El pasado 4 de octubre, la Liga Mexicana de Beisbol anunció que premiará a Santiago Harp Grañén, vicepresidente del Consejo Administrativo de Diablos Rojos del México, como Ejecutivo del Año (galardón que se entrega año con año desde 1965) por la impresionante campaña 2024 que llevó a los Diablos Rojos a alzarse con la Copa Zaachila por décimo séptima ocasión. Hace diez años fue galardonado don Alfredo Harp Helú (por segunda ocasión), y la distinción de Santiago solo reafirma el compromiso y la pasión que, como familia, tienen los Harp con el deporte rey.
¿Qué reconoce este premio? Pensaríamos en primera instancia en la trayectoria que respalda a los ganadores, y Santiago tiene 24 años de experiencia en este ámbito. El haber crecido rodeado de inspiración deportiva –desde muy pequeño tomó el bat y ha comentado que por mero gusto se aprendía de memoria las estadísticas de jugadores legendarios de las Ligas Negras– le dio a Santiago la pauta para trazar su camino. Ahora que lo vemos no lo imaginamos dedicándose a otra actividad.
El joven Harp Grañén es un claro ejemplo de que una profesión no te limita a conjuntar otras pasiones que tengas: la herencia creativa recibida por parte materna la despliega en el grandioso Museo Diablos, así como en el hecho de apostar sin miedo a la innovación, por ejemplo, al crear una sinergia entre cultura pop (el gran ejemplo este año fue el May the 4th be with you) y un deporte con siglos de tradición.
Sin duda, tiene muy claro que este deporte se disfruta en familia, con amigos y todos aquellos que comparten una misma pasión, algo que en definitiva aprendió de su padre, de quien ha dicho en entrevistas es el mejor manager en su vida. El aumento de asistencia al Estadio de los Diablos esta temporada deja en evidencia lo anteriormente dicho: niños, jóvenes, adultos y adultos mayores acuden a este recinto para ver jugar a un equipo legendario y, además, a disfrutar del gran ambiente lleno de alegría y esperanza que se crea en torno al Diamante.
¡Muchas felicidades a Santiago Harp Grañén por tan merecido logro, y que continúen los triunfos para todo el equipo escarlata!
Alexi Amarista. Fotografía: Acervo de Guerreros de Oaxaca
Uno de los peloteros que llegó al equipo bélico para darle otra cara con su dinamismo, ofensiva y también defensiva fue el venezolano exgrandes ligas Alexi Amarista, quien, este año, se convirtió en el primer pelotero dentro de la organización oaxaqueña en ser nombrado por la Liga Mexicana de Beisbol como el “Retorno del Año” en su temporada 2024.
La temporada 2023 fue muy complicada para el Ninja, ya que, desafortunadamente, se perdió todo el año debido a una lesión fuerte en una de sus rodillas, cuando todavía pertenecía a la organización de El Águila de Veracruz, razón por la que tuvo que someterse a una operación a principios de ese año.
La recuperación fue efectiva, lo que le dio la oportunidad de jugar en el invierno con el equipo Tigres de Aragua, en su natal Venezuela. En ese lapso, la directiva zapoteca hizo el movimiento necesario para convencer al conjunto jarocho y poder contar con el talento de Alexi este año; durante el cambio, los derechos del dominicano Gustavo Núñez fueron cedidos por completo a Veracruz y los de Amarista a Oaxaca.
El pelotero de 35 años tuvo una temporada regular impresionante, incluso siendo su mejor año desde que llegó a México, bateando un .361 de porcentaje con 133 imparables, 25 dobles, 5 triples, 15 jonrones y 57 compañeros enviados al plato, con lo que logró colocarse en el Top 5 dentro del club bélico en este 2024.
En la post temporada, Amarista se convirtió en la bujía clave para Oaxaca, esto con 31 imparables, 10 dobles, 4 jonrones y 13 carreras producidas en 18 juegos donde vio acción, además de culminar los playoffs con un porcentaje de bateo de .373.
Alexi Amarista –a la defensiva y jugando todos sus partidos en la intermedia– fue importante, ya que, en un total de 261 asistencias, únicamente cometió un error, lo que le permitió pelear por el Guante de Oro como segunda base en su temporada 2024 en toda la LMB.
Por lo anterior, el venezolano se convirtió en el primer jugador en la historia de los Guerreros de Oaxaca en ser nombrado Retorno del Año en la LMB.
Fotografía: Acervo de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova
Durante las últimas décadas del siglo XIX y las primeras del XX los museos europeos buscaban formar colecciones representativas de las culturas de las Américas. El Gobierno que entonces se había establecido en México promovió, desde 1890, aproximadamente, una imagen identitaria nacional basada en el pasado indígena. La prominente participación de México en la “Exposición Histórico-Americana” de 1892 en Madrid y en el Congreso Internacional de Americanistas de 1895 en México colocaron con firmeza a las culturas antiguas en el panorama internacional. Como resultado se intensificó la comercialización de piezas arqueológicas, documentos pictográficos, pero también de los impresos coloniales en lenguas indígenas. Aunque el Estado hizo algunos esfuerzos para frenar la exportación, en este proceso participaron también de manera activa muchos de los intelectuales mexicanos de la época.
Al igual que hoy, las culturas indígenas todavía existentes se consideraban de menor relevancia, sin embargo, en esos mismos años podemos situar el nacimiento de la antropología etnográfica enfocada en los pueblos mesoamericanos, con los trabajos de Franz Boas, Manuel Gamio, Frederick Starr y otros. En un primer momento, la etnografía se había centrado en conocer las distintas culturas, así como sus lenguas, que existían en el territorio nacional, el cual –por fin– había sido definido hacia mediados del siglo XIX, y fue hasta las primeras décadas del siglo XX que se observó un notable interés por describir y estudiar las culturas vivas.
Es en este contexto que encontramos al alemán Guillermo (Wilhelm) Bauer-Thoma, nacido cerca de Frankfurt (Höchsta. M.), sobre cuya vida en México (1898-1912) sabemos muy poco. Desde su casa en Tacubaya se dedicó a reunir colecciones arqueológicas y etnográficas para el mercado museístico de Estados Unidos y Europa. Hoy podemos ver una extraordinaria selección de sus piezas arqueológicas en el Humboldt Forum de Berlín, aunque otros museos también adquirieron piezas reunidas por él. Menos sabido es que también coleccionó objetos etnográficos y materiales lingüísticos (vocabularios, grabaciones y transcripciones con traducción) durante sus viajes por la Sierra Norte y la región mixe en 1902, y por la región mazateca en 1903.1 Ambas visitas resultaron en artículos con observaciones interesantes, publicados respectivamente en 1915 y 1908. La mayor parte de los objetos mazatecos, entre ellos todo lo relacionado con la producción textil, numerosos tejidos, ropa y huaraches, objetos rituales, contenedores de todo tipo, redes y bolsas, instrumentos musicales y juguetes, fue adquirida por el Museo Etnológico de Berlín, aunque otros materiales terminaron en el Museo de Etnografía de Hungría. La colección –guardada en los depósitos del museo– es poco conocida. Además, en varias ocasiones, Bauer había anotado el término mazateco en las fichas que acompañaban los objetos; sin embargo, hacía falta, mayormente, información sobre el contexto de uso y el significado cultural.
En 2022, la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova propuso al Museo Etnológico de Berlín levantar un nuevo inventario de la colección etnográfica mazateca de Bauer. Como resultado, el museo, representado por la Dra. Ute Schüren, curadora de la sección de las Américas, concedió una beca de investigación a Gabriela García García, bibliotecaria de la BIJC y originaria de la Sierra Mazateca, para junio de 2024. Durante este tiempo Gabriela trabajó de cerca con Carolina Bayer, estudiante de maestría proveniente de Brasil, con estudios en patrimonio cultural, quien, durante el año anterior, ya había identificado, fotografiado y ordenado la colección dispersa por los múltiples estantes. El objetivo fue reconectar los aproximadamente 475 objetos con su contexto cultural, con la lengua mazateca, y seleccionar materiales para incluir en una futura exposición fotográfica para la región mazateca.
