CUARTO CENTENARIO DE MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA (1547-1616)

El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha es un cristal, un momento de madurez extraordinaria de la lengua española. Dicha cristalización condensa y expande; acumula la sabiduría escritural de la narración occidental y agiganta colosalmente sus virtualidades. Los literatos fundamentales siempre han puesto su lengua a prueba frente a sus nuevas realidades. Y las grandes obras son la señal monda y lironda de esta pertinencia artística, de esta afinación literaria. Cervantes no sólo conquista y estampa verbalmente su época sino que inaugura, con la genialidad del demiurgo, la nuestra: en esto consiste el despliegue permanente de la grandeza cervantina. En efecto, si como dice la vieja certeza, El Quijote es la primera novela, entonces es la epifanía de la forma narrativa de la conciencia moderna, es decir, la aparición soberana del individuo en la Literatura (del yo autónomo portentosamente personificado en el ingenioso hidalgo) como principio, como clave pentagrámica para la construcción de mundos. Al enterarse el Quijote de que sus proezas son contadas en un libro titulado El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, dice a Sancho Panza: “[…] debe ser un sabio encantador el autor de nuestra historia”. Aún más: lo sorprenden el origen azaroso del libro y su autoría, o sea, el que un tal Miguel de Cervantes se haya encontrado una copia de la novela —cuyo autor es Cide Hamete Benengeli— en el mercado de Toledo, y la haya hecho traducir. Y tras este traslape y desdoblamiento de realidades en los que el autor real termina siendo copersonaje del personaje del personaje, artilugio literario que por lo demás tiene muy ilustres antecedentes; más nos asombra y divierte, como lectores(as), una nueva paradoja: que sea nada menos que el ficticio Quijote quien exija del arábigo escritor la veracidad sobre sus hazañas, y establezca una clara y puntillosa distinción entre los deberes del historiador y el poeta (léase el autor de ficciones).

Acervo de la Biblioteca Henestrosa

Y no deja de resultar pasmoso que esta hambre de realidad, del personaje imaginario que exhorta a la verdad a “su historiador”, se cumpla cabalmente, al grado de que su presencia opaca la biografía real e histórica de su autor; y que así enuncie y anuncie la supremacía de la escritura, síntoma entre síntomas (diría Nietzsche) de nuestra modernidad y nuestra zozobrante construcción y disputa interminable, y esta sí enloquecedora, por La verdad. Estas y otras lumbres (término usado por los estetas de la época de Cervantes para significar la luz que deja entrar por sus páginas la inteligencia creativa) dije lumbres, de la concepción artística, de la prosa fabulatoria del Don Quijote de la Mancha, lo configuran como manantial genésico de nuestras modernas y contemporáneas narrativas.

Concelebremos entonces los cuatrocientos años de la muerte de ese “sabio encantador” “más versado en desgracias que en versos” que fue Miguel de Cervantes. Festejemos a este gran afinador de la lengua, y el supremo artificio de su pluma que hizo, y sigue haciendo de Don Quijote, objeto de la pura imaginación, un sueño tangible ya que, su locura (su pulida singularidad que niega un universo social esclerótico por mezquino y espiritualmente anémico), su “lanza en astillero”, su batuta ética siguen orientándonos y, en ese sentido, hijo de la ficción, es más real que cualquiera de nosotros. Y aquí se cumple otra paradoja, si Cervantes, su autor, es su personaje, sus lectores, toda vez que somos humildes discípulos de su genial demencia, somos sus encarnaciones. Abramos paso, con inmensa alegría, al caballero andante que ha recorrido, recorre y recorrerá no la geografía de La Mancha, no la de Castilla la Vieja, sino el infinito perímetro de la imaginación universal.

Acervo de la Biblioteca Francisco de Burgoa

CERVANTES: 400 AÑOS DE SU MUERTE

El próximo 22 de abril se cumplirán 400 años de la muerte del novelista Miguel de Cervantes Saavedra. Ya en numerosas ocasiones la filatelia ha recordado al también poeta y dramaturgo español. Hace tres años nos llegaba al Mufi la colección filatélica de Alfonso Noriega Cantú titulada Personajes en la Filatelia, en la que destacaba no sólo la presencia de Cervantes y su Ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha, destacaba la emisión en sí misma de cuatro timbres del Sáhara Español, sellos que por su particular historia, al ser emitidos en 1958, año en que Infi y el Sáhara Occidental se convierten en provincias españolas, han pasado a ser uno de los más coleccionados por los amantes de la filatelia quijotesca. Hoy recordamos desde nuestra Bóveda Filatélica esta singular emisión que te invitamos a conocer.

Tiempos de reflexión

El abuelo José comentó hace mucho tiempo que los años pasan como las páginas de un libro, y que un nuevo año surge con sus páginas blancas para registrar dentro de ellas nuestros hechos inmortales o triviales. El abuelo José decía que “la edad del hombre es cada vez más corta”, y se preguntaba cómo llenar el resto de las páginas de nuestros libros. Deseaba entintarlas con obras gloriosas, aquellas que tienen una buena intención y pretenden el bien común. Con su voz modulada con un acento árabe, el abuelo aconsejaba: “No oscurezcas las páginas de tu vida, haz algo por la sociedad que te rodea”, y deseaba que cada uno de nosotros escribiera un hermoso renglón que nos hiciera sentir satisfechos por haber cumplido con nuestro deber hacia uno mismo y hacia la humanidad.

Esta anécdota quedó grabada en 1926, en las páginas de Al Jawater, Las Ideas, el periódico de José S. Helu. No volvimos a saber de ella hasta este año 2020, cuando, en el confinamiento, nos dimos a la tarea de revisar sus papeles. Sus palabras encendieron la idea de registrar los renglones escritos por la Fundación Alfredo Harp Helú a lo largo de más de veinte años de trabajar juntos por Oaxaca y por México. En estos momentos de encierro obligado es tiempo para hacer una pausa en el camino y mirar hacia atrás para evaluar lo que hemos hecho. Sus páginas son poemas de esperanza y amor por nuestro país. Sus letras hacen referencia a museos, bibliotecas y centros culturales porque creemos firmemente que la transformación de un país comienza por mejorar la calidad de la educación y dar acceso al conocimiento. Con este mismo amor hemos creado diversos programas de fomento a la lectura, como una necesidad intrínseca de compartir la experiencia de que muchas personas se internen en nuevos mundos, con brillantes horizontes. Nos dimos cuenta de que una manera sencilla para hacerlo era acercar los libros a las comunidades y colonias alejadas. Queríamos compartir los encuentros que nos hacen grata la existencia. Esa satisfacción ha sido infinita, no solo al ver el rostro de los niños cuando los acompañamos en sus lecturas en voz alta, sino también por el entusiasmo que le transmiten a sus padres y la forma en que los invitan a ser partícipes de esta experiencia. Muchas vidas cambian gracias a la lectura, la poesía, el arte, la música, la ecología y el deporte ya que nos brindan cobijo y múltiples posibilidades de aprendizaje. En las páginas de la Fundación muchas personas nos acompañan para disfrutar la vida de una manera más plena.

Nuestro libro tiene una buena sección dedicada a la conservación del patrimonio cultural y natural. Hemos llegado a lugares lejanos en los que hemos intervenido sus monumentos, pinturas, esculturas, bibliotecas y archivos; hemos logrado preservar la memoria de nuestros pueblos, como una de las páginas más valiosas y representativas de nuestra existencia. Así, hemos permitido que las voces de nuestros ancestros recobren su espíritu.

Nuestro libro tiene bellísimas ilustraciones. Los cielos coloridos de México han pintado su cultura con hermosas piedras de jade. Sus lenguas originarias han nombrado el mundo bajo su propia concepción y al valorarlas, nos nombramos a nosotros mismos. Las obras de arte popular nos hacen sentir afortunados, por eso, la Fundación ha brindado diversos apoyos a los artesanos y ha impulsado programas de difusión lingüística. Hay un hermoso capítulo dedicado a conservar y difundir el arte de las estampillas postales en el Museo de la Filatelia, así como el destinado a la valoración del trabajo y el significado de los textiles en el Museo Textil de Oaxaca.

Nuestro entorno natural es también nuestro hogar, de ahí que nos hemos avocado a fomentar proyectos de conservación de áreas naturales, de reforestación y plantación urbana. La naturaleza es un patrimonio invaluable que debemos cuidar y proteger. Nuestros proyectos de reforestación son, además, proyectos de participación social y encuentro que contribuye a regenerar la vida del planeta.

El año 2020 ha sido aleccionador, nos recuerda el valor de un abrazo y la cercanía de los seres queridos.

Durante esta pandemia que azota al mundo hemos decidido ser responsables y, por ello, hemos cerrado nuestras puertas, pero hemos abierto el corazón. No hemos dejado de trabajar para la comunidad. Actualmente, trabajamos para mejorar nuestros servicios, organizar y digitalizar nuestras colecciones para poderlas ofrecer a nuestros usuarios. Además, con todo el cuidado sanitario, seguimos con nuestros programas de restauración de inmuebles, de apoyo a los servicios de salud, al cuidado del medio ambiente y a los productores artesanales; también abrimos nuestro nuevo programa educativo digital que intenta responder a las necesidades del momento como un apoyo a los usuarios de las bibliotecas, museos y centros culturales que deben permanecer en casa.

Así, orgullosos de las páginas de la Fundación Alfredo Harp Helú, compartimos el poema del abuelo José:

Un año cayó en el abismo de las generaciones
con sus buenos y malos pliegos
y salió el sol del año entrante. Quizá
les traiga una buena noticia y esperanza
y con ella, los ojos de la felicidad los guarden
cada noche y cada amanecer.
Y que la pluma de El-Helou les dé un sorbo de miel
y de ella recojan dosis provechosas.

El-Helou, 1926.


Veinte años de leer el mundo

Trabaja por lo que creas, pero elige tus batallas.
Ruth Bader Ginsburg

La posibilidad de cambios instantáneos y la indefinición de nuestro mundo, así como la creciente incertidumbre, son hechos que confirman la idea de que vivimos en una modernidad líquida.1 Liquidez que tiene que ver con el tránsito de una sociedad “sólida” (estable y repetitiva) a una “líquida” (flexible y voluble) en la que las estructuras sociales ya no perduran el tiempo suficiente para solidificarse y no sirven de marco de referencia para los actos humanos.

La enorme red de comunicaciones construida sobre la Tierra acorta las distancias; los desplazamientos de los seres humanos, animales, plantas y mercancías se multiplican y realizan en menor tiempo; los acontecimientos son conocidos en el momento en que suceden, aunque se den en el otro extremo del planeta. Vivimos en esa aldea global2 donde la interacción económica, política, tecnológica, social y cultural lo abarca todo, y es impredecible en todas sus consecuencias.

Un virus nuevo, aparecido en un lugar del mundo es dispersado por infinidad de viajeros que, en el mismo día, contagian a los pobladores de países lejanos. La historia se acelera y nos obliga a encontrar soluciones en tiempo límite. Esa idea de “normalidad” en la que habíamos estado inmersos, sin mucho cuestionarla, enfrenta un parón de proporciones planetarias y nos obliga a repensar lo que hemos estado haciendo y lo que deberíamos hacer. Nos encontramos en un parteaguas de la historia.

Reflexionando sobre los veinte años cumplidos de un proyecto que permanece, se renueva y multiplica sus contribuciones a la sociedad, encuentro que uno de sus ejes podría formularse así: Aplicar la razón y la evidencia para el mayor bien común. Esta premisa se nutre de saberes y de ciencia, y los saberes y la ciencia se fijan en soportes físicos o digitales para conservarse y dispersar sus influencias. Como el Banco Mundial de Semillas, construido para proteger la riqueza y variedad vegetal y los cultivos de todo el planeta, así los libros y las bibliotecas son semillas que almacenan, conservan y diseminan estos conocimientos; son esas estructuras sólidas que nos resguardan de la evanescencia y por cuya conservación hay que luchar. Los saberes, los libros, los archivos y las bibliotecas son los que le dan solidez y aseguran la permanencia de las creaciones humanas, para que puedan ser aprovechadas por las nuevas generaciones.

La FAHHO tiene muy presente —incluso antes de concebirse como la Fundación que es hoy en día— que la preservación y difusión del conocimiento, a través de la cultura escrita, es piedra angular en la formación y desarrollo de las personas, las sociedades y las naciones.

Ofrecer la oportunidad para la recreación, enriquecer el conocimiento y la cultura de niños, jóvenes y adultos a través de la fundación de bibliotecas que ofrecen acceso amplio y gratuito a lo que se está produciendo, descubriendo y escribiendo en las diversas áreas de la ciencia, el arte y la cultura en general, pero también proteger, conservar y difundir lo que esa cultura ha producido con los esfuerzos de generaciones pasadas, para aprovechar esas improntas en la construcción del conocimiento contemporáneo, son preocupaciones permanentes de esta Fundación. Uno de los primeros aportes, en este sentido, toma forma al sumarse a múltiples esfuerzos por el rescate de las colecciones de libros de los siglos XV al XIX —incluyendo algunos incunables—, propiedad de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca y que hoy forman parte de la Biblioteca Francisco de Burgoa, declarada por la UNESCO como “Memoria del Mundo”.

Producto de la voluntad y esfuerzo del coleccionista, del H. Ayuntamiento de la ciudad de Oaxaca y de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, ha sido la apertura, en 2003, de la Biblioteca Andrés Henestrosa que, una vez restaurado su edificio, recibe los cerca de cuarenta mil volúmenes reunidos a lo largo de ochenta años de vida del escritor y bibliófilo oaxaqueño, don Andrés Henestrosa, autor de Los hombres que dispersó la danza. Abierta al público de lunes a domingo, ofrece a la comunidad de estudiantes, investigadores y al público en general, sus colecciones de Literatura, Historia, Arte, Arqueología, Ciencias Sociales, Humanidades y un Fondo Reservado con impresos del siglo XVII al XIX. Resguarda también colecciones que provienen de distintos orígenes y que hoy suman más de cincuenta mil volúmenes. Resignificada su función, la Biblioteca se ha convertido en un foro público donde sociedad, grupos e individuos presentan sus creaciones, propuestas y exponen sus preocupaciones con miras a construir una sociedad cada vez más informada, tolerante, justa e incluyente. Literatura, ciencia, música, cinematografía, lingüística, arte, entre otras manifestaciones, tienen espacio en este recinto a través de conferencias, lecturas, talleres, conciertos, exposiciones, performances, proyecciones, festivales, etc.

