Adabi: Dos décadas de retos y alegrías

¡Cuántas emociones nos surgen después de dos décadas desde aquella tarde en que Stella González, Jorge Garibay y la pareja Harp Grañén decidimos fundar una asociación que apoyara el rescate de la memoria de México! Fue un instante afortunado y luminoso que logró cambiar la realidad de cientos de archivos y bibliotecas abandonados para transformarlos en sitios dignos donde las voces del pasado cobraran vigor y se valoraran como bienes preciados. El amor a México, combinado con nuestras experiencias de vida, fue lo que nos motivó a actuar. Jamás imaginamos cuántos beneficios y amistades tejeríamos a lo largo de nuestro andar. No cabe duda de que la asociación Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México era una necesidad en nuestro país, pues a lo largo de estos 20 años hemos colaborado con más de mil instituciones públicas y privadas en diversos estados.

La vida nos dio la pauta, y nuestra familia creció en diversas ramas y coordinaciones: Bibliotecas y Libro Antiguo; Archivos Civiles y Eclesiásticos; Conservación, Restauración y Encuadernación; Fuentes Fotográficas; Difusión; Publicaciones y Administración. Esta última vigila rigurosamente que los recursos se apliquen con total transparencia en los proyectos. Por supuesto, todo bajo la autorización y supervisión de la Dirección General, liderada por la batuta generadora de orden, disciplina y bondad de la doctora Stella María González Cicero. Ella y nuestro muy querido Jorge Garibay† han sido las estrellas luminosas que nos han guiado en este andar para mostrarnos con su ejemplo que, ante cualquier adversidad, “todo sea por los archivos”; no hay proyecto, por difícil que parezca, que no pueda lograrse sino con voluntad, orden, metodología y profesionalismo. Esta ha sido la fórmula para redescubrir tantas palabras olvidadas.

Otro acierto ha sido que nuestros colaboradores son profesionales en su área y que cuentan con un código de ética y amor por su trabajo. Además, hemos dado otro paso importante: la capacitación de cientos de personas dedicadas al rescate de la memoria histórica, lo que ha generado que, en el país, cada día seamos más conscientes del patrimonio heredado. Así, Adabi transmite su pasión por recuperar las voces del pasado, comparte conocimientos y experiencias y promueve la recuperación de nuestros archivos y bibliotecas para ponerlos al alcance de la consulta pública.

Cuando rescatamos un archivo o una biblioteca surgen más solicitudes de apoyo y es tal la demanda para organizar fondos y colecciones de nuestros acervos nacionales, estatales, municipales, públicos y privados que decidimos incorporar nuevos equipos con presencia en la Ciudad de México, Puebla, Oaxaca y Yucatán.

Ha sido un privilegio seguir, paso a paso, la conjunción de esfuerzos que han fructificado en estos 20 años: la organización de 668 archivos documentales; 83 colecciones fotográficas; la catalogación de cerca de 190 000 libros antiguos y nuestras 810 publicaciones sobre fuentes históricas. Cada una de estas tareas demuestra que la mística de nuestro trabajo anima a la comunidad a involucrarse en la conservación de sus propios acervos.

A lo largo de nuestro andar hemos encontrado ángeles guardianes que custodian el patrimonio, como si se tratara de un baúl heredado por nuestros antepasados. Estos guardianes atesoran las palabras escritas que nos hablan del tiempo transcurrido, nos permiten comunicarnos con nuestros ancestros y nos ayudan a comprendernos mejor. Esta red de amigos sensibles y personas interesadas en la salvaguarda del patrimonio es otro regalo que nos ha dado Adabi.

Nuestro trabajo es el motor que nos impulsa a seguir adelante en la aventura de conquistar más universos de palabras. ¡Felicidades, Adabi, por estos 20 años! Gracias a todas las personas, archivos y bibliotecas que hacen posible que sigamos unidos por la memoria histórica de México.


Salvaguarda del patrimonio documental y bibliográfico de México:Vestigios y permanencia

En el bagaje que acompaña los 20 años de la asociación civil Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México hay un periodo que antecede a las actividades esenciales emprendidas durante este tiempo. Se trata de otros veintitantos años de ejercicio de una servidora y un grupo de colaboradores cercanos en archivos y bibliotecas de fondos conventuales, históricos y del siglo xix en diversos estados del país.

Esa experiencia y conocimiento sobre estas entidades culturales son el fundamento de las primeras acciones de la asociación que nacería en 2003. Uno de sus pilares fundamentales es el trabajo en los archivos y las bibliotecas antiguas, cuyos antecedentes provienen, por un lado, de la capacitación de los colaboradores en archivos municipales, parroquiales y diocesanos, trabajo emprendido con anterioridad desde el Archivo General de la Nación, primero con el Registro Nacional de Archivos y más tarde en la dirección de esta institución, cuyas gestiones permitieron la creación del Fideicomiso para la Preservación de la Memoria de México. En materia de bibliotecas antiguas, la experiencia se gestó desde la dirección de la Biblioteca Nacional de Antropología e Historia mediante la catalogación de su Fondo Antiguo y de los fondos conventuales que conforman este acervo. Más de diez años en cada vertiente (1977-2003) nos enriquecieron para encontrar una verdadera vocación de vida que se consolidó con la formación de las coordinaciones que integran la actual asociación.

Desde entonces, las estadísticas demuestran el impacto de nuestra labor en el ámbito cultural en distintos puntos del país; se ha dejado huella al insuflar nuevos alientos de esperanza y revaloración en las personas e instituciones sobre la importancia de la conservación del patrimonio documental y bibliográfico.

Durante estos veinte años, Adabi ha encontrado nuevos caminos en respuesta a las solicitudes de apoyo que recibe de archivos federales, estatales, municipales, diocesanos, parroquiales, universitarios, de museos, de música, de fondos personales, entre muchos más; estos nos impulsan a abrir nuevos frentes en materia de capacitación, rescate, organización, conservación y preservación en diversos soportes. Entre los que hemos atendido se encuentran documentos en papel provenientes de distintos siglos, así como ejemplares fotográficos en vidrio, papel y plásticos; algunos códices coloniales en tela, papel y piel y obra pictórica en lienzo y lámina.

La diversidad de temas a atender nos muestra la necesidad de capacitación, lo que fomenta la formación de profesionales especializados que adquirieran experiencia mediante el ejercicio de las tareas archivísticas y bibliográficas, generando una vocación de vida para futuras generaciones.

Así, se ha capacitado a profesionales en México y en el extranjero con resultados de alta calidad en la preservación del patrimonio nacional.

Por otro lado, la labor editorial responde a la necesidad de mostrar y difundir la memoria custodiada en los archivos mediante herramientas de consulta, por lo que pronto tuvimos una página web y publicaciones con los inventarios de archivos y catálogos de las bibliotecas antiguas. Como resultado de la experiencia adquirida, se sumaron manuales al fondo editorial —de gran apoyo para quienes se dedican a estas tareas— y estudios históricos sustentados en el conocimiento del patrimonio documental que resguardan los archivos, dirigidos, sobre todo, a jóvenes profesionistas interesados en la conservación de la memoria del país. De esta manera, Adabi fomenta la prevención del daño en los acervos y difunde sus contenidos, teniendo como principal actor al investigador, quien traduce las fuentes primarias y contribuye para que la sociedad pueda conocer su historia regional.

Jorge Garibay y Stella González Cicero.

Nuestro décimo aniversario impulsó la difusión, sobre todo electrónica, de las actividades que desempeñábamos en el día a día, con la intención de ir más allá de nuestro ámbito, logrando una intercomunicación con archivos y bibliotecas del país y fuera de él.

Gracias a los medios digitales, como la página web y las redes sociales, interactuamos con mayor rapidez con investigadores, estudiosos, archivistas y bibliotecarios que, además, enriquecen el ámbito cultural al difundir los resultados de nuestras actividades y la labor de otros archivos de México y del extranjero.

Adabi es un sueño hecho realidad que ha dirigido sus esfuerzos hacia el trabajo intelectual y técnico que desempeñamos en cada uno de los proyectos emprendidos, pero, sobre todo, está enfocado en el corazón de cada uno de los que trabajamos con un mismo objetivo. Sin embargo, nuestra entrega, comprometida y generosa, resulta difícil de calibrar. Cada integrante de la asociación aporta de manera distinta al dar resultados positivos y satisfactorios pues trabajamos en equipo por conservar el patrimonio de México.

