Aquí, y en todo el mundo, se levanta el sol con todas sus heridas

Presentación del poemario Se levanta el sol con todas sus heridas en la Henestrosa. Fotografía: Acervo de la Biblioteca Henestrosa

La poesía de Moisés Villavicencio Barras desarma el discurso xenófobo desde lo emocional, lo cotidiano y lo ancestral. Nos recuerda que detrás de cada deportación hay un árbol arrancado, una lengua perdida, un hijo sin madre, un cuerpo marcado por el exilio.

La lectura del libro permite una reflexión crítica sobre las políticas migratorias, no solo las del presidente Donald Trump, sino las ejercidas por gobiernos de ultraderecha que han perseguido a los migrantes de países que ellos mismos han oprimido, colonizado o saqueado en el pasado —el caso más notable en este momento tal vez sea el exterminio de la población de Palestina a manos del Estado de Israel—; marcadas por el racismo institucional, la criminalización de migrantes y la separación de familias.

El autor, como cofundador de la revista literaria Cantera Verde, ya ha desempeñado un rol central en el fortalecimiento de la poesía en Oaxaca. Este libro reafirma su compromiso con una poesía que se planta frente al dolor de su tiempo, que escucha a los enfermos, a los migrantes, a los silenciados, a los locos, a los animales, a los niños.

Su obra nos recuerda que en la sociedad el poeta es un curador de la memoria comunitaria; un mediador entre el pasado y las urgencias contemporáneas; y, sobre todo, un sembrador de semillas en tiempos de sequía espiritual y social.

Villavicencio Barras escribe con una sensibilidad desgarrada por la separación, la distancia y la pérdida. En poemas como “Vuelo de regreso a casa” o “Reacción”, el tema de la migración aparece como movimiento físico y fractura del yo: el migrante es un ser en tránsito constante, desarraigado, con zapatos que “caminan, hambrientos” o que “patean puertas” como un “caballo enfermo de sí mismo”.

En esta obra, el poeta logra conjugar dos fuerzas que rara vez conviven con equilibrio: lo espiritual y lo concreto. Es una poesía que no aspira al efectismo emocional o al sentimentalismo; es, por el contrario, una poesía que convierte lo cotidiano en símbolo, sin despojarlo de su carne.

En el poema “Luz”, la pérdida del primer idioma —la lengua originaria o materna— se vuelve emblema del despojo identitario al que muchos migrantes son sometidos. La imposibilidad de transmitir una palabra sagrada, que “no representa ningún objeto”, subraya cómo la migración no solo arranca a las personas de sus tierras, sino también de sus signos, sus nombres y sus raíces.

Lo notable es que sin necesidad de proclamarse “literatura regional”, cada poema lleva impreso el ADN de Oaxaca: su lenguaje visual, su herencia oral, su cosmovisión que vincula a los vivos con los muertos, al pan con la sangre, o al perro con el trueno. Sin embargo, esta raíz nunca deviene localismo. Por el contrario, lo oaxaqueño se vuelve aquí emblema universal: los padres, los hermanos, los animales, el barro, las lluvias, los objetos mínimos, son portadores de una ética poética que resiste al desarraigo desde la ternura.

A pesar del dolor, la voz poética nunca se rinde. Hay una pulsión de vida que insiste, como el sol que “se levanta cada día / con todas sus heridas”.

Las imágenes poéticas son profundamente físicas y terrenales: raíces, alas de libélula, barro, polvo, pan, hojas, veneno, mar. Estas metáforas no ornamentan, sino que permiten sentir. Conectan al lector con un universo sensorial que dialoga con la cosmogonía mesoamericana, la vida campesina y la memoria oaxaqueña.

Aunque muchos poemas remiten a experiencias íntimas (la muerte de una mascota, la relación con el padre, la infancia), el yo poético siempre se abre hacia lo universal. Se siente una vocación ética: el poeta no escribe únicamente para sí, sino para todos los que “siguen caminando, como árboles sin raíces en el mundo”.