La FAHHO ofrece, en este mismo recinto, su biblioteca especializada en urbanismo, albergada por la Casa de la Ciudad, fundada en 2004, enfocada en el estudio de la problemática urbana y empeñada en crear propuestas con la mirada puesta en una ciudad cada vez más humana, participativa y sustentable.

Con la intención de ofrecer oportunidades para la lectura y fomentar su hábito a partir de edades tempranas —desde bebés hasta adolescentes—, y partiendo de una perspectiva lúdica, al margen de presiones de horarios, programas y calendarios escolares toma forma el proyecto de la BS Biblioteca Infantil de Oaxaca, abierta en 2003 y ubicada en el Barrio de Xochimilco, en el centro de la ciudad y zonas conurbadas. Esta es la oportunidad de tener un primer contacto con los libros, en donde se involucra a los padres para ligar la experiencia también a los afectos y establecerla en la dinámica familiar. Desde la BS se busca formar el hábito de la lectura mediante el juego, tanto para la recreación, como para la adquisición de conocimiento, estableciendo enfoques hacia la ciencia, el arte, la igualdad de género, la tolerancia y el cuidado del medio ambiente; también a través de actividades, exposiciones, talleres, conciertos, presentaciones, funciones teatrales y proyecciones, saberes que serán de gran utilidad tanto en el desarrollo escolar como en la construcción de una personalidad documenta- da, curiosa, imaginativa y crítica.

A partir de la apertura de la BS, este recinto acoge en sus instalaciones, a petición de su fundador, Francisco Toledo, a la Biblioteca Jorge Luis Borges. Creada en 1996, pone a disposición de ciegos y débiles visuales libros y revistas en braille, audiolibros, cursos permanentes de lenguaje braille, talleres de integración escolar, de ábaco Cranmer, de movilidad, así como becas a estudiantes de escasos recursos en todos los niveles escolares.

Cubrir las necesidades de lectura, esparcimiento, estudio, etc., representa un reto de gran magnitud para una biblioteca, dada la amplia extensión geográfica de Oaxaca que hay que cubrir, así como el número de habitantes que hay en ella. Por ello, en 2008 se ponen en marcha las Bibliotecas Móviles Urbanas, dos de las cuales viajan a veintiocho comunidades conurbadas de la capital que no cuentan con el servicio de biblioteca, ofreciendo actividades de animación a la lectura, juegos, talleres, préstamo de libros a domicilio, conciertos, proyecciones, etc.

Por otro lado, la Casa de la Cacica es un extraordinario monumento del siglo XVI que fusiona elementos arquitectónicos del mixteco postclásico y español renacentista. Fue restaurado por la FAHHO, el INAH y el Ayuntamiento de Teposcolula y alberga, desde 2013, a la BS Casa de la Cacica, en San Pedro y San Pablo Teposcolula. Proyecta la misma propuesta de la sede principal de la BS: fomento de la lectura entre niños, jóvenes y adultos. Aquí también tienen lugar manifestaciones del arte, la ciencia y la cultura, incorporando a sus propuestas los saberes de la comunidad a través de talleres de lengua y pelota mixteca, entre otros.

En el año 2017 vimos realizados dos grandes proyectos: la finalización de la restauración de la Antigua Estación del Ferrocarril Mexicano del Sur, emprendida por el Gobierno Federal, el Gobierno Municipal y la FAHHO, en la que se instala y abre sus puertas el Museo Infantil de Oaxaca (MIO). Este museo tiene como objetivo proveer de un sitio para la recreación, la educación, la cultura y el cuidado del medio ambiente y de los animales a través de talleres, juegos, exposiciones, proyecciones y múltiples actividades. Aquí mismo se abre un espacio para la BS Ferrocarril, que ofrece sus colecciones y actividades a niños, jóvenes y adultos en la misma línea de su sede principal.

Durante este año también se abrió el Archivo General del Estado, albergado en una magna obra arquitectónica, pensada con el alto grado de especialidad requerido para custodiar, organizar, estudiar y difundir la gran riqueza de los archivos históricos de la ciudad de Oaxaca. Se encuentra ubicado al poniente de la ciudad, en una zona conocida como la Ciudad de las Canteras, cuenta con un gran centro y jardín recreativo, y es enriquecido con la instalación de una nueva rama de la BS Biblioteca Infantil de Oaxaca.

En el año 2018 abre sus puertas el Salón de la Fama del Beisbol Mexicano, en el Parque Fundidora de Monterrey, en el que se instala también otra sede de la BS Biblioteca Infantil, y en la que se incluye la Colección Juan Vené de libros sobre beisbol.

Pero, afortunadamente, estas no son todas las bibliotecas a las que se ha contribuido para su apertura y funcionamiento. Hay diversas bibliotecas que son iniciativa de organizaciones y comunidades a las que la Fundación se suma por medio de donaciones de libros, muebles, equipo y actividades.

La pandemia nos ha obligado a cerrar las bibliotecas para contribuir, mediante el confinamiento, a evitar propagación del COVID-19, desalentando las reuniones de personas, mientras los científicos y médicos encuentran una solución. Entre tanto, trabajamos a puerta cerrada, manteniendo la comunicación con nuestros lectores echando mano de las redes sociales y replanteándonos la forma de nuestras propuestas, usando la tecnología para la interacción virtual. Obligados por las circunstancias, hemos recalibrado: dedicamos más tiempo a la organización y protección de las colecciones bibliográficas y preparamos contenidos educativos para apoyar a niños y jóvenes en su formación escolar. Tenemos también ese otro gran pendiente al que hay que abordar y concienciar a los niños y jóvenes para que también se sumen: el cuidado del medio ambiente. Afortunadamente, estamos aquí.

(1) Bauman, Zygmunt, Modernidad líquida, México, Fondo de Cultura Económica, 2000.
(2) McLuhan, Marshall, La aldea global, Barcelona, Gedisa, 2015


Haciendo memoria, recuperando memoria

En su pintura Le Destin (El Destino) de 1896,1 Henry Siddons Mowbray (1858, Alejandría, Egipto – 1928, Washington, Connecticut) nos ofrece una alegoría bastante heterodoxa de nuestras vidas. En un lenguaje visual con referencias estilísticas al renacimiento italiano, a la pintura académica francesa de la época (estudió pintura en París durante varios años), y con un sabor al prerrafaelismo inglés, el pintor crea una misteriosa escena en colores opalescentes y antinaturales. El nombre de la obra vuelve claro que aquí debemos descifrar una metáfora, pero la fuente no es obvia.

A la derecha, una enigmática mujer alada con corona de estrellas,2 algo fantasmal tras un matiz azul, provee los hilos dorados con los que otras dos bordan un tapiz de estilo medieval de caballería. Intuimos la referencia al hilo de nuestra vida creado por las tres Moiras, diosas griegas que rigen el destino humano: hilan, miden e, inevitablemente, cortan dicho hilo. Las tijeras en la mano de la mujer a la izquierda quizá la identifican como la Moira Átropos, pero no queda claro quién, de las otras cuatro mujeres, representa a Cloto, la que hila (y la que inventó el alfabeto griego) y a Láquesis, la que mide el destino. No hay duda, sin embargo, de que el tapiz es donde el hilo del destino borda las escenas de nuestra vida. El pintor nos presenta una metáfora de nuestra vida con referencias incompletas de un mito donde predomina el enigma, por lo que la verdad velada solo podemos intuirla. En ella, el símbolo del tapiz nos explica que los trazos y patrones mayores de nuestra vida solo se manifiestan con el tiempo, al pasar los hilos pacientemente por la urdimbre de nuestras decisiones.

Recurro a esta metáfora para contar los años de trabajo en los diversos proyectos de la fundación de Alfredo Harp Helú y de María Isabel Grañén Porrúa. Después de casi veinte años puedo vislumbrar, ya a la distancia, los diseños que el hilo de mi vida en Oaxaca ha ido tejiendo. En este tiempo pude iniciar y acompañar un número de proyectos culturales muy variados que hoy forman parte de la estructura de la Fundación. Y en cada proyecto me supe acompañado de amigos y colegas que aportaron su visión, conocimiento y sensibilidad.

Desde mi niñez viví el intenso interés de mis padres por la conservación de la ciudad antigua donde nací. Los grandes proyectos de “modernización” de la década de 1970, que causaron enormes daños en la ciudad, y la férrea resistencia de buena parte de la población —entre ella mis padres—, despertaron en mi la consciencia de que la conservación de una ciudad histórica no es solo la protección de edificios, sino también la respetuosa gestión de espacios públicos y claras políticas de movilidad sustentable — sueños aún lejanos en Oaxaca—. Así que —para seguir con las metáforas textiles— uno de los hilos conductores3 de mi trabajo en la Fundación ha sido el de la restauración de edificios y espacios históricos.

En 2001 iniciamos, los arquitectos Enrique Lastra, Benjamín Ibarra Sevilla y yo, la restauración de la Casa de la Cacica de Teposcolula, una construcción ruinosa y abandonada en las orillas del pueblo, pero que constituye lo que aún queda de un extraordinario palacio de seis cuerpos, morada de los descendientes de 8-Venado Garra de Jaguar, y testimonio de la explosión creativa que se dio en medio del drama que fue la colonización de la Mixteca. Este singular palacio, construido por un arquitecto mixteco que estaba buscando un nuevo lenguaje visual que mediara entre los dos mundos, fue parte de la refundación de Teposcolula a partir de 1552. La sala del trono, aposento del discurso tradicional del poder, fue —por lo mismo— construido en el más estricto estilo prehispánico, mientras que en las habitaciones privadas se incluyeron elementos nuevos como una chimenea, ventanas con molduras renacentistas y puertas de medio punto. El trabajo de rescate y restauración, minuciosamente documentado, nos llevó a reconocer plenamente las obras originales de arquitectos mixtecos del siglo XVI por toda la Mixteca Alta y a cuestionar el concepto académico meramente pobre de “tequitqui”. Hoy, este palacio es una pequeña biblioteca infantil.

Casi al mismo tiempo trabajamos en la restauración de la Casa de Visita, en San Miguel Tequixtepec, construida después de 1563, en la que los arquitectos chocholtecos interpretaron el lenguaje arquitectónico de los dominicos de Coixtlahuaca en materiales, técnicas y gustos locales de una estética llamativa y única. Estas casas de visita, construidas por la población local, sirvieron para alojar a los frailes en sus visitas a las comunidades y, para muchos pueblos, eran expresiones de la feroz competencia con las construcciones que se estaban levantando en las cabeceras y, a la vez, signos de cierta independencia política.4

En 2003 la Fundación emprendió la restauración de una bella casona oaxaqueña incrustada en lo que eran los terrenos del Oratorio de San Felipe Neri: la Casa de la Ciudad, espacio donde se contempla el pasado y el futuro de la urbe, y donde la Fundación desarrolló su estilo particular de restauración arquitectónica y urbana.

Hoy, esta línea de restauración ha llegado a la madurez con el trabajo del Taller de Restauración, bajo el liderazgo de Gerardo Virgilio López Nogales. En 2004 inauguré allí la primera exposición con una serie de extraordinarias vistas de la ciudad de Oaxaca que datan de 1875, realizadas por el fotógrafo Teobert Maler, desconocidas hasta entonces por estar mal clasificadas en los archivos del Instituto Iberoamericano de Berlín. En este mismo año, la Casa de la Ciudad fue la sede del Seminario de la Ciudad Histórica Actual, donde hablaron y conversaron grandes arquitectos y urbanistas como Jaime Lerner (Brasil), Joseph Acebillo (España), Mario Canti (Italia), Juan Miguel Hernández León (España), Paolo Ormindo de Azevedo (Brasil), Huig de Neef (Bélgica), Michael Meschik (Austria), Eusebio Leal† (Cuba), Rogelio Salmona† (Colombia), Teodoro González de León† (México) y otros destacados especialistas mexicanos. Tuve el privilegio de dirigir la Casa de la Ciudad hasta el año de 2010.

Desde este espacio se trabajó, de nuevo junto con el arquitecto Enrique Lastra, el rediseño de la Plazuela de la Cruz de Piedra, donde la antigua ciudad de Oaxaca colindaba con el pueblo de Xochimilco del Marquesado, un remanso de paz desde que, en 2009, se cerró al paso de los coches. Hoy en día, el encanto de este rincón de Oaxaca es obvio. Su ejecución por parte del municipio permitió que, en 2015, se conectara esta parte con el Zócalo mediante el proyecto municipal de rediseño de la calle de García Vigil y la parte norte de Macedonio Alcalá.

En 2005 inicié, con el arquitecto Gerardo Virgilio López Nogales, el proyecto de recuperación de San Pablo, el primer convento de Oaxaca, y, a la vez, con el arquitecto Juan José Santibáñez, la restauración/ reconstrucción de la Casa Antelo, un edificio de dos pisos que un rico comerciante había construido en la huerta del convento. En este segundo edificio se inauguró, en 2008, el Museo Textil de Oaxaca, uno de los proyectos favoritos de María Isabel Grañén Porrúa. Por otro lado, redescubir los innumerables secretos y detalles del antiguo monasterio completamente olvidado y absorbido por construcciones posteriores fue una aventura y un desafío sin igual; el diálogo con las propuestas arquitectónicas de Mauricio Rocha Iturbide —quien se incorporó en la segunda fase de la obra— fue una experiencia contemplativa de la cual aprendí mucho. En el proceso se recuperaron —tras los estudios arqueológicos e históricos— casi tres mil años de historia de Oaxaca, cambiando definitivamente nuestro conocimiento del pasado.5 En 2011, la Fundación inauguró aquí sus nuevas oficinas. A mi parecer, esto no fue solamente la restauración de un edificio, sino la creación de un espacio peatonal a cielo abierto al interior de la manzana que sirve como un oasis en el bullicio de la ciudad. De hecho, intuitivamente, diría que el punto central del proyecto no está dentro de los edificios, sino en la pequeña plaza triangular frente a ellos.