Adabi no solo ha crecido como institución, también ha profundizado y fortalecido sus raíces en cuanto al conocimiento, organización interna, espíritu de servicio y pasión en su entrega con cada compromiso adquirido. Su misión de servicio y colaboración se ha diversificado; sin embargo, su esencia sigue siendo la misma, así como su visión para que México tenga la memoria histórica que le corresponde y que enorgullezca a quienes conformamos esta nación.

Nuestra asociación ha recibido reconocimientos nacionales e internacionales. Y hoy por hoy es menester reconocer que ello no se habría logrado sin todos los personajes que hacen posible que Adabi exista y permanezca.

Veinte años de caminar juntos nos dan confianza al contar con don Alfredo Harp Helú y doña María Isabel Grañén Porrúa, directivos de esta noble asociación y personal que día con día colabora con nosotros, además de los héroes que trabajan incansablemente desde otras trincheras y que nos abren las puertas de sus instituciones y de su corazón: ¡enhorabuena por su amor a México!


Tiempo dedicado al cuidado de la memoria

Si el tiempo encuentra su sentido en la eternidad,
entonces habrá que comprenderlo a partir de esta.
Martin Heidegger

Lo más importante del tiempo es lo que has hecho con él. Destinarlo a preservar y difundir la memoria de un municipio o un país es una labor digna de reconocimiento. Esa tendría que ser, por principio, una de las prioridades del Estado, pues sin memoria no hay destino. En México, por desgracia, no existe una cultura de conservación documental que lleve consigo la asignación de presupuesto suficiente para acciones de organización y mantenimiento de los archivos y bibliotecas. Esta fue la razón por la que hace veinte años se creó la asociación civil Adabi. El terrible abandono de invaluable documentación a lo largo y ancho del país generó en cuatro personas la conciencia y el compromiso por rescatarla, dos de ellas —la doctora Stella María González y el maestro Jorge Garibay†— con una trayectoria en instituciones públicas dedicadas a la preservación y difusión del patrimonio; ellos lograron motivar, gracias a su experiencia y un profundo conocimiento de la situación archivística del país, la participación del contador Alfredo Harp y la doctora María Isabel Grañén para coadyuvar en el cuidado de nuestra memoria histórica. Así surge Adabi, de este mutuo compromiso, de esta conciencia que ha dejado huella en múltiples instituciones, no solo en autoridades, sino en la valoración de los técnicos sobre su propio trabajo. Cuando surgió la asociación no existía la tan necesaria Ley General de Archivos —finalmente fue expedida en 2018— en la que se señalan los sujetos obligados a preservar nuestra memoria. Anteriormente, había que realizar una ardua labor de convencimiento para el rescate de los archivos.

En estos veinte años, Adabi se ha enfrentado a múltiples situaciones, ha entablado una comunicación enriquecedora y animosa con las autoridades y personas directamente involucradas en el cuidado del patrimonio, con quienes, a pesar del poco o nulo presupuesto, pero con entusiasmo, se ha logrado rescatar de ese abandono a la documentación: limpiarla, organizarla, guardarla apropiadamente y dejar un inventario que permita su consulta. En otras ocasiones, la asociación se ha topado con circunstancias menos afortunadas, donde los documentos se encuentran apilados en el suelo sin la menor protección o entre orines de ratas, heces de murciélagos, plagados de cucarachas, cerca de establos, debajo de tuberías a punto de romperse o, el caso extremo, en un cementerio: los documentos más valiosos de nuestra historia, las fuentes primarias, guardados en los lugares y condiciones más insólitos. A veces, incluso las personas responsables no llegan a dimensionar la importancia de la documentación que custodian. De todo hay, extremos positivos, negativos y muchos
puntos intermedios. Lo cierto es que diversas instituciones reconocen que hay un antes y un después de Adabi en materia de organización y conservación documental de los archivos.

Como parte de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca he sido testigo del largo caminar de sus filiales, entre ellas el de Adabi. La Fundación ha sido mi hogar y sus integrantes mis hermanos. Por ello, la invitación que me hicieron hace ya dos años para incorporarme al equipo de esta asociación fue una grata sorpresa. Adabi es una institución a la que le tengo, además de mi profundo respeto, un gran cariño. No solo porque siempre he sentido afinidad con sus objetivos y metas —reflejados en lo dicho líneas arriba—, sino porque en ella he encontrado a personas sumamente valiosas. En diversas ocasiones he festejado sus triunfos y he compartido la alegría que han provocado sus reconocimientos nacionales e internacionales, alguna exposición montada, un tesoro encontrado o la entrega de ejemplares de libros antiguos recién restaurados. El impacto de los frutos obtenidos en el país es verdaderamente sorprendente. Los mapas que presentaron en los festejos anteriores a estos veinte años dan cuenta de ello: una imagen sintetiza el esfuerzo de decenas de años de trabajo.

Como en las obras de Borges, la historia de la asociación conlleva múltiples relatos que se contienen unos a otros y donde todos los tiempos se conjuntan en uno solo. En el presente, Adabi rescata del pasado para mirar el porvenir, pero como diría Heidegger: “El tiempo solo existe como consecuencia de los acontecimientos que tienen lugar en el mismo. No hay un tiempo absoluto, ni una simultaneidad absoluta. El tiempo es aquello en lo que se producen los acontecimientos”. Esta última idea, que el autor retoma de Aristóteles, es justamente el motivo de la labor de Adabi: la recuperación de los acontecimientos que ocurrieron en determinado momento y que quedaron registrados en documentos y obras artísticas que milagrosamente permanecen hasta nuestros días. El ser en el tiempo, el ser ahí, el ser con otros. De ahí su incalculable valor.

Las acciones básicas pero constantes que ha realizado la asociación han marcado una diferencia significativa en el devenir archivístico de México. No cabe duda de que el rescate de archivos implica, por un lado, un fuerte compromiso y una clara conciencia histórica que permiten, en muchas ocasiones, hacer verdaderos sacrificios para salvaguardar el patrimonio. Por otro lado, demanda un interés genuino por preservar y dar a conocer esa documentación, por facilitar la investigación en términos de generar instrumentos de consulta que la hagan más inmediata, menos conflictiva.

Este incansable trabajo florece en productos concretos: archivos clasificados, documentos rescatados del olvido, libros ordenados o publicados, inventarios que dan cuenta del conjunto de hechos que resguarda un archivo: historias develadas que activan el interés por desentrañar los misterios que las acompañan. Es un verdadero honor formar parte de este equipo con una labor tan encomiable.


Archivos civiles y eclesiásticos: 20 años de atención

La Coordinación de Archivos Civiles y Eclesiásticos de Adabi tiene como objetivo apoyar el rescate de fondos documentales históricos. Como estrategia de acción, prioriza los archivos municipales y parroquiales, considerando estos dos tipos como importantes custodios de la historia regional; sin embargo, también colabora con instituciones públicas y con archivos privados.

La historia de nuestro país es difícil de entender sin considerar el patrimonio documental de la Iglesia. Cada uno de los 32 estados de la República mexicana, en sus municipios y diversos asentamientos poblacionales, encuentra muchas veces sus orígenes en una demarcación eclesiástica.

Las diócesis, las parroquias, los institutos de vida consagrada y las fundaciones eclesiales —escuelas, seminarios, bibliotecas, hospitales— cohesionaron durante varios siglos a los grupos sociales. Los documentos resguardados en sus archivos nos hablan de ese pasado, de las instituciones y de las personas que actuaron dando vida a sus convicciones de fe.

Si bien los documentos de la Iglesia desde siempre han sido apreciados por investigadores y estudiosos, los archivos que custodian estos tesoros carecían, hasta bien entrado el siglo xx, de una verdadera profesionalización y sistematización, evidenciada por la falta de una cultura archivística.

En 2003, Adabi optó por una decidida línea de acción: destinar recursos, formar personal especializado, crear alianzas y ejecutar proyectos viables para hacer eco de los esfuerzos que la misma Iglesia y otras instituciones habían desarrollado en favor de los archivos eclesiásticos.

Los logros a veinte años son alentadores. La labor de Adabi ha permitido mejorar las condiciones y promover la consulta de 450 archivos eclesiásticos mexicanos. Hoy día, la visibilidad de los fondos documentales de la Iglesia adquiere una incuestionable relevancia donde el panorama pasa de ser desolador a esperanzador. Las mismas evidencias de encontrar archivos organizados y descritos, dispuestos para su consulta, donde antes solo existían bodegas de papeles viejos, nos abren puertas para seguir sumando esfuerzos en nuestra fascinante tarea de rescatar y mejorar las condiciones del patrimonio eclesiástico de México.