Desde la disposición gráfica de los textos hasta la elección de tipografía, márgenes y espaciados, la edición de Finishing Line Press demuestra un respeto por la respiración del poema. El diseño es limpio, sin adornos ni interferencias, lo cual permite que cada poema se despliegue en su ritmo propio, como si el lector estuviera frente a una página manuscrita por la memoria misma.

Se levanta el sol con todas sus heridas es un libro que canta con una voz firme y compasiva. En un mundo cruzado por migraciones, pandemias, pérdidas y fronteras —visibles e invisibles—, este libro es un lugar de sosiego en la oscuridad. En sus páginas, la poesía cumple uno de sus más altos deberes: recordarnos la dignidad del dolor, la belleza de lo quebrado, y la posibilidad —aunque sea tenue— de volver a casa.

Carece de exhibicionismo poético. Su fuerza reside en lo contenido, no en lo explícito. Cada imagen está destilada. Nada sobra. Sabe dialogar con el dolor sin caer en la catarsis fácil. Hay sufrimiento, pero no hay dramatismo. Hay compasión, pero no autoindulgencia.

Es un libro que se sostiene en el tiempo. No necesita de coyunturas políticas ni de tendencias estéticas para reclamar su lugar. Es un libro que uno puede volver a leer diez años después y seguirá hablando de lo esencial: la herida, el viaje, la luz.


Legado Alcalá en la Facultad de Bellas Artes de Oaxaca

Dedicado a Beatriz la Chatita Natera†, entrañable bibliotecaria de la Facultad de Bellas Artes de la UABJO.

Retratos de José y Macedonio Alcalá

El trabajo de organización del archivo musical de la Facultad de Bellas Artes de la UABJO nos permitirá conocer un conjunto de obras musicales de una infinidad de compositores. Algunas obras donadas por maestros aún conservan sus improntas, entre las cuales podemos reconocer la firma de la familia Alcalá.

En el archivo del Instituto de Ciencias y Artes de Oaxaca —el antecedente institucional de la UABJO—, que se resguarda en la Biblioteca Fray Francisco de Burgoa, existe un expediente de 1953 en la Sección Gobierno, Serie Dirección General, Subserie Informes, integrado por 36 fojas, 9 fotografías, 4 cuerdas para violín y 3 puentes de madera, metal y plástico. La documentación aparece bajo el siguiente nombre: “Donación de violín y piezas musicales de José Alcalá”.

Una de las fojas habla de una donación de libros y partituras realizada por Esperanza Alcalá, nieta de Macedonio Alcalá, a la escuela de Bellas Artes y a la Banda del Estado de Oaxaca. Tal como ella declara:

Me es muy grato cumplir con todo cariño para mi inolvidable y querida tierra natal, así como para este glorioso plantel […] en el que abrevaron sus conocimientos mi Sr. Padre, el maestro don José Alcalá, y mi inolvidable hermano, don José Joaquín Alcalá […].1

La dirección de la universidad tiene a su resguardo los violines de más de cien años de antigüedad. De los 18 lotes de obras donadas que reúnen un selecto número de composiciones inéditas de los maestros Macedonio, Bernabé, Nabor y José Alcalá podemos mencionar: Mazurka y Los Autómatas por Bernabé Alcalá; Marcha Porfirio Díaz y Sones del Istmo por José Alcalá. De hecho, en un trabajo archivístico anterior las obras compuestas por la familia se separaron en 3 cajas.

Violines en resguardo por la UABJO. Fotografías: Acervo de Adabi Oaxaca

Se identificaron copias hechas a mano, de las cuales la mayor parte no cuenta con fecha de creación. Es conocido que “el tío Macedas” era muy dado y virtuoso en la improvisación sin transcribir después al papel, es por eso que la obra escrita de Maceodnio Alcalá se cuida con recelo para la cultura y las artes de Oaxaca: la dirección
de la Facultad conserva en resguardo aparte dos de sus obras, Vals dedicado al señor Roberto Maqueo y Danza.

