Las diversas filiales de la FAHHO siempre han pensado en las infancias como un grupo prioritario a quienes dirigir sus programas. Sembrar semillas, regar retoños y cuidar de los pequeños como se procura cualquier ser vivo; sí, darles libertad, pero apoyar sus búsquedas, encauzar sus investigaciones y alentar sus talentos. Si el cambio de rutina es difícil para un adulto, imaginemos cómo ha impactado la vida de los niños esta pandemia. Frente a esto, nos hemos preguntado cómo apoyar a los adultos para que ellos, a su vez, animen e incentiven a las niñas y niños que están a su cargo.
Estos dos años de contingencia no han significado un límite para nuestras tareas y por ello nos enorgullece inaugurar este 2022 con la remembranza de los logros alcanzados en favor de la infancia. Por ejemplo, la publicación de Decamerón 2020, un libro que compila las cien historias ganadoras que niños, niñas y jóvenes escribieron, aprovechando la situación en la que nos puso la pandemia. En una línea similar están los primeros resultados de la publicación periódica y digital de Casiopea, la revista infantil de la FAHHO que muestra a los más jóvenes, una suerte de crisol de algunos elementos que constituyen el patrimonio y las artes. El Centro Cultural San Pablo nos comparte cómo el interés del investigador es algo que se gesta desde la infancia, ya que gracias a su programa Rescatando Nuestro Patrimonio Cultural con Patrimonitos los niños no solo son espectadores, sino agentes activos, guardianes de la historia de su entorno. Por su parte, el Museo Textil nos habla de la entrañable relación de la actividad textil con los niños que han crecido en el seno de familias tejedoras.
Junto a lo anterior presentamos textos relacionados con visitas guiadas y actividades de acercamiento también al deporte, así como el resultado de talleres, trabajo en bibliotecas, videotutoriales, cuentacuentos y otras herramientas digitales que son muestra del compromiso que la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca tiene con el desarrollo de las infancias. Es en esta etapa, la infancia, cuando despertamos al mundo, así que apoyemos a las niñas y niños a que sea un momento fantástico, alegre y sano.
Con esta edición número 11 del Boletín Digital FAHHO le damos la bienvenida a un nuevo año, lleno de actividades para todas las edades.
¿Te has preguntado cómo vivían, hace muchísimos años, los zapotecos en Monte Albán o los dominicos en el convento de San Pablo? Pues los niños de Oaxaca han expresado, por medio del juego, su visión del patrimonio como una ventana al pasado que da sentido al presente.
El objetivo del programa Rescatando Nuestro Patrimonio Cultural con Patrimonitos es que los niños conozcan y valoren el patrimonio de la ciudad de Oaxaca mediante recorridos y actividades lúdicas. De esta manera, han visitado diversos sitios patrimoniales de la ciudad como Monte Albán, el Centro Cultural San Pablo, el Teatro Macedonio Alcalá y la antigua estación del ferrocarril, entre muchos otros espacios que nos permiten acercarnos a la vida de nuestros antepasados por medio del testimonio de los edificios o los sitios arqueológicos.
Una de las actividades de este programa es que los niños dibujen la manera en que ven su patrimonio. Es interesante cómo imaginan y construyen su visión de los monumentos por medio de líneas y colores. Así, Monte Albán se nos presenta, desde la visión de Metzi, Alondra y Miguel, lleno de magia y color: las pirámides son los rastros de la vida pasada hace dos mil años.
Nuestros ancestros han dejado una huella de nuestra identidad como oaxaqueños por medio de las costumbres, los conocimientos y las artes, y hoy le toca a las nuevas generaciones desarrollar y enriquecer cada uno de estos elementos.
En el dibujo de una niña llamada Vania se muestra al Centro Cultural San Pablo como un edificio de formas sobrias, por cuyas puertas y ventanas asoma una luz amarilla que viene de su interior y que nos permite imaginar lo que sucedió ahí a lo largo del tiempo. Es increíble pensar que este espacio tuvo tan diversas funciones, como la de convento, centro educativo, hotel y vecindad, hasta llegar a nuestros días como un hermoso edificio dedicado a las artes y a la cultura.
Otros dibujos señalan la importancia del agua para la ciudad —tanto en el pasado como en el presente— por medio de representaciones de fuentes abundantes, así como del antiguo acueducto que abastecía a la ciudad de líquido proveniente del cerro de San Felipe; el uso que se dio a los “arquitos” da cuenta de la tecnología de la época colonial. Y aunque hoy en día este sistema está en desuso, es un recordatorio para cuidar el agua en el presente.
Rebeca, una niña que participó en el programa, escribió: “Yo me imaginé que estaba en una fuente y conocía a unas personas y luego se desvanecían todos y todo desaparecía”, expresando de una manera conmovedora lo efímero del tiempo y del cuidado que debemos tener por conservar nuestros monumentos, pues, si no lo hacemos, corren el riesgo de desaparecer.
De esta manera viven y sienten el patrimonio los niños. Ellos son los guardianes de un tesoro muy valioso y lo expresan por medio del arte y el juego.
La vida es tan corta como la palabra vida. La infancia es tan larga como la palabra infancia. Editorial Media Vaca
En el imaginario colectivo prevalece la idealización de la infancia como una etapa de pureza, inocencia y felicidad, pero si profundizamos en el tema ese mito suele diluirse. Nuestra idea de la infancia es una construcción sociohistórica que ha variado a través del tiempo.
En la Época Medieval la infancia no merecía atención especial; la separación del mundo de los niños del de los adultos no existía, no había educación sino aprendizaje del niño que convivía con adultos a quienes ayudaba en sus trabajos. Los niños eran considerados adultos pequeños que debían valerse por sí mismos lo más pronto posible sin importar si esto los ponía en peligro o si eran objeto de extrema rudeza.
Probablemente fue en el siglo XVII cuando se descubrió que las bases para convertirse en un adulto completo y saludable se adquieren en los primeros años de vida. Estos descubrimientos tomaron fuerza con los avances científicos y sociales a partir de los cuales la infancia se convierte en un tema de interés. La medicina se especializa en la salud del niño y de las madres gestantes para evitar la mortalidad prematura, enfermedades infecciosas y virales, la desnutrición e incluso se apremia la estimulación para el bebé. En el siglo XVIII, Edward Jenner —siguiendo los pasos de Mary Wortley Montagu— desarrolla la vacuna contra la viruela y, a partir de ahí, se expande la cultura de la vacunación preventiva contra múltiples enfermedades. Sociólogos, psicólogos y pedagogos incursionaron en la investigación infantil para proponer teorías que permitieran comprender y educar a los niños con respeto, de acuerdo con sus necesidades y tomando en cuenta su valor y dignidad. Actualmente, organismos nacionales e internacionales velan por la salud, la educación y el cuidado de los niños, y luchan por que sus derechos1 sean respetados y protegidos ante las guerras, la trata de personas, las catástrofes naturales, el trabajo forzado, entre muchos otros escenarios adversos.
Los libros escritos “para niños” son consecuencia de nuestras ideas sobre ellos, “los producen y seleccionan personas mayores partiendo de la suposición de lo que es mejor y más conveniente o de lo que va a ser preferido por los niños”, en palabras de Vicente Ferrer.2 Corremos el riesgo de menospreciar las capacidades intelectuales de los niños o de caer en la ñoñería. No hay consenso respecto a cuáles son los libros “para niños”, de tal modo que, de acuerdo con lo que piense cada quién a este respecto, la historia de los libros escritos para niños puede remontarse a la antigüedad, o comenzar apenas en el siglo XX. Por ejemplo, Mario Rey reporta literatura mexicana para niños desde la época prehispánica.3
Los viajes de Gulliver, de Jonathan Swift, es una sátira sobre la política y las relaciones sociales de la Irlanda del siglo XVIII, escrito para “desacreditar al género humano”, como ha dicho Borges, que, sin embargo, es un éxito de la literatura infantil.
Para algunos, la historia de los libros infantiles inicia con las fábulas, que tienen su origen en Oriente y de ahí pasan a Europa, donde las retoma el griego Esopo, y en Italia Horacio y Fedro. Sus fines son didácticos y moralizantes; en ellas actúan animales que hablan y se comportan como humanos y al final hay una moraleja. En México los huehuetlahtolli o ‘la antigua palabra’ de las civilizaciones prehispánicas, conservados en el Códice Florentino, contenían, entre otros asuntos, “consejos de los padres a sus hijos”.4
La labor pionera en la edición de literatura para niños en el México moderno corresponde al Estado, con José Vasconcelos a la cabeza de la Secretaría de Educación Pública, que impulsa la literatura infantil. Quién no recuerda las Lecturas clásicas para niños, que han tenido subsecuentes reediciones. De esta misma época son los relatos de Pascuala Corona (quien fundó la asociación Pro-Seda que en 1988 reunía a mujeres mixtecas para cultivar la morera y criar gusanos de seda en San Mateo Peñasco); las obras de Blanca Lydia Trejo, bibliotecóloga y una de las primeras investigadoras de LIJ, y las de la poeta y concertista María Enriqueta Camarillo.