En materia de archivos civiles históricos, que se encuentran depositados en las instituciones públicas y en el sector privado, nos enfrentamos a un rezago con las fuentes que constituyen el patrimonio documental de nuestra nación. Ante esta situación, Adabi ha atendido las necesidades más urgentes de estos fondos y delega el seguimiento de las acciones archivísticas a los custodios de los mismos. De esta forma, el trabajo inicial de la asociación es la base de las tareas consecutivas que generan un compromiso institucional a mediano y largo plazo.

En dos décadas de trabajo se han intervenido 218 archivos civiles, de estos, 176 son públicos y 42 privados. Hemos tenido oportunidad de apoyar, en el sector público, archivos de diversa procedencia: notariales, judiciales, educativos, estatales, de partituras musicales, además de los municipales, que son los más numerosos y vulnerables a su desaparición. En el sector privado se han apoyado colecciones, fondos personales y empresariales que tienen bajo su resguardo museos, patronatos y asociaciones civiles.

Nuestra presencia se ha extendido a 27 estados, resaltando los esfuerzos ejecutados en Puebla, Oaxaca y Ciudad de México, mientras que, en el norte, por la situación de violencia que se ha presentado desde hace algunos años, hemos hecho una pausa; sin embargo, no dejamos de atender las solicitudes de esa zona del país.

En estas dos décadas de constantes emprendimientos hemos contado con la colaboración de autoridades públicas de los tres niveles de gobierno, así como con universidades que se han interesado en que los historiadores en formación vivan la experiencia de la intervención de archivos y, en otras ocasiones, dando lugar a proyectos con la asesoría de Adabi. Respecto al ámbito privado, hemos colaborado principalmente con asociaciones civiles que custodian archivos de diferente procedencia que recurren a nosotros en busca de una atención profesional.

Los esfuerzos emprendidos son significativos no solo para quienes nos dedicamos a esta tarea, sino también para la sociedad en general y para nuestra historia regional. Aunque tal esfuerzo es un granito de arena para la historia de México, somos conscientes de lo amplio y diverso que resulta nuestro patrimonio documental, por ello buscamos legar para la sociedad de hoy y del futuro Archivos en el más extenso sentido de la palabra.


Adabi y los archivos eclesiásticos

Rescate del Archivo Parroquial de Santa Ana Atenantitech, Ciudad de México.

Mi iniciación en los archivos eclesiásticos fue hace más de cuarenta años, siendo subordinado de Stella María González Cicero y Jorge Garibay en el Archivo General de la Nación. Si bien al poco tiempo me retiré de la institución para dedicarme a organizar archivos de comunidades religiosas y de causas de canonización, con el paso del tiempo la amistad con ellos se consolidó, haciéndome partícipe de sus proyectos y trabajos.

Es por ello que conozco a Adabi desde su fundación, hace veinte años. Y tomando en consideración el reducido presupuesto con el que trabaja y el escaso personal contratado, los logros de la asociación son realmente sorprendentes, no solo en el rescate y organización de archivos y bibliotecas, también en las tareas de restauración de libros y documentos, las actividades formativas, de promoción cultural y el amplio programa editorial. Sin duda, buena parte de su éxito se debe a la preparación profesional y técnica de quienes colaboran ahí y al entusiasmo y dedicación de cada uno.

La labor de Adabi ha fomentado la toma de conciencia sobre la importancia de los archivos y el hecho de que un gran número de los inventarios sean publicados permite valorarlos en el contexto global del patrimonio documental del país. Los de la Iglesia católica, desde el punto de vista de la misma institución, son importantes por la utilidad pastoral que tienen y porque se Adabi y los archivos eclesiásticos George H. Foulkes trata de su memoria histórica. Son también fuentes invaluables para adentrarse en la historia social y política del país y comprender diversos aspectos de la vida mexicana. Cabe señalar que, al haber sido las parroquias y los párrocos el centro de la vida social de las poblaciones durante la época virreinal y el siglo XIX, en los archivos parroquiales pueden encontrarse datos imprescindibles y únicos de carácter local o regional.

En lo que se refiere a los archivos eclesiásticos, para su clasificación y organización Adabi aplicó los criterios y esquemas que Stella María González y Jorge Garibay habían fijado en la década de los ochenta en el Archivo General de la Nación. El gran acierto fue que quienes iniciaron y desarrollaron el proyecto estaban familiarizados no solo con la técnica archivística, sino con la doctrina, legislación y estructuras de la Iglesia católica. Ya en Adabi, esto generó confianza en la jerarquía eclesiástica e interés por los servicios ofrecidos por la asociación.

Hay que destacar que entre lo realizado por Adabi se encuentra el rescate, clasificación e inventariado de cientos de archivos parroquiales, algunos diocesanos y unos cuantos de comunidades religiosas. Los inventarios publicados por Adabi son, en apariencia sencillos, pero no por ello dejan de tener gran utilidad, pues además de ser instrumentos de consulta que proporcionan a los investigadores el conocimiento básico de los contenidos, sirven para el control de los acervos, algo que frecuentemente descuidan los responsables de los archivos.

Ramón Aguilera y Jorge Garibay, en su muy útil Teoría y técnica para organizar los archivos de la Iglesia (2010), escriben, al final de la introducción, que en el capítulo 4 se abocarán a “La aplicación de la teoría archivística en los diversos tipos de archivos: diocesanos, capitulares, parroquiales y de comunidades religiosas”. Sin embargo, la única mención a los archivos de comunidades religiosas es en la página 89, donde escriben:

El caso de los documentos de los archivos de órdenes y congregaciones religiosas y los capitulares o del cabildo eclesiástico, se trabajan de la misma manera que el diocesano. Las secciones de las órdenes y congregaciones religiosas son: gobierno y pecuniario…

Y habría mucho más que decir, con las bases ya sentadas, y quizás lo podamos hacer más adelante en otra sede.

El que Adabi trabaje poco con archivos de comunidades religiosas se explica por la pobreza de los acervos históricos, las confiscaciones por parte del Gobierno en distintas épocas y la destrucción durante las guerras civiles y persecuciones religiosas en los siglos XIX y XX. En el mejor de los casos, algunos restos pasaron a formar parte de los acervos de instituciones civiles, como sucedió con los archivos de la Orden de Frailes Menores. Por otro lado, en los archivos recientes, son comunes dos realidades: que las comunidades religiosas sean renuentes a que personas ajenas vean sus archivos mientras que otras no muestran aprecio alguno por los documentos que han dejado de tener vigencia administrativa.


El reconocimiento de un paradigma

Entrega del Premio Jikji de la UNESCO en Cheongju Corea, 2013.

Siete años habían transcurrido desde la creación de Adabi, en 2010, cuando le fue otorgado, por la Secretaría de Gobernación, el Premio a la Trayectoria en la Investigación Histórica para el rescate de Fuentes y Documentos Manuel González Ramírez. Propuesto por el Archivo General de la Nación para recibir este reconocimiento, Adabi no pretendía buscar la gloria y la fama por su trabajo, algo que la doctora María Isabel Grañén, presidenta de la asociación, catalogaría como una labor “callada y silenciosa” en el discurso de entrega del reconocimiento Clavis Palafoxianum en 2013. Esa llave simbólica de la Biblioteca Palafoxiana con la que se le reconoce como impulsora del rescate del patrimonio documental de México le indicaba a la comunidad, preocupada por la conservación de la memoria, que Adabi tenía ya un conocimiento profundo para acometer dicha labor, que también fue reconocida con el XV Premio Banamex Atanasio G. Saravia de Historia Regional Mexicana (2012-2013). Este galardón bianual refrendó la posición única de Adabi en su objetivo de coadyuvar al rescate y organización de archivos históricos y bibliotecas con libros antiguos.

En 2013, Adabi recibió su primer reconocimiento internacional, el Premio UNESCO/Jikji Memoria del Mundo, otorgado por el gobierno de Cheonju, Corea, mediante la Oficina de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, lo que significó un hito no solo para la asociación, sino también para el premio mismo, pues era la primera vez que se daba a una instancia privada, además, también era la primera ocasión en que se le concedía a una organización del continente americano y que lo recibía una mujer.

