Crónicas de una chica de 17 años, o algo parecido

Una chica de 17 años sale de su primer trabajo a las 6 de la tarde. Por la mañana asiste a clases de francés porque sabe que dentro de poco se irá a París a vivir en algo parecido a la Terraza del Café de Arlés, de Van Gogh. La escuelita de idiomas está en la Calle del Punto, en ese caminito empedrado arriba de la Plaza de la Danza; al salir, baja por la calle de Matamoros, luego por Aranda y dobla sobre Morelos, hacia el norte, ahí encontró trabajo en una cafetería. Hoy ya no está el local de antes, pero en aquel tiempo a la chica le parecía que podía ser su Terraza en el café de Oaxaca, o algo parecido. Mientras aprendía sobre los distintos granos de café, a cómo molerlo y preparar las bebidas, entre una pausa y otra hojeaba una novela o un poemario de los que siempre cargaba (de hecho, leía mucho y tenía cantidad de borradores de cuentos y poemas de terror, o algo parecido: en realidad, también quería ser escritora). Al salir de la cafetería, a las 6 de la tarde, la chica olía a café como si hubiera entrado de cuerpo entero al costal de granos: la mochila, la ropa, el cabello, hasta los libros se llevaban su dosis de aroma.

Un día, al final de su jornada, pasó por la esquina de Porfirio Díaz con Morelos y escuchó que una voz femenina mencionó a Nathaniel Hawthorne y a Edgar Allan Poe. Se asomó: alrededor de un par de mesas llenas de libros, cuadernos abiertos y lápices se sentaba un grupo variopinto de personas que prestaban atención a la mujer que daba vueltas alrededor de las mesas. No sobra decir que la chica de 17 años había reconocido los nombres de los autores porque desde hacía unos años los leía con vehemencia, a ellos y a otros más. La chica entró al edificio y se enteró, primero, que eso era la Biblioteca Andrés Henestrosa; luego, que daban talleres sobre literatura (que eran charlas de lo más interesantes sobre las escrituras de otros tiempos y otros lugares) y, finalmente, que empezaban a la hora en que salía del café, pero lo más importante: que eran gratis.

Luego de ese taller de cuento norteamericano se inscribió al de ensayo, luego al de novela y después al de poesía. Entonces, la chica de 17 años que iba a clases de francés y que soñaba con ir a su Terraza del Café de Arlés ya no tuvo más 17 años: cumplió 18, 19, 20, 21. No fue a París y casi estoy segura de que no recuerda mucho del francés, pero se volvió asidua visitante de las estanterías abiertas de la Biblioteca, confirmó su cariño hacia los círculos de lectura, talleres y charlas, y vio cómo crecía su amor por la lectura. Estudió una licenciatura en Humanidades y de vez en cuando llevaba a sus compañeras y amigas a la biblioteca, ya fuera a tomar un taller o a hacer la tarea: el aroma del cedro aunado al de libro viejo la llevaba a pensar que quizás no tendría su café de Arlés, pero sí su biblioteca en Oaxaca (o algo parecido).

Con el tiempo se volvió colaboradora de una gaceta cultural y de vez en cuando cubría las presentaciones de libros que sucedían en la Henes (se volvió común decirle así a la biblioteca, no es necesario agregar más porque casi todos saben de qué recinto se trata); ahí conoció a varias escritoras que animaron aún más su sueño por volverse una; escuchó poemas en voz alta, asistió a conciertos, conoció a más autoras…

Luego, como era de esperarse, la chica de 17 años se convirtió en una mujer de 30, y entonces, animada por otros amigos, llamó a sus amigas y organizaron un círculo de lectura en donde también se escribía poesía. Un día, la chica que antes tuvo 17 años se sentó en una de las mesas
al frente, como presentadora, como autora ella misma de un libro que escribieron en reunión y comunión muchas chicas de 17 años como ella. Un día, la mujer de 30 años recordó a la chica de 17 y estuvo segura de que esa tarde en que salió del trabajo oliendo a café y que decidió escabullirse al taller de literatura norteamericana fue mejor que irse a buscar su Terraza del Café de Arlés, o algo parecido.

Muchas gracias a todas las personas que hacen que la Biblioteca Henestrosa se sostenga: gracias por las enseñanzas y el cobijo. Incluso ahora, cuando pienso en ese primer taller, a mi mente viene el aroma de café y el amarillo de sus paredes de hace 13 años.


Luz y sombra: autorretratos de Ixcotel

Exposición “Luz y Sombra: Autorretratos de Ixcotel”, 2018.

Exhibida en 2018

El Taller Siqueiros, localizado en la prisión estatal de Oaxaca, México, celebra su segundo aniversario este mes de octubre. Lo que comenzó como un pequeño taller en una celda aislada se ha convertido en un estudio de impresión completo, biblioteca artística, laboratorio de dibujo y galería, donde docenas de personas han participado en talleres ofrecidos por artistas locales e internacionales. Gracias a la apertura de la administración penitenciaria y el voto de confianza otorgado a los presos por su trabajo duro, el Taller Siqueiros se ha convertido en una escuela de arte dentro de la cárcel.

La producción de obra en el espacio es impresionante, existe un flujo constante de nuevas piezas elaboradas con distintas técnicas de impresión. Como maestro es muy gratificante trabajar con personas —muchas de las cuales jamás han tenido la oportunidad de hacer grabado— compartiendo y descubriendo nuevas formas de expresión a través del arte. En la prisión la creación artística se convierte en un arma de supervivencia, un refugio y una puerta hacia la libertad.

“Luz y Sombra: Autorretratos de Ixcotel” se produjo entre los meses de mayo y octubre del 2018. Ni el vidrio ni los espejos están permitidos dentro de la prisión, así que el primer mes del taller trabajamos usando nuestra imaginación. “Imagínate como un animal, un demonio, un ángel, o con tu familia fuera de la prisión”. Tiempo después encontramos espejos de acrílico que permitieron a los artistas estudiar su cara, la estructura ósea de su cráneo, y observarse en tercera persona, objetivamente. Los dibujos, bocetos y ejercicios de escritura fueron posteriormente usados para imprimir grabados realizados en MDF o monotipos realizados en placas de acrílico.

Mi concepto original para el taller era un mensaje dentro de una botella, haciendo uso del arte para enviarla fuera de la prisión. Mientras el taller avanzaba se hizo evidente que la botella no era una metáfora de esperanza, sino de desesperación. Una y otra vez la botella era usada para expresar la dura realidad del encierro y los problemas de adicciones que son tan comunes en nuestra condición humana. También hubo humor y esperanza en las obras, a veces burlándose de los estereotipos y jugando con el concepto de las máscaras que la gente suele usar cuando se encuentran en confinamiento. El nombre “Luz y Sombra” refleja esa dualidad.