La dirección de la BIJC, en la persona de Sebastián van Doesburg, participó durante semana y media en el estudio contextual de la colección gracias a una invitación del museo. Adicionalmente, durante los primeros días del proyecto contamos con la visita de Alejandro de Ávila, quien había participado en el Festival de Historia del Arte en Fontainebleau a finales de mayo y alcanzó a Gabriela y Sebastián en el Museo Etnológico. Durante dos días, los tres examinaron los textiles mazatecos sobresalientes de la colección Bauer, junto con Ute y Carolina. El trabajo ágil en grupo permitió revisar, fotografiar y grabar comentarios acerca de cada pieza, más de cincuenta en total. El equipo de microscopía del museo, y especialmente un pequeño cuentahilos de bolsillo, hicieron posible observar de qué fibras (algodón, lana, seda criolla, seda importada, ixtle y fibras vegetales desconocidas) se compone cada pieza, en qué dirección (S o Z) fue hilada y mediante cuál técnica fue tejida. En varios ejemplos pudo constatarse el uso de colorantes sintéticos, mientras que otras piezas parecen haber sido teñidas con grana (insecto parásito del nopal), añil y probablemente otros tintes naturales.
Como era de esperarse, la colección Bauer incluye huipiles muy hermosos, tejidos con algodón hilado a mano con malacate y bordados con hilo industrial de algodón, teñido con añil o con un colorante rojo sintético. Algunos de ellos lucen listones de seda cosidos sobre el tejido, como observamos en las prendas mazatecas hoy día, pero la mayoría de los ejemplos en Berlín carecen de esos adornos, como están ausentes también en ellos los encajes alrededor del cuello y en los huecos para los brazos. La colección Bauer atestigua con estos ejemplos cómo, durante el porfiriato, buena parte de las mujeres del norte de Oaxaca todavía se vestían a sí mismas con materiales locales, sin necesidad de insumos externos. Es así como estos bellos textiles hablan de la autosuficiencia de los pueblos originarios, antes de la expansión industrial del país promovida por las políticas económicas liberales de las últimas décadas del siglo XIX.
Junto con los huipiles, el grupo de trabajo examinó varias faldas de enredo, tejidas también con algodón en telar de cintura y bordadas con lana hilada a mano, que al parecer combina grana con un colorante rojo sintético fugaz que se desangró para teñir la tela blanca, efecto que por lo visto gustaba a las bordadoras. A diferencia de sus contrapartes elaboradas décadas más tarde –como diversos ejemplos que se encuentran en el acervo del MTO–, en estas faldas los diseños de greca se ejecutaron minuciosamente para cubrir toda la cenefa inferior del lienzo. Algunas piezas conservadas en Berlín remiten, para un observador moderno, directamente a los frisos de Mitla. Entre las faldas que adquirió Bauer apareció una que es totalmente distinta de las demás y que representa una técnica y un estilo que no habían sido documentados previamente. Se trata de un lienzo de algodón con un patrón geométrico de rombos, brocados con trama suplementaria de lana. Es decir, que el diseño fue labrado a la hora de tejer la tela de base. Las figuras pequeñas repetitivas invariables hacen pensar que el diseño fue controlado mediante lizos adicionales en el telar, innovación ingeniosa de las tejedoras en diversas latitudes del mundo que antecede el desarrollo de las computadoras milenios más tarde.
Más sorprendente que los huipiles y las faldas de enredo fue encontrar en Berlín una serie de bolsas, servilletas, ceñidores y paños de cabeza, tejidos que, hasta donde se sabe, ya nadie elabora en las comunidades mazatecas en la actualidad. Una de las talegas muestra el diseño que la investigadora pionera Irmgard Weitlaner Johnson documentó en Ayautla en la década de 1950 con el nombre de ‘flor de eloxóchitl’, una bella magnolia de suave aroma, mientras que otra bolsa luce la ‘flor de cacao’ y evoca la celebración decembrina patrocinada por la FAHHO desde hace algunos años. En uno de los ceñidores y en dos paños de cabeza adquiridos por Bauer es evidente el uso de seda criada en la región de Huautla, teñida probablemente con grana para lograr un rojo vino de soberbia saturación.
El grupo de trabajo brincó de emoción al identificar en la colección un retazo de papel cubierto de huevecillos de seda, pues este hallazgo abre la posibilidad de estudiar el ADN (la molécula de la herencia) de los gusanos que se criaban anteriormente en la Sierra Mazateca, y que al parecer fueron exterminados por ignorancia burocrática durante las campañas de fumigación para erradicar el paludismo, a mediados del siglo pasado. Cotejar el ADN de la seda mazateca con las cepas que se conservan hasta hoy en la región de Cajonos en la Sierra Juárez, al igual que en San Mateo Peñasco en la Mixteca Alta, probablemente permita detallar la compleja historia de adopción cultural y acriollamiento genético de la cría de seda en Oaxaca, la única región en el hemisferio occidental donde prosperó una vieja amistad entre insectos y humanos que inició hace seis mil años en China.
Fotografías: Acervo de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova
La mayor sorpresa del viaje a Berlín fue encontrar un fragmento textil que a primera vista parecía insignificante, pues estaba rasgado, manchado y percudido. Con el buen ojo que lo caracteriza, Sebastián advirtió en el catálogo de la colección que una foto pequeña de este tejido parecía evidenciar un diseño sutil. Al examinarlo de cerca, Alejandro constató que se trata de un tejido extraordinario, que formó parte de lo que debe haber sido el traje de hombre más fino, complejo y espectacular en Mesoamérica en el siglo XIX, y que pudo haber marcado a un estamento de prestigio al interior de la comunidad, como resultado del tiempo que requirió su manufactura.
Bauer consiguió lo que ya debe haber sido una antigüedad en su época: la parte inferior de un calzón tejido con algodón hilado a mano, adornado con tres labores distintas que combinan el ligamento de gasa con tramas discontinuas y con trama envolvente, un verdadero alarde del arte del telar que parece representar una técnica exclusiva de México desde la época prehispánica. Es evidente que el fragmento fue parte de un calzón, ya que, al mismo tiempo que Bauer, Zelia Nuttall2 adquirió una prenda completa que envió a Berkeley sin registrar su procedencia. Gracias al meticuloso viajero alemán, ahora sabemos de dónde procedían ambos ejemplos; gracias a la buena disposición de Ute y de Carolina ahora podremos recrear el tejido en Oaxaca, en colaboración con el talentoso artista textil Noé Pinzón Palafox y con el apoyo de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca. Al apreciar la elegancia que debió haber distinguido al traje de gala de los tatarabuelos mazatecos, Gabriela expresó emocionada su admiración por sus antepasadas, quienes fueron capaces de crear algo tan insospechadamente bello. A continuación, damos paso al recuento de Gabriela en su primer viaje al extranjero:
Como se mencionó antes, viajé de la ciudad de Oaxaca a Berlín, a inicios del mes de junio. Entre correr, formarse, trasbordar y perder alguno que otro vuelo logré llegar al lugar donde viví casi un mes, mientras trabajaba en el proyecto. A pocos días de haber llegado aprendí un poco sobre las formas de vida en Europa, por ejemplo, acostumbrarme al horario en esta temporada del año, donde oscurece a las 10 de la noche y los pájaros cantan a las 3 de la mañana. Fue difícil al principio: con mi reloj biológico de México injertado en mí, pasé varios días con sueño, pero la idea de descubrir y encontrarme con los objetos mazatecos ¡me mantenía súper despierta! Aprendí a moverme en la ciudad, cómo, dónde y qué tren debía tomar para llegar al depósito del Museo o al Museo mismo. Así también con la comida: ahora que regresé a México, cuando me preguntan cómo me fue en ese tema, precisamente, respondo que muy bien, pero que extrañé mis tortillas y mi comida oaxaqueña.