En estos años coordiné, con la Coordinación Nacional de Conservación del Patrimonio Cultural del INAH y otros restauradores, la restauración de retablos en Tejupan, San Bartolo Yautepec (todo un desafío, ya que habían sido sobrepintados con pintura oro de Comex), San Juan Bautista Coixtlahuaca (con el World Monuments Fund y el INAH), Suchixtlahuaca, Teotitlán del Valle, Santa María Cuquila, Teotongo, Tataltepec y varias otras comunidades. Fue esta convergencia la que hizo posible adoptar un retablo desechado en la sierra norte para la Capilla del Rosario de San Pablo, donde de nuevo luce.

Sin embargo, estos proyectos no fueron lo que inicialmente me trajo a Oaxaca. Un día, hace muchos años, un egiptólogo, esposo de la maestra de griego y latín de lo que sería el equivalente a la secundaria que cursaba, nos hizo el favor de dar una clase sobre la escritura egipcia. Así que desde que tenía 14 años supe que el estudio de otras escrituras complejas y la filología eran los temas que me interesaban. Llegué a Oaxaca, ya hace más de treinta años, para estudiar su increíble patrimonio documental. Fue por este tema que coincidí con María Isabel Grañén Porrúa, en la Biblioteca Francisco de Burgoa. Habiendo sido formado en las intersecciones de la historia y de la filología, los documentos pictográficos y los documentos escritos del siglo XVI fueron mi entrada a Oaxaca.

Este otro hilo conductor en mi vida profesional lo comparto también con queridos colegas en Oaxaca y México. Y aunque buena parte del trabajo académico en este tema lo he desarrollado en la UNAM, la Fundación ha sido un espacio importante desde el cual he emprendido acciones reales por la conservación de este patrimonio —constantemente amenazado por robo y descuido—, más allá de su uso para la investigación. Se logró parar la venta de documentos robados (por ejemplo, los dos lienzos de Santa Cruz Papalutla); se recuperaron documentos vendidos indebidamente al extranjero (por ejemplo, la Doctrina Christiana en Lengua Chinanteca de Santiago Xoxocotepec, de 1755, ahora en la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia); se regresaron otros a Oaxaca para ponerlos a la disposición de los investigadores y de las comunidades de origen (por ejemplo, las tres hojas del Códice Yanhuitlán, el Lienzo de Ayautla —con el entonces Secretario de Cultura Rafael Tovar y Teresa— y el Fragmento Dorenberg); se ayudó a varias comunidades a conservar sus documentos de manera más profesional y segura (por ejemplo, los lienzos de Nativitas y Tulancingo) y se denunció en varios momentos la venta en casas de subasta de documentos robados. Durante años, trabajé todos los sábados en la limpieza del archivo municipal de Teposcolula, como parte del proyecto de rescate de archivos municipales de la Fundación y de ADABI de México.

Como consecuencia de esta línea, en 2012 abrió sus puertas un nuevo proyecto en las recién terminadas instalaciones del Centro Cultural San Pablo: la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova (BIJC), la cual codirijo al lado del filólogo y lingüista Michael Swanton y en estrecha coordinación con María Isabel Grañén Porrúa. La biblioteca articula servicios y acervos académicos con proyectos culturales, sobre todo los que tienen como propósito promover las herencias culturales de Oaxaca y México. Además de ofrecer servicios bibliotecarios, sus actividades abarcan eventos, exposiciones, cursos, investigación académica y protección del patrimonio cultural. Las exposiciones colaborativas con Santa María Zacatepec sobre la interpretación de sus lienzos (2012), o con Chicahuaxtla, relacionada con la memoria del héroe-bandido Hilarión (2014) fueron experiencias que marcaron el camino para un programa de intercambio de exposiciones con comunidades por todo el estado. Desde sus inicios, la BIJC ha buscado ser una biblioteca del siglo XXI, con personal tanto de formación profesional en bibliotecología, como con arraigo en la realidad lingüísticamente diversa de Oaxaca. Consecuentemente, la BIJC ha intentado indicar el camino hacia la época digital para la Fundación.

Entre los acervos de esta biblioteca destacan colecciones familiares para el estudio de la historia de la ciudad de Oaxaca o de los cacicazgos indígenas de la época virreinal.6 Además, la BIJC incorporó los legados de varios investigadores sobre temas de la historia cultural y lingüística de Oaxaca, algunas por compra y otras por donación.7 Finalmente, incluye una de las colecciones más extensas a nivel nacional de impresos y manuscritos en lenguas indígenas de México, cuyas fechas van de 1555 hasta la actualidad.

En relación con este último tema, uno de los proyectos principales y favoritos de la BIJC ha sido la creación del repositorio digital interinstitucional dedicado a la documentación virreinal escrita en lenguas indígenas de México (satnu.mx). Las exitosas tradiciones de escritura en varias lenguas durante la época colonial son un hecho poco conocido. El sitio fue creado con el objetivo de difundir su existencia y estimular su estudio. Allí se pueden encontrar cientos de textos virreinales escritos en mixteco, zapoteco, chocholteco, chontal y náhuatl de Oaxaca, purhépecha y náhuatl de Michoacán, otomí y matlatzinca. En 2019 se formalizaron con la UNAM dos seminarios con grupos de hablantes de mixteco y zapoteco para trabajar en la lectura, comprensión y traducción de los antiguos textos.

A lo largo de los años, miles de personas han encontrado en estos espacios y sus proyectos la información, el respaldo o la inspiración para hacer a su vez numerosos proyectos, desde la profesionalización individual hasta el impulso de proyectos comunitarios.

Y al ver ahora a la distancia las figuras que fui tejiendo, entiendo que todo esto tiene que ver con mi propia manera de descubrir lo único que es Oaxaca. Su increíble diversidad biológica y cultural, su singular historia de fuertes culturas y comunidades indígenas con profundas raíces bien ancladas en una manera extraordinaria de entender el mundo, regadas en las sierras alrededor de una ciudad española hegemónica, que convive con ellas pero nunca las quiso. He tenido singulares experiencias para conocer la cultura mesoamericana en sus expresiones vivas y confieso que no siempre fui plenamente consciente del privilegio que se me brindaba. Después entendí que “cultura” no es más que una forma socializada, funcional e histórica de tejer los hilos de la vida, de crear sentido y dar significado a la existencia humana. Entendí que la mesoamericana es una de aquellas grandes culturas —o significadores— del mundo, pero —por la situación colonial— también una de las menos entendidas, por lo que su relación con el mundo no-indígena ha sido enormemente compleja a lo largo de cinco siglos, dejando en el camino, quizás por esto, miles de textos y documentos que sutilmente enlazan las palabras de hoy con el mundo del pasado y revelan la larga trayectoria de conocimientos, técnicas y formas de vivir. Creo que siempre fue este viaje de descubrimiento personal el que quise compartir y explicar a través de los proyectos iniciados en la Fundación.

En la pintura de Henry Siddons Mowbray el tiempo fluye de derecha, donde surge la fuerza cósmica y los hilos de la vida, a izquierda, donde la Moira Átropos gira su mirada hacia una bola de cristal mientras mantiene su mano con tijeras en el tapiz. Ya está la figura del tapiz bordada, pero solo ella puede saber cómo y hasta dónde se puede seguir metiendo la trama entre los hilos de la urdimbre.

(1) Museum of Fine Arts, Boston.

(2) Esta iconología de una mujer alada con corona de estrellas es frecuentemente la de Urania, la musa y alegoría de la Astronomía y Astrología, y, por lo tanto, conocedora del destino.

(3) El original “hilo conductor” fue el hilo de Ariadna que permitió a Teseo de Atenas hallar el camino de salidadel Laberinto tras matar al Minotauro.

(4) El Taller de Restauración de la Fundación restauró otra casa de visita en San Juan Teposcolula.

(5) En el momento de escribir estas líneas estamos por formalizar la colaboración con el Gobierno del estado para iniciar la restauración de la antigua Alhóndiga de Oaxaca, un edificio que en su subsuelo conserva las evidencias fundacionales de la ciudad: la plataforma prehispánica del mayordomo de Moctezuma y, encima de ella, las cimentaciones de la casa de Hernán Cortés.

(6) Quiero reconocer aquí la gran generosidad de las familias y personas que han donado sus colecciones a la Biblioteca con el objetivo de ponerlos al alcance de los investigadores e interesados: Luis Octavio Castro Oropeza, de Tezoatlán; la señora Judith Camacho Hernández, por parte de la familia Ladrón de Guevara, de Cuicatlán; Ángeles Fernández del Campo, por parte de su finado padre don Luis Fernández del Campo, de Oaxaca; la familia Tort de Oaxaca; el notario Alfredo Castillo Colmenares; Pina Hamilton, de Oaxaca y el matrimonio de Juana Conde Rodríguez y Fortino Hernández Matías, de Yatzachi el Alto

(7) Aquí queremos agradecer a Kirsten Weitlaner Johnson y la familia Smith-Stark por sus generosas donaciones a la Biblioteca.


El exconvento de San Pablo y la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova: Sumando historia a la historia

Detrás de la mole del magnífico teatro que hoy honra al compositor oaxaqueño Macedonio Alcalá se esconde una joya histórica de Oaxaca. Terminados los grandes muros del teatro, de repente se rompe la casi implacable regularidad de la traza hipodámica de la vieja Antequera y un callejón escondido da acceso a un espacio abierto al interior de la manzana. Grandes rejas de varillas de hierro entretejidas al rojo vivo, diseñadas por el maestro Francisco Toledo, recordado hoy por su inmenso amor a Oaxaca, sugieren que estamos entrando a un espacio demarcado y especial. Un piso enladrillado, intercalado con pasto verde, en combinación con los muros de cantera de una antigua iglesia del siglo XVII, hablan de un espacio antiguo, un lugar con mucha historia. De hecho, fue en este lugar donde los dominicos establecieron su primera sede en Oaxaca en el año de 1528. En aquel entonces no fue nada imponente. Testigos en una residencia de pocos años después declararon que había solamente un muro de adobe que rodeaba tres manzanas de la ciudad1 y una sencilla construcción de adobe en su interior, todo levantado por los pueblos originarios que estaban asentados alrededor de la nueva villa española. Esta primera iglesia y casa, con el nombre de Santo Domingo, probablemente ya tenía una capilla abierta con la advocación de San Pablo, reservada para la población indígena de los Valles Centrales.

Pero desde esta humilde fundación, la orden de predicadores proyectó con el paso de los años su dominante presencia por todo el sur de Mesoamérica, tan lejos como San Salvador y Honduras, con la excepción de la península de Yucatán donde predominaron los franciscanos. Ya a mediados del siglo XVI, la orden vio necesario solicitar el permiso a la cuidad de Antequera para hacerse de un nuevo espacio, dos veces mayor al primero, en la orilla norte de la ciudad, para una nueva sede. Desde el temprano siglo XVII, cuando los frailes habitaron esta sede, la primera quedó en la sombra y, en varias ocasiones, en ruinas. Por lo mismo, el mantenimiento y las reconstrucciones necesarias generaron problemas constantes que los frailes resolvieron vendiendo las esquinas del atrio y la mayor parte de la huerta para la construcción de casas; por ejemplo, la que es ahora el Museo Textil de Oaxaca, en cuya principal sala de exhibición aún podemos ver cómo colinda con el muro exterior de la Capilla del Rosario del convento. Debido a este proceder, el convento terminó encerrado al interior de la manzana, con solo unos callejones como accesos. Reconstruido varias veces a raíz de los frecuentes temblores, finalmente fue nacionalizado en 1860 y poco después, junto con el convento de San Agustín, vendido a particulares para crear un fondo con el cual pagar a los profesores del Instituto de Ciencias y Artes del Estado. Es por esta razón que ambos conventos son propiedad particular desde hace más de siglo y medio. En 1862 se abrió la calle de Fiallo, demoliendo una casa al lado del actual Museo Textil, más el ábside y la sacristía de San Pablo, y se cerraron los callejones de acceso, por lo que el antiguo edificio comenzó a desaparecer en la masa construida de la manzana.

Entre 2005 y 2011, en un proceso sumamente complejo que involucró a arqueólogos, historiadores, restauradores, arquitectos e ingenieros, la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca recuperó la mayor parte del antiguo complejo, juntando, poco a poco, las distintas propiedades que la constituían. Solo la nave de la iglesia quedó fuera del proyecto, ya que actualmente sigue siendo una casa habitada. Los trabajos arqueológicos cambiaron por completo lo que sabíamos de la historia de Oaxaca anterior a la ocupación mexica. Entierros, cerámica y muros de las fases anteriores, y de los inicios de Monte Albán revelaron que aquí existió, desde hace 2,800 años, un pequeño asentamiento de los ancestros de los actuales zapotecos. Sin embargo, el sitio parece haber sido abandonado en la etapa de Monte Albán I (antes de 100 a.C.).

En 2008 se abrió el Museo Textil de Oaxaca, en la llamada Casa Antelo y, en 2011, se abrió el complejo conventual recuperado, este útlimo como la nueva sede de la Fundación, integrando diversas funciones culturales en sus espacios. Desde el día de su apertura se ha posicionado como un hito cultural y una atracción turística en el centro de Oaxaca, donde propios y extraños buscan un momento de distracción con un café, descubren la historia del antiguo edificio y, con ella, la de la ciudad, se reúnen para enseñar, aprender y reflexionar, o acuden a disfrutar de alguna de las actividades constantes.

El convento y su iglesia no estaban destinados al servicio de la población española, sino a la conversión de la población indígena alrededor de la ciudad. Por lo mismo, en la capilla de San Pablo se predicaba en mixteco, zapoteco y en náhuatl, y desde aquí los dominicos coordinaron sus importantes estudios sobre estas lenguas indígenas de Oaxaca. A la vez, el convento incluyó lo que probablemente fue la primera biblioteca de Oaxaca. Hoy, algunos de los libros de esta biblioteca se conservan y están incorporados al acervo de la Biblioteca Francisco de Burgoa de la UABJO, y se les reconoce por la marca de fuego de San Pablo en su canto.(2) Actualmente, no sabemos dónde estaban precisamente estos libros en el exconvento de San Pablo, pero la historia del antiguo convento y su biblioteca fue una inspiración para crear, en el edificio restaurado, una biblioteca moderna dedicada a la historia cultural y a las lenguas de los pueblos de Oaxaca: la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova de la FAHHO. Este repositorio de información sobre Oaxaca abrió sus puertas en agosto de 2012. En los ocho años de su existencia la biblioteca ha recibido a un poco más de ochenta mil usuarios.

