros más utilizaban técnicas tradicionales de grabado, e incluso ya se dedicaban profesionalmente a este arte: todas las intervenciones muestran una gran variedad de técnicas y una maestría en su manejo. Por desgracia, el inicio de una emergencia sanitaria de carácter global no permitió que el programa se concluyera de la manera en que se tenía previsto, sin embargo, el interés y compromiso de cada participante hizo posible que las 72 tarjetas postales fueran concluidas y resguardadas como parte del acervo del Museo.

Afortunadamente, la colección de tarjetas intervenidas participará este año en el XV Congreso Mexicano de Tarjetas Postales, CMTP, con el que el Mufi tiene una larga historia de colaboraciones y gracias al cual se han logrado acciones como la emisión de Tradiciones Mexicanas, de 2014, en la que observamos una obra del concurso El Buzón de la Calaca, exhibida en el Congreso un año antes.

El CMTP, así como la mayoría de los aspectos de nuestras vidas, ha cambiado desde el inicio de la pandemia por Covid-19, por ello, en esta emisión las actividades se desarrollarán de manera híbrida: conferencias de manera presencial en el Palacio Postal de la CDMX, y una muestra virtual de colecciones temáticas en la página https://www.cmtp.com.mx/ a partir del 1 de agosto y hasta el 31 de diciembre de este año, en donde podremos observar Tinta sobre la piel de papel, colección que próximamente formará parte de una exhibición en el Mufi. Estén atentos a estas y próximas noticias.


Emi Winter: “Verdor”

El Centro Cultural San Pablo presenta una exposición del trabajo que ha realizado Emi Winter en los últimos años: nueve pinturas y un gobelino que exploran temas como la vegetación, las flores, árboles, plantas, humedad, jardín.

1. Al parecer, para Emi Winter un jardín puede ser la aparición de colores que emergen desde un lugar que no es visible, casi todos verdes, pero en múltiples tonos y en formas que se distinguen de la luz que es compasión. Un jardín también puede ser los recuerdos mezclados de todos los jardines conocidos o imaginados, y es vegetación que crece como el afecto.

En cualquier jardín las ramas y las hojas se relacionan con la luz del sol, dándole espacio para dibujar, con sombras móviles, breves ambientes de calma en una temporada, y en otra, dejando que la lluvia renueve la historia verde y roja de las plantas y los árboles que lo habitan.

Un jardín también puede ser los colores que no se quedan quietos, y los gestos que se provocan unos a otros en capas sobre capas de pintura; es la impresión intensa de verde en la mirada, o de rosa, rojo, amarillo, azul y negro; es la disposición vertical y gruesa de áreas de color, o el cruce horizontal de una experiencia de dibujo que arriesga la composición y la equilibra al mismo tiempo; son las marcas de los utensilios de pintura buscando y evadiendo la semilla de una imagen.

Un jardín es el sol y la lluvia que alcanzan la tierra para tener cuerpo mediante plantas, árboles y humedad que convocan más lluvia y más sol, y es la pintura que convoca más pintura para descubrir más vida, y más sol.

2. En las obras de la exposición hay una sensibilidad refinada y la madurez para soportar la tentación de la representación icónica, o de repetir más de lo necesario un gesto, por eficiente que haya sido. Hay una especie de armonía que parece temporal –un equilibrio que se pierde para volver a construirse– entre las necesidades de la composición, los colores, los tiempos de secado de los materiales, las franjas verticales y horizontales, los gestos puestos con barra de óleo que son huellas del deseo de dibujar, las aparentes manchas, los rayones y los fondos de color; ese equilibrio solamente se consigue si se vive con la pintura, como se vive una experiencia física, coordinada con pensamientos que duran meses o años. Ese momento de mirada detenida que es cada pintura, da cuenta del sol que pasa por un jardín, y de la pintura como autocomprensión siempre en proceso.

En Canto sostenido, franjas amarillas y rojas, desde su inicio un gesto atrevido, se sostienen y continúan por más y más espacio cruzando casi los seis metros del lienzo. En otro momento, franjas verticales gruesas, con un rosa que tiende más al blanco que al rojo, cruzan desapareciendo hacia el cielo, dejando espacios sin tocar; porque así quiso comportarse el rodillo; y sobre esos gestos, en otro momento, una línea de dibujo con barra de óleo pasa sin crear una figura –o quizá sí, pero en otra dimensión u otro espacio– dejando un rastro de dibujo de algo pasado o futuro, o sin tiempo.

