Editorial

Nos emociona el trabajo que se vislumbra para este año. Si bien durante el primer mes ya instalamos exposiciones en los espacios y filiales, llevamos a cabo presentaciones de libros, conciertos, visitas a las comunidades promocionando la lectura, entre otras actividades, en febrero habrá más acciones que beneficiarán a las infancias, estudiantes, especialistas y público en general.

En este Boletín Digital FAHHO se habla, por ejemplo, del proceso del equipo que visualizó y armó el carrusel que ya se encuentra, de manera permanente, en su nuevo hogar, el Museo Infantil de Oaxaca. Minerva Soto, la arquitecta encargada de su realización, nos comparte su experiencia. Por otro lado, Jorge Contreras reflexiona sobre la quietud, la mirada y la atención que emanan de la exposición “El mar de arriba”, de Amador Montes, instalada en el Centro Cultural San Pablo. Y desde el Museo Textil de Oaxaca nos comparten dos notas que, en esencia, tocan el mismo tema: el papel de los espacios para el intercambio de saberes a nivel internacional, y nos cuentan sobre la visita de dos maestras tejedoras originarias de San Miguel de Pallaques, Perú, y dos artistas de Kutch, India.

En este sentido, Pablo Soler Frost, desde el Museo de la Filatelia de Oaxaca, recurre al tema de los recuerdos y las experiencias para hablar sobre una entrevista a Vladimir Nabokov. Así, los vasos que comunican los textos nos llevan a la nota del doctor Sebastián van Doesburg, de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova, quien observa el desarrollo del edificio que fungió como Real Alhóndiga de Antequera hace muchos años. Eventualmente se encuentra la nota de Ana Rodríguez, del Taller de Restauración FAHHO, que nos invita a buscar y leer su gaceta especializada en la intervención y rescate del patrimonio.

No podía faltar lo tocante a medio ambiente. En esta ocasión seguimos exhortando a la ciudadanía y a las autoridades competentes a volver a poner el dedo en renglón, y en la llaga, para visibilizar, actuar y buscar soluciones al conflicto con los residuos sólidos que no dejamos de producir.

También compartimos una breve semblanza sobre Ramón Urías, el Conejo, egresado de la Academia de Beisbol Alfredo Harp Helú y “Guante de oro” de la Liga Americana de Beisbol.

Desde la Biblioteca Henestrosa, Freddy Aguilar reflexiona sobre la presencia de África en Oaxaca y nos comparte una lista de libros disponibles en el acervo del recinto. Te invitamos a leer la nota y a sumergirte en los libros que sugieren.

¡Nos leemos el mes que viene!


El carrusel en su nuevo hogar

El desarrollo del proyecto del carrusel me aportó mucho aprendizaje para mi vida laboral y personal. Siempre he pensado que el conocimiento es la semilla para cambiar el mundo en muchos aspectos, y estoy convencida de que al sembrarla en nuestras niñas y niños podemos lograrlo. Así, una valiosa herramienta de aprendizaje es el juego, y aunque las infancias no juegan con el objetivo de aprender en sí, es mediante este que encontramos infinitas posibilidades para conocer al mundo y desarrollar nuestras habilidades.

Este proyecto se realizó con el objetivo de que las niñas y los niños aprendieran parte de los textos que hablan de la historia y la cultura de las comunidades; todos los elementos que conforman el carrusel representan algún elemento del Códice Vindobonensis.1 En el poste central del carrusel representamos el Árbol del origen para que ellos conozcan el comienzo del pueblo mixteco. También nos enfocamos en los signos calendáricos. De inicio elegimos diez; esta selección se hizo, principalmente, pensando en que los glifos2 no dieran miedo, sino que gustaran a las niñas y niños; al final solo nos quedamos con seis: los tres pequeños, el jaguar, el perro y el venado, se eligieron por su textura y forma más amables con los bebés; los otros tres, la serpiente, el águila y el zopilote, los elegimos para los mayores; estos tienen una apariencia mística y se les agregaron texturas. Siempre se pensó en diseñar este carrusel para incluir a las infancias con capacidades diferentes, por lo que la figura más generosa para darles accesibilidad fue el trono: pensamos que ahí serían los reyes de este juego.

Posteriormente, construimos un cosmos que acompañara a estos glifos, de tal manera que en el faldón de la parte superior representamos el cielo: el sol, la luna y las estrellas; y en el faldón inferior representamos la tierra —o terreno— y las flores. El carrusel mide seis metros en la parte inferior y siete en la parte superior, con una altura total de seis metros.

El proceso para llegar a plasmar los glifos en tercera dimensión fue el siguiente: primero revisamos el códice y elegimos; luego se escaló a las medidas, cuidando las proporciones para no deformarlo; entonces el maestro escultor procedió a realizar la figura en unicel, tomando ejemplos de otros animalitos semejantes. Una vez que tuvimos la figura en tercera dimensión se empapeló con pegamento y papel crakf; la siguiente parte fue realizar el molde en fibra de vidrio, por lo que el primero se forró por capas de este material y pegamento especial.