Si algo he aprendido de trabajar en la cárcel es que los seres humanos somos complejos. Todos nosotros tenemos la capacidad de experimentar una amplia gama de pensamientos, emociones y acciones. En realidad, nada es blanco y negro, sino infinitos tonos de gris. No hay personas buenas o malas. Las personas buenas hacen cosas malas, las personas malas hacen cosas buenas y, al final, no hay buenas ni malas, solo personas. Espero que esta exhibición ayude a romper estigmas y estereotipos permitiéndonos ver las caras de las personas, tal como se ven a sí mismas.


Ilustres ilustrados: Leer entre líneas

Exposición “Ilustres ilustrados: Leer entre líneas”, 2017

Exhibida en 2017

En el verano de 1979 comencé a publicar cartones en la revista La garrapata: el azote de los bueyes, en su tercera época. Armado con ese currículum, en el mismo verano, tuve el atrevimiento de ofrecer mis servicios dibujísticos a una librería que quedaba cerca de mi casa en la colonia Roma, en la glorieta de la Cibeles. La librería se llamaba “Prometeo”, y su dueña —cuyo nombre no recuerdo— era una mujer alta de carácter fuerte (creo que era norteña), que hablaba con palabrotas y era muy de izquierda, como los libros y discos que ahí vendía. Como pago por el anuncio que le hice, recibí el libro Me vale madre, de Rogelio Naranjo, con lo cual me di por muy bien pagado.

Quienes conocen ese libro saben que contiene muchos cartones políticos, que es a lo que Naranjo dedicó la mayor parte de su obra, pero también recopiló varias de sus ilustraciones con las que colaboró en el Suplemento “La cultura en México”, dirigido por Fernando Benítez y después por Carlos Monsiváis, en la revista Siempre!

Personalmente, las ilustraciones de autores literarios fueron un catalizador para mis lecturas de juventud. Los dibujos, aludiendo a esos creadores con alguna atmósfera de su obra allí retratada, me llenaban de una curiosidad que, a su vez, me impulsaba a buscar esos libros para ponerme a leer, o a “ler” como dice nuestro secretario de Educación. Tal vez es mucho pedir que los políticos lean, pero si al menos vieran estas ilustraciones recordarían a los autores de tres libros y se evitarían el ridículo ante la prensa.

En mi carrera como caricaturista, en algunas ocasiones he tenido la suerte de encontrar estos espacios que nos obligan a apartarnos un poco del día a día de la política y emular esa noble actividad de fomento a la lectura. En un país tan inequitativo como México tenemos problemas básicos sin resolver; aquí se forjó la fortuna de uno de los hombres más ricos del mundo que convive con cincuenta millones de personas en pobreza extrema. Desde que terminó la Revolución no ha dejado de haber elecciones formales, pero tampoco sospechas de fraude en ellas, compras de votos en efectivo, bultos de cemento, con tarjetas de tiendas de autoservicio o la promesa de una tarjeta rosa, ni tampoco parcialidad a la hora de calificar los comicios. Ni duda cabe: tenemos que hablar de política… Pero la vida no termina en la política, también hay que hacer el esfuerzo de atender el arte, la literatura que no es menos importante. Los aniversarios, los premios, la muerte de algún autor se vuelven ocasiones de oportunidad para homenajear a esos espíritus ilustres y publicar en la sección cultural. Alguna revista que nos invita a ilustrar un artículo o a veces se tiene el privilegio de colaborar para un suplemento cultural que nos ofrece sus páginas y sus portadas. Todo lo que abone para inspirar la curiosidad de un futuro lector.


Tierra Caliente

Exhibida en 2019

Taumaturga de la imagen, alquimista de la mirada, Lucero González sugiere historias y certezas, pasiones y temores en cada una de sus fotografías, haciendo de ese punto liminar entre lo retratado y aquello que llamamos “realidad”, un espacio mágico de reconocimiento y, a la vez, de sorpresa. Como si lo que nos muestra despertara nuestra memoria más antigua; una memoria ancestral cuya existencia habíamos olvidado y que, como a sus personajes, nos vincula a la naturaleza, a quienes nos rodean y, sin duda, a nosotras mismas, a nosotros mismos. Su lente privilegiada pone en escena los elementos esenciales: la naturaleza, la vida, los cuerpos, y teje con ellos una urdimbre que es raíz y es hogar. Pertenencia tibia, siempre.

A lo largo de los años su obra ha construido una suerte de cartografía de las mujeres de nuestro país. O, mejor dicho, del cuerpo de las mujeres. Oaxaqueña de origen y amante de esa tierra a la que regresa una y otra vez, sus imágenes parecen querer descifrar las huellas de la vida sobre la piel de las protagonistas. Pienso en algunos de sus proyectos como “Raíces” o “La siembra del agua” en que los lazos entre lo femenino, la creación y la naturaleza se funden dando lugar a una unidad inseparable. En este sentido, “Tierra caliente” continúa esta exploración que es, a la vez, estética y ética. Lo estético se juega en una búsqueda profunda de un lenguaje propio que abreva en las mejores fuentes de la fotografía de nuestro país (Lola Álvarez Bravo, Graciela Iturbide, entre otras), usualmente en un blanco y negro sugerente y esencial, donde el protagonismo de los rostros o cuerpos suele fundirse en un entorno protector. La mirada privilegiada de Lucero es también la mirada de quien ha dedicado su vida a la lucha por los derechos de las mujeres. Como feminista, un eje ético, comprometido y consciente, atraviesa todo su trabajo, convirtiendo cada fotografía también en un sutil espacio de reflexión.

“Cuando era niña conocí Pinotepa Nacional y me impresionaron las mujeres con su cuerpo desnudo y sus enredos de color púrpura. Es una imagen que se me quedó grabada”, me cuenta Lucero. Ahora es a nosotros a quienes se nos quedan grabadas estas imágenes de torsos desnudos y largas cabelleras. En el transcurso de los siglos el cabello como símbolo femenino ha despertado veneración, atracción y miedo. En las fotos de Lucero es suavidad y dulzura, sensualidad y fuerza, atisbo de rostros y vidas que estamos invitadas a descubrir.

El tiempo ha ido modelando los cuerpos de sus mujeres, volviéndolos espacios de calma, de conocimiento y sabiduría. Cada uno es una historia, un relato que en clave cifrada habla de pudores, pasiones y desvelos. Y nos toca a quienes los miramos intentar descifrarlos o sumergirnos con ellos en el misterio.


Somos Oaxaca: Retrato de vidas, artes y oficios

Exhibida en 2023

Las semillas de este proyecto se plantaron en abril de 2015, cuando el colectivo de fotografía Colectiv-O de Oaxaca decidió hacer una exposición pública con motivo del Día Mundial del Arte de la UNESCO, con el tema de los oficios de Oaxaca.

