Home Runs Citibanamex 2020

La Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, A.C. te invita a participar en el programa Home Runs 2020

Presentación                               

La Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, A.C. en adelante FAHHO, en coordinación con Banco Nacional de México, S.A., integrante del Grupo Financiero Banamex, le invitan a participar en el Programa Home Runs Citibanamex 2020, para la donación de recursos a instituciones mexicanas que destacan por su trayectoria de trabajo y compromiso social a favor de quienes más lo necesitan en el estado de Oaxaca.

Derivado de la pandemia que vivimos por el COVID-19, esta edición del Programa Home Runs Citibanamex 2020 tiene como objetivo apoyar a proyectos relacionados con esta contingencia y que incidan en las propias instituciones o en personas y comunidades con las que trabajan.

La FAHHO asignó una bolsa de $7,500,000.00 (siete millones quinientos mil pesos 00/100 M.N.), para el impulso de proyectos relacionados con los 7 temas de interés de Home Runs Citibanamex- FAHHO 2020:

– Bienestar social
– Educación
 – Cultura
 – Proyectos productivos
– Salud
 – Fomento al deporte
– Ecológico ambiental

Requisitos para participar                                     

  1. Ser la institución que ejecutará directamente el proyecto en el estado de Oaxaca.
  2. Contar con órganos de decisión y representación legal vigentes (Consejo Directivo, Patronato, Mesa Directiva u órgano equivalente. En caso de los Municipios: constancia de mayoría y acreditaciones).
  3. Haber cumplido en tiempo y forma con la comprobación de cualquier donativo previamente otorgado por la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca. A.C.
  4. Tener una cuenta establecida en el Banco Nacional de México S.A., para que, en caso de ser beneficiadas, se les pueda efectuar la transferencia electrónica.
  5. Para solicitar su inscripción al programa, las asociaciones y municipios deberán enviar un correo a homeruns@fahho.mx a partir de la publicación de la presente convocatoria y teniendo como fecha límite el 28 de agosto de 2020. En respuesta, la FAHHO expedirá un correo con las carpetas en donde deben ingresar sus proyectos y soportes documentales.
  6. Solo se impulsarán proyectos a corto y mediano plazo que sean comprobados en el periodo comprendido del 15 de diciembre de 2020 al 20 de enero 2021.
  7. Los proyectos serán evaluados y seleccionados por el Comité de la FAHHO. Notificaremos mediante correo electrónico a las instituciones participantes los resultados correspondientes de conformidad con la bolsa de recursos disponibles para la entrega de los donativos.
  8. Durante su ejecución, el proyecto estará sujeto a una verificación por parte de la FAHHO, con la finalidad de evaluar los avances y la aplicación de recursos.

Los proyectos que sean seleccionados por el comité recibirán la notificación vía correo electrónico a más tardar el 10 de noviembre de 2020.

Comprobación del donativo                                       

La fecha límite para recibir las comprobaciones será el día 20 de enero de 2021.

Los beneficiados deberán agregar cinco fotografías y otorgar el derecho de uso a la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, A.C. Las fotografías servirán como evidencia de la aplicación del donativo entregado.

Aviso de privacidad                                    

En caso de recabar datos personales de las personas físicas pertenecientes a las organizaciones invitadas a participar en el programa Home Runs Citibanamex-FAHHO 2020, en la FAHHO estamos convencidos de la relevancia e importancia del cuidado de su información personal. Es por ello que aplicamos lineamientos, políticas y procedimientos para proteger su información. Para más información sobre la protección de sus datos personales acuda a la siguiente liga: https://fahho.mx/aviso-de-privacidad/

Recuerdos de Francisco Toledo. 5 de septiembre, a un año de su fallecimiento

Recuerdos entrañables vienen a mi mente cada vez que pienso en Francisco Toledo. Hubiera querido darle un abrazo fuerte por sus 80 años y, aunque no fuera su cumpleaños, también me hubiera gustado dárselo. Y es que me cuesta trabajo saberlo ausente, cuando lo siento tan presente en los tonos de un atardecer, en las calles de Oaxaca, en las paredes del IAGO, en los libros de su biblioteca, en la mirada de sus cinco maravillosos hijos, en los colores difuminados de la grana y el nopal o en una pequeña hoja comida por los insectos. En cada detalle lleno de belleza y amor encuentro a Francisco. Así era él: detalles de amor y de belleza, la sensibilidad a flor de piel.

Mi encuentro con Francisco no solo fue un proyecto de libros —que fue la razón por la que llegué a Oaxaca—, sino que la existencia me cambió por completo. Toledo me enseñó a ver la vida de otra manera: a maravillarme con el milagro de nombrarla en las diferentes lenguas originarias; a captar el arte en la partícula más simple, en lo más sencillo; a sorprenderme de la belleza en la piel de México. Gracias a Toledo comprendí las texturas y los colores de las piedras y las montañas de Oaxaca; la sabiduría de la arquitectura vernácula; el paso de la luz sobre la fachada de Santo Domingo; descubrí cómo el olor te transporta a los recuerdos más esenciales y cómo uno puede ser feliz con tan pocas cosas.

Oaxaca se convirtió para mí en el centro del mundo: lo que a mí me interesaba llegaba, irremediablemente, a esta ciudad, incluso el amor de Alfredo Harp Helú. Me deslumbró el cielo estrellado que nos arropaba en los patios abiertos del MACO y del IAGO, era la misma cúpula celestial que había cubierto a los habitantes de Monte Albán. Toledo era un imán que atraía a personalidades admirables como escritores, músicos, artistas, bailarines, historiadores, críticos de arte, arqueólogos, fotógrafos, poetas, cantantes, filósofos, cineastas, científicos, naturalistas y hasta merecedores del Premio Nobel iban a buscarlo. También acudían funcionarios y políticos, porque Toledo siempre andaba metido en todo. Llegaban a su amado Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca, que Toledo me confió para que fuera su directora. Adoraba esa casa y también su biblioteca. Fueron años entrañables, fascinantes, en los que, sin duda, aprendí más que en la escuela y la universidad.