Arriesgarse y contenerse en el espacio adecuado, dejar visibles fragmentos de una capa de pintura, cubrir otras, integrar un color más, permitir que los materiales y la composición estén un tiempo sin intervenir mientras se planea o se descubre el paso siguiente y después tener la destreza y la voluntad para ejecutar ese gesto, implica libertad y disciplina al mismo tiempo. Dejar que los utensilios y los materiales usados trabajen, y aceptar el resultado, implica entender que construir una imagen requiere, en el mejor de los casos, que la propia artista acepte transformarse con imaginación y compasión.

En las diez piezas de la exposición existe la conmoción de lo nuevo, de lo que vino de un lugar no visible, pero también cierta tranquilidad. Quizá por su vida en Oaxaca, de la que no se ha alejado, por su vida actual en Estados Unidos y por sus vínculos con el arte contemporáneo de otros países, Emi Winter ha desarrollado una manera compleja y al mismo tiempo serena de pintar.

Al abordar los temas de esta exposición, Emi Winter explora la calidad del verde que hay en la vegetación, explora el verdor previo y posterior a la mirada, y nos ayuda a comprender que un árbol, un jardín o un bosque, pueden ser para el sol, lo que es el color para la vista: su trama, su plan, su anzuelo.


EL ARBORETUM NACIONAL DE MÉXICO

Fotografía tomada de la página de Facebook de la Fundación Mexicana del Árbol A.C.

En el marco del Día del Árbol y la Fiesta del Bosque, la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, mediante su coordinación de Medio Ambiente, organizó la conferencia “El Arboretum Nacional de México: rescate y conservación de árboles nativos” dictada por el Dr. en Genética Forestal, Teobaldo Eguiluz Piedra, fundador y presidente de la Fundación Mexicana del Árbol A. C. A continuación, les compartimos, de manera concentrada, parte de lo que se expuso en dicha conferencia.

Los árboles son los seres vivos más grandes y longevos del planeta, aparecieron en la Tierra hace más de 300 millones de años, y a pesar del deterioro que el hombre le ha causado a los ecosistemas forestales, estos seres vivos seguirán habitando el planeta. Dicho perjuicio ha puesto en peligro de desaparecer a al menos el 10 % de las especies de árboles del mundo.

Sin duda, los bosques han suministrado bienes y servicios ambientales a todas las demás especies terrestres y marinas del planeta, con mencionar que hay más de cinco mil productos derivados del árbol, extraídos o generados de todas las partes que lo integran. Los árboles son seres maravillosos que han ayudado a la evolución orgánica de las especies animales y vegetales, incrementando la biodiversidad a través de su historia evolutiva. En México, particularmente, hay mucho por hacer en cuanto a la conservación de los árboles, pero no se podrá accionar mucho si desconocemos su identidad. Por esta razón consideramos impostergable la creación del Arboretum Nacional, un programa que conlleva múltiples propósitos.

México no cuenta con un ARBORETUM NACIONAL, sin embargo, según nuestras proyecciones, deberá integrarse por numerosas colecciones plantadas de árboles y arbustos con la máxima representación de la diversidad de especies de todos los tipos de vegetación existentes en el territorio. México es un país rico y megadiverso, cuenta con casi 4 000 especies de árboles nativos –de las cuales, 3 500 han sido catalogadas por la Botanic Gardens Conservation International, BGCI– y por ende es una nación exportadora de especies arbóreas. Según la BGCI, existen 60 067 especies de árboles en el planeta. Un arboretum nacional es una colección viva de varios árboles de la misma especie que sirve para educar y difundir en las comunidades la importancia del árbol y los bosques para el futuro de la raza humana como sociedad; porque los bosques están amenazados y muchas especies en peligro de ser eliminadas. El Arboretum Nacional representa una esperanza de vida para muchas especies que paulatinamente pierden diversidad y procedencias enteras por cambio de uso del suelo, poniendo en peligro su mera existencia si no las plantamos en todas las regiones, dentro de un área de la Red Nacional del Arboretum.

Los objetivos del Arboretum Nacional son los siguientes:

1) Crear una colección viva de especies de árboles y arbustos de todo el país, concentrada en varios sitios de acuerdo con la región, y mantener su registro digital actualizado.

2) Fomentar la educación y el conocimiento de los árboles de México.

3) Promover la conservación moderna del árbol y los bosques, lo cual se logrará cuando se conozcan las especies por su valor genético, silvícola, etnobotánico actual o potencial y su función dentro del ecosistema donde evolucionaron por miles de años.

4) Estudiar, identificar y conocer los árboles por su nombre común y científico, de acuerdo con el Código Internacional de Nomenclatura Botánica.

5) Crear una plataforma digital que incluya todos los archivos electrónicos de cada sección plantada del Arboretum.