Aproximadamente veinte fotógrafos salieron a retratar personas cuyas ocupaciones fueran representativas del estado de Oaxaca. Muchos de estos oficios estaban en peligro de extinción y otros eran ocupaciones tradicionales exclusivas de Oaxaca. Las fotografías terminadas fueron impresas en grandes pancartas de vinilo y colgadas de las farolas del centro histórico de la ciudad capital. La inauguración de la exposición incluyó el encuentro de los fotografiados y sus familias en el centro de la ciudad, un recorrido a pie para ver todas las fotografías y una celebración privada en honor a los participantes con la distribución de reconocimientos por el trabajo que realizaron. Tuvo tanto éxito que un grupo de diez fotógrafos decidió continuar con el proyecto con la intención de publicar un libro.

Con el transcurso de los meses, la gente se alejó lentamente del proyecto por motivos personales. Pronto me encontré solo para seguir adelante. Estaba convencido de la importancia de documentar estos oficios para la posteridad. Me parecía evidente que algunos de ellos desaparecerían y otros solo podrían sobrevivir si abandonaban las formas tradicionales que los hacían tan únicos.

Las personas que fotografié se han convertido en mucho más que imágenes en una página. Son seres humanos creativos y humildes que aman el trabajo que realizan, a pesar de que sus ingresos suelen ser bastante magros. Sus trabajos les dan sentido a sus vidas y les brindan muchas satisfacciones. Están comprometidos con la tradición y la preservación de sus raíces culturales. La finalización de este proyecto requirió varias visitas a cada uno, para obtener las imágenes y la historia que ambos pensábamos que representaban mejor el trabajo de su vida. Llegamos a confiar y respetarnos unos a otros, nuestras vidas se entremezclaron y muchos se hicieron mis amigos. Su confianza y apertura me permitieron una vista privilegiada de la vida de la gente de Oaxaca. Enriquecieron mucho más mi vida y tengo mucho respeto por el trabajo que hacen y los valores que reflejan día con día.

Desde que comenzó este proyecto en 2015, varias de las personas que fotografié han muerto, algunas por Covid y otras por causas naturales. Cuando visité a las familias para darles mis condolencias, me sentí conmovido y honrado de encontrar las fotografías que les había dado en el altar del ser querido que había fallecido. Para mí, esta era una pequeña manera de devolverle a la gente de Oaxaca todo lo que me habían dado durante los últimos veinticinco años.

A pesar de la belleza natural que Oaxaca tiene para ofrecer y las maravillosas artesanías que los visitantes pueden llevar a casa como recuerdo, la verdadera belleza del lugar radica en su gente. Ni los políticos, ni las celebridades son la cara de una nación.

El verdadero rostro y el alma de un lugar lo representan las personas cotidianas: la mujer, el hombre y el niño en cada calle. Los rostros y las historias en esta exposición son esas personas. Me siento honrado de haberlos conocido.


RESEÑA: Sobre el mi

Andrés Henestrosa,

Ecuador 0º0´0”, México, 1966.

Nunca me oirás decir mi casa,
mi automóvil […]
me oirás decir mi corazón,
mis ojos, mi palabra,
porque no están en venta;
mis libros, puedo decir,
porque no está en mi ánimo venderlos.

A. Henestrosa

¿Cómo aprendemos a nombrar aquello que nos pertenece? O, más bien, ¿a poseer aquello que pensamos que nos pertenece? Andrés Henestrosa aprendió, mejor, a no usarlo y a no apropiarse.

Esta pequeña publicación encierra una enorme enseñanza: El autor ixhuateco, por medio de una carta que rememora un episodio relevante de su infancia, le agradece a quien en ese entonces era su compañero de artículos en El Nacional, el editor y poeta Alejandro Finisterre, la comida que le organizara para festejar su cumpleaños número 57. A modo de confesión le cuenta la razón por la que se considera una persona que huye del posesivo “mi”. Y es que las experiencias de la infancia son las que constituyen, en suma, lo que somos de adultos. En pocas páginas vemos cómo el autor, para contar un recuerdo tan importante, recurre a lo tradicional, lo familiar para hacernos enternecer con la imagen que logra construir.

La vida me ha enseñado muchas cosas —pero ¿de veras me ha enseñado algo la vida?—; mas no cómo olvidar aquella primera lección. Ella me lleva y me trae; orienta mis decisiones y mi voluntad. Como un viento, me levanta, me inclina, me derriba a su capricho […] Preparado estoy desde niño para el agravio, prevenido contra toda ofensa. Desarmado, en cambio, para todo halago, para toda señal de simpatía.

La edición de esta epístola forma parte del acervo de la Biblioteca José Lorenzo Cossío y Cosío que resguarda Adabi en la Ciudad de México. Resulta maravilloso que, dado su amor por los libros, Henestrosa y Cossío hayan legado sus nombres para dotar de personalidad a tres bibliotecas que forman parte de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca: dos de ellas denominadas en honor al bibliófilo José Lorenzo Cossío y Cosío (una custodiada por Adabi y la otra por el Museo de la Filatelia de Oaxaca), y una más, que está de fiesta por su XX Aniversario, ostentando el nombre del escritor istmeño: la “Andrés Henestrosa”, en Casa de la Ciudad. Es una memorable coincidencia que este ejemplar tenga una dedicatoria a puño y letra de don Andrés para don José Lorenzo: así como los tantos libros que el primero recibía dedicados por sus autores, de igual manera hizo lo propio con sus amigos, y como ejemplo esta carta fechada en el año de 1963.

María Fernanda Bante


Editorial

Al visualizar la recta final de este año podemos comenzar a constatar que el 2023 ha sido fructífero para todas y todos en la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca. Las actividades y proyectos continúan y este Boletín tiene como objetivo recabar cada experiencia, recomendación, reflexión, hallazgo, resultado y recuento que nuestros colaboradores quieren compartir con los lectores.

El equipo de Medio Ambiente nos invita a recordar los orígenes de la milpa y del Museo Infantil nos comparten la experiencia de volver a San Miguel Tixá con una sorpresa para los más pequeños. En tono igualmente festivo, el Museo Diablos y Guerreros de Oaxaca detallan las hazañas conseguidas por jugadores y artistas del cuadro escarlata y bélico.

Además, desde el Centro Cultural San Pablo nos regalan una nota en la que se describe la importancia de las rejas como metáforas de límite, ya que la actual exposición presenta una colección de estos elementos. Por su parte, el Museo de la Filatelia y el Museo Textil rinden un homenaje a los rostros y nombres de las mujeres de diferentes regiones del estado de Oaxaca. En esta misma línea, Andares del Arte Popular hace lo propio al narrarnos el trabajo artesanal detrás de la elaboración de una florera bordada de perlas en San Bartolo Coyotepec.