Luego se elaboraron cada una de las partes del glifo. Finalmente, estas se unieron para obtener el glifo completo. Pasamos al proceso de decoración, que se inicia lijando y pintando manualmente cada uno de los detalles, cuidando de tener una gama de colores semejantes al códice y a los tintes naturales que existían en aquella época, como el azul añil y el rojo de la grana cochinilla, lo cual implicó realmente un arduo trabajo con muestras de color. De manera simultánea, especialistas en el funcionamiento de juegos mecánicos realizaban en el taller los trabajos de la estructura, electricidad y mecanismos del carrusel. Este proceso duró dos meses y medio, un tiempo récord, ya que por lo general la elaboración de un carrusel tarda, aproximadamente, siete meses.

Como arquitecta considero que este proyecto aporta a la innovación social, la cual busca un mejor mundo en todos los sentidos. Este diseño procura reducir las diferencias sociales, es inclusivo, pretende crear nuevas posibilidades de aprendizaje y disfrute para las infancias de esta generación y posteriores, y así lograr una solidaridad social e inclusiva.

No quiero dejar de reiterar que esta ha sido una experiencia enriquecedora: principalmente porque he perdido el miedo a explorar nuevas formas de ejercer mis conocimientos. Doy gracias a la doctora María Isabel Grañén Porrúa y a don Alfredo Harp Helú por estas ideas tan maravillosas y por depositar en mí la confianza para materializar este sueño para las niñas y niños oaxaqueños.

1 Que puede consultarse en la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova, en el Centro Cultural San Pablo.
2 Un glifo es un signo grabado o pintado que equivale a una palabra o sílaba.


El rescate de la Real Alhóndiga de
Antequera, predio fundacional de Oaxaca

La persona que ahora accede al edificio restaurado de lo que fue, entre 1753 y 1893, la Real Alhóndiga de Antequera, nota inmediatamente la rampa que sube desde la calle hacia el patio. Como indican los restos arqueológicos encontrados, el patio elevado del edificio no es otra cosa sino la plataforma prehispánica sobre la cual Hernán Cortés mandó construir su casa en Oaxaca, alrededor de 1525. En una pintura de 1688, conservada en Sevilla, vemos aún cómo las ruinas de esta casa están desplantadas visiblemente sobre una plataforma. Cortés no visitó su casa sino hasta finales de 1532, cuando pasó por Oaxaca de camino al Istmo, aunque siempre hubo mayordomos que dejaron huellas de su presencia en ella y en los documentos históricos.1

En 1753, al adquirir el predio de los descendientes de Cortés, la ciudad de Oaxaca fundó aquí la alhóndiga, la lonja de maíz y trigo que servía para evitar la especulación en los precios por parte de las haciendas. En 1893 el edificio fue vendido al gobierno del estado para obtener los fondos para la construcción del mercado, en la plaza adjunta, a cargo de la empresa inglesa de los señores Read & Campbell, los mismos que habían construido la línea del ferrocarril a Oaxaca en los años inmediatamente anteriores. Durante el siglo XX, en este mismo lugar se desempeñó la Comisaría de la Policía de Oaxaca, pero cuando esta se mudó, alrededor del 2000, el edificio quedó desamparado.

El pasado 14 de noviembre, el exgobernador de Oaxaca, Alejandro Murat, y su esposa, Ivette Morán, inauguraron el edificio restaurado de la Alhóndiga de Oaxaca. De esta manera se puso fin a la destrucción de este predio histórico que desde hacía dos décadas estaba en total abandono. En esta ocasión queremos recordar el largo camino recorrido para llegar al feliz rescate del edificio y del importante patrimonio arqueológico en su subsuelo.

Fue en el año de 2005 cuando el gobierno del estado y el municipio de Oaxaca pensaron en crear una plaza para vendedores ambulantes al interior del edificio construido en 1753. El proyecto, a cargo del municipio, contempló la construcción de una estructura metálica de tres niveles. Durante este mismo año, unas excavaciones que estaban a cargo de arqueólogos del INAH, y que eran llevadas a cabo con el apoyo de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, confirmaron lo que varios documentos históricos ya habían revelado: a solo cuarenta centímetros debajo del piso del patio se encontraron los restos de una edificación prehispánica que debió corresponder a la casa del tlacatectli o gobernador mexica que regía el asentamiento de Guaxacac hasta, por lo menos, 1530.2 Con esto, el proyecto del municipio fue cancelado.3

El edificio fue invadido dos veces (en 2006 y 2019) por grupos de vendedores ambulantes. Y dos veces fue desalojado, la primera vez por el municipio a raíz del temblor de 2017 y la segunda en 2020. Fue en la primera ocupación de más de diez años que el edificio sufrió graves deterioros, por lo que en 2009 la FAHHO colocó un techo temporal para proteger los restos. En varias ocasiones se trató de llamar la atención de los gobiernos en turno sobre la situación de abandono, y a veces parecía que había avances, pero cada vez quedaban truncos. Mientras que desde 2010 se barajaba la posibilidad de que aquí se estableciera el Centro Gastronómico de Oaxaca —propuesta del gurú del turismo, Joseph Chias, en 2008—, no se realizó, ya que estaba ocupado por los ambulantes. Al final, el proyecto del Centro Gastronómico se mudó al exconvento del Carmen Alto en 2021.