Para respaldar todo este trabajo fueron enviadas a las oficinas de la unesco en París, por parte del Comité Memoria del Mundo México, las numerosas evidencias que acreditaban la labor de Adabi a lo largo de diez años en pro de la memoria de los mexicanos. Uno de los puntos clave para que este reconocimiento le haya sido otorgado fue la naturaleza de asociación civil, ya que el jurado consideró como insólita la proposición frente a los anteriores reconocimientos que se habían dado a proyectos de archivos nacionales de Europa y Asia. Como deferencia a Adabi, la asociación fue invitada dos veces más para participar en las mesas redondas paralelas al evento.

Premio a la Trayectoria en la Investigación Histórica para
el Rescate de Fuentes y Documentos Manuel González

El premio UNESCO/Jikji trajo consigo el Certificado de Excelencia por The Best in Heritage Conference, otorgado por el Consejo Internacional de Museos y la organización Europa Nostra; en ese momento, esta conferencia era la única encuesta de las prácticas premiadas mundialmente sobre museos y conservación. El jurado determinó que Adabi era un modelo internacional a seguir, de entre los cientos de nominados, por su papel al animar a las comunidades a involucrarse en la conservación y preservación de su memoria.

El último reconocimiento que le ha sido otorgado a Adabi ha sido la Presea “San Rafael Guízar y Valencia” por parte de la Conferencia del Episcopado Mexicano, organismo colegial de los obispos mexicanos, quienes por este medio dieron constancia del impacto de la asociación en torno al rescate y organización de los archivos eclesiásticos que van desde los parroquiales hasta los de congregaciones religiosas y arzobispados.

Si bien la labor de Adabi no está encaminada a obtener reconocimientos, sí ha considerado que son relevantes para, precisamente, “persuadir” a instituciones y personas acerca de la importancia de la memoria que resguardan, de lo vital de su organización y difusión y del impacto social que generan las buenas prácticas archivísticas dentro de la comunidad.

Adabi es una asociación como pocas en el mundo, y tenemos la certeza de que el ejemplo dado con la labor diaria puede considerarse un paradigma dentro del rescate de la memoria, no solo de México, sino de todos aquellos interesados en su patrimonio documental en donde quiera que se hallen.


Adabi Oaxaca

En Oaxaca se han organizado archivos desde 2005. Esas primeras intervenciones se hicieron de la mano del maestro Jorge Garibay, aunque de forma intermitente hubo otros equipos y proyectos apoyados desde Adabi que atendieron solicitudes de las parroquias y municipios hasta 2014.

En 2017, meses antes de que el proyecto de organización del Archivo General del Poder Ejecutivo del Estado de Oaxaca terminara, Adabi y la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca continuaban recibiendo solicitudes para la organización de archivos municipales y parroquiales; resultaba difícil atender las peticiones desde la capital del país; esta necesidad de atención a los archivos motivó a la doctora Stella González a integrar un equipo que se encargara, desde Oaxaca, de dichas solicitudes. La propuesta fue presentada para aprobación de la presidenta de la misma asociación y de la FAHHO, la Dra. Isabel Grañén, quien aceptó la conformación de este equipo.

El planteamiento se basó en la formación de una coordinación que funcionara administrativamente desde la FAHHO, lo que reduciría los costos, sobre todo de traslado, y permitiría emplear a profesionales con conocimientos y experiencia en la práctica archivística, formados durante seis años en el AGEO, proyecto de organización archivística sin precedentes en el estado y la asociación. Tener referencias de las diversas regiones del estado y conocer las formas para dirigir la atención hacia la pluralidad de gobiernos municipales y parroquias, o los usos y costumbres de cada comunidad hizo que este grupo fuera el apropiado representante de ambas asociaciones al interior del estado en materia de archivos. Bajo la dirección de la Dra. González este equipo quedó integrado a partir de julio de 2017.

Adabi Oaxaca tiene su sede en las instalaciones de la FAHHO. Durante sus primeros tres años atendió archivos parroquiales y municipales, especialmente los vinculados al ferrocarril, que se encuentran en las instalaciones del actual Museo Infantil de Oaxaca. Durante el periodo de resguardo sanitario catalogamos un fondo documental de la propia Fundación, brindamos asesoría y participamos en la estabilización de documentos y libros. Actualmente colaboramos en diferentes proyectos con el AGEO y tenemos programadas para el siguiente año varias solicitudes de organización de múltiples archivos al interior del estado.


Adabi en Puebla, un proyecto en marcha

Rescate de archivos municipales y parroquiales en Puebla.

La presencia de la Asociación en Puebla tiene sus antecedentes en el Fideicomiso para la Memoria de México del Archivo General de la Nación, que destinó recursos para atender las necesidades de organización de los archivos municipales. En 2003, una vez constituida, Adabi continuó con el trabajo emprendido al que se sumaron las primeras incursiones en los archivos eclesiásticos. Con el paso de los años, dicho proyecto se consolidó, y la permanencia que lo ha caracterizado ha dado resultados positivos a Adabi y al Estado, pero, sobre todo, a la sociedad.

Con la ejecución del mismo, hasta el momento se han intervenido en el estado de Puebla 190 archivos, 99 de tipo eclesiástico —principalmente parroquiales— y 91 civiles, entre los que destacan los municipales. Esto significa que se han rescatado fondos de distintas procedencias institucionales, lo que da noción del vasto patrimonio documental del estado. Como muestra de lo anterior, en una misma localidad se ha apoyado al archivo de la parroquia, el del municipio y de las juntas auxiliares, así como el del juzgado local, por citar algunos ejemplos.

Es evidente que nuestras acciones se han enfocado en atender las necesidades de las poblaciones del interior del estado, ya sean rurales o semiurbanas, que cuentan con un rico pasado depositado en sus archivos. Y es que Adabi en Puebla tiene la mirada puesta en las regiones y localidades que en repetidas ocasiones han quedado en el olvido por las autoridades, los recursos y la historia. En este sentido, nuestra actividad favorece, principalmente, el conocimiento del pasado, que hoy día es base para construir, formar y fortalecer la identidad.

Las acciones que realizamos en los fondos permiten saber qué documentos se poseen y la información que contienen, y a partir de ello motivar a la reflexión sobre la importancia de los archivos y de quienes están relacionados con ellos, como autoridades locales, voluntarios, secretarias, cronistas, es decir, la comunidad, reconociendo que esto último no ha sido tarea fácil y que continúa construyéndose.

La experiencia y práctica, resultado de la ejecución de este proyecto, evidencia que la labor de y por los archivos requiere de una colaboración. Por lo que a nosotros respecta, creemos en el compartir el conocimiento y la experiencia con aquellos que nos han apoyado, porque es de nuestro interés trascender y dejar una huella en quienes han tenido en sus manos documentos que han resistido al paso de los años. En este andar por el estado también hemos contado con aliados, quienes saben que eso que está en la bodega requiere atención.

La conjunción archivos-investigadores no se puede desligar de este proyecto, pues quienes forman parte de la academia se benefician al contar con archivos organizados que permitan la realización de estudios, tesis o artículos de temas civiles y eclesiásticos. Es sabido que los historiadores poblanos consultan los inventarios publicados por Adabi con fines de investigación, también que los estudiosos extranjeros se han acercado a nosotros solicitando orientación para la localización de información, aventurándose en el viaje hacia la población donde se encuentra el archivo de interés. Respecto al personal que ha formado parte de este proyecto, es notable el compromiso que ha asumido ante la gran encomienda de rescatar y organizar archivos de municipios o parroquias lejanas en condiciones de abandono: entraron para actuar de manera emergente con los conocimientos y actividades pertinentes, y concluyeron con la entrega de cada archivo en el tiempo estimado. Al inicio, el maestro Jorge Garibay lideró y capacitó al equipo que formó parte de este proyecto, mismo que, con la experiencia adquirida, intervino también fondos históricos de estados vecinos como Tlaxcala, Veracruz, Jalisco e incluso Sinaloa.

El camino recorrido por los archivos poblanos suma varios kilómetros, sin embargo, nuevos desafíos nos mantienen con paso firme. Al cumplirse 20 años de trabajo, el nombre de Adabi en Puebla es sinónimo de permanencia, constancia y resultados que se materializan en los archivos intervenidos que representan una parte del patrimonio documental del estado.