Por otro lado, la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova dedica tres notas para hablar del origen del alcahuete —ese instrumento para agitar ciertas bebidas—, de los frutos obtenidos en el Taller de Cuantificación de Lenguas Naturales que realizan año con año y, finalmente, un sentido homenaje al profesor Juan Vásquez Guzmán, figura importante en la defensa de la lengua y cultura triqui. Un logro más es el que nos comparte Adabi luego de hacer entrega del Fondo Personal Margarita Peña Muñoz, destacada investigadora de la UNAM, cuyos documentos fueron organizados por la asociación.

Sin dejar de mencionar lo hecho por Seguimos Leyendo en materia de promoción de la lectura entre los jóvenes, pero ahora con la integración de los medios digitales y la importancia de la ecología digital. Además de una síntesis de una conferencia sobre ex libris llevada a cabo en la Biblioteca Fray Francisco de Burgoa.

Les invitamos a que disfruten cada nota y nos compartan sus opiniones respecto a los proyectos que aquí les mostramos. También les dejamos este enlace a la Agenda FAHHO, animándoles a revisar las actividades y a compartirlo con sus amistades.


La milpa en la actualidad

Fotografía de Archivos compartidos Tres Ríos.

La milpa es una práctica agrícola cuyos cultivares están basados, principalmente, en las especies de maíz, frijol y calabaza y que en diversas regiones son complementadas con chile, papa y una amplia variedad de quelites.

El origen de este sistema —actividad que realizaban, sobre todo, mujeres y niños— se remonta a los pueblos mesoamericanos precolombinos, quienes iniciaron con la domesticación del teocintle1 hace aproximadamente 7 000 años; en ese momento también se originó la diversidad lingüística, la vestimenta, cosmovisión, alimentación y, en general, el caminar de los hombres y mujeres del maíz. En este sentido, la milpa engloba no solo un sistema de producción agrícola, sino que pone de manifiesto la cosmovisión, representa la economía, las tradiciones y las prácticas bioculturales de los pueblos originarios.

Al tratarse de un cultivo cuya producción se destina, sobre todo, al autoconsumo, su desarrollo agronómico cobra importancia desde un enfoque agroecológico, ya que la revolución verde de la década de los sesenta se enfocó, en gran medida, en los monocultivos de alto rendimiento, contrario a un sistema que genera una gran diversidad de especies y cultivares que conjugan los conocimientos y saberes del entorno donde se cultivan.

En el contexto oaxaqueño, la milpa es la columna vertebral de los pueblos que habitan las ocho regiones del estado, con 35 razas de maíz nativo que constituyen el 70 % de la diversidad en México y que conforman, junto con el frijol, el 75 % de la ingesta diaria de los campesinos y habitantes del medio rural en la entidad. Dicho consumo es un mosaico de saberes y sabores que van desde alimentos como las tortillas, tostadas, tlayudas, totopos, tamales, empanadas, tetelas, a las bebidas como el atole o el tejate, o ciertos fermentos para uso medicinal y de carácter ritual.

Fotografía de Archivos compartidos Tres Ríos.

Paradójicamente, a pesar de que la milpa es un sistema de cultivo con alto valor biocultural, nos encontramos con un escenario complejo por parte de quienes habitan y conviven día a día con ella, pues se trata de comunidades con altos índices de pobreza, migración y desempleo. Aunado
a que la milpa es el sustento de comunidades enteras cuyas condiciones fisiográficas son las serranías y laderas, también hay que considerar que las mismas poblaciones realizan prácticas ancestrales que impactan significativamente en la erosión y degradación de suelos, como la roza, tumba y quema (RTQ) y la roturación por medio de yunta y otras herramientas manuales. Por otra parte, el uso intensivo de agroquímicos para el control de arvenses, plagas y enfermedades han generado un desequilibrio en la diversidad agrobiológica, además de la contaminación de manantiales, arroyos y ríos.

Lo anterior deriva, en su conjunto, en cambios de uso de suelo: apertura de nuevas parcelas agrícolas, fragmentación de cobertura vegetal y reducción de conectividad del paisaje; disminución de polinizadores, de microorganismos y la fertilidad del suelo; disminución en la retención de agua, incremento de la transpiración y recrudecimiento del estiaje, incremento de sequía y desertificación de áreas agrícolas.

Es importante señalar que entre otros impactos sociales adversos se encuentran los rendimientos decrecientes que no superan las 2.00 Ton/Ha, que a su vez ocasionan la pérdida de semillas nativas, la reducción de la base nutricional de la familia y la comunidad, la pérdida de la soberanía alimentaria por el incremento de los costos de producción y la dependencia del abasto de maíz externo, ya que la producción familiar no satisface la necesidad alimentaria de quienes cultivan y viven de la milpa.

Fotografía de Archivos compartidos Tres Ríos.

Por esta razón, desde la Coordinación de Medio Ambiente de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca sabemos que es importante sumar esfuerzos con diversos espacios para que los saberes y prácticas campesinas del sistema de la milpa se fortalezcan por medio de la implementación de un manejo adaptativo como estrategia y respuesta al cambio climático, basado fundamentalmente en el aspecto ambiental, económico y cultural, como la agricultura de conservación, siembra de árboles frutales en curvas de nivel, producción de abonos orgánicos, conservación de microorganismos del suelo, rotación y asociación de cultivos, conservación de granos y la selección de semillas nativas como elemento de resiliencia, entre muchas acciones más.

1 El teocintle es una planta gramínea considerada como el antecesor directo del maíz que fue domesticado como cultivo por lo antiguos habitantes de Mesoamérica. Los teocintles tienen varios tallos ramificados, numerosas “mazorquitas” en diferentes ramas con solo dos hileras de granos envueltos en una estructura muy endurecida. Por su parte, el maíz tiene un tallo robusto, con una o pocas mazorcas en la parte central de la planta; la mazorca es grande y sus granos están expuestos en numerosas hileras. Las diferencias en el maíz, principalmente el alto desarrollo de la mazorca, son producto del proceso de domesticación (Iltis 1993; Randolph 1976; Wilkes 2004).


Rostros, nombre y memorias

Doña Carmen Castillo Pedro. Fotografía del Archivo Anita Jones.

“¿Qué hay en un nombre?” es el título de la exposición que actualmente presenta el Museo Textil de Oaxaca en el refectorio del Centro Cultural San Pablo. La muestra consta de una selección de fotografías de personas de distintas comunidades de Oaxaca y Chiapas; estas tomas provienen de los archivos fotográficos de Anita Jones y de Madeline Humm, ambos resguardados y disponibles para su consulta en el MTO.1

La selección de las imágenes responde a dos criterios. Por un lado, las fotografías tenían que vincularse con la exposición central que celebra los quince años del MTO, “Huīpīlli, kushma y phyang: prendas análogas de tres continentes”. Por otra parte, la documentación de las imágenes debía incluir los nombres de las personas retratadas por Jones y Humm, pues esta no es una exposición que se centre exclusivamente en los hilos, telares o huipiles, sino que también contempla a las personas que crearon y/o usaron estas prendas a lo largo de su vida. De entre miles y miles de imágenes resguardadas en el Museo, tan solo un puñado cuenta con esta información y, en ocasiones, de manera incompleta. El proceso de investigación para realizar esta exposición, así como las experiencias vividas después de la apertura de la muestra, han permitido conocer más a fondo a las personas que dotaron de energía a los textiles que solemos admirar y estudiar.

