Oaxaca en el AGEO: la historia de cuatro siglos

Oaxaca: espacios, sociedad y arte en transformación, siglos XVI al XX es el primer título de la colección Tinta indeleble. La historia de Oaxaca, editada en una afortunada colaboración entre el Archivo General del Estado de Oaxaca y la Universidad Autónoma Benito Juárez.

Nueve artículos conforman este primer título y representan la suma de investigaciones y esfuerzos por hacer nuevas historias sobre temas que atañen a las regiones y al estado oaxaqueño. Es digno de loa que en este mundo cada vez más digitalizado se emprenda con ánimo una publicación en tinta y papel.

Los estudios que presenta Oaxaca: espacios, sociedad y arte en transformación, basados en fuentes primarias de archivos estatales, nacionales e internacionales, dan una mirada fresca a hechos históricos que necesitan ser revisados; además, revelan acontecimientos pasados que apenas comienzan a mostrar su importancia y trascendencia. Cada autor hace énfasis en el desarrollo de nuevas investigaciones que permiten una descripción más completa para generar, a su vez, una mejor comprensión de los hechos. Se hace un repaso por la identidad multiétnica de un poblado de la Mixteca Alta y una aproximación a la historia económica, que abarca desde la explotación minera, la creación de infraestructura carretera hasta la introducción del ferrocarril. Estos temas se conectan en un ámbito más amplio con las redes sociales de dos tiempos distintos: el de los grupos de poder novohispanos y el de las organizaciones que fundaron y apoyaron a la nueva clase política surgida a principios del siglo XX: los partidos políticos.

La tercera parte está dedicada a la música de dos épocas distintas, lo que revela la existencia de trabajos de investigación sobre este tema durante la época novohispana y el siglo XX, y genera el deseo de conocer más acerca de esos siglos que no aparecen en esta recopilación. Llama la atención una combinación inusitada: la fotografía como fuente para la historia de la música: “¿Ya viste el audio que te mandé?” podríamos decir en estos tiempos en un aparente sinsentido del uso de los sentidos.

Esta publicación busca ser un recorrido equilibrado por diferentes etapas de la historia local, ofreciendo al lector miradas que bien pueden ser trasladadas a otras regiones de México. Esperamos con afán el siguiente número de Tinta indeleble.


Espacios culturales para la infancia

La infancia es una etapa clave en el crecimiento de los niños y las niñas; durante este tiempo exploran el mundo que los rodea, adquieren conciencia de sí mismos y de los demás, trabajan áreas importantes del desarrollo, adquieren valores y hábitos e interiorizan gustos y preferencias. En este sentido, la infancia es una magnífica puerta de entrada para nutrir la capacidad de valorar el patrimonio cultural y natural de nuestro estado.

Con la certeza de que un cambio profundo y permanente se gesta desde la infancia, ofrecer experiencias culturales a niños y niñas es una estrategia indispensable para la formación de públicos culturales y despertar en ellos la necesidad de actuar con responsabilidad en el presente.

Es tarea de la familia, las instituciones escolares y los encargados del espacio público ser participantes activos en el ofrecimiento de dichas experiencias para que los infantes se forjen como constructores y protectores del patrimonio, el arte y la cultura.

Y hablando del espacio público, este es uno de los principales escenarios del crecimiento de las infancias, pues en estos espacios se desarrollan, conviven, juegan y aprenden a relacionarse con el entorno, aunque en ocasiones estos presentan condiciones que vuelven difícil el acceso para los niños, aunadas a la poca tolerancia hacia ellos. Esta falta de inclusión dificulta que se perciba a las infancias como ciudadanos capaces y dotados de derechos. Con esta idea en mente se vuelve indispensable resaltar la importancia de crear espacios amigables y seguros para el aprendizaje y la práctica del arte en la infancia, sitios donde puedan satisfacerse las necesidades de juego y recreación, así como la realización de actividades culturales en un ambiente pensado específicamente para ellos.

Desde una perspectiva amplia, se trata de facilitar el desarrollo de las infancias en armonía: no solo es indispensable una oferta adecuada de contenidos para la consolidación de los infantes como un público cultural, sino también las condiciones para su consumo apropiado. Uno de los escenarios idóneos para poner en acción esta estrategia de desarrollo del potencial de los niños y las niñas es un museo, considerado como un espacio en donde los programas educativos se encaminan al desarrollo de habilidades basadas en la satisfacción de las necesidades de los infantes.