Solamente hacia mediados de 2022 se retomó, de manera sorpresiva, la restauración de la Alhóndiga por parte del Instituto del Patrimonio Cultural (INPAC) del gobierno de Oaxaca. El proyecto de restauración y su sustento histórico fueron elaborados por el Taller de Restauración FAHHO, quien, mediante un convenio con la Secretaría de Cultura, participó en la supervisión de los trabajos. Durante la restauración por parte del INPAC —llevada a cabo en un tiempo muy corto— se dio, sin embargo, amplio espacio a las excavaciones a cargo del INAH, muestra de la buena colaboración entre las partes que caracterizó la obra. Siguiendo donde habían llegado las excavaciones de 2005 se descubrieron nuevas evidencias de la ocupación prehispánica. Se agradece la decisión —“digna de aplaudirse”, en palabras de la presidenta de la FAHHO— del anterior gobierno del estado de haber retomado y llevado a buen cabo el rescate de este patrimonio fundacional en peligro de destrucción.

Foto: Gobierno de Oaxaca.

Hoy ya no se ven restos prehispánicos desde la calle porque los muros de los edificios los esconden, pero por más increíble que parezca, Oaxaca tiene su propio montículo arqueológico en su centro. Además, hace poco, durante una obra en un predio al sur de lo que era la plataforma prehispánica, se encontraron los restos de una estructura palaciega. Así, poco a poco se nos está revelando el antiguo centro de la Guaxacac prehispánica y no hay duda de que aprenderemos más sobre esta importante etapa.

Como señaló el director del Centro INAH Oaxaca en su discurso de inauguración de la alhóndiga restaurada, existe el interés en seguir explorando, en los próximos años, el subsuelo del área para conocer mejor la fase prehispánica de Guaxacac y su transformación a raíz de la colonización española. Esperemos que el nuevo gobierno estatal, propietario del predio, comparta este interés por conocer los orígenes de nuestra ciudad.

P.D. Para la persona a quien le interese el tema, pueden observarse algunos objetos correspondientes a la ocupación mexica en Guaxacac encontrados en el subsuelo del exconvento de San Pablo en la exposición permanente al interior de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova.

1 Para un estudio más reciente sobre los primeros años de la presencia de los españoles en lo que hoy es la ciudad de Oaxaca, véase la publicación Conquista y Colonización en Oaxaca. El Juicio de Residencia de Juan Peláez de Berrio (1531-1534), del autor de estas líneas (2022, Instituto de Investigaciones Jurídicas de la UNAM). Acceso libre: https://biblio.juridicas.unam.mx/bjv/detalle-libro/6822-conquista-y-colonizacion-en-oaxaca-el-juicio-de-residencia-de-juan-pelaez-de-berrio-1531-1534

2 Aunque a partir de, aproximadamente, 1525 Hernán Cortés mandó construir su casa encima de la plataforma del tlacatectli, este siguió con vida hasta por lo menos 1530, según revelan varios documentos.

3 Los estudios históricos y arqueológicos, de las manos del autor de estas líneas y de la arqueóloga Susana Gómez Serafín, respectivamente, fueron publicados en 2014 por Carteles Editores con el apoyo de varios empresarios de Oaxaca.


El mar de arriba

Antes del principio, una voluntad sutil e infinita flotaba sobre el mar; era la mente que se transformaba, pero al mismo tiempo la mente era el mar y las aguas que, después de miles de años y por algún motivo, desearon. En las obras de la exposición de Amador Montes en el Centro Cultural San Pablo, también hay una manera de observar el cielo como un mar.

Bajo cielos inmensos de azul claro u oscuro, serenos, nocturnos, o de colores ocres quemados por el sol, vuelan aves abriendo las aguas celestes; y se forman nubes como presencias sutiles que apenas alcanzan a permanecer un momento, o estrellas que son lejanos puntos blancos y azules en un mar densamente poblado por seres inaccesibles al pensamiento humano, pero que pueden intuirse.

En lugar de observar el cielo como un espacio vacío, Amador Montes eligió mirar un verdadero océano de nubes, estrellas, palabras escritas con grafito o esgrafiadas penetrando las capas de pintura; rayones, manchas de otros materiales; plecas negras, números, frases, chorros de pintura blanca que parecen lluvia cayendo de las nubes; un mar habitado por decenas de aves blancas o negras —águilas, grullas, halcones, o aves moan— que vuelan hacia arriba solas o en grupos, pero en solitario.

Para abordar los temas de esta exposición, Amador Montes vivió intensamente varios meses observando, leyendo y pensando sobre los significados del cielo; de día, de noche, en la ciudad y en el campo, en la costa o en los montañas, registró sus colores y aspecto, invirtió muchos días, semanas y meses en realizar las obras, algunas —las primeras en terminar— se tuvieron que borrar porque nuevos cielos le pedían mejorar la mirada, arriesgarse con tonos diferentes, con otras formas de nubes, con mayor comprensión.

El resultado de esta empresa son pinturas únicas, en las que descubre nuevos recursos para transformarse, aceptando con compasión una forma de pensar y pintar muy íntima, de seguir explorando un mundo interno mediante afecto, melancolía y esperanza; emociones antiguas que de alguna manera son también agua —como todo lo humano—, y el agua, como se sabe, es el origen de todo: agua es mar, mar es nubes, nubes son cielo, cielo es mar.


