La vida pública de Santo Domingo Tehuantepec

¿Qué es la vida pública? En las palabras del arquitecto y urbanista Jan Gehl1, la vida pública cambia constantemente en el curso de un día, una semana, un mes y los años, y debería ser entendida como todo aquello que tiene lugar entre los edificios. Es aquello que podemos observar al salir y advertir lo que está pasando.

Generalmente, los arquitectos y diseñadores urbanos estamos más preocupados por la forma urbana que por todo aquello que pasa en el espacio público. Para ahondar un poco más en este punto, es posible plantear un ejemplo: ¿Sabes cómo se usa una banca? La banca puede tener distintos fines y usos, pero hay preguntas que, al momento del diseño, suelen pasarse por alto para determinar su uso real: ¿cuánto?, ¿quién?, ¿dónde?, ¿qué?, y ¿cuánto tiempo?

Retomando a Gehl, él explica cómo un anciano selecciona una banca para sentarse con su compañero y considera que es el lugar idóneo para prender su pipa, sin embargo, dejan un espacio libre y otra persona más decide sentarse para observar cómo pasa la gente, después de un largo tiempo, los dos compañeros de pipa deciden abandonar la banca y dejan al tercer integrante solo. Este momento es aprovechado por dos jóvenes pintores que, cansados de la jornada y manchados de pintura, deciden ocupar el espacio; el tercer integrante decide que es tiempo de abandonar la banca y dejar a la pareja de jóvenes, sin embargo, ellos consideran que fue suficiente el descanso y dejan también totalmente solo el mobiliario. Después de un tiempo corto, una última pareja de ancianos decide ocupar el espacio dejado por los jóvenes pintores, pero al observar que han dejado la banca manchada con pintura, deciden cambiar y se van a otro lugar disponible. Todo esto pasó mientras un niño, sin moverse de su carriola, observaba todo lo que ocurría en el lugar. Con este ejemplo se puede ver que, en un periodo muy corto de tiempo, ocurrieron decisiones y acciones difíciles de entender, pero que suceden. Todos estos actos están moldeando constantemente el espacio público.

Ahora bien, es precisamente este caso el que se puede presentar como justificación de la necesidad de no replicar o “regionalizar” proyectos, pues “la vida en el espacio público” de cada comunidad es variable. Aquí es donde un segundo concepto entra en juego: Identidad. Desde un punto de vista sociológico, Jenkins2, afirma que la identidad es nuestra comprensión de quiénes somos y quiénes son los demás y, recíprocamente, la comprensión que los otros tienen de sí y de los demás, incluidos nosotros. La sociología ha tenido una gran discusión sobre este tema para determinar si debería ser enfocado desde la singularidad o desde la colectividad. Para el caso del urbanismo, y los fines de este texto, lo abordaremos desde la colectividad, pues la perspectiva de una identidad colectiva, enmarcada en un contexto o región específica, nos arroja una variable de suma importancia para entender la vida pública: “la identidad cultural”.3

Según la UNESCO, la cultura es “el conjunto de los rasgos distintivos, espirituales y materiales, intelectuales y afectivos que caracterizan a una sociedad o un grupo social. Ella engloba, además de las artes y las letras, los modos de vida, los derechos fundamentales al ser humano, los sistemas de valores, las tradiciones y las creencias y que la cultura da al hombre la capacidad de reflexionar sobre sí mismo…”. Si entendemos la identidad como la comprensión de quién soy, dentro de un conjunto de personas, y la cultura como los rasgos inmateriales de una sociedad, la identidad cultural debe de ser percibida como la capacidad que tiene un conjunto de personas para comprender quiénes son a través de sus rasgos intangibles. Es por lo anterior que “la vida en el espacio público” de una comunidad es variable, y el diseño urbano será determinado por la “identidad cultural” y el contexto natural que ahí prevalezca.

Durante este primer semestre del 2020, en la Casa de la Ciudad se ha trabajado en la reactivación social de Santo Domingo Tehuantepec a través programas académicos y culturales que buscan la resiliencia de espacios públicos abandonados. Durante este tiempo, se ha observado que la vida pública de la ciudad tehuana es única. Los espacios públicos tienen un grado de flexibilidad impresionante pues, en un instante, una calle pasa de ser una conexión a un andador peatonal, o un parque pasa de ser un área infantil a un auditorio musical.

La riqueza cultural de Santo Domingo Tehuantepec hace que la vida en el espacio público sea de mucho interés y, por ello, más complejo de definir, pero no imposible. Hemos recorrido desde el mercado, con sus particulares estrategias de venta, los parques convertidos en cenadurías, las calles transformadas en áreas vestibulares para las casas, hasta callejones vecinales con una fortaleza impresionante de unión por parte de los habitantes: nunca habíamos encontrado una identidad cultural y sentido de pertenencia tan arraigado. Podríamos hacer, en este momento, un llamado a los urbanistas, interesados en realizar proyectos de participación ciudadana, para que trabajen en este maravilloso lugar, pues es una de aquellas ciudades en las que el “diseño participativo” puede, en verdad, hacer reverencia a su nombre.

Como estrategia de mejoramiento de imagen urbana, y a manera de continuidad con la reactivación social de Santo Domingo Tehuantepec, la Casa de la Ciudad ha iniciado con trabajos preliminares de mejoramiento del espacio público. El primer proyecto que se realizó fue Parque Chi-chite, en la calle Arista del Barrio Laborío. Dicho proyecto sigue en proceso de implementación de la mano de los vecinos. El segundo proyecto en puerta es el Parque Bigarii, que se encuentra frente a Casa Guietiqui. Este proyecto se encuentra temporalmente suspendido a causa de la contingencia sanitaria, sin embargo, no se ha detenido en cuestión de planeación de estrategias para determinar pautas de diseño para el regreso a la nueva normalidad.

Si quieres conocer más acerca de estos proyectos visita el siguiente enlace:

(1) Gehl, Jan. (2006). La humanización del espacio urbano: la vida social entre los edificios. Barcelona: Reverte.
(2) Jenkins, Richard. (2004). Social Identity. Nueva York: Routledge.
(3) https://books.google.com.mx/books?id=-6wvwHyehuQC&printsec=frontcover&hl=es&source=gbs_ge_su mmary_r&cad=0#v=onepage&q&f=false


Potencial de las comunidades forestales frente a la pandemia por COVID-19

Las comunidades forestales mexicanas, particularmente las oaxaqueñas, con su régimen de propiedad comunal y sistema de usos y costumbres, tienen un importante potencial para construir un desarrollo local real, capaz de generar empleos, de diversificar las economías regionales y de generar inversión social en actividades productivas y en servicios públicos en las comunidades. Treinta años de vida de las experiencias de manejo comunitario en contextos muchas veces adversos muestran este potencial. La productividad y riqueza de los bosques mexicanos, y la lógica de contribuir al bien común como eje de la gestión forestal comunitaria, son recursos muy importantes para construir experiencias de sustentabilidad con equidad.

En México, y en Oaxaca especialmente, las áreas con manejo forestal comunitario mantienen las coberturas forestales, el abastecimiento de carbono, los cuerpos de agua y la biodiversidad, de forma tan eficiente como las áreas naturales protegidas más sofisticadas. Además, invierten esfuerzos y recursos en la restauración de los bosques y mantienen brigadas de protección contra incendios, plagas y tala ilegal, con base en la protección comunitaria. Las experiencias comunitarias de manejo y uso de bienes comunes se basan en la organización comunitaria, a la vez que la fortalecen. La confianza y el respeto de los individuos hacia las decisiones colectivas ya las reglas comunitarias, así como el sentido de pertenencia compartida, contribuyen a fortalecer la paz y la gobernabilidad, tristemente, bienes escasos en México.