6) Promover la participación activa de la comunidad académica y científica de las universidades y centros de investigación, así como de la sociedad civil a través de la ONG, de expertos, vinculando los tres órdenes de gobierno: nacional, estatal y de las propias comunidades.

Fotografía tomada de la página de Facebook de la Fundación Mexicana del Árbol A.C.

Por otro lado, algunas de sus metas son:

1) Establecer el Arboretum Nacional en diferentes predios regionales, ya sean privados, ejidales o comunales, que reúnan las características idóneas para el desarrollo exitoso de las especies a lo largo de un transecto altitudinal y latitudinal que represente los diferentes ecosistemas del país.

2) Plantar al menos 2 000 especies de árboles y arbustos diferentes en parcelas que vayan de los 5 a los 10 árboles que formen un grupo de cada especie, perfectamente identificadas para integrar su registro y pedigree.

3) Definir y elegir sitios de plantación en ciudades bien comunicadas por todas las vías y vinculados con universidades y centros de educación e investigación que utilicen el Arboretum Nacional para cumplir sus fines académicos, científicos, culturales y ambientales.

La estrategia operativa se estima de la siguiente manera: el Arboretum Nacional de México deberá ser operado por la Fundación Mexicana del Árbol como coordinador del proyecto, quien establecerá un consejo técnico y administrativo para gestionar su funcionamiento en cada sección del Arboretum regional, así como su patronato local de apoyo operativo. La FMA mantendrá una página web exclusiva para el Arboretum Nacional, en donde se tendrá toda la información técnica y contable de la operación de todas las secciones bajo su control presupuestal. El financiamiento del Arboretum Nacional se realizará con fondos públicos y privados, los cuales no serán centralizados, sino administrados regionalmente por cada colección del Arboretum local.

Como calendario de ejecución del Arboretum Nacional, se estima lo siguiente: existen procesos por definir todavía, pero en general se ha planeado hacer las plantaciones del Arboretum calendarizadas por periodos bianuales y en cuatro etapas durante los próximos ocho años. Cada una de las etapas comprende la plantación de 500 especies diferentes; la primera se llevó a cabo de 2019 a 2021, la segunda se desarrollará de 2022 a 2024, la tercera, de 2025 a 2027 y la cuarta, de 2028 a 2030.

Como responsable técnico del Proyecto Nacional: Teobaldo Eguiluz Piedra, Ph. D.Ing. Agr. Especialista en Bosques, doctor en Genética Forestal y Arboricultor con 40 años de experiencia en docencia, investigación, producción de árboles, arboricultura y jardinería.

La Fundación Mexicana del Árbol, A.C. es una organización privada, no lucrativa, dedicada a la educación ambiental sobre el árbol y los bosques, así como a la difusión del conocimiento para su mejor uso, conservación y protección a corto, mediano y largo plazo. Dentro de los proyectos de la Fundación está la creación y plantación del Arboretum Nacional de México. Los demás propósitos son: la conservación del Ahuehuete (Taxodium mucronatum) como el árbol nacional de México; la domesticación de árboles y arbustos nativos para la jardinería y la creación del Museo Nacional del Árbol.

Te invitamos a revivir esta conferencia en el siguiente enlace: https://bit.ly/ArboretumM.

*El proyecto del Arboretum Nacional de México es propiedad intelectual de la Fundación Mexicana del Árbol, A.C. quien posee los derechos de autor y no podrá ser reproducido en ningún formato sin la aprobación escrita de la Fundación.


Rescatar con palabras: los diarios de una antropóloga

La exposición “Retratar el cambio en Jamiltepec (1957-58)” muestra el trabajo realizado por la antropóloga Susan Drucker en las localidades mixtecas de la Costa oaxaqueña. Conformada por fotografías, testimonios, documentos y extractos de sus diarios de campo, esta es una ventana a un momento particular de la antropología, de la realidad social de Jamiltepec e incluso de las políticas indigenistas de la época. La muestra tiene la curaduría de Paula López Caballero, historiadora y antropóloga por el Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades de la UNAM, quien narra cómo fue su acercamiento con el archivo de Susan: “Conocí el trabajo de Susan Drucker como parte de mi investigación. En 2015 supe que ella seguía activa y trabajando como antropóloga en el Reino Unido y tuve oportunidad de visitarla y charlar en varias ocasiones entre 2016 y 2018”, nos dice.

