Antiguas celebraciones de Oaxaca para combatir las enfermedades y los sismos

Cuando pensamos en festividades nos vienen a la mente celebraciones llenas del color y que resaltan la alegría de los habitantes. Este año, muchas de ellas han sido canceladas o pospuestas, acaso por primera vez desde que fueron instauradas, incluso, las que desde hace siglos se impulsaron como medidas “protectoras” de la comunidad ante emergencias, como enfermedades y desastres naturales, de acuerdo con las antiguas creencias.

Tal es el caso de la festividad de San Sebastián, por la que, desde el año 1654, se instauró un altar en la iglesia de San Pedro ad Vincula, para detener el avance de una peste que asolaba Italia; ante su reconocida intercesión, las reliquias del santo fueron trasladas de Roma. También en los siglos XIV y XV, la salud de la población europea fue puesta bajo resguardo del santo ante nuevos brotes de peste y, desde muy temprano, su devoción se trasladó a la Nueva España.

En la ciudad de Oaxaca, san Sebastián tuvo un altar en la Catedral, así como en la ermita al poniente de la ciudad (hoy, templo de la Virgen de la Soledad) donde se congregaba la feligresía en la fiesta del santo (el 20 de enero) en búsqueda de la intercesión y el alivio de las enfermedades, tal como relata el dominico Francisco de Burgoa en 1674: “Está también en esta iglesia un retablo del glorioso San Sebastián, patrón de la peste, y su día se celebra muy solemne, con todo concurso de gente, así españoles como indios, con misa y sermón”.

Así, el aparato ritual de la ciudad sustenta las relaciones sociales en torno a las festividades con las que pretendían dar certeza, en lo espiritual y lo temporal, a la comunidad. Es por esta razón que san Marcial, antiguo obispo de Limoges, fue nombrado patrón fundador de la ciudad de Oaxaca y protector de sus habitantes contra los frecuentes sismos de la región. En la Catedral tenía un altar desde el siglo XVI, junto a san Sebastián: “En la nave colateral del lado del Evangelio están dos altares: el uno con un retablo de San Sebastián y el otro de San Marcial; son pintados al óleo y bien acabados” y, durante el periodo colonial, su festividad (el 30 de junio) era encabezada por los cabildos, religioso y civil, quienes sacaban el pendón real en procesión desde el Ayuntamiento hasta la antigua ermita del santo, hoy templo de La Merced.

Muchos años después, en 1698, san Bartolomé fue nombrado segundo patrón de Oaxaca para apoyar el auxilio de san Marcial, pues se creía que el apóstol había intercedido en el eclipse de sol de 1691, impidiendo que se dañaran las cosechas de maíz, así como en el terremoto de 1696, ocurrido, precisamente, en las vísperas de su festividad (el 24 de agosto). Por esto, el cabildo civil y el eclesiástico ponían a la comunidad de Oaxaca bajo su protección y para aplacar las manifestaciones de la ira de Dios: “[…] libre a esta ciudad de inundaciones, esterilidades y ruinas que continuamente le amenazan, con los frecuentes terremotos que padece”. Con una dote perpetua otorgada por el Ayuntamiento, la festividad debía celebrarse con vísperas y procesión: “Con la imagen de dicho santo apóstol que ande por dentro del cementerio de esta dicha santa iglesia [Catedral]”; así como con misa y sermón.

En 1727, san José habría de reforzar la protección urbana al ser jurado patrón especial de la ciudad por el obispo Ángel Maldonado (1702-1728), luego de los temblores ocurridos en la víspera de la festividad del santo (el 19 de marzo) de aquel año, hermanándose con el fundador san Marcial y san Bartolomé, con una festividad en honor de su templo y convento de capuchinas españolas (hoy Facultad de Bellas Artes de la UABJO), que en los años siguientes fueron erigidos para brindar a la ciudad un refuerzo: “[P]or las oraciones de las religiosas y su santa vida los libraría la divina misericordia de muchos trabajos, y especialmente de los terremotos, temblores que continuamente padece aquella ciudad y su distrito”.

Estos son tan solo unos ejemplos del sentido religioso (con un fuerte trasfondo político) que tuvieron las festividades religiosas en la sociedad virreinal en Oaxaca; varias de ellas han quedado en desuso o se han transformado, tal como hoy en día, se ha hecho necesario reinventarnos para que la forma de relacionarnos, en el ritual de la convivencia, siga vigente.


Capilla de San Marcial, Catedral de Oaxaca.

Cada uno de nosotros es historia: Entrevista a María Isabel Grañén Porrúa

María Isabel Grañén Porrúa es una mujer singular, una historiadora de arte, una bibliotecaria a quien la vida le ha abierto muchos caminos, el de mamá lectora que enseña a otras madres de familia a leer a sus hijos, el de maestra, el de historiadora protectora de incunables y raras ediciones, heredera de la librería Grañén Porrúa en el centro de Oaxaca, ama de casa, su vocación de servicio llega tan lejos que comparte su experiencia con muchos para quienes conocerla es adquirir la certeza de que pueden hacer de su vida algo más pleno y humano. Madre de dos hijos —uno universitario y una niña gimnasta de 11 años— que son, como ella misma dice, “una luz en mi camino”.

María Isabel Grañén Porrúa: Es muy importante, Elena, entender que la historia no es solo la de los libros de texto, sino la que va escribiendo cada uno de nosotros. Tú eres historia, yo soy historia. Nuestras familias también son historia; nuestros hijos, cuando escriben su primera carta, hacen historia y es digna de conservarse. La foto del abuelo, la carta de amor de la tía soltera, la agenda, la de los mensajitos, la de teléfonos, todo forma parte de nuestra memoria, refleja lo que hemos sido a lo largo de la vida. Es muy importante que la gente no tire sus papeles. Lo que es sinónimo de viejo, de antiguo, tiene un significado que debemos valorar. Una de las cosas más tristes es ver en un basurero un álbum de familia, porque las fotos son testimonio de vida. Poder ver a un abuelo que no conocimos, cuya mirada expresa tantas cosas, trasciende el tiempo y se vuelve un objeto que yo llamaría sagrado. Ese vínculo con el pasado adquiere una relevancia muy significativa, porque estos papeles no solo tienen letras: ahí están las voces de nuestros antepasados.

Sería también importante hacer saber a las familias que no tiren sus papeles, que pueden llevarlos a un archivo. Recuerdo que una vez el Centro de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia hizo un concurso de cartas de amor extraordinarias. Ya hay fotos en la Fototeca, pero hay otras que no deberían perderse. Las fotos de 1900 reflejan cómo se transformaron edificios, coches, nuestras calles, la vida de toda una ciudad. Es muy valioso conservar estos testimonios gráficos históricos familiares, que nos hacen ver que la historia no es solo de grandes héroes.

Elena Poniatowska: ¿Consideras que en México hemos sabido respetar, proteger y cuidar nuestro pasado?

MIGP: Creo que el patrimonio de México es inmenso y somos muy afortunados, pero también creo que hace mucha falta protegerlo, porque es el que nos hace ser diferentes y llenarnos de cultura.

EP: Nuestro patrimonio es lo que nos distingue… ¿Cómo preservas archivos históricos?

MIGP: El destino me hizo llegar a una biblioteca maravillosa que es el acervo de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, y hace 25 años, con el maestro Toledo —preocupado por esa biblioteca— empecé su organización. Sin que yo fuera una experta ni nada, y solo porque tenía una sensibilidad hacia los libros, llegué a mi destino: proteger esa memoria, los libros que leían los frailes dominicos, agustinos, jesuitas…

EP: ¿En esos años surgieron bibliotecas en nuestro país?

MIGP: En la época de la Reforma crecieron las bibliotecas y empezaron las públicas. A partir de la fundación del Instituto de Ciencias y Artes del estado de Oaxaca se hicieron más bibliotecas, se compraron libros para estudiantes y otros al servicio de los lectores.

EP: ¿Y los libros antiguos? ¿La Fundación Harp Helú formó una asociación civil para resguardarlos?

MIGP: Todo ese material que estuvo abandonado, trabajamos para levantarlo del suelo, rescatarlo, tenerlo organizado en un edificio precioso que es Santo Domingo…

EP: ¿No había libreros?

MIGP: Se hizo la estantería adecuada y hoy el acervo luce precioso. Después de ese proyecto formamos una asociación civil que abarca no solo a Oaxaca sino a toda la república mexicana, desde Sonora hasta Quintana Roo, Chihuahua, Durango, Zacatecas, Puebla, Morelos, todos los estados del país. Se llama Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas en México, Adabi.