Me maravillaba cómo la mente de Toledo iba a mil por hora, siempre con alguna ocurrencia excepcional que nos ponía a horas de que tomé posesión en una silla de madera con patas de palo. Le pregunté: “¿Qué exposiciones hay organizadas para este año?”. “Ninguna —me dijo—, a ver qué se te ocurre porque ya me cansé de ver la que está ahora”.

La peor parte de mi trabajo consistía en explicarle al maestro la contabilidad que teníamos que entregar al Instituto Nacional de Bellas Artes. Extendía la hoja de cálculo, a Toledo y a mí nos costaba entender lo que era aquello, sabíamos leer letras, pero no números. Entonces, empezaba con mi cancioncita: “Mira, en esta columna están los nombres de los empleados, aquí los impuestos retenidos, aquí el pago al Seguro Social, menos el ISR, que es un impuesto que debemos pagar…”. Toledo cerraba aquella libreta y me decía: “Muy bien, preséntalo al INBA”. Y es que, a Toledo, los números nada más no se le daban. Un día, llegó furioso porque se enteró que la tienda del museo no producía ni siquiera “cuatro mil pesos” que necesitaba en ese momento. La encargada corrió a la dirección asustadísima. Salí a preguntarle al maestro que para qué quería tanto dinero y me dijo: “Pues para comprar mi Jornada”, es decir, para su periódico que costaba cuatro pesos; hacía como tres años que al peso le habían quitado tres ceros y él seguía pensando que costaba cuatro mil.

Los números no se le daban, pero el talento de Toledo llegaba más allá de las cifras. Un día compró unos hermosos grabados de Piranessi y con ellos organizamos una exposición. Me hizo mover cielo, mar y tierra para conseguir el permiso de reproducción de un hermoso texto de Marguerite Yourcenar, que quería que incluyéramos en un pequeño catálogo que publicaríamos con los ahorros del IAGO. Otro día llegó con la nueva de que organizáramos la proyección del último documental sobre Juan Rulfo; o la presentación del libro recién salido de Homero Aridjis o el de la contaminación del río de Juchitán. En una ocasión, ideó una exposición irreverente sobre las caricaturas en la época de Benito Juárez y el texto lo escribió don Luis González y González. En otra, pidió que llamáramos a Elías Trabulse para que diera una conferencia sobre el antiguo reloj de sol de Santo Domingo, porque los arquitectos restauradores habían decidido hacer uno nuevo, ya que, según ellos, existieron dos relojes. A veces teníamos que improvisar una conferencia porque tenía algún invitado que había llegado a visitarlo, como Carlos Monsiváis, Iván Restrepo, Teresa del Conde, Alberto Blanco, Alberto Ruy Sánchez y muchos otros que él consideraba importante que escucharan los jóvenes oaxaqueños. Hubo un tiempo en que se empeñó en buscar citas de grandes escritores sobre lo absurdo que era erigir monumentos sin lógica alguna, como una crítica feroz al desatino de los gobernantes por su afán de inaugurar estatuas de grandes héroes. Siempre había algo nuevo que aprender de Toledo, porque él era una explosión de ideas, y mi trabajo consistía en hacer realidad esas ideas, aunque, la verdad, no siempre eran factibles y, por supuesto, también tenía que decirle que eran imposibles.

Recuerdo aquella vez en que compró una hermosa casa en el centro histórico. Decidió convertirla en el Centro Fotográfico Álvarez Bravo. Por supuesto, hacía mucha falta un espacio para reflexionar sobre la fotografía y es un éxito que continúe hasta el día de hoy, fue otra de sus grandes herencias. Don Manuel Álvarez Bravo estuvo en la inauguración fascinado por el lugar y el proyecto. Toledo nos asombraba siempre. Otro día, me llamó para pedirme que atendiera a unos finlandeses que estaban sentados en el patio del IAGO porque querían donar una máquina desfibradora para hacer papel con plantas de Oaxaca. Y ese fue el comienzo de una virtuosa experiencia para crear un taller artesanal de papel y experimentar con fibras locales.

La confianza que Toledo depositaba en mí, al ofrecerme el proyecto de organización de los libros antiguos de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, la dirección de su amado IAGO, con su maravillosa colección de artes gráficas, del Centro Fotográfico y del Taller Arte Papel Oaxaca en San Agustín Etla, ha sido uno de los mayores aprendizajes de mi vida. Me sentía afortunada, y eso me daba seguridad, jamás lo defraudaría.

Podría seguir enumerando la cantidad de actividades que se llevaron a cabo cuando fui directora del IAGO, ahí donde llegaba Alfredo Harp Helú a cortejarme. Entonces, Toledo iba a a la oficina y me informaba: “Ya está Harp allá afuera”. Apurada, le decía: “Ya lo sé, pero todavía no termino, ya lo mandé a bolearse los zapatos, pero creo que ya regresó”. “Sí —me decía—, ahora está hablando por teléfono y preguntando por los Diablos. Apúrate”. Y salía disparada a ver al novio.

Algunas veces, había tanto trabajo que me quedaba hasta tarde. Una noche, se asomó por los barrotes de la oficina y dijo: “Ya no es hora de trabajar”. Tenía razón, comprendí que la jornada laboral se terminaba cuando cerraba el museo y que la vida estaba más allá del trabajo. Toledo solía preguntarme si no me sentía sola, pero no tenía tiempo para la soledad, siempre sentí el cariño de la Chatita, de Freddy, de mis amigos y, además, mi familia siempre estuvo muy cerca. Una tarde, Toledo me contó que cuando vivía en París, la casera se compadeció de su soledad, entró a su cuarto y le cambió las sábanas. En la noche, cuando llegó, al meterse a la cama, el olor le recordó a su mamá, lloró y decidió que ya era hora de regresar a México, necesitaba el calor del hogar. Así de terrenal era Toledo, también así de excepcional.

Toledo fue un artista muy completo, incursionaba en diferentes técnicas y las dominaba como nadie; admiraba el trabajo manual y artesanal. También le gustaba experimentar con diversos materiales y siempre dejaba su huella. Pero su obra no solo se exhibe en los museos, Toledo creó arte en sus instituciones, en la Biblioteca del IAGO, repleta de jóvenes lectores; en el CaSa, con sus escaleras que chorrean sangre de grana, en la bugambilia que cobija a los lectores del IAGO, en el cinema El Pochote, en el Jardín Etnobotánico y en cada paso que daba en beneficio de su comunidad.

