Boletín FAHHO Digital No. 11 (Ene 2022)

Conocer para valorar

Hector Meneses

Lectora, lector: ¿a qué edad viste por primera vez un telar de cintura? ¿Cómo fue ese primer encuentro?, ¿en un libro, un documental, quizá en las manos de algún familiar? ¿Cuántos años tenías cuando palpaste el tacto de un tejido de seda de la Sierra Norte de Oaxaca? ¿Cuándo presenciaste la magia del añil, tinte que, tras dotar de un color verdosoamarillento a las fibras, se transforma en azul al entrar en contacto con el aire? Si aún no se te han presentado estas oportunidades, te extendemos la invitación para visitarnos en el Museo Textil de Oaxaca y experimentar todo lo anterior.

Es curioso cómo los textiles nos arropan desde el momento de nacer y, sin embargo, en muchos contextos suelen transcurrir varios años antes de que conozcamos lo que implica hacer un textil a mano: desde el cultivo de las plantas de algodón para obtener sus fibras y elaborar los hilos, hasta la cuidadosa selección de las maderas para tallarlas, lijarlas y preparar los telares. Es difícil apreciar y valorar lo que no conocemos, y si no conocemos los procesos que hay detrás de un tejido, no podremos otorgarle el valor que merece.

Visitar el MTO no se trata únicamente de contemplar el brillo y el color de los hilos, sino también de conocer el talento, el ingenio y la habilidad de las personas que crean las telas que visten los espacios que habitamos: entendiéndose “espacio” como una habitación, pero también como nuestros propios cuerpos.

En abril de 2017 el MTO abrió un espacio infantil para acercar a las niñas y a los niños a este tema. Ahí mostramos algunas de las fibras y tintes más usuales en Oaxaca, pero lo mejor fue que se trató de un lugar en donde todo se podía tocar. Acariciar un lienzo de seda produce una sensación distinta a la que provoca una tela de ixtle; además, la seda proviene de un gusano, mientras que el ixtle se obtiene de una planta de agave. En otro espacio presentamos un gran telar de marco donde se descubren las infinitas posibilidades que ofrece la creación textil. Quienes han tejido en ese telar nos han regalado sus combinaciones de colores, sus experimentos realizados con distintas técnicas (entre las que se incluyen nudos y trenzas) y hasta las iniciales de sus nombres. La más reciente adición a este espacio fue la presentación de distintos lienzos que ayudan a entender cómo se conforma y cómo se porta un huipil, un cotón o un quechquémitl (prenda por demás ingeniosa, exclusiva de Mesoamérica). Esta muestra es una invitación activa al juego, la experimentación, la comprensión y a la valoración del trabajo de los textiles elaborados a mano.

Uno de los momentos más icónicos en la historia del MTO y su relación con la infancia fue una exposición de 2012 titulada Telares que retoñan – artistas jóvenes del textil, una muestra presentada con el invaluable apoyo de Remigio Mestas. La participante más joven de la exhibición fue Idalia Martínez García, hija de Moisés Martínez Velasco —tejedor— y Gladys García Flores —hilandera y empuntadora—, originarios de San Pedro Cajonos, Oaxaca. Con tan solo ocho años de edad, Idalia participó con un rebozo de seda tejido en telar de cintura. Luego de esta exposición, en una tarea escolar se le preguntó qué quería ser cuando fuera grande, a lo que respondió: “Tejedora, como mi papá”.

Con el paso de los años, hemos conocido a más niñas y niños que encuentran significados en el quehacer textil, como Brisa López Villaseñor, de quien ya hemos platicado en este boletín.1 El caso más reciente es el de Daniel Hernández Salones, quien durante esta pandemia se acercó más al tejido que realiza su padre, Nelson Hernández Santos. Originarios de Santo Tomás Jalieza, Daniel participó en una mesa de hombres tejedores durante el evento de Ladx duu / Pueblo de hilo, organizado por el MTO en 2019. Su participación se dio en compañía de su padre, su abuelo, y otros tejedores de distintos puntos de Oaxaca. El encierro derivado de la contingencia provocada por COVID-19 hizo que Daniel refinara cada vez más su trabajo en el telar al grado de tejer cintas muy bellas que combinan hilos de algodón y de lana teñida con tintes naturales.

Recientemente, con el pretexto de la obra colectiva Panal Monumental, —que se presentó en el MTO durante octubre y noviembre del año pasado— tuvimos la oportunidad de conversar con tejedoras y bordadoras urbanas sobre lo atinado que sería volver a incluir conocimientos y prácticas textiles durante la educación formal de la niñez, pues no solo se desarrollan habilidades manuales, sino que también se fomenta un pensamiento creativo y flexible. De igual forma provocaría una mayor sensibilidad, empatía y respeto por esta labor, pues no se trata de una máquina que reproduce miles de copias una y otra vez, sino de personas que se expresan mediante los hilos y las manos. Mientras ocurre este ajuste educativo (¡y ojalá así sea!), y en tanto la situación sanitaria nos lo permita, el MTO seguirá ofreciendo su espacio para conocer más de cerca a las fibras y el talento de las personas que crean los tejidos que nos maravillan.

1 https://fahho.mx/una-brisa-que-vino-del-mar/


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