EP: De esos estados ¿cuál es el que mejor conserva su tesoro?

MIGP: Depende. A veces las autoridades están muy receptivas, muy abiertas, y aprovechamos su interés. Donde más hemos trabajado ha sido en Puebla, por supuesto que en Oaxaca, en la Ciudad de México y sus alrededores.

EP: Cuando estuve en Oaxaca contigo, recuerdo a chavitos y chavitas muy respetuosos, muy silenciosos con una actitud casi monacal. Ni siquiera levantaban los ojos a nuestro paso. ¿Cómo se logra esa atmósfera de retraimiento frente al mundo exterior?

MIGP: Adabi es una escuela. Cada quien tiene una misión en la vida y uno de los objetivos de la Fundación Harp es rescatar la memoria de México. Nosotros no compramos libros ni documentos, buscamos que los que tenemos no salgan del país, que se protejan y estén en las mejores condiciones. Hemos ido capacitando al personal con una mística de trabajo, porque quienes laboran con nosotros tienen esta vocación de servir a México.

EP: ¿Es una pasión?

MIGP: Sí, porque creo que el trabajo que hace Adabi es de puritito amor. Con paciencia enorme, los cuidadores van cepillando hoja por hoja, una montaña de papeles que en un momento fue puro tiradero, y se dan a la tarea de limpiar, de aspirar, de organizar el material de manera cronológica y temática.

EP: Personalmente, ¿tú viste el desastre de papeles abandonados?

MIGP: Sí, pero el desorden se hizo orden al cabo de los años. Es cierto, este trabajo es muy silencioso, muy calladito, no se ve ni se nota, pero al cabo del tiempo surge una transformación y se siente uno muy orgulloso de ver que hay un catálogo, un inventario y que los investigadores pueden hacer uso de esos documentos, abrir uno de esos libros. Está puesta la mesa para que la gente venga a leer, a escuchar la voz de nuestros antepasados registrada en esos papeles.

EP: Utilizas la palabra “misión”, término religioso, María Isabel…

MIGP: Creo que hay una mística, una vocación de servicio al cuidar nuestro patrimonio, porque es algo que no nos nace. Nos sentimos muy tristes cuando vemos que nuestra historia, nuestro patrimonio, nuestra ciudad, se empieza a resquebrajar y no hacemos nada, o cuando vemos que un árbol está muriendo y no lo regamos. Tenemos que aprender a amar a nuestro país en los detalles más pequeñitos, y creo que ese amor tiene que ver con una mística y con un espíritu de servicio con el que se nace.

EP: ¿Cuántos se han presentado a la Escuela Nacional de Conservación Restauración y Museografía en Churubusco?

MIGP: Esta escuela del INAH es la mejor que existe en México. Los mejores restauradores de nuestro país salen de ella, trabajan tiempo completo, mañana, tarde y noche. Los maestros son buenísimos. Les he dicho muchas veces que está muy bien que reciban una formación increíble, pero no para poner un taller en Las Lomas y restaurar un biombo chino, sino para lanzarse a las comunidades de México a trabajar con el patrimonio de nuestra nación, que es inmenso y maravilloso…

EP: Son más apetecibles Las Lomas que un pueblo perdido…

MIGP: A lo mejor ganan menos, pero le de- vuelven al país mucho de lo que nos ha dado. No hay manos suficientes para la cantidad de patrimonio que tiene México. Por eso Adabi ha sido una gran escuela. Algunos jóvenes que trabajan con nosotros son ahora jefes de proyectos, restauradores de carrera, gente profesional que trabaja con nosotros, pero al mismo tiempo formamos cuadros jóvenes que van a tener que manejar el patrimonio porque no hay suficientes hombres y mujeres en la Escuela Nacional de Conservación. Por eso damos cursos y explicamos cómo tomar una brocha, una goma, cómo borrar, cómo eliminar los hongos y quitar los clips para que no se oxide el papel, y por qué es importante no usar fólders sino papel antiácido, para que los documentos no se deterioren.

EP. ¡Todo un aprendizaje!… En la mayoría de las casas de México es fácil escuchar a una ama de casa decir que va a tirar papeles y otros cachivaches…

MIGP: Sí, y por eso es importante la labor de los restauradores. El tiempo, la humedad, los hongos, un incendio, un temblor, un desastre, pueden significar la pérdida de un patrimonio, pero hay algo todavía peor: el robo de documentos y su venta en el extranjero, una catástrofe que equivale a prender un cerillo al tesoro nacional.

Cada uno de nosotros es historia. (26/07/2020). Recuperado de https://www.jornada.com.mx/ultimas/ cultura/2020/07/26/cada-uno-de-nosotros-es-histo- ria-elena-poniatowska-3909.html


Más que un regalo, un símbolo

Me remonto a 1990, hace exactamente treinta años. En ese entonces era la directora de la Biblioteca Eusebio Dávalos, del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Las instalaciones de la Biblioteca en el Museo Nacional de Antropología le otorgan un carácter distintivo. Ese año tuvo lugar la visita del papa Juan Pablo II a México, quien trajo consigo no un regalo, sino un símbolo. Un documento histórico mexicano de la mayor importancia: el Códice de la Cruz-Badiano, que formaba parte de los riquísimos acervos de la Biblioteca Vaticana.

El resguardo de una obra de tanta importancia ofrecía, al mismo tiempo, la oportunidad de que fuera exhibida para el público interesado que asiste en multitud al Museo. El director del INAH era a la sazón Roberto García Moll, y el asunto nos planteaba varios temas sobre los que había que decidir con premura, pues era del mayor interés para el propio presidente de la república, el Lic. Carlos Salinas de Gortari.

Desde que trabajé en el Archivo General de la Nación, en el equipo de la Dra. Alejandra Moreno Toscano, en la Biblioteca del INAH y, desde el 2003, como directora de ADABI de México (Fundación Alfredo Harp Helú) he tenido en mis manos verdaderas joyas del patrimonio documental y bibliográfico de México. Pero acaso ese códice maravilloso, De la Cruz-Badiano, tiene una fuerza especial, no solo es su belleza o su importancia, sino precisamente su carácter simbólico y la circunstancia excepcional de que regresara, después de cientos de años, a nuestro país.

Fue un gran privilegio recibirlo. Decidimos exhibir la edición facsimilar. No hubiéramos dormido tranquilos de otra forma. El documento original fue directamente a la bóveda de la Biblioteca, donde se conserva perdurablemente.

Esta nueva edición del Códice de la Cruz-Badiano me emociona pues articula, en cierta forma, distintas etapas de mi vida dedicada a la protección y el estudio del patrimonio histórico de México. Felicito a la Dra. Alejandra Moreno Toscano y al Dr. Baltazar Brito por la extraordinaria iniciativa de editar tan bellamente esta joya mexicana, un símbolo de importancia innegable.

https://codicecruz-badiano.com/index.html#codex


Hazaña cultural

El Códice de la Cruz-Badiano es el libro medicinal más antiguo que se haya elaborado en América. Es fuente de primera mano para conocer el funcionamiento de aquello que podríamos llamar “medicina prehispánica”, disciplina colmada de simbolismo y, sobre todo, de religiosidad. Sus autores, testigos y actores de dos épocas, la prehispánica y la novohispana, se convirtieron en el crisol perfecto donde se fusionó la idiosincrasia médica nahua con la occidental, especialmente la derivada a partir de autores grecolatinos como Dioscórides y Plinio. Es también una muestra del conocimiento ancestral de los pobladores americanos y prueba del aporte cultural de México hacia el mundo.

Baltazar Brito

En 1990, el Códice de la Cruz-Badiano regresó a tierras mexicanas, después de viajar en el tiempo más de cuatro siglos. Su importancia y su belleza lo hacían presente y quienes han estado en el Hospital de La Raza han admirado –acaso sin tener noticia de su origen documental–, en una pintura mural de Diego Rivera, un repertorio herbolario que repite con maestría aquella obra suprema de la erudición, la sabiduría ancestral y la representación artística de un tesoro mexicano. Para honrar ese acontecimiento de importancia mayor, el gobierno de la república —el Fondo de Cultura Económica y el Instituto Mexicano del Seguro Social— realizó una hermosa edición facsimilar. El valiosísimo documento quedó bajo resguardo de la Biblioteca del Instituto Nacional de Antropología.