Lo ordinario se volvía extraordinario. Así sucedió aquella vez. No sé cómo consiguió Toledo que nos prestaran tres libros que del editor Ambroise Vollard le encargó. a Marc Chagall para ilustrarlos: Las almas muertas, de Gogol, Las fábulas, de Lafontaine, y las ilustraciones de la Biblia. Bella, la nieta de Chagall, vino a Oaxaca desde Nueva York especialmente a la inauguración y, después de cenar, Toledo preguntó: “¿Les gusta bailar?”, contestamos que sí. Nos llevó al Bar Efraín, en los confines del río Atoyac, un sitio de mala muerte, donde la pista de baile se convertía en una pasarela con focos de neón en el piso para que las chicas con poca ropa desfilaran. Había una sombra de humo, música, algunas mesas y uno que otro borracho dormido sobre su asiento.

Nos llevaron a una mesa con sillas de metal que anunciaban “Corona”. De beber, no había cerveza, así que trajeron una botella de ron, refresco de cola y agua mineral. Jamás en mi vida había visto a Toledo, a Sergio Hernández y a Alfredo Harp beber tal veneno. Pero eso no fue lo peor, sino que agarraban hielos con la mano, los echaban a los vasos y bebían muy a gusto disfrutando el espectáculo. Bella estaba feliz, jamás se imaginó que existiera un lugar así en el universo. Yo tampoco. Por supuesto, no faltó el borrachito que insistía en bailar con la güerita. Como ella se negó, los tipos de seguridad del antro se vieron en la necesidad de sacarlo a empujones. Luego se acercó otro borracho a pedirle un autógrafo a Toledo. Él, sonrió, se “chivió” y firmó con gusto. Después bailamos. La pista se llenó con parejas disparejas. Bailar la pieza con las muchachas del lugar costaba cinco pesos. Iban vestidas con atuendos demasiado estrechos, ajustados en las enormes caderas y con escotes provocativos que dejaban ver sus prominentes bustos. Seducían sus zapatos de tacón de colores llamativos. La más atractiva llevaba unas medias con una línea negra que subía desde el talón al gluteo. Se cubría el pecho con un brasier rojo de satín con flecos. Su pareja era un chaparro nefasto que le llegaba al busto, bailaba con un cigarro y, cuando la abrazaba, le agarraba las nalgas ¡Ni en Hollywood hubieran imaginado un escenario más provocador!

En eso, escuchamos un tamborazo y anunciaron algo que no logramos entender. En ese momento, la gente descendió de la pista. Apareció sobre la tarima una hermosa mujer que vestía una lencería sensual de malla transparente y bordada en tonos blancos. Su mayor sofisticación consistía en caminar sobre unos zapatos de plataforma con tacón alto y grueso. Comenzó a bailar con movimientos ondulantes, giros de cintura, caderas de un lado a otro, brazos ligeros y fluidos, utilizaba un tul transparente que le daba cierta gracia a sus movimientos. Poco a poco, al ritmo de la música, comenzó a quitarse los hilos de ropa que llevaba encima. Cuando era el turno para despojarse del brasier, sonó un tambor y la luz se apagó. Chiflidos y chiflidos, aplausos y más aplausos. Fue una noche inolvidable, como los miles de recuerdos que llevo de Toledo.

Quisiera celebrar a Francisco Toledo con estas evocaciones y decirle cuánto lo quiero y que, dondequiera que esté, vive en mí. Mi gratitud y mi cariño a Francisco Toledo.


El alimento de la creación

El Centro de Arte Textil Zapoteco Bii Daüü, fue una de las primeras cooperativas que se acercaron al Museo Textil de Oaxaca cuando abrió sus puertas al público, en 2008. Poco tiempo después de su apertura, Bii Daüü presentó una charla en el Museo, cuando estas aún se llevaban a cabo en la Sala Caracol. Con el tiempo, la relación entre Bii Daüü y el MTO se ha ido estrechando gracias a los talleres de teñido y de tejido, las visitas de campo a Teotitlán del Valle, la participación activa en encuentros y congresos, así como en talleres especializados en torno a diseño y técnicas de teñido. Incluso, frente a prácticas de negocio poco ventajosas para la cooperativa, los socios se han acercado al MTO para exponer su situación y crear una estrategia de respuesta.

Como parte del programa de apoyo al sector artesanal, emprendido por la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca frente a la pandemia de COVID-19, Alejandro de Ávila sugirió comisionar algunas recreaciones de piezas históricas, tanto pertenecientes a los acervos que resguarda el MTO, como piezas que se conservan en otras instituciones. El listado incluía un sarape de ca. 1900, tejido en Teotitlán y enviado por Zelia Nuttall al Museo de Antropología en Berkeley, California (hoy, Phoebe A. Hearst Museum of Anthropology). El sitio del museo solo ofrece una fotografía del sarape, doblado varias veces sobre sí mismo. La única fotografía completa del sarape a la que tuvimos acceso aparece en la publicación Historia del arte de Oaxaca,1 dentro del texto de Alejandro, titulado “Un huipil colorado: tiempos del textil oaxaqueño”.

El proceso de la recreación del sarape comenzó con tan solo esa fotografía enviada a través de WhatsApp a Mariano Sosa Martínez, presidente de la cooperativa. Al interior de la organización, se decidió que serían Horacio Mendoza Martínez y su esposa, Fermina Ruiz Gutiérrez, quienes estarían a cargo de la elaboración de la pieza. Fermina se ha metido de lleno en el tema del color y, si bien la pieza original parece haberse realizado con tintes sintéticos, en este tejido se emplearon exclusivamente tintes naturales. La grana cochinilla y el añil fueron los tintes primordiales, matizándose con cáscara de granada, jugo de limón y pericón para alcanzar distintas tonalidades. De acuerdo con prácticas realizadas desde antaño, no solamente emplearon lana blanca para el teñido, sino que también utilizaron lana gris para lograr una mayor saturación de color en ciertas áreas, principalmente en el color oscuro del área central. La saturación del añil sobre la lana de color gris ha creado prácticamente un fondo negro sobre el que resplandece el centro rojo, como si fuera un corazón palpitante.