Uno de los casos más especiales se relaciona con la presencia de una mujer de San Felipe Usila, Oaxaca. Anita Jones estuvo con ella en la primavera de 1965, y aunque aparece en varias imágenes y en sus notas, únicamente lo hace bajo el nombre de “Doña Carmen”. El diario de campo de Anita menciona cómo viajó con ella a distintos lugares, a veces a pie y otras en balsa. Para ello, doña Carmen se hizo acompañar de su ahijado, Marcelino H. Isidro, a quien Anita compró una atarraya teñida por el mismo Marcelino en color azul. Curioso que el nombre de él sí aparece completo, pero no el de la señora Carmen.

La imagen que acompaña a estas líneas muestra a doña Carmen portando un paño de cabeza. Nuevamente resultan útiles las anotaciones de Anita, pues ahí se menciona que ese paño no le pertenecía a doña Carmen, sino que fue comprado por Frances Bistrol y prestado a la señora Carmen para posar para la foto. Frances fue una viajera y coleccionista que acompañó a Anita en numerosos viajes y que donó su colección al Museo de Antropología Logan, en Wisconsin. Años atrás, durante la primera edición del Encuentro de Textiles Mesoamericanos, conocimos a Nicolette Meister, entonces curadora y ahora directora del Museo Logan. Así pues, nos comunicamos con ella para saber si las notas de Frances incluían el nombre completo de la señora Carmen. Nicolette respondió inmediatamente, pero la noticia no era buena: Frances también la registró únicamente como “Doña Carmen”.

Conscientes de esta limitante, decidimos hacerla patente en la exposición. Afortunadamente, poco tiempo después, las redes sociales mostrarían una vez más su potente alcance: al publicar las imágenes en la cuenta de Facebook del MTO, recibimos un comentario de Blandina Lucas, quien escribió: “Ella se llamaba Carmen Castillo Pedro, su esposo: Adalberto González Carrera. Ellos recibían a mucha gente de fuera porque vivían cerca del palacio municipal y porque eran muy hospitalarios y a unos metros de su casa estaba el río donde actualmente está el auditorio municipal. Es mi bisabuela”. Tras comunicarnos con ella e invitarla a la exposición, nos dijo que apreciaba que las fotos de su bisabuela se conservaran en algún lugar. En realidad, el Museo es quien le extiende un agradecimiento especial a Blandina, pues su testimonio es clave para encajar las piezas que observábamos a partir de las imágenes y las notas de Anita, donde se ve a doña Carmen involucrada con su comunidad, atenta y generosa. Basta verla en plena faena, en otra de las imágenes incluidas en esta muestra, preparando un “caldo de playa” en el río.

Les invitamos a visitar la exposición que permanecerá abierta al público hasta el 20 de noviembre de 2023.

1 Para conocer más sobre ellas pueden visitar las exposiciones en línea del MTO: https://g.co/arts/LaUtEZMnRu6foVbVA y https://g.co/arts/k2xGaPMaq9fX1Van7


Rejas, espacio urbano y otras metáforas de límite

Las rejas señalan un límite. Normalmente separan el espacio público del espacio privado o delimitan un lugar donde ocurre cierta experiencia; de hierro forjado u otros materiales, antiguas o modernas, las rejas dejan ver lo que hay más allá de ellas.

En Oaxaca, las casas coloniales tenían rejas en las puertas, ventanas y balcones; algunas todavía se conservan, pero otras ya no existen o han sido reubicadas. Para dar cuenta de ello, los libros Hierros de Oaxaca (1950) y Fuego Vivo (2013) reúnen un inventario de rejas de nuestra ciudad y muestran el aprecio por ellas que ya forman parte del patrimonio histórico de Oaxaca.

Las rejas que se encuentran en la entrada del Centro Cultural San Pablo fueron diseñadas por el maestro Francisco Toledo. Son esculturas que dan acceso a un espacio abierto y sereno, y una muestra de que el arte puede formar parte de la vida cotidiana.

Así, la exposición que presentamos incluye una instalación con rejas que forman parte de la historia del propio edificio, las maquetas que fueron diseñadas por el maestro Toledo y obras de otros artistas que modifican el significado de las rejas como objetos y signos.

En esta muestra también podemos observar cómo el artista belga Francis Alÿs camina con una baqueta golpeando la reja del parque Fitzroy, en Londres, convirtiéndola en un instrumento fijo para producir ruido y otorgándole un uso diferente al habitual. Ese mínimo gesto estético nos recuerda que todos los límites de significado y uso son funcionales y contingentes.

Por otro lado, el artista francés Pierre Huyghe aborda los límites del uso del espacio urbano mediante un video en el que narra las dificultades que tuvo el arquitecto Le Carbousier para construir el Centro Carpenter en Harvard, así como la importancia de proteger y hacer buen uso de los edificios dedicados a promover las artes y la cultura en una ciudad.

En el espacio urbano las rejas son metáfora del límite. Funcionan como protección de los hábitos de uso adecuado señalan el espacio permitido para cierta actividad. En la tradición védica, lo que limita al pensamiento es también una especie de reja, muy densamente elaborada, que deja ver, solo de forma parcial, algo incognoscible; a esa reja, que es el tejido del que está hecho el mundo, le llaman mâya y equivale a ‘realidad’.


De los aquahuitl a los yag gai Utensilios decorados para las bebidas de cacao

Sara García Santiago en su taller de Santa Cecilia Jalieza.
Fotografías: Demián Ortiz, 2023.

En el amplio abanico de bebidas mesoamericanas de cacao y maíz existen varias cuyo componente líquido se complementa con abundante espuma o contienen sólidos parcialmente disueltos; este tipo de preparaciones se sirven generalmente en ocasiones ceremoniales y colectivas como bodas, mayordomías, rezos y funerales.

En algún momento de la milenaria trayectoria cultural de este tipo de bebidas fueron concebidos utensilios para mezclar, agitar o consumir las porciones servidas a cada persona; a lo largo del tiempo, estos han recibido diferentes nombres en lenguas locales y en castellano. Se trata de instrumentos generalmente planos, alargados y elaborados de madera que, por su carácter ceremonial, suelen embellecerse con figuras talladas en el mango, con decoraciones pictóricas e, incluso, empleando materiales preciosos.