En plena pandemia del COVID-19 no todas son noticias desastrosas. Una luz poderosa, antigua y de inmenso valor cultural se enciende con la novedad de un proyecto singular: articular un registro histórico superior con la vida actual y futura; reconocer la permanencia en el campo mexicano de la sabiduría antigua, milenaria, e imaginar una conversación entre la siembra, la historia, la medicina, los códices vivos y su inagotable depósito de noticias útiles. La Dra. Alejandra Moreno Toscano y el Dr. Baltazar Brito han realizado una hazaña cultural de primer orden: despertar el manuscrito de Martín de la Cruz y de Juan Badiano con una nueva edición y un acercamiento a los jardínes etnobotánicos. Al abrir esa caja de maravillas, hacen una contribución inestimable, hoy en día en que lo ominoso y lo nublado parecieran negar sentido a lo más común, a lo cotidiano. Con un documento de extraordinario valor hacen memoria y agitan ideas, posibilidades, recursos y ponen en circulación un repertorio cuyo alto significado histórico resulta conmovedor por su potencial vivo, permanente.

La presentación de la Dra. Alejandra Moreno Toscano da cuenta pormenorizada de las circunstancias en las que se realiza esta magnífica aportación y, gracias a un portal muy logrado, puede verse en línea el documento, leerse el magnífico estudio introductorio del Dr. Baltazar Brito y admirarse con la belleza y el arte mayor de este documento esencial en nuestra historia. Recomiendo también ver el video de la presentación del Códice, disponible en https://codicecruz-badiano.com/index.html#codex. La invitación merece atenderse: asomarse al Códice de la Cruz-Badiano es una oportunidad única para el estudio, el disfrute intelectual, la contemplación de una obra de arte mayor, la reflexión acerca del conocimiento y el vínculo que otorga a la sabiduría ancestral no solo vigencia, pues no requiere certificación, sino sobre todo, una luz que en los días que corren resulta fundamental bálsamo y una estupenda inspiración.


Conocimiento herbolario de los indígenas del Valle de Anáhuac

El año 2020, memorable por ser el año en que la realidad nos obligó a recluirnos y repensar retos que nos depara el futuro en un mundo global y complejo, con nuevas posibilidades de cooperación internacional, compartí –con un equipo de entusiastas e insistentes coeditores– la satisfacción de completar las gestiones para realizar la edición facsimilar del Códice de la Cruz-Badiano.

Agradezco el apoyo de la Secretaría de Relaciones Exteriores y la Secretaría de Cultura del Gobierno de México, del Instituto Nacional de Antropología e Historia y de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia que nos impulsaron a alcanzar este propósito.

En el marco de la Jornada de Diplomacia Cultural: “Códices Vivos”, convocada para llevarse a cabo en Berlín 2020, mientras cumplía el encargo de convocar a expertos participantes, por circunstancias más propias del azar que de la reflexión previa, modifiqué el enfoque de conservación del patrimonio cultural que había sido mi punto de partida.

El estudio explicativo de las insólitas circunstancias por las cuales un librito –precioso— dedicado al Emperador Carlos V, donde se reunía el conocimiento herbolario de los indígenas del Valle del Anáhuac había retornado repatriado, hace 25 años, procedente de los tesoros vaticanos a la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia, escrito con amena erudición por el doctor Baltazar Brito, etnohistoriador — especialista en códices mexicanos— contribuye a explicar por qué, al retomar retrospectivamente la historia de un documento excepcional, cambió de raíz el enfoque de recuperación de la memoria histórica y del patrimonio cultural.

El más antiguo herbolario del continente americano sería publicado en facsímil con un propósito de uso actual.

Recopilado en 1552, en el Colegio de Santa Cruz de Santiago Tlatelolco por los médicos nahuatlatos Martín de la Cruz y Juan Badiano para preservar el conocimiento originado siete mil años atrás sobre el cultivo de las plantas y flores nativas mesoamericanas. Su reedición facsimilar se dedicaría al trabajo campesino que ha mantenido, sin interrupción, el cultivo de esas mismas plantas nativas en sus tierras de sembradura o en jardines etnobotánicos. Esa labor milenaria ha mantenido vivo ese conocimiento y ha contribuido a preservar la diversidad evolutiva y la riqueza cultural de México. El Códice debería ahora ser devuelto a sus creadores y en conjunto con láminas de mayor tamaño, donde se reuniera la información sobre las plantas emblemáticas y se imprimirán en una carpeta adicional para su exhibición en los espacios públicos.

Esa reflexión sobre los lazos profundos que unen al conocimiento conservado en libros o códices depositados en bibliotecas o en los jardines etnobotánicos, verdaderos repositorios derivados de la reproducción de las plantas y los saberes ancestrales: herbolarios, medicinales, gastronómicos, de utilización de fibras para textiles, colorantes, edulcorantes, cosméticos y demás conocimientos científicos y aplicados al desarrollo de las comunidades campesinas y de la sociedad, que preservan la diversidad del mundo natural y su diversidad cultural.

De ese juego de simultaneidad donde el pasado y el presente se encuentran surge la base de un desarrollo sustentable verdadero.

La estrategia efectiva de recuperación de la memoria histórica va más allá de la publicación del Códice, pues está vinculada con la labor campesina que en jardínes etnobotánicos –Códices Vivos– conservan nuestra naturaleza y cultura.


El peregrinar de una farmacopea mexicana

Una vez cumplido su cometido, el Libellus de Medicinalibus Indorum Herbis se convirtió en una curiosidad, en una farmacopea más entre las muchas otras resguardadas en la biblioteca del Escorial. No obstante, la belleza de su encuadernación y la delicadeza de sus miniaturas y caligrafía continuaron llamando la atención de importantes personajes que anhelaban incluirlo en su colección particular. Las marcas de propiedad de algunos de ellos siguen impresas en el códice como mudos testigos de sus poseedores y de los derroteros que este manuscrito emprendió a lo largo de poco más de cinco centurias.

Sabemos que, por lo menos, tuvo tres propietarios antes de ingresar a la Biblioteca Apostólica Vaticana en 1902. Fue Diego de Cortavila y Sanabria, farmacéutico de corte y boticario real de Felipe IV, el primero de ellos. Vivió en Madrid hasta mediados del siglo XVII y osó colocar, justo en medio de la portada del manuscrito, un crismón acompañado por la leyenda “exlibris didaci Cortavila”. El segundo fue el cardenal Francisco Berberini, sobrino del papa Urbano VIII y dueño de una biblioteca conformada por más de 60 000 volúmenes, quien es muy probable que haya adquirido el herbario entre 1625 y 1626, años en que permaneció en España como Legado Apostólico. Cassiano del Pozzo es el nombre del tercer posible propietario, o quien al menos por un momento logró conservarlo junto a él. Como miembro de la Academia de Lincei era un ferviente aficionado de la flora americana y un gran coleccionista. Asesoró al cardenal Berberini en la adquisición de piezas bibliográficas y, bajo este antecedente, es muy probable que lo hubiese ayudado en la obtención del Libellus de Medicinalibus, no sin antes mandar hacer una copia, misma que fue encontrada en Inglaterra, en la biblioteca del castillo de Windsor y señalada con el escudo de armas del mismo Pozzo.

Tres siglos transcurrieron para que el códice despertara nuevamente el interés de alguien tras ser redescubierto, azarosa y casi simultáneamente, en 1929 por tres investigadores: los doctores Charles Upson Clark, Lynd Thorndike y Giuseppe Gabrieli. El primero de ellos comunicó su feliz hallazgo a un grupo de investigadores interesados en la historia de la medicina que trabajaba en la Universidad Johns Hopkins, a cuya cabeza se encontraba William H. Welch, quien manifestó su deseo de que el manuscrito se publicase lo más pronto posible.