Estuvimos trabajando en el depósito del Museo durante varios días. Me llevé muchas impresiones, fueron días llenos de emociones. Además de descubrir los objetos, los textiles, las tarjetas de notas de Bauer pude realizar un viaje al pasado y darme cuenta de todo lo que significaba para mí estar frente a frente con una parte de mi cultura. Pude imaginar a Bauer dialogando con mis abuelos mazatecos hace 100 años. A decir de los objetos en la colección, se ve que algunos claramente fueron encargados, pero otros estaban en uso: pude observar una olla, de esas que han cumplido alguna misión, por ejemplo, la cocción de quelites para la preparación del atole que se le da a los bebés. Pude imaginar a una hermana mazateca diciendo “ya no hay que usarla, está rota, le falta un pedazo” y a la abuela con voz tranquila decir “sí sirve” y proceder a poner la cal en piedra, mientras observa cómo erupciona el material dentro de la olla, para comenzar una nueva historia, como un testigo mudo junto al fogón, testigo de muchas historias que se cuecen ahí, que se hablan y platican en alguna cocina mazateca. Esa misma olla que viajó a Alemania, con todo y el resto de la cal; sin duda, largo fue el viaje, quizá en la espalda de algún hermano mazateco, quizá sobre un mulo hasta ser embalado para viajar por el mar y llegar a un país lejano. Después de tanto tiempo esperando en el depósito del Museo, junto con otros objetos para seguir contando historias, y juntarse de nuevo con las historias vivas que por este lado del mar aún estamos haciendo los mazatecos. No solo es la olla, son otros 474 objetos más. También los bultos sagrados, que en su interior contienen cacaos, plumas de faisán, un huevo de gallina o de guajolota, papel amate, tabaco y en algunos casos el copal. Estos objetos, previo a ser envueltos en hojas de totomoxtle o platanillos, el sabio les da una encomienda por medio de la lectura del maíz. Cada una de las partes tiene un significado y una labor que cumplir dentro de la espiritualidad mazateca y el comportamiento de la cultura ante la divinidad. Ya que el sabio Feliciano Severiano les encomendó ir a Ndoba Isien para llevar algún mensaje al dador de la vida, puedo imaginar también qué decían entre ellos al llegar a otro lugar en donde ya no escucharon más el mazateco, sino otras lenguas, las voces de otras personas.3 Hasta que fueron puestas en mi mano, y recordaron en su lejana memoria que era el lenguaje del sabio el que nuevamente oían. También vi la cama de caña: me recordó las pláticas con mi madre, cuando ella me contaba que las mujeres daban a luz sobre estas. Ni qué decir de los huipiles, que cuando los miré lo primero que recordé fueron las letras del Flor de Naranjo. Eso y miles de cosas más invadieron mi mente con cada uno de los objetos resguardados en el depósito del Museo. Esta vez, por todos estos pensamientos y sentimientos, agradecí a Bauer por haber venido a mi región y a las personas que han valorado nuestras culturas; podría escribir una historia con cada uno, realmente significó mucho para mí. Además, varios de estos objetos han quedado en desuso o, peor aún, ya no existen en las comunidades, pero descubrí que aún viven en mi memoria gracias a las historias que mis abuelos y mi madre me contaban. Eso es lo que quiero compartir con mi nación mazateca: despertar en ellos estos sentimientos, y con este aporte quizá mi hermano mazateco, que es artesano y experto en elaborar ollas y comales, logre hacer conciencia para enseñar a sus hijos esta labor. Asimismo, tal vez mis hermanas sigan contando historias para no dejar de hablar la lengua a sus pequeños. Puedo pensar ahora en qué rumbo tomará el proyecto que hemos comenzado. Sin duda, despertará algunos sentimientos y recuerdos, en el mejor de los casos nos enseñará a valorar más, a revitalizar lo que es de nosotros.
Fotografía: Acervo de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova
A pocos días de culminar mi estancia en Berlín, la doctora Ute Schüren, Carolina Bauer –con el apoyo de la doctora Ulrike Mühlschlegel del Instituto Iberoamericano como intérprete del español-alemán y viceversa– y yo ofrecimos un conversatorio dentro de las instalaciones de Foro Humboldt, donde dimos a conocer la cronología del proyecto colaborativo frente a decenas de personas interesadas, entre ellas Christine von Heinz, amiga del Museo y pariente de Alexander von Humboldt que, por cierto, también me recibió y me dio una visita guiada por varios sitios emblemáticos en Berlín. Por coincidencias de la vida, también estuvo presente la escritora Cristina Rivera Garza, quien se mostró muy contenta y también realizó algunas preguntas. El conversatorio fue un éxito; resonó el mazateco de diferentes formas dentro del recinto y entre los presentes, muchas personas se interesaron en el proyecto y en los diversos ámbitos de la vida de los mazatecos. Y esa era la idea: que las personas en Berlín se dieran cuenta de que la nuestra es una cultura viva, que no solo somos parte de la historia: las culturas, las lenguas, las formas de vida de las comunidades originarias en México no se acabaron con la conquista.
1 En Arena, 30(2), p. 1129, él escribe que su último viaje, con su esposa, fue en 1910. 2 El nombre de esta investigadora y coleccionista quedó vinculado con la historia del famoso códice mixteco, quizá el documento histórico más bello que se conserva del México antiguo. 3 El nombre del sabio Feliciano Severiano aparece en las notas escritas por Bauer que también forman parte de la colección, así como en su artículo de 1908. Al parecer fue el principal informante de Bauer en su viaje por la región, donde visitó los pueblos de Huautla, Huehuetlán, San Mateo, San Lucas, San Jerónimo y Ayautla. Ndoba isén – lugar en el cielo de donde procede la vida.
Traducción “Cuando los pescadores quieren matar pescados, cinco o seis de ellos se juntan y se reparten la cáscara del árbol de San Juanico. Entonces lo machacan y lo llevan al mar, y en un pozo donde hay pescados, lo tiran. Se emborrachan los pescados, y así los pueden matar”. Del uso de la cáscara de San Juanico Relato yaqui
El relato anterior fue narrado por el profesor Ignacio Mendoza al antropólogo Jean Bassett Johnson, cuando este, en compañía de su esposa, la antropóloga y especialista en el análisis textil, Irmgard Weitlaner, realizaban una investigación sobre la lengua yaqui en Vicam Estación, Valle del Río Yaqui, Sonora. Desconocemos la fecha exacta, pero sabemos que fue recopilado entre octubre-diciembre de 1939 y febrero-abril de 1940, y dado a conocer en el libro titulado El idioma yaqui, publicado póstumamente en el año de 1962 por el Instituto Nacional de Antropología e Historia en México; casi veinte años después de que Bassett muriera en Túnez, durante la Segunda Guerra Mundial.
Yaqui es el nombre atribuido a un grupo indígena y a la lengua que hablan (que pertenece a la familia lingüística yutonahua). Existen actualmente ocho pueblos asentados cerca del río Yaqui en Sonora y una comunidad habitando una reserva en Arizona, Estados Unidos, los cuales, a pesar de los intentos de exterminio y despojo que han sufrido durante años, han sobrevivido y están en constante lucha por conservar su territorio, su identidad, su lengua, sus formas de organización y gobierno para evitar el saqueo de sus recursos. Además, se encuentran en permanente lucha por conservar su agua.
En este sentido, la obra de Jean, junto con los diarios de campo que aún se conservan, se vuelven relevantes, no solo porque la información fue recopilada en una época en la que, tras muchos años de lucha, un nuevo gobierno les devolvió y reconoció su territorio (aunque poco tiempo después volvieron los conflictos), sino porque por medio de estos materiales, el autor contribuye a la documentación y preservación de la lengua. En consecuencia, estos recursos constituyen una fuente de referencia obligada para quienes investigan sobre el tema, ya que además es uno de los primeros estudios no solo lingüístico, sino etnográfico, que se realizan al respecto.
También se conservan algunos registros sonoros “únicos”, que el autor hizo durante su investigación en la zona Yaqui, los cuales fueron realizados en discos instantáneos de acetato de 7 pulgadas, color negro, de la marca Silverstone, grabados a 78 rpm, por ambos lados, con una duración de 1:38 minutos por lado. Estos contienen, además del relato del uso de la cáscara de San Juanico, que aquí puedes escuchar, tres cuentos más:
Los cazadores de venado
ʔótamkáwi o hueso cerro
Yúku – Lluvia o cuento del maíz
Son tres discos en los que se registra la versión en Yaqui. En el libro se pueden encontrar las transcripciones y sus traducciones al español.
Los discos se encuentran resguardados en la Fonoteca Juan León Mariscal. El libro y los diarios de campo se conservan en la bóveda de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova, ambos de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca y están disponibles para su consulta.
El rico aroma a cera de abeja, dulce y terroso, invade el taller de Viviana Alavez en la comunidad de Teotitlán del Valle. Viviana custodia la tradicional elaboración de velas de concha; vierte cada vela a mano capa tras capa, como lo hacían sus ancestros. Sus velas representan cientos de años de técnicas y habilidades transmitidas de generación en generación. Hoy en día, su hijo y sus nueras llevan a cabo perfectamente este proceso.
La elaboración de velas requiere paciencia: consiste en darle baños de cera a los pabilos que cuelgan de una estructura de metal y madera; con una jícara se recoge la cera líquida de una cubeta, misma que se vierte con delicadeza desde arriba del pabilo para ir cayendo, capa por capa, hasta conseguir el grosor y tamaño adecuados: una vela puede llegar a requerir de doscientas a trescientas capas de cera. Para decorarlas se utiliza la cera de abeja derretida en un apaxtle, donde la artesana introduce delicadamente sus moldes de madera o barro haciéndolos girar, para después sumergirlos en un recipiente con agua fría y, entonces, desprender la cera del molde; como resultado se obtiene una forma que doblará o recortará para armar flores, pétalo por pétalo.