Un ejemplo relativamente conocido es el de los alcahuetes que se utilizan en los Valles Centrales para mezclar el chocolateatole, llamados yag gai ‘palo de gallo’ en zapoteco por la figura que adorna su empuñadura. Parecía ser un tipo de utensilios reciente y restringido a esta región oaxaqueña, pero nuestras investigaciones han permitido ubicar precedentes al menos desde el siglo XVI, cuando las élites mexicas (y quizá también las mixtecas) empleaban preciados aquahuitl de madera o caparazón de tortuga para mezclar sus bebidas de cacao, según podemos conocer en los códices Florentino y Texúpan, en testamentos, procesos inquisitoriales y otros documentos de la época.

Bebiendo chocolateatole durante una boda en Jalieza.
Fotografía: Elena Marini, 2023.

La investigación bibliográfica y de campo nos ha permitido conocer tradiciones similares que existieron o aún perviven en otras partes de Oaxaca, como la Chinantla, los Chimalapas y la región ikoots, así como entre los maya-chontales de Tabasco. También nos hemos acercado al trabajo de los artesanos de Santa Cecilia Jalieza, pueblo dedicado a la talla de madera que durante décadas ha surtido de alcahuetes y otros utensilios a las fiestas y a las cocinas vallistas.

En conjunto, la información reunida nos permite afirmar que este tipo de utensilios ha sido un aspecto integral de la cultura material asociada a las bebidas de cacao y, por otro lado, advertir que su manufactura y uso, si bien subsisten en algunos lugares, en otros han desaparecido, de ahí la importancia de su estudio y valoración.

A partir de finales de octubre presentaremos en el Centro Cultural San Pablo una exposición que, mediante recursos audiovisuales, ejemplares físicos y materiales bibliográficos, dará cuenta de la relación entre estas pequeñas esculturas utilitarias y las ricas tradiciones gastronómicas y festivas de nuestra región. Esperamos el año próximo poder llevarla a algunas de las comunidades involucradas
en esta deliciosa indagación.


SOBRE LA PALABRA ALCAHUETE EN EL ESPAÑOL DE OAXACA

Todos conocemos el significado común de la palabra alcahuete. Según la Real Academia de la Lengua Española es la “persona que concierta, encubre o facilita una relación amorosa, generalmente ilícita”. Viene del árabe andalusí alqawwád ‘el mensajero [esp. de amor]’, y pasó al español antes del siglo XIII.

En los Valles Centrales de Oaxaca, la misma palabra también se usa para designar el palito con el que removemos el chocolateatole. Y aunque hoy en día el uso de este utensilio ya no es tan común y los alcahuetes se han convertido más bien en “separadores de libros” para los turistas —de una forma más delgada y con el animalito en su cima pintado de colores— siguen elaborándose en cantidades limitadas por artesanos y artesanas de Santa Ceclia Jalieza para bodas y otras ocasiones tradicionales en los pueblos de esta región.

Pero ¿qué tiene que ver el primer significado con el segundo? ¡Pues nada! Se trata, efectivamente, de la misma palabra, aunque con dos raíces muy distintas, ambas no-ibéricas. En el caso de nuestra varita, las personas hablantes del español de Oaxaca tomaron prestado del náhuatl la palabra alquahuitl ‘el palito para [remover] bebidas’ (con retención de la l del absolutivo, común en Oaxaca). Sonidos casi idénticos con significados y orígenes diferentes.

Fiesta de la Natividad en Teotitlán del Valle.
Fotografía: Elena Marini, 2016.

Entre otros autores, el fraile Bernardino de Sahagún lo registró en su enciclopedia de la cultura náhuatl del siglo XVI. En la versión en español, dice: “Luego venian, los que siruian de cacaos: y ponian a cada vno, vna xicara de cacao, y a cada vno le ponian su palillo, que llaman aquavitl” (en este caso sin retención de la l). Pero un detalle: como préstamo con este segundo significado existe solo en los Valles Centrales de Oaxaca.


La Literatura Infantil y Juvenil en la ecología digital: Un camino por andar

En esta era virtual, las nuevas generaciones encuentran amplias y diversas ecologías digitales, con una oferta cultural muy dinámica y de amplia especialización. Los hábitos de consumo dentro de las nuevas industrias culturales han provocado una evolución y han hecho surgir a los “prosumidores”, es decir, los públicos que no solo consumen contenidos, sino que también se hacen creadores, sobre todo gracias a una tecnología que se ha vuelto mucho más amigable y accesible.

Este fenómeno ha provocado disrupciones importantes en la manera de entender la comunicación digital, pero, al mismo tiempo, abre puertas y nuevas oportunidades para que proyectos con objetivos claros permitan interactuar de formas mucho más precisas con la comunidad. En ese mismo contexto, el Programa Seguimos Leyendo de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, en colaboración con el canal de divulgación digital FenomenalMente, desarrollaron el proyecto #SoyBooktuber, que tuvo una respuesta importante en la comunidad juvenil.

El objetivo de este taller fue generar un espacio para la formación de jóvenes divulgadores digitales de la literatura y fomentar sus habilidades de escritura, redacción, locución y conducción para crear contenido de valor, es decir, materiales audiovisuales que se compartirán próximamente en las redes sociales del programa —Facebook, Twitter, WhatsApp— y en la página web de Seguimos Leyendo.

La idea de este proyecto surgió del deseo de que un grupo de chicos y chicas puedan contagiar a sus similares el hábito de la lectura por medio de sus interesantes y amenas recomendaciones, utilizando mensajes creados por ellos mismos y surgidos de su propia experiencia lectora. El producto final son ocho videos diseñados específicamente para redes sociales, en donde Leonardo, Nataly, Ariadna, Mayrin, Ángel, Clara Fernanda, Sofía y Zayetzi, integrantes del taller, nos comparten una reseña de la obra que han leído, así como los nombres de los autores; sobre todo, nos hablan de la emoción que les provocó dar lectura a esos libros.

La experiencia fue muy enriquecedora, ya que quienes participaron pudieron entender el proceso de creación de los contenidos digitales y lograron valorar el trabajo que hay detrás de un proyecto de esta naturaleza; asimismo, la emoción de participar en la creación de mensajes para las redes sociales, con un fin realmente social, representó una alegría extra para ellos. Para cerrar esta primera fase se realizará la presentación de estos materiales en un evento formal al que puedan asistir las familias de los participantes, invitados especiales cercanos a la Literatura Infantil y Juvenil y los medios de comunicación local.

Finalmente, se buscará que más jóvenes se unan al proyecto en un futuro próximo y que, poco a poco, la comunidad lectora de estas edades del estado interactúe de manera más activa, pues todos los que participamos en esta labor soñamos con que cada día más personas disfruten de la lectura y se permitan entender el mundo de una mejor forma, llenándose de las virtudes que solo los libros son capaces de regalarnos.