Tabla de contenido

• Curación de la Cabeza. Furúnculos. Caspa o alopecia. Tiña, Caída del pelo. Descalabradura o fractura de la cabeza.
• Cuidado de los ojos. Calor. Ojos inyectados de sangre. Glaucoma. Entorpecimiento de las cejas, o mejor dicho de los párpados. Hinchazón de los ojos. Inducción al sueño. Modo de evitar la somnolencia.
• Purulencia de los oídos, sordera y obstrucción.
• Catarro. Medicina que ha de instilarse en la nariz. Hierba sanguinaria.
• Limpiador de dientes o dentífrico. Curación de encías inflamadas y purulentas. Dolor y putrefacción de los dientes. Fuerte calor, tumor o supuración de la garganta. Anginas. Medicina con que se mitiga el dolor de garganta. Para des- echar la saliva reseca. Para acabar con el esputo sanguinolento. Para calmar la tos. Para quitar el aliento fétido y repugnante. El hipo.
• Refrigerio para la boca inflamada por el calor. Remedio para el que no puede bostezar por el dolor. Sarna de la cara. Sarna de la boca. Estruma o escrófula del cuello. Agua subcutánea. Debilidad de las manos.
• Opresión molesta del pecho. Dolor en el corazón. Calor. Dolor de costado. Medicina que mata lombrices y animalejos que se alojan en el vientre del hombre. Antídoto. Inflamación del estómago. Dolor de vientre. Disentería o cólicos. Ruidos del vientre. Frialdad. Diarrea.
• Curación de la región púbica. Hierba inguinaria. Hierba para la vejiga o halicacabo. Disuria o extranguria. Mal de asentaderas. Podagra. Dolor poplíteo. Contracción incipiente de la rodilla. Remedio de las grietas en la planta de los pies. Lesión de los pies. Contra la fatiga. Árboles y flores contra el cansancio del que administra la República y desempeña un cargo público.
• Remedio contra la sangre negra, fiebre, lepra, hemorroides, condiloma, calor excesivo, cuerpo maltratado, liquen o mentagra, fiebres intermitentes, sarna, heridas, enfermedad de las articulaciones, psora, pus agusanado, quemaduras del cuerpo, digestión difícil, venas inflamadas por la incisión de la sangría. Del fulminado por el rayo.
• De la enfermedad caduca o comicial. Remedio contra el miedo o poquedad de ánimo. Mende de Abdera. Vejados por el torbellino o el ventarrón. Verrugas. Fetidez de los enfermos. Mal olor de las axilas. Enfermedad del piojo y piojos en la cabeza. Para el que pasa rio o agua. Para el viajero.
• Remedio para la parturienta y para la menstruación. Lavado del vientre de la puérpera. Tumor mamario. Medicina para provocar leche.
• De la sarna o quemadura de los niños. Para cuando el niño ya no quiere mamar por algún dolor.


Escribir en la pandemia desde la mirada infantil: Decamerón 2020

El mundo puede existir porque todavía hay niños, o porque hay infancia. El mundo es un infante. El día que el mundo deje de ser un infante, desaparecerá. Yo diría que la infancia es la sangre de la existencia y creo que una vida en la que no hay infancia no tiene sentido, ni es buena para nadie. La infancia es la esencia del mundo y de la naturaleza.

Infancia sin fin, Fernando Pessoa

Desde el inicio del confinamiento, empezamos a vivir una realidad que estaba muy lejos del imaginario colectivo, lo que nos llevó a generar contenidos pensando en los diferentes públicos que nos acompañan en la red de bibliotecas BS. Gracias a la virtualidad, nuestros corazones han permanecido cercanos con los usuarios. Pensábamos en las infancias y en cómo estarían viviendo esta pandemia desde sus hogares. Fue así como María Isabel Grañén, presidenta de la Fundación Alfredo Harp Helú, junto con Claudia Madrazo, directora de la editorial La Vaca Independiente A. C., unieron sus súper poderes y pusieron la semilla que originó el concurso de cuento infantil y juvenil Decamerón contado por niñas y niños mexicanos, 2020, en el que niñas, niños y jóvenes abrieron la puerta de la imaginación y escribieron sus propios relatos.

El concurso nació en circunstancias que pudieran parecer adversas, pero ellos y ellas—los participantes— las convirtieron en una oportunidad de creación. Escribían a partir de sus propias vivencias durante la pandemia, cada uno con su propio punto de vista y ofreciendo soluciones; teniendo como aliados a la imaginación, al mismo confinamiento y, por supuesto, al lápiz y al papel.

En los primeros días, los correos llegaron tímidamente, poco a poco fueron tomando confianza hasta convertirse en ríos de palabras que viajaban a través del mundo virtual. Recibimos más de seiscientos trabajos de varios estados de la república, desde Chihuahua, pasando por Guanajuato, Querétaro, hasta llegar a Quintana Roo y Yucatán, incluso llegaron de países tan lejanos como Líbano y Holanda.

La imaginación no tiene límites, las y los niños nos demostraron que no necesitaban salir de sus casas para realizar grandes viajes y tener aventuras. La felicidad se encuentra en cosas tan diminutas, como cortar manzanas, escuchar las historias de los abuelos o imaginar que una piedra es mágica… todo eso nos han enseñado los niños y jóvenes concursantes. Y qué decir de las ilustraciones llenas de colores, trazos, personajes…

La aventura todavía no termina y creemos que seguiremos hablando de ella por mucho tiempo. Este hermoso proyecto permitió reunir a niñas, niños y jóvenes de diferentes regiones geográficas, así como al niño de la vida rural con el de la vida urbana. Los textos que integrarán el libro conmemorativo se convertirán en un invaluable registro social del pensamiento infantil y juvenil a raíz de la pandemia del año 2020.

…Los premios viajan a sus destinos, el libro se encuentra en manos de las magas de la edición, la pandemia sigue, la esperanza nos acompaña, la infancia duerme y sueña con historias maravillosas…


Entre ajustes y resistencias frente al COVID-19

Había incertidumbre y preocupación durante los primeros meses de la pandemia. Los pronósticos no favorecían el retorno a las actividades y el pánico y la desinformación no se hicieron esperar en las redes sociales, atiborrándonos de teorías conspirativas y referidas al “nuevo orden mundial”.

Cuando todo parecía mejorar, la gráfica de contagios ascendió y la disponibilidad de camas para pacientes con esa dichosa enfermedad, se vio agotada. Sin embargo ¿qué aprendizaje no está dejando este mal sabor de boca? Los conceptos más acertados respecto a todo ese asunto serían: adaptación y resiliencia. Se volvieron a plantear los mecanismos de trabajo y, sobre todo, el no rendirse en tiempos complicados, aprender y continuar el camino. En la BS Biblioteca Infantil de Oaxaca, se han llevado a cabo diversos talleres, desde análisis literarios hasta los de tipo inclusivo, como el de sistema braille y la Lengua de Señas Mexicana (LSM), todos de manera presencial.

Por más de siete años consecutivos se ha ofrecido, de manera puntual, el taller de Lengua de Señas Mexicana (LSM) que la BS ha impulsado, en un principio con la asociación civil CORA. Se trata de un taller presencial en el que el movimiento y la velocidad de la mano, la expresión facial como la boca, las cejas y los ojos, además del cuerpo, componen los elementos lingüísticos de comunicación de una idea o palabra que muy difícilmente se puede aprender con solo libros y tutoriales en línea. No quiero decir, estimado lector, que no se pueda, pero hay maneras de encontrar espacios dedicados a la enseñanza profesional de esa materia.

Luego de estos siete años de arduo trabajo ininterrumpido, como respuesta a las medidas y protocolos de seguridad, la gran BS decidió suspender todas las actividades en las sedes, de manera abrupta, sin posibilidad de continuar los talleres. La sorpresa invadió los rostros de los usuarios y solo quedaba la pregunta: ¿Cuándo volveremos a vernos?, sin saber que esas últimas señas que entrelazaban las manos de los estudiantes eran una amarga despedida.

Como se mencionó anteriormente, no podíamos quedarnos de brazos cruzados y mantener las condiciones aisladas de cualquier visita, recorrido o taller. Cada integrante del equipo debía pensar, desde su trinchera, cómo transitar a esa nueva condición social: no se dudó en acudir al ya conocido home office, así como a transmitir actividades en línea. Respecto a la enseñanza de la Lengua de Señas, fue complicado tratar esa área, pues lanzar solo videos, sin tener un seguimiento u orientación comunicativa adecuados, no iba a funcionar; entonces se desechó la idea. Sin embargo, mientras las condiciones permanezcan así, se optará por continuar las clases en línea. Estos ajustes atienden, con responsabilidad, el llamado de nuestra profesión.