La memoria histórica poblana: Cuatro lustros de pasión

En memoria del maestro Jorge Garibay

Veinte años se dicen fácil, pero cuando se trata de un periodo en el que se suman acciones, proyectos de gran envergadura, resultados tangibles y personajes que coinciden en trabajo, entrega y pasión, el número se vuelve exponencial, no solo cuantitativa, sino cualitativamente.

Adabi celebra cuatro lustros de haberse conformado como una organización civil que se plantea la utopía del rescate de la memoria histórica del país. Sus cuatro pilares —don Alfredo Harp Helú, las doctoras María Isabel Grañén Porrúa y Stella González Cicero, y el siempre recordado maestro Jorge Garibay Álvarez†— ya habían coincidido años antes en su comprometida labor en el rescate de la memoria de México. La memoria histórica de Puebla, particularmente, es fiel testigo de ello, y el punto coincidente derivó del sismo que cimbró la ciudad en 1999, afectando gravemente la Biblioteca Palafoxiana. Don Alfredo y la Dra. Grañén cobijaron con su altruismo, generosidad y visión a esta biblioteca fundada por Juan de Palafox en 1646, con sus más de 45000 libros y manuscritos de los siglos XV al XIX, nominada Memoria del Mundo por la UNESCO en 2005. Allí inició la estrecha relación entre lo que más adelante sería Adabi y el vasto patrimonio cultural a resguardo del Gobierno del estado de Puebla.

A partir de la suma de voluntades y la pasión de Adabi por rescatar, catalogar, restaurar y preservar la riqueza documental de México, durante dos sexenios ininterrumpidos, la Fototeca Juan C. Méndez, la Fonoteca Vicente T. Mendoza, la Cinemateca Luis Buñuel, la Hemeroteca Juan N. Troncoso, la Biblioteca Palafoxiana y su taller de restauración, la Biblioteca Tola de Habich y los museos José Luis Bello y González y Casa del Alfeñique —colecciones únicas que resguardan de manera tangible el imaginario colectivo-cultural poblano—, fueron ordenadas bajo los más altos estándares con el objetivo de gestionarlos.

La pasión y esfuerzo de la doctora Stella González y del maestro Garibay trascienden la mera conservación de estas colecciones en consonancia con la afirmación de la unesco: los documentos cobran significado cuando crean lazos emocionales ligando a las personas con objetos, identidades y territorios. La labor de ambos en la formación de especialistas en el control y salvaguarda del patrimonio documental de Puebla es un ejemplo tácito e invaluable de ello. Sacudir lomos, mover y restaurar libros; estabilizar positivos, negativos e inventariar fotomontajes; encuadernar y microfilmar material hemerográfico; digitalizar medios sonoros; restaurar cielos rasos y códices y estar en contacto con alrededor de 200 000 piezas patrimoniales, permite valorar que el bien que se resguarda beneficiará a futuras generaciones, y que su utilidad trascenderá la mera investigación académica para convertirse en elemento de cohesión social. Esta concientización a largo plazo otorga al patrimonio documental su justo valor como memoria histórica y muestra su importancia para las sociedades actuales. Recuperar la memoria documental es una necesidad y un deber que reivindica su vigencia e importancia.

En Adabi confluyen afinidades y una persistente voluntad de esa recuperación. Sumar y enunciar el trabajo realizado es darle voz a los ausentes y a una memoria que busca estar viva y activa. La utopía del rescate del patrimonio documental y bibliográfico de México tiene en esta asociación un antes y un después. En Puebla, ese después se tornó en un círculo virtuoso con responsabilidad compartida, materializando la “pastoral cultural” que revirtió la siempre presente vulnerabilidad del patrimonio cultural.


Trascendencia de la catalogación del Archivo Histórico Judicial de Puebla

Documento del Archivo Histórico Judicial de Puebla.

El Archivo Histórico Judicial de Puebla es un corpus documental constituido por expedientes generados por las instancias que han administrado justicia a lo largo de la historia del estado, estructuradas de acuerdo con las necesidades del régimen establecido, adecuadas a ciertas realidades locales y con base en el derecho castellano e indiano, fundamentándose, posteriormente, en la Constitución Mexicana. El AHJP es uno de los repositorios más importantes para la historia de la región poblana, ya que contiene documentos que conforman la memoria del estado y fomentan el autoconocimiento y sentido de identidad; su acervo conserva documentos desde los momentos primigenios de la vida novohispana hasta los primeros años del México posrevolucionario.

Los documentos son fuente de conocimiento, aprendizaje de otras vidas y esquemas de antiguos comportamientos que revelan la manera en que se engarzaban las clases sociales. El Archivo Histórico permite conocer a la sociedad que lo creó, vislumbrar la vida cotidiana, sus costumbres y la manera en que se configuraron los pensamientos sociales; en él también encontramos a delincuentes y víctimas que convivieron con personas que los apoyaron o denunciaron, y que actuaron como testigos para que los amanuenses y escribanos perfilaran los comportamientos delictivos que servían a los jueces como fundamento para dictar sentencias.

Los expedientes se conforman por lienzos de hojas de algodón o de “trapo”, como se les designaba anteriormente, se caracterizan por sus letras procesales, encadenadas o manuscritas (ininteligibles para muchas personas), elaboradas con tinta ferrogálica, lo que les da un aspecto añejo y de gran belleza. Algunos de los legajos contienen ilustraciones que fueron realizadas a partir de delineado y achurado con lápiz o tinta, otros con imágenes en acuarela. Por medio de los dibujos de herramientas
y armas se da testimonio del avance tecnológico de los instrumentos ocupados para delinquir; desde este arte puede develarse que varios de los amanuenses podrían haber sido grandes maestros pintores, pero que prefirieron el camino de la justicia.

A partir del estudio de los archivos se revela el control impuesto por la religión y el Gobierno a las mujeres y hombres por medio de una sociedad vigilada con normas y leyes estrictas que castigaba cruelmente en busca del escarmiento público.

A principios del siglo XXI el AHJP fue uno de los muchos recintos que contó con el apoyo de Adabi, lo que permitió avanzar en el inventario, clasificación y catalogación de los documentos del siglo xvi y parte del XIX.

Este soporte que se recibió en el Centro INAH Puebla permitió conformar un equipo de trabajo que obtuvo los siguientes resultados: Catálogo de los expedientes del AHJP, siglo XVI; Inventario. Primeras décadas del siglo XIX, delincuentes en la intendencia de Puebla, 1801-1822 del AHJP; Catálogo de los documentos del ahjp 1823-1847 y Expedientes contenciosos 1848-1872 del AHJP.

Los trabajos de inventario, clasificación y catalogación que se realizan en la Sección de Historia posibilitan la actualización de la catalogación y mantienen la vanguardia de la archivística documental, aplicando la Norma ISAD G.

En el Centro INAH Puebla se atiende a las y los investigadores, estudiantes y población en general que busquen consultar el AHJP, el cual se esgrime como una fuente con datos duros sobre comportamientos sociales y una gran cantidad de información respecto a las personas, organizaciones, desarrollo social y económico, fenómenos naturales y hechos invaluables que plasman todas las facetas de la historia de la entidad.

También se han implementado visitas guiadas para grupos con la finalidad de difundir la vasta información del AHJP, y en la búsqueda de la concientización sobre su importancia, así como para una valoración más profunda por medio del entendimiento e interés en el patrimonio documental; pilares que permitirán su conservación y protección para las generaciones futuras.


El patrimonio documental yucateco

Diario El Demócrata de Yucatán.

Gracias a estudiosos preocupados por la preservación de la memoria regional —como Crescencio Carrillo y Ancona y Alfredo Barrera Vásquez—, y a bibliotecarios y archivistas comprometidos con los repositorios a su cargo —como Mireya Priego López y Hernán Rosas Novelo—, Yucatán posee un acervo bibliográfico, hemerográfico, documental y audiovisual que se cuenta entre los más ricos de nuestro país.

No obstante, la atención que este valioso patrimonio ha recibido desde las instituciones responsables ha sido fluctuante y no pocas veces insuficiente, lo cual ha causado deterioros y pérdidas irreparables. Como es sabido, en la distribución de los recursos institucionales, las bibliotecas y los archivos no suelen figurar entre las prioridades.