De entre las editoriales independientes de libros para niños y jóvenes, CIDCLI y la Editorial Amaquemecan son las más antiguas, fundadas en 1980, la primera por Patricia van Rhijn.5 Las edulcoradas versiones de literatura infantil de Disney son opacadas por la amplia oferta de buenos libros de Petra, El Naranjo, Ediciones Tecolote, Ideazapato, Textofilia, La Cifra Editorial, Pollo Blanco, ERA (que se fundó en 1960, pero cuya colección infantil es más reciente), Axial, Ediciones del Ermitaño, La Caja de Cerillos, Alboroto Ediciones y muchas más.
Para fomentar el desarrollo de los libros para niños se han creado multitud de instancias, ferias, organizaciones y otros medios nacionales o que cubren todo el orbe. En 1953 es fundado en Zúrich el International Board on Books for Young People (IBBY), por Jella Lehmann. Se trata de un colectivo sin ánimos de lucro compuesto por asociaciones y personas de todo el mundo comprometidas con la idea de propiciar el encuentro entre los libros y la infancia. Está constituida por más de 81 Secciones Nacionales, entre ellas IBBY México, fundada en 2008, con la primera biblioteca especializada en literatura infantil compuesta por más de 30000 volúmenes. Con el apoyo de la Fundación Alfredo Harp Helú, IBBY México se muda en 2012 a su sede permanente en Mixcoac; su Biblioteca BS abre con regularidad para el público infantil y juvenil. Jella Lehmann también fundó en 1949, en Múnich, la Biblioteca Internacional de la Juventud,6 considerada la mayor biblioteca de literatura infantil y juvenil del mundo.
En 1963 tiene lugar la primera Fiera del Libro per Ragazzi (Feria del Libro Infantil) en Bolonia, donde se reúnen profesionales involucrados en la creación y edición de literatura infantil, principalmente para la compra y venta de derechos, tanto para traducciones como para productos derivados como películas o series animadas. Reúne a más de 1400 expositores y la visitan más de 30000 personas. Esta feria otorga premios a lo mejor de la edición para niños en todo el mundo, y varias editoriales mexicanas se encuentran entre las que los han recibido.
En México, la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil (FILIJ) tiene su primera edición en 1981, y, desde entonces, reúne la oferta editorial para niños y jóvenes de todo el orbe. Su objetivo principal es “fomentar la lectura entre la población infantil y juvenil […] congrega a un gran número de profesionales de la industria editorial, nacional y extranjera, así como a especialistas interesados en fomentar la lectura”. En el marco de esta feria se desarrollaron sendas ediciones del Seminario Internacional de Fomento a la Lectura que reunía a maestros, bibliotecarios y promotores de lectura con colegas de todo el mundo. Había la oportunidad de conocer las experiencias de otros lados, las novedades editoriales y establecer contactos y acuerdos.
Hoy existe una gran variedad de editoriales, grandes y pequeñas, con un amplio abanico de literatura infantil y juvenil que ofrecen no solo las ediciones mexicanas, sino las de América de habla hispana y traducciones al español de títulos originados en otras partes del mundo, como puede constatarse en las colecciones de la red de Bibliotecas Infantiles BS. Podemos ver cómo la idea de la infancia también continúa transformándose y desarrollando alternativas para que los niños tengan mejores oportunidades.
Los niños son materia sensible, y, por lo mismo, es tarea ineludible mantenerlos a salvo del vaivén de las guerras, la migración, la pobreza, el maltrato y la desigualdad. La pandemia de COVID-19 ha acentuado dichas condiciones y la educación se ha visto suspendida, ralentizada; la gran mayoría carece de los recursos para afrontar el desafío del confinamiento mediante habilidades informacionales. Las bibliotecas, los maestros, los padres y los gobiernos tenemos mucho trabajo por delante.
Lectora, lector: ¿a qué edad viste por primera vez un telar de cintura? ¿Cómo fue ese primer encuentro?, ¿en un libro, un documental, quizá en las manos de algún familiar? ¿Cuántos años tenías cuando palpaste el tacto de un tejido de seda de la Sierra Norte de Oaxaca? ¿Cuándo presenciaste la magia del añil, tinte que, tras dotar de un color verdosoamarillento a las fibras, se transforma en azul al entrar en contacto con el aire? Si aún no se te han presentado estas oportunidades, te extendemos la invitación para visitarnos en el Museo Textil de Oaxaca y experimentar todo lo anterior.
Es curioso cómo los textiles nos arropan desde el momento de nacer y, sin embargo, en muchos contextos suelen transcurrir varios años antes de que conozcamos lo que implica hacer un textil a mano: desde el cultivo de las plantas de algodón para obtener sus fibras y elaborar los hilos, hasta la cuidadosa selección de las maderas para tallarlas, lijarlas y preparar los telares. Es difícil apreciar y valorar lo que no conocemos, y si no conocemos los procesos que hay detrás de un tejido, no podremos otorgarle el valor que merece.
Visitar el MTO no se trata únicamente de contemplar el brillo y el color de los hilos, sino también de conocer el talento, el ingenio y la habilidad de las personas que crean las telas que visten los espacios que habitamos: entendiéndose “espacio” como una habitación, pero también como nuestros propios cuerpos.
En abril de 2017 el MTO abrió un espacio infantil para acercar a las niñas y a los niños a este tema. Ahí mostramos algunas de las fibras y tintes más usuales en Oaxaca, pero lo mejor fue que se trató de un lugar en donde todo se podía tocar. Acariciar un lienzo de seda produce una sensación distinta a la que provoca una tela de ixtle; además, la seda proviene de un gusano, mientras que el ixtle se obtiene de una planta de agave. En otro espacio presentamos un gran telar de marco donde se descubren las infinitas posibilidades que ofrece la creación textil. Quienes han tejido en ese telar nos han regalado sus combinaciones de colores, sus experimentos realizados con distintas técnicas (entre las que se incluyen nudos y trenzas) y hasta las iniciales de sus nombres. La más reciente adición a este espacio fue la presentación de distintos lienzos que ayudan a entender cómo se conforma y cómo se porta un huipil, un cotón o un quechquémitl (prenda por demás ingeniosa, exclusiva de Mesoamérica). Esta muestra es una invitación activa al juego, la experimentación, la comprensión y a la valoración del trabajo de los textiles elaborados a mano.
Uno de los momentos más icónicos en la historia del MTO y su relación con la infancia fue una exposición de 2012 titulada Telares que retoñan – artistas jóvenes del textil, una muestra presentada con el invaluable apoyo de Remigio Mestas. La participante más joven de la exhibición fue Idalia Martínez García, hija de Moisés Martínez Velasco —tejedor— y Gladys García Flores —hilandera y empuntadora—, originarios de San Pedro Cajonos, Oaxaca. Con tan solo ocho años de edad, Idalia participó con un rebozo de seda tejido en telar de cintura. Luego de esta exposición, en una tarea escolar se le preguntó qué quería ser cuando fuera grande, a lo que respondió: “Tejedora, como mi papá”.
Con el paso de los años, hemos conocido a más niñas y niños que encuentran significados en el quehacer textil, como Brisa López Villaseñor, de quien ya hemos platicado en este boletín.1 El caso más reciente es el de Daniel Hernández Salones, quien durante esta pandemia se acercó más al tejido que realiza su padre, Nelson Hernández Santos. Originarios de Santo Tomás Jalieza, Daniel participó en una mesa de hombres tejedores durante el evento de Ladx duu / Pueblo de hilo, organizado por el MTO en 2019. Su participación se dio en compañía de su padre, su abuelo, y otros tejedores de distintos puntos de Oaxaca. El encierro derivado de la contingencia provocada por COVID-19 hizo que Daniel refinara cada vez más su trabajo en el telar al grado de tejer cintas muy bellas que combinan hilos de algodón y de lana teñida con tintes naturales.