Adaptándonos a la situación actual, y respondiendo a las necesidades que se presentan, la más reciente convocatoria para la continuidad del taller fue diferente: el formulario para la inscripción resaltó que las clases serían a través de la plataforma Zoom; el cupo se llenó al instante, no esperábamos una respuesta tan favorable, con más de 150 aspirantes al curso, lamentablemente, aunque quisiéramos que todos formaran parte de esa gran experiencia, las condiciones no lo permiten. Por eso les invito a no dejar de explorar y a no perder las esperanzas por aprender algo nuevo. ¿Podremos ajustarnos a esas características de la nueva normalidad? Yo digo que sí.

http://www.conapred.org.mx/documentos_cedoc/DiccioSenas_ManosVoz_ACCSS.pdf


La vida pública de Santo Domingo Tehuantepec

¿Qué es la vida pública? En las palabras del arquitecto y urbanista Jan Gehl1, la vida pública cambia constantemente en el curso de un día, una semana, un mes y los años, y debería ser entendida como todo aquello que tiene lugar entre los edificios. Es aquello que podemos observar al salir y advertir lo que está pasando.

Generalmente, los arquitectos y diseñadores urbanos estamos más preocupados por la forma urbana que por todo aquello que pasa en el espacio público. Para ahondar un poco más en este punto, es posible plantear un ejemplo: ¿Sabes cómo se usa una banca? La banca puede tener distintos fines y usos, pero hay preguntas que, al momento del diseño, suelen pasarse por alto para determinar su uso real: ¿cuánto?, ¿quién?, ¿dónde?, ¿qué?, y ¿cuánto tiempo?

Retomando a Gehl, él explica cómo un anciano selecciona una banca para sentarse con su compañero y considera que es el lugar idóneo para prender su pipa, sin embargo, dejan un espacio libre y otra persona más decide sentarse para observar cómo pasa la gente, después de un largo tiempo, los dos compañeros de pipa deciden abandonar la banca y dejan al tercer integrante solo. Este momento es aprovechado por dos jóvenes pintores que, cansados de la jornada y manchados de pintura, deciden ocupar el espacio; el tercer integrante decide que es tiempo de abandonar la banca y dejar a la pareja de jóvenes, sin embargo, ellos consideran que fue suficiente el descanso y dejan también totalmente solo el mobiliario. Después de un tiempo corto, una última pareja de ancianos decide ocupar el espacio dejado por los jóvenes pintores, pero al observar que han dejado la banca manchada con pintura, deciden cambiar y se van a otro lugar disponible. Todo esto pasó mientras un niño, sin moverse de su carriola, observaba todo lo que ocurría en el lugar. Con este ejemplo se puede ver que, en un periodo muy corto de tiempo, ocurrieron decisiones y acciones difíciles de entender, pero que suceden. Todos estos actos están moldeando constantemente el espacio público.

Ahora bien, es precisamente este caso el que se puede presentar como justificación de la necesidad de no replicar o “regionalizar” proyectos, pues “la vida en el espacio público” de cada comunidad es variable. Aquí es donde un segundo concepto entra en juego: Identidad. Desde un punto de vista sociológico, Jenkins2, afirma que la identidad es nuestra comprensión de quiénes somos y quiénes son los demás y, recíprocamente, la comprensión que los otros tienen de sí y de los demás, incluidos nosotros. La sociología ha tenido una gran discusión sobre este tema para determinar si debería ser enfocado desde la singularidad o desde la colectividad. Para el caso del urbanismo, y los fines de este texto, lo abordaremos desde la colectividad, pues la perspectiva de una identidad colectiva, enmarcada en un contexto o región específica, nos arroja una variable de suma importancia para entender la vida pública: “la identidad cultural”.3

Según la UNESCO, la cultura es “el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias y que la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo…”. Si entendemos la identidad como la comprensión de quién soy, dentro de un conjunto de personas, y la cultura como los rasgos inmateriales de una sociedad, la identidad cultural debe de ser percibida como la capacidad que tiene un conjunto de personas para comprender quiénes son a través de sus rasgos intangibles. Es por lo anterior que “la vida en el espacio público” de una comunidad es variable, y el diseño urbano será determinado por la “identidad cultural” y el contexto natural que ahí prevalezca.

Durante este primer semestre del 2020, en la Casa de la Ciudad se ha trabajado en la reactivación social de Santo Domingo Tehuantepec a través programas académicos y culturales que buscan la resiliencia de espacios públicos abandonados. Durante este tiempo, se ha observado que la vida pública de la ciudad tehuana es única. Los espacios públicos tienen un grado de flexibilidad impresionante pues, en un instante, una calle pasa de ser una conexión a un andador peatonal, o un parque pasa de ser un área infantil a un auditorio musical.

La riqueza cultural de Santo Domingo Tehuantepec hace que la vida en el espacio público sea de mucho interés y, por ello, más complejo de definir, pero no imposible. Hemos recorrido desde el mercado, con sus particulares estrategias de venta, los parques convertidos en cenadurías, las calles transformadas en áreas vestibulares para las casas, hasta callejones vecinales con una fortaleza impresionante de unión por parte de los habitantes: nunca habíamos encontrado una identidad cultural y sentido de pertenencia tan arraigado. Podríamos hacer, en este momento, un llamado a los urbanistas, interesados en realizar proyectos de participación ciudadana, para que trabajen en este maravilloso lugar, pues es una de aquellas ciudades en las que el “diseño participativo” puede, en verdad, hacer reverencia a su nombre.

Como estrategia de mejoramiento de imagen urbana, y a manera de continuidad con la reactivación social de Santo Domingo Tehuantepec, la Casa de la Ciudad ha iniciado con trabajos preliminares de mejoramiento del espacio público. El primer proyecto que se realizó fue Parque Chi-chite, en la calle Arista del Barrio Laborío. Dicho proyecto sigue en proceso de implementación de la mano de los vecinos. El segundo proyecto en puerta es el Parque Bigarii, que se encuentra frente a Casa Guietiqui. Este proyecto se encuentra temporalmente suspendido a causa de la contingencia sanitaria, sin embargo, no se ha detenido en cuestión de planeación de estrategias para determinar pautas de diseño para el regreso a la nueva normalidad.

Si quieres conocer más acerca de estos proyectos visita el siguiente enlace:

(1) Gehl, Jan. (2006). La humanización del espacio urbano: la vida social entre los edificios. Barcelona: Reverte.
(2) Jenkins, Richard. (2004). Social Identity. Nueva York: Routledge.
(3) https://books.google.com.mx/books?id=-6wvwHyehuQC&printsec=frontcover&hl=es&source=gbs_ge_su mmary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false


Potencial de las comunidades forestales frente a la pandemia por COVID-19

Las comunidades forestales mexicanas, particularmente las oaxaqueñas, con su régimen de propiedad comunal y sistema de usos y costumbres, tienen un importante potencial para construir un desarrollo local real, capaz de generar empleos, de diversificar las economías regionales y de generar inversión social en actividades productivas y en servicios públicos en las comunidades. Treinta años de vida de las experiencias de manejo comunitario en contextos muchas veces adversos muestran este potencial. La productividad y riqueza de los bosques mexicanos, y la lógica de contribuir al bien común como eje de la gestión forestal comunitaria, son recursos muy importantes para construir experiencias de sustentabilidad con equidad.

En México, y en Oaxaca especialmente, las áreas con manejo forestal comunitario mantienen las coberturas forestales, el abastecimiento de carbono, los cuerpos de agua y la biodiversidad, de forma tan eficiente como las áreas naturales protegidas más sofisticadas. Además, invierten esfuerzos y recursos en la restauración de los bosques y mantienen brigadas de protección contra incendios, plagas y tala ilegal, con base en la protección comunitaria. Las experiencias comunitarias de manejo y uso de bienes comunes se basan en la organización comunitaria, a la vez que la fortalecen. La confianza y el respeto de los individuos hacia las decisiones colectivas ya las reglas comunitarias, así como el sentido de pertenencia compartida, contribuyen a fortalecer la paz y la gobernabilidad, tristemente, bienes escasos en México.

