Casiopea es una publicación para el público infantil que fomenta la toma de conciencia sobre la conservación del patrimonio cultural y natural, a partir de actividades y contenidos lúdicos para niños, niñas y sus familias.

Casiopea es una publicación para el público infantil que fomenta la toma de conciencia sobre la conservación del patrimonio cultural y natural, a partir de actividades y contenidos lúdicos para niños, niñas y sus familias.
Cinco lustros han pasado desde ese día que del cielo cayó la primera lluvia del año, la más esperada; y justo en ese momento, en pleno julio, inauguramos el Museo de la Filatelia de Oaxaca, único en su tipo, y el que se convertiría en un espacio de convivencia para la comunidad. ¡Agua bendita de buen augurio! En ese año de 1998, el acervo del Mufi comenzó con dos colecciones, una de José Sayeg Helú, con estampillas de todo el mundo, y la de Alfredo Harp Helú, quien comenzó a construirla desde niño, visitando las embajadas y pidiendo a sus conocidos esas diminutas piezas, colocadas en los sobres, que tanta emoción le causaban. Mientras organizaba sus piezas, aprendía sobre geografía, historia, ciencias naturales y hazañas de grandes personajes: sin saberlo, fomentaba una disciplina que lo convertiría en todo un coleccionista de estampillas postales, con un interés especial en la filatelia mexicana. Así que de una afición, que pareciera irrelevante, nació el Mufi, una fábrica de sueños para los filatelistas profesionales, un sitio de asombro para quienes cruzan su umbral, un lugar de encuentro para las familias que descubren el mundo por medio de sus colecciones y un espacio de disfrute para el público en general.
Como aficionados al coleccionismo filatélico, ha sido para nosotros un enorme placer ver nutrirse este sueño dedicado a tantas personas que, sorprendidas, podrán observar una obra y preguntarse cómo es que alguien, a quien no se conoce personalmente, tenga tan claro aquello que se ha querido decir durante toda la vida. A diferencia de otros espacios museísticos que exhiben obras de gran formato, el Mufi resguarda una cantidad inimaginable de pequeños recuadros que condensan datos geográficos, temas diversos y estilos artísticos que funcionan como diminutas cápsulas del tiempo e interesantes clases de historia sobre cualquier rincón del mundo. Es tal la riqueza y la belleza de las estampillas postales que el museo también ha podido ser un motor que impulsa la creatividad de quienes lo visitamos, especialmente de los niños que tienen un lugar preponderante en nuestras actividades.
En un mundo donde las cartas y el género epistolar han sufrido transformaciones decisivas, el Mufi brilla y se convierte en custodio de especímenes raros y curiosos capaces de inspirar a poetas, artistas, científicos, deportistas, especialistas y público en general. A las dos colecciones con las que iniciamos se han sumado otras, ya que numerosas personas han decidido donar sus acervos porque consideran que este espacio es ideal para conservarlos, estudiarlos y difundirlos. Así, el acervo reúne miles de objetos —entre los que destaca una pequeña e interesante colección de monedas mexicanas— que le permiten a nuestro museo ser un punto de referencia gracias a la bóveda que guarda esos tesoros.
Otro personaje que se unió al proyecto desde el inicio fue Manuel Cossío Gabucio, amigo de Alfredo, quien donó la biblioteca de su padre, don José Lorenzo Cossío y Cosío, especializada en filatelia. Con el paso de los años, esta se enriqueció y hoy cuenta con más de 6 000 ejemplares que incluyen algunos manuscritos, impresos, boletines, catálogos, literatura filatélica, álbumes con estampillas de correo aéreo, timbres clásicos de México, fotografías, correspondencias, estudios sobre emisiones, notas periodísticas, diplomas, utensilios filatélicos, reconocimientos, entre muchos elementos más. ¡Un deleite para cualquier curioso e investigador y de donde han surgido tantas historias conmovedoras!
Otro gran aliado en este andar ha sido Enrique Trigueros Legarreta, quien ha sabido darle impulso al Mufi en el mundo de los filatelistas, ha promovido encuentros internacionales y ha logrado traer magníficas colecciones y exposiciones para difundirlas en Oaxaca. Es una dicha tenerlo tan cerca y aprender de él.
Nuestra casa también ha ido creciendo, pues la familia y las colecciones cada vez se vuelven más numerosas. Afortunadamente, logramos adquirir los predios vecinos, formando con sus cinco hermosos patios un laberinto: cada uno posee un atractivo especial que vuelve la estancia de nuestros visitantes todavía más agradable. Además, la oferta cultural atrae a todo tipo de público para disfrutar conciertos, exposiciones, presentaciones de libros, proyecciones de películas, o simplemente para deleitarse con una taza de café, sentarse a escuchar música, escribir o contemplar los jardines y su bella arquitectura.
Así, en el transcurso de un cuarto de siglo, el Mufi se ha ido nutriendo en contenido y espacio hasta convertirse en un centro cultural, un lugar de reunión, convivencia y aprendizaje del que nos sentimos muy orgullosos: hemos creado una comunidad que busca un respiro de belleza, armonía, paz, arte y cultura. ¡Muchas felicidades! ¡Gracias, Mufi y Alfredo Harp Helú, por estos años de alegrías y grandes logros! Sin duda, ¡cayó el agua bendita de buen augurio!
¿Cuántas historias puede albergar el Museo de la Filatelia de Oaxaca? Incontables, y más cuando se trata de un espacio creado con el propósito de resguardar estampillas postales de todo el mundo que, a su vez, se relacionan con un sinfín de tópicos que redescubren la historia misma y que, al formarse en colecciones expuestas, generan el espacio museístico.
25 años de vida del Mufi se dice fácil, pero resumir su historia, hablar de un antes y un después de su arquitectura o de los objetos que lo conforman, no es sencillo.
En la vida cotidiana del museo se generan exposiciones, se clasifica y cataloga el material filatélico; se planean, diseñan y desarrollan distintos proyectos; se preserva y difunde el acervo y se promueve el arte y la cultura. En un recorrido se narra la historia de los “Comecartas”, del “Penny Black” y del “Hidalgo Azul” y de cómo llegó al museo la colección de cartas de Frida Kahlo y el doctor Leo Eloesser. Y cuando la curiosidad se asoma, respondemos una que otra pregunta: ¿Todavía existe el correo? ¿Aún se escriben cartas?
Los espacios abiertos se mantienen firmes día y noche, silenciosos. El muro de cantera y el de adobe, el espejo de agua y los cactus seguramente tienen más anécdotas, pero son discretos custodios.
El Mufi encierra tal magia que cada uno de sus rincones evoca inspiración; en un escenario simple, los sueños se vuelven realidad, como aquel que comenzó hace 25 años y que hoy hace posible que el Museo exista.