A pesar de su escenario histórico, es una biblioteca del siglo XXI que combina entornos físicos y virtuales. Al ampliarse lo físico con lo digital, la biblioteca se vuelve un repositorio de información que sirve a diversos públicos en Oaxaca y alrededor del mundo. Es un espacio acogedor y multicultural, coordinado por bibliotecarios profesionales y multilingües (hablantes de español, mazateco, mixe, triqui, inglés, entre otros) que ayudan a orientar a los usuarios a encontrar la información que necesitan. En un día normal, los usuarios de la biblioteca pueden ser estudiantes universitarios que necesitan un lugar inspirador en el centro de la ciudad para estudiar, delegaciones de comunidades indígenas que buscan información sobre sus pueblos o investigadores internacionales que trabajan en colecciones especializadas.

La colección de la biblioteca tiene un fuerte enfoque hacia la historia cultural de Mesoamérica y posee importantes acervos de arqueología, historia, lingüística y antropología. Son particularmente notables sus materiales históricos sobre la ciudad y el estado de Oaxaca, sus colecciones de textos en lenguas indígenas de México (especialmente oaxaqueñas) que van desde 1555 hasta la actualidad.

El nombre de la biblioteca evoca el pasado del exconvento como un centro de estudio de las lenguas oaxaqueñas: Fray Juan de Córdova fue autor de una gramática del zapoteco del siglo XVI y de un extraordinario vocabulario de este mismo idioma, se hospedó en este convento cuando llegó por primera vez a Oaxaca y décadas después murió entre sus muros. Las distintas salas de la biblioteca llevan los nombres de otros personajes históricos que visitaron o vivieron en este convento, por ejemplo, el especialista del náhuatl en Oaxaca del siglo XVII, fray Nicolás de Rojas, el gramático del mixteco del siglo XVI, fray Antonio de los Reyes, y Luis de León Romano, el erudito italiano de mediados del siglo XVI que impulsó importantes obras públicas en la ciudad de Oaxaca, y que fue enterrado en la iglesia del convento.

Entre los manuscritos e impresos especiales encontramos las colecciones y fondos históricos sobre Oaxaca, como las de don Luis Castañeda Guzmán y don Luis Fernández del Campo, pero también los archivos de destacados investigadores como John Paddock, Emily Rabin, Irmgard Weitlaner Johnson y Thomas Smith-Stark. Entre los materiales que resguarda la biblioteca podemos encontrar fotografías de pueblos indígenas de mediados del siglo pasado tomadas por Irmgard Weitlaner Johnson, antropóloga pionera en el estudio de textiles; el pasaporte que el joven gobierno mexicano expidió en 1829 a Claudio Linati, el hombre que introdujo la litografía en México, para “voluntariamente” abandonar el país por su visión demasiado crítica. También se conserva uno de los pocos textos —el más bello— redactados en la lengua chiapaneca, hoy extinta; el reglamento de prostitución de Santa María Oaxaca alias El Marquesado, de 1907; un vocabulario de la lengua náhuatl, impreso en 1555 por Juan Pablos, el primer impresor de la Nueva España; el primer folleto del Homenaje Racial de 1932; tres hojas del famoso Códice [de] Yanhuitlán, cuyas otras hojas se conservan en el Archivo General de la Nación y en la Biblioteca José María Lafragua, de Puebla; los planos elaborados por el arquitecto Francisco Tort para la fábrica textil de San Agustín; un voluminoso sermonario de 1614 impreso en náhuatl por Cornelio Adrián César, un huérfano nacido en el sitio español de Haarlem (1574) en los Países Bajos, que ilegalmente llegó a la Nueva España en la flota del nuevo virrey de 1595 y quien se convertiría en el impresor más importante de la Nueva España a finales del siglo XVI y temprano siglo XVII. O una de las colecciones más grandes del mundo de cartillas y materiales de lectoescritura en lenguas indígenas producidos durante el siglo XX.

Siguiendo el clásico perfil de las bibliotecas de investigación, la Juan de Córdova entrelaza la información (sus colecciones) con la investigación y la cultura. Entre sus proyectos de investigación, frecuentemente llevados a cabo en cercana colaboración con comunidades tradicionales, mencionamos el estudio de los dos lienzos de Santa María Zacatepec que derivó en una gran exposición en el Centro Cultural San Pablo (2012) y, posteriormente, en la comunidad misma. La colaboración incluyó una variedad de maneras de difundir los resultados entre la población: la conformación de un grupo de teatro, una visita al Museo Nacional de Antropología y otros eventos en la comunidad.

Con la comunidad triqui de San Andrés Chicahuaxtla se creó una exposición sobre su héroe Hilarión (2014), quien vive en la memoria oral de la comunidad como un hombre legendario que luchó al lado de los triquis en los conflictos de haciendas azucareras.

La biblioteca trabajó durante varios años en el registro de las distintas tradiciones antiguas alrededor del consumo del cacao. Oaxaca es una de las regiones más ricas en este tema, con tradiciones, técnicas y gustos de gran antigüedad, pero esta diversidad de usos y recetas es poco conocida. Y para dar un último ejemplo, en colaboración con comunidades de la Mixteca Baja, se curó una gran exposición sobre el estilo ñuiñe que caracteriza a las inscripciones y ciertos objetos de la época clásica (400- 800 d.C.) de esa región. Esta exposición de 2016 surgió del estudio del legado de John Paddock, quien, en la década de 1960, fue el primero en identificar este particular estilo iconográfico. Las investigaciones de la biblioteca generan conocimientos que son continuamente transformados en exposiciones que viajan por comunidades de todo el estado.

La biblioteca también ha sido coorganizadora de grandes eventos culturales y académicos. Entre 2011 y 2015, en el mes de diciembre, se realizó la Posada del Cacao en la que mujeres y hombres de distintas comunidades viajaban a la ciudad de Oaxaca para compartir sus tradicionales bebidas de cacao con los visitantes. Las posadas incluían una calenda, música, conferencias, exposiciones y una degustación, tuvieron tal éxito, que se rebasaba el aforo del atrio de San Pablo.

En cuatro ocasiones (2012, 2014, 2016 y 2018)3 la biblioteca fue la sede del Coloquio sobre Lenguas Otomangues y Vecinas, un encuentro bianual que reúne a especialistas e interesados en las lenguas habladas en Oaxaca. Este es, por mucho, el evento más importante sobre las lenguas de Oaxaca ya que atrae a especialistas y activistas de la conservación y revitalización de las lenguas.

El COLOV es un evento académico y a la vez cultural. Las conferencias se entremezclan con exposiciones, conciertos y otros eventos en los que las lenguas de Oaxaca son el tema central.4 Es la principal ocasión en que activistas y oaxaqueños interesados pueden conocer e interactuar con investigadores de otras latitudes. La biblioteca ha organizado, junto con la Universidad de Massachusetts-Amherst, el INALI, el CIESAS y la UNAM, una serie de seis talleres para hablantes de lenguas otomangues y oaxaqueñas, tres dedicados al análisis de tono (2012-2014) y tres más dedicados a gramáticas pedagógicas (2015-2017). Estos talleres reunieron a hablantes de estos idiomas con algunos de los principales lingüistas de lenguas tonales y gramáticas pedagógicas del mundo. En 2018 la biblioteca fue coorganizadora de la sesión anual de la Sociedad Americana de Etnohistoria en Oaxaca, la segunda ocasión en que esa sociedad decide hacer su evento anual en México.

Las actividades de la biblioteca también incluyen las publicaciones. Ha participado en la edición de libros especializados y para primeros lectores de lenguas indígenas. También ha incursionado en las publicaciones digitales, de las cuales la más importante es Satnu: repositorio filológico mesoamericano que incluye cientos de textos digitalizados en zapoteco, mixteco, chocholteco y otras lenguas indígenas que se produjeron durante el Virreinato. En este proyecto participan, hasta ahora, el Archivo Histórico Judicial de Oaxaca, el Archivo General del Estado de Oaxaca y el Archivo General de la Nación. Recientemente, en colaboración con la Endless OS Foundation, la biblioteca alberga el proyecto Endless Oaxaca Multilingüe que utiliza el sistema operativo Endless basado en Linnux para ayudar a reducir la brecha digital que, lamentablemente, caracteriza a Oaxaca. Otra colaboración importante de la biblioteca se da con el Centro Profesional Indígena de Asesoría, Defensa y Traducción, A.C. (Cepiadet), asociación de abogados bilingües que defiende los derechos indígenas y lingüísticos. Entre las numerosas actividades conjuntas, destaca la publicación en línea de Ndiya, sitio dedicado a la orientación sobre el pluralismo jurídico y diversidad lingüística.

A la par de las actividades anteriores, la biblioteca busca mejorar el nivel de sus servicios mediante la contratación de personal profesional, la constante capacitación del personal, no solo de la bibiblioteca, sino de las que así lo requieran, además de la construcción de sistemas autónomos de servicios digitales. Para lograr estas funciones, fue cofundadora de la Red de Unidades de Información de Oaxaca (RUIO) en la que participan unas dieciséis bibliotecas, y se ha dedicado a construir —siempre buscando alianzas y sinergias— la plataforma de información digital de la FAHHO, basada en programas de código abierto que permitan la independencia de los sistemas.

Como dato curioso, durante los años de 1834 y 1860, el Instituto de Ciencias y Artes del Estado estuvo ubicado en el convento —todavía propiedad de los dominicos—, por lo que arriba de una de las puertas de la actual biblioteca puede leerse el rótulo “Aula de Derecho”. Sin duda, detrás de esta puerta daba sus clases el licenciado Benito Juárez, en aquellos años catedrático de Derecho Canónigo. En estos espacios se formaron los pensadores liberales que años más tarde implementarían las Leyes de Reforma, dando inicio al Estado laico moderno. El edificio de San Pablo siempre tuvo una vocación educativa y de investigación, aunque obviamente determinada por la particular matriz social en la que funcionaba. Para el siglo XXI, la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova retoma este hilo histórico, pero esta vez desde una visión en la que los pueblos y naciones de Oaxaca son reconocidos como los actores históricos que fueron en la conformación de la actual sociedad diversa y contrastante de Oaxaca y de México.

1 Originalmente, los dominicos tenían tres manzanas, su propiedad llegaba hasta la actual calle de Xicoténcatl. La última manzana, entre Melchor Ocampo y Xicoténcatl, se regresó a la ciudad cuando adquirieron las seis manzanas para su nuevo convento en la década de 1550. Hasta 1862 las dos manzanas restantes quedaron juntas, por lo que la actual calle de Fiallo topaba con una casa que existía al lado de lo que hoy es el Museo Textil de Oaxaca. Frente a la actual Proveedora Escolar había un muro que escondía la parte restante de la huerta del convento, ahora un jardincito público.
2 Esta marca de fuego dio pie al logo del Centro Cultural San Pablo.
3 En estos años la Posada del Cacao recibió un importante apoyo por parte de Chocolate Mayordomo, a cuyos dueños les agradecemos su generosidad.
4 En cada una de sus ediciones, el COLOV ha recibido importantes aportaciones de instituciones como el INALI.


El poder del diálogo para transformar nuestra sociedad

¿Qué es el Museo Textil de Oaxaca? Es una casa antigua ubicada en el centro histórico de Oaxaca de Juárez. Cantera verde compone sus muros y, en su portada, labrada entre escudos y pilastras, se disimula un personaje con la boca abierta y la lengua de fuera. Pero no todo es arquitectura virreinal: el MTO también es una estructura que se levanta de arcilla modelada a mano y cocida. Dos grandes muros, revestidos de ladrillos y en forma triangular, nos invitan a pensar en el dinamismo, en el cambio y en la transformación, por más sutil que esta sea. Por sólido que sea el muro, también es sumamente mutable. La intensidad de la luz, la saturación del color del cielo, la lluvia suave o la tormenta más feroz: todo incide en esa piel de barro cocido. Pero ¿cómo es que nuestra respuesta a la interrogante anterior nos llevó directo a la arquitectura, cuando hay otro punto clave: los textiles? Había que empezar en esa conjugación de piedra, adobe, madera y arcilla para entender dónde se resguarda una colección de poco más de 9 000 piezas y decenas de miles de imágenes y fotografías. Cabe aquí una advertencia: cuidado al leer “Museo Textil de Oaxaca”, pues no se trata solo de textiles de Oaxaca (¡y mucho menos de folclor!). Los tejidos, las tinturas y los bordados de distintos pueblos del mundo confluyen y dialogan en este espacio: las grecas de Teotitlán del Valle se enganchan con aquellas tejidas en el actual Uzbekistán; las águilas de dos cabezas de los pueblos mesoamericanos van y vienen sin importarles las fronteras políticas que han dividido los territorios en estados y países; estas aves formidables surcan los cielos desde Wirikuta hasta el triángulo Ixil. La grana cochinilla, aunque casi inmóvil durante su vida en las pencas del nopal, no solamente satura de carmín los enredos de los Valles Centrales de Oaxaca, sino que también dota de un intenso color rojo a los tejidos de lana de la actual Turquía. El teñido por amarres, antiguamente practicado en la Sierra Gorda de Querétaro para la elaboración de enaguas, se espejea con los amarres que encontramos en los enredos kuba, solo que allá —en el Congo— dando color a la fibra de rafia en vez de lana.

Y aunque “textiles” podría ser la respuesta obvia a la primera interrogante, en realidad existe otro factor aún más crucial. ¿Qué es el Museo Textil de Oaxaca? Me atrevería a decir que es una confluencia de personas que cruza barreras temporales y espaciales. Los bordados del pueblo mazahua de hace ochenta años se reencuentran con las jóvenes bordadoras de San Felipe Santiago, en el Estado de México. Un enredo de la misma antigüedad, pero del pueblo tu’un savi de Tututepec, Oaxaca, vuelve a la luz en los lienzos de hábiles tejedoras (y tejedores) en la segunda década del siglo XXI. Las prendas de lana teñidas con añil, con tanta saturación que el azul empieza a percibirse como la oscuridad de una noche sin luna ni estrellas, también plantean nuevos retos y fuentes de inspiración a las tintoreras de hoy en Hueyapan, Puebla. Los lienzos multicolores con aves de mil formas, realizadas por las tejedoras de la Chinantla, también emocionan a las jóvenes tejedoras de San Pedro Sochiapan. El Museo Textil de Oaxaca no es un mausoleo, aunque invita a la contemplación, también invita a la acción. El edificio, las colecciones, pero, sobre todo, la gente, son factores que dan sentido a este espacio. Gente que crea, que imagina, que investiga, que reconfigura y se renueva. Corazones que latimos a favor del respeto, de la empatía, de la solidaridad. Personas convencidas del poder del diálogo para transformar nuestra sociedad.