En el recorrido de esta exposición encontramos fotografías que nutren el relato con extractos de los diarios de campo que Drucker escribió durante 1957 y 1958 en Jamiltepec y Cayuco, comunidades de la Costa Chica de Oaxaca. Como parte de un movimiento “modernizador” emprendido por el Instituto Nacional Indigenista, se le encargó a Susan que emprendiera este estudio antropológico; en él, la autora busca responder a la pregunta “¿Cómo entender el cambio cultural que está viviendo la población por medio del caso concreto del cambio de indumentaria?”. A la investigadora le interesaba, sobre todo, el grupo minoritario de personas al que localmente denominaban “revestidos”, que eran los indígenas que habían abandonado la indumentaria mixteca a favor de la occidental.

En la misma sintonía que Irmgard Weitlener Johnson, Susan Drucker se adentró en el estudio antropológico realizando estudios de campo amplísimos y que hoy en día tienen un gran valor: Drucker no solo presenció y fotografió parte de la vida cotidiana de las personas de la Costa, sino que dejó por escrito muchas de sus impresiones; si bien utiliza un lenguaje bastante objetivo y sin rasgos ficcionales, gracias a algunas expresiones podemos entrever al ser humano que se impresiona, finalmente, con algunas manifestaciones, y también “en la selección de imágenes que aquí se exhibe queda plasmada su sensibilidad estética y social”, como resalta López Caballero.

Las imágenes y los extractos de los diarios son enriquecidos con comentarios realizados por los actuales habitantes de Jamiltepec. En mayo de este año, el personal de la BIJC y la investigadora Paula López exhibieron algunas de las fotografías en el palacio municipal de esa comunidad; conforme las personas se acercaban iban reconociendo a los vecinos, a sus familiares, incluso una mujer se reconoció a sí misma. Al recorrer las imágenes vemos la indumentaria, la disposición de los objetos y hasta de las casas y, finalmente, apreciamos el trabajo antropológico y social de la investigadora Susan Drucker, como señala Paula López Caballero: “Con esta muestra se pretende dar a conocer su trabajo y así contribuir a visibilizar la centralidad de las mujeres en la investigación social y antropológica”.

Susan Drucker, originaria de Nueva York, pero de ascendencia judía, llegó a México a los 16 años y estudió pintura y artes, pero poco después ingresó a la Escuela Nacional de Antropología e Historia, donde formó parte de un importante grupo de investigadoras e investigadores que realizaron trabajos que en su momento fueron recibidos como contestatarios y diferentes, ya que no respondían a las formas comunes de seguir viendo “a las poblaciones rurales como culturas estáticas y exóticas”, como describe López Caballero. Entre sus colegas destacan Mercedes Olivera, Guillermo Bonfil, Margarita Nolasco, entre otros.

Afortunadamente, las notas de campo, las bitácoras de la investigación y la colección fotográfica que Drucker registró en su estancia en Oaxaca, han sido donados a la BIJC por la propia investigadora. Dicho fondo se encuentra disponible actualmente al público para su consulta.

Te compartimos un video donde se muestra a la propia Susan Drucker hablando de Jamiltepec, escuchamos a pobladores de la comunidad y a la investigadora Paula López comentando acerca de esta exposición: https://bit.ly/SusanDrucker

Visita “Retratar el cambio en Jamiltepec (1957-58)”, en el primer nivel del Centro Cultural San Pablo, hasta mediados de octubre.


Literatura infantil escrita por niñas y niños: Casiopea

El mundo puede existir porque todavía hay niños, o porque hay infancia. El mundo es un infante. El día que el mundo deje de ser un infante, desaparecerá. Yo diría que la infancia es la
sangre de la existencia y creo que una vida en la que no hay infancia no tiene sentido, ni es
buena para nadie. La infancia es la esencia del mundo y de la naturaleza.
Infancia sin fin, Fernando Pessoa

Casiopea llegó de las estrellas, de la imaginación de un grupo de colaboradoras de las diferentes filiales de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, y fue pensada para las niñas, niños y sus familias. Desde el primer número generamos contenido de interés para nuestro público. Cada edición se convirtió en una aventura; después de un año y siete números publicados la revista encontró otros caminos para comunicarnos con las infancias.

Desde su origen, la publicación se creó para que las niñas y niños participaran en ella, de ahí la sección “Alza la voz”, donde a partir de un texto y una ilustración conocíamos el mundo infantil de la mano de sus protagonistas. El interés de ellos se reforzó con el paso del tiempo, lo que nos llevó a una nueva sección “De patitas y colitas”, donde Mira nos narra la historia de Pelusa en “Un demonio en el estudio de grabación”; al mismo tiempo coincidió con la presentación de la edición impresa del libro conmemorativo del concurso Decamerón: narrado por niñas, niños y jóvenes mexicanos 2021. Los noveles escritores estaban muy interesados en seguir publicando y, en reuniones previas a la presentación del libro, conversamos sobre la posibilidad de sumarse como parte del equipo de redactores de Casiopea, y la invitación fue recibida con entusiasmo. El día de la presentación confirmamos su respuesta. Fue así como la doctora María Isabel Grañén Porrúa, siempre impulsando los proyectos, sobre todo aquellos que se refieren a las infancias y a los libros, dijo: “Hagamos una revista para niños, hecha por ellos mismos”.