A pesar de su potencial y sus logros, las experiencias de manejo, aprovechamiento y gestión comunitarios han sido pocas veces comprendidas y valoradas por quienes diseñan y operan las políticas públicas. A lo largo de los años, se ha insistido en la necesidad de una regulación y gestión menos pesadas, descentralizadas –cuando existan condiciones–, en una política fiscal que reconozca las contribuciones de las empresas comunitarias, en la disposición de créditos blandos e inversiones públicas en infraestructura y recursos productivos, en sistemas de vigilancia y sanción efectivos que se basen en esquemas de cogestión entre comunidades con historial de buen manejo. La respuesta a estas demandas ha sido limitada y, a partir de 2012, el abandono, incluso la agresión a las comunidades forestales fue prácticamente total: desapareció el área de silvicultura comunitaria de la Comisión Nacional Forestal y se otorgaron concesiones mineras en 33% del área forestal del país, 70% de ellas en propiedad social, incluyendo zonas de conservación comunitaria, como el área de bosque mesófilo de la comunidad de Capulalpan de Méndez, en la Sierra de Juárez, y zonas de la Reserva de la Biósfera de Mariposa Monarca (que a pesar de encontrarse en la Reserva, son propiedad ejidal y comunal). Mientras tanto, los aprovechamientos forestales ilegales, tradicionalmente elevados en distintas regiones de México, se han multiplicado, relacionándose en ocasiones con el crimen. En estas condiciones, vale preguntarse si en aquellos contextos, donde el manejo forestal comunitario contribuye al bien común, debe reconocerse a este, y no a la minería, como actividad esencial y de “utilidad pública”.

La pandemia por COVID-19 pone a México frente a las consecuencias de décadas de políticas profundamente antisociales. Cifras tremendas, como la que expone que 50% de los mexicanos viven en condiciones de pobreza y casi 10% en pobreza extrema —que implica pobreza alimentaria—, no han descendido en 20 años y se incrementarán considerablemente a partir de la pandemia. Junto a la pobreza y la precariedad, México se señala como el país con más desigualdad en América Latina y uno de los más desiguales del mundo. La diferencia económica es también vulnerabilidad frente a la pandemia, ya que afecta en mayor medida a los grupos más pobres y con menos posibilidades de protegerse o cuidarse en la enfermedad. Resultado de ello son las altas cifras de contagio y mortalidad en Tabasco, en las colonias populares y pueblos originarios del suelo de conservación de la Ciudad de México: Topilejo, Milpa Alta y Xochimilco, con muy pobre acceso al agua y servicios de salud, así como en Iztapalapa, Ecatepec y Puebla, los municipios con el mayor número de pobres en el país.

Las comunidades forestales están relativamente protegidas por su aislamiento y organización, pero en distintas regiones se enfrentan a otro tipo de condiciones y presiones: en Quintana Roo, por ejemplo, las comunidades mayas, al haber acogido migrantes que se ocupaban en la zona turística, generaron algunos contagios. También se enfrentan a procesos como la tumba de selvas y manglares que se realizan de manera ilegal, frente a una nula capacidad institucional para detenerlos. Los apicultores mayas han sufrido la pérdida de apiarios por las inundaciones que generó en junio el huracán Cristóbal, además de la caída del mercado regional de miel. Los pueblos forestales del centro, norte y occidente del país se enfrentan a la caída de los mercados regionales de la madera, asociados en gran medida a la industria de la construcción, además de que los migrantes vuelven de las ciudades, incrementando el riesgo de contagio. En las dos últimas regiones se enfrenta un incremento del control territorial por parte del crimen: en Jalisco y Michoacán, por ejemplo, los desmontes al margen de la ley para establecer huertas de aguacate. En comunidades de Chiapas y Campeche, el programa de la Secretaría de Bienestar, “Sembrando Vida”, compite con la preservación de los bosques naturales.

En Oaxaca, las comunidades organizadas han cerrado sus entradas como mecanismo de protección y de esta manera preservar sus bosques, aun en estas condiciones adversas. La organización comunitaria, e intercomunitaria regional, puede tener un papel clave en la construcción de la capacidad de resiliencia frente a la crisis. Sin desconocer la responsabilidad de los gobiernos, las asambleas de los pueblos pueden ser espacios para discutir sobre la pandemia y las formas para responder a ella, por ejemplo, sobre la reconstrucción de los sistemas alimentarios y de salud locales y regionales, el combate de enfermedades crónico-degenerativas y las medidas frente a los impactos de los eventos meteorológicos extremos a partir del cambio climático, incluso el desarrollo de sistemas comunitarios de producción de energía a partir de fuentes renovables. Mucho se ha dicho sobre la necesidad de cambios profundos para la reconstrucción de las sociedades después de la pandemia en muchas regiones forestales de México, especialmente en Oaxaca: una estrategia de impulso al manejo forestal y territorial, a las economías y a los gobiernos comunitarios, tendría un fuerte potencial para construir experiencias socioambientales ejemplares. Los gobiernos y los congresos estatales pueden jugar papeles importan- tes en esta estrategia, por ejemplo, declarar el manejo forestal comunitario como actividad de utilidad pública en Oaxaca, legislar en este sentido e impulsar políticas que permitan un futuro sustentable e incluyente en el estado de mayor diversidad biológica y cultural del país.


El consumismo en el centro del cambio climático: ¿qué papel tienen los plásticos?

El cambio climático es la principal problemática ambiental que enfrentamos como humanidad en la actualidad. Sus efectos pueden verse a lo largo del planeta en el aumento de la temperatura mundial en 1,1°C desde la era preindustrial; años cada vez más cálidos; el deshielo de los polos y una tasa de subida del nivel del mar de 5 mm al año en el periodo 2014-2019.1

Nuestro país no es ajeno a esta problemática. Al contrario, sus efectos se perciben cada vez con mayor fuerza y frecuencia en nuestro territorio, en la forma de fenómenos meteorológicos extremos, como huracanes, inundaciones y sequías, incendios desastrosos, y en un aumento de las olas de calor, daños en las cosechas y en la producción alimentaria, etc. Pero ¿qué nos ha llevado a esta situación? ¿Cuáles son las causas de esta problemática ambiental? El cambio climático se debe a la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero (GEI) producto de acciones humanas, como el dióxido de carbono que emite la quema de combustibles fósiles. Solemos vincular este problema con el uso de automóviles, las emisiones de las fábricas o el vuelo de los aviones, lo cual es acertado, pero es importante que seamos conscientes de que las elecciones que hacemos en nuestro día a día sobre lo que consumimos o no (productos y servicios) también inciden en el aumento de la temperatura de nuestro planeta.

En la actualidad, nos encontramos inmersos en una sociedad de consumo, basada en la constante necesidad de satisfacer nuestros deseos mediante la adquisición de nuevos productos que nos hagan lucir mejor, que hagan nuestra vida más cómoda y fácil o que nos brinden felicidad. Esto ha llevado a la producción masiva de artículos y productos creados para el desecho y la sustitución, en el marco de una economía lineal que extrae recursos de la naturaleza, los transforma en productos que se consumen masivamente y que genera residuos que contaminan nuestro medio ambiente, sean estos emisiones de GEI o basura que irá a parar a nuestros ecosistemas o a engrosar los rellenos sanitarios. Un ejemplo de esto se encuentra en el consumo de plásticos de un solo uso.

A lo largo de la historia, la industria del plástico, así como de industrias relacionadas como las refresqueras, alimenticias o de los hidrocarburos, se han valido de la publicidad para vender cada vez más plástico. Lo han presentado como un material fantástico, que nos trae todas las soluciones que necesitamos para hacer nuestra vida más fácil y más cómoda. Pero esta comodidad y conveniencia se encuentra en el centro mismo de la cultura del consumismo en la que estamos insertos, la cual nos hace creer que necesitamos cada vez más plástico, que realmente no podemos prescindir de él. Si bien el plástico es un material sumamente necesario, por ejemplo, el plástico utilizado en insumos médicos (jeringas, mascarillas quirúrgicas, guantes, ventiladores, respiradores, catéteres, etc.), y en otros artículos de larga duración (televisiones, closets, cocinas, computadores, etc.); es importante diferenciar entre el plástico usado en estos ejemplos y los llamados plásticos de un solo uso, que son aquellos que empleamos únicamente por un par de minutos o un par de veces, y después desechamos, como los popotes, contenedores de alimentos para llevar, envases de bebidas, bolsas de frituras, empaques, platos y vasos desechables, bolsas de súper, etc. Estos plásticos desechables, por su corta vida útil, son los que constituyen la mayor parte de los residuos plásticos y de la basura que llega a rellenos sanitarios, a la naturaleza y a nuestros océanos. Además, el 99% de los plásticos proviene de combustibles fósiles, por lo que, desde la extracción de los recursos para fabricarlos, su producción, traslado y hasta su disposición final, inciden en la emisión de GEI y, por tanto, agravan el calentamiento global. Estudios indican que los plásticos emiten gases como metano y etileno al exponerse a la radiación solar en agua o aire, es decir, cuando llegan como residuo a la naturaleza,2 por lo que los plásticos de un solo uso no son un problema de gestión de residuos sino una problemática que parte desde su diseño, como desechables, y su origen, en el uso de hidrocarburos, fórmula perfecta para generar contaminación e incidir en el cambio climático.