La proximidad social del Museo Textil de Oaxaca

Recorrer el Museo Textil de Oaxaca ofrece, al menos, seis experiencias memorables: la espacial, de una casa colonial restaurada de un modo apacible, comprensiva del tiempo del visitante y acomodada a una escala abarcable, silente; la colección de textiles singulares con patrones y tipologías de hilados y bordados ancestrales y contemporáneos; el murmullo de los asistentes a los cursos de tejido, teñido o bordado, como servicios esenciales al contexto social; las exposiciones temporales, impecablemente pensadas y montadas con la elegancia de quien conoce y respeta el detalle de cada hilván, cada punto de bordado, la fragilidad de la materia, su luz y el anhelo contenidos en su elaboración; el acopio y resguardo de hilos de seda, de algodón, de lana, elementos para dar color, utensilios de tejido que se proveerán a las tejedoras y, por último, la tienda, donde es posible comprobar la textura de bellísimas mantas, rebozos, huipiles, collares…

Una de las cualidades determinantes de los museos es su capacidad de asombrar, solo que esa sensación puede atraparnos de modo muy distinto en función de las colecciones y del diseño conceptual del museo. Por dar ejemplos: situados frente al museo Quai Branly de Antropología de París, o al de arte contemporáneo de Inhotim en Brumadinho, Brasil, o al Textil de Oaxaca, nos sorprenderán sus colecciones, pero esa conmoción estará relacionada a variables complejas. Los poderosos artefactos rituales de las regiones dominadas por la colonización europea de África, Asia, Oceanía y América, obviamente desposeídos de su función y alejados de quienes los produjeron, adquieren valor para los visitantes del museo Quai Branly en tanto estén sometidos al criterio del gusto impuesto por la modernidad. En Inhotim, la deslumbrante combinación de la belleza natural del paisaje y la estética del arte contemporáneo rememora el canon moderno de tal belleza, cuestionada por cada autor allí expuesto en su ambición por volver a formularla individualmente en nombre de las vanguardias. Y la pregunta sería: ¿Cuál es la preocupación por la belleza que nos interroga en el Museo Textil de Oaxaca? ¿Rige a sus obras el criterio del gusto de la colonialidad/modernidad? ¿Son bienvenidos sus autores? ¿Será que sus formas expresan fuerzas encontradas de los diversos contextos sociales, previos y posteriores a la Colonia?

Los ajustes y desajustes entre las formas y sus contextos son la materia del diseño. Y los colores, bordados, conjuntos, semejas, ideogramas, fruncidos y más, direccionan con sus dibujos a un revoltijo de fuentes, detrás de las cuales se recorta siempre una sensibilidad comunitaria. Esas estrellas, rosetones, hilvanados o geometrías diversas evocan referencias míticas, también cotidianas o de la naturaleza, atravesadas por la percepción de una época. De algunas podría decirse que se vinculan a una matriz de pensamiento local y otras claramente son productos híbridos influenciados por la profusión de imágenes que nos inundan a diario. No creemos que alguna apropiación sea superior a las otras, ya que no se trata de una competencia de ese orden, sino de lo que se hace con ellas, su tramado, su incorporación a la vestimenta que cubre los cuerpos, andantes de tantas migraciones laborales con los ideogramas familiares a cuestas. Es que, fuera de las modas, esas prendas son de uso corriente entre los distintos pueblos indígenas de Oaxaca, y el MTO ha sido un factor fundamental para que las técnicas de reproducción y tejido no se pierdan y se resignifiquen para que los pueblos indígenas interactúen entre sí en el intercambio de materiales e imágenes.

La hibridez ya no puede definirse como el sincretismo colonial fundacional, sino que se refiere a ese cruce cotidiano entre lenguas y temporalidades, de lo popular con lo masivo, de lo urbano con la serranía, lo turístico con lo folclórico o lo arcaico con lo moderno. O como nos dice James Clifford, la autenticidad de una cultura no se deposita nostálgicamente en una sustancialidad, en una esencia fija y no variable de lo tradicional popular, sino que ella depende de la relacionalidad, es decir de las tácticas que esta cultura inventa para yuxtaponer o contraponer signos correspondientes a contextos plurales en un collage heterogéneo de asimilaciones y rechazos.

A la pregunta de cómo situar la belleza en este museo la incluiría en el diálogo de relaciones que los curadores entablan con los dieciséis pueblos indígenas del estado de Oaxaca; está ligada al respeto por la diversidad de sus lenguas, gastronomía e indumentaria; se ilumina como sus tinturas de añil y se apodera de la firmeza con que esas culturas defienden sus propuestas sociales y políticas. El Museo Textil de Oaxaca no es un museo de objetos, sino de diálogo entre personas. Allí radica su principal belleza.

Felicito a la Fundación Harp Helú por su fenomenal esfuerzo por hacer de Oaxaca un faro cultural, y al personal del museo y las comunidades asociadas por darnos un ejemplo de lo que se trata un museo en esta era que se inicia con la vapuleada tercera década del siglo.


Testimonios

El Museo Textil de Oaxaca se preocupa por todos
Julieta Irene Maldonado

Esperé la llegada del año 2020 con la emoción con la que un niño espera la mañana de su cumpleaños. Los ahorros de dos años, la mochila en la puerta, las botas de marcha y la posibilidad de cruzar la brecha y verme esta vez como ponente y no solo como espectadora, ahora con un título de maestría bajo el brazo y las ganas, todas, de compartir los hallazgos logrados a lo largo de mi reciente intervención en el área del desarrollo educativo. Todo giraba en torno a un objetivo: la ciudad de Oaxaca y el IV TEXTIM (Encuentro de Textiles Mesoamericanos).

2020 llegó por fin. Arribó de golpe como una avalancha que arremetió sobre toda expectativa de vida. Una mañana abrimos los ojos y nos encontramos con la noticia de que el mundo era otro y todo en él era incertidumbre. A partir de ese momento, los seres humanos aprendimos a reinventarnos. Meses después, continuamos alimentando la esperanza cotidiana, sin embargo, aquel evento bienal tan esperado tendría que suspenderse. Pero ¿qué hacía del TEXTIM algo tan importante para mí?

Para explicarlo, debo hacer una retrospectiva de mi propia vida. Hace un par de días tuve la oportunidad de escuchar una plática de la poeta María Baranda en la que parafraseaba a Goethe y mencionaba que antes de los nueve años ya sabemos quiénes vamos a ser.1 Sin duda, esa niña silvestre, enjuta, adornada por unas largas trenzas, que jugaba a contar historias, a ser maestra y a tejer pulseras, ya sabía que sería artista textil, narradora y docente.

Durante mucho tiempo miré dichos elementos como piezas separadas que no lograban embonar dentro del rompecabezas de mi vida: los textiles permanecieron en el nicho humilde de la manualidad doméstica, mis narrativas se escondieron en el fondo de un baúl y la docencia se convirtió en un medio de sustento económico que fue ganando terreno en mi cotidianidad, dejando casi en el olvido aquellas otras dos piezas de mi inconcluso rompecabezas personal. Eventualmente volví a ellas. En los momentos de congoja y en los de dicha extrema fueron un refugio solitario donde podía volcar esa necesidad creativa que no encontraba cabida en ningún otro lugar.

Como guiada por los hilos del destino, el textil y la narrativa llevaron mis pasos a la capital de Oaxaca. Una mañana de octubre de 2016 tomé una mochila y enfilé mi andar hacia una cuidad desconocida para asistir a un congreso de textiles. En ese momento no sabía qué esperar, ni imaginaba cuán significativo iban a ser para mí ese viaje y ese lugar. Ahora puedo decir, sin temor a equivocarme, que fue el hallazgo que dio un nuevo cauce a mi vida.

Entre las paredes de cantera verde, en un complejo de sobrios edificios antiguos, me encontré con mis iguales. Fue en ese momento cuando recordé las palabras de Sir Ken Robinson, quien afirmaba que, en todos los dominios, los miembros de una comunidad entusiasta tienden a animarse unos a otros para explotar la verdadera magnitud de sus habilidades. Él llama a esa unión comunitaria tribu2 y puntualiza que, cuando un ser humano encuentra a su tribu, enfrenta una transformación en su sentido de identidad y en el planteamiento de sus objetivos de vida, ya que la sinergia de dicha comunidad propicia la inspiración, la ratificación identitaria, la compartición de saberes y el bien común.

Es así como, hasta ahora, cada dos años se congregó nuestra tribu bajo el cálido techo del Museo Textil de Oaxaca. Ahí se tendió la urdimbre y tejió la trama de un colorido y fino brocado comunitario que continúa creciendo y que nos permite mirar al textil desde diversas perspectivas. Ese quehacer interdisciplinario en torno al textil fue el elemento clave que me permitió unir las piezas de cada uno de mis intereses. Tras el intercambio de saberes adquiridos ahí, descubrí que la narrativa, la docencia y el arte textil poseen un hilo conductor común, que su esencia es indisociable, que el que teje, narra y el que narra, enseña.

Esta certeza fue la clave que me llevó a presentar un protocolo de tesis en 2018, donde el eje rector fue el desarrollo de procesos de aprendizajes de la educación artística a través de narrativas textiles. Durante seis meses realicé una intervención en un taller con adolescentes de secundaria en el que los jóvenes conocieron aspectos técnicos del quehacer textil; aprendieron sobre su historia y sus aplicaciones en el ámbito identitario, artístico y tecnológico; experimentaron con algunas herramientas y fibras textiles y, a partir del descubrimiento de sus propiedades plásticas, crearon una ilustración sobre una narrativa personal. Las evidencias de dicha intervención3 fueron seleccionadas para el premio Artespacios 2020 en el contexto de las XII Jornadas de Educación Artística patrocinadas por la UNESCO y la Universidad Autónoma de Madrid. Puedo decir que, más allá del premio otorgado a mis alumnos, la mayor recompensa fue, sin duda, ratificar el valor comunitario que se genera en torno al quehacer textil. El hallazgo más importante fue, para estos jóvenes, el reconocimiento de sus propias habilidades a partir de procesos reflexivos y cooperativos.

Debo reiterar que el logro de mis alumnos fue el resultado de la compartición de mis propias experiencias y en ellas, sin duda, se encontraba gran parte del bagaje de conocimientos adquiridos en cada uno de los tres TEXTIM a los que asistí. Mi abuela decía que el ejemplo arrastra. Lo ratifico: las bondades, la calidez humana, la responsabilidad, la constante búsqueda del desarrollo humano y cultural que recibí en el Museo Textil de Oaxaca y en los Encuentros de Textiles Mesoamericanos permearon como onda expansiva hasta mis pupilos. Por todo ello le guardo al Museo, a su gente y a cada uno de los ponentes mi infinito agradecimiento.

Por último, solo me queda decir que, en un mundo donde las instituciones han perdido credibilidad, escuchar a una maestra artesana, en el marco de una pandemia, decir que el Museo Textil de Oaxaca se preocupa por todos es, en toda su magnitud, un faro de esperanza. Ese comentario evoca el reconocimiento a una institución que, a trece años de su creación, por su interés genuino hacia la cultura textil, así como por su trato humano y responsable, ha logrado encontrar un lugar en los amores más sinceros de la comunidad textilera de nuestro continente. Por el momento, el TEXTIM tendrá que esperar porque el Museo Textil de Oaxaca se preocupa por todos. La asamblea tribal de este año se ha realizado a la distancia desde nuestros corazones. Mientras esperamos un nuevo encuentro en torno a la hoguera, seguiremos trabajando, tejeremos, narraremos, enseñaremos y, con ello, continuaremos creando comunidad.

(3)

Dar costura
Ester Porras Porras

Mi nombre es Ester Porras Porras. Soy originaria de la comunidad de Maguey Largo, San José del Progreso, Ocotlán, Oaxaca. Nacida en la familia Porras Porras, mi madre: bordadora y costurera; mis abuelas: costureras y una, bordadora. Además de una bisabuela costurera. Viví mi niñez acompañada por seis hermanas, dos hermanos y mi padre, quien ayudaba a mi madre a poner hilo a la aguja para que después yo bordara hojas y tallos, al principio. A la edad de doce años ya bordaba piezas completas por las que, consideraba, pagaban muy poco, pero como niña no podía hacer nada.

Formé una familia a los dieciocho años. Durante mis tres embarazos tejía y bordaba. ¡Al hacerlo me perdía! En el año 2014 oí por la radio que había un espacio para los textiles de todas las regiones de Oaxaca. Nació ahí mi inquietud por dar a conocer el bordado del pueblo. Y fue en el año 2016 cuando tuve la oportunidad de ir a la ciudad de Oaxaca; acudí a la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca y Lore de la Piedra me envió al Museo Textil de Oaxaca, que era el área donde podía acudir. Presenté ahí mi trabajo, y les llamó la atención el tipo de bordado que realizaba.

A principios del año 2017 me invitaron a participar en un taller de patronaje y después a un taller de tendencias en color, ¡fue magnífico! Además, ¡no tenían costo! Solo debía tener la voluntad de asistir y así lo hice. En mis primeros talleres llevaba conmigo $100.00 (el pasaje tenía el costo de $96.00), un bote de agua y mi taco (tortilla). ¡Era el comienzo de algo nuevo! Conocí nuevas compañeras y compañeros.

En julio de 2017 tuve la dicha de compartir mi conocimiento en un taller de bordado que impartí en el MTO a un grupo de mujeres. Fue interesante platicar tantas vivencias que como mujeres pasamos, y eso me alentó más.