A partir de ese momento iniciamos un proceso con el Consejo editorial y los posibles colaboradores, se propuso una serie de temas y contenidos que las mismas niñas y niños aportaron. Cada participante tuvo el acompañamiento de una integrante del Consejo para desarrollar su texto, recibir observaciones, comentarios y todo el apoyo que necesitaran; las mamás y papás también han sido fundamentales. Este grupo de niñas, niños y jóvenes escritores representa a un sector de la infancia que surgió de manera espontánea y voluntaria del concurso de cuento, que dio pie a la publicación más reciente; sin embargo, no tenemos duda de que en cada número nos iremos nutriendo de nuevos colaboradores que se agreguen al equipo de Casiopea.

Este ejercicio creativo nos ofrece muchos motivos para observarlo, para adentrarse en el mundo de las infancias, conocerlo, saber de qué está hecho, qué piensan, qué les gusta, qué temas son de su interés, cómo lo expresan, cuáles son sus anhelos y sueños, lo que nos permite tener una visión del futuro. Casiopea da un giro y toma una nueva ruta con destino a las estrellas.


Líderes de la Zona Sur, otra vez

Aunque para los estándares del club no es el objetivo primordial, los Diablos Rojos del México capturaron el liderato de la Zona Sur de la Liga Mexicana de Beisbol por tercera temporada consecutiva, y celebran su participación 45 en los playoffs, cifra récord en la pelota de primavera-verano.

Con una voz nueva en el mando, la de Juan Gabriel Castro, el camino de Los Rojos hacia la cima fue muy distinto al de otros años, cuando el club escarlata solía llevarse la competencia de punta a punta. En esta ocasión, el primer sitio sureño parecía por momentos inalcanzable, sobre todo el 24 de mayo, cuando después de los primeros 28 encuentros el equipo cayó al fondo de la tabla, empatado con los Bravos de León y los Leones de Yucatán.

Sin equilibrio entre el picheo y la ofensiva, cuerpo técnico y oficina deportiva tuvieron que intentar de todo para enderezar el rumbo, al grado de que 64 jugadores se pusieron el uniforme escarlata, cifra récord en los últimos diez años (39 lanzadores, 4 cáchers, 13 jugadores de cuadro y 8 jardineros).

Los diferentes movimientos, algunos peligrosos y otros dolorosos, comenzaron a dar frutos para el tercer mes de competencia donde el equipo ganó 14 de sus 20 juegos, iniciando la reacción esperada por sus seguidores.

Aunque los lanzadores siguieron batallando, la explosividad de la ofensiva logró imponer su ley entre el 1 de junio y el 7 de agosto, final de la temporada regular, acumulando una marca –de 35 juegos ganados y 16 perdidos– que colocó a los Diablos Rojos en lo más alto de la Zona Sur el 22 de julio, primer lugar que no volvieron a ceder, a pesar de una fuerte presión de parte de los Pericos de Puebla y Olmecas de Tabasco.

En la primera temporada larga desde el inicio de la pandemia, una nota muy importante es que los Diablos mantuvieron su gran poder de convocatoria, al ser vistos por más de medio millón de aficionados a lo largo del país, promediando asistencias de más de seis mil cuatrocientos espectadores por encuentro.

Con el vértigo de los playoffs viene la parte más emocionante de cada calendario, y con la mira puesta en ganar el primer título desde 2014, jugadores, afición y todo el grupo de colaboradores esperan con mucha fe que el Museo Diablos pueda recibir su primer trofeo, el 17 en la historia incomparable de Los del México.


Polvo de agua

Oaxaca es reconocida por su cultura y tradiciones: es un mundo de colores y sabores donde cada rincón está impregnado del mundo artístico que lo rodea: tanto la gastronomía como el arte popular son considerados patrimonio inmaterial de la humanidad; junto a cada uno de los artistas –escritores, pintores, escultores– que han conformado este patrimonio han dejado una huella para la eternidad.