¡Felicidades, Mufi!
Han pasado dos décadas y media desde que el Museo de la Filatelia abrió sus puertas. Durante este tiempo, el timbre postal ha tenido distintos momentos: pasó de ser un objeto utilitario y cotidiano presente en la correspondencia, a ser un elemento casi exclusivo de los acervos y colecciones. Lo que sí es un hecho es que los timbres siempre han sido un objeto coleccionable, y gracias a la apertura del Mufi en Oaxaca muchas personas descubrieron su universo y posibilidades.
Este mes de julio, el Mufi cumple su primer cuarto de siglo. Eduardo Barajas, quien ha sido colaborador del museo por 21 años, y su director durante los últimos 18, cuenta que, en 1996, el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca realizó una exposición de filatelia y numismática: “Lo que se exhibía era una colección que pertenecía al Archivo Histórico de Banamex. Durante esa exposición, Francisco Toledo le habló a don Alfredo Harp Helú sobre poner un museo de numismática en Oaxaca, y este era un tema que a don Alfredo le interesaba porque coleccionaba monedas y timbres”.
Este primer encuentro anunciaba la llegada de un espacio que abrió sus puertas el 9 de julio de 1998, gracias a la filantropía de su fundador, el señor Alfredo Harp Helú, a su amor por la filatelia y al compromiso con su estado que siempre le han distinguido. Una casa del Centro Histórico, sobre la calle de Reforma, marcada con el 504, se convertiría en el Museo de la Filatelia de Oaxaca. Inició con una colección personal de timbres postales, dejando para el futuro la posibilidad de retomar el tema de la numismática.
Hoy en día, el museo está próximo a abrir una sala dedicada exclusivamente a esta otra forma de coleccionismo, pues en 2020 recibió, para su clasificación, investigación y exhibición la colección numismática de don Alfredo, compuesta por más de 19000 piezas —principalmente— de monedas nacionales, que los visitantes podrán apreciar en una sala permanente, sin embargo, el acervo filatélico lo supera en cantidad.
Barajas platica que:
Cuando el museo abrió, era un poco difícil de entender hacia dónde iba porque la filatelia era un tema muy especializado, lo veían como algo caro, elitista, de alguna forma de clase alta [ya que] las colecciones eran carísimas y privadas. Los primeros dos años fueron difíciles, en general para cualquier museo o empresa es difícil arrancar, plantear objetivos, explicar a los usuarios qué es la filatelia, por qué un museo y [cuál es] su importancia.
Pero apostaron por educar sobre la filatelia a las nuevas generaciones, y “lo que vino a reforzar y afianzar todo esto fue empezar con un programa dirigido al público infantil: talleres, actividades y programas para las escuelas que complementaban lo que veían en clase referente a temas como la carta y el timbre postal; todo esto abonó para que los niños se interesaran o supieran un poco más sobre este arte, [incluso] muchos empezaron a formar su propia colección de timbres”, detalla el director del Mufi.
Aquellas primeras generaciones de niñas y niños que acudían al museo han ido creciendo a la par del espacio. El Mufi ha escuchado a sus usuarios y se ha ampliado poco a poco hasta ser hoy en día una de las esquinas más atractivas del Centro Histórico.
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El Mufi es el primer museo que la Fundación Alfredo Harp Helú abrió en la ciudad. Para lograr posicionarse, el equipo planteó exposiciones y talleres temáticos, proyecciones de cine, convocatorias y numerosos congresos, y cabe decir que algo que ayudó desde el inicio fue que, arquitectónicamente, este es un espacio para disfrutarse.
Con el pasar de los años, y tras cinco lustros de experiencia, el Mufi ha sido germen para nuevos proyectos: gracias a la iniciativa y visión de la doctora María Isabel Grañén se hizo posible este sueño, cuyos muros han visto nacer en este estado proyectos como el Museo Textil, el Instituto de Órganos Históricos y Adabi Oaxaca. Detalla Barajas:
En el 2000, cuando se adquiere el predio de Reforma 500, el arquitecto Daniel López intervino el espacio de una forma minimalista: entonces el museo se convirtió en un espacio muy zen, con elementos japoneses y oaxaqueños; la arquitectura empezó a llamar mucho la atención y la gente entraba para ver de qué se trataba. En ese momento surgió el reto de explicar al público lo que significa la filatelia. Afortunadamente, gracias a todas las actividades, este espacio empieza a ser un centro cultural y un punto de encuentro para los creadores.
Y añade que durante el proceso de posicionamiento también se reforzaba la idea de volver más accesible la filatelia, que no fuera tan rigurosa; eventualmente, con las exposiciones temáticas, las personas se fueron acercando más al lugar.
Para Eduardo Barajas, el generar programas, actividades y exposiciones es motivante.
Los 21 años que llevo trabajando en el Mufi se han ido rápido; hacemos una diversidad de cosas y estamos comprometidos con el tema de los museos, con la relación que hemos establecido con muchos colegas, los intercambios y la profesionalización. Hemos logrado conformar un equipo de trabajo en el que todos proponen.
También es motivante trabajar con don Alfredo y la doctora María Isabel, porque son muy activos, todo el tiempo tienen proyectos a los que suman al Mufi; hemos colaborado, por ejemplo, en los proyectos culturales relacionados con beisbol en Monterrey y Ciudad de México.
Desde el Mufi, destaca su director, han tenido la oportunidad de impulsar congresos de museos que ayudan a la actualización de quienes ahí colaboran: ha sido pionero en la profesionalización de estos espacios en nuestra ciudad, atrayendo la mirada y el interés de muchos personajes mediante encuentros de talla internacional, como el 7.º Programa Nacional de Interpretación de Museos, realizado en 2011. En este evento, personajes de diferentes países y museos como el Thyssen, la Caixa, MoMa, entre otros, compartieron su conocimiento y visión; la Convención Anual 2018 de la México-Elmhurst Philatelic Society, que tuvo como sede el Centro Cultural San Pablo, un espacio abierto a coleccionistas independientes y miembros de las agrupaciones y sociedades filatélicas del país y del extranjero; el Encuentro del Museo Reimaginado en 2019, que reunió a más de 600 profesionales y colaboradores de recintos culturales de América. Espacios como estos permiten crear redes de diálogo y mejorar las prácticas en los museos.
Artistas presentes en el Mufi
El director del Mufi resalta que los creadores también se han involucrado con el museo: “El primer artista que no solo exhibió gran parte de su obra en el Mufi, sino que también tiene tres timbres en la filatelia mexicana, fue el maestro Francisco Toledo: realizó varias colaboraciones con nosotros que se pueden ver en los catálogos del museo”.