A pesar de su potencial y sus logros, las experiencias de manejo, aprovechamiento y gestión comunitarios han sido pocas veces comprendidas y valoradas por quienes diseñan y operan las políticas públicas. A lo largo de los años, se ha insistido en la necesidad de una regulación y gestión menos pesadas, descentralizadas –cuando existan condiciones–, en una política fiscal que reconozca las contribuciones de las empresas comunitarias, en la disposición de créditos blandos e inversiones públicas en infraestructura y recursos productivos, en sistemas de vigilancia y sanción efectivos que se basen en esquemas de cogestión entre comunidades con historial de buen manejo. La respuesta a estas demandas ha sido limitada y, a partir de 2012, el abandono, incluso la agresión a las comunidades forestales fue prácticamente total: desapareció el área de silvicultura comunitaria de la Comisión Nacional Forestal y se otorgaron concesiones mineras en 33% del área forestal del país, 70% de ellas en propiedad social, incluyendo zonas de conservación comunitaria, como el área de bosque mesófilo de la comunidad de Capulalpan de Méndez, en la Sierra de Juárez, y zonas de la Reserva de la Biósfera de Mariposa Monarca (que a pesar de encontrarse en la Reserva, son propiedad ejidal y comunal). Mientras tanto, los aprovechamientos forestales ilegales, tradicionalmente elevados en distintas regiones de México, se han multiplicado, relacionándose en ocasiones con el crimen. En estas condiciones, vale preguntarse si en aquellos contextos, donde el manejo forestal comunitario contribuye al bien común, debe reconocerse a este, y no a la minería, como actividad esencial y de “utilidad pública”.

La pandemia por COVID-19 pone a México frente a las consecuencias de décadas de políticas profundamente antisociales. Cifras tremendas, como la que expone que 50% de los mexicanos viven en condiciones de pobreza y casi 10% en pobreza extrema —que implica pobreza alimentaria—, no han descendido en 20 años y se incrementarán considerablemente a partir de la pandemia. Junto a la pobreza y la precariedad, México se señala como el país con más desigualdad en América Latina y uno de los más desiguales del mundo. La diferencia económica es también vulnerabilidad frente a la pandemia, ya que afecta en mayor medida a los grupos más pobres y con menos posibilidades de protegerse o cuidarse en la enfermedad. Resultado de ello son las altas cifras de contagio y mortalidad en Tabasco, en las colonias populares y pueblos originarios del suelo de conservación de la Ciudad de México: Topilejo, Milpa Alta y Xochimilco, con muy pobre acceso al agua y servicios de salud, así como en Iztapalapa, Ecatepec y Puebla, los municipios con el mayor número de pobres en el país.

Las comunidades forestales están relativamente protegidas por su aislamiento y organización, pero en distintas regiones se enfrentan a otro tipo de condiciones y presiones: en Quintana Roo, por ejemplo, las comunidades mayas, al haber acogido migrantes que se ocupaban en la zona turística, generaron algunos contagios. También se enfrentan a procesos como la tumba de selvas y manglares que se realizan de manera ilegal, frente a una nula capacidad institucional para detenerlos. Los apicultores mayas han sufrido la pérdida de apiarios por las inundaciones que generó en junio el huracán Cristóbal, además de la caída del mercado regional de miel. Los pueblos forestales del centro, norte y occidente del país se enfrentan a la caída de los mercados regionales de la madera, asociados en gran medida a la industria de la construcción, además de que los migrantes vuelven de las ciudades, incrementando el riesgo de contagio. En las dos últimas regiones se enfrenta un incremento del control territorial por parte del crimen: en Jalisco y Michoacán, por ejemplo, los desmontes al margen de la ley para establecer huertas de aguacate. En comunidades de Chiapas y Campeche, el programa de la Secretaría de Bienestar, “Sembrando Vida”, compite con la preservación de los bosques naturales.

En Oaxaca, las comunidades organizadas han cerrado sus entradas como mecanismo de protección y de esta manera preservar sus bosques, aun en estas condiciones adversas. La organización comunitaria, e intercomunitaria regional, puede tener un papel clave en la construcción de la capacidad de resiliencia frente a la crisis. Sin desconocer la responsabilidad de los gobiernos, las asambleas de los pueblos pueden ser espacios para discutir sobre la pandemia y las formas para responder a ella, por ejemplo, sobre la reconstrucción de los sistemas alimentarios y de salud locales y regionales, el combate de enfermedades crónico-degenerativas y las medidas frente a los impactos de los eventos meteorológicos extremos a partir del cambio climático, incluso el desarrollo de sistemas comunitarios de producción de energía a partir de fuentes renovables. Mucho se ha dicho sobre la necesidad de cambios profundos para la reconstrucción de las sociedades después de la pandemia en muchas regiones forestales de México, especialmente en Oaxaca: una estrategia de impulso al manejo forestal y territorial, a las economías y a los gobiernos comunitarios, tendría un fuerte potencial para construir experiencias socioambientales ejemplares. Los gobiernos y los congresos estatales pueden jugar papeles importan- tes en esta estrategia, por ejemplo, declarar el manejo forestal comunitario como actividad de utilidad pública en Oaxaca, legislar en este sentido e impulsar políticas que permitan un futuro sustentable e incluyente en el estado de mayor diversidad biológica y cultural del país.


El consumismo en el centro del cambio climático: ¿qué papel tienen los plásticos?

El cambio climático es la principal problemática ambiental que enfrentamos como humanidad en la actualidad. Sus efectos pueden verse a lo largo del planeta en el aumento de la temperatura mundial en 1,1°C desde la era preindustrial; años cada vez más cálidos; el deshielo de los polos y una tasa de subida del nivel del mar de 5 mm al año en el periodo 2014-2019.1

Nuestro país no es ajeno a esta problemática. Al contrario, sus efectos se perciben cada vez con mayor fuerza y frecuencia en nuestro territorio, en la forma de fenómenos meteorológicos extremos, como huracanes, inundaciones y sequías, incendios desastrosos, y en un aumento de las olas de calor, daños en las cosechas y en la producción alimentaria, etc. Pero ¿qué nos ha llevado a esta situación? ¿Cuáles son las causas de esta problemática ambiental? El cambio climático se debe a la emisión a la atmósfera de gases de efecto invernadero (GEI) producto de acciones humanas, como el dióxido de carbono que emite la quema de combustibles fósiles. Solemos vincular este problema con el uso de automóviles, las emisiones de las fábricas o el vuelo de los aviones, lo cual es acertado, pero es importante que seamos conscientes de que las elecciones que hacemos en nuestro día a día sobre lo que consumimos o no (productos y servicios) también inciden en el aumento de la temperatura de nuestro planeta.

En la actualidad, nos encontramos inmersos en una sociedad de consumo, basada en la constante necesidad de satisfacer nuestros deseos mediante la adquisición de nuevos productos que nos hagan lucir mejor, que hagan nuestra vida más cómoda y fácil o que nos brinden felicidad. Esto ha llevado a la producción masiva de artículos y productos creados para el desecho y la sustitución, en el marco de una economía lineal que extrae recursos de la naturaleza, los transforma en productos que se consumen masivamente y que genera residuos que contaminan nuestro medio ambiente, sean estos emisiones de GEI o basura que irá a parar a nuestros ecosistemas o a engrosar los rellenos sanitarios. Un ejemplo de esto se encuentra en el consumo de plásticos de un solo uso.

A lo largo de la historia, la industria del plástico, así como de industrias relacionadas como las refresqueras, alimenticias o de los hidrocarburos, se han valido de la publicidad para vender cada vez más plástico. Lo han presentado como un material fantástico, que nos trae todas las soluciones que necesitamos para hacer nuestra vida más fácil y más cómoda. Pero esta comodidad y conveniencia se encuentra en el centro mismo de la cultura del consumismo en la que estamos insertos, la cual nos hace creer que necesitamos cada vez más plástico, que realmente no podemos prescindir de él. Si bien el plástico es un material sumamente necesario, por ejemplo, el plástico utilizado en insumos médicos (jeringas, mascarillas quirúrgicas, guantes, ventiladores, respiradores, catéteres, etc.), y en otros artículos de larga duración (televisiones, closets, cocinas, computadores, etc.); es importante diferenciar entre el plástico usado en estos ejemplos y los llamados plásticos de un solo uso, que son aquellos que empleamos únicamente por un par de minutos o un par de veces, y después desechamos, como los popotes, contenedores de alimentos para llevar, envases de bebidas, bolsas de frituras, empaques, platos y vasos desechables, bolsas de súper, etc. Estos plásticos desechables, por su corta vida útil, son los que constituyen la mayor parte de los residuos plásticos y de la basura que llega a rellenos sanitarios, a la naturaleza y a nuestros océanos. Además, el 99% de los plásticos proviene de combustibles fósiles, por lo que, desde la extracción de los recursos para fabricarlos, su producción, traslado y hasta su disposición final, inciden en la emisión de GEI y, por tanto, agravan el calentamiento global. Estudios indican que los plásticos emiten gases como metano y etileno al exponerse a la radiación solar en agua o aire, es decir, cuando llegan como residuo a la naturaleza,2 por lo que los plásticos de un solo uso no son un problema de gestión de residuos sino una problemática que parte desde su diseño, como desechables, y su origen, en el uso de hidrocarburos, fórmula perfecta para generar contaminación e incidir en el cambio climático.