Las velas son parte indispensable en la vida cotidiana de esta comunidad. La mayoría de sus costumbres están relacionadas con estos preciados objetos, que se encuentran presentes en ceremonias religiosas, desde el nacimiento hasta la muerte. También guardan un gran significado y simbolismo en fechas importantes como el Día de Muertos, donde no solo iluminan los altares dedicados a los seres queridos fallecidos, sino que también simbolizan la fe, la esperanza y la guía para las almas en su viaje al mundo terrenal. Es por ello que, para esas fechas, se acostumbra a poner velas blancas y lisas con la finalidad de darles la bienvenida a quienes se han ido, pero que regresan al hogar de quienes los recuerdan con amor.
Para hablar de nuestro presente es vital mirar y narrar el pasado, las raíces, los orígenes. Hoy, el Diplomado Internacional en Promoción de la Literatura Infantil y Juvenil es un programa icónico de formación de usuarios y promotores de la cultura escrita, quienes conviven con poblaciones de todas las edades y condiciones.
Hace trece años los inquietos voluntarios del programa Seguimos Leyendo, docentes de primaria y secundaria, así como algunos bibliotecarios se sumaban a las filas de dos diplomados pioneros, los cuales fueron organizados por la UNAM en coordinación con la UABJO y la FAHHO. Eran tiempos de la educación a distancia: durante 3 horas, reunidos en un salón, recibíamos la señal desde Ciudad Universitaria en enlace con Chiapas y Michoacán, para aprender de los mejores especialistas en LIJ. Fue una gran experiencia y la génesis de los diplomados internacionales de la FAHHO. Hablamos con las coordinadoras Anel Pérez y Eva Janovitz, quienes no dudaron en asesorarnos para arrancar de manera presencial el pilar de nuestro proyecto formativo: “Estrategias lectoras”.
El decidido apoyo de la Dra. María Isabel Grañén Porrúa, presidenta de la FAHHO, se reflejó en el otorgamiento de becas del 100 % para iniciar las sesiones presenciales. Al principio los alumnos eran estrictamente voluntarios del programa Seguimos Leyendo, después lo abrimos para dar respuesta a las solicitudes e inquietudes de interesados en la lectura y la escritura desde el aula, colectivos, clubes, salas de lectura, entre otras instancias. Todos han sido siempre bienvenidos, somos un programa incluyente e innovador. La Dra. María Isabel percibió la necesidad de invitar a los padres y madres de familia del Colegio La Salle, pero también a los abuelos y tutores en general, quienes gozaban de esta experiencia encontrando respuestas a sus dudas, creando sus proyectos lectores y convirtiéndose en voluntarios del referido programa.
En 2020 la pandemia nos invitó a virar el timón, y para dar continuidad a lo presencial migramos a la virtualidad que, por cierto, nos permitió aceptar a estudiantes de más de dieciocho estados de la República. Sin embargo, el impulso no se detuvo ahí, pues hoy los proyectos de intervención a partir de la LIJ se atomizan en más de ocho países de habla hispana.
Asimismo, tenemos más de novecientos egresados de los diferentes programas académicos que derivaron del proyecto inicial: Diplomado en promoción de la LIJ; Diplomado en ciencia, arte y cultura para la primera infancia; Diplomado en cultura escrita y adolescencia; y el Diplomado en cultura de paz y literatura en el aula. Desde el origen de cada uno de estos proyectos hemos tenido un gran aliado: la Universidad La Salle Oaxaca, y en el trayecto se nos unieron La Salle Puebla, el Colegio Benavente y, hace tres años, la Confederación Nacional de Escuelas Particulares.
Hoy, el Diplomado en promoción de la LIJ es un programa internacional, ya que los docentes y los estudiantes que participan cuentan con perfiles cada vez más ricos y diversos. En la convocatoria para la décima primera edición aplicaron más de 180 aspirantes:1 33 % de la ciudad de Oaxaca; 20 % del estado de Oaxaca; 26 % de estados como Chiapas, Guerrero, Estado de México, Querétaro, Yucatán, Quintana Roo, Veracruz, Morelos, Colima, Ciudad de México; y 21 % de otros países como Colombia, Perú, Honduras, Ecuador, Chile, Cuba, España, Uruguay. Por otro lado, los docentes, altamente capacitados y comprometidos con este proyecto, al proceder de distintos países México, Chile, Colombia, Venezuela, Cuba, Bolivia, Argentina y España–, enriquecen las experiencias de los estudiantes haciendo palpable que la diversidad y la diferencia pueden descansar en la coincidencia y el encuentro.
La estructura académica y de gestión es innovadora, cada año se revisan los enfoques, los alcances y las temáticas. Un factor diferenciador de otros programas formativos –aparte de la beca completa– es la oportunidad de contar con un metodólogo que acompaña los proyectos de intervención que los becarios ejecutan durante el diplomado, y que son evaluados por académicos expertos. Los participantes defienden públicamente sus acciones, intervenciones, retos y logros como parte fundamental de su experiencia de formación.
Uno de los principales objetivos del diplomado es que los proyectos sostenidos por los participantes extiendan su vida más allá de las sesiones de los viernes y los sábados, de modo que los propios estudiantes buscan incidir principalmente en los grupos vulnerabilizados y marginados, como personas con discapacidad, migrantes o privadas de la libertad. El foco son siempre las infancias y las juventudes, para quienes se pretende activar o reactivar la lectura y la escritura como espacios posibles y amables para habitar el mundo, para hacer comunidad.
1 Del total fueron aceptados 76 aspirantes distribuidos en dos grupos, uno de 37 y otro de 39, que sesionan los viernes y los sábados, respectivamente.
Cuando conocemos a una persona que se dedica al diseño textil, podemos pensar que cursó esa carrera en alguna institución educativa, durante al menos cuatro años, para obtener un título. En algunos casos, esa misma persona podría haber optado por alguna especialidad y, con ello, sumar uno o dos años a su carrera educativa. Aunado a lo anterior, gracias a su título, podría tener acceso a una mayor oferta educativa a nivel posgrado, sea o no en el ámbito textil.
Ahora bien, cuando conocemos a una persona que se dedica al tejido en telar de cintura, ¿son iguales nuestras suposiciones que cuando hablamos de alguien que viene desde el diseño textil? ¿Asociamos el tejido en telar de cintura con una carrera educativa? ¿Tomamos fácilmente las décadas dedicadas al telar como un equivalente a una serie de posgrados? Hay que recordar que no se trata solamente de una persona de 40 años que haya comenzado a tejer a los 4 o 6 años de edad: se trata de la transmisión de conocimiento de una generación a otra, un conocimiento que se resguarda, se enriquece y se honra con el tiempo. ¿Por qué, entonces, no asociamos los títulos de licenciatura, maestría o doctorado a tejedores que llevan 10, 30 o 50 años en el telar de cintura?
Estas son algunas de las reflexiones que compartimos Elvira Espejo Ayca y un servidor hace seis años, durante el encuentro de El Museo Reimaginado. Elvira es artista visual, tejedora, poeta y directora del Museo Nacional de Etnografía y Folklore en La Paz, Bolivia. ¿Cómo dar un título a las tejedoras?, nos preguntábamos. Una segunda pregunta brotaba de forma automática: ¿Qué institución educativa estaría abierta a validar el conocimiento intergeneracional que existe entre tejedoras y tejedores de pueblos indígenas? Y aun si la validara, ¿sería posible otorgar un título a una persona que quizá no cuenta con una carrera académica? Para obtener un posgrado, se requiere contar con un grado. Si nos asomamos a las estadísticas del INEGI, veremos que el promedio nacional de escolaridad en nuestro país llega poco más allá del tercer año de secundaria.1 ¿Cómo, entonces, brincar de la secundaria a un (pos)grado?