Saúl Kaminer, por su parte, realizó una colaboración con buzones de cerámica, y cuando el museo cumplió 10 años, se expuso su obra. “Después empezamos a hacer exposiciones colectivas e invitamos a varios artistas para que intervinieran objetos relacionados con la filatelia”, agrega.
También han colaborado con el Mufi Eduardo del Río Rius, el impresor Juan Pascoe, Pedro Friedeberg, Cristina Kahlo —quien ha participado en exposiciones de las cartas de Frida Kahlo, que se encuentran en la colección del museo—, Sergio Hernández, Adán Paredes, Guillermo Olguín, Nicola López, Alan Glass, Emilia Sandoval, Mauricio Cervantes, Carmen Parra, Betsabe Romero, Alberto el Negro Ibáñez, entre muchos más.
Hablar del Museo de la Filatelia de Oaxaca es hablar de un espacio único en su tipo. Visitarlo conlleva recorrer sus pasillos, disfrutar sus exposiciones temporales, contemplar su biblioteca y viajar por la historia postal de México mediante sus colecciones permanentes, exhibidas en uno de los espacios públicos más importantes del museo: la Bóveda Filatélica. Se trata de un repositorio de 13 gabinetes, cada uno con 50 abanicos que albergan diferentes colecciones temáticas, por ejemplo, desde el primer timbre postal en el mundo hasta el emitido por México más recientemente. Quienes deseen adentrarse más en el tema postal tendrán la oportunidad de conocer sobres con distintas marcas o sellos que se aplicaban a la correspondencia antes de 1840, una etapa que recibe el nombre de “Prefilatelia”; por su parte, las cartas de Frida Kahlo pertenecen a una de las colecciones más queridas por el público. Y si te gustan los deportes, puedes descubrir las piezas que tenemos de los Juegos Olímpicos de México 1968, pero si prefieres el futbol, tenemos la Colección Mundial de Futbol México 1986.
Te has preguntado ¿de dónde provienen las piezas postales que exhibe el Museo en todas sus áreas?
Existe una parte que yo llamo “El corazón del Mufi”. Y me refiero al área del acervo. Le llamo corazón precisamente por la función que cumple: así como este órgano bombea sangre a todas las partes del cuerpo, el acervo nutre de timbres postales a cada área del museo, de aquí la importancia que cobran al estar relacionadas entre sí. El acervo se alimenta de las donaciones de timbres postales que recibimos año con año, y son precisamente estas las que dan vida a todo el museo. En el acervo se clasifica, cataloga y resguarda cada timbre; una vez hecho lo anterior, se envían a las demás áreas; del acervo salen las piezas del mapamundi que recibe a todos nuestros amigos visitantes, ubicado en la sala de exploración; también las piezas que forman parte de las colecciones, permanentes y temporales que exhibimos durante todo el año; de aquí mismo surge el material que se trabaja con las escuelas en nuestro Club infantil. Por si fuera poco, de aquí salieron más de 20 000 timbres postales que adornan el Vocho Mufi que recorre las calles de la ciudad.
Crecemos año con año, lo que nos permite tener una amplia gama de colecciones temáticas por mostrar. Sin duda, los espacios de exhibición, nuestras salas y la Bóveda Filatélica se quedan pequeños frente a la cantidad de piezas postales resguardadas. Uno de nuestros objetivos es poder mostrar la mayor cantidad de piezas filatélicas, lo que nos permitirá llegar a un mayor número de grupos, dando como resultado que niños, estudiantes y expertos en el tema postal nos visiten, aprendan y se maravillen de la extraordinaria cultura filatélica con la que cuenta México y que Oaxaca tiene el honor de mostrar en un espacio como el Mufi.
Mi pasión por la filatelia y el coleccionismo nació cuando me di cuenta del disfrute que me generaba conocer sobre otras culturas mediante lo que para ellas era tan importante y significativo como para plasmar en un rectángulo de arte e historia y que podía llegar a regiones remotas del planeta. Entonces inicié el resguardo de timbres individuales, sobres de primer día, colecciones anuales y libros explicativos de cada una de las series.
Luego de décadas de armar con mucha dedicación una interesante colección, y al mismo tiempo integrar una biblioteca que amplía el conocimiento sobre cada serie de timbres, me pregunté qué pasaría con todo ello si no encontraba con quién compartirlo y que realmente lo valorara. Al darme cuenta de que entre la familia y seres queridos no había alguien que pudiera aquilatar la importancia de esta colección, encontré que en Oaxaca existía un interesante esfuerzo por preservar el arte de la filatelia.
En una ciudad que impresiona por su arte y sus tradiciones, no sorprende que existan recintos cuya función sea difundir la cultura local, altamente reconocida, en especial en las artes plásticas. Sin embargo, encontrar un sitio especializado y debidamente categorizado y organizado en importantes áreas de la filatelia fue una muy agradable sorpresa.
Siempre he creído en el arte de compartir. La acción de ofrecer a los demás lo que a uno le provoca experiencias edificantes y duraderas es altamente disfrutable, sobre todo, es la mejor manera de asegurar que nuestra cultura se fortalezca en cada obra, en cada medio disponible que sea visto y apreciado por quien lo toma en sus manos.
Como amante del arte y del coleccionismo siempre será mi prioridad contribuir con lo que esté de mi parte para este recinto que llega a sus primeros 25 años de historia, gracias a la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca y a las voluntades de personas y organizaciones en el estado y otras partes del país.
Felicito enormemente al Mufi y deseo que vengan muchos años más de crecimiento en su acervo, de una mayor apreciación de su labor filatélica y cultural, y del favor de los visitantes con sed de conocimiento.
Entrevista: https://www.youtube.com/watch?v=FYlpepkB8Hc
¿Quién no ha coleccionado algo desde niño? Parece una necesidad humana: en el colegio intercambiábamos tarjetas, juguetes de promoción y hasta corcholatas con impresiones especiales, esto es porque somos buscadores por naturaleza.
¿Qué implica ser un coleccionista, ya sea de estampillas postales, monedas, pinturas famosas, abanicos, campanas, insectos o cualquier otro tipo de objeto? Requiere, en primer lugar, tener el conocimiento de los objetos a atesorar; por lo tanto, es más que un pasatiempo, es un estudio ordenado, profundo y minucioso de lo que se va a coleccionar. Requiere tiempo de investigación en museos, libros o revistas, de buscar esas piezas especiales y exclusivas, fuera de lo común, y que tienen una historia que contar; de colaborar con otros coleccionistas, en subastas; es el tiempo dedicado a su búsqueda, el dinero invertido, su cuidado y la paciencia de hacerlo; y el amor por lo que se hace, una pasión que, en ocasiones, se convierte en compulsión por esos objetos especiales que tienen un valor sentimental, además del monetario y el artístico; es aportar esas obras y ese conocimiento a la historia personal y de una comunidad, ya sea a nivel local o mundial.