Por todo esto, debemos ser conscientes de los impactos ambientales que nuestras decisiones de consumo provocan y estar dispuestos a transformar la forma en que consumimos: consumir menos y mejor es la premisa. Podemos sustituir los plásticos de un solo uso, que son realmente innecesarios, por opciones reutilizables y durables, como llevar nuestro propio termo al comprar un café, o preferir un cilindro reutilizable para tomar agua en lugar de comprar botellas PET. De igual manera, podemos optar por llevar nuestra propia bolsa o mochila al hacer nuestras compras, en lugar de pedir bolsas plásticas de acarreo. Con estos sencillos cambios, podemos evitar la generación de grandes cantidades de residuos y reducir nuestra huella de carbono.

Mejorando nuestra forma de consumo —al optar por opciones reutilizables y durables que no generen basura, disminuyendo nuestro consumismo, prefiriendo opciones ecológicas y locales— podremos hacer un cambio a favor de nuestro planeta y de todas las especies que lo habitan.

(1) https://es.greenpeace.org/es/trabajamos-en/cambio-climatico/

(2) Para más información se puede consultar: https://www.unenvironment.org/es/noticias-y-reportajes/comunicado-de-prensa/america-latina-y-el-caribe-lucha-contra-el-plastico-en


Reconstrucción de 98 viviendas en Santa María Nativitas Coatlán, Mixe

A raíz de los terremotos de septiembre del 2017, la arquitecta Mariana Ordoñez, del departamento comunal, contratada en una primera etapa por la Fundación Haciendas del Mundo Maya A.C. (FHMM), se acercó al personal de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxca para buscar alianzas que le permitieran a la FHMM plantear un proyecto de reconstrucción con sentido social en el estado de Oaxaca. El interés era diseñar un proyecto de reconstrucción cercano a la comunidad y que tomara en cuenta la tradición constructiva vernácula local, así como las características arquitectónicas que le dan identidad a la comunidad, pensando en calidad por encima de cantidad, además de buscar incidir positivamente en el tejido social de la comunidad. La atención se volcó inmediatamente hacia la zona baja de la Sierra Mixe, región fuertemente afectada por los sismos y fuera del radar del gobierno.

Con la ayuda de Rodrigo Romero, lingüista del IIFL especializado en la lengua mixe de la zona baja, de tres comunidades propuestas, se seleccionó a la comunidad de Santa María Nativitas Coatlán, que pertenece administrativamente al municipio de Santo Domingo Tehuantepec, pero territorialmente desconectada y ubicada en la sierra. Además de haber sido fuertemente afectada por los sismos, Santa María Nativitas fue seleccionada por tener un notable espíritu comunitario, ser muy orgullosa de su lengua y tradiciones, y mostrar un gran interés por participar en un proyecto de rescate de arquitectura con materiales locales.

En las semanas que siguieron, se realizó un detallado levantamiento de los daños, de la tipología arquitectónica de las casas, del emplazamiento del pueblo, de las necesidades de las personas y todo lo demás necesario, informando e interactuando continuamente con representantes de la comunidad a través de asambleas y del Comité Comunitario para la Reconstrucción. La participación e iniciativa de las mujeres en esta etapa fue notable. De las aproximadamente 160 casas dañadas, 98 no podían repararse y necesitaban ser reconstruidas completa o parcialmente.

Tradicionalmente, las casas de Santa María Nativitas Coatlán fueron construidas en adobe, sin embargo, como en muchos lugares de Oaxaca, este componente es continuamente sustituido por materiales industriales sin identidad o beneficio local. De manera sorprendente, en las asambleas se notó una preferencia por rescatar y conservar las construcciones de adobe, expresándose el gusto por este material natural y su origen local, aunque ya no había quién hiciera adobes en la comunidad o en los pueblos circunvecinos.

El partido arquitectónico de la casa mixe se encuentra dentro de un solar y consiste en una pieza para uso de dormitorio, y —de forma independiente— la cocina y los baños. La cocina es el principal espacio social de las familias. En el diseño de las nuevas casas se respetó esta distribución y, según el caso, se estimó si era necesario reconstruir todo o solo una o dos de las piezas. El diseño desarrollado por la FHMM planteaba desplantar las nuevas casas sobre una cadena de concreto a nivel del piso y cerrar los muros de adobe cuatrapeados con contrafuertes salientes en las esquinas, lo que además resultó ser útil para resguardar la leña, coronando los muros con otra cadena perimetral para recibir la cubierta de lámina. Todo esto para generar casas con una mayor sismo-resistencia. La idea inicial de usar tejas se tuvo que desechar por el costo y el peso que representaba.

Después de los estudios y trabajos preliminares, en marzo del 2018 inició el proyecto, cuya ejecución estaba a cargo de ingenieros, arquitectos y personas con experiencia comunitaria contratados por la FHMM. La decisión de recuperar la construcción en adobe implicó la necesidad de montar una adobera que pudiera producir, en relativamente poco tiempo, las 108300 piezas que se requerían para las 98 casas (en realidad se produjeron muchas más). Este resultó ser uno de los más grandes desafíos del proyecto. Adicionalmente, en la Sierra Mixe llueve mucho durante parte del año, lo que afectó negativamente la producción y el secado del adobe. Después de evaluar varias propuestas para la adobera, se decidió por un sitio más o menos plano a unos 25 minutos de la comunidad en camioneta, que fue puesto a disposición del pueblo por uno de los vecinos. Se adecuó el terreno para drenar las aguas de lluvia, se asignaron áreas para los diferentes procesos de producción (extracción de tierra, amasamiento, moldeo y secado de las piezas de adobe) y se capacitó a las personas para realizar esta producción. En el video, cuyo enlace adjuntamos al final de este texto, se puede apreciar el tamaño de la adobera. Un segundo desafío fue la distribución de los materiales, ya que muchas de las casas estaban en veredas de pendiente pronunciada y de acceso imposible para los vehículos, por lo que los materiales tuvieron que ser subidos a lomo.

Luego, para la fabricación de las puertas y ventanas se armó un taller de carpintería en la comunidad que procesó madera propia del lugar. La tarea de producir casi todo localmente resultó un enorme desafío, un trabajo titánico, pero que generó mucho orgullo y satisfacción en el proceso y que trajo muchos beneficios, entre ellos, la reactivación económica local mediante los empleos generados dentro de la comunidad. Al mismo tiempo se tuvo que reconciliar el trabajo con las actividades económicas relacionadas con el autoconsumo, como la siembra y cosecha de maíz y frijol, que no podían interrumpirse. Una vez resueltas las cuestiones de la producción, el suministro del adobe y el diseño de las casas, se definió la colaboración entre la FHMM y la FAHHO. Esta última decidió aportar 28% del total del presupuesto, que representa un total de $7 432 282.57. Parte del apoyo se reinvirtió en la misma comunidad con la contratación de los pobladores para la producción de los materiales y la construcción de las casas.

El papel de las mujeres a lo largo de todo el proceso fue relevante: desde el inicio del proyecto, ellas se organizaron y se encargaron de una importante parte de los trabajos: ayudaron a cribar y amasar la tierra para los adobes, a acarrear, dentro de sus posibilidades, los materiales y a aplicarla masilla de tierra cernida en los muros de las casas. Esto fue algo novedoso, pero muy productivo para todos, ya que sensibilizó a algunos de los señores escépticos, que finalmente reconocieron el gran trabajo y esfuerzo realizado por ellas.

Con respecto a la cubierta de las casas, inicialmente se propuso que fueran de láminas sencillas, pero no fueron adecuadas, por el ruido que provocaban durante las lluvias y el calor que se generaba al interior por el sol, por lo tanto, se decidió colocar una lámina termoacústica tipo “sándwich”, que es aislante para el ruido y calor, además, estéticamente se integraba mejor. Dentro de las cocinas se instalaron estufas ecológicas con chimenea, comal y dos fogones.