Durante los últimos cuatro años, la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, por medio del Museo Textil de Oaxaca, en coordinación con la Universidad La Salle Oaxaca, la Universidad Nacional Autónoma de México mediante la Facultad de Filosofía y Letras, y el Centro Ayuujk-UNAM, nos sentamos a conversar sobre esta problemática. Debíamos superar el requisito de contar con un título universitario para tener acceso a un diplomado, pues una de las razones para impulsar un diplomado dirigido a tejedoras era justamente atajar la falta de acceso a oportunidades educativas. Elvira Espejo tomó la batuta para trazar los ejes temáticos que se abordarían durante las 120 horas de programa. A ella se sumaron cinco tejedores de amplia experiencia: Yatahli Rosas Sandoval, de San Andrés Chicahuaxtla; Yecenia López de Jesús, de Xochistlahuaca (Guerrero); Loreto Millalén Iturriaga, del territorio de Wallmapu (territorio ancestral mapuche en el extremo sur de nuestro continente); Moisés Martínez Velasco, de San Pedro Cajonos, e Hilán Cruz Cruz, de Tlacomulco (Puebla). Además, contaríamos con las participaciones especiales de Román Gutiérrez Ruiz, de Teotitlán del Valle, y Lynda Teller Pete, tejedora y educadora diné (navajo). Con un cuerpo coordinador de estas características, donde confluyen distintos territorios e idiomas, lo natural era que el diplomado estuviera abierto igualmente a una gran diversidad de territorios e idiomas.
Fotografía: Acervo del Museo Textil de Oaxaca
El inicio de este 2024 vio la publicación de la convocatoria para este programa. Debido a su amplia cobertura geográfica, optamos por llevar 90 horas en modalidad virtual y 30 horas en modo presencial. Sabíamos que el aspecto virtual podía ser un obstáculo para varias personas, pero fue la manera que hallamos para cumplir de forma regular el número de horas que se nos solicitaba. ¿El resultado? Se seleccionaron a 19 personas procedentes de distintas localidades ubicadas en Argentina, Bolivia, Chile, Ecuador, México y Perú. El español sería el idioma puente para todo el grupo, pero a lo largo del programa se haría especial énfasis en recurrir a las lenguas habladas en las comunidades representadas para acercarse al estudio de las propias tradiciones y prácticas textiles. En esta ocasión, en el grupo existía un total de 15 idiomas hablados, sin contar el español.
El diplomado arrancó, y los meses de abril a septiembre se escurrieron entre reuniones por Zoom, mensajes de texto, audio y video por WhatsApp, así como mediante la elaboración de bolsas viajeras (nuestro equivalente a un portafolio de evidencia de trabajo). Las bolsas se mantenían en la virtualidad gracias a la plataforma que nos proporcionó la ULSA Oaxaca. En ellas, el grupo de participantes iba guardando sus reflexiones, anotaciones, esquemas, lecturas complementarias, entre otros. La semana de actividades presenciales se llevó a cabo en la localidad de San Pedro y San Pablo Ayutla, gracias al invaluable apoyo de Yásnaya A. Gil y su vinculación con la UNAM. Nueve de los diecinueve participantes lograron llegar a Oaxaca y, en la sierra, realizaron intercambios y establecieron vínculos importantes. Se llevaron a cabo prácticas de hilado de distintas fibras con ayuda de malacates/torteras: lana de oveja, pelo de llama y de alpaca, seda. Hubo una demostración de teñido con tintes naturales, completa novedad para algunos de los participantes. Al concluir las prácticas de preparación de los hilos, cada participante mostró su telar: cómo está conformado y su funcionamiento, desde un enfoque propio a partir de los idiomas hablados por cada uno. Como mencionó la Dra. María Isabel Grañén: “Este evento refuerza uno de los propósitos principales de la FAHHO: desdibujar las fronteras entre los pueblos, países y personas para tejer una forma de vida constructiva a través del arte, la educación, la reflexión y, en este caso, la complejidad que brota de los hilos”.
El diplomado titulado “Saberes intergeneracionales e interculturales sobre la elaboración de textiles hechos en telar” terminó con una ceremonia de clausura en el Auditorio de Estelas de la ULSA Oaxaca gracias a la apertura de su rector, el Dr. Luis Salgado Fernández. Esta ha sido una gran lección para todas las personas e instituciones que estuvimos involucradas y, sin duda, tendremos oportunidad de mirar hacia atrás, evaluar y ajustar contenidos y dinámicas para una próxima edición.
Desde el 12 de abril al mes de septiembre de 2024, Casa de la Ciudad albergó la exposición “Ser y estar con lo que nos rodea”, una muestra que materializó, por medio de fotografías, maquetas, láminas, proyecciones, esculturas y texturas, el trabajo de 30 de años del arquitecto Juan José Santibáñez y los arquitectos artesanos que le han acompañado a lo largo de un camino constructivo inspirado en la arquitectura vernácula y los pueblos de la mixteca.
Esta muestra permitió reunir cada semana, mediante múltiples recorridos, charlas, conferencias y presentaciones de libros a estudiantes de arquitectura para que pudieran conocer la exposición. Sin embargo, más allá de eso, el objetivo era despertar su interés en las tradiciones constructivas de Oaxaca y sus valores subyacentes: funcionalidad, uso eficiente de los recursos disponibles, identidad cultural y sabiduría ancestral.
Recordemos que la arquitectura vernácula es el resultado de muchos años de adaptación y de perfeccionamiento de técnicas constructivas que las distintas comunidades humanas han desarrollado a modo de soluciones y como respuesta a las condiciones del entorno. Estos saberes se han transmitido de generación en generación, dando como resultado un conocimiento acumulado que encierra la sensibilidad, la observación y la sabiduría de un pueblo en específico. Este tipo de conocimiento ha sido la piedra angular de la arquitectura de Santibáñez.
Fotografías: Comunicación FAHHO
La exposición también realizó una fuerte crítica a la conceptualización de la arquitectura contemporánea:
Están naciendo arquitecturas novedosas para las fotografías de Instagram y concurso, a mi parecer, vacías de contenidos reales que pronto se sumarán a la lista de elefantes blancos, porque solo nacieron como una bonita idea y no como una necesidad real en un plan de comunidad en la ciudad […] No guardamos ningún respeto a la herencia que nos dejaron. Ningún respeto a las normas básicas del urbanismo, a ningún plan de desarrollo… no respetamos el suelo, el cielo, el río, por consiguiente, a la tierra, al aire y al agua (Santibáñez, 2024).
Además, promovió conversaciones en torno a la nueva arquitectura, la arquitectura tradicional y los valores que reconocemos, o ignoramos, al momento de construir. Esto en consonancia con los valores que Casa de la Ciudad difunde desde que se fundó, hace 20 años: la arquitectura centrada en las personas y sus necesidades particulares y colectivas, así como en su identidad cultural. Una arquitectura que busca el bienestar físico, emocional y social de las personas.
Esta exposición unió estos dos enfoques de la arquitectura y nos permitió difundir sus valores: contribuir, por medio de la arquitectura, a la creación de entornos más humanos y saludables que abonen al bienestar de la comunidad.
Retrato de Yamilé hecho por A. Bartra. Fotografía: Acervo de la Biblioteca Henestrosa
Margarita Camacho Baquedano, escritora, periodista, docente y poeta, originaria de Guanajuato, estudió Periodismo en la Universidad Obrera Vicente Lombardo Toledano. Al casarse, tomó el apellido de su esposo –también poeta–, el hondureño Rafael Paz Paredes, con quien procreó a sus hijos Yamilé, Sylvia, Lorena y Andrés Sigfrido. Mantuvo amistad literaria muy intensa –en palabras de su hija Lorena– con Nicolás Guillén, Pablo Neruda y Pedro Garfias y cultivó entrañable amistad con su paisano Efraín Huerta, con Juan de la Cabada, Juan Rulfo, Elías Nandino, entre otros. Rompió paradigmas femeninos sumándose a los afanes de Concha Urquiza, Pita Amor, Margarita Michelena, Rosario Castellanos y Carmen de la Fuente.
En este entorno creció Yamilé, quien también estudió Literatura en la UNAM y se dedicó a la creación poética. Su hijo Yurik la recuerda escribiendo o leyendo sentada frente a su secreter de cortina con los obligados café y Delicados sin filtro a un lado, y la compañía de su perro Zapote y de su gata la Boya. Escribía a mano, por lo que dejó infinidad de libretas de notas. Leía con frecuencia a Julio Cortázar, Arthur Rimbaud, Charles Bukowski, Roberto Bolaño y, especialmente, al poeta emeritense Félix Grande; César Vallejo y Miguel Hernández también eran sus héroes. Dio clases en la UNAM y en la UAM. Fue Premio Latinoamericano de Poesía Plural por su Alquimista de inmenso. Colaboró para los diarios El Nacional, Factor, La Brújula en el Bolsillo, Los Universitarios, Plural, El Gallo Ilustrado, Sábado, entre otros. De naturaleza rebelde y justa, durante el movimiento estudiantil del 68 formó parte activa del Comité de Lucha y, junto a su madre, participó en diversas brigadas, experiencias que plasmó en su obra El libro rojo del 68. Quienes la conocieron coinciden en mencionar su invariable actitud solidaria por la justicia, además de su inconmensurable amor por la vida.