El Museo de la Filatelia de Oaxaca tiene el honor de albergar una gran cantidad de donaciones, no solo de estampillas sueltas sino de álbumes y colecciones cuyos propietarios han decidido dar a la institución desinteresadamente; se trata de colecciones muy valiosas, tanto por su contenido filatélico como por el capital invertido en ellas a lo largo de los años.
El coleccionista, entonces, es una pieza clave en la comunicación y el aporte de conocimientos. En este caso, hablaremos de uno de ellos, el Sr. Marcelo Villarreal Sánchez, quien de forma desinteresada ha donado al Mufi la colección de estampillas a la que ha dedicado tantos años en reunir.
Separar cada pieza postal nos permite conocer la manera de coleccionar de cada filatelista. Así, en esta colección podemos encontrar timbres sueltos, hojas recuerdo, planillas, bloques y libros anuales, material que data de los últimos años de los años 90 y de toda la primera década del 2000. Entre todo el material filatélico donado —que abarca más de 30 países— destacan los sobres de primer día de emisión de Canadá, Israel, Suiza y Nueva Zelanda. Los temas abordados en los timbres de esta donación van desde la flora y la fauna, pasando por los deportes, la arquitectura y la gastronomía mundial, hasta llegar a las grandes producciones cinematográficas como Narnia y El Señor de los Anillos, literatura fantástica de la cual es ferviente lector. Piezas que destacan por su belleza y particularidad son los minicuadernillos de Los Guerreros de Terracota emitidos por las Naciones Unidas, la única organización que puede emitir timbres postales.
El Sr. Villarreal también nos ha donado parte de su extensa biblioteca de Historia del Arte, libros sobre diferentes museos y de flora y fauna, temas sobre los que también se ha dedicado a coleccionar. Entre los libros de Historia del Arte destaca uno en especial: Grandes Tesoros Nacionales de China. Obras Maestras en el Museo del Palacio Nacional, una obra hecha con la belleza de la caligrafía china y que se encuentra en la Biblioteca José Lorenzo Cossío y Cosío del Mufi, abierta para su consulta.
Agradecemos al señor Marcelo Villarreal Sánchez por incrementar nuestro acervo con sus donaciones: gracias por su gran espíritu filantrópico.
Lo sabemos, hoy en día es más práctico enviar un whatsapp o hacer una videollamada para comunicarnos, pero ¿sabes cuál es una de las ventajas de la correspondencia postal tradicional? El elemento humano, es decir, la calidez y los múltiples sentimientos que se originan al enviar y recibir una carta. En un mundo cada vez más instantáneo e hiperconectado, acciones como el apreciar la belleza de una caligrafía, la textura del papel, el aroma del contenido y las enmiendas que evidencian el factor orgánico de los errores son experiencias inigualables. Además, las cartas son piezas que pueden ser guardadas de manera física para mantenerlas cerca, como dejándolas añejar para que fermenten las emociones de las que están impregnadas; no es lo mismo abrir una carta por primera vez, al instante de su llegada, que releerla después de algunos años, porque de forma mágica incrementa la profundidad de los recuerdos que nos emocionaron antes.
Por otro lado, el carácter formal es otra virtud de la correspondencia tradicional. Dentro de la comunicación digital, el correo electrónico tiende a ser la forma más seria y profesional de dirigirse a alguien, aun así, no puede competir con la solemnidad de la carta, con la cualidad oficial del lacrado o la legitimidad de la firma manuscrita, detalles por los cuales los gobiernos y Estados del mundo siguen optando por el papel y la tinta para establecer sus acuerdos, relaciones, comunicados y políticas con otras entidades.
Aunque cabe aclarar que la historia de la correspondencia no siempre ha tenido que ver con el papel y la tinta, su desarrollo histórico no ha evolucionado en conjunto, como sí lo ha hecho el de la comunicación en general. Desde que la humanidad aprendió a desarrollar un lenguaje, la correspondencia ha sido su aliada primordial. Así lo observamos con las grandes civilizaciones de antaño. Los painanis, por ejemplo, fueron los mensajeros fundamentales para la cultura mexica, corredores profesionales que tenían como misión transmitir mensajes a zonas lejanas de forma eficiente y rápida (considerando la época), por eso el significado de su nombre: corredor ligero, parecido a los mensajeros de la Grecia clásica, quienes eran parte de la logística militar de los hoplitas; el caso más famoso es el de Filípides, el héroe que, según las leyendas, recorrió más de 300 km sin descanso para avisar a los espartanos sobre la invasión de los persas a Maratón; al finalizar su mensaje, falleció de agotamiento (en tributo a él se realizan los maratones modernos).
La correspondencia tradicional representa el lado más humano de la historia, nos recuerda que el mundo muchas veces ha dependido, y aún depende, de elementos tan simples como la palabra, el papel y la tinta. Puede que la respuesta instantánea domine nuestra época convulsa y poco tolerante a la espera, pero la correspondencia tradicional tiene esa gracia artesanal, esa manualidad romántica que nos expresa de forma indirecta algo más que lo que dicen las palabras. ¿Qué hubiera sido de Rulfo sin sus cartas a Clara? ¿De Napoleón Bonaparte sin sus cartas a Josefina? ¿De Frida Kahlo sin sus cartas a Diego Rivera?
Hoy, te invitamos a enviar una carta, a realizar la correspondencia tradicional, pues esta práctica sigue vigente y activa, agregando que cada vez que compras un timbre y envías tu escrito por correo físico contribuyes en el empleo de miles de trabajadores del servicio postal. Te aseguramos, eso sí, que la persona que reciba tu misiva se sentirá halagada y especial, mucho más que si recibiera un mensaje de texto digital.
Desde siempre deseamos. Debiéramos llamarnos los seres deseantes. Los que no cesan de desear. Sabemos de nuestro afán por crear alfabetos que nos permitan expresar esos deseos. Nos quitaban el sueño las bestias gigantes que no lográbamos atravesar con nuestras lanzas, entonces tuvimos que pintarlas en las cuevas. Aparece, por ejemplo, un hipopótamo en Lascaux. Aparecen manos (como en la extraordinaria Cueva de Las Manos) o caballos, aves y otros símbolos que hemos intentado traducir.
Primero fue en piedra. Grabamos representaciones para hablar de nuestros días y el mensaje quedaba allí: una carta para los que vendrían. Señales como migas de pan en el camino. Luego fueron otras superficies: arcilla, papiro y después el papel.
La carta estuvo allí siempre. Fue por la necesidad de comunicar nuestra angustia y nuestro desasosiego por habitar este mundo. Las primeras cartas se escribieron en cuevas que hoy se esconden bajo las piedras.