Recientemente, con el pretexto de la obra colectiva Panal Monumental, —que se presentó en el MTO durante octubre y noviembre del año pasado— tuvimos la oportunidad de conversar con tejedoras y bordadoras urbanas sobre lo atinado que sería volver a incluir conocimientos y prácticas textiles durante la educación formal de la niñez, pues no solo se desarrollan habilidades manuales, sino que también se fomenta un pensamiento creativo y flexible. De igual forma provocaría una mayor sensibilidad, empatía y respeto por esta labor, pues no se trata de una máquina que reproduce miles de copias una y otra vez, sino de personas que se expresan mediante los hilos y las manos. Mientras ocurre este ajuste educativo (¡y ojalá así sea!), y en tanto la situación sanitaria nos lo permita, el MTO seguirá ofreciendo su espacio para conocer más de cerca a las fibras y el talento de las personas que crean los tejidos que nos maravillan.
La pandemia ocasionada por la COVID-19 es un tema que ha marcado un antes y un después en nuestras vidas, y que nos ha mantenido con minuciosos cuidados, con temor, pero también en constante reflexión, búsqueda, esperanza y creación. Fue así como en la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca reconsideramos las prioridades y los esfuerzos con el objetivo de cuidarnos, pero también de encontrar vasos comunicantes con la comunidad, en especial, con la integrada por las infancias.
La FAHHO ha desarrollado múltiples propuestas destinadas a niñas, niños y jóvenes; de esta forma surgieron las bibliotecas BS y el Museo Infantil de Oaxaca. Este genuino interés por el desarrollo de los más pequeños está presente en el quehacer de cada filial donde las niñas y niños son activos protagonistas.
Pero de pronto… todos a casa, no más escuela, ni bibliotecas, ni museos que visitar. Los infantes procesaron estos cambios de manera distinta a como lo hicimos los adultos, muchos pequeños ni siquiera han conocido su escuela, y aquellos que ya acudían de manera regular se vieron forzados a permanecer en su hogar, algunos a la suerte de dispositivos tecnológicos. Este panorama nos llenó de preocupación y por ello unimos esfuerzos para generar una propuesta, y la virtualidad se convirtió en una herramienta fundamental. Así, a raíz del trabajo con el Instituto DIA se concibió una publicación periódica dirigida a niñas y niños de entre 7 y 12 años, y a sus familias.
Las publicaciones periódicas dirigidas a este público estimulan la lectura a partir de una narrativa que toma elementos de la literatura infantil, de esta manera se aborda la realidad a través de la imaginación y la fantasía, sin olvidarnos del juego, característica primordial de la infancia. En este marco de referencia surge Casiopea, revista bimestral, con secciones que fomentan la toma de conciencia sobre la importancia de la conservación del patrimonio cultural y natural de Oaxaca con actividades y contenidos lúdicos, así como textos de divulgación, cápsulas, juegos, cuentos, leyendas animadas y contadas en lenguas originarias, ilustraciones, obras de arte, estampillas, historietas, reseñas de libros, contenido descargable, entrevistas, recetas tradicionales y demás actividades para realizar en familia. La revista infantil Casiopea tiene una visión lúdica, didáctica y pedagógica que sirve de apoyo a temas y actividades relacionadas con el ámbito escolar.
1, 2, 3, 4… por Casiopea y sus lectores
Casiopea.Revista Infantil de la FAHHO1 se presentó oficialmente el 11 de junio de 2021. La respuesta del primer número fue muy favorecedora y, con el paso del tiempo, las ideas, la emoción y la creatividad crecían; los correos de los jóvenes lectores también nos motivaron. Para despedir el 2021 y recibir el 2022, preparamos la cuarta edición de nuestra querida Casiopea. Los Reyes Magos dieron pie a varias cartas.
Si bien generar los contenidos de cada número ha sido un reto, lo hemos disfrutado enormemente. En cada edición atendemos los detalles, el contenido y el diseño con el propósito de mejorar la publicación.
Resultados casiopescos
Consideramos fundamental la retroalimentación, por esta razón nos hemos dado a la tarea de conversar con las niñas, niños y sus familias para conocer su opinión y el impacto de la revista. Las presentaciones virtuales y presenciales arrojaron datos muy reveladores que nos dan la pauta para continuar.
La niñez opina:2
• Les gusta que exista una revista pensada en ellos. • Está padre que hablen de temas como el medio ambiente, que den a conocer lugares y los animen a realizar recetas. • Les parece importante que puedan participar con sus textos y dibujos. • Les atraen las ilustraciones y los recursos virtuales.
Las mamás y papás dijeron:
• Es muy importante que se hable de temas en los que ellos se vean reflejados. • Es una oportunidad para leer en casa y en familia sobre temas diversos. • Nos alegra tener una opción virtual para la lectura.
La información anterior, junto con el número de descargas que realizan niñas y niños, mamás, papás, docentes y público interesado, nos alienta a continuar. Al nombrar el mundo infantil, Casiopea logró abrir un nuevo canal de comunicación asertiva basado en el respeto, el diálogo y la empatía.
Blusa bordada y donada al MTO por la Sra. Norma Gutiérrez.
El Museo Textil de Oaxaca se ha caracterizado por apoyar a muchas familias artesanas, no solo en el estado, sino también en el resto del país; es por ello que me siento afortunada de formar parte de esta gran familia. Desde el municipio de Ixtenco, Tlaxcala, hemos colaborado de manera virtual en reuniones y talleres debido a la situación pandémica, que nos ha obligado a vivir de manera diferente, planeando y buscando estrategias para el desarrollo de nuestro trabajo. Pero no solo se trata de tomar talleres o de reunirnos virtualmente, se trata de hacer comunidad, y no solo como un asunto de funcionalidad social, sino como un tema de supervivencia, porque únicamente en equipo y en consenso podemos mejorar la calidad de vida en los espacios donde nos desarrollamos.
Pero ¿cómo hacer comunidad? Creando lazos fuertes, empáticos y alejados de toda discriminación. Lo que me lleva a hablar sobre el trabajo que se llevó a cabo en la intervención de las ventanas del Museo Textil con la participación de quienes formamos parte de esta comunidad, visibilizando el valor del trabajo artesanal y de la importancia de la no discriminación, del reconocimiento de todas las personas que desde su cosmovisión e identidad transmiten conocimientos y arte por medio de sus manos, de su mirada, pero sobre todo, de su corazón.
* Fragmento de la presentación realizada en conjunto con el Museo Textil de Oaxaca y el National Museum of the American Indian, 19 de noviembre de 2021.
En las últimas semanas hemos tenido en este auditorio varias ceremonias de graduación, después de 20 meses de no tener actividad académica presencial. Hoy nos alegramos con ustedes por la entrega de los diplomas que los acreditan como acompañantes de niños y jóvenes en la lectura, la cultura, el arte y la ciencia.
¿Quién no se ha sentido identificado en algún momento, con el personaje de un libro? Un libro puede convertirse en una máquina de sueños. Leyendo podemos ir a la antigua Grecia, a la Prehistoria o al Oaxaca de la época colonial; a través de la lectura es posible meterse en la piel de un joven mago, de un príncipe, de un pirata o de un detective; con una narración puede sentirse lo que significa ser un árbol milenario, un robot o un zorro. La lectura nos hace reflexionar sobre quiénes somos, cómo nos comportamos y, sobre todo, a qué aspiramos.
Y ya que ustedes harán soñar a otros, me gustaría insistir en lo que he dicho en las graduaciones de las últimas semanas: Esperamos mucho de ustedes. Los niños y jóvenes esperan mucho de ustedes. Dios espera mucho de ustedes, y tiene grandes sueños para cada uno de ustedes. A México le aquejan grandes necesidades y necesita personas comprometidas con la lectura, la cultura, el arte y la ciencia.
Solemos pensar que lo que nos separa de Dios son los malos deseos, como solemos llamarles, pero Dante Alighieri, el poeta supremo, el precursor del Renacimiento italiano, considera que lo que nos aleja de Dios es el hecho de que nuestros anhelos son demasiado pequeños, demasiado triviales, que nos conformamos con poco. En el “Tercer Canto” de la Divina Comedia, Dante Alighieri coloca en el infierno, justo en la entrada, a “los que no se comprometieron y vagaron por el mundo siendo neutrales ante todo acontecimiento, a los tibios, a los cobardes y a los pusilánimes”. Aquellas personas que nunca hicieron daño al prójimo, pero que tampoco le ayudaron.
Chava Flores, el gran compositor que con su ingenio retrató el folklor mexicano y que se ganó el título de cronista cantor, hablaba… o mejor dicho, cantaba en 1957, sobre los sueños del mexicano de esta forma:
¿A qué le tiras cuando sueñas mexicano? A hacerte rico en loterías con un millón. Mejor trabaja, ya levántate temprano, Con sueños de opio, sólo pierdes el camión.