José Luis García, por ejemplo, nació en la ciudad de Huajuapan de León el 13 de octubre de 1955. Fue alumno de los pintores Arturo García Bustos y Rina Lazo. En la actualidad, José Luis es pintor, muralista, escritor y ceramista; ha sido reconocido por los importantes aportes que ha dejado como legado de su gran pasión. Al concebir cada una de sus obras busca la conexión de la cosmogonía personal y la transformación de la tierra en bellas obras, utilizando los cuatro elementos de la naturaleza, que dan como resultado la fijación de los colores de la tierra que dan vida a sus obras. Parte de su obra, incluso, se produce gracias al mar, al utilizar tinta de caracol púrpura; también hace acopio del azul añil y la grana cochinilla.

En su obra desarrolla técnicas como el encausto, que es la mezcla de cera y resina sobre un soporte rígido para pintar con ella sobre un muro; el fresco, al cubrir la pared de yeso con varias capas de cal y, estando húmeda la última de ellas, pinta sobre ella; el barro bruñido, que consiste en frotar y pulir totalmente las piezas para lograr una textura lisa. Su obra mural la acoge el Estadio de Beisbol Alfredo Harp Helú, la Universidad La Salle Oaxaca, la Biblioteca Infantil BS, el museo y palacio municipal de Huajuapan de León, entre otros importantes edificios. Ha expuesto en el Centro Cultural Casa Lamm, el Centro Cultural Santo Domingo, Museo de la Ciudad de México, Presencia de Oaxaca en China, la Habana Cuba, Singapur, Corea, entre muchos más.

Te invitamos en este andar para que conozcas las obras del Mtro. José Luis García que actualmente se encuentran en Andares del Arte Popular; te esperamos en Independencia 1003.


Laboratorio de Gráfica: celebrando a Rufino Tamayo

Andrea tenía 12 años cuando encontró en la gráfica una infinidad de posibilidades para expresarse a través del arte. Los días de trabajo como integrante del Laboratorio de Gráfica del Museo Infantil de Oaxaca y del Taller Tamayo se convirtieron en meses; la pasión, aunada a su constancia, le permitió aprender técnicas del grabado que contribuyeron a construir su manera de interpretar y recrear la vida cotidiana.

En Oaxaca, el arte gráfico se ha consolidado como un pilar de la identidad visual del estado, pues estas representaciones cubren las calles con narrativas derivadas de diferentes realidades, con técnicas tan vastas y bellas que inundan nuestro entorno. En ese sentido, podemos comprender cómo el arte gráfico forma parte del referente visual de los niños y niñas oaxaqueños, de tal manera que llega a ser una herramienta de creación y fortalecimiento de la identidad, tanto personal como grupal, con raíces arraigadas al lugar de donde venimos, tal como hizo el pintor, cuyo natalicio festejamos el pasado 25 de agosto.

A decir de Gilda Genis García, maestra y tallerista de nuestro Laboratorio de Gráfica, la conservación del arte oaxaqueño depende de la oportunidad de acceso de los niños y las niñas al arte que se realiza hoy día en nuestro estado, y se podrá innovar en la medida en que se brinden las herramientas y un entorno amigable para experimentar y encontrar su propia voz.

Dentro del compromiso de crear un espacio para el juego libre y desarrollo creativo para las infancias, el MIO, en colaboración con el Taller Tamayo, busca que los niños y niñas sean capaces de aprender técnicas para crear por sí mismos sus propias historias y concepción del entorno desde el arte gráfico.

Andrea, a tres años de ingresarse al Laboratorio de Gráfica, con 15 años y nuevas responsabilidades escolares, ya no forma parte de este taller. Sin embargo, mantiene contacto con Gilda y participa de manera independiente en muestras y exhibiciones de gráfica. Ella recuerda con mucho cariño al MIO como el primer lugar en el que los claros lienzos se llenaron de tinta con la presión del tórculo.

Desde el 2017, el Laboratorio de Gráfica ha contribuido a la noble tarea de sembrar en niños y niñas pequeñas semillas de amor por las expresiones artísticas de nuestro estado, cuyos alcances personales
en el mundo de la gráfica han sido cosechados mucho más allá de los alcances del museo, pero que llenan de un indescriptible sentimiento de orgullo.


La barda blanca

La calle Macedonio Alcalá corre desde Avenida Independencia hacia el norte de nuestra capital, atravesando la Calzada Héroes de Chapultepec y adentrándose en uno de los barrios más emblemáticos de Oaxaca: Xochimilco. Luego se convierte en la calle Genaro Vásquez y remata sobre José López Alavez. Al llegar a este punto, solo quedan dos opciones para andar: hacia la izquierda, rumbo a la Biblioteca Infantil de Oaxaca, un hermoso lugar que recuerdo perfectamente porque, hace años, mi papá alquiló ese lugar durante unos meses por el simple gusto de tener un espacio para disfrutar de la tarde y para que sus hijos corrieran y jugaran trepándose a los árboles. En ese entonces era una pequeña casa, muy humilde, con dos cuartos y un baño, si no mal recuerdo, pero con un increíble terreno con ciruelos, naranjales, guayabos, nísperos, toronjales; en la parte de atrás había un lugar donde se daba café, el sitio era un paraíso para nosotros como niños.