Hemos escrito cartas desde que se inventaron los primeros alfabetos. Cartas que hoy no comprenderíamos, extasiados (algunos) por obtener respuestas de inteligencias artificiales o por la respuesta hiper veloz de lo inmediato.
Las cartas tienen eso de incertidumbre. El tiempo, la pausa, los caminos que deben atravesarse nos hacen esperar una carta como si nuestra vida dependiera de ello. Y es que es así: una carta es una posibilidad. Los papiros o cartas de Hekanaj (1917 a.n.e.) siguen allí para decirnos que por más fugaz que sea nuestra existencia, algo de nosotros perdurará.
La sensación de no tener certezas nos conduce a desear un momento más de vida hasta que el cartero toque a la puerta o un sobre se deslice bajo la misma.
En poemas, cuentos y novelas que he leído, las cartas están allí para trastornar o transformar las existencias de sus destinatarios. Me acuerdo de que en Hotel Savoy (la novela del maestro de la correspondencia, Joseph Roth, quien sostuvo grandes conversaciones por medio de cartas con su amigo Stefan Zweig que pueden leerse en el libro Ser amigo mío es funesto, de Editorial Acantilado), Gabriel Dan (protagonista de la novela) recibe varios recados para indicarle que debe abandonar el lugar debido a que no ha pagado su estancia en el maravilloso y desquiciado hotel Savoy. ¿No es una de las cartas más tristes? Debemos irnos de aquí. Ese funesto anuncio, que podría ser más bien clasificado como un recado, nos advierte que no pertenecemos a ese mundo. Vaya tristeza.
Otra existencia situada en la ficción y la epístola es la de Emily Dickinson. Emily, la poeta que sí conoció el mundo y que en algún momento decidió apartarse para existir a través de su lenguaje, escribió: “Una carta es la alegría de la Tierra denegada a los Dioses”.
Las cartas seguirán existiendo como esos artefactos que los primeros seres vivientes desarrollaron para que pudiéramos llegar nosotros a destruirlo todo. “Mientras haya emociones, siempre habrá letras escritas”, lo advierte Silvia Ferrara, en su bellísimo ensayo “La gran invención”. Escribir una carta es lanzar un mensaje al vacío.
Siempre fue así: deseábamos transmitir nuestros pensamientos. Buscamos la manera de que nuestras ideas permanecieran en la Tierra. Exploramos todas las superficies. Hasta llegar a escribir un recado sobre un papel. Un recado simple. Una lista o una indicación. Y pensamos que eso debía permanecer, sobrevivirnos.
Estimado Mufi:
Es para mí un gusto felicitarlos, tanto al Museo de la Filatelia como a la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca en este 25 Aniversario de un espléndido museo que tanto ha aportado a la ciudad de Oaxaca.
Recientemente tuve el honor de recibir, de manos del maestro Michael Sull, el título de Master Penman de caligrafía cursiva, misma que impartí en el Mufi hace algunos años y que tan necesaria es para
la comunicación personalizada, mediante cartas con timbres postales que se usan cada día menos.
Mayo de 2023
Hace casi 25 años, una pequeña tienda con algunas lupas, estampillas, hojillas, sobres, charnelas y pinzas filatélicas abrió sus puertas en el número 504 de la calle de Reforma, en el corazón de la ciudad de Oaxaca. ¿Quién hubiera pensado que este espacio dedicado a la filatelia también se volvería un referente de la promoción de la escritura?
Como podría esperarse, al inicio, la tienda del Museo de la Filatelia de Oaxaca se centraba únicamente en ofrecer los insumos necesarios para la práctica de la filatelia. Los filatelistas más experimentados podían encontrar aquí las estampillas que hicieran falta en su colección, charnelas para fijarlas, herramientas para su estudio y para su conservación. Por otro lado, los menos experimentados podían descubrir un extenso mundo de temas, formas y colores por explorar gracias a las estampillas y, si así lo deseaban, también podían adquirirlas.
Con el paso del tiempo, y gracias a las alianzas del Mufi con artistas plásticos, encuadernadores y diseñadores locales, los productos fueron diversificándose y los talleres ofrecidos por estos colaboradores generaron nuevas necesidades en un público en constante crecimiento y en busca de nuevas experiencias que enriquecieran su visita al museo. De pronto, los papeles decorados, los sellos de goma, las tintas multicolores, los stickers, las cintas washi y las libretas artesanales hicieron su aparición en los aparadores de lo que años más tarde se conocería como la Miscelánea Filatélica.
Fue el propio público del museo el que solicitó un catálogo de materiales cada vez más amplio y, sobre todo, con identidad propia. Las colaboraciones para el diseño de productos exclusivos se hicieron necesarias y, eventualmente, la tienda del museo se volvió una plataforma para artistas emergentes y otros ya consolidados, los murales y demás intervenciones repartidas por los blancos muros del Mufi poco a poco hicieron su aparición en bolsas de mano, pañuelos o pines. A su vez, los muros de la miscelánea vieron la llegada de obra gráfica, acuarelas, fotografías e incluso textiles. De alguna manera, este espacio se ha convertido en un lugar de disfrute estético donde también podemos adquirir algún objeto para recordar nuestra visita a un museo tan peculiar o enviar correspondencia a algún ser querido.
A partir de los distintos talleres de caligrafía llevados a cabo en el museo durante los últimos años, la revalorización de la escritura a mano se ha vuelto parte fundamental de la identidad de la miscelánea y los visitantes han solicitado herramientas cada vez más especializadas, lo que ha propiciado que el espacio cuente con gran variedad de plumillas, tintas, hojas decoradas y sobres, atrayendo a nuevas generaciones de apasionados de la correspondencia y logrando que esta se encuentre más viva que nunca en el Mufi.
La tienda ha sido un actor muy importante en los eventos realizados en el museo que promueven diversas expresiones artísticas enfocadas en el diseño y la gráfica. En 2013 se llevó a cabo la 1.ª edición del Mercado Itinerante de Diseño en colaboración con el Centro de Diseño de Oaxaca y la Lonja Mercantil; se contó con la participación de artistas y colectivos nacionales como Chamuchic, Trista, Ishi y Taller Un, y con locales como Miku Meko, Dr. Lakra y Francisco Toledo. En 2017 se realizó la Mercadería de Diseño en colaboración con Abarrote de Diseño y 16 artesanos y diseñadores de todo el país; este evento duró 3 días, los cuales estuvieron amenizados por conciertos y presentaciones teatrales, además de la exhibición de las piezas de cada participante, dotando de vida cada rincón del museo. No son pocas las actividades de este tipo en el Mufi y no acabaríamos pronto de enumerar a todos los colaboradores que hacen posible cada evento gracias a un trabajo de reciprocidad en la difusión de la cultura y la búsqueda de nuevos públicos.