Como parte de la memoria institucional y herencia cultural a los estudiantes de la Facultad de Bellas Artes se debe procurar la preservación en buen estado de estos documentos, así como garantizar el acceso a los recursos bibliográficos como plataforma de difusión, promoción, desarrollo, colaboración y aprendizaje artístico entre estudiantes, músicos, investigadores y público interesado para sostener la
identidad musical en Oaxaca.

1 Correspondencia entre Esperanza Alcalá, Lic. Ignacio Castro Mantecón (director del Instituto Autónomo de Ciencias y Artes de Oaxaca), Prof. Diego Innes (docente del Instituto y director de la Banda del Estado), y el gobernador del estado.


Por eso…

Persona leyendo en una de las salas de la Librería Grañén Porrúa. Fotografía: Acervo de la Librería Grañén Porrúa

En una de las últimas reseñas que dejaron en nuestro perfil de Google, acompañado de un espléndido “5 estrellas”, escribieron que tenemos un maravilloso espacio dedicado a los juegos de mesa, una exquisita selección musical y un personal de lo más lindo, atento y servicial. Nótese que a esto último no le agregué las cursivas porque sería ponerlo en entredicho, y para nada lo está.

Agradecemos que quienes nos visitan se tomen el tiempo para hablar de su experiencia en la librería. Aún más, se agradece que hoy día se den un momento para visitar una librería, sea esta o la de una calle abajo, o la de dos calles arriba. Se agradece el gesto de cruzar la puerta con curiosidad, sin saber qué se va a encontrar, o a qué se entra, en realidad: ¿es esta una biblioteca? ¿Puedo sentarme tres horas a leer el libro y luego dejarlo en su sitio e irme en paz? ¿Puedo entrar con mi café y dar la vuelta admirando los pasillos con una iluminación imposible (a veces bien, no siempre mal)?

No nos cansaremos de ver entrar en invencible carrera a pequeñas que huyen de sus papás, y luego a los papás que las persiguen a carcajadas, pues ya se han instalado en el tambor a leer con pasión todo lo que esté a su alcance y que puedan jalar ellas mismas.

Tampoco serán suficientes los tíos y las abuelas que, felices mecenas, dicen a sus cachorros: “Vamos, escojan lo que quieran leer, esta vez pago yo, ya les tocará a ustedes invitarme luego”: duren, en verdad, y contagien ese espíritu a las personas cercanas.

Este año ha sucedido, como tantos, atizado con maltrato, angustia, quiebre, violencia, sí, tristemente; pero también con ternura, aprendizajes, amor, amaneceres frescos y luminosos que nos hacen pensar que todo esto que hacemos —compartir libros, organizar conciertos, prestar oídos y hombros, inaugurar exposiciones— valdrá la pena. Por eso seguimos.

Juegos de mesa en la sala infantil de la Librería. Fotografía: Acervo de la Librería Grañén Porrúa

Es por ello que, aunque sucedan cien cosas tras bambalinas, dejamos los juegos de mesa en el tambor, para que las chavitas que no entran a clases —porque no están de humor para entrar a la clase de cálculo— vengan a jugar gato, o conecta cuatro, y se tuerzan de la risa y resuene toda la Librería. Por eso ponemos flores lindas cada que podemos, para que te tomes una selfie, para que mandes una recomendación, para que presumas que nos visitaste, o nada más para que te recuerdes que también los espacios de libros son jardines. Por eso ponemos en aleatorio la lista de música, para que cuando estés en la Sala Azul (o Juvenil, o de Clásicos, llámala como quieras) y escuches una cumbia, muevas los hombros y agarres de la cadera a tu acompañante y hagan como que están en una pista de baile. Por eso, aunque Juanito, don Paco, Rolando, Alex, Monse, Cristhian o Jess, estén un poco tristes, tal vez angustiados, o quizá con la vida atravesándoles el cogote, sin duda subirán al mesanín por el libro sobre marxismo, o se treparán a la escalera para bajar La Odisea, o abrirán alegremente dos, tres o cuatro ejemplares hasta que encuentres el libro de recetas saludables que quieres obsequiar.