El 15 de julio del año 2018 participé, por primera vez, en una exposición textil con obras en colaboración con compañerxs del MTO, como Paula, Fernando, Emiliano y Mayra. En octubre de ese mismo año tuve la experiencia de participar y dar a conocer a mi pueblo en una primera expo-venta por parte del MTO, con ayuda de compañeras como Rolanda, Aquilea, Lucero, Rebeca, Esther, Silvia, Lorenza, Lizbeth, Isabel, Sara, Clara, Teresa, Albina, Hadassá, Teresa A., Imelda y Jaquelina. Recibimos un pago justo por el bordado y con eso mejoró nuestro ingreso y calidad de vida.

En noviembre del año 2019, gracias a una exposición fotográfica, pude dar a conocer a mi familia y a mi comunidad el diseño de la blusa que se había perdido, retomando en ella el bordado gracias a los talleres recibidos. También por ello ha mejorado la calidad de las piezas y he creado nuevos diseños que ignoraba que se podían realizar.

El bordado ha sido mi escape para salir de una depresión y ansiedad que anteriormente me arrastraba. Es un tema que en la comunidad no se menciona ya que “una mujer no puede sentirse así”. Eso nos han hecho creer. Por ello, al dar costura (como decimos), platico con las mujeres y les hago saber que tenemos derechos y, con ello, libertad de expresar nuestro sentir y nuestras emociones. Por eso, al tener un pago justo por las piezas que bordan, logran una independencia económica y así se sigue fomentando la dignidad del bordado.

En este andar ha sido de inagotable ayuda mi esposo, mi familia y la energía de las mujeres. Gracias a la Fundación por este espacio que ayuda a que personas como yo continuemos en este camino del amor al textil. Gracias a Dios, a la vida, al cosmos. Ahora, el nuevo descubrimiento: ¡La poesía!

1 Charla entre María Baranda y Gabriel Pacheco, Aventuras de la palabra y de la imagen. En torno al Ciclo de charlas Escritura e ilustración para la infancia en Alemania y México. (2020). Recuperado de: www.facebook.com/watchparty/704077690528068/

2 Robinson, K., El elemento, Debolsillo, México, 2017.


Historia de Adabi

Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México, A.C. (Adabi) nace, como un acto de fe, el 9 de mayo del año 2003. Sustentó sus primeras acciones en el Fideicomiso para la Preservación de la Memoria de México, impulsado por iniciativa de don Alfredo Harp Helú y de la Dra. María Isabel Grañén Porrúa, entonces realizado en el Archivo General de la Nación, durante mi gestión como directora, en los años 2000 a 2003. Tras la experiencia, el éxito y el cierre del fideicomiso, el panorama para los archivos y bibliotecas antiguas lucía desolador, sobre todo para los acervos que se encontraban alejados de las ciudades capitales y que no contaban con un presupuesto asignado para llevar a cabo tareas de rescate y organización.

Así, al concluir mi gestón en el AGN, se fue fraguando la concepción de continuar apoyando la salvaguarda documental y bibliográfica de México, concibiendo a Adabi como una asociación civil, cuya estructura orgánica ha permanecido con una característica de simplicidad que se ha mantenido a pesar de su crecimiento y diversificación y que responde a la demanda de solicitudes de las instituciones.

Desde entonces hemos trabajado con libertad y confianza de nuestros presidentes, lo que nos ha dado innumerables posibilidades de acción y apertura, siguiendo los lineamientos generales de la Fundación Alfredo Harp Helú.

Nos guía un espíritu de generosidad y amor por México, al transmitir los conocimientos formales propios que aportamos a Adabi y los adquiridos por la experiencia en este mundo profesional en el que trabajamos. Somos comunicadores de los principios internacionales en materia archivística, bibliotecológica y de conservación por medio de nuestro propio trabajo y de literatura propia que brinda sustento a estudiantes e interesados en estos renglones del saber.

En el relato de nuestra trayectoria como asociación hemos manifestado —con ciertos señalamientos y estadísticas en materia de archivos, de bibliotecas antiguas y restauración de fuentes documentales y fotográficas, y, asimismo, en materia editorial y de difusión— los frutos de las coordinaciones que conforman Adabi y los enlaces enriquecedores con otras instituciones nacionales y del mundo en nuestras revistas anuales Adabi punto de encuentro y en la pagina web de la asociación www.adabi.org.mx.

A 17 años de distancia es posible catalogar nuestros proyectos tanto en función de su fuente presupuestal como de las características de intervención de Adabi y de la institución beneficiada.

Nuestra historia pudiera parecer corta hasta el momento, sin embargo, con nuestra trayectoria estamos seguros de dejar huellas y de sembrar las semillas que alimenten y fomenten en las generaciones venideras el interés por su historia y su cultura.

Son 17 años en los que muchos de nosotros hemos dejado vida, entusiasmo y experiencia que más allá de la exigencia de una entrega generosa, nos llena de felicidad interior, y hemos transmitido esa pasión y compromiso a otros muchos en este andar del rescate de nuestro patrimonio.

Hemos cumplido con las generaciones futuras al colaborar en la salvaguarda, para ellos, del patrimonio cultural en la diversidad de los objetivos de Adabi.


Logros de Adabi

La historia de una institución, cierta memoria, es un proceso inacabado. En el caso de Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México, A.C., se trata de un arco de tiempo que inicia en mayo de 2003. Parece poco tiempo, 17 años. Sin embargo, el trabajo que realiza la asociación y que otorga sentido y profundidad a su historia, multiplica la noción de memoria, toda vez que se ocupa, precisamente, de la preservación del patrimonio documental y bibliográfico de México.

Digamos que hacer memoria es la naturaleza misma de su tarea. Cerca de 1 780 proyectos en todo el territorio nacional, en archivos municipales, parroquiales, estatales, algunos del orden federal, privados, en colecciones fotográficas, en bibliotecas de importancia histórica indiscutible —digamos la Palafoxiana— y en tareas de conservación, restauración, ordenación, descripción y difusión de acervos.

Entender los problemas asociados a la protección del patrimonio es también uno de los logros de Adabi. Al conocer y entender, es posible articular múltiples formas de difundir y capacitar. Adabi ha desarrollado también una pedagogía de la memoria.

Como el patrimonio no puede verse como un todo, ha sido de especial signicación el gran reto de trabajar con documentos y acervos como parte de un itinerario virtuoso. Esta condición tan especial, en la que Adabi desarrolla sus actividades con empeño incansable y con gran pasión, tiene en la Fundación Alfredo Harp Helú el cobijo y el horizonte. Forma parte de una manera de entender el compromiso y el amor por México. Una idea que tiene su raíz en una certeza: conservar los testimonios del pasado no tiene nada que ver con la nostalgia, sino con la mirada puesta en el presente y en el futuro de la nación. Un patrimonio que, por definición, corresponde proteger, estudiar y divulgar para beneficio de públicos muy diversos hoy en día y, no menos, de las generaciones en el porvenir.

https://www.adabi.org.mx/index.php/la-asociacion.html

NUMERALIA

• Adabi es parte de la Fundación Alfredo Harp Helú, A.C., que ha sostenido este gran proyecto aportando, desde su creación hasta el año 2020, la cantidad de $178 014 731.00 , y $600 000.00 del programa Home Runs Citibanamex.

• Desde la primera inversión y con las actividades realizadas entre los años 2003 y 2020, en 29 estados de la república mexicana, se han apoyado 1 780 proyectos, colaborando con 1 319 instituciones, con una inversión total de $203 892 694.00. Se han rescatado 186 archivos eclesiásticos y 443 archivos civiles, sumando un total de 629, que han sido resguardados en 53 038 cajas archivadoras, equivalentes a 6 630 metros lineales.

  • Los 56 fondos bibliográficos antiguos rescatados suman un total de 213 143 ejemplares catalogados, que le dan identificación a una obra, unidad y valor propio, con ello se apoya el resguardo y la difusión del patrimonio bibliográfico.
  • De 2003 a 2020 se han estabilizado 74 colecciones fotográficas que gracias a su registro forman parte del imaginario colectivo.
  • Entre las 1 617 obras intervenidas o restauradas se encuentran ejemplares que forman parte del Programa Memoria del Mundo de la UNESCO.
  • Se han involucrado más de 2 400 personas en la salvaguarda del patrimonio documental y bibliográfico de México.
  • Se ha difundido la labor de la asociación a través de incontables ponencias, 33 tertulias, 6 exposiciones temporales, 40 presentaciones de libros, innumerables entradas a la página web y a las redes sociales, y más de 5 000 noticias que también dan cuenta de la labor interinstitucional para proteger el patrimonio.
  • Se han organizado 5 congresos académicos con temas relativos a la preservación y difusión del patrimonio.
  • Su fondo editorial consta de 25 series editoriales y tiene disponible para su consulta cerca de 800 títulos.
  • Adabi ha sido galardonado con los siguientes reconocimientos:
    • Premio a la Trayectoria en Investigación Histórica para el Rescate de Fuentes y Documentos “Manuel González Ramírez”, 2010, otorgado por el Instituto Nacional de Estudios Históricos de las Revoluciones de México.
    • Clavis Palafoxianum, entregada por el Gobierno de Puebla en 2013.
    • XV Premio Banamex Atanasio G. Saravia de Historia Regional Mexicana 2012-2013, otorgado por Fomento Cultural Banamex.
    • Premio UNESCO / Jikji Memoria del Mundo, 2013.
    • Certificado de excelencia The Best in Heritage que otorgan la Asociación del Patrimonio Europeo, Europa Nostra y el Consejo Internacional de Museos, 2014.

La catedral de la memoria oaxaqueña

La memoria está olvidada.
¡A ver qué se puede hacer con ella!

Acudimos al exconvento de los Siete Príncipes. El lugar era lúgubre, obscuro y un golpe de humedad se impregnaba en el olfato. Una vez acostumbrados a la penumbra, notamos una gigantesca culebra blanca que colgaba en el techo, era inmensa, medía largos metros. “Es el tubo de las aguas negras de la Casa de la Cultura”, nos dijeron. Goteaba. Los trabajadores habían colgado cubetas de distintos colores para contener los líquidos. Caminábamos sobre una tarima porque el agua del drenaje solía salir de las coladeras. En el techo se percibían grietas y fracturas. Cuando llovía, el agua se filtraba por las paredes y por las ventanas, sin importar que hubiera ductos eléctricos. Había documentos por todos lados: en el suelo, en libreros de madera y en estantes metálicos. Unos doblados, otros amarrados con cuerdas y los más, amontonados. Los planos enrollados habían sido acomodados en unas cajas, pero, como no alcanzaron, el resto se quedó arrumbado en un rincón.

Los guardianes del archivo habían hecho cuanto pudieron para organizar ese caos: lograron el inventario de algunas series documentales, pero con los cambios de directores, nunca se había dado continuidad a los proyectos. Cada uno llegaba con una iniciativa distinta. Era un milagro que los documentos de la historia de Oaxaca hubieran sobrevivido tanto siglos y en esas condiciones. De casa en casa, de director en director, de proyecto en proyecto, jamás se había logrado organizar el acervo, uno de los más importantes de México, no solo por la cantidad de expedientes, sino también por su significado histórico.

Mientras recorríamos los pasillos, una luz implacable bañaba la esperanza. ¿Será posible? ¿Podremos lograrlo?, nos preguntamos. Los astros se alinearon y había que aprovecharlos. Era la obra cumbre para Oaxaca, era urgente un hogar para su memoria, necesitábamos pasión, trabajo, talento y alma. El señor gobernador, se convenció. Elaboramos un plan maestro y, una vez que estuvimos de acuerdo, comenzamos a escalar un Everest documental. Comenzó un intenso trabajo quirúrgico: más de 110 000 expedientes de papeles viejos, sucios y amontonados fueron levantados del suelo. Como una caricia amorosa, se tuvo el cuidado de cepillar cada hoja con una brocha para eliminar el polvo acumulado durante años. Los documentos se desdoblaron para evitar roturas y aquellos que tenían hongos o termitas fueron intervenidos adecuadamente. Las palabras poco a poco tomaron forma, despertaban de un viejo letargo. Eran más que letras muertas, expresaban el sentir de nuestros antepasados. La voz de los escribas recuperó vida, ofrecía brillo para entender nuestra historia. Y ¡qué historia la de Oaxaca!

Era un privilegio andar entre aquellos papeles. Daba tristeza recordar el abandono en el que habían permanecido tantos años. Era un gran reto recuperarlos. La sociedad civil y el Gobierno del estado de Oaxaca estaban de acuerdo en salvaguardar la memoria de nuestra entidad. El equipo de la Fundación Alfredo Harp Helú y de Adabi de México tenía puesto el ánimo en aquella misión.

Y, mientras comenzaba el proyecto de organización y estabilización del archivo, el arquitecto Ignacio Mendaro Corsini quedó seducido ante la luz dorada del atardecer oaxaqueño; se llenó de la magia de Monte Albán, de las curvas de los Valles Centrales, de las grecas de Mitla y de la arquitectura conventual de la Mixteca. Caminaba por las calles de la ciudad de Oaxaca embebido por el derroche del espacio en cada uno de los patios y las plazas; miraba al cielo como queriendo explicar el destino. Este, quizá ya estaba escrito. Aceptó. Embriagado por el reto, construiría no solo un hogar, sino una catedral para la memoria de las letras. La palabra escrita, la tipografía y la historia oaxaqueña dejarían la huella de una generación interesada en recuperar nuestro patrimonio.

En la novela de José Saramago, Memorial del convento, Blimunda, la mujer de Baltazar Sietesoles, tenía el poder de atrapar voluntades. Algo parecido sucedía con la familia Harp ante el reto de rescatar el archivo: atrapaban voluntades, y una de las predilectas era la de Ignacio Mendaro. Juntos tramábamos tejidos esperanzadores, imaginábamos cielos estrellados y, en sueños, percibíamos construido el poema “Las dos catedrales”, de Jorge Luis Borges:

En esa biblioteca de Almagro Sur
compartimos la rutina y el tedio
y la morosa clasificación de los libros
según el orden decimal de Bruselas
y me contaste tu curiosa esperanza
de escribir un poema que observara
verso por verso, estrofa por estrofa,
las divisiones y las proporciones
de la remota catedral de Chartres
(que tus ojos de carne no vieron nunca)
y que fuera el coro, y las naves,
y el ábside, el altar y las torres.
Ahora, Schiavo, estás muerto.
Desde el cielo platónico habrás mirado
con sonriente piedad
la clara catedral de erguida piedra
y tu secreta catedral tipográfica
y sabrás que las dos,

la que erigieron las generaciones de Francia
y la que urdió tu sombra,
son copias temporales y mortales
de un arquetipo inconcebible.