El Fondo Personal Margarita Peña Muñoz

El pasado 4 de septiembre, Federico Campbell Peña entregó en donación a la Biblioteca Nacional el Fondo Personal Margarita Peña. En la UNAM, este fondo quedará a disposición de los interesados en la vida y obra de la doctora Peña. Los documentos fueron organizados e inventariados por Adabi entre 2020-2021, por lo que el acto de entrega se llevó a cabo en las instalaciones de la asociación.

Los documentos generados a lo largo de la vida de un individuo, organizados archivísticamente y dispuestos para su consulta, ofrecen la oportunidad de adentrarse en su carrera y en los elementos más distintivos de su personalidad. En este contexto, el Fondo Personal Margarita Peña nos permite acercarnos a la vida y obra de esta notable académica, investigadora y escritora mexicana.

Una sucesión de viajes y estancias académicas, años dedicados al estudio de la literatura mexicana, la escritura creativa, la crónica periodística y la poesía; más de 50 años de la vida de una mujer consagrados a la investigación, a hilar, atar y soltar cabos de temas —tan diversos como interesantes— en archivos y bibliotecas de México y el extranjero; la vocación de una maestra verdaderamente comprometida con la formación de sus alumnos, en el aula y fuera de ella: esto es lo que el Fondo Personal Margarita Peña resguarda.

En 2021 llegaron a las instalaciones de Adabi, junto con muchas cajas, las maletas de la Dra. Peña; esas mismas maletas que la acompañaron en sus innumerables travesías, pero no contenían ropa ni los artículos personales que suelen acompañar a los viajeros. Dentro venían documentos que la doctora produjo durante su vida, en el desarrollo de sus actividades. Los papeles corresponden a 81 años de su trayectoria personal y profesional y es esta historia de vida la que da origen a las secciones y series que integran el fondo.

En la Sección Personal se clasificaron los documentos relativos a las actividades particulares de la Dra. Peña. Su contenido lo podemos conocer por el nombre de sus series: Afiliaciones, Correspondencia, Crítica, Documentos personales, Entrevistas, Escritos, Estudios, Eventos y Homenajes póstumos.

La siguiente sección documental se llama “Docencia”. En este apartado se conservan los documentos producidos a partir de la vocación de la doctora por la enseñanza en el país y en el extranjero. Por casi 50 años fue docente de la UNAM, desde sus inicios en el Centro de Estudios Literarios, hasta los años en la Facultad de Filosofía y Letras, actividad que la llevó a recibir el título de profesora emérita en 2017.

La sección denominada “Investigación” revela en su extenso volumen esta actividad desarrollada en México y en el extranjero, que nutrió y fundamentó las otras dos facetas de su trabajo: la docencia y la escritura.

La última sección es Obra, la cual se divide en series documentales según su título; así, tenemos expedientes alrededor de las publicaciones más importantes de la doctora. Entre estos se encuentran los trabajos dedicados a Juan Ruiz de Alarcón, de quien fue una especialista y sin duda una de las mejores biógrafas del dramaturgo taxqueño. Otros expedientes hablan de publicaciones sobre literatura novohispana y del Siglo de Oro, desde los autores consagrados, hasta los escritores “de ocasión” y poco estudiados, de quienes tan solo tenemos noticia gracias a documentos rescatados de archivos y bibliotecas.

Por último, el fondo personal cuenta con cuatro anexos y material que no constituye propiamente documentación de archivo, no obstante, ayuda a entender su contexto y aporta información adicional al contenido.

El primer anexo es la Biblioteca adjunta en la que se conserva reunida la obra editada de la Dra. Peña. El segundo anexo es Publicaciones periódicas, que contiene textos publicados en periódicos y revistas. Otro anexo es Bibliografía especializada, este apartado reúne material que no es de la autoría de la doctora, pero que usó para sus investigaciones y textos: literatura, rescate documental, teatro, etcétera.

El último anexo es uno de los grandes valores que resguarda el Fondo Personal Margarita Peña, se trata de la Colección Documental, integrada por microfilmes y copias de documentos recolectados durante sus múltiples viajes en diferentes bibliotecas y archivos de México y el extranjero.

Esta colección es una fuente documental importante para quien siga los pasos de la doctora Peña en su esfuerzo por recuperar expresiones literarias acalladas en el pasado, mediante el estudio y difusión de autores y obras desconocidas.

Si bien físicamente la doctora nos hace falta desde 2018, creemos que, mediante su Fondo Personal es posible mantener viva la memoria de la escritora, la investigadora y la maestra. En la medida en que los documentos de su archivo personal se estudien y profundicen, y que sus hallazgos sigan inspirando a otros a investigar y a dar a conocer expresiones literarias, Margarita Peña permanecerá entre nosotros.


Reflejos del Istmo: Mujeres en filatelia y arte

Tarjeta postal, Mural de Bárbara Mejer, 1999, México. Colección: Mufi.

¡Qué belleza irradias!
La de los ojos negros, la de la piel morena
rodeada de flores

Continuando con la conmemoración de su vigésimo quinto aniversario, el Museo de la Filatelia de Oaxaca tiene el placer de presentar la exposición “Reflejos del Istmo: Mujeres en filatelia y arte”, un homenaje a las mujeres del Istmo de Tehuantepec. No es coincidencia que el timbre de dos centavos de la emisión regular con la imagen de una tehuana —emitido entre 1934 y 1950— sea el emblema del Museo.

Este timbre forma parte de una serie de 15 estampillas postales realizadas en grabado que muestran imágenes representativas del México posrevolucionario.

Las mujeres oaxaqueñas han desempeñado papeles fundamentales en la cultura, la economía y las tradiciones, lo que las ha convertido en uno de los símbolos distintivos de la sociedad de este estado. La región del Istmo de Tehuantepec, por ejemplo, es reconocida por su rica cultura y tradiciones y, en particular, por sus mujeres, quienes han sido el centro de atención debido a su belleza, fuerza y resiliencia. En una zona donde se entrelazan las culturas huaves, mixes, zapotecas, zoques y chontales, las mujeres han desempeñado un papel esencial en la preservación y promoción de las costumbres y tradiciones de su comunidad.

Estas mujeres son célebres por su destreza en la confección de huipiles, enaguas y blusas bordadas. De igual manera son reconocidas por su visión empresarial y su activismo político, además de su contribución a la música, la danza, la poesía, el cine y las artes plásticas. De igual manera, las mujeres de esta región han liderado la lucha por la igualdad de género y la defensa de sus derechos, desafiando los roles tradicionales de género y trabajando por la igualdad en el hogar y en la sociedad.