Este año la Librería Grañén Porrúa cumplió veintiséis años. ¿Se imaginan cómo sería si fuera una muchacha? Inteligente, graciosa, estridente, llena de datos curiosos para compartir con quien quiera escucharla; o un muchacho al que le gusta andar descalzo por la casa, o recogiendo flores en la calle e inventando historias sobre el espacio. Veintiséis años en el corazón de esta ciudad, aguardando a que la descubran con sus pisos de colores, con sus estantes de cedro.

Por eso, por permitirnos estar este tiempo recomendándoles títulos, organizando mesas de poesía, círculos de lectura, ofreciendo los libros de editoriales independientes o emergentes; por dejarnos formar parte de sus lugares favoritos, por tener esa tarjetita de cliente preferencial: ¡Gracias! Es por ustedes, lectoras, lectores, que esta librería sigue viva.


Huaxyácac: Un nombre que florece

Vainas del árbol de guaje. Fotografía: Acervo de Comunicación FAHHO

Por más comunes y estáticos que los nombres llegan a sonar en nuestra lengua, cuando nos detenemos a masticarlos, a rumiarlos, hay algo que los torna especialmente curiosos, porque los nombres, como los árboles y las plantas, tienen raíces. Y eso es precisamente lo que sostiene el nombre de Oaxaca, unas raíces, mejor dicho, un árbol entero, de raíz a copa. Huaxyácac1 —el cual también aparece en las fuentes más antiguas como huaxacac2 o vaxcac3 — es el topónimo náhuatl presente en el escudo de armas del estado— que dio origen al nombre “Oaxaca”: está formado por huaxin, que nombra al árbol del huaje, y yacatl, que refiere al punto más alto o la cima de algún lugar, o xayacatl, que alude al rostro.4 En conjunto, este topónimo se ha interpretado como “la cima o loma de los huajes”, comúnmente y quizás de manera muy literal se ha traducido también como “en la nariz de los huajes”, donde “nariz” hace referencia al punto más alto del rostro de una persona —quizás acostada al modo de un cerro— para aludir a un accidente geográfico.

En consecuencia, pensar que como oaxaqueños nos encontramos profundamente ligados a los árboles no solo resulta poético, sino que se trata de una idea que la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca ha convertido en una de las acciones más constantes que impulsa la Coordinación de Medio Ambiente: la donación de árboles.

Pese a que el árbol de guaje (Leucaena leucocephala) no es la única especie contemplada en las donaciones de la FAHHO, nos permite observar la importancia de la donación y siembra de árboles nativos. En Oaxaca existen varias especies del género Leucaena, entre ellas L. esculenta, L. diversifolia y L. pallida, que podrían considerarse cuasiendémicas de ciertas zonas del estado.

Además de aportar sombra, se trata de una especie fijadora de nitrógeno que permite mejorar la fertilidad del suelo. Asimismo, sus semillas son comestibles y poseen un alto valor nutricional e incluso medicinal como desparasitante. Pueden consumirse crudas, cocidas, molidas o tostadas en varias recetas de la cocina tradicional oaxaqueña. En este sentido, su carácter como símbolo vegetal de Oaxaca no solo consiste en un vínculo etimológico, sino en el valor nutricional y funcional de las semillas, así como en sus servicios ambientales.

La etimología que encierra el nombre de Oaxaca tiene su origen en una realidad hoy inexistente, pues el nombre no haría sino señalar la abundante presencia del guaje en el paisaje semiárido de los Valles Centrales, que hoy ya no es el mismo. Así, la donación de esta especie apuesta por reconectar, desde las raíces, a los oaxaqueños con el guaje para preservar la biodiversidad de esta tierra.

1 Wired Humanities Project, “Huaxyacac”, Nahuatl Dictionary, University of Oregon, s. f., https://nahuatl.wired-humanities.org/content/huaxyacac.

2 Domingo de San Antón Muñón Chimalpahin Quauhtlehuanitzin, Annals of His Time, ed. y trad. James Lockhart, Susan Schroeder y Doris Namala (Stanford: Stanford University Press, 2006), 282–283.