Quisiera creer que muchas cosas han cambiado y que a diferencia de lo que ocurría en México hace 50 años, ahora ya no solo soñamos con:
Sueñas un hada, ya no debes nada, La renta está pagada, ya no hay que trabajar. Que mañana nos casamos, que mañana sí te pago. Que no hay contribuciones, que ya no hay mordelones, que ya puedes ahorrar. Que prestan en los bancos, que dejas de fumar.
Para aclarar a lo que me refiero cuando les invito a soñar, me gustaría referirme brevemente a una de las historias más antiguas y más conocidas, que se encuentra también en uno de los libros más leídos: el Génesis. Me refiero a la historia de José, cuyo sobrenombre es El soñador.
José creció mimado por su padre Jacob, ya que fue el primogénito de Raquel, su esposa favorita. Pero también creció bajo la mirada rencorosa de sus hermanos, a quienes no les gustaba que su hermano fuera el hijo predilecto. Pero lo que más frustraba a los hermanos de José eran sus sueños de grandeza. Una vez José soñó que once manojos de trigo, cada uno representando a uno de sus hermanos, se inclinaban ante su manojo. En otro sueño, José vio que el sol (que representaba a su padre), la luna (su madre) y once estrellas (sus hermanos), se inclinaban ante él. Seguramente conocemos lo que le ocurrió a José: sus hermanos desean matarlo, pero en lugar de ello, lo venden como esclavo a unos mercaderes de Egipto; y estos mercaderes lo venden al capitán de la guardia del Faraón. Por diversas intrigas es llevado a la cárcel, donde se da a notar por su trabajo y por la interpretación que hace de los sueños; el Faraón lo llama para que interprete el significado de su sueño: siete vacas flacas que se comían a siete vacas gordas; José revela al Faraón que su sueño anunciaba siete años de abundancia, justo antes de una hambruna que también duraría siete años y sugiere al Faraón que almacene grano para soportar el hambre de siete años que vendría después de la abundancia. El Faraón nombra a José gobernador del reino de Egipto y, finalmente, la historia concluye describiendo el modo como José administra sabiamente las reservas de granos para distribuirlas a los egipcios y a otros muchos pueblos (incluida su familia) cuando sobreviene el hambre.
José, el hijo de Jacob, descubrió que Dios quería decirle algo en sus sueños, y supo interpretar, en los sueños propios y ajenos, lo que el futuro ofrecía. Con ello pudo anticiparse a la catástrofe y salvó a los egipcios y a sus hermanos.
Si hacemos un pequeño análisis de José y sus sueños podremos diferenciar la vida del José adolescente del maduro:
José adolescente, similar a los sueños del mexicano de Chava Flores, tiene sueños de grandeza sin esfuerzo, y ve a sus hermanos inclinándose ante él.
José maduro vive una experiencia difícil y azarosa, pero aprende a trabajar duro, a administrar con eficacia y logra proteger a toda una nación del hambre.
La diferencia entre un adolescente y un adulto, en cuestión de sueños, radica en que el adolescente ignora el costo que tiene que pagar para convertir sus sueños en realidad; mientras que el adulto, quien, por supuesto sigue soñando, reconoce los duros trabajos que tendrá que emprender para lograrlos. La otra gran diferencia radica en que el adolescente sueña que es alabado, reverenciado; mientras que los sueños del maduro traen consigo fatigas, esfuerzo y, después, la salvación para muchos.
Ustedes han logrado terminar este diplomado en medio de la pandemia, pero también lo han hecho sosteniendo a sus familias, cuidando a algún ser querido, apretándose el cinturón, yendo todos los días al trabajo. Ustedes saben, por experiencia, que si nos preparamos, que si nos esforzamos, no es para obtener alabanzas, sino para servir mejor a nuestras familias y a la sociedad. Es cierto, en los sueños, en sus sueños, podemos descubrir el amor de Dios en nuestras vidas, porque eso significa prosperidad para sus familias y para México.
Los necesitamos a ustedes que, por sus conocimientos y experiencia, han asimilado la seriedad del magistrado y el realismo del comerciante, la dignidad de la nobleza y la responsabilidad del canónigo. Los necesitamos porque deseamos que los niños y jóvenes a quienes acompañan y educan, tengan, a su vez, grandes sueños para ellos y para México. Y eso lo inducimos con las historias que les contamos y los libros que les damos.
Termino invitándolos para que agradezcan a Dios, a sus maestros, a sus familias y a todas aquellas personas que los acompañaron en este diplomado.
¡Enhorabuena!
Indivisa Manent, Lo unido permanece.
* Discurso del rector de la Universidad La Salle Oaxaca pronunciado en el marco de la clausura del Diplomado, impartido en conjunto con Seguimos Leyendo, el día 1 de diciembre de 2021.
El modelismo ferroviario surgió del sueño de una generación que deseaba ver los fantásticos trenes reales en una versión miniatura, y que en vez de correr por la geografía local se abrieran paso en las salas de las casas y jardines de todo aquel que adquiriera estos juguetes.
Los orígenes del ferromodelismo se remontan a Alemania en el siglo XIX, cuando la marca de juguetes Nuremberg y la fábrica de juguetes Märklin desarrollaron réplicas a escala de ferrocarriles. Actualmente, esta pasión continúa vigente, tanto en los lugares donde el tren sigue siendo un importante medio de transporte como en aquellos donde ya es parte de la historia.
En el 2021 el Museo Infantil de Oaxaca se vinculó con Isabel Lampe, hija de Wolfgang Lampe —apasionado coleccionista de piezas ferroviarias a escala—; a partir de ello, en un acto de generosidad, Lampe donó al museo la magnífica colección de piezas de su padre y el proyecto de vida que desarrollaron juntos durante 20 años: una maqueta de seis por cuatro metros computarizada de trenes que corren sobre vías que atraviesan paisajes en miniatura. Por sus singulares características, estos pequeños trenes recuerdan a animales, como la famosa locomotora Krokodil —Cocodrilo—, llamada así por su color verde y las largas “narices” que tiene en cada extremo y que asemejan el hocico de este animal. Algunas de las piezas destacadas de esta colección son las locomotoras de vapor de la parte imperial de Alemania, la primera locomotora comercial, locomotoras eléctricas capaces de abrirse paso a través de las montañas, así como los famosos InterCity Express, entre muchas más.
Para todo aquel que guste de la historia, la maqueta ofrece ejemplares que, como un pequeño simulador de las épocas, nos dan una idea de la tradición no solo de esta colección, sino del ferrocarril en el mundo. Para quien prefiera lo digital y el manejo electrónico, el funcionamiento de las vías les brindará horas de interacción, mientras que los que se inclinan por el arte encontrarán fascinante el detalle de la ambientación; las luces, que dan la sensación de profundidad, y las escenas de los habitantes de la maqueta mantendrán al observador tan ocupado como los trenes, cuyo trayecto nunca los aburrirá.
La mágica maqueta Lampe cuenta con locomotoras que corren simultáneamente, autos que se detienen a la señal de alto, escenarios medievales, modernos, antiguos e históricos, trenes especiales de edición limitada y locomotoras cotidianas, pero no por ello menos mágicas.
Rodeados de cientos de posibilidades al alcance de la mano, y a través de una pantalla, la maqueta supone una nueva inmersión en la realidad, pues permite, al igual que lo hizo el tren en su tiempo, sumergirse en el entorno que rodea a las vías y deja volar la imaginación de grandes y chicos. Con cada vuelta de rueda, uno avanza con el tren, convirtiendo al ferromodelismo en un libro didáctico de historia del ferrocarril no solo para los niños, que tendrán la oportunidad de acercarse de manera precisa a algo que nunca vivieron, sino también para aquellos adultos llenos de añoranza por los tiempos donde los gigantes de hierro dominaban los caminos.
Cuando leemos nos resulta fascinante la capacidad de unión de las letras, la forma y sonido de las palabras, y el entendimiento que alcanzamos de eso que leemos. Sin embargo, no nos damos cuenta de que la lectura es un momento que se encuentra casi al final de un proceso que comienza con la pluma, tinta y el papel que, muchas veces, desconocemos en qué momento fueron usados para construir el texto que tenemos en nuestras manos. Ahora, imagina esto: te hallas frente a un conjunto de papeles que sabes que contienen información valiosa, como un tesoro, que te intriga develar, pero son hojas tan antiguas que resulta casi imposible conocer su contenido. ¿Qué haces al respecto? Para ello existen, al menos, dos grupos de profesionales que nos ayudan a conocer y facilitar la lectura, sobre todo de libros y documentos tan viejos de cuya existencia poco sabemos. El primero de los grupos está conformado por especialistas dedicados al rescate y cuidado de documentos que son abandonados por diversas circunstancias, mientras que el segundo lo integran paleógrafos e investigadores que se encargan de transcribir, leer e interpretar lo que esos documentos contienen para así devolverles el valor que, con el paso del tiempo, han perdido.