Fue hasta la reapertura del museo, en 2021, cuando la tienda recibió el nombre de “Miscelánea Filatélica”, denominación más que adecuada para un lugar en el que puedes encontrar gran variedad de productos, desde los enteramente filatélicos, decorativos y didácticos, hasta obras de arte, eso sí, siempre relacionadas con la filatelia y la correspondencia.
Más allá de tratarse de un espacio meramente comercial, la Miscelánea Filatélica busca aportar a la experiencia y resolver las necesidades de los visitantes por medio de la sinergia con diseñadores y artistas locales, nacionales e internacionales, volviéndose un espacio imprescindible durante tu visita al Mufi.
Fue precisamente cuando cumplí 18 años, sin saber cuál sería el camino a seguir en mi vida, cuando una mañana descubrí un lugar cuya intensa blancura dio un poco de luz a mi pensamiento. Familiarizado con la lectura del periódico desde niño, quién iba a pensar que el espacio tan luminoso que exploraba había sido sede del Periódico Oficial del Estado de Oaxaca, tal vez por eso también llamó mi atención. Sinceramente, en ese tiempo no entendía mucho de filatelia, y es posible que en este momento tampoco sepa tanto, sin embargo, un nuevo recinto cultural en la Verde Antequera era algo que me llenaba de emoción, sobre todo cuando en la Oaxaca de antaño, la que podíamos disfrutar quienes vivíamos en ella, requería de espacios diferentes a los ya conocidos.
De esa forma fue como conocí el Museo de la Filatelia de Oaxaca. Su nombre de por sí era inusual, por lo menos en esta tierra del sur, igual de inusual que las exposiciones temporales y permanentes que ha tenido a lo largo de su historia; al Mufi puedes ir una y otra vez para encontrar algo diferente: en sus muros y pasillos, en los espejos de agua donde navegan plácidamente los nenúfares, e incluso en los pisos y en su cielo. Realmente el museo ha crecido con nosotros y, a su vez, nosotros con él. Compartir este espacio en 2017, en la Mercadería de Diseño, con personas de otras vocaciones culturales y artísticas desde el diseño y otras disciplinas, fue una gran experiencia: el Mufi nos abrió sus puertas y nosotros a él nuestra creatividad, desde entonces somos amigos.
Ahora seguimos en el museo, en su Miscelánea Filatélica, un sitio en el que, efectivamente, en algún momento hubo una tienda de abarrotes. Gracias a la relación que mantenemos con el museo, lo que creamos Oscar, Jorge y yo con nuestra marca, se encuentra disponible en ese espacio, compartiendo con las creaciones de otras personas de Oaxaca y varios lugares del país productos de ediciones elaboradas especialmente para el museo y elementos relacionados con la filatelia, lo postal, el correo y demás; para nosotros, ser parte de la tienda es una manera de llegar a otras personas de todos los rincones del mundo.
Por lo anterior, y por todo lo que venga, a un cuarto de siglo de su creación, en Abarrote de Diseño nos unimos a la celebración de la vida del museo, estamos seguros de que continuará creciendo y consolidándose como un referente de la filatelia en México, pero también de otras propuestas culturales para todos los gustos.
¡Felicidades y larga vida Mufi!
Crecí en Ensenada, Baja California México. Durante mi adolescencia me sentía aislado. Gracias a unos amigos descubrí el punk y la contracultura underground: uno de ellos intercambiaba casetes y materiales de otros países. No tardé mucho en involucrarme, ya que algunos de esos fanzines incluían arte que era utilizado para camisetas, flyers, portadas de discos y, en general, eran la imagen del punk, a la par que este también fue la estética del skateboard. Los intercambios de cartas eran con bandas que se anunciaban en dichos fanzines, revistas caseras hechas por los fanáticos de la música hardcore, punk, cuya temática era anarquista, pacifista, anticrueldad animal y feminista, y que utilizaba la música como plataforma. Eventualmente, gracias al intercambio de materiales con muchos artistas y colectivos me topé con el Arte Postal, un fenómeno de comunicación donde se hacían presentes no solo el hardcore punk, sino muchas otras cosas del underground: eran días de fotocopias, pegostes, casetes grabados y rarezas. Gracias a estos intercambios logré una robusta red de contactos en muchos países. En 1990 recibí una convocatoria para una antología internacional de arte underground, de parte de John Marriott, un artista canadiense radicado en Toronto. Posteriormente, el libro salió bajo el título de Sensoria From Censorium que fue, al final, la manera en la que entré como tal al Arte Postal.
No tardó mucho en llegar la primera carta de Brain Cell, y de muchos otros contactos después de eso. Durante los 90 no solo tripliqué el número de contactos, sino que empecé a hacer eventos de Arte Postal en Ensenada: lecturas y exposiciones, y en 1994 inicié Fish, un proyecto con el tema de peces y animales fantásticos. En 1995 armé el primer sitio web de Arte Postal en español, lo que eventualmente dio origen a artepostal.org.mx que estuvo activo hasta 2002. En 1999 ayudé a Alejandra Mora —directora del Mufi en ese momento— a coordinar “Arte Postal hacia el nuevo Milenio”, participando con Jas Felter, Clemente Padín, Antonio Caro, Michael Hernández, Michael Thompson y Manuel Marín. Oficialmente, dejé de enviar cartas con el tema de Arte Postal en 2002, para dedicarme de lleno al streetart, graffiti, etc.
En 2012 decidí donar mi colección de cartas al Mufi, y en 2014 fui invitado de nuevo para dar una conferencia y realizar un mural.
Existen entrevistas en video donde hablo de mi experiencia: https://www.youtube.com/watch?v=cEX_EmDRDeQ
La Biblioteca José Lorenzo Cossío y Cosío, especializada en filatelia, es un espacio para la consulta de temas relacionados al coleccionismo de timbres postales de todo el mundo, la historia del correo, el Arte Correo y el género epistolar. También es un espacio donde se reúnen especialistas de bibliotecas, archivos y museos para intercambiar conocimientos y compartir experiencias acerca de los acervos y la conservación del patrimonio bibliográfico y documental; algunas veces, hasta funciona como un espacio expositivo.
Para algunos visitantes, esta biblioteca es como una sala más del museo, ya que tienen la idea de que “los libros no se tocan porque son viejitos y se deshacen” o porque “no hay que desacomodar el librero”; mientras que los más jóvenes preguntan por el precio de los ejemplares exhibidos en el atril como “El libro del mes”. La mayoría coincide en que es un lugar extraordinario que emana una fragancia especial, una mezcla de libros y cedro, que al percibirla nos evoca a “la casa de los abuelos”, o bien, despierta la mente y nos inspira a crear, a plasmar las ideas sobre el papel para redactar un guion o una carta y entablar el diálogo epistolar con familiares o amigos.