Por todo esto, debemos ser conscientes de los impactos ambientales que nuestras decisiones de consumo provocan y estar dispuestos a transformar la forma en que consumimos: consumir menos y mejor es la premisa. Podemos sustituir los plásticos de un solo uso, que son realmente innecesarios, por opciones reutilizables y durables, como llevar nuestro propio termo al comprar un café, o preferir un cilindro reutilizable para tomar agua en lugar de comprar botellas PET. De igual manera, podemos optar por llevar nuestra propia bolsa o mochila al hacer nuestras compras, en lugar de pedir bolsas plásticas de acarreo. Con estos sencillos cambios, podemos evitar la generación de grandes cantidades de residuos y reducir nuestra huella de carbono.

Mejorando nuestra forma de consumo —al optar por opciones reutilizables y durables que no generen basura, disminuyendo nuestro consumismo, prefiriendo opciones ecológicas y locales— podremos hacer un cambio a favor de nuestro planeta y de todas las especies que lo habitan.

(1) https://es.greenpeace.org/es/trabajamos-en/cambio-climatico/

(2) Para más información se puede consultar: https://www.unenvironment.org/es/noticias-y-reportajes/comunicado-de-prensa/america-latina-y-el-caribe-lucha-contra-el-plastico-en


Reconstrucción de 98 viviendas en Santa María Nativitas Coatlán, Mixe

A raíz de los terremotos de septiembre del 2017, la arquitecta Mariana Ordoñez, del departamento comunal, contratada en una primera etapa por la Fundación Haciendas del Mundo Maya A.C. (FHMM), se acercó al personal de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxca para buscar alianzas que le permitieran a la FHMM plantear un proyecto de reconstrucción con sentido social en el estado de Oaxaca. El interés era diseñar un proyecto de reconstrucción cercano a la comunidad y que tomara en cuenta la tradición constructiva vernácula local, así como las características arquitectónicas que le dan identidad a la comunidad, pensando en calidad por encima de cantidad, además de buscar incidir positivamente en el tejido social de la comunidad. La atención se volcó inmediatamente hacia la zona baja de la Sierra Mixe, región fuertemente afectada por los sismos y fuera del radar del gobierno.

Con la ayuda de Rodrigo Romero, lingüista del IIFL especializado en la lengua mixe de la zona baja, de tres comunidades propuestas, se seleccionó a la comunidad de Santa María Nativitas Coatlán, que pertenece administrativamente al municipio de Santo Domingo Tehuantepec, pero territorialmente desconectada y ubicada en la sierra. Además de haber sido fuertemente afectada por los sismos, Santa María Nativitas fue seleccionada por tener un notable espíritu comunitario, ser muy orgullosa de su lengua y tradiciones, y mostrar un gran interés por participar en un proyecto de rescate de arquitectura con materiales locales.

En las semanas que siguieron, se realizó un detallado levantamiento de los daños, de la tipología arquitectónica de las casas, del emplazamiento del pueblo, de las necesidades de las personas y todo lo demás necesario, informando e interactuando continuamente con representantes de la comunidad a través de asambleas y del Comité Comunitario para la Reconstrucción. La participación e iniciativa de las mujeres en esta etapa fue notable. De las aproximadamente 160 casas dañadas, 98 no podían repararse y necesitaban ser reconstruidas completa o parcialmente.

Tradicionalmente, las casas de Santa María Nativitas Coatlán fueron construidas en adobe, sin embargo, como en muchos lugares de Oaxaca, este componente es continuamente sustituido por materiales industriales sin identidad o beneficio local. De manera sorprendente, en las asambleas se notó una preferencia por rescatar y conservar las construcciones de adobe, expresándose el gusto por este material natural y su origen local, aunque ya no había quién hiciera adobes en la comunidad o en los pueblos circunvecinos.

El partido arquitectónico de la casa mixe se encuentra dentro de un solar y consiste en una pieza para uso de dormitorio, y —de forma independiente— la cocina y los baños. La cocina es el principal espacio social de las familias. En el diseño de las nuevas casas se respetó esta distribución y, según el caso, se estimó si era necesario reconstruir todo o solo una o dos de las piezas. El diseño desarrollado por la FHMM planteaba desplantar las nuevas casas sobre una cadena de concreto a nivel del piso y cerrar los muros de adobe cuatrapeados con contrafuertes salientes en las esquinas, lo que además resultó ser útil para resguardar la leña, coronando los muros con otra cadena perimetral para recibir la cubierta de lámina. Todo esto para generar casas con una mayor sismo-resistencia. La idea inicial de usar tejas se tuvo que desechar por el costo y el peso que representaba.

Después de los estudios y trabajos preliminares, en marzo del 2018 inició el proyecto, cuya ejecución estaba a cargo de ingenieros, arquitectos y personas con experiencia comunitaria contratados por la FHMM. La decisión de recuperar la construcción en adobe implicó la necesidad de montar una adobera que pudiera producir, en relativamente poco tiempo, las 108300 piezas que se requerían para las 98 casas (en realidad se produjeron muchas más). Este resultó ser uno de los más grandes desafíos del proyecto. Adicionalmente, en la Sierra Mixe llueve mucho durante parte del año, lo que afectó negativamente la producción y el secado del adobe. Después de evaluar varias propuestas para la adobera, se decidió por un sitio más o menos plano a unos 25 minutos de la comunidad en camioneta, que fue puesto a disposición del pueblo por uno de los vecinos. Se adecuó el terreno para drenar las aguas de lluvia, se asignaron áreas para los diferentes procesos de producción (extracción de tierra, amasamiento, moldeo y secado de las piezas de adobe) y se capacitó a las personas para realizar esta producción. En el video, cuyo enlace adjuntamos al final de este texto, se puede apreciar el tamaño de la adobera. Un segundo desafío fue la distribución de los materiales, ya que muchas de las casas estaban en veredas de pendiente pronunciada y de acceso imposible para los vehículos, por lo que los materiales tuvieron que ser subidos a lomo.

Luego, para la fabricación de las puertas y ventanas se armó un taller de carpintería en la comunidad que procesó madera propia del lugar. La tarea de producir casi todo localmente resultó un enorme desafío, un trabajo titánico, pero que generó mucho orgullo y satisfacción en el proceso y que trajo muchos beneficios, entre ellos, la reactivación económica local mediante los empleos generados dentro de la comunidad. Al mismo tiempo se tuvo que reconciliar el trabajo con las actividades económicas relacionadas con el autoconsumo, como la siembra y cosecha de maíz y frijol, que no podían interrumpirse. Una vez resueltas las cuestiones de la producción, el suministro del adobe y el diseño de las casas, se definió la colaboración entre la FHMM y la FAHHO. Esta última decidió aportar 28% del total del presupuesto, que representa un total de $7 432 282.57. Parte del apoyo se reinvirtió en la misma comunidad con la contratación de los pobladores para la producción de los materiales y la construcción de las casas.

El papel de las mujeres a lo largo de todo el proceso fue relevante: desde el inicio del proyecto, ellas se organizaron y se encargaron de una importante parte de los trabajos: ayudaron a cribar y amasar la tierra para los adobes, a acarrear, dentro de sus posibilidades, los materiales y a aplicarla masilla de tierra cernida en los muros de las casas. Esto fue algo novedoso, pero muy productivo para todos, ya que sensibilizó a algunos de los señores escépticos, que finalmente reconocieron el gran trabajo y esfuerzo realizado por ellas.

Con respecto a la cubierta de las casas, inicialmente se propuso que fueran de láminas sencillas, pero no fueron adecuadas, por el ruido que provocaban durante las lluvias y el calor que se generaba al interior por el sol, por lo tanto, se decidió colocar una lámina termoacústica tipo “sándwich”, que es aislante para el ruido y calor, además, estéticamente se integraba mejor. Dentro de las cocinas se instalaron estufas ecológicas con chimenea, comal y dos fogones.

Al final, después de un intenso trabajo –que duró más de un año– por buena parte de la población, resultaron casi cien casas dignas, con preservación de propiedades bioclimáticas, usando los materiales locales y minimizando el impacto al medio ambiente, con piso firme, puertas y ventanas de madera, con instalación eléctrica y adaptadas al paisaje accidentado de la comunidad. La Fundación Alfredo Harp Helú estuvo cerca del proyecto desde el primer momento hasta la terminación de las casas, en el mes de agosto del 2018.