3 Beyond the Codices, eds. Arthur J.O. Anderson, Frances Berdan, and James Lockhart (Los Angeles: UCLA Latin American Center, 1976), Doc. 29, 182–183.

4 Wood, Stephanie. “Huaxyacac (Mdz17v)”. Visual Lexicon of Aztec Hieroglyphs. Wired Humanities Project. https://aztecglyphs.wired-humanities.org/content/huaxyacac-mdz17v


“Sin hit ni carrera” en el adiós del Eduardo Vasconcelos

Sin hit ni carrera, despedida del Eduardo Vasconcelos. Fotografía: Eduardo González

No hay mejor manera de despedir un inmueble emblemático para todos los oaxaqueños que inscribir su nombre en el libro de los récords de la Liga Mexicana de Beisbol (LMB). Por segunda ocasión en su historia, los Guerreros de Oaxaca consiguieron lanzar un juego “sin hit ni carrera”, aunque esta vez lo hicieron de manera combinada en lo que fue el último juego de la temporada regular en la historia del Estadio Eduardo Vasconcelos.

El pasado 7 de agosto del año en curso, entre los lanzadores Luis Fernando Miranda, Robert Dugger III, Esteban Bloch, Taylor Lehman, Reza Aleaziz y Enmanuel Mejía lograron el juego “sin hit ni carrera” combinado número 8 en la historia de la LMB. Los receptores en este encuentro, quienes también se suman a la lista histórica, son Ricardo Valenzuela y el oaxaqueño Carlos Garzón.

El encuentro no resultó en un “juego perfecto combinado”, ya que el joven bateador emergente, Gerardo Castañeda, recibió base por bolas del relevista Esteban Bloch, mientras que Brayan Gómez bateó un rodado a las paradas cortas, donde Jorge Flores cometió un error en el tiro a la inicial.

En este juego, los Guerreros apalearon y barrieron a los Pericos de Puebla en el Eduardo Vasconcelos, con una pizarra final de 15 carreras por 0, lo que marcó la victoria para Robert Dugger III en labor de relevo y la derrota para Emailin Montilla.

Esta es la segunda ocasión en su trayectoria que los Guerreros de Oaxaca consiguen lanzar un juego “sin hit ni carrera”. La primera vez lo hizo Jorge Luis Castillo, en 2011, frente a los Petroleros de Minatitlán, precisamente en Minatitlán, Veracruz. Ahora lo hacen de manera combinada, despidiendo así al histórico parque de beisbol Eduardo Vasconcelos.


Lo unido permanece: Diplomados FAHHO 2025

Participantes del diplomado en la ceremonia de clausura. Fotografía: Jordan Alcántara

Además de festejar a quienes terminan los diplomados internacionales en Cultura Escrita y Adolescencia (III edición) y en Promoción de la Lectura Infantil y Juvenil (XI edición), también celebramos la feliz colaboración entre la Fundación Alfredo Harp Helú, la Confederación Nacional de Escuelas Particulares y la Universidad La Salle Oaxaca, pues hemos colaborado en no pocos proyectos de educación, cultura, arte, deporte y acción social. La actividad académica y cultural que nos une trasciende los problemas diarios a los que nos enfrentamos, por lo que podemos afirmar que nuestra labor es plenamente humanista en el sentido más profundo del término.

Los hombres y las mujeres del Renacimiento se autonombraron humanistas porque prefirieron las letras humanas a las divinas (la Biblia), y en su bello esfuerzo por descifrar lo humano, acudieron a los antiguos griegos y a la naciente ciencia moderna. De su seno, en el transcurso de varios siglos, surgió la literatura de Dante Alighieri, la poesía de Petrarca y de fray Luis de León, la mística de Teresa de Jesús, la filosofía de Erasmo, la pintura de Leonardo y de Rafael, la escultura de Miguel Ángel, la arquitectura de Brunelleschi, la física de Galileo, la geometría de Kepler, la astronomía de Copérnico, la aventura hacia lo desconocido de Cristóbal Colón, el deseo de un mundo mejor de Tomás Moro, por mencionar solo algunos.