A fines de mayo comenzó el proceso de tejido. Horacio necesitaba terminar un encargo previo para desocupar el telar que utilizaría en esta pieza pues, a diferencia de la original, la tejería en un solo lienzo (el sarape tomado como referencia mide 240 x 153 cm). Al esbozar los diseños y distribuirlos en las medidas indicadas, se dio cuenta de que necesitaría cambiar el peine del telar. Usualmente emplea un peine de seis hilos por pulgada; en esta ocasión, requería ocho hilos por pulgada. El tejido prometía e iba a buen paso cuando, de pronto, tuvo que interrumpirse, pues Horacio había contraído COVID-19.

Débil y con dificultad para respirar, Horacio y la familia Mendoza Ruiz se enfrentaron a un periodo bastante oscuro. Ante el inconveniente de no poder recibir atención médica en Teotitlán, ya fuera porque no había turno con el médico local o porque no querían atenderlo por temor a contagiarse del virus, terminaron hablando con la madrina de Fermina, médica radicada en Tijuana. Con la confianza en ella y la facilidad de conversar en su propia lengua, a través de llamadas telefónicas, mensajes de WhatsApp y videoconferencias, se diagnosticó como positivo a Horacio y se le comenzó a dar un cuidado riguroso basado en la higiene. Fermina permaneció a su lado de forma constante, lavando diariamente la ropa (incluida la ropa de cama), así como desinfectando la habitación y cualquier otro espacio que su esposo recorriera y tocara. “Abría las ventanas, la puerta, todo… Le decía: ‘Respira… Tienes que respirar el aire de la naturaleza… Respira’”, cuenta Fermina. Angustiada, mantenía una actitud calma y segura, pues no deseaba transmitir su preocupación y miedo a sus hijos, Christian, David y Reyna Ximena, de 21, 13 y 7 años respectivamente. El momento de mayor desesperación llegó una noche en que Horacio le pedía a Fermina que no lo dejara dormir “Porque si me duermo… ya no vuelvo”. La imagen de su abuela vino a él y, en su agotamiento, lo instaba a descansar, le decía que ella lo ayudaría en ese trance. Con algunos niños rondando, Horacio alcanzaba a ver un corredor muy largo, oscuro… y sintió que los pulmones se le vaciaban. Fermina se volcó a la oración, pidiendo por Horacio, por sus hijos, por ella…

“Es un milagro estar aquí”, afirmaron ambos durante su visita al MTO a inicios de este mes. “Me pidió una ensalada, ¡y pronto corrí a hacerla!”, rememora Fermina, pues el apetito indicaba mejoría. Las fuerzas volvieron poco a poco al cuerpo y al ánimo de Horacio, quien a mediados de julio volvió al telar. Al principio, solo un ratito, pues se agotaba.

—Oiga, Horacio, después de una experiencia así… estoy seguro de que la primera parte que tejió no es igual a lo que tejió después de su recuperación, ¿o sí?

—No, no es igual. Volví a nacer.

La pareja contó entonces sobre el cambio en su apreciación por las cosas. Por momentos, Fermina se sorprendía de tan poco avance en el telar después de toda una jornada de trabajo, pero Horacio era muy exigente consigo mismo en el proceso. “Me fijaba en cosas en las que tal vez antes no me hubiera fijado tanto”. Tejía… y si no le parecía correcto, destejía y volvía a tejer. Su actitud no solo cambió frente a su telar, sino frente a su familia. “Hasta los niños notan que hay un cambio en su papá”, cuenta Fermina.

Ver el sarape suspendido en el patio del MTO es atestiguar las historias que alimentan la creación textil. El tejido no es solo una cuestión manual o técnica; puede serlo, pero también va más allá. Los hilos son un lenguaje y, como tal, expresan ideas, experiencias, anhelos, logros, miedos… El textil también es un medio propicio para la reflexión, la apreciación, es más, para la sanación. En muchas ocasiones, los telares también establecen un puente entre el individuo y el colectivo, entre el presente y el pasado. Horacio concluye: “Mientras lo tejía, pensaba ‘quien hizo esto, fue un gran tejedor’”.2

(1) De Ávila, Alejandro. (1997). Historia del arte de Oaxaca, Arte contemporáneo. Oaxaca: Instituto Oaxaqueño de las Culturas.

(2) 11 de agosto de 2020. Texto de Hector M. Meneses Lozano escrito tras la visita de Fermina Ruiz Gutiérrez, Horacio Mendoza Martínez y Mariano Sosa Martínez al Museo Textil de Oaxaca, el día 3 de agosto de 2020, fecha en que entregaron el sarape. Cuenta con la revisión, edición y aprobación de Fermina y Horacio.


Traslado de cartillas y materiales de alfabetización en lenguas indígenas

En el Boletín número 24, correspondiente a mayo-junio de 2018, se escribió sobre la producción de cartillas y otros materiales para la alfabetización en lenguas indígenas, durante buena parte del siglo XX, por parte del Instituto Lingüístico de Verano (ILV), institución religiosa fundada en 1936 y dedicada a la lectoescritura en lenguas indígenas, con el objetivo de divulgar las sagradas escrituras en todos los pueblos del mundo. De 1951 a 1979, esta producción se dio en el marco de una colaboración formal con el gobierno de México, el cual estaba interesado, por otras razones, en la pronta alfabetización de la población indígena de México. A lo largo de su existencia, los lingüistas del ILV produjeron una asombrosa cantidad de pequeños libros donde tocaron todo tipo de temas, desde vocabularios básicos ilustrados hasta explicaciones de microbios y los viajes a la luna, en casi todas las lenguas nacionales de México.