Fondo Ventura Conde. Documentos de un pueblo de la Sierra Norte

Los zapotecas llevan escribiendo más de 2 500 años. Nunca han parado de registrar sus historias, sus cuentas, sus reclamos o testamentos. Desde que allá por el año 500 antes de Cristo registraron sobre piedra el nombre de un sacrificado, han venido grabando, dibujando o escribiendo textos sobre piedra, lienzo, piel de venado, papel y, más recientemente, en celulares e internet.

Tras la llegada de los españoles en el siglo XVI, los frailes necesitaron comunicarse en las lenguas que se hablaban en Oaxaca para convertir a la población al catolicismo. Comenzó entonces un periodo de estudio y registro de los idiomas único para esa época a nivel mundial, que resultó en la publicación de amplios vocabularios y gramáticas en zapoteco y mixteco, así como largos textos religiosos en estas mismas lenguas y también en mixe, popoloca y chinanteco. Ese proyecto evangelizador fue un esfuerzo en conjunto de los frailes, los gobernantes y los nobles indígenas. El aprendizaje de la escritura alfabética y del nuevo sistema jurídico por parte de los nobles indígenas creó el contexto para que empezaran a escribir para sus propios fines. Durante los tres siglos que duró el Virreinato, los escribanos indígenas en Oaxaca produjeron cientos de textos en zapoteco, mixteco, chocho y náhuatl para ser leídos en sus propias comunidades y ante las autoridades de Oaxaca, México y España. Generalmente, esos textos eran de naturaleza administrativa: cartas de venta, testamentos, solicitudes, quejas e inventarios. Nos proporcionan una rica visión de la vida cotidiana en los pueblos, explicada en términos indígenas y no en categorías europeas. Obviamente, esos escribanos también comenzaron a escribir en castellano.

Parte de esta rica tradición escritural fueron los escribanos de San Baltazar Yatzachi el Alto, un pueblo zapoteco ubicado en la Sierra Norte. Sus habitantes hablan xidza xhon, una variante regional del zapoteco de la cual tenemos registros escritos desde 1595, cuando se escribió un testamento en el pueblo vecino, san Bartolomé Zoogocho. El primer texto en zapoteco que conocemos de Yatzachi es de 1614, cuando aún formaba un solo pueblo con Yatzachi el Bajo. Entre ese año y 1824 los escribanos de los pueblos hermanos produjeron muchos textos, de los cuales al menos 26 han sobrevivido hasta nuestros días.

En febrero de 2020, doña Juana Conde y su marido, Fortino Hernández Matías, donaron a la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova un pequeño archivo familiar de Yatzachi el Alto, lugar de origen del matrimonio. Propusimos nombrarlo “Ventura Conde”, en homenaje al señor Ventura Conde, abuelo de doña Juana, de quien ella lo heredó. Incluye varios documentos que hacen referencia a otros miembros de la familia, como Felipe Conde, mencionado en un pago de impuestos de 1868; Antonio Conde —bisabuelo de doña Juana—, en un convenio sobre tierras de 1882 y un recibo de pago de 1903, y Remigio Conde — primo hermano de don Ventura—, quien es mencionado en una carta de venta de 1883, una carta a sus hermanos de 1886, un empeño de un terreno de 1912 y un recibo de un pago de 1914. El Fondo contiene también una carta de 1766 de un tal Mariano, quien pide a Juan Joseph Urbieta que vaya al zapatero Bartolomé para que le entregue un par de zapatos ya pagados. Como puede apreciarse, este archivo nos proporciona una historia muy detallada y cercana de la vida cotidiana de un pequeño pueblo en la Sierra Norte.

El Fondo Ventura Conde contiene ese tipo de documentos familiares, pero también incluye textos que están relacionados con la comunidad. Es probable que uno de los ancestros de doña Juana haya sido escribano o tenido algún cargo en el cabildo, por lo que guardó esos documentos. En este grupo de documentos comunitarios hay ocho que están escritos en zapoteco, que van de 1714 hasta 1821. Todos son memorias de gastos que se hicieron dentro de Yatzachi el Alto. Por ejemplo, en 1714 se registró que, para el domingo del Rosario, se hizo el gasto de 1 peso y 4 reales para comprar pan de Castilla, chocolate y azúcar. Asimismo, en 1785 se compraron piedras por el valor de 1 peso, las cuales fueron colocadas en la iglesia por los nobles (xoana). Tales documentos nos muestran la vida comunal de Yatzachi el Alto y la participación de todos los vecinos en la organización de las fiestas, ceremonias, construcciones y otras actividades.

También lingüísticamente son importantes los documentos en zapoteco provenientes de Yatzachi, porque representan la escritura de la lengua a lo largo de más de dos siglos (1614 a 1821). Para interpretarlos, además de contar con los actuales hablantes, existe un diccionario del Instituto Lingüístico de Verano en el zapoteco de las dos comunidades. Lo anterior nos brinda la oportunidad de estudiar el desarrollo histórico de la lengua y compararlo con el de otras lenguas zapotecas. Por ejemplo, en 1785 aún se utilizaba el verbo xoi para decir “recibir algo”; hoy día ya no se usa ese verbo en Yatzachi, pero en el siglo XVI también lo usaban en el valle de Oaxaca, donde Juan de Córdova lo registró como xohui. Similarmente, los textos reflejan un proceso común en muchas de las lenguas zapotecas modernas, que es la pérdida de la segunda vocal en las raíces de las palabras. Entonces, en los textos antiguos encontramos goca o ‘fue,’ que ahora se dice goc; así como guijna para ‘baúl’ cuando hoy se dice yi’in. En este último ejemplo también vemos otro proceso que se llama lenición, que quiere decir que lo que se pronunciaba en el pasado con c-, p– y t-, ahora se dice con g-, b– y d-. De allí que la g- inicial en los textos virreinales, hoy se pronuncia como y-.

Los documentos del Fondo Ventura Conde se integraron el día 21 de febrero de 2020 —Día Internacional de la Lengua Materna— al acervo de la BIJC, donde serán conservados adecuadamente y podrán ser consultados por cualquier persona interesada en la historia de Yatzachi y en la escritura del zapoteco a lo largo del tiempo.


Almácigo

Orlando Iván Ramírez Espinoza
San Andrés Chicahuaxtla

Me acuerdo cuando conocí a mi primer amor.
Me acuerdo cuando vi a una muchacha guapa estar ebria.
Me acuerdo de aquel día en vacaciones cuando vi a esa chica que se robó mi corazón. Me acuerdo que me helé cuando la vi.
Me acuerdo de su voz, de su dulce voz.

Rode Itamar Sánchez Trinidad
16 años, San Andrés Chicahuaxtla

Me acuerdo
Me acuerdo que cuando nadie me ponía atención me subía a la azotea para ver la luna. Me acuerdo que cuando gritaba me sentía bien.
Me acuerdo de que cuando salía en la noche veía la luna.
Me acuerdo de haberme torcido el pie y quedarme en cama.
Me acuerdo de ver a un compañero hacerse del baño.
Me acuerdo haber llorado por un animalito que se llamaba Toby.
Me acuerdo de haber conocido personas buenas.

Karla Vanesa Hernández Martínez
San Andrés Chicahuaxtla

Me acuerdo que metimos una gallina en la mochila de una compañera. Me acuerdo que nos peleamos con tercero.
Me acuerdo de la vez que en la secundaría jugamos con globos de agua.

Diana Santos Sánchez
San Andrés Chicahuaxtla

Me acuerdo cuando subía a la azotea para ver las estrellas.
Me acuerdo que me gustaba salir cuando estaba lloviendo.
Me acuerdo cuando mi tío me enseñó a andar en bicicleta.
Me acuerdo la vez que Lizet me echó pintura verde en el cabello.
Me acuerdo que me caí en el mercado y todos se empezaron a burlar. Me acuerdo cuando hablaba por horas con mi mejor amiga.

Me acuerdo cuando tenía que cuidar a mi sobrino.
Me acuerdo cuando iba con mis hermanos al cerro por zarzamora. Me acuerdo cuando fui a Monte Albán y a Mitla.
Me acuerdo cuando me gustaba salir a caminar sola por la calle.