Poesía, literatura, mística, filosofía, pintura, escultura y aventura, pero también matemáticas, geometría, astronomía y ciencia se entretejieron con el deseo de un mundo mejor: Belleza, Verdad y Bondad. A eso se dedicaron los humanistas y esa es la esencia del humanismo.

El objetivo de esa época no era ya divinizarse o espiritualizarse, cosa por demás imposible, sino descubrirse como un ser inacabado y en continuo camino con otros, para configurarse como una persona humana, ayudado por la belleza, la verdad y la bondad.

El ideal renacentista, el humanismo, sigue presente el día de hoy en todas las sociedades y culturas modernas y no ha sido sustituido con otra narrativa. Aunque es cierto, desde hace 500 años, que cada época y cada sociedad acentúa un rasgo especial del humanismo: en ocasiones ha sido la búsqueda de la verdad, en otras, el deseo por una sociedad mejor y, a veces, el disfrute de la belleza y el placer.

Considero, sin embargo, que hoy en día nuestro querido México y nuestra querida Latinoamérica anhelan que nos enfoquemos en la Bondad. Nuestras sociedades tienen una sed enorme de paz, reconciliación, ternura, sanación, escucha y comprensión, aliento, misericordia, perdón, reconstrucción, esperanza. Me parece que visibilizar nuestra propia humanidad es uno de los signos más importantes de nuestra vida contemporánea.

Concuerdo con el jesuita Manuel Díaz Mateos, fallecido en 2018, quien decía que en el mundo estamos pasando de Amós, profeta de la justicia, a Oseas, profeta de la misericordia y del afecto, y que lo que hoy cuenta más es la intimidad y la realización personal.

A un pueblo desanimado, herido y roto, Dios lo alienta con el lenguaje cálido del afecto, del perdón y de la gracia. En el libro del profeta Oseas podemos leer con qué cariño se dirige Dios a su pueblo: “Y yo la volveré a conquistar, la llevaré al desierto y allí le hablaré de amor” (Os 2,16).

Todo lo anterior no significa que esperamos tener un mundo color de rosa, donde todo es correcto y afable.

Muy por el contrario, nos sabemos humanos y siempre habrá luchas y rencores. Se trata de saber, más bien, que tenemos la capacidad para perdonar y ser perdonados, y la posibilidad de reconstruir una y mil veces el destino fracturado.

Así que, mediadores de lectura, bibliotecarios, gestores culturales, maestras y maestros, ¿qué historias, qué narrativas contaremos a los niños, a los jóvenes y a los adultos? Ellos se convertirán en las historias que les contemos.

Celebro con mucho entusiasmo que el próximo diplomado que la FAHHO nos ofrece, con el esmero y cuidado que le caracterizan, sea sobre la cultura de paz.

Que Dios nos permita ser plenamente humanos y que nos entusiasme en esta gran labor humanizadora.

Ah, y por cierto, yo sí leo por puro placer.

Indivisa manent
Lo unido permanece


Hornos que transforman el barro y la vida

Inauguración de horno de leña libre de humo. Fotografía: Acervo Comunicación FAHHO.

El trabajo que realizan las distintas maestras y maestros artesanos que han desfilado por las páginas de este boletín nos ha demostrado que la tradición no está en disputa con la transformación y la innovación. En las siguientes líneas retomamos un ejemplo más de este hecho, uno de los proyectos más nobles que ha apoyado la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca en colaboración con la Escuela Nacional de Cerámica (ENC), para favorecer a la comunidad alfarera y ceramista de Oaxaca: la donación de hornos de leña libres de humo a la cooperativa Mujeres del Barro Rojo, en San Marcos Tlapazola.