La biblioteca del Mufi es el espacio ideal para leer libros y correspondencias ajenas, aquellas que escritores, científicos, humanistas y artistas dejaron sin sospechar lo valiosas que ahora son, claro, desde la perspectiva literaria, histórica y cultural, como las cartas de Frida Kahlo y el doctor Leo Eloesser, que, aunque las versiones originales se resguarden en la Bóveda Mufi y estén disponibles para todo el público, los visitantes optan por leer al Querido Doctorcito en la biblioteca.
Nuestros usuarios son diversos: filatelistas, curadores e investigadores, por mencionar a algunos, quienes consultan catálogos para buscar los datos de emisión de los timbres postales o libros que versan sobre la historia del correo, tarjetas postales, el diseño o los procesos de impresión en los timbres.
Los alumnos de nivel básico y medio realizan tareas afines a los medios de comunicación o a la estructura de la carta, mientras los estudiantes universitarios, enfocados en el diseño y la comunicación gráfica curiosean por la inmensa variedad de motivos postales y el mail art. No podríamos dejar de lado a los pequeños usuarios, quienes se maravillan con las ilustraciones de encantadores personajes como osos, leones, tigres, conejos o divertidos monstruos que protagonizan historias de cartas y carteros, o con canciones escondidas en códigos QR en las que aprenden de manera didáctica el recorrido de una carta.
Son muchas las anécdotas que podemos compartir de los usuarios en una biblioteca, algunas alegres, otras conmovedoras, y más en un lugar tan apacible que al llegar evoca ciertos recuerdos de momentos, de cartas leídas y palabras que quedaron dispersas en el alma, tan sensibles que en un lugar mágico renacen, duelen, alivian, se dejan libres.
De nostalgia, compartimos la experiencia de aquel chico que, al mirar los títulos en el primer librero, fue tal su asombro que pegó un grito y, conmovido, se dio la media vuelta, llamó a su compañera, a quien abrazó y, entre lágrimas, expresó: “Ese libro es de la editorial en donde trabajó mi papá”; o la de aquella señora que, transcurrido el segundo año de la pandemia, en octubre, al leer el título del libro del mes, Cartas de amor a los muertos, de Eva Dellaira, su semblante cambió inesperadamente, se tornó triste y, sollozando, comenzó a hablar en voz alta, con ansias de expresar algo más, pero sin poder hacerlo; mencionó a su padre y que sentía en lo profundo todo lo que no le pudo decir antes de morir. Ante el susceptible minuto, nos solidarizamos, en tanto se aligeraba el momento, con un gesto amable y empático reconfortamos a nuestra usuaria, la escuchamos, se desahogó. Su sentir era comprensible, tres miembros de su familia habían perdido la batalla ante el Covid-19. Para ella, el título del libro era claro: nos pidió tinta y tres hojas, y se dirigió al jardín a escribir cartas a sus deudos, pues a su regreso las pondría en el altar del Día de Muertos.
En contraparte, hay anécdotas como la de aquella adolescente que llega directamente al librero e identifica su ejemplar de Cartas a Clara, de Juan Rulfo. Ella disfruta la lectura de las cartas, ríe entre página y página.
La última vez que estuvo aquí dejó su separador, así que echamos un ojo, sin afán de retirarlo del ejemplar: indicaba la página 77, una carta fechada el 29 de abril de 1947, aquí un fragmento:
Chachita:
Mírame bien. Ponte seria y mírame con tus ojos. No, no cierres ninguno. Mírame con los dos ojos tuyos muy abiertos […] y ahora dime: ¿Por qué me escribes tan poquito? Tus cartas apenas empiezo a leerlas y luego se acaban.
Y una anécdota más, la de Santi, quien está próximo a cumplir siete años. Él es un pequeño explorador de libros, y contento nos platica que ha compartido algunas historias de los libros del Mufi con sus compañeros en el colegio, y más sorprendido aún porque “muchos no conocen la biblioteca del museo de los timbres y las cartas” y él “ya cuida los libros porque ha venido muchas veces”, para ser exactos, desde que tenía tres años.
Muchas veces hablamos de historias en los timbres, en las cartas y en los libros, sin darnos cuenta de que la biblioteca es un libro en sí mismo, uno que abre sus puertas cada día para documentar su propia historia, un registro de vivencias e imágenes. Deseamos que los usuarios experimenten la magia de este lugar: su presencia hace que la biblioteca se mantenga viva, como un libro abierto.
El Museo de la Filatelia de Oaxaca es el sueño de todo aquel que se reconoce como filatelista, aun más para el mexicano: hoy, para ser filatelista, no necesitas otra cosa más que declararte en tu interior y con mucha convicción, tener el gusto por las estampillas… aunque solo poseas una, aunque solo las contemples, aunque nunca hayas tenido una en tus manos.
Esto es lo que el Mufi ha puesto, durante 25 años, a nuestra entera disposición: un lugar en donde cualquier visitante desarrollará el gusto por la filatelia, incluso sin haber tenido un contacto previo con este pasatiempo, o sin haber tenido una estampilla en sus manos.
Hoy en día, el estudio de la filatelia comprende desde la prefilatelia hasta el Arte Postal, y esa composición tan rica la podemos ver plasmada en todas y cada una de las actividades que realiza el Mufi, razón por la cual solo se le puede reconocer, ya que es el promotor más importante de esta disciplina en México. Suena atrevido, fuerte e intenso, pero lo ha demostrado con hechos.
Lo hemos visto como sede de importantes exposiciones de competencia internacional; sus publicaciones impresas, que han abordado temas como los juegos olímpicos y el café, son testimonios sólidos de su empeño por difundir la filatelia de México y el mundo; también han organizado innovadoras exposiciones de filatelia y Arte Postal, además de poner al alcance de todos los filatelistas suvenires con dicha temática en la Miscelánea Filatélica, un espacio que permite a los fanáticos conseguir algo de tema postal, y no olvidemos las innumerables actividades artísticas que van desde el diseño de tu propio lacre, tu postal o encuadernado decorado con filatelia, hasta imprimir tu propia playera, la cual llevarás hasta el último día de su vida útil con mucho gusto y satisfacción al ser producto de uno de tantos momentos creados en el Mufi.
El constante cambio y fluctuación de la dinámica del Mufi, que va desde el Arte Postal hasta la formalidad de la investigación filatélica, son ejemplo a seguir, pues aquel que disfruta del arte creado con material filatélico, o aquel que disfruta del arte plasmado en las estampillas, queda involucrado en la esencia del museo.