En 2019 llegó a las manos de los especialistas en restauración de Adabi México, un legajo de expedientes cuya única información que se tenía de ellos era que procedían del Colegio de la Caridad, que cerró sus puertas durante el siglo XIX debido a las nuevas leyes de desamortización de bienes de la iglesia, por lo que tanto las niñas que ahí estudiaban, como sus documentos fueron acogidos por el Colegio de San Ignacio de Loyola Vizcaínas. La situación se puso interesante, ya que no se sabía lo que ese legajo de papeles en particular decía. Puede que nos cueste dimensionar el trabajo tan meticuloso del grupo de especialistas que se encargó de descifrar lo que esos papeles contenían. Para tener una imagen clara de esto imaginemos a un equipo de médicos que de urgencia recibe a un paciente: el legajo cuyo nombre no figura, pero sí su posible fecha de nacimiento, el año 1606.
La encargada de dirigir al grupo de médicos fue Roxana Govea; ella y su equipo1 comenzaron con la intervención al paciente. Como en toda visita al médico lo primero fue el diagnóstico: las condiciones en las que los documentos llegaron, la solicitud de análisis para conocer el material con el que estaban hechas las hojas, el tipo de tinta que componía las letras, las posibles enfermedades y daños ocasionados por el tiempo y otros agentes externos; con esta información podrían suministrar un trata miento. Se dieron cuenta que lo primero que había que hacer era llevar a cirugía al paciente, ya que el daño era tal que muchas de sus hojas se deshacían al simple tacto, o que contenían manchas que dañaban al papel imposibilitando la lectura. El tipo de intervención quirúrgica que los restauradores realizan es similar a la que un cirujano lleva a cabo en un humano: usan instrumentos especiales, ropa de protección adecuada, sustancias y material de curación de acuerdo a las necesidades particulares del paciente en cuestión y, por último, las recomendaciones de cuidado luego del restablecimiento de la salud.
De esta forma los médicos de los documentos separaron por piezas cada hoja para numerarlas y no equivocarse al momento de integrarlas luego de la intervención; después desinfectaron, lavaron, colocaron refuerzos, injertos y laminado a las partes del paciente que lo requerían. Al final, durante el momento que los médicos de humanos llaman “estar en observación” posterior a la cirugía, es cuando los restauradores colocan las piezas, con sumo cuidado, en lugares especiales para que puedan secarse y recuperar, poco a poco, la forma que, en un origen, antes de caer enfermos, tenían.
Después de esta labor colosal, el legajo estaba listo para ser interpretado y develar sus secretos. Como se trataba de expedientes con más de cuatro siglos de antigüedad, se pidió la ayuda de Claudia Ballesteros, especialista en paleografía y encargada de la Biblioteca José Lorenzo Cossío y Cosío, en las instalaciones de Adabi. Su labor consistió en ayudar en la lectura del documento para conocer qué información contenía y así poder organizar las hojas en el orden adecuado para que los futuros lectores no tuvieran dificultad al consultarlo.
Finalmente podíamos conocer lo que decía este conjunto de documentos que, al llegar de urgencia al Centro de Conservación y Restauración (CCRE) de Adabi de México, apenas revelaba su posible fecha de nacimiento; y ahora nos decía todo lo que había guardado durante mucho tiempo. Se trataba de información detallada en torno a la vida cotidiana del Colegio de la Caridad, o Colegio de Niñas, específicamente, las cuentas que formaron parte de los gastos que hacía esta escuela, una de las más viejas, instaurada en la capital novohispana; desde los pagos al sastre o el gasto por un sombrero, hasta las dotes otorgadas cuando alguna de las niñas, al crecer y egresar del colegio, se casaba o entraba a un convento.
Estos datos, si bien parecen sencillos a simple vista, en realidad aportan valiosa información a las investigaciones que se realizan en torno a esas primeras escuelas exclusivas para educar a las niñas de la época novohispana; investigaciones que han realizado historiadores, entre ellos la Dra.Ana Rita Valero de García Lascurain, actual directora del Archivo Histórico José María Basaigoiti Noriega, en el que se hallan piezas con información “única e irremplazable acerca de la cotidianidad de cuatro colegios y tres cofradías que impactaron de un modo muy relevante a la sociedad de su tiempo a través de la educación y amparo de la mujer”.2 Este archivo se encuentra dentro del Colegio de San Ignacio de Loyola Vizcaínas, en la CDMX, que continúa vigente en sus labores como colegio, y que, aparte de su imponente construcción arquitectónica, es un espacio que resguarda poco más de cuatro siglos de historia de la educación. Ahora imagina a un equipo de expertos que en un futuro pueda leer nuestros nombres en las listas de inscripción de alguna de las escuelas a las que asistimos e igualmente se fascinen por poder revelar parte de la historia educativa de nuestro país.
1 Entre los integrantes de este equipo se encuentra Hugo Lemus, uno de los especialistas que trabajó de cerca la restauración de este legajo en específico. Este texto fue posible gracias a su relatoría del proceso.
2 Ana Rita Valero de García Lascurain, “El archivo histórico ‘José María Basagoiti Noriega’, en Vizcaínas 250 años de vida en un colegio a prueba del tiempo, UNESCO / Colegio de San Ignacio de Loyola Vizcaínas / Ediciones el Viso, 2017, p. 119.
En Oaxaca, la tradición de talla de madera es una herencia de los pueblos. Lo mismo la evolución de las piezas relacionadas con ofrendas a deidades y a elementos rituales, mismas que se han transformando hasta crear una tradición técnica que empodera a artesanos y talleres, y brinda la oportunidad de explorar y elaborar, una gran variedad de piezas.
En San Martín Tilcajete, comunidad ubicada en los Valles Centrales de Oaxaca, se elaboran piezas talladas en madera y decoradas, principalmente, con pinturas acrílicas. Sin embargo, conviven variaciones en la técnica de la pintura acrílica que permiten la diversidad en el trabajo de los distintos talleres familiares.
Los integrantes del taller El Jibarito mezclan diferentes habilidades y las encaminan a la producción de piezas, principalmente lúdicas, que buscan ser recreativas y útiles para los más pequeños.
En su taller, entre máquinas de carpintería, godetes, pinturas y pinceles, podemos encontrar trenes con animales, ruedas de la fortuna, camiones, cajas lapiceras, aviones y un sinfín de piezas coloridas que son atractivas para pequeños y grandes.
Es importante que este tipo de expresiones se conserven y encuentren un espacio en los mercados contemporáneos, ya que representan la herencia de las técnicas tradicionales, pero con las reflexiones contemporáneas y personales de los creadores. En cada mano, en cada detalle, encontramos la personalidad de quien crea, y en las piezas del taller El Jibarito se hallan colores, alegría y curiosidad, que son valores que quieren hacer llegar a los niños a través de sus piezas.
Desde Andares del Arte Popular buscamos promover el trabajo de los artesanos talladores de madera de Jalieza. Hemos explorado, con mucho empeño, junto con el taller El Jibarito, las diferentes posibilidades para lograrlo, brindándole no solo un espacio donde comercializar sus piezas, sino la confianza y la apertura para dialogar sobre nuevas inquietudes, como la de realizar piezas tan increíbles como un carro de paletas que simula un camión de transporte.
¡Sigamos compartiendo el saber y las habilidades de los artesanos oaxaqueños y mexicanos!
Para Sandra Molina, por un cuento y otro cuento. Yo no sé muchas cosas, es verdad, pero me han dormido con todos los cuentos… y sé todos los cuentos. León Felipe
Los niños siempre han sido más inteligentes y clarividentes que los adultos, esto es bien sabido, aunque los adultos nunca lo hayan aceptado públicamente en una asamblea internacional de pequeños. La prueba más fidedigna que existe al respecto es que en un hogar no hay otra persona que valore mejor los cuentos por lo que realmente son —y en su justa medida—, que un niño. De entre todos los miembros de una familia, con la diversidad de edades y ocupaciones que hay en ellas, solo el niño reconocerá que los cuentos son, sencillamente, la cosa más seria del mundo. Y su reconocimiento es la cosa menos seria que hay.