Un recordatorio acerca de
la contaminación

La cuestión. En promedio, una familia tira 40 k de bolsas al año; no todas son vertidas en los rellenos sanitarios –mucho menos en plantas de reciclaje–: se quedan suspendidas en arbustos, pegadas a las coladeras y muchas más son arrastradas por los ríos, lo que significa un desastre para todas las formas de vida silvestre: aves y animales marinos se asfixian con ellas (las tortugas las confunden con medusas). Una bolsa tarda hasta 400 años en descomponerse. Al año, más de ocho millones de toneladas de plástico, no solo de bolsas, termina en el mar.1

El desafío. Tenemos que decirles a nuestros hijos que en el 2050 habrá más plástico que peces en el océano. Y es aterrador. No porque vamos a ver a los pequeños directo a los ojos, ni porque nos regresarán la mirada con furia y angustia, sino porque son cifras casi previstas, resultados de años de análisis y estudios hechos por científicos. Sin embargo, también tenemos la esperanza de que, en algún punto, esta cifra se convierta en un diálogo de una mala película de ciencia ficción.

Pero ¿por qué inicio este texto en primera persona del plural? Porque no se trata de mí, o de ellos, sino de nosotros: todos estamos involucrados y todos tenemos la responsabilidad de cambiar el rumbo. A pasos cortos, si se quiere, pero firmes, contundentes.

La información. Según la UNICEF “a nivel mundial, 160 millones de niñas y niños menores de cinco años viven en zonas con altos niveles de sequía y alrededor de 500 millones en zonas con alta probabilidad de inundaciones como consecuencia del cambio climático”.2

Y si buscamos en Internet hay toneladas de noticias e información, no hace falta más que desbloquear nuestro teléfono inteligente para buscar datos, imágenes, videos; pero necesitamos leer con atención, educarnos, ayudar a otros a comprender y dimensionar esta crisis.

En un texto de 2019 publicado por el portal de noticias Este País, Miguel Alejandro Rivas Soto y Pedro Zapata, luego de dar cifras, mostrar gráficas y proponer la única solución factible –dejar de producir y de consumir plásticos– concluyen de la siguiente manera:

Toca al gobierno federal poner en marcha medidas contundentes, a la altura de la crisis histórica que vivimos. También toca a la iniciativa privada adaptarse a la nueva realidad y utilizar la creatividad e innovación para transitar hacia un futuro sin basura. Y mientras todo esto ocurre a nosotros —la sociedad civil— nos toca mantenernos vigilantes. Tenemos el poder de votar por los políticos que toman decisiones con las que comulgamos y de votar —con nuestro bolsillo— por empresas que son responsables. Sólo la sociedad en su conjunto pondrá un alto a la generación de basura plástica desde su origen, con soluciones de fondo y no con parches.

Gobiernos, iniciativa privada y sociedad civil: no es responsabilidad de unos cuantos, sino de todos. ¿Las calles de nuestra ciudad se llenan de basura? ¿Los recipientes desbordan? ¿La calle entera se bloquea ahora por monumentales bolsas negras de deshechos? Dejemos de producirlos. Cambiemos radicalmente el rumbo, pero hagámoslo ya.

El ejemplo. Comentaré un par de casos solo para demostrar que no requerimos, de entrada, más que de la decisión. A sus 16 años, Boyan Slat, un joven holandés, presentó una iniciativa3 para limpiar los océanos: una locura, claramente, como todas las ideas geniales, pero una idea al fin, guiada por la necesidad de limpiar juntos el desastre que todos hemos creado. Hoy su locura está limpiando océanos y mares en todo el mundo.4 Por otro lado, a sus 6 años, Xiuhtezcatl Martínez, originario de Colorado y de ascendencia mexicana, se plantó con un micrófono y pidió a los líderes de las Naciones Unidas que recordaran la relación de todos los seres vivos con la Madre Tierra. Hoy en día liderea la organización mundial Earth Guardians.

Y la lista de jóvenes que plantan cara a la crisis climática y que toman acciones para cambiar el rumbo es inmensa,5 porque inmenso es el problema. Mi generación, su generación, nuestra generación: no se trata de un “futuro del planeta”, somos y estamos hoy aquí, no heredemos océanos llenos de popotes o de bolsas de plástico.

¿La solución? Informarnos, educarnos; ser valientes y mirar directamente el problema. Acudir a los centros de reciclaje, sembrar árboles,6 uno o dos, o cinco millones, pero sembrarlos. Según estudios de la UNICEF, el 91 % de los países de América Latina no cuenta con educación ambiental “pese a ser una herramienta clave para cambiar el paradigma ante la crisis climática”.7 Pasar la información, crear consciencia en nuestros padres y abuelos, en nuestras madres, hermanas y amigas. Es más factible proponer soluciones haciendo equipo. Ecolana, por ejemplo, es una plataforma creada por las mexicanas Alejandra Valdez, ingeniera en sistemas ambientales, y Lisset Cordero, ingeniera industrial. Esta aplicación digital presenta un mapa con puntos de reciclaje y la opción de enviar preguntas sobre temas de residuos y reciclaje. También está Tlauipatla México, una red de mujeres que fomentan el uso consciente de la ropa, su reutilización e incluso la creación de prendas propias.

De igual manera, existen tiendas que venden a granel el detergente, granos y semillas, entre muchas otras cosas: en vez de ir por veinte botes y envoltorios por viaje al súper, rellenemos y reutilicemos los que ya tenemos. Así que, cada que estemos por comprar algo con envoltorio innecesario, pensémoslo dos veces.