La biblioteca de la poeta Yamilé, previo a la labor de desempacar. Fotografía: Acervo de la BS Canteras
Conocí a Yamilé cuando visitaba a Yurik, amigo ya avecindado en Oaxaca; solo había que dar vuelta al pasillo del edificio para ir a tomar un mezcal con ellos y platicar. Su trato cálido, gentil y sincero despertaban la simpatía inmediata y el correspondiente afecto. Conoció las bibliotecas BS Xochimilco y BS Canteras, a donde Yurik la llevó para que conociera los muebles que nos había hecho para los espacios. Solo tuvo palabras de admiración y aliento para las bibliotecas y en una de sus visitas planteó –tan sencilla y directa como era– su deseo de regalarnos la suya. Compartir y pensar en el otro eran uno de los caminos por los que siempre transitó.
Yurik ha cumplido la voluntad de Yamilé. Se ha encargado de clasificar y empacar los libros de su madre y dejarlos listos para su periplo a Oaxaca. Ciento cuarenta y tres cajas, con ocho mil libros aproximadamente, han viajado los 460 km que separan a la Ciudad de México de Oaxaca, y se encuentran ya con nosotros, involucrados en la labor de desempacar y catalogar, con la emoción de ser testigos y receptores de un trabajo de amor que ha llevado toda una vida para que sea compartida hoy. Muchas gracias querida Yamilé, muchas gracias querido Yurik.
El Centro Cultural Itinerante es un programa de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca que busca acercar la oferta cultural, artística y deportiva de sus filiales a las comunidades periurbanas y rurales de Oaxaca. En pocas palabras: si no puedes venir a participar de las actividades que la FAHHO ofrece en cada una de sus sedes, nosotros nos acercamos a ti.
En la primera etapa contamos con la participación del Museo Infantil de Oaxaca, las Bibliotecas Móviles, la Fonoteca Juan León Mariscal y la Casa de la Ciudad. En consecuencia, durante octubre llevamos conciertos y talleres de arte, cocina y ciclismo a algunas comunidades y localidades de Valles Centrales: Villa de Zaachila, Trinidad Zaachila, San Pablo Etla y Lachigoló.
Fotografía: BS Biblioteca Móvil
Así fue que el 2 de octubre, en coordinación con el Museo Infantil de Oaxaca y las Bibliotecas Móviles, fuimos a Villa de Zaachila para compartir el primer taller del Centro Cultural Itinerante FAHHO: “Mi pueblo en un frasco”. Nos instalamos en el corredor del Ayuntamiento con utensilios de cocina y cinco calabazas enormes. A la invitación acudieron treinta niñas y niños que acababan de salir de clases. Limpiaron las calabazas, las cortaron en cuadritos (bajo la supervisión del equipo educativo del MIO) y, con ellas, prepararon mermelada. Mientras la mezcla se cocinaba, aprendieron a hacer etiquetas con una técnica de grabado en fomi, que consiste en dibujar sobre el material, entintarlo con un rodillo y estamparlo sobre papel. Cuando todo estuvo listo, rellenaron frascos de vidrio con su creación y los etiquetaron con sus propios diseños. Bautizaron sus marcas de mermelada con nombres como “Flor de calabaza”, “Dulce muy dulce” o “Calabaza de miel”. Cada quien se llevó su frasco para compartir con la familia.
Las niñas y los niños se divirtieron muchísimo. Para ellos fue una sorpresa descubrir cómo, con sus manos, podían crear algo que normalmente encontrarían en el supermercado. Al terminar la actividad, mientras cruzaban la plaza principal, escuché a una mamá decirle a su hija, “qué bueno que ya sabes preparar la calabaza, ¿vas a hacer para ponerle a tu abuelito?”.
Fotografía: Museo Infantil de Oaxaca, MIO
El CCI se rige por principios que reconocen la cultura como un derecho humano fundamental, priorizando la equidad y la inclusión. Incentiva la apropiación del espacio público, con el objetivo de democratizar las actividades artísticas, culturales y deportivas. Además de fomentar la creatividad, el CCI, por medio de los talleres, busca transmitir habilidades prácticas que se pueden aplicar en la creación de productos culturales con valor social y, por qué no, profesional.
Te invitamos a estar pendiente de nuestras próximas actividades, búscanos en las redes sociales, la agenda y los boletines de la FAHHO. ¡Nos vemos pronto!
Líbano es, para nosotros los descendientes de sus emigrados, un pozo de sabiduría y el germen de perpetuas meditaciones. Ojalá, y a modo de reafirmación de nuestros deseos de ser y tener la condición de buenos ciudadanos en los países que nos escogieron como patria, en nuestro caso México, conservemos un respeto a las raíces ancestrales, aquellas que llevaremos por siempre en nuestra esencia, nuestros nombres y nuestros rostros.
Con este pensamiento cuatro amigos, con ideales afines, se reunían periódicamente para compartir sus vivencias. En 1987, este grupo buscó nuevas acciones en favor de Líbano, esto como una iniciativa del C. P. Alfredo Harp Helú, y entendiendo la responsabilidad de unir esfuerzos para la difusión de la cultura libanesa, reforzando, además, los empeños del Centro Libanés, la comunidad mexicana de ascendencia libanesa y la sociedad mexicana en general.
El grupo protocolizó la formación del Instituto Cultural Mexicano Libanés, A. C., integrado por Alfredo Harp Helú, quien fungió como presidente; Antonio Trabulse Kaim, director general, Emilio Trabulse Kaim, gerente general y Antonio Rafful Assam, tesorero. Un mes más tarde se unió el Lic. José Slim Helú, como consejero, quien lamentablemente fallecería al poco tiempo. Pensando en el futuro, se incluyeron a cuatro personas jóvenes en el Consejo de Administración: Charbel Harp Calderoni, Martha Trabulse El Khouri, Emilio Trabulse Amor y Antonio Rafful Zarur.
La meta principal siempre ha sido organizar actividades culturales en favor de la difusión de la historia de Líbano, su gastronomía, su arqueología y bellezas naturales, su mosaico religioso, su desarrollo en las bellas artes, sus costumbres y tradiciones, su sabiduría popular, el valor y las duras pruebas superadas por su emigración y todo aquello que ayude al entendimiento de la identidad libanesa y el papel de Líbano en el concierto internacional.
La gran motivación de conservar la memoria de nuestros antepasados, de aquellos que vinieron y fincaron las bases de lo que son ahora las vidas de sus descendientes; de aquellos hombres y mujeres que se vieron en la necesidad de abandonar su cuna libanesa debido a la opresión otomana y que decidieron establecerse y buscar un buen futuro en México; de quienes nos escogieron una nueva patria en la cual expandir aquella que los vio nacer. Es así como surge una asociación cuyo fin es preservar esta memoria para hacerla llegar a nuestros descendientes, a las generaciones por venir, para que conozcan sus raíces y las adversidades que enfrentaron sus antepasados para que ellos pudieran dormir tranquilos.
Fue del C. P. Alfredo Harp Helú la iniciativa de formar el Archivo Libanés de México, A. C., quien contó con la solidaridad inmediata del Centro Libanés y el apoyo del Consejo Directivo para dar difusión a sus objetivos. ALIME labora salvaguardando y difundiendo hechos que ahora son recuerdos, pero que no deben quedar en el olvido, sino estar en el presente y permanecer para el futuro. Contamos con fotografías, documentos oficiales, contenido de música libanesa –entre los que se encuentran discos elaborados en pasta que datan de 1904–, documentales y películas libanesas, publicaciones de la colonia libanesa como Al Kustas, Al-Jawater, Baitna y Líbano en México, así como una nutrida y valiosa biblioteca.
Pero nada de esto tendría un valor real si careciéramos del apoyo de toda la comunidad mexicana de ascendencia libanesa para hacer crecer un testimonio histórico y cultural tan importante en el desarrollo social, intelectual, deportivo y profesional de México. Es un proyecto en constante crecimiento que busca, clasifica y muestra un material ilustrativo sobre un grupo que se integró cabalmente al mestizaje mexicano.