La Biblioteca Juan de Córdova tiene una importante colección, que consta de 1300 cartillas de alfabetización del ILV, de las cuales, unas 570 son del periodo de la colaboración formal con la SEP. Muchas de estas cartillas son peculiares o extremadamente raras, porque fueron impresas en tirajes pequeños y distribuidas en las comunidades, donde perecieron con el tiempo. Independientemente de las cuestionadas metas del ILV, o de la efectividad de su método, el conjunto de sus publicaciones representa el proyecto más ambicioso que se haya concebido para introducir la escritura en las lenguas locales en las comunidades. Creemos que, hoy en día, poseer esta colección en Oaxaca, el estado con mayor diversidad lingüística y mayor población hablante de todo el país, tiene mucho sentido. Una buena parte de los usuarios de la Biblioteca son hablantes de alguna de las lenguas de Oaxaca.

Cuando, en 2011, la Fundación Alfredo Harp Helú compró la casa y la biblioteca del abogado, literato y filatelista José Lorenzo Cossío y Cosío (1902-1975), ubicada en Coyoacán, Ciudad de México, se encontró, entre las colecciones, con un importante número de cartillas y materiales para la alfabetización. En total, se identificaron 541 publicaciones que complementan la colección en Oaxaca. Lo interesante es que las piezas provenientes de México son, sobre todo, de las primeras décadas del trabajo del ILV, o sea, entre 1940 y 1950, completando el material más tardío en Oaxaca. Hasta la fecha no queda claro cómo y por qué José Lorenzo Cossío y Cosío coleccionó estos pequeños y frágiles cuadernillos con tanto cuidado.

Cuando en el mismo año de 2011 se abrió la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova, en el exconvento de San Pablo, surgió la propuesta de incorporar la colección de cartillas recién encontradas al acervo en Oaxaca y conformar la colección más completa de cartillas y materiales para la alfabetización en México. Para nuestra biblioteca, esta compilación es la contraparte de una riquísima colección de 133 impresos y manuscritos en lenguas indígenas de México, que datan de la época virreinal y el siglo XIX. Juntas, conforman un reflejo y una memoria del papel de la escritura en lenguas indígenas en las complejas relaciones entre los pueblos indígenas y el Estado novohispano, decimonónico y posrevolucionario.

Sin embargo, en los años siguientes, ambas bibliotecas atendieron sus propias dinámicas y no fue sino hasta este 2020 que se decidió hacer el traslado de las piezas de la Ciudad de México a Oaxaca. En febrero, se trasladaron a Oaxaca los primeros 100 ejemplares y, a finales de junio, se trasladaron los 441 faltantes. Aunque las puertas de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova están cerradas mientras dura la pandemia, se ha iniciado el trabajo de integrar las fichas del inventario al catálogo de la Biblioteca, con miras a futuros eventos y acciones que difundan esta excepcional colección entre el público. Desde la Biblioteca agradecemos a las personas de ADABI de México que hicieron posible esta expansión de la Colección de Cartillas y Materiales de Alfabetización en Lenguas Indígenas en Oaxaca.


Sobre el origen de la palabra tlayuda-clayuda

–Dame una con todo.
–¿Con tasajo?
–Sí, con tasajo.

En la ciudad de Oaxaca, casi todos tenemos un lugar favorito para comer tlayudas, o como generalmente se pronuncia aquí, clayudas. En muchos de estos lugares, generalmente los mejores, uno se sienta en una silla de plástico, mientras el olor a humo impregna el aire nocturno y el viento de un enérgico soplador alienta el fuego en el anafre para tostar la gran tortilla doblada. Pero, ¿de dónde viene el nombre de este antojo, cuyo hogar son los Valles Centrales de Oaxaca y el Istmo de Tehuantepec? Actualmente, el asunto volvió a la discusión pública después de que cierto programa de televisión en línea declaró este manjar como la mejor comida callejera de América Latina.

Tlayuda (o clayuda) es una sustantivación del adjetivo tlayudo (o clayudo), que significa hoy ‘fuerte, correoso, resistente’. La (tortilla) tlayuda/clayuda, por lo tanto, contrasta con la (tortilla) blandita y la (tortilla) tostada.1 Así, el escritor oaxaqueño José María Bradomín (seudónimo de Guillermo Villa Castañeda), en su libro Oaxaca en la tradición, describe a un “aguador”, ya bien entrado en años, pero erguido y tlayudo, como todos los viejos de su época” (1960: 143). Un año antes, la autora María Lombardo de Caso, hermana de Vicente Lombardo Toledano y esposa del famoso arqueólogo Alfonso Caso, escribió en su novela Una luz en la otra orilla (1959: 39) un diálogo en el que uno de los personajes pregunta: “—¿Le pasa algo a Daniel? No me vaya a decir que está malo porque no se lo voy a creer. Ése es más tlayudo que la más jaleada de mis mulas”.2

El primer testimonio de la palabra que hemos podido localizar aparece en la novela costumbrista El cielo de Oaxaca, de Arturo Fenochio Rosas, quien nació en la ciudad de Oaxaca en 1854. En el capítulo cinco del libro, uno de los personajes comenta: “…le voy á dar unas tortillas que me dieron en una casa de por las Nieves… Aquí están las tortillas, algo tlayudas; pero no le hace” (p. 64). El evento narrado tiene lugar en la ciudad de Oaxaca y el autor coloca la palabra en cursiva para indicar que es una expresión local. Es de notar que la palabra tlayuda todavía no se usa como platillo, sino como adjetivo para calificar las tortillas. La novela no tiene fecha, pero se publicó en la década de 1890, ya que fue en estos años cuando el editor Benjamín Lara estaba imprimiendo en Puebla. En las Monografías bibliográficas mexicanas (1925, vol. 2-3), aparece la fecha de 1890 para la impresión de la novela.3

Aunque este primer testimonio aparece en la ciudad de Oaxaca, la palabra, escrita tlayuda tanto como clayuda, aparece en Tehuantepec en la década de 1920. En 1926, Eulogio R. Valdivieso publicó una breve descripción de una historia que su padre le había contado sobre Todos Santos en Tehuantepec, en la que menciona “la sabrosa clayuda (especie de tortilla que, después de cocerse por un lado en el comal, se quita y se recarga en una cantimplora, para que se cueza el otro por las llamas)” (1926: 51). En su relato de la rebelión delahuertista (1923-1924), el general Donato Bravo Izquierdo, de Coxcatlán, Puebla, describe la comida que brindó al general Otilio Jiménez Madrigal y su contingente cuando llegaron al Istmo: “Alojado lo mayor posible este contingente, le obsequié lo que de acuerdo con las circunstancias que prevalecían entre nosotros, podía llamarse un espléndido banquete, y que fue una sencilla ‘barbacoa’ con las indispensables ‘tlayudas’ (tortillas de maíz llamadas así por esta gente)”. Aunque esto se publicó en 1948, el uso de la palabra se atribuye a la gente del Istmo cuando estaba allí (Bravo Izquierdo, 1948: 83).