Considero los catálogos de México Exporta, Arquitectura y Arqueología, Pruebas muestras y ensayos en los timbres postales de México, como los basics cuando de aprender de México y sus emisiones postales se trata; e imaginen qué gran apoyo son estas emisiones, esenciales para el principiante, aquel que empieza a coleccionar y quiere saber qué llega a sus manos. Del mismo modo sirve para aquel filatelista avanzado que quiere competir, exhibiendo su colección en algún evento mundial, pues la información concentrada y plasmada en estas publicaciones tiene la formalidad, documentación y calidad para ser empleados como referencia bibliográfica del más alto nivel.
Qué decir de su acervo bibliográfico, en el espacio más íntimo con el conocimiento filatélico de México, la Biblioteca José Lorenzo Cossío y Cosío, que alberga uno de los acervos más nutridos que existen en México, abarca temas complejos y poco tratados en la filatelia mexicana y que está a disposición para todo aquel que quiera adentrarse en una investigación sin precedentes.
El Mufi ha representado a nuestro país a nivel mundial poniendo en alto a la filatelia nacional y dejando claro que México es potencia filatélica, pues ha levantado la mano en el circuito más grande e importante, como lo es la Federación Internacional de Filatelia (fip por sus siglas en francés), y esto ha marcado a otros organismos y clubes en el país que tienen a este museo como ejemplo a seguir para ver por los filatelistas y continuar fomentando este bello pasatiempo.
Es indudable que el Mufi representa la pasión de todos los que amamos la filatelia. También es la ventana para los curiosos que quieren conocerla y, sin temor a equivocarme, esos curiosos son los que se reconocerán como filatelistas, sin tener una estampilla en sus manos, como la próxima generación. Gracias, Mufi, por 25 años de inspiración y motivación en este largo camino de aprendizaje en la filatelia mexicana.
Muchos aspectos debieron ser resueltos para lograr la coordinación entre los sistemas de correos de diferentes naciones. El uso de timbres postales (Reino Unido, 1 de mayo de 1840) fue uno fundamental y que se propagó por el mundo (en México se emiten timbres desde 1854). Esta innovación propicia discursos sobre los tamaños de las cartas, las tarifas, etc. Y motiva rápidamente el coleccionismo de esos atractivos pedazos de papel impresos, esto es la Filatelia.
Tras varios intentos se concreta, en el Tratado de Berna (15 de septiembre de 1874), la creación de la Unión Postal General (9 de octubre de 1874), la cual cambia su nombre, en 1878, a Unión Postal Universal, instancia que propicia el establecimiento de acuerdos para el manejo de la correspondencia internacionalmente. En la actualidad, la upu es una entidad dependiente de la Organización de las Naciones Unidas.
Un aspecto trascendental fue haber hecho accesible el correo a más personas, quitar lo elitista de los correos antiguos. Así, el número de piezas postales creció exponencialmente, millones de piezas eran enviadas cada año por el mundo.
Entre las muchas ideas de mejora de los sistemas de correos, para volverlos accesibles económicamente fue fundamental el desarrollo de las tarjetas postales: ofrecían una tarifa más económica que la de los sobres a cambio de reducir el texto (y sacrificar la privacidad), pues son tarjetas de cartón más ligeras que un sobre con una carta dentro.
La tarjeta postal tuvo un éxito impresionante, sobre todo para la comunicación internacional. En una primera etapa fueron elaboradas por los sistemas de correos con el timbre impreso directamente en la tarjeta (entero postal). Aunque es causa de polémica, se considera que la primera tarjeta postal fue emitida el 1 de octubre de 1869 por la administración de Correos de Austria-Hungría, y muy pronto fue imitado por los diferentes sistemas de correo en el mundo.
Estas primeras tarjetas solo incluían encabezados de identificación del país emisor impresos mediante grabados, más o menos atractivos. Pero con la revolución de las imágenes —generada por la fotografía y la mejora de los sistemas de impresión— pronto se llegó a las tarjetas postales ilustradas mediante grabados que, con el cambio de siglo, pasaron a ser fotografías y más tarde nombradas tarjetas postales fotográficas: imágenes en blanco y negro impresas en papel fotográfico al cual se les imprimía en el reverso un formato (de acuerdo con criterios de la upu) de tarjeta postal con espacio para poner los datos del destinatario, el mensaje y hasta una estampilla.
Las tarjetas postales ilustradas fueron muy atractivas para los remitentes y destinatarios, tanto que generaron un auge de nuevos coleccionistas (cartofilia o deltiología). Durante la primera mitad del siglo XX fueron el medio ideal para enviar un saludo, informar dónde estábamos o enviar un aviso, entre otros usos.
Con las mejoras y ampliación de las opciones de comunicación audiovisuales, decayó el envío de tarjetas postales y cartas personales, y aunque podría pensarse que la tarjeta desaparecería, un significativo grupo de personas continúa enviando tarjetas postales por el correo. Unos para estar en contacto con personas de otros países y otros como coleccionistas, quizá como si fueran a enviar una flor a alguien querido, para felicitarlo por su cumpleaños, para desear feliz navidad o año nuevo.
Hay que reconocer que el trabajo de los estudiosos que se reúnen —como en el Congreso Mexicano de Tarjetas Postales— para dejar registro de sus investigaciones históricas, conceptuales o de prospección en torno a los productores —personas y empresas— de tarjetas postales a lo largo de la historia; a las tecnologías, desde las impresiones tipo grabado, hasta la elaboración personal en casa de la tarjeta para enviarla a un amigo. Este congreso anual itinerante ha dejado una base de información en internet abierta a los interesados.
Uno de los usos actuales más importantes de la tarjeta postal es en la publicidad comercial de lugares, productos y servicios, en donde se ve el cambio en las modas del diseño influenciadas por las técnicas de edición, impresión y distribución, pues se pueden manejar tanto en papel como en línea.
Con otro enfoque, el Museo de la Filatelia de Oaxaca, lugar donde se llevó a cabo uno de estos congresos de postales, ha realizado una labor trascendental generando cultura en aspectos filatélicos en todo el mundo: al ser también la tarjeta postal un objeto filatélico, ha dejado huella en la promoción de su uso mediante cursos para niños y el público en general.
Cabe enfatizar que el Mufi ha llevado a cabo la ardua promoción del actual uso de la tarjeta postal como arte, esto mediante sus concursos de diseño de estos objetos que han generado ejemplares hermosísimos y transcendentales por sus mensajes.
Conocer el pasado hace a una sociedad fuerte, por eso el coleccionar tarjetas postales y estudiarlas, o simplemente disfrutarlas, es atesorar cultura, y esto debe promoverse.
Aunque ya no se usan como antes, las tarjetas postales siguen estando muy vivas, ¡colecciónalas!
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