Jorge Luis Borges

El gobernador Gabino Cué Monteagudo destinó un terreno para instalar el archivo: el Parque Las Canteras, el lugar donde hacía más de cuatrocientos años se había extraído la cantera verde para construir la ciudad de Oaxaca. El Gobierno del estado de Oaxaca consiguió recursos del Gobierno federal para erigir la obra. La Fundación Harp Helú financió el proyecto ejecutivo y la supervisión arquitectónica. Día y noche, semana tras semana, Ignacio Mendaro pasó su vida delante del restirador, dibujaba e iluminaba a mano los planos, imaginaba, pensaba y volvía a dibujar. Por las mañanas iba al parque, miraba, ideaba, concebía, sacaba su libreta y un lápiz, y comenzaba a desbordar las ideas. Por la noche, las pulía. Su alma era vital para darle cuerpo a tantas ilusiones.

Ante los planos de Mendaro, resonaba la voz del poeta: “la clara catedral de erguida piedra…, y tu secreta catedral tipográfica…, de un arquetipo inconcebible”.

¿Qué saldría de todo esto? El alma, una arquitectura sentida y profunda, una catedral para la memoria.

La primera pauta de este concierto lo regaló el cimiento de la cantera verde. De las entrañas de la tierra, el jade brillante nos hizo comprender que nuestra obra iba por buen camino.

Vino a la mente el poema chino traducido por Octavio Paz: Respuesta de Su Tungp’o al poema de Li Po, Pregunta y respuesta:

¿Por qué vivo en la colina verde-jade? Sonrío y no respondo. Mi corazón sereno, flor de durazno que arrastra la corriente. No el mundo de los hombres, bajo otro cielo vivo, en otra tierra.

Nuestra colina de cantera verde suscitó el instante del estallido del Archivo General del Estado de Oaxaca, fue el parteaguas del antes y después de la historia. Desde ese momento, la poesía y la palabra escrita residirían juntas, “bajo otro cielo vivo, en otra tierra”. Ahí el edificio comenzó a erguirse. El horizonte enmarcado por el cerro San Felipe nos mantenía la frente en alto. Seguíamos las luces y las sombras marcadas por las horas del día y los dilemas burocráticos. Hubo momentos de crisis, pensamos darnos por vencidos, pero jamás nos rendimos. La obra se detuvo por razones incomprensibles, faltaba una firma, un papel o una gestión. ¡Paciencia! Y, ante la adversidad, el agua de las pozas alimentaba la colina y su cascada bañaba la ilusión de continuar. Había que seguir, cual alpinistas, usar el alma para llegar a la cumbre.

El enramado de varilla se elevó por los cielos, era el tejido que daba sostén al edificio. Después, vinieron los hilos teñidos con tierras oaxaqueñas: un tono dorado de adobe pintó el concreto que sería el cobijo del edificio. Pero algo más: cual brocado en el huipil, Mendaro ideó que llevara consigo el grabado de las vetas de madera, una huella cálida en aquella argamasa.

Por fin, el día se aclaró y vislumbramos el templo de la historia oaxaqueña, un pedazo de tierra llevaba el cielo en sus patios. Desde entonces, su corazón palpita, es ahí donde se alberga el cofre de los tesoros: las bodegas que contienen los documentos ya ordenados y clasificados. Los pasillos buscan el recogimiento y, en la gran sala de lectura, los haces de luz encuentran el amanecer. Como un sueño de concreto armado, el edificio brilla de esperanza, por fin, los talleres de restauración, encuadernación y catalogación lucen dignos para organizar, estabilizar y restaurar los acervos oaxaqueños, ese legado patrimonial heredado de tantos siglos acaecidos. En aquel laberinto conventual, entre el misterio y la ensoñación, las aulas para seminarios auguran un futuro para los archivistas.

Y algo más, un canto de alegría. Contemplamos abrir el archivo a la comunidad, más allá de los especialistas, los lectores y los investigadores. La idea era lograr que los habitantes de la ciudad hicieran suyo el archivo, que fuera parte de su vida cotidiana. Por eso, en medio de la suntuosidad y seriedad de la historia, los niños juegan y bailan, ríen y sonríen, crean e invitan a sus familias a ser parte de sus bibliotecas infantiles y juveniles, patios y jardines, una algarabía que llena de júblio la cafetería, el auditorio y las salas de exposiciones.

En este recorrido, el eco de Monte Albán, Mitla, Santo Domingo, los conventos de la Mixteca y las obras de Luis Barragán se hacen presentes porque Ignacio Mendaro Corsini logró un poema íntimo que rinde homenaje a la arquitectura mexicana y a los patios de Oaxaca.

El edificio fue inaugurado y, como las olas del mar, vino la transición de un nuevo gobierno. Era momento de darle continuidad al proyecto. En el mes de septiembre de 2017, la tierra se cimbró, un terremoto de 8.3º sacudió Oaxaca, pero los documentos ya estaban a salvo. El gobernador Alejandro Murat Hinojosa celebra la nueva sede del archivo y apoya el reto de posicionarlo con vida, investigación y proyección como uno de los más importantes del mundo. La Fundación Harp y Adabi de México seguimos con el corazón encendido en esta huella tan profunda que necesita seguir su nuevo amanecer.

Decía Pablo Neruda, “Hoy es hoy y ayer se fue, no hay duda. Hoy es también mañana”. En medio de esa dicotomía temporal, celebramos la vida del Archivo General del Estado de Oaxaca, una catedral de la memoria de nuestro estado, construida a base de voluntades e ideales, con el sueño de dignificar a los archivos de México y orgullosos de vivir en la colina de jade dorado “en otro cielo vivo, en otra tierra” para sentir que el pasado también es futuro. Oaxaca de Juárez, febrero de 2019.

Texto extraído de: Alfredo Harp Helú y María Isabel Grañén Porrúa, “La catedral de la memoria”, en Mendaro Corsini, Ignacio, Archivo General del Estado de Oaxaca, Oaxaca, FAHHO/Arquine, 2019, pp. 11-19.


Archivos sobrevivientes

A poco tiempo de concluir el proyecto de organización del Archivo General del Poder Ejecutivo del Estado de Oaxaca, con el que Adabi se aventuraba al mayor archivo que ha organizado, la doctora Stella González nos invitó a participar en un nuevo proyecto, mediante el cual actuaríamos directamente en el rescate de la memoria de las comunidades, organizando archivos municipales y parroquiales en Oaxaca.

Motivados por las experiencias, rescatar los archivos en los municipios y parroquias no solo nos animaba a tomar esta batuta, sino también era la oportunidad de conocer las entrañas fidedignas de la información histórica, sin perder nunca de vista que nuestro objetivo es dejar un archivo en mejores condiciones a las que lo encontramos, y, al mismo tiempo, lograr un instrumento que sirva para su conservación, como lo es el inventario. La doctora nos advirtió sobre las dificultades a las que nos enfrentaríamos, que de primer momento parecen cosas simples, como adaptarnos a la comida de cada lugar, la diferencia del clima, el cansancio de los viajes, por mencionar algunos, sin embargo, nada parecía un obstáculo y, después de tres años haciéndolo, sigue sin parecerlo. La situación actual nos da un receso solo para extrañar las salidas.

Cada nueva solicitud en la que se pide el apoyo para la organización de documentos es una oportunidad de conocimiento y servicio. Las ganancias que se tienen en este trabajo solo pueden medirse por la gratitud de las autoridades civiles o eclesiásticas, por la curiosidad de los habitantes por saber qué es lo que hacemos, por la participación de los integrantes de las instituciones o por una foto en la que sonreímos teniendo de fondo las cajas organizadas. Otra de las compensaciones que nos quedan son los caminos recorridos y los bellos paisajes que no podrían pasar desapercibidos sin una foto en nuestra galería, así como las atenciones y la gentileza de la gente en las comunidades.

En cada lugar y en cada archivo conocemos personas interesantes, se hacen valiosos enlaces y siempre se aprende y conoce algo nuevo; la curiosidad y el interés que despertamos al estar sentados en el corredor de un palacio municipal o de una parroquia, leyendo papeles viejos, además con guantes, cubrebocas y trajes extraños, nos obliga a poner en práctica el discurso apasionado para lograr un impacto en quien pregunta, así como sembrar, con la disertación, el interés por el cuidado y la importancia de su patrimonio; el aprecio por la historia de cada comunidad hace que el trabajo nos resulte más atractivo, y el celo de las autoridades nos permite valorar aún más el patrimonio rescatado. Puede decirse que la FAHHO, a través de Adabi, ha logrado que este trabajo de rescate del patrimonio archivístico sea revalorado.


Testimonios

Archivo General del Estado Secretaría de Cultura del Estado de Puebla
Alejandro Montiel Bonilla

Como poblano, y exsecretario de Cultura del estado de Puebla, estoy profundamente agradecido con Adabi por los proyectos que se realizaron para organizar, conservar y difundir espacios como la Cinemateca Luis Buñuel, la Fonoteca Vicente T. Mendoza, La Hemeroteca Juan N. Troncoso, el Departamento de Conservación y Restauración del Complejo Cultural Palafoxiano, la restauración de los cielos rasos del Museo Bello y, desde luego, la catalogación completa de la Biblioteca Palafoxiana de Puebla.

Les cuento brevemente la historia. El sismo del 15 de junio de 1999 dañó cientos de templos católicos y edificios patrimoniales en Puebla. La labor de restauración fue sumamente complicada: el INAH advirtió a la administración estatal que, si no se retiraba la colección de libros, el edificio podría colapsar. El daño era tan grande que se podía ver el cielo por los orificios que había originado el sismo en la bóveda de la Palafoxiana. Entonces, comenzamos a revisar el estado de la catalogación del acervo de la biblioteca más importante de América. Algunos señalaban 39 000 volúmenes, otros 40 000, pero en realidad no existía una catalogación científica de la gran biblioteca. En ese momento aparecieron, como dos auténticos ángeles, don Alfredo y doña María Isabel. Ellos se interesaron en la recuperación completa de la biblioteca y, además, donarían fondos para lograrlo.

De esta forma, con el mayor orden y concierto, la doctora Stella González y el maestro Jorge Garibay se enfrentaron a este tremendo problema patrimonial, un edificio que iba a colapsar, una colección no catalogada y con un tiempo muy corto para lograr ambas tareas.

Gracias a la sabiduría de estas dos personas, la Biblioteca Palafoxiana hoy no solo está catalogada en su totalidad, sino que ese trabajo base pudo conseguir que la biblioteca fuera reconocida, en 2005, como Memoria del Mundo por la Unesco. Un título de categoría mundial, no solo mexicano o americano, como lo poseen otras bibliotecas de México.

Por otra parte, existen muchas anécdotas en esta historia de restauración y catalogación de la Palafoxiana. Recuerdo a mi querido amigo, el maestro Jorge Garibay, por ejemplo. Jorge fue un formador nato de investigadores, pero mucho más allá de formar solo el intelecto, Jorge fue formador de espíritus intelectuales, mediante lo que él denominaba su “pastoral cultural”. Me enseñó la gran importancia que tiene la obra civilizatoria de la Iglesia en el patrimonio mexicano. Jorge contagió su gran amor por los libros antiguos y logró, con palabras, siempre amorosas, llevar a buen puerto cualquier proyecto que se proponía.

Por supuesto que a Adabi la conforman muchas personas, todas valiosas, a las que también les doy mi reconocimiento y agradecimiento por conservar el patrimonio mexicano.

En este espacio solo quise hablar del núcleo inicial de Adabi, del que yo conocí, pero tiene muchas obras por delante; su influencia se extiende ahora por varios continentes, sin embargo, me preocupa su futuro tanto como el futuro de todas las instituciones culturales del país, tanto públicas como privadas. Ojalá el Gobierno federal pusiera en un sitio central a organizaciones como Adabi cuando se toman las decisiones sobre el patrimonio mexicano. Los gobiernos deben comprender que su rol como “dueños absolutos” del patrimonio ha terminado, ahora, más que nunca, su legitimidad solo será reconocida en la medida en que tengan capacidad para incluir a las asociaciones civiles dentro de sus procesos de decisiones.

Solo el camino que lleva a la colaboración profunda entre asociaciones, como la Fundación Alfredo Harp Helú, Adabi y gobiernos podrá lograr que el patrimonio de México deje de estar en grave peligro.

Tecomaxtlahuaca: Documentos e historia
Enrique Demetrio Racine Hernández

En Oaxaca los pueblos se resisten a perder su historia y su identidad como parte de lo que hoy en día refleja su vida diaria. Es por eso que sus testimonios orales, contados por los abuelos de los pueblos y comunidades, pueden transmitirse de generación en generación, dando así una pauta a seguir en la conservación de sus buenas prácticas.

Pero también existen documentos escritos que se resisten a desaparecer, incluso cuando su antigüedad rebasa los quinientos años, documentos que dan a los pueblos su historia, que reflejan su identidad y les dan sentido a sus manifestaciones culturales, transformándose estas en patrimonio y acervo histórico.

En San Sebastián Tecomaxtlahuaca, como en muchos otros lugares de la Mixteca, siempre fue importante el registro de los sucesos y acontecimientos, pero no todos corrieron con la suerte de mantener sus archivos municipales. En el Archivo Municipal de Tecomaxtlahuaca tenemos la fortuna de contar con un acervo muy completo, algunos de los documentos de más antigüedad datan de 1582, estos fueron fundamentales para generaciones anteriores y actuales para ser utilizados como respaldo ante tribunales agrarios y otros como referencia histórica, pues hablan de posesiones de tierra y mercedes virreinales. Ha sido tal su importancia que son el eslabón del Códice de Tecomaxtlahuaca que se conserva en el AGN, el cual narra la sucesión de gobernantes, su matrícula de tributos y la fundación del pueblo a mediados del siglo XIV aproximadamente.

Por todo lo anterior puede resaltarse la importancia del resguardo y cuidado de los documentos. Por generaciones se han utilizado las fuentes documentales en Tecomaxtlahuaca, aun sin saber el valor patrimonial e histórico que contienen. Aquí quiero referirme a las instituciones que se preocupan por conservar y preservar los documentos de los archivos municipales, como la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, que por medio de su filial Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México ha logrado impulsar, en los pueblos y municipios más necesitados, la organización de sus documentos más antiguos.