Fue en julio de 2018 cuando se concretó la construcción del sexto horno de leña libre de humo en el país,1 pero el primero en Oaxaca, el cual fue destinado al grupo Mujeres del Barro Rojo —Raa´ unaa´ shte yú shnia—, conformado por once artesanas y jefas de familia, mujeres zapotecas orgullosamente indígenas, encabezadas por la maestra Macrina Mateo Martínez. Como en muchas comunidades alfareras del país, antes de la donación, ellas también realizaban la quema tradicional a ras de suelo y a cielo abierto. Actualmente existen tres hornos libres de humo en la comunidad de San Marcos Tlapazola. Para realizar una retrospectiva sobre la repercusión que este tipo de horno ha tenido en esta colectividad alfarera del barro rojo, entrevistamos a las tres guardianas de estos artefactos: Macrina Mateo Martínez, Gloria Mateo Sánchez y Francisca Mateo.

Como señala la maestra Macrina Mateo, son ya siete años los que han transcurrido después de la primera donación, siete años de una experiencia que ha descrito como “motivadora”. Para Macrina, antes del nuevo horno ellas no solo cocían el barro a cielo abierto, sino que respiraban humo y se quemaban la cara, el cabello y hasta la ropa —que no es cualquier cosa, sino su vestimenta tradicional—. Así, la maestra hace ver que quemar a cielo abierto implica una constante e incluso peligrosa exposición al fuego.

Otra de las adversidades que señalan las maestras alfareras se relaciona con el clima, especialmente durante la época de lluvias y, peor aún, en los días en que estas llegan sin previo aviso, porque entonces la tarea es imposible: la producción se detiene y las piezas se echan a perder. Una situación angustiosa. Además, cuando se quema a cielo abierto el fuego se dispersa, así que solo las piezas con un acceso privilegiado a las llamas pueden alcanzar una cocción óptima.

En este contexto, el horno de leña libre de humo ha transformado favorablemente tres ámbitos principales en la vida de estas artesanas: salud, medio ambiente y producción. En primer lugar, porque ya no hay una exposición directa ni al fuego ni al humo; segundo, porque las emisiones de humo se han reducido de manera significativa, así como el gasto de leña;2 y, tercero, el ambiente cerrado del horno posibilita controlar el fuego, observar y manipular la temperatura, lo que permite obtener productos de mejor calidad y reducir la pérdida de material.

Las artesanas describen el fenómeno de la siguiente manera: antes del uso del horno se perdían piezas por dos principales razones: una, debido a la mala cocción; y otra, porque, a veces, el impacto directo del fuego impedía una manipulación cuidadosa de la leña en el fogón, provocando el quiebre de las obras de barro. Asimismo, al escapar el calor, este proceso exige un mayor gasto de leña, pues requiere mucho más fuego, el cual, sin embargo, no se distribuye uniformemente sobre la cerámica. El horno, en cambio, permite una manipulación controlada de la leña y una distribución homogénea del calor, así que las piezas alcanzan una cocción uniforme. Pese a que el tiempo de quema no se ha reducido significativamente, pues sigue oscilando entre las 3 y 4 horas —una de calentamiento, dos de quema y otra de carga—, la mejora en la calidad de vida es indudable.

La maestra Macrina Mateo ha asimilado esta transformación positiva con estas palabras: “llevo 49 años como artesana, 49 años de respirar el humo, de contaminar, pero eso ha cambiado gracias a este horno”. Por eso expresa un agradecimiento profundo y entrañable a la Escuela Nacional de Cerámica, a don Alfredo Harp Helú y a la Dra. María Isabel Grañén Porrúa, quienes hicieron posible estos beneficios. Además, agradece el apoyo en la venta y difusión de sus productos. De igual manera, se asume como vocera de los beneficios que conlleva el uso de los hornos de leña libres de humo, entre los visitantes y otros artesanos. Por su parte, la maestra Gloria Mateo anima a la comunidad alfarera a tomar esta innovación como aliada de su labor artesanal; pide no tener miedo ante la novedad, pues el propio trabajo y la experiencia previa son maestros en el uso de este horno.

