El violín y las estrellas

Observatorio HAWC en las laderas del volcán Sierra Negra. Fotografía: www.hawc-observatory.org

“Quise venir a San Pablo porque mi hermano ya había participado en un concierto aquí mismo. Me dije: si él tocó el violín en este hermoso lugar, ¿por qué yo no puedo dar una conferencia de astronomía?”. Así se expresó el doctor en Física Adiv González Muñoz en su pasada charla sobre el observatorio Cherenkov de Agua a Gran Altura, o HAWC —por sus siglas en inglés—, mismo que está ubicado en una de las laderas del volcán Sierra Negra, en los límites entre los estados de Puebla y Veracruz.

Durante su charla, el doctor González, con gran claridad, nos explicó las razones por las cuales el equipo de trabajo seleccionó ese lugar en México, y cómo se fue conformando la construcción del observatorio a 4100 metros sobre el nivel del mar, con materiales sencillos, pero con un objetivo científico claro y una planeación escrupulosa. Nos compartió que, actualmente, el observatorio cuenta con una apertura que cubre más del quince por ciento del cielo y, por tanto, está expuesto a dos terceras partes de este durante cada ciclo de 24 horas.

Escuchar acerca de los rayos cósmicos y de su comportamiento, podría parecer una inútil inversión de tiempo sobre un tema que aparentemente no nos compete en absoluto (y menos cuando va llegando el fin de quincena, se nos descompuso el carro o tenemos un enfermo en casa). Sin embargo, el doctor logró la magia de involucrarnos cada vez más en cómo esos rayos cósmicos, provenientes de fenómenos que ocurren en el espacio, pueden ser detectados por el observatorio HAWC para saber qué es lo que está ocurriendo en el espacio sideral, tan ajeno a nuestras necesidades primarias y cotidianidad humana.

Conforme la plática avanzó, poco a poco fuimos más conscientes de ese amplio espectro de conocimiento de lo que ocurre fuera de nuestra atmósfera, conocimiento al que indudablemente estamos invitados como habitantes de este planeta. Así fue como supimos de los fenómenos que emiten radiación de alta energía y que pueden ser captados por el observatorio, ya que este puede detectar explosiones de supernovas, así como destellos de los misteriosos rayos gamma, el campo magnético galáctico y hasta evidencias de materia oscura.

En un momento de la charla, el doctor Adiv invitó a los participantes a reconocer los acordes de tres piezas pianísticas famosas. Después de ello hizo un símil entre la manera en que las notas se enlazan para generar acordes armoniosos, y la reacción en cadena de la cascada de partículas que viajan a velocidades cercanas a la de la luz. Con ello, creo que la mayoría logramos comprender un poco más cómo el observatorio HAWC identifica cada partícula con alta precisión —como cada nota aislada generada por el piano antes de lograr la armonía—, e incluso pudimos apreciar una imagen en movimiento de cómo se pueden reconocer cada una de las partículas gracias al observatorio.

Indudablemente, parte de la razón por la que estamos en este planeta es el anhelo humano de aprender más y más. Conocer sobre naturaleza, sobre historia, sobre el pensamiento de otras culturas, sobre el conocimiento de uno: conocer, conocer… y descubrir que conocer es un placer en sí mismo. Conforme avanzaba la conferencia varios caímos en la cuenta de que la reflexión inicial del conferencista era absolutamente lógica, al menos en San Pablo. Porque aquí confluye el interés por todo lo humano, y lo mismo podemos escuchar un gran concierto de una banda de viento infantil que apreciar la belleza de una exposición magistral de piezas elaboradas a partir del humilde barro; escuchar una serie de delicados poemas mientras también se aprende a bordar… o aprender sobre astronomía de la forma más sencilla e interesante.

Justo hacia el final de la conferencia del doctor González, muchos de nosotros recordamos su expresión inicial, porque caímos en la cuenta de cuán cerca está ese instante de escuchar la delicadeza de la música emanada de un violín, a los minutos en los que conocemos y nos preguntamos más y más acerca de los fenómenos que ocurren en el espacio sideral. En esencia, las estrellas y todos los fenómenos siderales tienen todo que ver con las dulces notas de un violín. O al menos aquí sí, en San Pablo.


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