Boletín FAHHO Digital No. 11 (Ene 2022)

Graduaciones de Posgrado 2021*

Luis Salgado

En las últimas semanas hemos tenido en este auditorio varias ceremonias de graduación, después de 20 meses de no tener actividad académica presencial. Hoy nos alegramos con ustedes por la entrega de los diplomas que los acreditan como acompañantes de niños y jóvenes en la lectura, la cultura, el arte y la ciencia.

¿Quién no se ha sentido identificado en algún momento, con el personaje de un libro? Un libro puede convertirse en una máquina de sueños. Leyendo podemos ir a la antigua Grecia, a la Prehistoria o al Oaxaca de la época colonial; a través de la lectura es posible meterse en la piel de un joven mago, de un príncipe, de un pirata o de un detective; con una narración puede sentirse lo que significa ser un árbol milenario, un robot o un zorro. La lectura nos hace reflexionar sobre quiénes somos, cómo nos comportamos y, sobre todo, a qué aspiramos.

Y ya que ustedes harán soñar a otros, me gustaría insistir en lo que he dicho en las graduaciones de las últimas semanas: Esperamos mucho de ustedes. Los niños y jóvenes esperan mucho de ustedes. Dios espera mucho de ustedes, y tiene grandes sueños para cada uno de ustedes. A México le aquejan grandes necesidades y necesita personas comprometidas con la lectura, la cultura, el arte y la ciencia.

Solemos pensar que lo que nos separa de Dios son los malos deseos, como solemos llamarles, pero Dante Alighieri, el poeta supremo, el precursor del Renacimiento italiano, considera que lo que nos aleja de Dios es el hecho de que nuestros anhelos son demasiado pequeños, demasiado triviales, que nos conformamos con poco. En el “Tercer Canto” de la Divina Comedia, Dante Alighieri coloca en el infierno, justo en la entrada, a “los que no se comprometieron y vagaron por el mundo siendo neutrales ante todo acontecimiento, a los tibios, a los cobardes y a los pusilánimes”. Aquellas personas que nunca hicieron daño al prójimo, pero que tampoco le ayudaron.

Chava Flores, el gran compositor que con su ingenio retrató el folklor mexicano y que se ganó el título de cronista cantor, hablaba… o mejor dicho, cantaba en 1957, sobre los sueños del mexicano de esta forma:

¿A qué le tiras cuando sueñas mexicano?
A hacerte rico en loterías con un millón.
Mejor trabaja, ya levántate temprano,
Con sueños de opio, sólo pierdes el camión.

Quisiera creer que muchas cosas han cambiado y que a diferencia de lo que ocurría en México hace 50 años, ahora ya no solo soñamos con:

Sueñas un hada, ya no debes nada,
La renta está pagada, ya no hay que trabajar.
Que mañana nos casamos, que mañana sí
te pago.
Que no hay contribuciones, que ya no hay
mordelones,
que ya puedes ahorrar.
Que prestan en los bancos, que dejas de fumar.

Para aclarar a lo que me refiero cuando les invito a soñar, me gustaría referirme brevemente a una de las historias más antiguas y más conocidas, que se encuentra también en uno de los libros más leídos: el Génesis. Me refiero a la historia de José, cuyo sobrenombre es El soñador.

José creció mimado por su padre Jacob, ya que fue el primogénito de Raquel, su esposa favorita. Pero también creció bajo la mirada rencorosa de sus hermanos, a quienes no les gustaba que su hermano fuera el hijo predilecto. Pero lo que más frustraba a los hermanos de José eran sus sueños de grandeza. Una vez José soñó que once manojos de trigo, cada uno representando a uno de sus hermanos, se inclinaban ante su manojo. En otro sueño, José vio que el sol (que representaba a su padre), la luna (su madre) y once estrellas (sus hermanos), se inclinaban ante él. Seguramente conocemos lo que le ocurrió a José: sus hermanos desean matarlo, pero en lugar de ello, lo venden como esclavo a unos mercaderes de Egipto; y estos mercaderes lo venden al capitán de la guardia del Faraón. Por diversas intrigas es llevado a la cárcel, donde se da a notar por su trabajo y por la interpretación que hace de los sueños; el Faraón lo llama para que interprete el significado de su sueño: siete vacas flacas que se comían a siete vacas gordas; José revela al Faraón que su sueño anunciaba siete años de abundancia, justo antes de una hambruna que también duraría siete años y sugiere al Faraón que almacene grano para soportar el hambre de siete años que vendría después de la abundancia. El Faraón nombra a José gobernador del reino de Egipto y, finalmente, la historia concluye describiendo el modo como José administra sabiamente las reservas de granos para distribuirlas a los egipcios y a otros muchos pueblos (incluida su familia) cuando sobreviene el hambre.

José, el hijo de Jacob, descubrió que Dios quería decirle algo en sus sueños, y supo interpretar, en los sueños propios y ajenos, lo que el futuro ofrecía. Con ello pudo anticiparse a la catástrofe y salvó a los egipcios y a sus hermanos.

Si hacemos un pequeño análisis de José y sus sueños podremos diferenciar la vida del José adolescente del maduro:

José adolescente, similar a los sueños del mexicano de Chava Flores, tiene sueños de grandeza sin esfuerzo, y ve a sus hermanos inclinándose ante él.

José maduro vive una experiencia difícil y azarosa, pero aprende a trabajar duro, a administrar con eficacia y logra proteger a toda una nación del hambre.

La diferencia entre un adolescente y un adulto, en cuestión de sueños, radica en que el adolescente ignora el costo que tiene que pagar para convertir sus sueños en realidad; mientras que el adulto, quien, por supuesto sigue soñando, reconoce los duros trabajos que tendrá que emprender para lograrlos. La otra gran diferencia radica en que el adolescente sueña que es alabado, reverenciado; mientras que los sueños del maduro traen consigo fatigas, esfuerzo y, después, la salvación para muchos.

Ustedes han logrado terminar este diplomado en medio de la pandemia, pero también lo han hecho sosteniendo a sus familias, cuidando a algún ser querido, apretándose el cinturón, yendo todos los días al trabajo. Ustedes saben, por experiencia, que si nos preparamos, que si nos esforzamos, no es para obtener alabanzas, sino para servir mejor a nuestras familias y a la sociedad. Es cierto, en los sueños, en sus sueños, podemos descubrir el amor de Dios en nuestras vidas, porque eso significa prosperidad para sus familias y para México.

Los necesitamos a ustedes que, por sus conocimientos y experiencia, han asimilado la seriedad del magistrado y el realismo del comerciante, la dignidad de la nobleza y la responsabilidad del canónigo. Los necesitamos porque deseamos que los niños y jóvenes a quienes acompañan y educan, tengan, a su vez, grandes sueños para ellos y para
México. Y eso lo inducimos con las historias que les contamos y los libros que les damos.

Termino invitándolos para que agradezcan a Dios, a sus maestros, a sus familias y a todas aquellas personas que los acompañaron en este diplomado.

¡Enhorabuena!

Indivisa Manent,
Lo unido permanece.

* Discurso del rector de la Universidad La Salle Oaxaca pronunciado en el marco de la clausura del Diplomado, impartido en conjunto con Seguimos Leyendo, el día 1 de diciembre de 2021.


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