Esto ocurre porque para el niño el cuento no es un género literario, sino un estilo de vida. Para niñas y niños los días y las noches son puro cuento. Cuentear es su modus vivendi. Su forma de conocer el mundo es un cuento chino. Un cuento antes de dormir no es la conclusión de una jornada sino el inicio de un sueño. Las +cuentas÷- se hacen cuenteando. Una cuenta de jade es una cuenta de cuentos. Un cuento es muy serio porque es la vida misma, y es lo menos serio porque no hay cosa más simple que imaginarnos otra vida para tenerla. Precisamente de eso trata el proyecto Decamerón2020.
El principio del cuento
¿Cómo sería México y cómo estaría construido si estuviera en las manos de cien niñas, niños y jóvenes mexicanos? ¿Hacia dónde caminaría el mundo si fuera conducido bajo la jurisdicción de estos jóvenes? Quien quiera saberlo que se acerque a Ganadores del concurso literario para niñas, niños y jóvenes mexicanos. Decamerón 2020, un libro publicado gracias al esfuerzo conjunto de La Vaca Independiente (LVI) y Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca (FAHHO). Allí, protegidas entre las páginas del libro, el lector descubrirá las historias e ilustraciones confeccionadas por la astucia de un desfile de niños y jóvenes mexicanos.
Este proyecto social y editorial comenzó hace año y medio, cuando los titulares de prensa se llenaban con noticias acerca del “nuevo coronavirus”. Presagiando hacia dónde se movía el mundo y las inquietudes y necesidades que estaban por surgir, LVI y FAHHO convinieron en lanzar una convocatoria de cuentos dirigida a los niños de México. El certamen ofreció la ocasión ideal para que los jóvenes (de entre 5 y 16 años) se divirtieran y ejercitaran la pluma en el primer periodo de la pandemia, un aislamiento “novedoso” para chicos y grandes. La participación fue nutrida: de más de seiscientos cuentos enviados, el jurado —conformado por Alicia Madrazo, Margarita Sada y Susana Baez— seleccionó cien cuentos ganadores.
Como en la obra clásica del italiano Giovanni Boccaccio, El Decamerón, origen e inspiración de este proyecto, el concurso Decamerón 2020 tuvo como propósito conjuntar un cúmulo de cien historias para transitar el tiempo de la pandemia, para “pasar el rato” en un entretenimiento que nunca caduca y que además resulta edificante: la narración. Y en la medida en que algunas historias dan cuenta de lo que sus autores vivieron al principio de la crisis sanitaria, la obra también es una crónica del primer año de la pandemia. Con estos cuentos, los jóvenes transformaron el confinamiento en excursión.
El meollo del asunto
Como decíamos, no hay inclinación tan verdadera como la de los niños por los cuentos. Quizás a ello se deba que, en conjunto, niñas y niños tengan una comprensión tan compleja y variada de las distintas formas para contar una historia. Entre las obras recogidas en Decamerón 2020 hay cuentos de hadas y de ciencia ficción; mitos, leyendas y fábulas; crónicas, memorias y diarios; bestiarios, cómics, microrrelatos y uno que otro poema; historias todas acompañadas de imágenes que a veces se presentan como dibujos o pinturas iluminadas con acuarelas, lápices y hasta gises, gráficos digitales o fotografías.
Para contar una historia, cada una de estas variantes acarrea ciertos códigos muy particulares. No es lo mismo adoptar el tono y tipo de personajes de la fábula que recurrir a los cánones de la ciencia ficción; no es lo mismo la escritura de un diario que la composición de un cómic. Todos estos géneros tienen en común que son medios para contar historias, pero cada uno de ellos arropa a los personajes y sus acciones con un sello distintivo. En ese sentido, no deja de tener un componente misterioso la extraordinaria capacidad que los niños muestran para adoptar las convenciones del género de su gusto y la amplísima variedad que existe en estas cien narraciones. Es como si, de alguna manera, todas las formas literarias ya estuvieran germinadas en la mentalidad del niño. En cada niño y niña hay un escritor o un narrador en potencia. La niña es mitóloga, el niño es trovador y el adolescente, dramaturgo.
Leyendas de su pueblo, relatos de sus abuelos, cómics del puesto de la esquina, películas de superhéroes, caricaturas fantásticas o caballerescas, series de televisión sobre extraterrestres y portales interdimensionales, mitos del México antiguo, novelas y cuentos de la literatura universal; de uno u otro modo esta diversidad de historias forma parte del imaginario de las niñas y los niños mexicanos, cada quien según su contexto, y sus mentes han estado despiertas para asimilar la enorme pluralidad a que están expuestas.
Gracias a eso, Decamerón 2020 es un caleidoscopio de la imaginación de la niñez y la juventud mexicana en este particular punto de la historia: la cultura agraria de siempre, el folclor, el cine, la ciencia, la tecnología, la pandemia… Un coronavirus surge de un hoyo negro para encontrarse con dos deidades solares que luchan desde el inicio de los tiempos en la cúspide de una pirámide de árboles nipones. Y niñas y niños son los primeros en deleitarse con ese espectáculo de semánticas cruzadas.
Con esta capacidad de pensamiento y esta necesidad expresiva, los niños nos demuestran que son todo menos criaturas inocentes. O que quizás son inocentes de algún modo, pero no en el sentido convencional de la expresión, sino inocentes, tal vez, en el sentido más artístico de la palabra; es decir, de un modo un poco travieso y un tanto tramposo. Los niños poseen la inocencia de un prestidigitador, de un ilusionista. La inocencia de los niños no radica en la supuesta pureza y nobleza de sus sentimientos, los niños pueden ser tan crueles o bondadosos como los adultos, todo depende del lugar en donde crezcan o las circunstancias a su alrededor, no podemos ser tan ciegos como para negar este hecho; la clave de su inocencia se encuentra más bien en su relación con el lenguaje: consiste en creer que todo lo que se puede expresar con palabras se puede materializar, que todo lo que se puede concebir con la imaginación tiene cabida en este mundo.
La “inocencia” del pensamiento infantil se cifra en que su visión del mundo es poco realista. Su regocijo no conoce límites, su ira es incontenible. Al adolescente, mientras crece, le pedimos que “ponga los pies en la tierra”, que “sea consciente de su realidad”, que “piense antes de actuar”; con esto el joven gana las habilidades prácticas para sobrevivir en un mundo hecho de necesidades, pero también pierde el talento para imaginar realidades distintas. Una dosis de realismo es necesaria para sobrevivir hasta la edad adulta y la senectud, pero también demasiado realismo vuelve a los adultos ineptos, y entre más inepto sea un padre más lejos estará de sus hijos.
Exagerando un poco, podemos decir que en esta diferencia de opiniones respecto a lo que puede o no puede ser real descansan todos los conflictos intergeneracionales. Entre otras razones, Decamerón 2020 es un proyecto valioso, porque les brinda a los jóvenes un medio de expresión y una ocasión para que los adultos los escuchen. Estos cuentos nos enseñan que tenemos que invertir la pedagogía de nuestro tiempo para que sean los jóvenes quienes conduzcan la educación de los adultos.
Exemplo y promesa
Sé de primera mano que esta antología también puede ser el origen de una vocación. Lo que inicialmente fue un recurso para encontrar paz, jugar, imaginar y meditar sobre lo que acontece en este mundo (o en un mundo similar, pero imaginario), puede convertirse en la ópera prima de una nueva generación de escritores y profesionales, o bien de artesanos y aventureros preocupados por los problemas de este planeta, comprometidos con las soluciones.
Obras como Decamerón 2020 tienen la virtud de ser un crisol de las preocupaciones de una generación. Los argumentos de los cien cuentos giran en torno a ciertos temas identificables como el cambio climático, la pandemia, la identidad y la vocación, las tradiciones y la familia, los contrastes entre la vida urbana y la rural, nuestra relación con la naturaleza, entre otros. Así, Decamerón 2020es también un lugar de encuentro para los jóvenes mexicanos. Cuando los ganadores lean las narraciones de sus colegas, se darán cuenta de que sus inquietudes son colectivas. Y no hay nada mejor para un joven que el hecho de no sentirse solo.
A lo largo de estas líneas he soportado la tentación de pasar revista sobre algunos de los cuentos, mencionar sus temas, citar algunas de sus mejores frases, realzar este o aquel detalle novedoso; me he resistido porque no puedo mencionarlos a todos y no pretendo incurrir en esa descortesía. No quiero arriesgarme a que alguno de los autores se encuentre con esta reseña y no halle ninguna mención a su obra.