Avanzando en el tiempo, y regresando al punto donde convergen la calle de Genaro Vásquez y José López Alavez, la segunda opción es andar hacia la derecha, rumbo a los arquitos de Xochimilco. Recuerdo una barda pintada de blanco, ubicada como a 20 metros del punto en cuestión, sobre la que había un poema con partes borrosas y manchadas, pero que era totalmente legible:

Peldaños y más peldaños,

peldaños tiene la vida:

segundos, minutos, años

de existencia dolorida.

Inconscientes los trepamos,

añorándolos bajamos,

y en este vivir ignoto

no sabemos, dar el paso,

si el escalón está roto…

Ese poema me lo aprendí de memoria y me lo sé desde entonces; recuerdo a la gente que iba pasando sobre la calle, pensaba que debían ser vecinos del barrio y les preguntaba acerca del poema, pretendiendo que todos debían conocer la razón por la que se encontraba ahí, pero nadie me dio razón.

Sin embargo, mi curiosidad no terminó ahí. Me atreví a tocar algunas puertas y preguntar sobre el texto. Lo más que pude averiguar –gracias a un señor– fue que el escrito pertenecía a un poema más extenso que hacía muchos años habían plasmado sobre las paredes de todo Xochimilco, pero que se habían ido perdiendo porque algunas bardas se cayeron y otras fueron retocadas por sus dueños, esta era la única que permanecía.

Aunque muchas veces intenté indagar sobre el autor, no tenía ni siquiera el título del poema, así que, durante todos estos años me fue imposible conocer el texto completo. Hasta ahora, gracias a la bendita música.

Mientras veía un video de Eugenia León mi cabeza se reactivó y recordé una plática que tuve, hace muchos años, acerca de aquella barda, con un amigo muy letrado. Él mencionó otro fragmento del poema y la palabra “cotompintero”, además, se ofreció a buscar el poema, pues estaba seguro de que lo tenía en algún lugar de su casa. Con el tiempo, dejé de ver a mi amigo y no le di el seguimiento a mi búsqueda.

Pues bien, con el video y el abrupto golpe de memoria, me di a la tarea de terminar lo que surgió hace muchos años respecto a esa barda. Pero antes debo platicarles del cotompinto.

El cotompinto es una lotería popular que se jugaba en Oaxaca, en la época decembrina, en los famosos “chachahuales”, y es gracias a todos sus elementos que ahora forma parte del acervo tradicional del estado.

Oaxaca se ha distinguido por sus tradiciones, usos y costumbres, pero también por las festividades religiosas. Anteriormente, durante el mes de diciembre, se empleaba casi toda la Avenida Independencia –desde el Jardín Morelos hasta la Alameda– para instalar juegos mecánicos, puestos de antojitos, golosinas, artesanías y, de manera muy especial, esos añorados “chachacuales”.

El cotompinto reunía a familias completas para divertirse, con la única ilusión de ganar un objeto decorativo: una jarra de vidrio con vistosas flores, una olla de barro negro, la figura en barro de una virgen o un santo, un marranito de alcancía, entre otros. Se trata de una lotería conformada por figuras coloridas y cercanas a los gustos y preferencias populares, relacionadas con nuestro diario vivir y convivir, como flores, instrumentos musicales, animales, representaciones de la muerte, el sol, la luna y las estrellas, etcétera. Las cartas son 55 y por eso el grito inicial del versificador –o juglar al que se le llamaba cotompintero– dice:

A nadie les hago mal

ni tampoco me les hinco,

traigo coplas pa’ cantar

como unas cincuenta y cinco.

Sacaba las cartas al azar y una vez que elegía una, gritaba:

Comienza y va comenzando

y vayan adivinando…

¡Ya salió la Luna blanca

alumbrando el callejón,

salieron las moloteras,

brincando como ratón!

Para la gente que no entendía a la primera, pero sobre todo para los niños que buscaban en la mirada de sus padres de qué carta se trataba, y para hacer más emocionante el juego, el auxiliar del cotompintero gritaba: “¡La Luna!”, y los jugadores que tenían en su tablita esta imagen se apresuraban a poner encima el grano de maíz o de frijol que se había distribuido con antelación. Otras figuras de las cartas eran:

Don Ferruco en la Alameda

está que se cae de risa,

al ver a los catrincitos

de levita y sin camisa.

¡El catrín!