Recordatorio. Pienso en el dibujo verde del triángulo que hacíamos en la primaria: reducir, reutilizar y reciclar. La verdad es que hoy en día lo que más importa es reducir, dejar de comprar plásticos y de tirarlos, pero también pedir que se dejen de producir. Necesitamos una ley que tome en serio la contaminación en la que ya vivimos. Porque el porcentaje de residuos que se logra separar, y luego reciclar, es mínimo. Aparte de todo ello, requerimos de un compromiso real a nivel individual y colectivo con nuestro planeta.

1 https://bit.ly/3Psd5AF

2 https://uni.cf/3FTiIEM

3 https://bit.ly/3hoXcOR

4 https://bit.ly/3V3BDkm

5 https://uni.cf/3C3LCQ4

6 https://bit.ly/3FvsF9R

7 https://bit.ly/3uYGaKg


Espacio para el intercambio

Podríamos pensar que el acto de intercambiar es de lo más fácil: basta encontrarse con una persona para aportar y para recibir en reciprocidad. Sin embargo, ahí está el truco: hallar a las personas adecuadas, a quienes les interese lo que podamos aportar y cuyas contribuciones deseemos recibir; y todo ello, en el momento preciso. En la sesión de cierre, en torno a mesas dispuestas en el patio de la Biblioteca Henestrosa, Noé Pinzón lo expresó claramente: “Gracias por la oportunidad para coincidir en espacio y en tiempo; no todos los días nos encontramos con maestras y maestros tejedores… He querido coincidir con mis compañeros y aquí no solamente los veo, sino que además estoy conociendo nuevas caras, nuevos talentos, nuevas formas de tejer”.

Las observaciones de Noé, tejedor de San Mateo del Mar e integrante del equipo del Museo Textil de Oaxaca, se refieren a un taller en torno a distintas técnicas de labrado de urdimbre, una técnica versátil que se encuentra en diversas regiones del mundo. ¿La razón de este taller? La visita de dos tejedoras de San Miguel de Pallaques, Perú: Miriam Celis Hernández y Lorena Medina Díaz. Al taller asistieron compañeras y compañeros procedentes de Santo Tomás Jalieza, Tututepec, Mitla, Pinotepa Nacional, San Andrés Chicahuaxtla y San Mateo del Mar, Oaxaca, además de Milpa Alta, en la Ciudad de México. La maestra Miriam iba de un telar a otro, de una participante a otro, siempre atenta y, sobre todo, paciente. Adán Martínez Lorenzo le reconoció esto último: “Es el don del maestro: tener paciencia. Porque podemos saber la técnica y ser eruditos en la materia, pero si no tenemos esa pasión por enseñar, no vale la pena. Le admiro mucho a ella que sabe y que nos está transmitiendo y compartiendo la identidad de su pueblo y eso lo valoro mucho”. Levi Sosa Méndez añade: “Mi admiración y respeto para la maestra Miriam, porque es una persona que habla con los hilos. Pienso que cualquier técnica que le pongamos, la va a hacer a la perfección”.

Más que terminar una pieza de tejido durante el taller, se valoró la oportunidad de conocer los procesos que se llevan a cabo para lograr un resultado. Yatahli Rosas Sandoval se sorprendió de ver las similitudes en técnicas y conocimientos: “A veces vemos las piezas terminadas, pero no vemos el proceso. Aquí tuvimos la oportunidad de ver las complejidades de cada telar”. Noé continuó en esta línea: “No es lo mismo que cuando vas a una galería, a una exposición, donde lees los nombres y ves las piezas y sí, te asombras; pero no es lo mismo estar juntos y compartir ese conocimiento que tal vez no veíamos con solo mirar la pieza… Nos retroalimentamos y nos vamos construyendo”.

La retroalimentación y el enriquecimiento corrió en ambos sentidos. La maestra Miriam agradecía la comprensión del grupo: “… y también llevo de sus saberes, de lo que hacen”. Lorena, a su vez, expresó su agradecimiento por la oportunidad de conocer una gran variedad de tejidos a partir de su estancia en Oaxaca y felicitaba al grupo porque “siendo jóvenes están impulsando a que su cultura no se pierda y eso es lo que queremos allá, en nuestro pueblo: que sean los jóvenes quienes más se involucren con la artesanía”. Lorena también agradeció a todo el equipo del MTO: “No nos hemos sentido como si hubiéramos salido del Perú, nos hemos sentido muy bien… Se pasaron los días y ni lo hemos sentido, ni hemos extrañado nada”.

Este encuentro no habría sido posible sin el trabajo coordinado de un equipo que valora primordialmente la calidad humana y una convivencia empática y respetuosa. Por nuestra parte, agradecemos también los esfuerzos de Haydée Quiroz y Cristina Gutiérrez, colegas e investigadoras de Perú con quienes coordinamos este intercambio. Las publicaciones que generosamente nos donaron, Mujeres de qallwa – Saberes del arte textil de San Miguel de Pallaques (Cajamarca) y Mapa etnográfico del textil artesanal en el Perú, ya se encuentran disponibles para su consulta en el apartado bibliográfico del MTO al interior de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova.