Por ello, el respaldo que Adabi ha dado a proyectos de rescate, organización, catalogación, conservación, restauración y difusión de colecciones resguardadas en bibliotecas y archivos yucatecos ha sido crucial para el desarrollo de estos repositorios. No es exagerado decir que Yucatán le debe a Adabi la preservación de una porción significativa de su patrimonio documental. Baste decir que, después de la Ciudad de México, Oaxaca y Puebla, Yucatán es el estado que ha recibido más apoyo del organismo: 34 proyectos de una docena de instituciones.

Entre estos proyectos sobresale la reubicación, estabilización, inventario, conservación y automatización del Archivo Histórico de la Arquidiócesis de Yucatán, trabajo que fue acompañado de un diplomado en conservación de papel y de la creación de un taller de conservación, restauración y encuadernación en el propio repositorio, instalado desde 2014 en el exconvento de Conkal. De tal suerte, la colaboración de Adabi con la Arquidiócesis de Yucatán ha puesto al alcance de los investigadores el inapreciable legado documental de la Iglesia yucateca.

Fondo antiguo del Exconvento de Conkal, Yucatán.

Mi propio trabajo a favor del patrimonio bibliográfico, hemerográfico, fotográfico y fonográfico del estado —desplegado en el Instituto de Cultura de Yucatán, la Secretaría de la Cultura y las Artes y la Escuela Superior de Artes de Yucatán— debe mucho a esta asociación. Entre otros proyectos, asesoró y financió el rescate y conservación del archivo fotográfico del Diario del Sureste que condujo a la conformación del fondo audiovisual de la Biblioteca Yucatanense (hoy Centro de Apoyo a la Investigación Histórica y Literaria de Yucatán), el más importante de su tipo en la región, y la organización y conservación del acervo de la Fonoteca Ada Navarrete, único repositorio de su tipo en la península.

Así pues, los frutos de la colaboración entre Adabi e instancias yucatecas pueden observarse tanto en las colecciones, objeto de los proyectos, como en servicios bibliotecarios, publicaciones y una diversidad de actividades de divulgación. Personalmente, me complace hallar en la Biblioteca Virtual de Yucatán miles de imágenes del archivo fotográfico del Diario del Sureste y saber que más de un millón de fotografías y varios miles de fonogramas están hoy a salvo y a disposición de los estudiosos.

En la concepción maya del tiempo, el pasado se encuentra frente a nosotros y el futuro detrás, pues el primero nos es conocido y el segundo no. La labor de Adabi en Yucatán ha contribuido a poner delante de nosotros ese pasado sin cuyo conocimiento difícilmente podremos construir un mejor futuro para la región.


Adabi y la Universidad Pontificia de México

La Universidad Pontificia de México, que abrió sus puertas en 1982 y es considerada la continuadora de la Real y Pontificia Universidad de México, heredó en 1972 la biblioteca del extinto Seminario Nacional de Montezuma (Nuevo México) creada por los obispos mexicanos con la ayuda del episcopado norteamericano durante el complejo y penoso periodo del conflicto religioso en nuestro país.

Originalmente, el acervo de esta biblioteca se conformó por volúmenes donados por los seminarios de Zacatecas y Morelia, y algunos más que fueron rescatados de otras bibliotecas confiscadas y que pudieron preservarse del saqueo carrancista durante la Revolución. Otra cantidad significativa de libros fue aportada por colegios jesuitas, como el Woodstock College de Nueva York y ciertos seminarios de Estados Unidos y Europa. Durante algunos años, la biblioteca estuvo a cargo de los destacados historiadores jesuitas Daniel Olmedo y Luis Medina Ascencio, quienes la enriquecieron con un criterio abierto y selectivo, privilegiando, por su naturaleza, obras de filosofía, teología, derecho canónico, historia de la Iglesia y ciencias humanas, en general.

El acervo actual de la Biblioteca de la Universidad Pontificia está conformado por casi 200000 volúmenes y se encuentra abierto a la consulta de la comunidad universitaria y de estudiosos, investigadores y público en general. Además, este acervo ha ido creciendo gracias a la generosidad de muchas personas e instituciones. Un aspecto muy importante ha sido atender la preservación del fondo bibliográfico antiguo (materiales sobre todo de los siglos XVIII-XIX) afectado en muchos casos por el polvo y plagas de hongos e insectos, tarea para la cual se ha contado con el apoyo material y técnico de Adabi.

Por otro lado, prácticamente desde que la asociación nació, la Universidad Pontificia de México organiza durante el verano, en colaboración con Adabi, el curso-taller sobre archivos eclesiásticos, dirigido a quienes tienen bajo su responsabilidad la organización, conservación y difusión del patrimonio documental de origen eclesiástico en parroquias, organismos e institutos religiosos y a investigadores interesados en el estudio y la preservación de estos acervos. El curso, ya de tradición y único en su tipo en el país, se realizó durante varios años de manera presencial, pero ante la emergencia sanitaria a causa del COVID-19 se ha diseñado y ofrecido en línea durante el último trienio, abriendo la posibilidad a un mayor número de participantes de todo el país y del extranjero, como de hecho ya se ha verificado.

De este modo, queda evidenciada la estrecha colaboración y apoyo que Adabi ha brindado a la Universidad Pontificia de México y el papel tan importante que ha tenido, durante sus veinte años de existencia, en la preservación del patrimonio documental y bibliográfico de los archivos y bibliotecas de la Iglesia en nuestro país. Por esta razón, en abril de 2022, en el contexto de su CVII Asamblea Plenaria, la Conferencia del Episcopado Mexicano quiso expresar públicamente su gratitud y reconocimiento otorgándole a Adabi la medalla “Rafael Guízar y Valencia”, presea que se ha creado para reconocer a las personas o instituciones que han prestado servicios significativos a la Iglesia y la sociedad en México.


El tesoro documental de Adabi

Los papeles son los que
duermen y despiertan a su aire, los que reclaman atención
o están en la tranquilidad pausada y larga de los años.
Juan Manuel Herrera Huerta

Adabi ha dejado huella en la nación mexicana por ejecutar proyectos estratégicos de rescate documental y bibliográfico. Durante 20 años ha desarrollado un diálogo colaborativo con un gran número de instituciones públicas y privadas.

La memoria documental de esta trayectoria se resguarda en su archivo, ubicado, desde el 2014, en la colonia Del Carmen, Coyoacán, en la Ciudad de México, espacio que alberga a la institución actualmente.

De 2008 a 2014, previo a la llegada del archivo a su actual ubicación, se concentró en la oficina de la Secretaría Técnica de Adabi, en la calle Cerro de San Andrés de la colonia Campestre Churubusco en la Ciudad de México. En ese espacio solo se albergaba la documentación relativa a la gestión de proyectos ordenados geográfica y cronológicamente de acuerdo con las necesidades operativas de esa área.

Actualmente, el archivo institucional se clasifica en ocho secciones documentales que corresponden a Dirección, Coordinación de Archivos Civiles y Eclesiásticos, Centro de Conservación, Restauración y Encuadernación, Coordinación de Bibliotecas y Libro Antiguo, Coordinación de Fuentes Fotográficas, Difusión, Publicaciones y Administración.

En este archivo se resguardan 40 metros lineales de expedientes que se articulan en documentos de concentración instalados en cajas de polipropileno AG-12 que van Los papeles son los que duermen y despiertan a su aire, los que reclaman atención o están en la tranquilidad pausada y larga de los años. Juan Manuel Herrera Huerta de 2003 a 2013, y documentos en fase semiactiva en un archivo intermedio con una cronología de 2014 a 2021 en cajas con folders colgantes.

Cuenta, además, con dos instrumentos de descripción, un inventario general donde se especifica el contenido de cada uno de los expedientes y su ubicación, además de una Guía de Series cuyo propósito consiste en especificar procedencia, objetivo, descripción y vigencia de los documentos que se resguardan en ellas.

Fondos incorporados

El Archivo de Adabi resguarda tres fondos incorporados que son eslabones para entender la fundación de la asociación civil y para complementar la historia de la archivística en el país.

El Fondo Personal Jorge Garibay Álvarez (1935-2020) es testimonio de una vida dedicada a la archivística, decantada, principalmente, por las instituciones eclesiásticas que hoy en día han demostrado ser fuente de riqueza histórica y cultural y que son merecedoras de preservación y difusión.