Particularmente, en Tecomaxtlahuaca se realizó una gran labor al reorganizar el archivo municipal de la comunidad gracias al personal que fue designado para este propósito. Debo decir que, si ya se tenía una idea de la importancia de este archivo, al acomodarlo y organizarlo de acuerdo con los protocolos, cuidados y la reglamentación que rigen a los archivos históricos, el contenido que alberga resultó aún más sorprendente.

Es impresionante saber que Tecomaxtlahuaca tuvo un gran esplendor prehispánico, enterarse de su participación en la Independencia, poder palpar documentos emitidos por el gobierno de Benito Juárez, tener idea de cómo aconteció la Revolución mexicana en nuestra región Mixteca y cómo respondían nuestros pueblos con diplomacia a la correspondencia emitida por los gobiernos de la república. Incluso nos da un panorama de cómo afectaban los conflictos mundiales en un pequeño pueblo.

Todo ello pasa a forjar la identidad de Tecomaxtlahuaca, pues este archivo municipal existe gracias al cuidado que tuvieron las personas que, en su momento, estuvieron al frente de la comunidad y de los documentos que el día de hoy le dan sentido a lo que representa un pueblo de tradición y cultura.

El archivo histórico del Ferrocarril Mexicano del Sur: Estación Oaxaca y Parián
Miguel Ángel Ortega Mata

Al hacerse cargo la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca del antiguo museo del ferrocarril, dicha institución y la Asociación de Amigos del Ferrocarril Mexicano del Sur nos preocupamos por la recuperación del archivo histórico, ya que tras muchos años de abandono se encontraba en deplorables condiciones.

Adabi de México, asociación especialista en archivos, auspiciada por la FAHHO, fue la encargada del citado rescate. Personal joven dirigido por la Lic. María Oropeza me contactó, formamos un equipo y, en un ambiente de respeto y cordialidad, iniciamos esta encomiable labor.

En lo personal, fue muy emocionante volver a ver documentos que en mi etapa como jefe de estación en ferrocarriles me tocó elaborar y dejar huella. Fueron muchas cajas y paquetes en total desorden los que tuvimos que intervenir. Con la técnica del personal de Adabi fuimos avanzando en la identificación. Fue una sorpresa, por ejemplo, encontrar el libro de registro donde quedó anotada la salida del último tren de la terminal de Oaxaca.

También se clasificó un gran volumen de documentos de la oficina telegráfica de la terminal, telegramas, informes, órdenes de tren, etc., en los que quedó una magnífica referencia histórica de la estación de Oaxaca. Gracias a esta labor rescatamos abundante material fotográfico, que es histórico, y citaré como ejemplo la fotografía de la llegada de Porfirio Díaz con el primer tren, el 13 de noviembre de 1892.

Algo que me conmovió personalmente fue la aparición de varias cajas de archivos de la subestación de Parián, donde laboró mi padre, Miguel Ortega Lobato, como jefe de estación de 1945 a 1960. Los fines de semana y las vacaciones escolares pasé ahí agradables vivencias y, a partir de 1959, me tocó laborar en varias ocasiones ya como jefe de estación. Al ir abriendo y clasificando los archivos de este lugar iban apareciendo datos que me eran muy familiares, y celebro que se pudieron rescatar, pues esa estación fue de mucha importancia desde su apertura, ya que se convirtió en un puerto terrestre para la Mixteca y la Costa oaxaqueña, al generar un desarrollo comercial que benefició a pueblos como el mismo Parián, Nochixtlán, Tlaxiaco, Putla, Huajuapan y muchos más, ya que las cadenas comercializadoras de los señores Cué y Muro pusieron sucursales en todas las poblaciones citadas.

Lo más significativo de esta labor es haber dejado resguardados documentos para que las futuras generaciones, investigadores, estudiantes, etcétera, tengan referencias del esfuerzo de oaxaqueños de la talla de don Matías Romero, Porfirio Díaz y de tantos héroes anónimos, los trabajadores ferrocarrileros que, en ocasiones, hasta con sus vidas hicieron posible que este medio de transporte, tan moderno para su época, llegara a Oaxaca. Antes del ferrocarril, la travesía de Oaxaca a México era a lomo de bestias en caminos de herradura. Era un viaje lleno de peripecias, se hacía en catorce días, y con la llegada del ferrocarril el mismo trayecto se hizo en catorce horas, esto cambió a Oaxaca y lo integró a la república mexicana.

También vale la pena mencionar que se inició la concentración de los expedientes pertenecientes al archivo del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana, sección 22. Estos documentos son testimonio de la vida de los ferrocarrileros.

Celebro la oportunidad que tuve de colaborar en este proyecto, y agradezco a la Fundación Alfredo Harp Helú por haber invertido recursos para preservar en la historia este archivo. Confío en que, superada la etapa tan difícil por la que actualmente atravesamos, podamos darle difusión a la existencia del archivo al que me he referido, para que el público interesado goce de este beneficio, que actualmente se encuentra debidamente clasificado, ordenado por fechas y departamentos y tratado para su preservación.


El rescate del tiempo

Uno de los grandes proyectos de rescate de documentos y libros antiguos más importantes que se han llevado a cabo en México es la Biblioteca Francisco de Burgoa cuyo fondo bibliográfico pertenece a la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. Este acervo, que cuenta con más de treinta mil títulos, se conforma principalmente de libros que pertenecieron a los conventos, por lo que es posible formarse una idea de las lecturas que hacían los religiosos que habitaron las tierras de los oaxaqueños: dominicos, franciscanos, agustinos, jesuitas, carmelitas, betlemitas y mercedarios. Estas maravillosas bibliotecas fueron creadas por frailes deseosos de instruirse, hombres cultos de Oaxaca que tuvieron acceso a una cultura humanística y científica que en nada tenían que envidiar a los radicados en su época en Europa. Podemos imaginar su historia:

Su curiosidad lo lleva a revisar las listas de libros. Uno de los barriles dice “avellanas” y, al abrirlo, encuentra libros, ¡libros prohibidos!, ¡un escándalo!, el título Vita Christi se lee en el lomo del libro y, al interior, encuentran fragmentos de la Biblia de Calvino. Otros libros se libran de la hoguera, pero las novelas de caballería circulan en la mente de los conquistadores. Afortunadamente, ninguna censura fue capaz de poner fin a los textos que alteraban el orden social y perturbaban las buenas conciencias. No faltaron los viajeros que colocaron sus libros entre sus ropas o almohadas, también los frailes, como el arzobispo fray Juan de Zumárraga, que trajeron de Europa sus bibliotecas personales. Aguantaron los mareos, el calor, el hambre y las incomodidades que implicaban los eternos días de trayecto en el camino a las Indias.

Los cargadores reciben la orden, depositan los baúles y barriles llenos de libros en las carretas o en los lomos de las mulas que van hacia la ciudad de Oaxaca. Los libros llegan a la Provincia de Antequera, unos serán para el convento de Cuilapan o Tlaxiaco, otros para los carmelitas, los jesuitas, los agustinos, los betlemitas, la mayor parte, para los dominicos. Los frailes tenían una formación humanista y requerían libros y no escatimaron recursos para adquirirlos. Así, muchas bibliotecas conventuales en la Nueva España no tenían nada que envidiar a sus contemporáneas en Europa.

Los nuevos aires del siglo XIX traen consigo una luz para la educación en Oaxaca: en 1827 el Instituto de Ciencias y Artes del Estado abre sus puertas y con él una selecta biblioteca que se convirtió en la Biblioteca Pública del Estado de Oaxaca, la primera de su tipo establecida en México. Ilustres estudiantes trabajaron en ella: Benito Juárez y Porfirio Díaz, quien en sus memorias afirma que ganó su primer sueldo como ayudante de bibliotecario.

En 1859, con la Ley de Nacionalización de Bienes Eclesiásticos, las bibliotecas de los conventos religiosos pasaron a formar parte de la Biblioteca Pública del Estado. Lamentablemente, muchos libros se perdieron. Algunos volúmenes quedaron esparcidos en celdas y pasillos.

El convulsionado ambiente que se vivió después de la promulgación de la Constitución de 1857 trajo consigo diversas luchas: la llamada Guerra de Tres Años y la Intervención francesa. La Biblioteca Pública fue ocupada como cuartel y las fuerzas invasoras utilizaron varios libros para hacer sus fogatas. A pesar de ello, muchos libros sobrevivieron, aunque en completo desorden. Una vez más, la biblioteca se salvó de milagro.

Hubo un respiro: en 1861 se formó una comisión para ordenar alfabéticamente la biblioteca y hacia 1880 se publicó un catálogo. Además, la biblioteca incrementó su acervo con un fondo jurídico y médico para los alumnos del Instituto de Ciencias y Artes, y abrió por las noches para permitir a los obreros y trabajadores la consulta de los materiales.

Pasó el tiempo y la Biblioteca Pública del Estado tuvo su propio edificio. Se acondicionó una casa en las calles de 5 de Mayo e Independencia para que ahí fuera trasladada. Tiempo después pasó a manos de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca. Y la gloria no fue eterna. La naciente Facultad de Arquitectura se instaló en el espacio de la biblioteca que, a partir de 1970, fue ocupada en varias ocasiones por los disturbios estudiantiles; los libros fueron apilados a la orilla, se les puso papel manila y clavos sobre los lomos, otros fueron utilizados como defensa en la trinchera y algunos más los robaron.

Las autoridades universitarias estaban preocupadas, trasladaron los libros a un nuevo edificio en Ciudad Universitaria. Ahí, las paredes eran de tablarroca, los libros estaban desordenados en estantería metálica, algunos ejemplares estaban en cajas de cartón, revueltos con revistas y propaganda política. Los sensores de luz ardían, la iluminación era lúgubre, los roedores encontraban morada, y en época de lluvias el agua se filtraba por las paredes en busca de cauce… Estos libros se libraron de los terremotos, los incendios, las guerras y el pillaje y, milagrosamente, se conservaron hasta el día de hoy. Estaban desordenados y muy descuidados, pero afortunadamente, estaban.

Recordar es una forma de volver a vivir

En esta ocasión, me permito recordar a cada una de las personas que contribuyeron a solucionar el desastre y crear la Biblioteca Francisco de Burgoa: en primer lugar a Francisco Toledo, quien impulsó y financió la mitad del proyecto de organización de la Biblioteca; a la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, que acogió con entusiasmo la iniciativa y apoyó, a lo largo de más de veinte años, el trabajo diario que se desarrolla en ella; a la doctora Stella María González Cicero, quien asesoró y ha sido la guía de cada paso en el andar. Por supuesto identifico a cada rostro que entró a fumigar, a desempolvar los ejemplares, a levantar libros del piso, a sacarlos de las cajas, a separar el material antiguo del moderno, a configurar la imagen que hoy vemos.

El proyecto requería de latinistas; ellos dejaron sus casas y se desplazaron a Oaxaca, hicieron una ficha bibliográfica de cada libro, anotaron en una tarjeta el nombre del autor, el título, la materia, el editor, la fecha y algunas observaciones importantes de cada uno de los libros antiguos. Hubo necesidad de contratar a un asesor que, con sus conocimientos eclesiásticos y el dominio del latín, griego, hebreo, italiano y francés, apuntara en cada ficha la materia correspondiente. Con el auxilio de la informática, el equipo logró un inventario de más de 23 000 títulos que gracias a las donaciones se ha incrementado a 30 000. Sí, un trabajo que requería cariño y una verdadera vocación. Recuerdo el regocijo de quienes descubríamos y seguimos descubriendo las maravillas bibliográficas, varias lágrimas de emoción salieron de nuestros ojos. Podría hablarse de una “feliz coincidencia”, del destino o de un mensaje providencial; el caso es que la reunión de un grupo de personas profundamente comprometidas con su trabajo sacaron adelante el proyecto del inventario y ordenación de la Biblioteca Francisco de Burgoa. Reunidos, nos enriquecimos con la constancia. Hubo desertores, los menos. Entre tanto, en el recinto del exconvento de Santo Domingo se llevaba a cabo el proyecto de restauración más importante de América, bajo un esquema de colaboración ejemplar: el Gobierno federal, a través del INAH, el Gobierno estatal y Banamex. Aceptaron la propuesta de darle un hogar a la maravillosa biblioteca de Oaxaca y prepararon la gran nave. Por su parte, Alfredo Harp Helú aprobó el financiamiento de los muebles de cedro rojo para albergar los libros. Y así, inició una faceta de su vida que jamás imaginó: conoció a la bibliotecaria y juntos iniciaron una nueva historia, que algún día habrá que escribir. Entraron albañiles, pedreros, herreros y artesanos que acomodaron ladrillos para que, más tarde, los carpinteros comenzaran su tarea. Entre música y serruchos, diariamente, se conformaba la estantería, la de la nueva casa del fondo bibliográfico de la UABJO. Concluido el trabajo, asustaba el traslado de los miles de libros. Varias fueron, sin retribución alguna, las personas que ayudaron a cargar y acomodar los volúmenes hasta altas horas de la madrugada en un jueves santo. Don Alfredo ha seguido velando cada paso en la Biblioteca. Con frecuencia asiste a los eventos, siempre en primera fila, alentando los proyectos: invitación de ponentes, presentaciones de libros, carteles, seminarios, conferencias, congresos y exposiciones. A veces, financia nuestras arcas porque suelen vaciarse con frecuencia. Él ha sido un gran aliado de la vida cultural que ofrece una de las bibliotecas más hermosas de México. A todos ellos, a quienes no esperan monumentos ni reconocimiento alguno, en este texto quiero homenajearlos. Me siento orgullosa de haber sido la responsable de este maravilloso proyecto que solo a base de esfuerzo y en equipo logró el lugar que merece. Mi vida se ha enriquecido con esta experiencia, al sentirme rodeada de tantos libros maravillosos que son patrimonio de México y, sobre todo, reconozco el apoyo de los oaxaqueños que día a día me colman de cariño.

Tomado de María Isabel Grañén Porrúa, “El rescate del tiempo”, en La filantropía de Alfredo Harp Helú, una forma de vida. Oaxaca, FAHHO, 2014, pp. 177-185, vol. 1.