Agradecemos infinitamente el apoyo de la Fundación Alfredo Harp Helú, pues, sin duda, es gracias a ello que estas instituciones han podido continuar enalteciendo y difundiendo la cultura libanesa, además de la mexicana.
Creemos firmemente que trabajar por preservar la historia de nuestro origen hará que el recuerdo paterno alimente nuestros corazones y el materno los haga latir con dulzura.
Mapa de Santa Clara Huitziltepec por parte de Adabi. Fotografías: Acervo de Adabi de México
Con gran satisfacción, el 21 de agosto de 2024 se llevó a cabo la entrega del Mapa de Santa Clara Huitziltepec en las instalaciones de Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México, tras la finalización de su intervención. En el evento estuvieron presentes el presidente municipal de Huitziltepec, Jorge Flores García, la cronista Norma Larios Cortés y el etnógrafo Carlos Ulises Vargas Pérez.
El proyecto de conservación comenzó en 2021 con el diagnóstico y la restauración de dos obras pertenecientes a este municipio de Puebla. La primera es el documento Título de Tierras, del Archivo Histórico Municipal, un encuadernado que data del siglo XVIII. La segunda obra es el Mapa de Santa Clara Huitziltepec, una pintura sobre tela que ingresó junto con el documento mencionado, pero cuyo grave estado de conservación requirió un proceso de restauración más prolongado para asegurar un mejor resultado. Esto se debió, principalmente, a que la tela estaba doblada y la capa pictórica era tan frágil que podía desprenderse.
Durante el desarrollo de las actividades se mantuvo una comunicación constante con el municipio, se recibieron visitas de diversos integrantes del Ayuntamiento para compartir los avances de la restauración y se les asesoró en cuestiones de conservación para que la obra regresara a un espacio adecuado.
El esfuerzo de esta comunidad por conservar su patrimonio no se ha detenido, ya que gestionaron con el Gobierno del Estado de Puebla la creación de Huitzilcalli, Museo Histórico de Santa Clara Huitziltepec, recinto donde ya se encuentra resguardado el mapa junto con reproducciones de otros documentos sobre la historia del sitio. Para ello, se estableció una valiosa alianza con especialistas de la Escuela Nacional de Antropología e Historia para la investigación, el guion, el diseño y la museografía; especialmente para el montaje de la obra, que procura su conservación y su uso para el conocimiento y disfrute de los pobladores y visitantes.
Este proyecto de restauración de bienes documentales y culturales de Santa Clara Huitziltepec, Puebla, concluye con gran admiración por el esfuerzo continuo de los involucrados y un profundo agradecimiento por la confianza depositada en Adabi.
Fotografía: Acervo del Museo de la Filatelia de Oaxaca
El mural comienza en el lado izquierdo con una serie de letras en color gris, que mezclan nuestro alfabeto tradicional con el cúfico, un antiguo estilo de caligrafía árabe. Esta fusión se refleja en las prolongaciones y adornos presentes en las terminaciones de las letras, creando un enlace entre culturas y tiempos. Dentro de estas letras, se encuentran diecisiete traducciones de la palabra Oaxaca en lenguas originarias del estado, como el zapoteco, mixteco, mazateco, entre otras. Estas palabras se entrelazan y forman un marco natural que enmarca varios timbres postales que descienden en forma de lluvia, representando a diversos insectos propios de la región, símbolos de la riqueza natural y cultural de Oaxaca.
Hacia el otro extremo del mural, se despliegan círculos y rombos elaborados en letras góticas de distintos colores. Cada figura geométrica contiene los nombres de personas que han caminado por las calles de Oaxaca.
El mural concluye con la imagen de un colibrí, símbolo de ligereza y rapidez, que atraviesa las figuras geométricas. Con un sobre en el pico, simboliza la comunicación, mientras intenta atrapar uno de los timbres postales que caen, evocando el acto de enviar un mensaje y la esperanza de que llegue a su destino.
Fotografía: Acervo Iturribarría que resguarda la Biblioteca Francisco de Burgoa.
La Biblioteca Fray Francisco de Burgoa resguarda el patrimonio bibliográfico y documental de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, mismo que se ha ido enriqueciendo a lo largo de los años, hasta contar con treinta mil títulos que abarcan una variedad de temas en materia de religión, política, cultura y lingüística. Además, conserva diferentes fondos que han sido donados por distintos personajes oaxaqueños.
Un ejemplo de ello es el acervo Jorge Fernando Iturribarría (1902-1981) –uno de los más importantes historiadores de Oaxaca–, en cuyo proceso de inventario de documentos y posterior catalogación participé durante mi servicio social. Los documentos del acervo Iturribarría me dieron la oportunidad de ver cómo era el Oaxaca del siglo XIX, con sus cambios geográficos y políticos, mientras que la ciudad se encontraba modernizando sus carreteras y edificios.
Por otro lado, cada uno de los documentos me mostraron la vida de Iturribarría: sus ocupaciones políticas, escolares, así como sus pasatiempos. Este acercamiento al material bio-bibliográfico me dio la posibilidad de conocer también el estilo de su escritura, la forma de corregir y quiénes de sus amigos eran sus lectores frecuentes, así como sus investigaciones y las fuentes de sus biografías. Conforme avanzaba el tiempo me di cuenta de la riqueza del acervo, así como del trayecto del señor Iturribarría.
Durante el proceso de registro, fue interesante conocer la correspondencia entre el historiador y sus amistades, ya que sin duda alguna eran personalidades relevantes, como Manuel Brioso y Candiani, Manuel R. Palacios, Jorge L. Tamayo, Fernando Ramírez de Aguilar, Daniel Cosío Villegas y los hermanos Bustamante Vasconcelos, por mencionar algunas de las más cercanas.
Fotografía: Acervo Iturribarría que resguarda la Biblioteca Francisco de Burgoa.
Además de ser grandes compañeros de aventuras, entre ellos compartían materiales y fuentes de investigación (muchas veces tenían que sacarles copias mecanografiadas para que pudieran ser analizadas, ya que por su importancia se temía que estas fueran extraviadas por la Agencia de Correos). Esto me recuerda una breve anécdota que se cuenta en la carta de Jorge Fernando Iturribarría a Manuel R. Palacios, fechada el 9 de septiembre de 1957, en la cual le confirma la llegada tardía de los totopos istmeños que se habían extraviado en la oficina de Correos.
Conforme avanzaba en el proceso de inventario, me encontré con el manuscrito de su obra, las biografías que utilizó para su libro La generación oaxaqueña 57: síntesis biográfica. En este texto expone la vida de grandes políticos, entre ellos Benito Juárez, Porfirio Díaz, José María del Castillo Velasco, Marcos Pérez y José María Díaz Ordaz, por mencionar algunos de los nombres que aparecen en esta obra.
Finalmente, uno de los últimos trabajos de Iturribarría que me encontré fue una recopilación de cartas publicadas en el periódico El Imparcial entre mayo, junio y julio de 1917. A partir de esta recopilación, tituló su trabajo El archivo de la reacción. Este libro recopila la correspondencia con José Yves Limantour –uno de los principales políticos y financieros en el porfiriato– y su grupo; además de las epístolas, Iturribarría también hizo una introducción histórica de este compendio antes de presentar su propuesta a la editorial Fondo de Cultura Económica para su publicación, tal como lo indica Iturribarría en su carta fechada el 30 de mayo de 1971.
Para finalizar, hago un exhorto a que nuestros lectores se acerquen a leer esta obra y a conocer el acervo que está disponible para consulta en la Biblioteca Fray Francisco de Burgoa, y vean los tesoros que se pueden encontrar ahí.
La Agencia de San Pablo Güilá pertenece al municipio de Santiago Matatlán en Oaxaca. La población hablante del zapoteco se rige por un sistema de usos y costumbres en donde la Asamblea General Comunitaria es la máxima autoridad de gobierno junto con el cabildo municipal, las autoridades ejidales, eclesiásticas y las mesas directivas de la sección primera y tercera en las que está dividido el pueblo.
La organización del archivo de la agencia municipal formó parte del proyecto planteado por las mesas directivas para el ejercicio de su cargo por acuerdo de la Asamblea. Por eso contactaron al equipo de Adabi Oaxaca, para realizar los procesos archivísticos que requería un conjunto de documentos que encontraron durante sus gestiones agrarias.