Nuestro conejo de oro

Si pudiéramos describir a Ramón Urías con una sola palabra, esta sería disciplina. Llegó al paraíso beisbolero en el año 2009, haciendo su debut en la Liga Mexicana de Beisbol con los Diablos Rojos del México en 2013 y, finalmente, debutando en el big show el 20 de agosto del 2020, como emergente en la novena entrada, con los Orioles de Baltimore.

Durante su paso por la Academia de Beisbol Alfredo Harp Helú, fue un alumno ejemplar, dedicado a lo deportivo y a lo educativo. Estudiante de la preparatoria de la Universidad La Salle Oaxaca, con buenas notas académicas, y no era para menos, viniendo de una familia de padres profesores. Supo trabajar y enfocarse en sus metas sin descuidar ninguno de los aspectos, y demostrando que la escuela y el deporte pueden ir de la mano, que no tienen que estar peleados y contrario de lo que otros piensan, se complementan.

Era el primero en salir al campo de entrenamiento y el último en regresar al edificio, teniendo la fortuna de ser de los alumnos consentidos del Diablo Montoya, quien —estamos seguros— sintió felicidad al ver que su prospecto fue elegido como “Guante de oro”, sus horas de trabajo extra rindieron frutos. Insistir, persistir y nunca desistir, esa es la enseñanza que Ramón está dejando a nuestros prospectos. Desde hace tiempo se ha vuelto inspiración para quienes tienen el mismo sueño, pues ha demostrado que tiene el talento para lograr sus objetivos y ser uno de nuestros egresados que inspiran.

Todos los que laboramos en el paraíso beisbolero guardamos buenos recuerdos de nuestro querido Ramón, y estamos orgullosos de su premio al ser nombrado “Guante de oro” como tercera base de la Liga Americana, sabemos que no es causa de la suerte y deseamos que sea uno de los tantos premios en su exitosa carrera deportiva. Gracias por demostrarnos que la persistencia y la disciplina son la base de todos los logros, nuestro conejo de oro.


Estampas y timbres de chocolate

En su autobiografía Speak, Memory!, ese hombre —al mismo tiempo típico y extraño— llamado Vladimir Nabokov, cuenta que, una vez que obtuvo el Nobel de literatura, fue interrogado por un reportero norteamericano, quien, con cierta naïveté, le preguntó que qué iba a hacer con la cantidad de dinero que el premio representa. Nabokov le respondió que, cuando era niño, poco antes de la Primera Guerra Mundial y de la revolución bolchevique, hubo unos chocolates suizos, envueltos en suntuosos “oritos”, en los que aparecían bellísimas estampas, imagino que muy al estilo del siglo xix con pagodas, cascadas y hechos de la colonización blanca en África; barcos y animales, mariposas tal vez (Nabokov fue un leoidopterólogo importante). Y continuó el escritor diciéndole al periodista que esa fábrica ya no existía, ni existían esos chocolates o las estampas magníficas que los acompañaban. No recuerdo si agregó que tampoco existía ya su infancia. Y le preguntó al reportero si creía, acaso, que con un millón de dólares se podría restaurar esa fábrica y volver a hacer esos chocolates y volver a poner estampas dentro de sus envolturas, hacer álbumes y regresar a esas sensaciones de absoluto bienestar tras el ansia de abrir el chocolate y ver qué saldría en la estampa.

Mucho —creo— se podría inferir de la anécdota anterior, pero lo que a mí me interesa es este pequeño hecho: los chocolates más finos traían estampas con ellos. No eran timbres propiamente, aunque hay muchísimas cinderellas (una palabra portmanteau que sirve para denominar a todos los timbres no postales) que tienen su origen o derivan de esta práctica. Lo notable, para mí, es que muchas figuras, paisajes, sucesos, conmemoraciones, idealizaciones y toda esta historia “pintoresca” (que en México tuvo su epítome en los cuadernitos de Vanegas Arroyo) apareció en empresas de particulares antes que en los sellos oficialmente emitidos por las autoridades postales. Lo mismo ocurre con la guerra de 1914 a 1918: sus imágenes aparecerán en miles de cinderellas, no pocas de ellas, estampas halladas en los chocolates, y no será sino hasta ya bien entrada la guerra que algunos países (Austria-Hungría, por ejemplo) emitan sellos con paisajes de las batallas o de la flota. Pero, en realidad, generalizando un poco, se puede decir que hasta 1914, y exceptuando los conmemorativos estadounidenses, los de algunas repúblicas americanas y algunas colonias africanas o asiáticas, todos los timbres tenían o cabezas reinantes, o cabezas de políticos y militares, o numerales o símbolos heráldicos, como águilas y representaciones simbólicas de las naciones, o la Britannia sentada de los timbres de Barbados, Mauricio o Trinidad, por ejemplo. Después de la Primera Guerra Mundial esto cambió radicalmente y se amplió el universo descriptivo de los timbres postales conmemorativos al grado de que este universo terminó englobando al de los sellos ordinarios. La representación de los bienes nacionales, de las características históricas, la naturaleza o los hechos de cada nación emisora cobraron una preponderancia enorme dado que los timbres funcionaban —mostrando el pago de una carta o un paquete y dándole paso franco hasta su destinatario— como pedacitos de la nación en cuestión, y fue la gran época, yo la llamaría así, de las presunciones nacionales, misma que, por lo menos en ciertos países, ha terminado o ha ido adquiriendo muchísimos matices.