El maestro Garibay logró visibilizar la riqueza documental de este tipo de fondos y se preocupó por generar relaciones con la jerarquía eclesiástica para restaurar la confianza en la relación Iglesia-Estado; realizó fructíferos rescates documentales; capacitó y sensibilizó a varias generaciones de estudiantes de Historia en el ámbito patrimonial, realizó valiosos manuales con el objetivo de avanzar en la profesionalización de la labor archivística y elaboró distintos instrumentos de difusión, entre ellos la revista Amare.

En su fondo personal converge su actividad profesional y personal resguardado en 15 cajas AG-12, acompañadas de un anexo fotográfico y una colección documental.Actualmente, este fondo está a disposición de la consulta pública en el Archivo de Adabi.

El Fondo Fideicomiso Preservación de la Memoria de México resguarda la producción documental generada en el cumplimiento de las funciones del órgano denominado Fideicomiso Preservación de la Memoria de México. En diciembre de 1999, la doctora Stella María González Cicero fue nombrada directora general del Archivo General de la Nación y con el objetivo de contribuir, continuar y mejorar las funciones institucionales, junto con el contador Alfredo Harp Helú, la doctora María Isabel Porrúa, archivistas, particulares e intelectuales impulsó la creación del Fideicomiso Preservación de la Memoria de México. Esto permitió el desarrollo de estrategias de organización, descripción y difusión documental, por medio de programas específicos con metas establecidas a corto y largo plazo, sujetos a la aprobación de un comité técnico.

El fideicomiso se destinó, esencialmente, a ejecutar proyectos en torno al cumplimiento de las atribuciones que le confiere el Ejecutivo Federal al Archivo General de la Nación como entidad central de consulta de los archivos de la federación, entre ellos la organización y descripción del Archivo Histórico Central; la capacitación y actualización del personal en torno a procesos archivísticos y de estabilización de documentos en diversos soportes como fotografías; además de lo referente a la reparación y modernización de espacios para dignificar el albergue del archivo, como la remodelación de ciertas áreas del Palacio de Lecumberri.

A su vez, ambiciosos proyectos se dejaron en manos del fideicomiso, como el rescate de más de 100 archivos municipales;la digitalización de 5100 tarjetas de migración de la Serie Libaneses para la elaboración del inventario y del disco compacto Migrantes Libaneses en México; el rescate y organización de archivos municipales y parroquiales del estado de Oaxaca; el inventario general de los archivos parroquiales de la IV Vicaría Episcopal del Arzobispado de México; el rescate de archivos parroquiales y municipales Mixes de Oaxaca; una Guía General de Archivos Estatales y, por último, con el objetivo de modificar la heterogeneidad de los procesos de trabajo en los archivos de México sumándole el incremento del nivel de calidad de los mismos—, se impulsó la renovación del Sistema Nacional de Archivos y el fortalecimiento de los Comités Técnicos de Archivos Federales y Estatales.

El Fideicomiso Preservación de la Memoria de México se mantuvo activo del 2000 al 2003, año en el que la doctora González terminó su ciclo como directora del AGN, y sus documentos se mantienen resguardados en 7 cajas AG-12 que ya se encuentran descritas en un inventario general.

La doctora Stella María González ha dedicado su vida al rescate del patrimonio bibliográfico y documental del país, ocupó cargos públicos enfocados a esta labor de 1977 a 2003, año en que continuó este trabajo desde el ámbito privado, en Adabi.

Debido a ello, se creó el Fondo Stella María González Cicero, cuya concentración documental ha comenzado a ser intervenida con fines precautorios en los últimos meses y actualmente se resguardan cuatro metros lineales de documentación con una cronología que va de 1945 a 2022.


Nuestro encuentro con Adabi

Imagen de la Colección Sindicalismo Universitario.

Entre 2008 y 2011 tuvimos la oportunidad de trabajar con Adabi en tres proyectos para el procesamiento archivístico de dos grupos documentales: el Archivo Gildardo y Octavio Magaña Cerda y la colección Sindicalismo Universitario, ambos conservados en el Archivo Histórico de la Universidad Nacional Autónoma de México (AHUNAM) que en aquel tiempo tuve el honor de coordinar.

Acerca de la experiencia en el procesamiento del fondo y la colección, diré primeramente que fue muy grato trabajar con Adabi; la confianza depositada en el equipo del AHUNAM nos dio la posibilidad de desarrollar un tratamiento integral de organización y descripción, tomando como base el principio de Descripción multinivel asentado en la Norma Internacional de Descripción Archivística del Consejo Internacional de Archivos, cuya versión definitiva se dio a conocer en el año 2000.

Estos proyectos dieron como resultado tres publicaciones que establecían los tres niveles de descripción archivística: guía, inventario y catálogo.

La organización y descripción de fondos y colecciones archivísticos es fundamental, sobre todo en un acervo con la relevancia del AHUNAM que comprende grupos documentales no solo universitarios de invaluable importancia para la conservación de su memoria, sino también incorporados y que, sin ser propiamente universitarios, contienen información sustancial sobre hechos de interés histórico para la sociedad, como es el caso del Archivo Gildardo y Octavio Magaña Cerda.

Una de las características de las universidades, y en general de las instituciones de educación superior, es que coadyuvan con la sociedad en la salvaguarda del patrimonio documental, conservando esos testimonios que, las más de las veces, son donados por particulares para ser conservados de manera permanente en sus acervos y que puedan estar abiertos a la consulta pública.

Así, es común ver en los archivos de las universidades no solo los documentos institucionales que permiten la construcción de su identidad, sino también de aquellos que dan noticia del pasado social en sus diversos momentos. En ellos se refleja la universalidad del ser institucional.

Archivo Gildardo y Octavio Magaña Cerda.

En este tenor, los proyectos trabajados con las aportaciones de Adabi han dado resultados sumamente valiosos, y no solamente para la UNAM, sino para la sociedad entera.

Los instrumentos descriptivos publicados —elaborados con base en una sólida organización documental y siguiendo la teoría y principios archivísticos— son garantía para los investigadores y ciudadanos en general; poseen información confiable, eficaz y, sobre todo, integral, no solo proporcionan datos históricos en sí mismos, sino de los contextos de producción y de organización de los documentos y todavía más, de los procesos archivísticos aplicados.

Estoy seguro de que nuestra experiencia no es única: todas las instituciones que han tenido la oportunidad de trabajar con la asociación darán su testimonio y seguramente elogiarán, como yo me permito hacerlo ahora, la labor de quienes, al frente de tan noble institución, la han hecho perdurar durante estos 20 años. Larga vida a Adabi por el bien de nuestro patrimonio documental.


La conciencia del valor e importancia del Libro Antiguo en México

Atlas de Gerardus Mercator, ejemplar de la Biblioteca Palafoxiana, Puebla.

Adabi de México nació en 2003 con dos vertientes muy claras: el rescate de los archivos históricos y de los libros antiguos, áreas de oportunidad que claramente necesitaban ser atendidas dentro del plan de consecución del rescate del patrimonio documental de México.

En el momento en que se creó la Coordinación de Bibliotecas y Libro Antiguo, el conocimiento y los alcances acerca del tema estaban reservados a un reducido grupo de conocedores debido al restringido acceso que se tenía al material por la propia naturaleza de este. “Antiguo” era la etiqueta bajo la cual se agrupaba parte del patrimonio bibliográfico de México que contenía el saber occidental desde la época de la creación de la imprenta europea y su contraparte novohispana, y, en menor medida, el proveniente de las prensas de la flamante nación mexicana, agrupado en diferentes repositorios, como bibliotecas conventuales, seminarios conciliares, colegios de órdenes religiosas, casas de formación de religiosos de la etapa novohispana, así como de colecciones de particulares, con ejemplares incluso del siglo XIX, entre otras procedencias. Por otro lado, el rescate de los acervos bibliográficos era algo todavía más complicado, pues poquísimos eran los interesados capaces de conseguir el rescate institucional de una colección bibliográfica antigua. Durante muchos años, ya avanzado el siglo XX, el tema sobre libro antiguo fue de escaso dominio e interés general. Se hicieron esfuerzos desde la Biblioteca Nacional de Antropología, la Biblioteca Nacional de México y otros estudios aislados de investigadores e historiadores del arte, sin olvidar lo que existía sobre el tema en otros estados.