En lugar de eso, prefiero hacer, como un gran abrazo, un elogio general. Todos los cuentos de Decamerón 2020 son ejemplares en algún sentido. O bien, como decía Cervantes de sus Novelas ejemplares, estas narraciones son exemplares porque “si bien lo miras, no hay ninguna de quien no se pueda sacar algún exemplo provechoso”; o lo son, como creo yo acerca de estos cuentos, en función de alguna de sus excelencias estéticas, descubrimientos felices o peripecias excepcionales.
A estas alturas es justo decirlo: las niñas, niños y jóvenes autores de los cien cuentos reunidos en Decamerón 2020 han hecho alarde de inteligencia, ingenio y sensibilidad a la hora de plasmar sus historias. Y su propio ejercicio de escritura es un exemplo de que, cuando la adversidad nos acomete, siempre queda la posibilidad de escuchar o relatar una historia, sin importar que en el tiempo que nos toque vivir el ejemplo se ponga con “x” o con “j”.
¿Cómo convences a un niño para que deje a un lado el teléfono celular y lea poesía? Antonio Rubio, maestro y escritor español, nos responde lo siguiente:
No hay que entrar en esas batallas. La poesía no existe contra nada ni contra nadie. Existe por sí misma. Es una manera de estar y de vivir en el mundo, y no entra en guerras ni competencias con aparatos eléctricos. Ella espera, y tú te acercas o no, como gustes. Es un modo de contemplar y de existir…
Aunque antiguamente, tanto el drama como la épica y la lírica se escribían en versos medidos, el término Poesía se relaciona, habitualmente, con la lírica, que, de acuerdo con la Poética de Aristóteles, es el género mediante el cual el autor expresa sus sentimientos y visiones personales.
La poesía para niños está presente desde hace varios siglos, pero, cuando yo era niña, llegué a conocer realmente pocas propuestas, comparadas con las que hoy en día podemos recomendar y acercar a nuestros infantes, afortunadamente. En la actualidad tenemos acceso a autores notables y prolíficos en habla hispana, por citar algunos: Darío, Cuadra, López Vigil, Cardenal, Zamudio, Huidobro, Pombo, Ferrada, Walsh, Gabilondo Soler, Mistral, Machado, Antonio O. Rodríguez, Andricaín, Luján, Dadá, Garrido, De Boggs, María Baranda, Martha Riva Palacio, entre tantos más.
Para ampliar esta lista, te recomendamos que consultes el libro Literatura infantil en América Latina de Manuel Peña Muñoz, en ediciones SM.
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El sábado 18 de diciembre de 2021, en el marco de los diplomados internacionales en promoción de la literatura infantil y juvenil que diseña y promueve la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca para estudiantes de casi toda la república mexicana, tuvimos el Encuentro literario con escritores para la primera infancia, y como invitado especial el escritor español Antonio Rubio Herrero.
Durante más de tres horas de recorrido pudimos conocer su obra, cantarla, leerla y adentrarnos en aspectos interesantes sobre su formación y las maneras de sentir la poesía e invitar a los más pequeños de la casa a vivirla y a jugarla.
Los alumnos del diplomado le formularon preguntas y, posteriormente, él a ellos para conocer cómo los bibliotecarios, los docentes de preescolar, los responsables de salas de maternales y centros de puericultura de México acercan la lírica a los más pequeños. Resultó un nutrido intercambio y aprendizaje.
Antonio responde y argumenta su gusto natural por la poesía al expresar:
Mi interés por el lenguaje es desde pequeño. Las palabras son un misterio, están cargadas de sonoridad, pura música. Cuando jugaba y veía jugar a los niños y niñas en la plaza de mi pueblo, me sentía partícipe de una obra de teatro. Manejábamos la poesía y el canto con naturalidad y lo hacíamos coincidir con nuestros movimientos, de modo que cuerpo y poesía se confundían. La poesía se me hizo natural, cotidiana, algo imprescindible.
El poeta invita a todos a sentirla, al cantar sus libros de la colección De la cuna a la luna, de la editorial Kalandraka. Todos embelesados cantamos, vibramos en una misma sintonía y retomamos el gusto por las palabras y el juego, nos volvemos a sentir niños, la sala de Zoom fue todo gusto y armonía.
Sus libros —publicados todos en España, pero con buena distribución en México—, los disfruta primero el adulto; los vive y luego los transmite a los más pequeños. También tiene libros dirigidos a niños de primaria y secundaria. Él mismo escribe que estos, “sin ser pretenciosos, también ofrecen goce a los padres, madres, niños, niñas y otras gentes de buen leer. Son pequeños cofres de rico contenido y fácil apertura”.
Olvidaba mencionar que le dimos un breve regalo sorpresa al iniciar el seminario: un grupo de cinco niños (de 3 a 5 años de edad), que recientemente interactuaron con su obra, en casa y con la guía de los padres, le regalaron un video donde muestran de manera breve y espontánea cómo gozan, leen y cantan su cocodrilo, su pajarita de papel, y él quedó agradecido y conmovido. Leo, un pequeño que aún no habla, emite sonidos, canta, juega y goza al ritmo de su mamá, Eneida, quien lo motiva y nutre con la obra de Rubio.
Cerramos esta sesión de corte académico dentro del diplomado —que se convirtió en una fiesta a la palabra, al canto, al arte de abrigar las palabras para los más pequeños— con la última de sus obras, un texto para los adultos que, como él mismo lo cita: “Es importante tener claves para desarrollar y construir nuestros propios versos y estribillos, rimas, enumeraciones, encadenados, pareados y aleluyas, romancillos, entre otros…”. En el libro 7 llaves de cuento, publicado por la editorial Kalandraka,
Rubio nos expone los cuentos de fórmula, como aquellos primeros cuentos populares, exactos, líricos, y de perfecta estructura, todas las piezas literarias de tradición oral que se van transmitiendo de generación en generación, y que, en ocasiones, no van más allá de un sencillo pareado; esto es un principio y un fin en el exiguo espacio de dos renglones:
Este es el cuento de la banasta, y con eso basta.
El libro nos ofrece un recorrido por las estructuras poéticas o las siete llaves del cuento, los recursos poéticos, de cuándo utilizarlos y de su valor. Finalmente, hace una recopilación fantástica de las siete llaves y nos ofrece un viaje por esos recursos literarios.
Es un tesoro de libro, indispensable para los que queremos jugar, leer, cantar y gozar con la primera infancia.
Lo maravilloso de la infancia es que cualquier cosa es en ella una maravilla G.K. Chesterton
En la Academia Alfredo Harp Helú nos interesa el desarrollo holístico de nuestros jóvenes prospectos, queremos que en un futuro sean buenos jugadores profesionales de beisbol, pero, sobre todo, excelentes ciudadanos; es por eso que nos enfocamos en su formación dentro y fuera del terreno de juego.
Sabemos la importancia del desarrollo durante la infancia y muchas de nuestras labores sociales están enfocadas en apoyar a este sector de la población; es una forma de recordarles a nuestros prospectos que hace no mucho tiempo ellos también fueron niños que se sorprendían por todo, que se entusiasmaban con facilidad y que, al igual que ellos, tienen un futuro por delante con muchos sueños por cumplir. Este tipo de convivencia es un aprendizaje para ambas partes.
En estos doce años de vida del paraíso beisbolero hemos tenido la fortuna de apoyar el desarrollo de las infancias, y podemos destacar:
• Apoyo al Hospital de la Niñez. Programa donación de tapitas. Durante tres años hemos donado las tapas de los envases de leche, suero y agua que se generan en nuestras instalaciones, y con eso se apoya al tratamiento de los niños que se encuentran en la Asociación Mexicana de Ayuda a los Niños con Cáncer. • Convivencias y actividades con los niños del Hospital de la Niñez en los eventos que realizan para crear conciencia sobre el cáncer infantil; caminatas dentro del hospital, pláticas. • Apoyo a diversos albergues infantiles. Donaciones de juguetes, ropa y despensa. • Proyecto Seguimos Leyendo. Convivencia con preescolares, intercambio de cartas, visitas a la escuela y actividades recreativas.
Al contar con varios campos de beisbol, también hemos apoyado el desarrollo de las diversas ligas infantiles en la capital del estado, sin olvidar que en numerosas ocasiones hemos sido la sede de eventos nacionales, siempre apoyando el desarrollo del deporte en los infantes. Todos los fines de semana (antes de la pandemia), nuestras instalaciones se llenaban de vida y colores, pues éramos la sede de dos ligas:
• Liga infantil Monte Albán. Asistían 10 equipos cada fin de semana; 150 deportistas divididos en categorías de 7- 8 años y 15 -17 años. • Liga de Sóftbol. Asistían 2 equipos por fin de semana, 30 deportistas.