Como muestran estos testimonios, la palabra se documenta por primera vez en la ciudad de Oaxaca, pero poco después también en el Istmo. También muestran que tanto la forma tl– como la forma cl– se registran bastante temprano. Mientras que Fenochio y Bravo Izquierdo proporcionan pruebas de la forma “tlayuda” en el siglo XIX y principios de la década de 1920, Valdivieso publica “clayuda” en 1926. Ambas formas continúan en textos posteriores. Después del infame terremoto del 14 de enero de 1931, que dejó a Oaxaca en ruinas, la ciudad trató de recuperarse echando mano de dos eventos trascendentales: el descubrimiento de la Tumba 7 en Monte Albán, en enero de 1932, y el Homenaje Racial de abril del mismo año. En la promoción turística que surgió alrededor de estos eventos, se comenzó a canonizar lo que vendría a ser la “cocina oaxaqueña típica”. Por lo mismo, en 1933, podemos leer en El Mundo Gráfico (p. 464), en su número dedicado a Oaxaca, en el aparta- do “La Cocina Oaxaqueña” –después de la enumeración de los moles para personas con recursos–: “Las personas más pobres pueden deleitarse tomando una tlayuda (tortilla grande, de manufactura especial) recalentada y cubierta con ‘asiento’ […] y rociada con salsa picante de tomate o de chile pasilla”. Notamos aquí también el cambió del original sentido peyorativo de la palabra a una connotación positiva en el contexto urbano. Años después, junto con el uso ya mencionado de Bradomín y Lombardo de “tlayudo”, en 1959 y 1960, Jorge Tamayo se refiere a “tortillas generalmente grandes y secas llamadas clayudas”, en su libro escolar de 1950, Geografía de Oaxaca (1950: 64). En el mismo año, el economista-antropólogo Moisés T. de la Peña (1950: 131), cuando escribió sobre la Mixteca, mencionó la tortilla “siempre ‘tlayuda’ (¿clayuda?), gracias a un cocimiento […] excesivo del nixtamal, con lo que la […] tortilla adquiere la consistencia de la correa y es un martirio mascarla para quien no está habituado o no dispone de una dentadura a prueba para moler piedras. Parece que la finalidad es la de que la tortilla dure semanas y no se rompa al llevarla a la labor o al camino”. Es interesante ver que la duda sobre las formas tl– y cl– ya existía hace 70 años. Hoy en día, se considera que clayuda es más auténtica y representativa de la pronunciación oaxaqueña —fue con esta pronunciación que la lingüista Beatriz Garza Cuarón registró la palabra en su libro, El español hablado en la ciudad de Oaxaca, (1987: 92)—, sin embargo, históricamente, debe entenderse que tlayuda y clayuda han sido formas variantes contemporáneas de la misma palabra durante los últimos cien años.

Esta variación se explica como parte del proceso regular de adopción fonológica de palabras con tl-, casi siempre de origen nahuatl, a la fonotáctica del español, no solo en Oaxaca. Por ejemplo, las palabras tlachique (aguamiel), chahuistle, apastle, tlacoyo e ixtludo se pronuncian también clachi- que, chahuiscle, apascle, clacoyo e ixcludo. La pronunciación clayuda refleja este tipo de adaptación fonológica de tlayuda.

Actualmente no hay consenso en cuan- to a la etimología de tlayuda/clayuda. Algunos, favoreciendo la forma tl-, ven su origen en alguna derivación de la palabra nahuatl “tlaolli”, que significa ‘granos de maíz’. Otros, prefiriendo la forma cl-, han buscado su origen en la palabra española “cal”. En este artículo, nos gustaría sugerir otra posible etimología que, creemos, explica mejor la semántica y la forma de la palabra.

En muchas partes de México y América Central existe la palabra tayudo o (menos frecuente) talludo, con un significado idéntico a ‘tlayudo’ o ‘clayudo’ en Oaxaca. Por ejemplo, en el libro Lenguaje popular de Jalisco (Brambila Pelayo, 1957), bajo talluda se dice: “Aplícase a la masa de maíz difícil de tortearse a consecuencia de estar empedernido el nixtamal por causa de su mal cocimiento. Lo mismo se dice de las tortillas apelmazadas”. En Centroamérica, la palabra tayudo se aplica a alimentos que son difíciles de comer, un árbol difícil de cortar o arcilla que es difícil de trabajar. Así, en el Manual del lenguaje criollo de Centro y Sudamérica (Bayo, 1931), tayudo/a se define como “Duro; difícil de masticar, de cortar o de torcer” y en el segundo volumen de la Semántica guatemalense, o Diccionario de guatemaltequísmos (Sandoval, 1942), tayudo/a “aplícase a las cosas que son o se ponen duras y, a la vez, elásticas: ‘esta carne está muy tayuda’”. En Hondureñismos (Membreño, 1897) se escribió “talludo”, lo que se definió como “Coriáceo. […] El árbol que sin ser duro cuesta dividirse no obstante los hachazos del labrador, es talludo; así como lo es el deudor de plazo vencido á quien el acreedor insta constantemente á que cumpla con su obligación, y no verifica teniendo medios y hasta voluntad del pagar”. Más recientemente, en el libro Alfarería lenca contemporánea de Honduras (Foletti-Castegnaro, 1989), la palabra “tayudo” se describe como “Difícil de amasar, rebelde en la elaboración [de alfarería]”. Finalmente, en el Diccionario campesino hondureño (Bentley, 2001) se aplica a las “tortillas viejas que son tan duras y que cuesta masticarlas y comerlas”. Por lo anterior, es muy probable que tlayudo en Oaxaca sea una pronunciación local de tayudo o talludo, palabra con una amplia distribución fuera del estado.