La recuperación del patrimonio religioso

El 17 de septiembre de 2017 , el terremoto de 8.2 grados que azotó al Istmo de Tehuantepec ocasionó graves daños en la iglesia de San Vicente Ferrer, en la Heroica Ciudad de Juchitán de Zaragoza. Erigida en el siglo XVII, y reedificada varias veces desde entonces. Esta iglesia es la más grande y la más visitada del lugar; entorno a ella se organiza una riquísima variedad de fiestas y tradiciones religiosas de alta estima para la población, principalmente en honor al santo patrono del pueblo, san Vicente Ferrer.

El terremoto puso en riesgo las campanas del templo y ocasionó daños en la pintura mural del interior, en los retablos, altares y vitrinas, en las pinturas de caballete y en las imágenes de culto principalmente esculturas históricas policromadas. Durante los primeros meses después del terremoto, el Instituto Nacional de Antropología e Historia se dedicó a asegurar el inmueble con estructuras y apuntalamientos provisionales, protegió los retablos, retiró las imágenes y el arte sacro del interior para almacenarlos en lugares más seguros.

En 2018, el Taller de Restauración de la FAHHO y la Sección de Conservación-Restauración del Centro INAH Oaxaca, comenzaron a trabajar conjuntamente en el desarrollo de los proyectos de restauración y reconstrucción de estos bienes religiosos pertenecientes al templo de San Vicente Ferrer. Desde entonces, se han realizado acciones prioritarias, como el registro riguroso de las características y los deterioros en todos los bienes históricos del templo, el estudio estratigráfico de los aplanados para encontrar vestigios de pintura mural antigua al interior de la iglesia, el encofrado de retablos, el desmontaje total de los retablos en las zonas donde es necesario atender fracturas estructurales del edificio, la liberación de aplanados para permitir la intervención arquitectónica, la restauración del 100% de las imágenes dañadas por el sismo (imágenes de gran devoción para los pobladores y cuyas graves afectaciones impedían su uso comunitario), el retiro de las campanas del campanario, la recuperación de todos los fragmentos del retablo colapsado de la Virgen con el Niño (retablo destruido casi por completo durante el sismo) y la proyección de las acciones preliminares para la reconstrucción de este mismo retablo. Aún queda pendiente realizar muchas más acciones, entre estas, la restauración de las pinturas de caballete del retablo principal, regresar cada retablo y cada campana a su lugar de origen y devolver las imágenes, o santos, al interior de la iglesia. Todo lo anterior se realizará una vez que se logre concluir la reconstrucción y reforzamiento estructural de la iglesia.

La estrecha colaboración entre la FAHHOy el INAH en la reconstrucción y la restauración del patrimonio religioso e histórico en Juchitán, significa que es posible devolver a sus pobladores los espacios espirituales destruidos tras la catástrofe, espacios que fueron necesarios para dar esperanza, orientación y sentido existencial a las personas que perdieron sus pertenencias, sus casas o a su familia. También, a dos años y medio de la tragedia, estos trabajos contribuyen a la recuperación visual del entorno urbano, fortaleciendo, en el subconsciente de los juchitecos, el sentimiento de superación de los tiempos difíciles y, no menos importante, fomentando la recuperación de las dinámicas sociales, culturales y turísticas, con impacto tangencial en la recuperación económica local al reactivarse el comercio en torno a las tradiciones religiosas según la temporada del año.


Tres años desde el sismo de septiembre de 2017

Este mes de septiembre se cumplen tres años desde que ocurrieron los sismos y réplicas que afectaron a nuestro país. En aquellas fechas, aun con el temor y las pérdidas presentes, brotó de México lo mejor de todos.

Con el humanismo y determinación que identifica a la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, se atendió a veinte localidades afectadas para evaluar las necesidades de nuestra gente y para hilvanar el plan que cada vez toma más vida e impacto en las personas.

Estando ante uno de los retos más significativos que ha enfrentado el estado de Oaxaca en los últimos años, la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca ha permanecido en las regiones del Istmo, la Mixteca y en los Mixes, decidida a recuperar los monumentos históricos y casas de valor patrimonial y de características tradicionales, afectados por los sismos.

En los últimos tres años, la FAHHO ha contribuido al rescate de casas de arquitectura vernácula, casas con valor patrimonial, recuperación de la imagen urbana y en el rescate y restauración de monumentos históricos, todos invaluables por su contenido cultural, histórico y constructivo. En la región de la Mixteca, se restauraron setenta y tres casas patrimoniales, se construyeron dieciséis casas de arquitectura vernácula y se restauraron dos monumentos a beneficio de dos localidades: la Casa Parroquial de Mariscala de Juárez y el Museo Regional de Huajuapan, MUREH, localidad para la cual se generó el proyecto para la restauración del Palacio Municipal.

En la Sierra Mixe, en el municipio de Santiago Zacatepec, se rescataron dieciséis casas de arquitectura vernácula, veintiún casas con valor patrimonial y se llevó a cabo la construcción de la Escuela de Música, espacio inaugurado el 20 de agosto de 2019 y felizmente recibido por la población.

En la región del Istmo, una de las zonas más afectadas en el 2017, se restauraron setenta y seis casas con valor patrimonial, se construyeron ciento cuatro casas tradicionales y se realizó el diseño específico y construcción de una vivienda prototipo sismorresistente, para una de las localidades. En dicha región, en el municipio de Santo Domingo Tehuantepec se concluyó, en colaboración con el Instituto Nacional de Antropología e Historia, la restauración de la antigua capilla abierta, actual Catedral de San Pedro, inmueble que forma parte del conjunto religioso de Santo Domingo de Guzmán, donde actualmente se avanza en la restauración del antiguo convento y templo. Estas obras han puesto de manifiesto, a través de los hallazgos decorativos de muros, bóvedas y de vestigios prehispánicos, la riqueza histórica y cultural de este municipio.

La restauración del frontón del Palacio Municipal, la Casa Guietiqui , que actualmente es un espacio cultural, y la rehabilitación del Parque Amado Chiñas, en el Barrio del Laborío, ubicados también en Tehuantepec, son algunos de los inmuebles que se encuentran en uso actualmente, luego de su restauración. Cabe mencionar la donación del proyecto para la rehabilitación del Mercado Guichivere, en el barrio del mismo nombre.

En Asunción Ixtaltepec, se llevó a cabo la restauración de la Casa del Pueblo, la rehabilitación del Mercado Jesús Rasgado y la instalación de juego de habilidades en la unidad deportiva. En Juchitán de Zaragoza, se concluyó la restauración de la Biblioteca del Ferrocarril, se encuentran en proceso la restauración el templo y casa cural de San Vicente Ferrer y la biblioteca Gabriel López Chiñas.

En Santo Domingo Tehuantepec serán intervenidas diecinueve casas como parte de una tercera etapa de restauración de casas con características patrimoniales, iniciada recientemente con cuatro casas en proceso. Con el objetivo de preservar la tecnología constructiva distintiva de cada una de las poblaciones oaxaqueñas, se continuará apoyando a familias de los municipios de Huajuapan de León en la región de la Mixteca y de Santiago Zacatepec, en la Sierra Mixe.

Cada año, la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca está deseosa de compartir con todos los avances de una labor que irradia la misma fuerza con que inició este magno compromiso. Cada año revela, con mayor intensidad, el legado cultural y arquitectónico de los oaxaqueños y la unión que nos caracteriza ante grandes retos.


Anecdotario ferroviario. El Ferrocarril Mexicano del Sur en Oaxaca*

El Parián
Puerto terrestre hacia la Mixteca y la Costa, generador de comercio y bienestar. Presentaba cadenas comerciales creadas por las familias Muro y Cué, donde había un intercambio de productos elaborados por producción agrícola y ganadera, lo que era el actor principal del servicio ferroviario del Mexicano del Sur.

Hablando de lo postal y el ferrocarril, El Parían era un lugar de mucho interés, porque era de esos pueblos de la Mixteca en los que las cartas y la correspondencia eran un tequio obligado que manejaban las autoridades. Para los pueblos donde no había telégrafo era más fácil trasladarse a El Parián, donde sí había. Así, estas líneas de ferrocarril tenían una sección para el público, y cobraban tres pesos por el telegrama de diez palabras.

Huitzo
Fue la población que aportó la mayor cantidad de trabajadores al ferrocarril. En los años cincuenta, estos trabajadores se presentaban en campamentos a los que el ferrocarril daba vivienda, entonces, las esposas de esas personas se quedaban en sus casas mientras el trabajador se iba el domingo en la noche, y regresaba el sábado sábado en la tarde.