Ahora el archivo de la agencia municipal de San Pablo Güilá está organizado en las secciones Gobierno, Hacienda, Justicia y Registro Civil, cada una subdividida en series de acuerdo con sus actividades administrativas. Es así como el archivo se conforma de dieciséis cajas con documentos que van de 1582 a 1980. El expediente más antiguo está integrado por una serie de testimonios legales sobre la propiedad de la tierra que fueron presentados en un conflicto por linderos con San Baltazar Chichicápam. Entre ellos se encuentra una licencia del 4 de diciembre de 1582 otorgada por el virrey Lorenzo Suárez de Mendoza a Domingo García, indio principal del pueblo de San Pablo, para tener en sus terrenos doscientas ovejas con la condición de evitar el daño en las siembras de los naturales. Asimismo, se adjuntan otras mercedes otorgadas a particulares o al común del pueblo para establecer estancias de ganado menor a fines del siglo XVI. Estos documentos demuestran la posesión de sus tierras desde tiempos inmemoriales.
Fotografía: Acervo de Adabi Oaxaca
Otros documentos permiten conocer la historia de la comunidad, e incluso la de los pueblos vecinos con los que Güilá mantuvo relaciones políticas o conflictos territoriales. Algunos tratan sobre la defensa de su territorio, la construcción del templo, los abusos de los alcaldes mayores o frailes por servicios personales, los daños causados por el ganado de las haciendas vecinas, etc. También se identificaron tres documentos escritos en lengua zapoteca.
De igual modo, se decidió organizar el archivo de concentración, integrado por documentos de fechas más recientes resguardados en 128 cajas. Contiene información sobre el funcionamiento de la agencia municipal como la asignación de cargos, actas de asamblea, fiestas religiosas, construcción de edificios públicos, escuelas, etc. Sin embargo, su acceso será restringido porque aún tiene trámites vigentes.
Finalmente, el inventario facilitará la consulta del archivo de San Pablo Güilá, que ahora está disponible para todos los interesados en la historia de la comunidad y de esta región de los Valles Centrales. Debo mencionar que cuando informamos sobre los resultados de este proyecto durante la entrega-recepción a las mesas directivas, el pueblo reunido en asamblea expresó su satisfacción con este trabajo, asimismo, externó su agradecimiento a la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca.
Cada artista sabe que está viviendo por segunda vez. Carlos Fuentes
El Centro Cultural San Pablo presenta este otoño una exposición dedicada al arte en vidrio. Tres empresas que producen vidrio en Oaxaca fueron fundadas por artistas y, a lo largo de los últimos años, han trabajado con diseñadores o con otros artistas para crear obras en colaboración, además de sus propias piezas.
Para esta exposición Christian Thornton (Xaquixe) presenta una instalación de enigmáticas obras que dialogan con el camino de agua del patio Dómina, como si quiotes de vidrio negros y blancos crecieran del camino sobre pequeñas piedras como enormes botones a punto de abrir, junto a semillas de vidrio descansando con toda su voluntad en tensión concentrada.
Estas plantas que viven sobre tallos de acero, parecen también flamas detenidas en otro tiempo, y son ideales para este patio donde un día puede durar un año, o diez años. Christian Thornton también presenta distintas obras realizadas en colaboración con Gandalf Gaván, Christina Stadlbauer y Mateo Gabayet; y obras que algunos artistas han realizado en Xaquixe: Jan Hendrix, Nicola López, Adán Paredes y el maestro Francisco Toledo.
Salime Harp (Xaquixe) presenta una instalación de 8 metros de altura compuesta por hojas y flores de vidrio de distintos colores que remiten a un vestido del Istmo de Tehuantepec, y nos muestran las posibilidades del material para construir desde pequeñas hojas de un verde hermoso, hasta flores grandes de un rojo o naranja intensos que recuerdan el horno y el fuego que les dio origen.
Esta obra de Salime, pensada y diseñada para ese muro del atrio del Centro Cultural San Pablo, además de un homenaje a la tradición textil de Oaxaca, es un reconocimiento a la habilidad de los artesanos y artistas que usan el vidrio como materia prima.
Y por otra parte, considerando que el vidrio es arena de sílice (SiO2) + carbonato de sodio (Na2CO3) + caliza (CaCO3) + fuego que calienta estos elementos a 1500 grados centígrados; en esta hermosa instalación hay también una metáfora del fuego como forma de presencia concentrada, como modalidad del sol que está en todas partes, y que consume.
Fotografías: Acervo del Centro Cultural San Pablo
Jason Pfohl (Gorila glass) presenta en la exposición una instalación titulada: Cruzando el umbral, que es el registro de un futuro performance que ya sucedió, pero regresa para seguir ocurriendo una y otra vez con las clásicas etapas de la narratología y como un arquetipo de la comprensión de la experiencia humana.
La instalación con esferas de vidrio que se suspenden sobre los vestigios prehispánicos de San Pablo, incluye fotografías del performance inspirado en la sensación de volar, con el recorrido canónico de las narraciones míticas: soñar, buscar, despertar, ascender, capturar, completar una serie de pruebas, recibir asistencia divina, cumplir la búsqueda y regresar.
En esta obra, el vidrio simboliza el santo grial al que se une el artista en un momento de conjunción, cuando aparecen las esferas como formas materiales que antes no estaban, y gracias a una acción emergen de otra manera en el mundo, como el propio artista que encuentra una nueva forma de estar en el mundo.
Diego Vides (DoStudio) presenta obras realizadas por él mismo y otras que ha elaborado en colaboración con diseñadores y otros artistas. Cada una de sus obras puede funcionar individualmente, pero también en conjunto, cada una otorga significado al espacio que ocupa y propone un ambiente particular; y como están diseñadas para tener un uso, le proporcionan nuevo sentido al espacio que ocupan en conjunto; o incluso a la experiencia en la cual se usan; por ejemplo, al acto de fe de encender veladoras.
La empresa de Diego Vides se enfoca en colaborar con diseñadores para producir productos de vidrio soplado combinando técnicas tradicionales y contemporáneas; en algunos casos incluso otorgando un nuevo uso a materiales, como en el caso de la colaboración con FIBRA x Hermano Maguey, que dio origen a las hermosas lámparas hechas con vidrio y con fibra de agave que cae mitigando y cobijando la luz al mismo tiempo para crear un ambiente sereno.
Gracias al extraordinario trabajo que han realizado estos artistas en sus empresas, y a la iniciativa de Salime Harp, el Centro Cultural San Pablo presenta también la segunda edición de la Bienal Iberoamericana de Arte en Vidrio, con obras en concurso y obras de artistas invitados.
Fotografías: Acervo del Centro Cultural San Pablo
El primer lugar para artistas intermedios, se otorgó a la artista colombiana Alejandra Lamprea, quien elaboró, en la técnica conocida como “A la flama”, unas pequeñas semillas ámbar translúcidas; como si fueran tubérculos, de los cuales emergen tallos delgados en distintas etapas, raíces y una hoja, sugiriendo que puede ser una misma semilla en diferentes momentos de la germinación, o varias semillas que hacen emerger plantas que al mismo tiempo las transforman.
Además de abordar el tema de la Bienal, que consistía en explorar la idea de “Origen”, esta obra también trae a colación el misterio de la emergencia que da paso a la comprensión, y alude a la voluntad que es el principio de cada cosa visible.
El primer lugar de la categoría de avanzados lo obtuvo la artista colombiana Martha Isabel Ramírez, por la obra Nacedero. Doce cajas de vidrio similares a cajas de Petri albergan gotas de vidrio alargadas con diferentes formas, aludiendo al agua como origen de todo. Las piezas cuelgan separadas del muro para producir sombras donde los círculos se multiplican y se confunden. Para la artista, las sombras y la luz que atraviesan sus cajas de cultivo son parte de la obra, pues sirven para intuir los distintos ámbitos en que funciona una idea o una emoción.
En este caso el vidrio no sirve solamente para construir una figura o forma reconocible, sino para expresar una idea sencilla y profunda al mismo tiempo.
Ambos premios coinciden en abordar el origen como momento en que algo aparece en el mundo material, algo adquiere forma o cuerpo y empieza a estar. Normalmente el arte tiene esa facultad de otorgar una nueva vida a algo que antes no estaba de cierta forma, incluso a la experiencia.
Además de las rejas de acero, el Centro Cultural San Pablo cuenta con varias obras elaboradas en vidrio por el maestro Toledo; ellas dan cuenta de que mirar el mundo por segunda vez, renovar cotidianamente el significado de cada experiencia, es una manera de descubrir la poesía que habita discreta en cada día, en cada material y cada objeto, para permitirle estar en la vida cotidiana.