Pero fue, sí, en los chocolates de la Belle Epóque, tan ansiados por la infancia, que el mundo irrumpió a través de las estampas, antes de presentarse en la realidad.


Memorias de Restauración, transmitir y acercar el patrimonio

Memorias de Restauración del Taller de Restauración FAHHO es una gaceta con enfoque en la intervención de patrimonio. Esta publicación que se produce en la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, mediante su Taller de Restauración, tiene entre sus principales objetivos: generar contenido y recursos utilitarios en las futuras intervenciones; la observancia de la evolución arquitectónica y la ampliación de las investigaciones de bienes muebles e inmuebles de los que se deja testimonio en sus páginas.

Una de las finalidades del trabajo editado en el Taller es acercar el patrimonio a las generaciones presentes —la comunidad estudiantil de investigadores y sociedad en general—, como también a las generaciones que heredarán este patrimonio común; las gacetas abren dicha posibilidad: transmitir un testimonio del presente, y a esta labor aunamos otros objetivos, como resolver uno de los principales problemas hallados al iniciar una intervención, que es la escasa información sobre intervenciones previas de los bienes, y la socialización de los proyectos dentro de las comunidades beneficiadas, quienes pueden contar con información física sobre los procesos y técnicas que se ejecutaron para la preservación de su patrimonio.

Dicho lo anterior, las Memorias de Restauración permiten conocer las cualidades, formas y valores de nuestro patrimonio por medio de las representaciones gráficas, recursos ilustrativos y descriptivos que incluye, como dibujos de plantas, alzados y cortes arquitectónicos de los proyectos, fotos históricas que proceden incluso de acervos de las mismas comunidades, fotografías de los diferentes procesos dados en la intervención y comparativas; modelos 3D y descripciones arquitectónicas de deterioros y de las acciones de restauración en sus diferentes fases de liberación, consolidación, integración, reintegración, entre muchas más.

El trabajo realizado por cerca de tres décadas ha permitido grandes logros en la intervención de la arquitectura notable y de los bienes muebles de los pueblos y comunidades de Oaxaca caracterizados por haber sido intervenidos con la colaboración de la FAHHO, la participación de las comunidades, beneficiarios y apoyos brindados por programas federales.

A la fecha, esta publicación semestral cuenta con 16 números a los que se facilita su acceso mediante la versión digital, y para su consulta en acervos públicos con el formato impreso, ambas versiones son el camino a una diversidad de proyectos en los que podemos identificar el uso religioso, doméstico y civil, producidos en diferentes épocas, únicos por su valor constructivo.

Anuarios de obra, números especiales en su selección de contenido, etapas de reconstrucción y entre las ediciones más recientes deseamos que conozcan, a través de la página del Taller de Restauración, los números 15 y 16 dedicados a las casas de visitas y los conventos.


África en Oaxaca

México es un país de una gran riqueza cultural y étnica, conformado por distintos grupos, entre los que se encuentra la población afromexicana, ahora llamada “la tercera raíz”. Los africanos arribaron a México como esclavos, provenientes de su continente, durante el período colonial; llegaron para suplir la falta de mano de obra indígena, diezmada por el maltrato y las enfermedades.

En 2020, alrededor de 2576 213 personas se reconocían como “afromexicanas”, de acuerdo con el inegi.1 Las entidades que presentan los mayores porcentajes de población afrodescendiente, respecto a su población general, son Guerrero, Baja California Sur y Oaxaca, éste último con 194474 afrodescendientes, quienes llegaron durante el siglo xvi. Según Manuel Martínez Gracida, la “raza negra existió en los distritos de Jamiltepec, Teotitlán, Cuicatlán, El Centro, Tlacolula, Yautepec y Pochutla”, pero también en Juchitán, Juquila, Teposcolula y Zimatlán, es decir: habitaban en al menos 11 distritos de Oaxaca.

Estudiamos su impronta al asentarse en Oaxaca para entenderlos y para entendernos; pero sobre todo para eliminar el racismo que prevalece hacia la población afromexicana. Durante casi tres siglos, el mundo ha recibido amplias, vibrantes y diversas aportaciones de la cultura africana mediante las interacciones propiciadas por la diáspora y la trata trasatlántica de personas negras. Hace solamente cuatro años que la unesco instituyó el 24 de enero como Día Mundial de la Cultura Africana y de los Afrodescendientes. En 1915 —proclamado también por la UNESCO— dio inicio el Decenio Internacional para los Afrodescendientes, que culminará el próximo año, y que “tiene como objetivo principal el de reforzar las acciones y medidas que garantizan el pleno ejercicio de los derechos económicos, sociales, culturales, civiles y políticos de los afrodescendientes, así como su participación plena y equitativa en la sociedad”.

En 2013, en la comunidad de Collantes, Oaxaca, fue instaurado el Día del Pueblo Negro Afromexicano de Oaxaca, por un grupo de colectivos y organizaciones, entre ellos la UNAM.2 No obstante, todavía mueren, en el océano y en las fronteras europeas y americanas, cientos de migrantes procedentes de países africanos al intentar cruzar para acceder a mejores condiciones de vida. En México es evidente que la trayectoria laboral y profesional de las personas con los tonos más obscuros de piel se muestra en desventaja en contraste con aquellas personas de piel de tonos claros, de acuerdo con la Encuesta Nacional sobre Discriminación de 2017.3

Podría armarse una gran biblioteca con los trabajos sobre la población afromexicana de Oaxaca; entre libros, documentales, foros, festivales y actividades al respecto. Por su parte, la Biblioteca Henestrosa resguarda libros que nos hablan del interés de investigadores y estudiosos sobre el tema, entre ellos los de Francisco de Burgoa, José Antonio Gay, Gonzalo Aguirre Beltrán, Francisco Rojas González, José Luis Martínez, Gonzalo Gómez de Cervantes, Agustín Millares Carlo y José Ignacio Mantecón, William B. Taylor, Ronald Spores, María Cristina Córdova Aguilar, Israel Reyes Larrea y Céline Marie-Jeanne Demol.