La exposición “Reflejos del Istmo: Mujeres en filatelia y arte” establece un diálogo entre elementos filatélicos, como timbres, planillas, sobres y postales, y las obras de arte de destacados artistas que han plasmado la imagen de la mujer istmeña en su obra. Estas representaciones nos muestran a la mujer del Istmo en diversas facetas, desde lo exótico y místico hasta lo local y nacional, sirviendo como símbolo y estereotipo, siendo un tema y una fuente de inspiración. También profundiza en las oportunidades que el arte ofrece para explorar la belleza y los discursos que han moldeado la imagen de las mujeres de esta región, dando pie a perspectivas plásticas vigentes e innovadoras que enriquecen y generan nuevas y amplias miradas, alejadas de las aproximaciones del pasado que perpetraron las formas de colonización y violencia.

Tarjeta postal, Nativa tehuana – Cd. Ixtepec, Oax., s/f. Colección: Mufi.

Las piezas de Ana Hernández, Demian Flores, Francisco Toledo, Shinzaburo Takeda, Graciela Iturbide, Francisco Ramos, Sótera Cruz y Argelia Matus que integran la muestra, nacen de la tierra y las raíces alimentadas por los sueños y reflejan la estética de la vida ritual y cotidiana. Las y los artistas se inspiran en la memoria y la sabiduría ancestral, manteniendo un enfoque y significado profundamente contemporáneos.

Al compás cadencioso de La Sandunga y La Paulina, entre el laberinto de flores bordadas y figuras de cadenilla, las istmeñas se reúnen en el Mufi. Esperamos que, al apreciar cada pieza, cada detalle, encuentres las poderosas historias que celebran la diversidad, la belleza y la fortaleza arraigadas en las experiencias de estas mujeres.

Extendemos nuestro agradecimiento a cada artista que forma parte de esta exposición y al Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca por su valiosa colaboración en su realización: su contribución ha enriquecido enormemente la experiencia que compartimos con nuestros visitantes.


La pasión colectiva por el beisbol

Fotografía: Enrique Gutiérrez.

El Museo Diablos se anotó otro home run en el 2023 con la exposición “Segundo inning, la fiesta del beisbol”, localizada en la sala temporal A, misma que durante el primer año de vida del recinto escarlata alojó una gran parte de la colección beisbolera del maestro oaxaqueño Francisco Toledo.

Con un roster de 26 extraordinarios artistas mexicanos, la renovación de la sala cumplió con el propósito de mantener el aroma del Rey de los Deportes en cada centímetro de sus paredes, pero sin descuidar la intención de maravillar a los visitantes con la magia de cada uno de los participantes en la muestra.

“Segundo inning, la fiesta del beisbol” nació como una oportunidad de demostrar, local e internacionalmente, que el deporte y el arte van de la mano, y que en el Estadio Alfredo Harp Helú conviven de manera única en el mundo. El Museo Diablos no podía ser ajeno a la celebración de la LMB, Mexico City Series 2023, donde se enfrentaron los Gigantes de San Francisco a los Padres de San Diego el sábado 29 y domingo 30 del pasado mes de abril, encuentro que atrajo a un gran número de aficionados de diferentes partes de nuestro país, Estados Unidos y Canadá, siendo la primera vez que la Ciudad de México era sede de juegos oficiales de las Grandes Ligas, un evento que había sido esperado desde hacía muchos años.

Nuestro line up de lujo no falló y cada artista puso su mayor esfuerzo para llevarse la victoria. A continuación, se narran algunos de los mejores momentos del encuentro. Para recibirnos está nuestro Gran Pitcher, obra inédita del maestro Amador Montes, quien desde una lomita de pelotas le hace un lanzamiento a nuestro Bateador con máscara de diablo, pieza de Víctor Vázquez hecha de barro precocido de Santa María Tlahuitoltepec, Oaxaca. Como testigo de esta jugada se encuentra el Juego de Pelota, de Demián Flores, que conjunta este juego mesoamericano con el contemporáneo en una magnífica obra realizada con hoja de oro y plata.

A unos pasos podemos encontrar, mirando desde lo alto, una pequeña parte de la gran colección Diablos, de Alejandro Vera, que nos transporta a las fiestas patronales de Juxtlahuaca, donde los Diablos pueden tomar cualquier forma y escala porque, en palabras del autor, “Al diablo nadie lo conoce”.

Una parte vital de esta fiesta es el “Grand Slam del Arte Beisbol Filatélico”. Desde que el Museo de la Filatelia de Oaxaca abrió sus puertas —en 1998—, con el propósito de conservar, exhibir y difundir el coleccionismo de estampillas postales, y en la búsqueda constante de preservar la filatelia en nuestros días mediante exposiciones permanentes, temporales e itinerantes, ha generado proyectos en conjunto con prestigiosas instituciones académicas y culturales. También ha logrado sinergias con pequeños grupos, colectivos y, por supuesto, destacados filatelistas y asociaciones filatélicas nacionales e internacionales que ven en el Mufi el espacio ideal para exhibir sus obras y colecciones dirigidas a distintos públicos. “Grand Slam” es una exposición que surgió como un proyecto colaborativo entre los Diablos Rojos del México, los Guerreros de Oaxaca y la Academia de Beisbol Alfredo Harp Helú.

La idea de este proyecto surgió al observar que los bates y las pelotas, que se encontraban en desuso debido al desgaste, eran objetos olvidados por los jugadores de los Diablos Rojos, los Guerreros de Oaxaca y los alumnos de la Academia. Lo anterior dio pie a la idea de que merecían ser recuperados y reutilizados, aunque ya no para el juego, sino como soportes para ser intervenidos por artistas visuales. La geometría de un cuadrangular, representado en un diseño sobrio de un timbre postal, impreso en negro y en papel de algodón, además del bate y la pelota, fueron proporcionados a cada artista para que intervinieran el gráfico y los objetos con técnica libre, enfatizando el tema beisbolero y el arte postal.

Nuestro gran cierre es “No existen los quizás en el beisbol”, una muestra del amor que siente Demián Flores por el beisbol y el arte, junto a uno de los cómplices que ha encontrado en el camino: Eduardo Roca Salazar, Choco, con quien trabaja una serie llamada “Al alimón”, en la que casi podemos escuchar el golpe al bat de las jugadas plasmadas. También se exhiben serigrafías, ilustraciones, gorras bordadas con frases icónicas de Pedro el mago Septién y una maravillosa colección de bats ingeniosamente intervenidos con la que, mediante luces y sombras, se puede soñar con las infinitas posibilidades que pueden existir en un diamante.

Finalmente, tenemos la pieza con la que inició la relación de Flores con la familia Harp Grañén. Se trata de una postal donde el maestro Francisco Toledo recomienda a su pupilo para ser incluido en el libro Vivir y morir jugando beisbol, de don Alfredo Harp.

Aunque en el beisbol no hay nada escrito, esperamos estar haciendo historia al ser el primer museo que cuenta con una exhibición tan rica en técnicas, perspectivas y sentires de distintos artistas con los que nos une la pasión por los Diablos Rojos del México y el beisbol.


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