La escalera se te rompa

y caigas de arriba abajo

enrollando tu tortilla

y comiendo tu tasajo.

¡La escalera!

La sirena encantadora

al regalo de la mar

con una voz seductora

va a comenzar a cantar.

Sirena, qué triste cantas

y atormentas al jilguero,

¿por cuánto me das un beso

y otro a mi compañero?

¡La sirena!

La muerte pelona y flaca,

sentada en un muladar

comiendo huesitos tiernos

para poder engordar.

La muerte a nadie perdona

sean feas o bonitas;

todas al hoyo se irán,

también las arrugaditas.

¡La muerte!

Como vemos, el juego del cotompinto tiene mucho de ritual y pintoresco, sobre todo, una fuerte tradición oaxaqueña que quedó inmortalizada por el poeta oaxaqueño Esteban Avendaño Chávez, quien escribió un poema “El cotompintero de la vida”, para los Juegos Florales de 1937, un certamen literario creado por el Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca que nació en el marco de la celebración del primer centenario del natalicio de Benito Juárez, en 1906. En este encuentro se premiaba a las obras en prosa, a la manera de ensayos, y en verso, es decir, la poesía. Y ese era el “poema” cuyo fragmento estaba escrito en aquella barda blanca.


Transformar la capacitación para la conservación de archivos históricos

La transmisión del conocimiento es esencial para la construcción de buenas y mejores prácticas en todos los ámbitos del desarrollo humano, y la conservación de los acervos documentales no es la excepción. Por ello, parte del compromiso de Adabi de México para apoyar a archivos y bibliotecas ha tomado la ruta de la capacitación, ya sea para concientización al público en general, para formar personal técnico o para la actualización del personal a cargo de acervos documentales.

Por este motivo se ha desarrollado el Diplomado en Conservación de Archivos, el cual consta de módulos secuenciales que tienen como objetivo brindar las nociones básicas en conservación preventiva, y que es impartido en una modalidad híbrida, es decir, en línea y de manera presencial.

Actualmente, este diplomado se encuentra en su etapa inicial, y cuenta con la participación de personal del Archivo General de estado de Yucatán, del Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Yucatán y del Archivo Histórico del estado de Puebla. La conformación de este diplomado ha sido posible gracias a la colaboración de estas instituciones, en conjunto con Adabi de México, mediante el Centro de Conservación, Restauración y Encuadernación, el CCRE.

Fue gracias al interés de dichas instituciones de formar al personal que se integrará al área de conservación del propio archivo, o bien para que el personal experimentado con el que ya cuentan tenga la oportunidad de actualizarse y enriquecer su práctica actual. Por lo tanto, este diplomado está enfocado específicamente a trabajadores que ya forman parte de los archivos, quienes diariamente han estado en contacto con la documentación, ya sea en áreas de organización o en talleres, desde sus distintas formaciones, como la historia, el periodismo, entre otras. A diferencia de un curso o diplomado dirigido al público general –o a personas con prospectos de incorporarse laboralmente al ámbito de la conservación en bibliotecas y archivos– se está aprovechando la plantilla ya existente en las instituciones, por lo que no cabe duda de que los beneficios regresarán al mismo archivo a través de la capacitación que implica una inversión de tiempo y esfuerzo de todos los involucrados.

Normalmente se habría dado este diplomado de manera presencial, sin embargo, la situación actual llama a tomar otras medidas y adaptarnos, eligiendo la modalidad híbrida para minimizar los riesgos a la salud, sin desaprovechar el compromiso y fin último de las instituciones, que es la salvaguarda de los documentos que custodian. La modalidad híbrida ha abierto la posibilidad de reunir a integrantes de diferentes instituciones y lugares de la República, favoreciendo una dinámica en la que se da el aprendizaje y la retroalimentación a distancia en los temas que esencialmente permiten este intercambio en línea. También se tendrán prácticas presenciales en un tiempo acotado, en vista de que los procedimientos a realizar implican la interacción directa con la colección.

Durante la parte práctica se ejecutarán dinámicas donde el capacitador interactuará, mano a mano, con los participantes para favorecer el trabajo en equipo: dichas dinámicas requieren de un desempeño físico, del cuidado en la manipulación de los expedientes, el uso específico de las herramientas, el reconocimiento táctil de los materiales, entre otros.

Tanto asistentes como capacitadores han tenido un aprendizaje: los primeros al introducirse a temas nuevos y abordarlos desde otra perspectiva, y los capacitadores adaptando los contenidos que con anterioridad se impartían de manera presencial, para dotarles de un dinamismo distinto. Se espera que el diplomado brinde beneficios tangibles a corto y mediano plazo en la conservación de los archivos involucrados.


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