Al final, después de un intenso trabajo –que duró más de un año– por buena parte de la población, resultaron casi cien casas dignas, con preservación de propiedades bioclimáticas, usando los materiales locales y minimizando el impacto al medio ambiente, con piso firme, puertas y ventanas de madera, con instalación eléctrica y adaptadas al paisaje accidentado de la comunidad. La Fundación Alfredo Harp Helú estuvo cerca del proyecto desde el primer momento hasta la terminación de las casas, en el mes de agosto del 2018.


Fondo Ventura Conde. Documentos de un pueblo de la Sierra Norte

Los zapotecas llevan escribiendo más de 2 500 años. Nunca han parado de registrar sus historias, sus cuentas, sus reclamos o testamentos. Desde que allá por el año 500 antes de Cristo registraron sobre piedra el nombre de un sacrificado, han venido grabando, dibujando o escribiendo textos sobre piedra, lienzo, piel de venado, papel y, más recientemente, en celulares e internet.

Tras la llegada de los españoles en el siglo XVI, los frailes necesitaron comunicarse en las lenguas que se hablaban en Oaxaca para convertir a la población al catolicismo. Comenzó entonces un periodo de estudio y registro de los idiomas único para esa época a nivel mundial, que resultó en la publicación de amplios vocabularios y gramáticas en zapoteco y mixteco, así como largos textos religiosos en estas mismas lenguas y también en mixe, popoloca y chinanteco. Ese proyecto evangelizador fue un esfuerzo en conjunto de los frailes, los gobernantes y los nobles indígenas. El aprendizaje de la escritura alfabética y del nuevo sistema jurídico por parte de los nobles indígenas creó el contexto para que empezaran a escribir para sus propios fines. Durante los tres siglos que duró el Virreinato, los escribanos indígenas en Oaxaca produjeron cientos de textos en zapoteco, mixteco, chocho y náhuatl para ser leídos en sus propias comunidades y ante las autoridades de Oaxaca, México y España. Generalmente, esos textos eran de naturaleza administrativa: cartas de venta, testamentos, solicitudes, quejas e inventarios. Nos proporcionan una rica visión de la vida cotidiana en los pueblos, explicada en términos indígenas y no en categorías europeas. Obviamente, esos escribanos también comenzaron a escribir en castellano.

Parte de esta rica tradición escritural fueron los escribanos de San Baltazar Yatzachi el Alto, un pueblo zapoteco ubicado en la Sierra Norte. Sus habitantes hablan xidza xhon, una variante regional del zapoteco de la cual tenemos registros escritos desde 1595, cuando se escribió un testamento en el pueblo vecino, san Bartolomé Zoogocho. El primer texto en zapoteco que conocemos de Yatzachi es de 1614, cuando aún formaba un solo pueblo con Yatzachi el Bajo. Entre ese año y 1824 los escribanos de los pueblos hermanos produjeron muchos textos, de los cuales al menos 26 han sobrevivido hasta nuestros días.

En febrero de 2020, doña Juana Conde y su marido, Fortino Hernández Matías, donaron a la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova un pequeño archivo familiar de Yatzachi el Alto, lugar de origen del matrimonio. Propusimos nombrarlo “Ventura Conde”, en homenaje al señor Ventura Conde, abuelo de doña Juana, de quien ella lo heredó. Incluye varios documentos que hacen referencia a otros miembros de la familia, como Felipe Conde, mencionado en un pago de impuestos de 1868; Antonio Conde —bisabuelo de doña Juana—, en un convenio sobre tierras de 1882 y un recibo de pago de 1903, y Remigio Conde — primo hermano de don Ventura—, quien es mencionado en una carta de venta de 1883, una carta a sus hermanos de 1886, un empeño de un terreno de 1912 y un recibo de un pago de 1914. El Fondo contiene también una carta de 1766 de un tal Mariano, quien pide a Juan Joseph Urbieta que vaya al zapatero Bartolomé para que le entregue un par de zapatos ya pagados. Como puede apreciarse, este archivo nos proporciona una historia muy detallada y cercana de la vida cotidiana de un pequeño pueblo en la Sierra Norte.

El Fondo Ventura Conde contiene ese tipo de documentos familiares, pero también incluye textos que están relacionados con la comunidad. Es probable que uno de los ancestros de doña Juana haya sido escribano o tenido algún cargo en el cabildo, por lo que guardó esos documentos. En este grupo de documentos comunitarios hay ocho que están escritos en zapoteco, que van de 1714 hasta 1821. Todos son memorias de gastos que se hicieron dentro de Yatzachi el Alto. Por ejemplo, en 1714 se registró que, para el domingo del Rosario, se hizo el gasto de 1 peso y 4 reales para comprar pan de Castilla, chocolate y azúcar. Asimismo, en 1785 se compraron piedras por el valor de 1 peso, las cuales fueron colocadas en la iglesia por los nobles (xoana). Tales documentos nos muestran la vida comunal de Yatzachi el Alto y la participación de todos los vecinos en la organización de las fiestas, ceremonias, construcciones y otras actividades.

También lingüísticamente son importantes los documentos en zapoteco provenientes de Yatzachi, porque representan la escritura de la lengua a lo largo de más de dos siglos (1614 a 1821). Para interpretarlos, además de contar con los actuales hablantes, existe un diccionario del Instituto Lingüístico de Verano en el zapoteco de las dos comunidades. Lo anterior nos brinda la oportunidad de estudiar el desarrollo histórico de la lengua y compararlo con el de otras lenguas zapotecas. Por ejemplo, en 1785 aún se utilizaba el verbo xoi para decir “recibir algo”; hoy día ya no se usa ese verbo en Yatzachi, pero en el siglo XVI también lo usaban en el valle de Oaxaca, donde Juan de Córdova lo registró como xohui. Similarmente, los textos reflejan un proceso común en muchas de las lenguas zapotecas modernas, que es la pérdida de la segunda vocal en las raíces de las palabras. Entonces, en los textos antiguos encontramos goca o ‘fue,’ que ahora se dice goc; así como guijna para ‘baúl’ cuando hoy se dice yi’in. En este último ejemplo también vemos otro proceso que se llama lenición, que quiere decir que lo que se pronunciaba en el pasado con c-, p– y t-, ahora se dice con g-, b– y d-. De allí que la g- inicial en los textos virreinales, hoy se pronuncia como y-.

Los documentos del Fondo Ventura Conde se integraron el día 21 de febrero de 2020 —Día Internacional de la Lengua Materna— al acervo de la BIJC, donde serán conservados adecuadamente y podrán ser consultados por cualquier persona interesada en la historia de Yatzachi y en la escritura del zapoteco a lo largo del tiempo.


Almácigo

Orlando Iván Ramírez Espinoza
San Andrés Chicahuaxtla

Me acuerdo cuando conocí a mi primer amor.
Me acuerdo cuando vi a una muchacha guapa estar ebria.
Me acuerdo de aquel día en vacaciones cuando vi a esa chica que se robó mi corazón. Me acuerdo que me helé cuando la vi.
Me acuerdo de su voz, de su dulce voz.

Rode Itamar Sánchez Trinidad
16 años, San Andrés Chicahuaxtla

Me acuerdo
Me acuerdo que cuando nadie me ponía atención me subía a la azotea para ver la luna. Me acuerdo que cuando gritaba me sentía bien.
Me acuerdo de que cuando salía en la noche veía la luna.
Me acuerdo de haberme torcido el pie y quedarme en cama.
Me acuerdo de ver a un compañero hacerse del baño.
Me acuerdo haber llorado por un animalito que se llamaba Toby.
Me acuerdo de haber conocido personas buenas.

Karla Vanesa Hernández Martínez
San Andrés Chicahuaxtla

Me acuerdo que metimos una gallina en la mochila de una compañera. Me acuerdo que nos peleamos con tercero.
Me acuerdo de la vez que en la secundaría jugamos con globos de agua.

Diana Santos Sánchez
San Andrés Chicahuaxtla

Me acuerdo cuando subía a la azotea para ver las estrellas.
Me acuerdo que me gustaba salir cuando estaba lloviendo.
Me acuerdo cuando mi tío me enseñó a andar en bicicleta.
Me acuerdo la vez que Lizet me echó pintura verde en el cabello.
Me acuerdo que me caí en el mercado y todos se empezaron a burlar. Me acuerdo cuando hablaba por horas con mi mejor amiga.

Me acuerdo cuando tenía que cuidar a mi sobrino.
Me acuerdo cuando iba con mis hermanos al cerro por zarzamora. Me acuerdo cuando fui a Monte Albán y a Mitla.
Me acuerdo cuando me gustaba salir a caminar sola por la calle.