Desde sus inicios, el Museo Infantil de Oaxaca ha buscado ser un espacio dedicado a la infancia, y donde gracias a sus proyectos educativos se puedan vivir experiencias significativas como las visitas, actividades
y talleres; un sitio en el que al pintar, dibujar, modelar y experimentar con el arte los niños se descubran a sí mismos como individuos, y que comprendan que forman parte de un entorno, pues en ellos se deposita el eslabón más significativo de una cadena de responsabilidad y amor para resguardar y enriquecer el patrimonio cultural y natural de Oaxaca.


La efigie de Tycho: retratos

El retrato es la expresión plástica de una persona, y su función principal es perpetuar el recuerdo, ya sea por medio de la pintura, el grabado, la escultura, una fotografía o cualquier otro conducto. Aunque lo que predomina es el rostro y su expresión, en ocasiones la imagen va acompañada de objetos que están íntimamente relacionados con la persona retratada, como reyes con el orbe en la mano, escritores rodeados de libros, científicos con sus instrumentos de medición o generales con sus espadas y cañones, por mencionar algunos ejemplos.

Se dice que el primer retrato del que se tiene memoria fue hecho por Kora, una mujer corintia que delineó la silueta de su amado sobre un muro, con carboncillo a la luz de una vela, la noche antes de que él partiera lejos. Este legendario comienzo, dado a conocer por Plinio el Viejo en el siglo I, se remonta a la antigua ciudad de Corinto y ya expresaba la magia que el retrato le otorga a la persona pintada: una suerte de inmortalidad y omnipresencia. Para envidia de los antiguos dioses, las imágenes de los mortales trascienden el tiempo y el espacio.

Durante los siglos XVII y XVIII, los retratos adquirieron una importancia crucial dentro de una sociedad cada vez más dominada por la burguesía; era común encontrar representaciones de individuos lujosamente vestidos, acompañados de símbolos de pujanza y de riqueza que contribuían a confirmar su autoridad. En los libros antiguos hay grabados con el retrato del rey, el autor o el mecenas que apoyó la publicación de dicha obra.

Entre las páginas de los libros de la Biblioteca Francisco de Burgoa conservamos un sinfín de imágenes de personajes de otros siglos. Una de las más interesantes es la que incluye el cartógrafo neerlandés Joan Blaeu en su Atlas Maior (Amsterdam, 1662). En dicho texto se encuentra el retrato del astrónomo Tycho Brahe en el interior de su observatorio conocido como Uranibourg —que significa ‘Castillo de Urania’— ubicado en la Isla de Hven, en Dinamarca. En el centro de la imagen, Brahe, sentado, señala las áreas en donde realizaba sus observaciones y en las que llevaba a cabo discusiones con los científicos de su época; en la parte inferior se observa su laboratorio de alquimia. Detrás del astrónomo están los retratos del rey Federico II y de su esposa, quienes financiaron la construcción del observatorio y las investigaciones realizadas ahí. Recostado a sus pies se halla un perro, como el símbolo de la fidelidad. Tycho Brahe es recordado por sus observaciones astronómicas tan precisas, aun sin la existencia del telescopio. En 1572, por ejemplo, en la constelación de Casiopea descubrió una estrella que ahora lleva su nombre. El astro era tan brillante que Brahe dudó de sus propios ojos (sin embargo, tiempo después dejó de ver esa intensa luz, ya que en realidad se trataba de una supernova, es decir, una estrella en su etapa final que estalló y desapareció).

Como vemos, el retrato revela la presencia de alguien que está ausente, no solo mediante sus rasgos físicos, sino gracias a los elementos espirituales, morales y emocionales que se nos transmite de la persona. Decía Plinio: “No hay un rasgo mayor de felicidad para el individuo que el que siempre quiera saber todo el mundo cómo fue en realidad”. En este sentido, León Battista Alberti, un tratadista del Renacimiento, celebraba la capacidad de los artistas para lograr que estuvieran “presentes los ausentes”, y para que los muertos se vieran “casi como los vivos” mediante los retratos; es decir, se busca la permanencia y trascendencia de los retratados.