Uno de los impulsos decisivos para el estudio del libro antiguo en México fue el terremoto que sufrió la ciudad de Puebla en 1999 y que dañó considerablemente la estructura que albergaba la primera biblioteca pública reconocida del continente americano: la Palafoxiana. Instituciones internacionales, como World Monument Found, nacionales, como Fomento Cultural Banamex, locales, como el entonces Gobierno del Estado de Puebla y organismos sensibles a la cultura y los bienes en que esta se manifiesta, se abocaron a restituir a este recinto su magnificencia. En dicho proyecto se sentarían las bases de lo que sería la Coordinación de Bibliotecas y Libro Antiguo de Adabi.

Desde los inicios de la Asociación, la Coordinación de Bibliotecas se ocupó directamente del patrimonio bibliográfico mexicano, realizando en dos décadas, 58 proyectos que implicaron a bibliotecas de todo tipo: estatales, parroquiales, universitarias, de museos, de órdenes religiosas, de sagrarios, conventuales, monacales, de congregaciones y hasta aquellas inscritas en el registro de Memoria del Mundo.

Los proyectos desarrollados por Adabi han permitido conocer la riqueza bibliográfica en estados como Durango, Ciudad de México, Colima, Chiapas, Estado de México, Guanajuato, Hidalgo, Michoacán, Morelos, Oaxaca, Puebla, Querétaro, Tlaxcala, Veracruz, Yucatán y Zacatecas. Se ha trabajado con la Biblioteca Francisco de Burgoa, la Biblioteca Andrés Henestrosa, la Biblioteca Armando Olivares, el Jardín Etnobotánico de Oaxaca, el Colegio de Vizcaínas, la Biblioteca Eusebio Kino, la Hemeroteca Pública de la Universidad Michoacana de Nicolás de Hidalgo, el Monasterio de Santa Catalina de Siena, el Museo Virreinal de Zinacantepec, el Sagrario Metropolitano de Puebla, la Biblioteca Central Pública del Estado de Durango, la Congregación del Oratorio de San Felipe Neri, la Biblioteca Pública de Tlaxiaco, la Biblioteca Palafoxiana, el Archivo Municipal de Orizaba, el Instituto de Investigaciones Bibliográficas de la Universidad Nacional Autónoma de México, el Instituto de Investigaciones Doctor José María Luis Mora, el Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, la Biblioteca Fray Rafael Checa Curi, el Museo Franz Mayer, el Museo Regional de Guadalupe, el Casino Español, el Seminario Palafoxiano de Puebla, el Seminario Conciliar de Querétaro, la Biblioteca de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, el Archivo Histórico del Arzobispado de Yucatán, entre muchas más organizaciones públicas y privadas.

Adabi genera catálogos de consulta como testimonio de la labor realizada, información que es publicada por la asociación. Gracias a una plataforma común de catalogación se creó el Catálogo Colectivo de Fondos Bibliográficos Antiguos de México que desde 2010 recoge el contenido de libros antiguos en 58 repositorios de 13 estados de México. Desde su aparición ha incluido nuevos acervos que han sido revisados por estudiosos nacionales y extranjeros.

Todos aquellos que han seguido con regularidad la labor de Adabi se han percatado, sin duda, de que el rescate de un acervo puede entrañar hallazgos completamente inesperados y que implican la intervención de dos o más coordinaciones, tal como ocurrió con el proyecto multidisciplinario llevado a cabo en San Bartolo Soyaltepec, Oaxaca. Esta labor inició con el rescate del archivo parroquial y el hallazgo de unos libros de música antiguos y desconocidos, el estudio de dichos materiales llevó a su restauración —con el permiso del pueblo— y a la generación de un folleto y dos videos que dan testimonio de que el Graduale Sanctorale, uno de los libros hallados entre estos objetos olvidados del templo de San Bartolo, es un impreso de 1579 realizado en prensas novohispanas, detectado como un ejemplar único en el mundo. De igual manera, en el trayecto de estos 20 años se identificaron el incunable Canon, omnis utriusque sexus disputatum ac repetitum; las obras de Ovidio, edición única en el país basada en el manuscrito más antiguo que se conoce de dicho autor y otros tres publicados por Baptista de Tortis en Venecia, además de la identificación de la segunda edición de las obras de Sor Juana Inés de la Cruz que incluye un raro retrato de la Décima Musa. Todas estas son obras no registradas con anterioridad en el mundo, o extremadamente raras dentro de los diversos acervos catalogados por Adabi, lo que sin duda implica un valioso aporte no solo a la historia del libro antiguo mexicano, sino también a la ampliación del conocimiento de los canales de distribución de los libros europeos en las tierras americanas, en ese entonces, recién descubiertas.

Otro aporte para destacar es la extensa bibliografía sobre el tema del libro antiguo y otros relacionados, ya sea en publicaciones propias o en coediciones, obras que permiten la difusión del conocimiento que antes, por distintas circunstancias, le era reservado a unos pocos y que contribuye de manera importante a la intención de la asociación de expandir y socializar el conocimiento sobre el libro antiguo en México. Entre otros logros cabe destacar que este trabajo de Adabi contribuyó a la obtención del premio UNESCO/Jikji en el año 2013.

Gracias a la labor de la asociación, tanto en el rescate y la capacitación, diagnóstico, tasación y divulgación del libro antiguo, y sin contar con esfuerzos semejantes realizados por otras instituciones, Adabi se ha convertido en un referente necesario en temas de libro antiguo, además de ser conocida la inspiración que ha ejercido en nuevas generaciones de bibliotecarios, historiadores, estudiosos de Letras Clásicas y en estudiantes y niños que mediante talleres se adentraron en el mundo del libro antiguo.


De las Bibliotecas Antiguas de Zacatecas

Libros con marcas de fuego en el Fondo Antiguo de la Biblioteca del Museo de Guadalupe, Zacatecas.

La historia de los libros en Zacatecas se remonta a mediados del siglo XVI, cuando el estado apenas iniciaba como un sitio minero. En 1560 (14 años después de su descubrimiento) se realizó una inspección de todos los libros que existían en las minas con la finalidad de separar aquellos que la inquisición no autorizaba.

De esto resultaron “tres petacas llenas de los libros prohibidos”, lo cual nos permite imaginar la cantidad de ejemplares que ya circulaban en el sitio.1

Durante el Virreinato, se asentaron en la ciudad seis órdenes religiosas (franciscanos, agustinos, dominicos, jesuitas, juandedianos y mercedarios) con sus respectivas bibliotecas; además de abogados, médicos y otros profesionistas y aficionados a la lectura que también poseían sus propios libros.

Al día de hoy, Zacatecas ha conservado gran parte del acervo bibliográfico que poseyó desde esa época, sumando, además, las colecciones que se añadieron durante el siglo XIX, dando como resultado los fondos especiales Biblioteca Elías Amador, Biblioteca de la Catedral de Zacatecas, Biblioteca del Museo de Guadalupe del excolegio de Propaganda Fide y la Biblioteca del Seminario Conciliar de la Purísima de Zacatecas; entre todas, resguardan cerca de setenta mil libros.

Rescatar y dar a conocer estas bibliotecas por medio de inventarios y catálogos es descubrir esos “universos culturales” en los que se formaron las generaciones pasadas y definieron los rumbos de la sociedad en lo político, económico, artístico, etcétera; es confirmar esa vocación de Zacatecas por la cultura universal que la ha nutrido desde el siglo XVI; es ofrecer a la sociedad del estado, la nación y a la humanidad en su conjunto el patrimonio bibliográfico que posee para su consulta, conocimiento y comprensión del pasado.

Adabi es un aliado de los acervos zacatecanos al impulsar el rescate y la conservación de bibliotecas y archivos; al participar en la elaboración de diagnósticos, rescates, catalogación y al difundir proyectos de archivos civiles y eclesiásticos. En el ámbito de los libros, la asociación participó en las labores de catalogación de la Biblioteca del Museo de Guadalupe del excolegio de Propaganda Fide y actualmente lo está haciendo con la Biblioteca del Seminario Conciliar de la Purísima, proyecto que inició en 2019 y que, a pesar de la pandemia entre 2020 y 2021, se logró catalogar haciendo también las adecuaciones para su publicación en la plataforma del sistema integrado de gestión de bibliotecas, Koha.

Felicitamos ampliamente a Adabi por su labor durante veinte años ininterrumpidos a favor de los archivos, las bibliotecas, de la cultura y su preservación. Larga vida a tan noble institución orgullosamente mexicana.

1 Fernández del Castillo, Francisco, Libros y libreros en el siglo xvi, fce, México, 1982, 38-48.


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