Todos los días, esas mujeres iban al paso del tren a dejar unos tenates. Ahí echaban los alimentos envueltos en servilletas de tela, en tarritos de vidrio y los hacían llegar al tren aventando los tenates enteros a los vagones abiertos, ya que el tren no se paraba porque no era una estación, sino que estaba entre una y otra. Como los alimentos iban en envases de vidrio, la mayor parte de esas cosas se rompían. A la hora de la comida los trabajadores se juntaban y hacían fuego con la misma leña de los durmientes para calentar los alimentos y los compartían todos… Desde luego esas son vivencias.

Cuicatlán
Cuicatlán, por ejemplo, es un lugar de la cañada oaxaqueña que tiene dos cosas fundamentales: su clima y su agua, porque tiene agua en abundancia. Hay un río que sale de Ixtlán, de esa zona de la Sierra Norte, y ya en las montañas pasa por Cuicatlán y se une, unos kilómetros antes, con el río que se genera en Santiago Tenango. Entonces, el distrito de Cuicatlán es pródigo, es pródiga la naturaleza, ahí se producía muchísima fruta, inclusive, se exportaba a Estados Unidos. Su economía era muy sana: en los tianguis de los domingos casi todos los pueblos circunvecinos, de unos treinta kilómetros a la redonda, se reunían en Cuicatlán, como en El Parián, a vender sus productos originarios y a comprar mercancías elaboradas para el diario vivir, eso les daba una importancia fenomenal a pueblos como Cuicatlán.

Zaachila
Zaachila era parte de uno de los tianguis que se formó a raíz de la llegada del ferrocarril: este circuito incluía Etla, que era los viernes; Oaxaca, los sábados; los martes, Zimatlán; los jueves, Zaachila y los viernes, Ocotlán. Entonces, las personas de los pueblos cercanos acudían a esos tianguis semanales, llevando sus productos: elote, queso, quesillo, chicharrón, bueno, en fin, todo lo sabroso, y lo ponían a vender. La venta era de productor a comprador, además de que los precios eran muy bajos y aquella gente del entorno comercial a donde iban, compraban algunas cosas para su diario vivir.

Después, esas personas comenzaron a brincar la cerca, por ejemplo: había un tren mixto, llegaba el tren aquí y había señoras, con grandes canastos y cajas, que se bajaban del tren que venía de Ocotlán y se subían al tren que iba para México. Una se bajaba en Tehuacán, otra en Puebla, otra en México y ahí llegaban con lo mismo: carne enchilada, asiento, tlayudas, mezcal… Iban y lo vendían en esos lugares. Ya de regreso, traían ropa, alguna cosa, productos elaborados; pero te estoy hablando de unas cien señoras, cien, ciento cincuenta personas que viajaban en el tren en plan comercial, pero eso saneaba la economía.

Tlacolula
Costaba $1.50 el pasaje de ida a Tlacolula y era para el viajante del tren comercial. Había un letrero que decía: “Sólo 25 kilos de equipaje”, pero cada paisano metía 100, 150 kilos. Llevaban unas canastas grandes de carrizo, ahí llevaban todo lo que se produjera, todavía no eran tan populares las cajas de huevo, pero había cajas de madera; un bote que contenía dos botes de alcohol y estos venían en otras cajas de madera. En el totomoxtle metían dos huevos y lo amarraban con una palmita, se acomodaban en una caja vacía y así se embarcaba a Tehuacán, Puebla, México… de aquí para fuera.

*Extracto de la primera parte de una serie de relatos sobre el ferrocarril en Oaxaca, contado por los protagonistas que recorrieron el camino de hierro en nuestro estado. Realizado con información proporcionada por el antiguo jefe de estación, Miguel Ángel Ortega Mata.


Oaxaca inspira la filatelia

Han transcurrido más de 150 años desde que el primer timbre postal fue emitido en México. Desde entonces, en ellos se han plasmado representaciones culturales, artísticas, arquitectónicas, políticas y deportivas, convirtiéndolos en un valioso archivo iconográfico de nuestra historia. Oaxaca, siendo un estado con una identidad y un patrimonio multicultural sobresaliente, no es extraño que haya sido representado en múltiples ocasiones en emisiones filatélicas.

Como parte de la misión por promover, revisar y difundir su colección filatélica desde hace 22 años, el Museo de la Filatelia de Oaxaca presentará este homenaje a nuestro estado a través de una exposición que refleja su carácter artístico y diverso.

Oaxaca inspira la filatelia es una exposición conformada por 61 estampillas contenidas en planillas, bloques, sobres de primer día y hojillas filatélicas, acompañadas por más de 70 piezas, entre documentos, piezas de numismática y obras artísticas relacionadas temáticamente, las cuales fueron creadas por artistas y artesanos inspirados en escenas del patrimonio oaxaqueño. La gran particularidad de esta exhibición son las emisiones postales que ha gestionado el MUFI en colaboración con Correos de México como parte de su misión de preservar material filatélico; ejemplo de esto es la emisión por el 75 aniversario de los Diablos Rojos en el 2015, el timbre emitido por la inauguración del Salón de la Fama de Béisbol Mexicano y del Estadio Alfredo Harp Helú de los Diablos Rojos del México, en el 2018 y 2019, respectivamente.

Entre las piezas destacadas se encuentra La campesina, una litografía de 1969 del maestro Rufino Tamayo, pintor oaxaqueño que, a lo largo del siglo XX, pudo conjugar su herencia mexicana y el arte prehispánico con las vanguardias internacionales, en piezas en donde destacan el color, la perspectiva, la armonía y la textura. Otras piezas características de la exposición son los bocetos elaborados por el caricaturista Eduardo del Río (Rius) para el timbre conmemorativo del 75 Aniversario de la Liga Mexicana de Béisbol en 1999. El trabajo de curaduría fue extenso, ya que fueron meses de trabajo de investigación y de gestión para conjuntar la participación de todos los artistas y colaboradores involucrados. Algunos de los participantes son artistas que nos han acompañado en pasadas ediciones y quienes, amablemente, siempre están dispuestos a compartir su trabajo con el MUFI. Algunos más son artistas que colaborarán por primera vez y estamos seguros de que nos acompañarán en futuras colaboraciones. Esta exposición refleja el compromiso que tiene el Museo de la Filatelia de Oaxaca con la promoción de distintas manifestaciones artísticas.

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El MUFI y el arte

Hace 22 años que el Museo de la Filatelia de Oaxaca abrió sus puertas al público y en su origen encontramos varios rasgos únicos: la conservación y la difusión de material filatélico y, por supuesto, el deleite y la educación de su visitante.

A través de los años, el MUFI ha nutrido su vocación al responder a las exigencias de su presente, inspirándose en su pasado, para impactar a las generaciones futuras. Una de esas exigencias ha sido la difusión de artistas y artesanos locales y nacionales.

Con el fin de promover lecturas de vanguardia sobre su acervo, el MUFI ha desarrollado distintos proyectos expositivos y educativos donde ha podido involucrar, de manera individual o colectiva, a artistas y artesanos. Invita, de una forma creativa, a distintos creadores a involucrarse al tema de la filatelia, teniendo como resultado piezas que se caracterizan por su originalidad en la producción y el tema.

Solo por recordar algunos proyectos, podemos nombrar la exposición del 2018, Grand Slam del Arte, Beisbol Filatélico, donde el arte y la filatelia se fusionaron al inspirar a veinte artistas contemporáneos a intervenir bates y pelotas; o la exposición del 2019, Estampas de un espacio. 20 fotógrafos en el MUFI, en la que veinte fotógrafosnos invitaron a conocer el Museo desde su propio lente.

Actualmente, el Museo se encuentra próximo a inaugurar su ampliación, misma que le permitirá seguir brindando espacios a todo creador que desee compartir su trabajo con el MUFI. Sabemos que el reto será arduo, pero algo que caracteriza al Museo es su creatividad para enfrentar los desafíos y lograr su visión de ser el museo de filatelia más reconocido en el mundo, por nuestro compromiso con la conservación, promoción y difusión de la filatelia y sus múltiples expresiones, a través de la fusión de ésta con el arte contemporáneo.


Programa de Apoyo al Arte Popular

El 14 de marzo de 2020, ante la inminente propagación del COVID-19 en el país, la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca y sus filiales anunciaron el cierre de sus espacios públicos. Como un efecto dominó, comercios y oficinas públicas y privadas en el estado de Oaxaca comenzaron a anunciar cierres para evitar la propagación de la enfermedad.