Esta misma palabra, talludo, en España se refiere a alguien o algo crecido. Parece entonces que el adjetivo talludo-tayudo, que en última instancia deriva del “tallo” con el sufijo adjetivador -udo (cf. peludo, barbudo, tompiatudo), experimentó un cambio metonímico en el español americano en el que ‘crecido’ se cambió a ‘resistente’. Tlayudo/clayudo es, entonces, la forma oaxaqueña de esta palabra.

Sigue siendo un misterio por qué talludo/tayudo cambió su consonante inicial t- a tl- en Oaxaca. Puede haber sido que esta palabra, tal vez sentida como algo arcaica o rural, fuera considerada erróneamente un mexicanismo y sufrió una retroformación al cambiar la t- inicial a tl-, en imitación de la africada característica del náhuatl. Los oaxaqueños aparentemente no estaban solos en la búsqueda de una etimología para esta palabra en un idioma indígena. En 1894, casi contemporáneo con el uso de la palabra por parte de Fenochio, el autor guatemalteco Santiago I. Barberena incluyó “Tayudo” entre sus “quicheísmos” (es decir, palabras cuyo étima se puede encontrar en el idioma k’iche’):

En resumen, según la interpretación aquí presentada, el origen de la palabra tlayuda/ clayuda se puede encontrar en el adjetivo español “talludo”, que en México y Centroamérica adquirió el significado de ‘resistente, fuerte, correoso’. Uno de sus usos prototípicos fue para describir ciertas tortillas. Ya en la década de 1890, el adjetivo se había transformado en tlayudo/a en la ciudad de Oaxaca y fue atestiguado poco después en el Istmo de Tehuantepec. Para la década de 1920, el adjetivo se había nominalizado (“la tlayuda”) para referirse a un tipo de tortilla y aparece por primera vez la pronunciación con el cl– inicial. Esperamos que una investigación futura pueda proporcionar evidencia sobre la fuente del cambio de t– a tl-.

Agradecimientos

Agradecemos a Aurelio Asiain por habernos señalado, por redes sociales, el artículo de Valdivieso. También agradecemos a Jorge Velasco Baltazar, de la Biblioteca Henestrosa, por facilitar la consulta de algunas fuentes de ese acervo, y a Kevin Terraciano por revisar algunas referencias en línea. Finalmente, agradecemos a Rosa María Rojas Torres el habernos señalado la semejanza entre “tayudo” en San Andrés Tuxtla, y “clayudo” en Oaxaca, lo que abrió el camino para este breve texto.

Notas

(1) Este contraste entre blanditas y clayudas ya fue señalado por Ana María Guzmán de Vásquez Colmenares, en su libro Tradiciones Gastronómicas Oaxaqueñas, de 1982, a quien algunos, sin fundamento, atribuyen la introducción de la variante tlayuda.
(2) Curiosamente, se supone que la historia contada tuvo lugar en Teziutlán, Sierra de Puebla, donde ella nació. Nos resulta imposible en este momento saber si la palabra tlayudo se usaba allí o si fue una palabra que la autora “adoptó” a raíz de sus largas estancias en Oaxaca en las décadas de 1930 y 1940.
(3) Esta fecha coincide con la solicitud del derecho de autor publicada en la Recopilacion de leyes, decretos y providencias de los poderes legislativo y ejecutivo de la union: Desde que se estableció en la ciudad de México el Supremo Gobierno, volumen 56, de 1892: “[…] ante vd. declaro en cumplimiento del art. 1, 234 del Código Civil, que habiendo compuesto y hecho imprimir á mi costa una novela titulada “El Cielo de Oaxaca,” me reservo el derecho de propiedad literaria que me corresponde como autor de dicha obra”.

Referencias
Barberena, Santiago I. (1894). Quicheísmos. Contribución al estudio del folklore americano. San Salvador: Tipografía La Luz.
Bayo, Ciro. (1931). Manual del lenguaje criollo de Centro y Sudamérica. Madrid: Rafael Caro Raggio. Bentley, Jeffery W. (2001).
Diccionario campesino hondureño. Ceiba, vol. 42(2):79-157.
Bradomín, José María [Guillermo Villa Castañeda]. (1960). Oaxaca en la tradición. México: sin Editorial.
Brambila Pelayo, Alberto M. (1957). Lenguaje popular en Jalisco. Guadalajara: Editorial Brambila.
Bravo Izquierdo, Donato. (1948). Lealtad militar (campaña en el estado de Chiapas e Istmo de Tehuantepec 1923-1924). México: sin editorial.
Fenochio, Arturo. sf [circa 1890]. El cielo de Oaxaca. Novela de costumbres. Puebla: Benjamín Lara.
Foletti-Castegnaro, Alessandra. (1989). Alfarería lenca contemporánea de Honduras. [Tegucigalpa]: Editorial Guaymuras.
Garza Cuarón, Beatriz. (1987). El español hablado en la ciudad de Oaxaca, México. Caracterización fonética y léxica. México: El Colegio de México.
Lombardo de Caso, María. (1959). Una luz en la otra orilla. México: Fondo de Cultura Económica.
Membreño, Alberto. (1982). Hondureñismos. Tegucigalpa: Editorial Guaymuras. (Primera edición de 1897).
Monografías bibliográficas mexicanas. (1925). México: Secretaría de Relaciones Exteriores. (vol. 2-3)
Peña, Moisés T. de la. (1950). Problemas sociales y económicos de las Mixtecas. México: Instituto Nacional Indigenista.
Recopilacion de leyes, decretos y providencias de los poderes legislativo y ejecutivo de la unión: Desde que se estableció en la ciudad de México el Supremo Gobierno. (1892). México: Imprenta del Gobierno. (vol. 56).
Sandoval, Lisandro. (1942). Semántica guate-malense, o Diccionario de guatemaltequismos, (vol. 2). Guatemala: Tipografía Nacional.
Tamayo, Jorge L. (1950). Geografía de Oaxaca. México: Eds. El Nacional.
Valdivieso, Eulogio R. (1926). “Leyenda de la venida de los Muertos en Todos Santos, en Tehuantepec, Istmo”. Mexican Folkways, vol. 2 (no. 9): 48-53.