Te invitamos a que estés atento a las próximas exposiciones del Centro Cultural San Pablo, conocerás la obra de diversos artistas contemporáneos que han explorado el género del retrato. O puedes visitar la Biblioteca Burgoa, descubrirás que los libros nunca dejan de sorprendernos con lo que guardan entre sus páginas.


La Biblioteca del Oratorio de San Felipe Neri de Puebla Acciones para su salvaguarda

Arlette Farge mencionaba al inicio de su popular texto de divulgación La atracción del archivo, que tanto “en invierno como en verano está helado; los dedos se agarrotan al descifrarlo mientras se impregnan de polvo frío en contacto con su papel […]”.1 En este momento no podría estar más de acuerdo. El fondo antiguo conservado en el interior de uno de los espacios arquitectónicos de la ciudad de Puebla (el Oratorio de San Felipe Neri), por sus características, es fiel testigo de la evolución del conocimiento novohispano.

Sin embargo, debido a los sismos del 2017 y, posteriormente, a las lluvias del año 2021, la estructura del lugar se vio afectada, sobre todo la biblioteca resguardada en el tercer piso del inmueble.2 La emergencia apresuró el proyecto de rescate que se estaba planeando para mejorar las condiciones de preservación de la Biblioteca. A la par de las acciones emergentes para secar los libros se tuvo la necesidad de trasladarla a un lugar más seguro, especialmente por la seguridad de las personas que estaban apoyando la emergencia, pues era necesario apuntalar el techo de esa área y realizar trabajos de mantenimiento en el inmueble. Se encontró un espacio con mejores condiciones para albergar la biblioteca en la planta baja, pero el traslado de los libros implicó un reto y esfuerzo enormes, principalmente por el recorrido sinuoso y estrecho que implicaba llegar de la biblioteca al espacio nuevo.

La suma de esfuerzos entre instituciones favoreció el traslado: el taller de Restauración de la Dirección de Patrimonio Cultural de la Secretaría de Cultura colocó andamios para facilitar el movimiento, el Archivo General Municipal del estado de Puebla proporcionó estantería de manera temporal, y se contó con el apoyo de voluntarios de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

Al finalizar el traslado comenzó la primera etapa del proyecto, que consistió en limpiar los casi diez mil ejemplares que conforman el acervo; se aspiraron los cantos y el lomo y con brochas se limpiaron las guardas, así como las primeras y las últimas diez hojas; también se realizó la primera fase de la desinfección local de los ejemplares con presencia de microorganismos. Gracias al esfuerzo de Dennis Marcovick Pérez Bernabé, María Merced Rodríguez Pérez y Fabiola Amaranta Cruz Maldonado se concluyó de manera satisfactoria esta etapa del proyecto. Su labor no solo se enfocó en la limpieza de los libros, también fue necesario que realizaran algunos trabajos de mejora en la estantería, lo que implicó el movimiento y traslado de los ejemplares en diferentes ocasiones. Debido a la falta de recursos, la biblioteca sigue a la espera de la estantería adecuada y permanente que albergará los ejemplares.

Nos quedamos atónitos al sumergirnos en el inexplorado acervo de este fiel testimonio de la globalidad, en los espacios en los que la devoción convive con el conocimiento; desde la literatura devocional, obras teológicas de importancia incuestionable, hasta los más importantes impresos relacionados con los principales descubrimientos físicos y tecnológicos de finales del siglo XVIII. Gracias a las características de la Congregación del Oratorio y de los acercamientos que históricamente tienen con la sociedad que la rodea, los impresos resguardados —que a vuelo de pájaro podemos tasar en 300 años— entre sus muros son testigos de la utilidad que no han dejado de tener los ejemplares.

Los procesos implementados con el rescate de emergencia de todos estos testigos del tiempo permitirán que ellos aún puedan responder a las preguntas de quienes estén interesados. Las labores de reacondicionamiento, limpieza, mantenimiento y más recientemente catalogación del fondo filipense son, pues, el primer paso de todo un cúmulo de experiencias y creación de conocimiento que perdura en este entorno. Darle vida a estos documentos que palpitan al son de las preguntas de investigación, y que relucen por ser cuestionados, es el primer paso de toda una vida por delante.

Actualmente ha iniciado la segunda etapa del proyecto, que consiste en la catalogación y organización del acervo, con la finalidad de conocer de manera certera los ejemplares que forman la biblioteca para favorecer su preservación y difusión.


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