A continuación, compartimos con ustedes, amables lectores, un enlace para revisar las portadas de los libros, con sus tablas de contenido, que resguardamos y que están a su disposición en la Biblioteca Henestrosa.

https://bit.ly/3GTWfql

1 https://cuentame.inegi.org.mx/poblacion/afromexicanos.aspx?tema=P

2 https://www.nacionmulticultural.unam.mx/portal/nuestros_foros_ponencias/151019_semana_pueblo_afromexicano.html

3 https://www.conapred.org.mx/userfiles/files/PtcionENADIS2017_08.pdf


Legado gujarati en la Sierra Norte de Oaxaca

Hemos presentado anteriormente una experiencia de cocreación entre artistas del telar y la aguja procedentes de Kutch, India, y Oaxaca. Si bien todo ese trabajo se realizó a distancia, en octubre pasado tuvimos la oportunidad de recibir a dos artistas del otro lado del mundo: Adil Mustak Khatri, maestro tintorero, y Pachan Premjibhai Siju, maestro tejedor. Para cerrar con broche de oro su visita a Oaxaca, conectamos con el que fuera el compañero de equipo de Pachan durante el proyecto de cocreación: Moisés Martínez Velasco, originario de San Pedro Cajonos. Moisés, quien ha estado coordinando las labores del Santuario del Gusano de Seda en su comunidad, convocó a las otras familias y agrupaciones que trabajan ahí. Gracias a este esfuerzo conjunto se llevaron a cabo dos talleres en las instalaciones del Santuario, uno de teñido y otro de tejido, con representantes de cinco grupos de San Pedro Cajonos y tres de Santo Domingo Xagacía.

Moisés confiesa que al principio no sabía quiénes asistirían realmente a los talleres. Cuando explicó que llegarían “personas de fuera”, no en calidad de turistas, sino para compartir conocimientos en torno al textil, hubo quien se emocionó, pero no imaginaban qué podrían aprender. Sin embargo, tan solo al finalizar el primer día del taller, el grupo estaba gratamente sorprendido tras conocer a personas con quienes guardan similitudes en cuanto al teñido y al tejido, pero en cuyas prácticas intervienen materiales distintos, así como diversas maneras de hacer y crear. Dos días más tarde, al finalizar el taller, Moisés notó alegría y satisfacción generalizadas luego de aprender nuevas formas y conocer textiles que nunca se habían visto en el pueblo. “Ahora noto que hay una gran motivación para seguir aprendiendo”, comenta.

Es necesario enfatizar que la dinámica del taller no se benefició únicamente de los momentos oficiales de intercambio de saberes, sino que la creación de lazos personales provocada por la convivencia también jugó un rol importante. Ejemplo de ello fue el festejo de cumpleaños de Pachan, a quien celebraron en Cajonos con pastel, música y baile. Aún más trascendente fue lograr estos vínculos a pesar de los retos en la comunicación. Gracias a la experiencia que se tuvo en días anteriores, durante un taller impartido en el Museo Textil de Oaxaca, Adil y Pachan llegaron a la Sierra con una herramienta fundamental en la mano: el traductor automático de Google. Con él podían hablar en gujarati (su lengua nativa) o en inglés, y el traductor interpretaba —con mayor o menor exactitud—, su mensaje en español. Además del invaluable apoyo de Carolyn Kallenborn en la traducción general de español a inglés y viceversa, el traductor probó su utilidad.

Moisés también menciona que gracias al entusiasmo generado en el taller las participantes olvidaban por momentos la barrera del idioma y la conversación sucedía a gran velocidad en zapoteco. Era en esos momentos que Moisés debía intervenir para pausar y hacer un resumen de la conversación en español para entonces traducir a inglés o a gujarati.

Más allá de la palabra hablada, la comunicación también fue exitosa gracias a la actitud de todo el grupo. Durante el cierre del taller, Pachan hizo énfasis en ello al reconocer un aspecto que le dio gran felicidad: “Cuando les explicaba qué íbamos a hacer, aunque fuera algo completamente nuevo, nadie dijo ‘No’, ‘Eso no se puede’, ‘Yo no voy a poder’… lo hicieron, lo intentaron, y eso lo atesoro enormemente”. A modo de respuesta, Lidia Cruz Méndez, alumna estrella de Pachan, expresó: “Gracias a usted, maestro, por su paciencia, su generosidad y todo lo que nos enseñó. Tenga por seguro que su legado se queda en la Sierra”.

Próximamente habrá una reunión interna en el Santuario donde se compartirán los trabajos elaborados a partir de los conocimientos adquiridos en el taller. Los publicaremos a través de nuestras redes sociales, ¡estén pendientes!


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