Uno de los sectores más productivos, y al mismo tiempo uno de los más vulnerables, es el artesanal. En el estado de Oaxaca hay un gran número de familias que producen distintas expresiones de arte popular y que dependen económicamente de sus ventas. Ante este panorama, el 1 de abril anunciamos el Programa de Apoyo para la Activación de la Economía de las familias que producen artesanías en el estado. El programa inició con una bolsa de apoyo de cinco millones de pesos. Los talleres o grupos conformados que hubiesen colaborado con los proyectos del Museo Textil de Oaxaca, Arte Popular FAHHO y Andares del Arte Popular fueron considerados para recibir un apoyo de hasta $40 000.00 en compras de piezas. Poco tiempo después, el Programa se extendió por medio de alianzas con distintas instituciones y promotores del arte popular en trece estados del país, y se alcanzó una inversión total de 9.5 millones de pesos, los cuales benefician a un estimado de 1 603 familias de 118 comunidades en los trece estados.

El Programa plantea tres objetivos principales: apoyar económicamente a las familias involucradas en los procesos de producción; ofrecer trabajo durante la contingencia para facilitar que las familias permanezcan en sus hogares y talleres mientras elaboran los pedidos, evitando salir y exponerse a contagios, y, por último, compartir los trabajos derivados de este proyecto en las plataformas digitales que buscarán promoverlos y comercializarlos para contribuir al ingreso de las familias creadoras.

La dinámica de trabajo se ha desarrollado bajo un esquema distinto al que solemos seguir debido a las limitantes que ha impuesto la distancia, el mínimo de personas reunidas en un mismo espacio y la dificultad (y riesgo) de transportarse de un lugar a otro. Así pues, los primeros meses de trabajo, correspondientes a las fases de exploración y definición de productos, se llevaron a cabo completamente de manera remota, a través de llamadas telefónicas, mensajería instantánea y videollamadas, con un gran número de envíos de fotografías, dibujos, bocetos y otros archivos.

El diálogo con los talleres familiares, grupos de trabajo y cooperativas para definir los productos a realizar fue un factor fundamental, detonante de este proyecto. La mayor parte del proceso creativo, en la definición de cada producto, ha surgido directamente de cada taller, a partir de sus conocimientos, intereses y experiencias. Las vivencias derivadas de la interacción con el laboratorio de diseño de Andares, así como con los talleres de creación y experimentación del MTO, brindaron una sólida plataforma sobre la cual se trabaja, conversa, retroalimenta y se generan nuevas posibilidades.

Una vez definidos los productos, se confirmaron los pedidos con un anticipo del 50%, garantizándo así la compra de forma directa. En los casos donde se ha requerido, hemos facilitado el acceso a materia prima de buena calidad para que el resultado final refleje la inversión de tiempo y el esfuerzo que implican las distintas labores, pues ante un panorama oscuro, donde la falta de venta era una de muchas preocupaciones, el concentrarse en la creación y elaboración de nuevos productos ha permitido enfrentar la situación desde otra perspectiva.

De acuerdo con la lógica de este proceso, los productos por comprarse deberán de ser nuevos, es decir, no derivados de una producción hecha con anterioridad y almacenada en los talleres. Quienes han participado en este proyecto nos han expresado su aprecio sobre este punto en particular, han originado, pues ante un panorama oscuro, donde la falta de venta era una de muchas preocupaciones, el concentrarse en la creación y elaboración de nuevos productos ha permitido enfrentar la situación desde otra perspectiva.

En julio pasado recibimos los primeros resultados de este proyecto. No solamente hemos disfrutado en conjunto los frutos tangibles de esta iniciativa, sino que reactivamos las relaciones que se han entretejido con los años. Estos encuentros, moderados bajo los parámetros de cuidado que debemos seguir, nos han permitido conversar en torno al proyecto, surgido a partir de un evento, inaudito e inesperado, con miras a incidir de forma directa en la economía familiar. Los testimonios que se incluyen en este boletín son una pequeña muestra de las conversaciones y reflexiones que se han originado.


En tiempos de incertidumbre, llega la esperanza

En nuestra experiencia, estuvimos trabajando en casa, desde un principio se nos informó que no teníamos que salir, para proteger nuestras vidas. Primero realizamos distintos bocetos y, gracias a la tecnología, pudimos mantenernos en contacto durante el proceso de la elaboración de los productos elegidos: todo el trabajo se realizó con gran entusiasmo. Gracias a este proyecto se nos da la gran oportunidad a todos nosotros de seguir trabajando bajo una nueva modalidad. Principalmente, se logró mantener activa la economía de las familias sin salir de casa, brindándonos un gran alivio y tranquilidad. Es por ello que a una de nuestras prendas la nombramos en zapoteco Lez que significa ‘esperanza’ la cual nos dio este proyecto y a la otra prenda la nombramos Xhage que significa ‘huipil’ ya que para nosotros es muy importante preservar nuestra lengua materna y compartirla con mucho orgullo.

Sin duda, han sido días difíciles para todos. No nos queda más que agradecer por todo el apoyo brindado y agradecer que nos encontramos vivos. Pronto todo esto pasará y será una gran lección de vida. ¡Chhoxklenlé! (‘Gracias’).


Tejer en tiempos de pandemia

Tejer en telar de cintura en la Sierra Norte de Puebla, para ser más específicos, en Tlacomulco, Huauchinango, es una labor que se realiza con menos frecuencia, pues se ha visto desplazada por varios factores, pero el más significativo es el desinterés social por preservar esta actividad. No obstante, junto con mi familia he tratado de mantener este legado, compartiendo nuestro trabajo con adolescentes y niños para que conozcan la importante herencia textil que tenemos y seguimos conservando como pueblo nahua.

Cuando nos sentamos a tejer no solo compartimos cómo crear nuestras piezas, trabajar con distintas fibras o darles color a estas, también comentamos algunas tradiciones relacionadas al tejido, costumbres de nuestra comunidad y mitos de fundación. Por eso es importante continuar con nuestra tradición textil, para mantener un equilibrio cultural.

Durante los primeros meses de este año, empecé a ver y escuchar en los medios de comunicación sobre los estragos sociales que estaba ocasionando el COVID-19 en otros países, y las medidas sanitarias que se tendrían que llevar a cabo en México por la pandemia. Esta noticia me preocupó, pues implicaba detener varios proyectos que tenía para la difusión de nuestra labor textil, dentro y fuera de nuestra comunidad.

Afortunadamente, la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, por medio del Museo Textil, me contactó para proponerme realizar un quechquemitl en telar de cintura, con la técnica de tejido en curva. Dicha pieza tendría que dar a conocer la sofisticación de la técnica y la implementación de nuevos materiales de mayor calidad, además, mostraría el proceso y avances que he tenido al rescatar y rehabilitar el tejido dentro de mi comunidad, creando así una obra única y especial.

He estado trabajando en esta pieza en las últimas semanas. En verdad ha sido un gran reto, puesto que tejer con nuevos materiales ha sido difícil, pero al mismo tiempo me emociona avanzar en el tejido de este quechquemitl, pues me ha permitido implementar nuevos procesos para el tejido, descubrir nuevas texturas en el lienzo y, lo que considero más importante: observar cómo las personas de distintas edades de mi pueblo se interesan y asombran por el proceso de la pieza.

Tejer y compartir no ha sido fácil, pero me alegra poder ser parte de esto, me emociona mostrar a la sociedad lo importante del legado textil de mi comunidad y me reconforta saber que no estoy solo, que existen espacios para lograr que el mundo conozca el desarrollo tradicional textil de México.


Elementos de geografía del Estado de Oaxaca

El libro Elementos de geografía del Estado de Oaxaca, dispuestos en lecciones y bajo el método Correa, publicado por Manuel Brioso y Candiani en 1890, forma parte del fondo Histórico de la Biblioteca Burgoa, en el que se agrupan los volúmenes que pertenecieron al Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca.

La obra está dividida en cuatro partes: la primera de ellas se enfoca en la geografía física del estado, en el clima y los recursos minerales. Brioso y Candiani pone su atención en las bahías, litorales, albuferas, puertos y montañas del estado, entre las que destacó al Zempoaltepec, con sus 3 396 m sobre el nivel del mar; el cerro Sirena, en San Juan Ozolotepec, el Chicahuastla y el Itundujía, en el distrito de Tlaxiaco.