En San Marcos Tlapazola, el fuego sigue encendido, pero ahora arde sin humo. La ausencia de este representa un avance en la salud, la sostenibilidad y la producción artesanal, sin apagar el pulso antiguo de este oficio. Cada nueva hornada lleva consigo la promesa de seguir creando, compartiendo y sosteniendo la vida comunitaria que da forma al barro rojo; asimismo, reafirma la posibilidad de que la tradición y la innovación convivan en beneficio del patrimonio cultural de los Valles Centrales de Oaxaca.

1 Para conocer más acerca del proceso de con trucción y donación de este horno puedes a ceder al siguiente enlace: https://fahho.mx/BoletinFAHHO27.pdf

2 Esta ventaja se vio reforzada con la donación de dos mil árboles, mediante la Coordinación de Medio Ambiente FAHHO, para la creación de un banco de leña que contribuyera a hacer de este proyecto una estrategia autosostenible.


Experiencia musical en el atrio del Centro Cultural San Pablo

Concierto a cargo de la Banda Filarmónica de Santiago Zacatepec. Fotografías: Acervo de la Fonoteca
Juan León Mariscal

Los espacios del Centro Cultural San Pablo han sido musicalizados en cada temporada de conciertos. Gracias a ello, durante los últimos años, en Oaxaca hemos presenciado el surgimiento, la consolidación y la proyección de grandes músicos, quienes, desde sus comunidades, han creado memorables historias que son un reflejo de las emociones que como oaxaqueños nos identifican y nos ayudan a rememorizar la complejidad de nuestros contextos. Desde las comunidades originarias, la música ha sido fundamental en la construcción del patrimonio cultural oaxaqueño. Alejadas del bullicio de la capital, estas poblaciones han creado, sentido y vivido la música desde tiempos ancestrales: el caldo de cultivo perfecto para el surgimiento de notables obras, intérpretes y compositores.

Un claro ejemplo de ello son las y los jóvenes músicos de la Banda Filarmónica Municipal “Rito Marcelino Rovirosa” de Santiago Zacatepec, Mixes. En esta región del estado, la música no es solo una expresión, sino una forma de vida que comienza en los primeros años de infancia y se va consolidando con el tiempo. Quienes inician este camino llegan a atesorar su formación musical como lo más valioso, pues se trata de una forma de vida que favorece a la comunidad al mantener su cultura viva.

La conservación de su cultura implica, precisamente, que esta no se limite a su terruño, por eso eligieron un escenario como el atrio del exconvento de San Pablo para darse a conocer fuera de su comunidad. Así, durante una emotiva y estimulante presentación, dieron muestra de su formación musical, tradición y pasión. En un concierto de instrumentos de aliento y percusión, bajo la dirección de los maestros Braulio Cano López y Luis Ángel Fuentes Salazar, la Banda Filarmónica de Santiago Zacatepec dejó al público con ganas de seguir escuchándolos, después de bailar y vitorear las piezas que con tanta destreza interpretaron los músicos, oriundos de las serranías de la Sierra Norte Mixe.

Su repertorio incluyó, además de las composiciones del maestro Rito Marcelino Rovirosa, temas regionales; danzones; Sing, Sing, Sing de Benny Goodman, un clásico del género big band; un ensamble de metal y ska con dos éxitos de Mago de Oz —La historia del mago y el hada y Fiesta pagana— y una canción emblemática de Panteón Rococó, La carencia. También interpretaron temas populares como No hay novedad, además de adaptaciones de soundtracks de anime (Naruto y Dragon Ball) y del cine (Star Trek). Este concierto tuvo una amplia aceptación entre los asistentes, quienes acompañaron a los jóvenes intérpretes en una tarde de concierto que amenizó aquel fin de semana.

La noble labor de preservar las manifestaciones de los grandes expositores es de importancia para la continuidad de la música, pues a partir de su difusión podemos dar visibilidad a nuevos talentos y vida al futuro de la escena musical oaxaqueña. Claro, para que los eventos sigan vigentes, se requiere la pluralidad del trabajo entre músicos, el personal de la FAHHO y, por supuesto, el público que asiste a los conciertos. Ellos son quienes nos motivan a seguir dando exposición a la cultura del sonido.


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