Durante estos últimos dos años hemos extrañado estos eventos, por lo que esperamos que la situación en la ciudad, en el estado y en el mundo mejore, y podamos recibir de nuevo a todos estos niños que cada fin de semana nos visitaban con mucha alegría y entusiasmo y que, sin duda, nos dejaban muchos aprendizajes.
Recuerdo la primera vez que jugué en la Academia de Beisbol Alfredo Harp Helú, parecía un sueño el poder tener un juego ahí. Todos deseábamos jugar en este lugar, y yo tuve la fortuna de hacerlo, como local y como visitante, por varios años, pues los campos recibían a las múltiples categorías de la Liga Monte Albán y otras ligas oaxaqueñas.
Aunque en Oaxaca existían varios campos, no tenían el mantenimiento, cuidado y calidad que tenían los de la Academia. En lo personal, yo me sentía en la Serie Mundial de Pequeñas Ligas; de ese nivel era la emoción de jugar en unos campos tan bonitos. También el saber que en esos mismos campos practicaban jugadores profesionales y las futuras estrellas de la liga mexicana, e inclusive de las grandes ligas, le agrega un toque especial, te hacía sentir que seguías los pasos que ellos estaban siguiendo y que, en algún momento, podrías pasar de ser un visitante a ser un “prospecto” y hacer de esos campos tu día a día; y no es una exageración, pues de esos pequeños que soñaban con ese paso, muchos lo dieron, unos juegan en estos momentos en la liga mexicana y otros van camino a las grandes ligas.
Es tanto lo que generaban esos campos en los niños que la misma liga creció: varios equipos se fueron uniendo por la experiencia de jugar ahí. Derivado de esto se construyó una enorme comunidad beisbolista a nivel infantil: y este se volvía no solo un campo de beisbol, sino un espacio abierto donde podías ir con la familia a disfrutar de este deporte, era un lugar nuevo para convivir. Pues como lo mencioné, recibía a varias categorías, lo que permitía ver diversos juegos; sobre todo para los más pequeños ver a los más grandes y para todos, en ocasiones, ver cómo se entrenaban las futuras estrellas del beisbol.
Sin duda alguna, el haber tenido la oportunidad de practicar el beisbol en la Academia quedará como una de las etapas más bonitas de mi vida, y estoy seguro de que el sentimiento es el mismo para todas esas generaciones que jugamos en estos bellos campos.
Gracias, Academia de Beisbol Alfredo Harp Helú, por la experiencia, los sentimientos, las jugadas, las amistades y muchas cosas más.
Guerreros de Oaxaca y el Colegio La Salle unen fuerzas para que los niños y jóvenes que juegan beisbol, o que están interesados en aprender este deporte, exploten sus habilidades bajo la tutoría de entrenadores con experiencia y sabiduría que podrán apoyarlos en todos los sentidos.
El pasado mes de noviembre, el campo de beisbol del Colegio la Salle fue testigo de la visita de peloteros que han jugado en la Liga Mexicana de Beisbol, cuerpo técnico y mánager del club Guerreros de Oaxaca, quienes participaron en diferentes actividades, como una charla en la que contaron sus experiencias dentro y fuera del campo para motivar a los nuevos prospectos oaxaqueños.
Con casi sesenta peloteritos en el terreno de juego disfrutamos de risas, emociones y momentos especiales; en las caritas de los niños se notaba la diversión. Todo el aprendizaje sobre este nuevo deporte y la convivencia con peloteros ya profesionales son momentos únicos que pueden vivirse en Guerreros La Salle.
“Es la primera vez que vi a jugadores de los Guerreros en vivo y estoy contento, además, Erik Rodríguez me enseñó a cachar, me firmó mi pelota y se tomó una foto conmigo. Estoy feliz”, nos dijo Jonathan, de tercero de primaria, que comienza a jugar beisbol.
De igual forma, Guerreros La Salle busca encontrar talentos que puedan militar en un futuro en el beisbol profesional, por eso, en la escuelita hay jóvenes que se preparan para ello. El pelotero Bruno, de secundaria, por ejemplo, expresó su sentir participando en este proyecto: “Me siento bien de estar aquí, se aprende mucho con tantas personas que han jugado beisbol profesional y estoy seguro de que mejoraré mis aptitudes para jugar. Quiero vestirme la casaca de Oaxaca en un futuro y por aquí se empieza”, finalizó el jugador de cuadro y lanzador.
Jugadores como Andrés Moreno, Sebastián García, Armando Angüis y el cuerpo técnico encabezado por Erik Rodríguez, Daniel Fernández y Guillermo Navarro, fueron los invitados especiales al entrenamiento, divididos en diferentes grupos para cada actividad con los niños y jóvenes; hubo prácticas de fildeo, bateo, catcheo y jugadas de posición, ya que estos son los “fundamentos”, lo esencial del rey de los deportes.
“Me siento muy contento de estar aquí. Hay muchos niños con aspiraciones, talento y que poco a poco tienen que seguir explotando esto. Felicito al club Guerreros de Oaxaca y al Colegio La Salle por este proyecto, sé que les va a ir muy bien”, comentó el mánager bélico Erik Rodríguez.
Todo, absolutamente todo, está revestido del barniz brillante que le presta el encanto de la novedad. De ahí viene que nuestros años de infancia son una poesía ininterrumpida. Arthur Schopenhauer
En los primeros años de vida construimos la esencia intangible de nuestro ser: destaca nuestra capacidad de admirarnos por cada objeto, experiencia, palabra o personaje que se postre frente a nosotros, es la etapa en la que se nutren lo que serán nuestras creencias, valores e ideales.
Es en este momento cuando una maravillosa infinidad de posibilidades nos indica cuántas cosas podremos hacer en el camino que se extiende frente a nosotros, pero ¿de qué nos nutrimos en la infancia?, o bien, ¿de qué estamos nutriendo a las nuevas generaciones? Explica Schopenhauer que durante nuestros primeros años de vida somos semejantes a las hojas tiernas de un árbol que conservan el color verde y fresco de lo nuevo, contemplan y palpan el viento mientras son nutridas desde la tierra y por el sol. Probablemente la tierra sea nuestro círculo más cercano: la familia y el sol lo que recibimos de ese pequeño grupo de amistades, conocidos y experiencias que provienen del exterior.
Así, el interés por salvaguardar el patrimonio, por que sea contemplado y delegado a las generaciones venideras, solo es posible por medio del sentido de pertenencia y apreciación. Este año 2021, en esa responsabilidad compartida, colaboramos en cuatro números de Casiopea, Revista infantil de la FAHHO en un trabajo conjunto con cada una de sus filiales.
Deseosos de nutrir y aprovechar el interés de los pequeños, acercamos el patrimonio a sus manos. Hemos puesto al alcance de este gran grupo de nuevos conocedores parte del trabajo que realizamos desde el Taller de Restauración FAHHO; así, en el número 1 de Casiopea, en la sección de “Manos a la obra”, les compartimos el recortable para la elaboración de una maqueta del Palacio Mixteco de la Casa de la Cacica, que conserva detalles de los chalchihuites y la disposición de cada una de las piedras que conforman los muros, y que fueron registradas una a una en el sitio. En el número 2 compartimos la historia “Las gigantas de piedra” del Museo Textil de Oaxaca, acerca de un proceso muy particular e interesante en restauración, la anastilosis, una técnica con la que recuperamos las columnas del patio. Para el número 3 presentamos“¡Todos a bordo!”, un viaje a través del patrimonio ferroviario del Museo Infantil de Oaxaca.
Finalmente, en el número 4 se incluye el texto “Compartiendo talentos”, una invitación a descubrir nuestra capacidad de crear; mediante la narración del proceso de restauración del Centro Cultural San Pablo damos a conocer el amplio quehacer de los especialistas que participaron en la recuperación del antiguo exconvento: ingenieros, arquitectos, arqueólogos, restauradores de bienes muebles, albañiles, herreros, entre muchos otros.
Sin importar la etapa de la vida en la que nos encontremos, los invitamos a albergar la capacidad más noble de nuestra infancia, la de impresionarnos. Dotemos del encanto de la novedad a todo lo que nos sea mostrado: nuestro entorno natural, nuestras prácticas culturales y las obras producidas por el hombre; y siendo adultos permitámonos la sorpresa que produce contemplar los antiguos edificios, la escala de los espacios, sus proporciones y formas, creemos una conexión con ellos.