La segunda parte está dedicada a la geografía política e histórica y a la educación. El autor indica que en el estado se daban tres clases de instrucción: la primaria, la preparatoria y la correccional. Además, Brioso dedicó algunos párrafos a la religión, a la organización eclesiástica y a la historia de Oaxaca, desde la época prehispánica hasta la Independencia.

En la tercera parte de la obra se describe la geografía económica del estado. En esos momentos, la agricultura era parte medular de la economía estatal. La mayoría de los habitantes se dedicaban a esta actividad, favorecida por la fertilidad de los terrenos y la variedad de los climas. A pesar de esto, también había manufactura enfocada en la curtiduría, producción de azúcar, extracción de añil y el tejido de lana, algodón, seda y pita.

En la última parte, Brioso y Candiani pone atención en algunos pueblos, como Tlalixtac, que se distinguía por sus terrenos fértiles; Cuilapam, donde fue fusilado el general Vicente Guerrero, y Santa María del Tule, por su ahuehuete de enorme tronco.

La obra fue utilizada como texto por los alumnos de las escuelas oficiales del estado, lo que nos da una idea de lo que los estudiantes aprendían sobre la geografía de Oaxaca a finales del siglo XIX.


Refugio de palabras

Entrevista a Guiexhooba de Gyves, coordinadora en el Istmo de Tehuantepec

Cuando la realidad se vuelve irresistible, la ficción es un refugio. Refugio de tristes, nostálgicos y soñadores.
Mario Vargas Llosa

Refugio de palabras, cápsulas de lectura para disfrutar en familia, se transmite en diversos horarios de siete radiodifusoras de la región del Istmo de Tehuantepec. Gracias al interés de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca A. C., al continuar su labor social durante la contingencia sanitaria, la Coordinación de Proyectos Educativos y Culturales ha buscado alianzas con el fin de seguir presentes en la vida lectora de la población.

Alejandra Camacho —¿Por qué llamarlo “Refugio de palabras”?

Guiexhooba De Gyves —La palabra “refugio” me hacía mucho eco, sobre todo por la situación posterior al terremoto de septiembre de 2017 que afectó enormemente el Istmo de Tehuantepec. Es una palabra muy potente y se volvió parte del ideario co-lectivo en la región; pero aún le faltaba algo y, puesto que estamos habitados por palabras, por las que nos dan y las que damos en estos tiempos de incertidumbre, de pandemia, de aislamiento, podríamos hacer de las palabras un refugio donde “encontrarnos”.

¿Por qué la radio es un medio de comunicación con arraigo en el Istmo?

—En el Istmo, la radio y el perifoneo son herramientas efectivas de comunicación: la gente presta atención ya que de esta forma se entera de acontecimientos importantes: fiestas, venta de comida, anuncios de interés general, velorios, etc., y conecta a comunidades que están limitadas tecnológicamente.

¿Cómo presentaste el proyecto a las radiodifusoras y al personal del perifoneo?

—Todo ha sido vía telefónica, incluso ahora. Casi cuatro meses después de emitido el primer Refugio de palabras, sigo sin conocer físicamente a las personas que, des- interesadamente, se sumaron al proyecto. Los primeros acercamientos fueron con radios o iniciativas de las que ya conocía algo o con quienes ya habíamos tenido algún contacto; de ahí, algunos familiares me recomendaron acercarme a otras radiodifusoras para poder llegar a más lectores, en especial a los niños. Fue así como conseguí números telefónicos, presenté el proyecto a la Dra. Socorro Bennetts, coordinadora del Programa Seguimos Leyendo, y le expliqué brevemente lo que hacemos en la región y cuál era el interés de seguir desarrollando estrategias para continuar llevando lecturas a los niños del Istmo.

¿Es necesario que Refugio de palabras continúe?

—Debido a la contingencia sanitaria actual, casi todas las iniciativas culturales han migrado a lo digital: redes sociales, plataformas de streaming, aulas virtuales, etc., pero ¿qué pasa con la población que no tiene acce- so a ellos? Por ejemplo, para un niño de una pequeña comunidad, que no tiene clases, que no puede ir al parque y que no cuenta con un dispositivo electrónico propio, Refugio de palabras le ofrece un acercamiento lúdico, libre, de fácil acceso y que no requiere de la mediación de un adulto.

¿Cómo es el caso particular de perifoneo?

La bocina solidaria es una iniciativa de la asociación civil Una Mano Para Oaxaca. En Ixtaltepec no hay radios (aunque llega la frecuencia de radios de otros municipios), por esta razón, las chicas de esa asociación montaron una bocina en un vehículo y recorren las calles de Ixtaltepec perifoneando y promoviendo actividades culturales, entre ellas, las cápsulas de lectura.

¿Qué ha significado para ti Refugio?

—Ha sido una forma de explorar las posibilidades de la lectura desde otro ángulo. El mirar los textos más allá del gusto personal, o de las recomendaciones de alguien más y preguntarme, por ejemplo, si yo estuviera cocinando en mi casa y mi hija estuviera jugando en el patio ¿qué historia podría yo ofrecer que nos interese o podamos disfrutar ambas? ¿Qué lectura podría propiciar un diálogo, un recuerdo, una anécdota, un juego?

Ha significado también muchos desafíos y aprendizajes en áreas que no son de mi campo de experiencia profesional, sobre todo grabar y editar con los recursos limitados que están a mi alcance, este proceso se puede notar en la calidad de las cápsulas conforme avanza el tiempo. Todas las cápsulas son grabadas en mi casa y eso también tiene su impacto. A veces ladran los perros o pasa la señora que vende pan o incluso la voz de los niños jugando en el patio, al principio me desesperaba este “ruido” de fondo, pero después aprendí que es parte de la cotidianidad también. Cuando uno lee, muchas cosas suceden al mismo tiempo, así que ya tomo con más tranquilidad la situación, cuando el audio no queda totalmente “limpio” de sonidos ambientales.

¿Y cómo es el proceso para generar una cápsula?

—Requiere de cuatro a seis horas de labor. Primero la selección del texto con varios ensayos en voz alta, con textos de interés para un público de amplio rango de edad. Hay muchísima oferta de literatura infantil y juvenil, y de libro álbum en particular en las redes sociales, pero pareciera que la otra literatura, la que va sin “dibujitos” no resulta de interés. También los textos seleccionados deben tener variedad de génros literarios y autores. La grabación es quizá la parte que requiere más paciencia, ya que la cápsula debe ser grabada de corrido, es decir, en un mismo momento, para que el ritmo de la lectura sea el adecuado. Después la edición, para “limpiar” el archivo, es decir, quitar ruidos y ecualizar. Este es el punto donde me doy cuenta que es necesario volver a grabar cuando hay mucho “ruido”, o que el sonido se “opaca” o a lo mejor hay una palabra que no se oye clara, o no está pronunciada correctamente.

Una vez limpio el archivo de la voz en off del texto, hay que seleccionar una melodía de fondo que lo acompañe, acorde con él. Por ejemplo, si es de tradición oral puede ir con música de la etnia a la que pertenece; si es poesía, con una melodía más suave. Finalmente, agregar las cortinillas, montar la voz sobre la melodía y ajustar duración y volumen. Generar el archivo en mp3, listo para compartir.

Gracias a nuestros hermanos del Istmo por permitir que el Programa Seguimos Le- yendo esté presente en sus hogares.

Gracias a las radiodifusoras que se unie- ron a esta iniciativa:

• La Bonita 102.9 (Cd. Ixtepec)
• Orienta Radio 104.3 (Cd. Ixtepec) • La Tehuanita 105.7 (Tehuantepec y Salina Cruz)
• Azul Fm 103.9 (Lagunas)
• San Mateo Del Mar (Frecuencia Local) • Es Más Radio 102.7 (Juchitán)
• Hits 97.7 Fm

Dos de estas radios son de mayor alcance en la región, lo que significa que estos Refugios de palabras pueden llegar, incluso, a pueblos de la sierra istmeña, a los municipios de Ixtaltepec, Espinal, Juchitán, Tehuantepec, Salina Cruz y hasta Jalapa del Marqués, ubicado a poco más de una hora de mi lugar de residencia en Ciudad Ixtepec.

Los invitamos a escuchar Refugio de palabras, cápsulas de lectura para disfrutar en familia. Pueden acceder desde el siguiente enlace: http://www.seguimosleyendo.org/blog/item/1151-refugio-de-palabras

Recuerden que pueden descargar las cápsulas para escucharlas en cualquier momento.


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En breve nos pondremos en contacto contigo.