Llorá, pero no olvides. A 100 años de Mario Benedetti

El 14 de septiembre de 2020, Mario Benedetti hubiera cumplido 100 años. La obra del escritor uruguayo fue extensa y transitó prácticamente por todos los géneros literarios: escribió novela, cuento, ensayo, dramaturgia, poesía, guiones cinematográficos y canciones. Algunos de sus poemas se convirtieron en grandes éxitos al ser musicalizados por cantantes como Pablo Milanés, Joan Manuel Serrat, Alaíde Costa, Nacha Guevara, Daniel Viglietti, entre otros. La adaptación al cine de su novela La tregua (1960), realizada por el argentino Sergio Renán, fue nominada, en 1975, al Oscar a mejor película extranjera, sin embargo, no resultó ganadora, imponiéndose ese año Amarcord, de Fellini.

Los primeros poemas publicados de Benedetti están fechados a finales de la década de 1940, sin embargo, el reconocimiento por su obra no llegaría sino hasta 1954, año en que publicó Poemas de la oficina. A partir de ese momento, su trabajo lírico se caracterizó por construirse con un lenguaje que preponderó la simplicidad y el discurso directo, con el objetivo primordial de comunicar. En palabras del propio Benedetti, “poetas comunicantes significa, en su acepción más obvia, la preocupación de la actual poesía latinoamericana en comunicar, en llegar a su lector, en incluirlo también a él en su buceo, en su osadía, y a la vez en su austeridad”.

El 27 de junio de 1973, Juan María Bordaberry, quien entonces era presidente de Uruguay, disolvió, con apoyo de las fuerzas armadas, la Cámara de Senadores y la Cámara de Representantes; acto seguido, instauró un Consejo de Estado “designado por el poder ejecutivo” que asumió las facultades legislativas, al tiempo que los militares fueron nombrados para desempeñar cargos en la estructura gubernamental y se suprimieron las libertades civiles. Estos sucesos marcaron el inicio de la dictadura cívico-militar que asoló al país hasta 1985.

El año del golpe, Mario era miembro del Secretariado Provisorio del Movimiento de Independientes “26 de marzo”, movimiento de izquierda que combatió la fascistización de Uruguay desde 1971. Al mismo tiempo, dirigía el Departamento de Literatura Latinoamericana en la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Universidad de la República. Debido a su militancia contraria al régimen, Benedetti tuvo que salir del país exiliado hacia Argentina, lo que marcó fuertemente su obra posterior.

Los poemas que Mario escribió durante el exilio intentaron construir una memoria de lo ocurrido en la dictadura. La militancia literaria de Benedetti se sostenía en la idea de que el arte es un instrumento de transformación y de lucha, de denuncia. De esta época datan algunos poemas que se convirtieron en testimonio de lo ocurrido, por ejemplo, “Zelmar”, poema en el cual hace un homenaje a su amigo Zelmar Michelli- ni, uno de los fundadores de la coalición de izquierda Frente Amplio, y quien moriría asesinado en el exilio en Argentina.

Galardonado en 1999 con el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana y en 2005 con el Internacional Méndez Pelayo, Benedetti murió el 17 de mayo de 2009, en Montevideo, debido a una enfermedad pulmonar.

A continuación les comparto un fragmento de “Hombre preso que mira a su hijo”, publicado en el libro Poemas de otros (1974). Para hacer memoria, para no olvidar.

Ir al poema.


Joan Manuel Serrat/Mario Benedetti
“Hagamos un trato”

La adaptación al cine de La tregua

Silvio Rodríguez/Mario Benedetti/Pablo Milanés

“Nacha canta a Benedetti” (Colegio de México, México D.F., 1975).

Hombre preso que mira a su hijo (fragmento)

botija aunque tengas pocos años
creo que hay que decirte la verdad
para que no la olvides

por eso no te oculto que me dieron
picana
que casi me revientan los riñones

todas estas llagas hinchazones y
heridas
que tus ojos redondos
miran hipnotizados
son durísimos golpes
son botas en la cara
demasiado dolor para que te lo oculte
demasiado suplicio para que se me
borre

pero también es bueno que conozcas
que tu viejo calló
o puteó como un loco
que es una linda forma de callar

que tu viejo olvidó todos los números
(por eso no podría ayudarte en las
tablas)
y por lo tanto todos los teléfonos

y las calles y el color de los ojos
y los cabellos y las cicatrices
y en qué esquina
en qué bar
qué parada
qué casa
y acordarse de vos
de tu carita
lo ayudaba a callar
una cosa es morirse de dolor
y otra cosa morirse de vergüenza

por eso ahora
me podés preguntar y sobre todo
puedo yo responder

uno no siempre hace lo que quiere
pero tiene el derecho de no hacer
lo que no quiere

llorá nomás botija
son macanas
que los hombres no lloran
aquí lloramos todos

gritamos berreamos moqueamos
chillamos
maldecimos
porque es mejor llorar que traicionar
porque es mejor llorar que traicionarse

llorá
pero no olvides.


Pasión por los Diablos

La mañana del 1 de julio del 2020 fue una de las más dolorosas en la historia del beisbol mexicano. Los dueños de los equipos y la LMB tomaron la decisión de cancelar su temporada, por primera vez en 95 años de vida.

El Rey de los Deportes no se pudo escapar de los efectos negativos que ha causado la pandemia de COVID-19 en México, a pesar de un intento por rescatar, al menos, una fracción del calendario originalmente establecido para iniciar el 6 de abril.

El corazón de la familia beisbolera se rompió con el comunicado que explicaba que, derivado de las reuniones sostenidas con las autoridades de salud federales, los 16 equipos, junto con el circuito, no encontraron condiciones favorables para iniciar la campaña.

Especialmente para los Diablos Rojos del México, la cancelación de la temporada resultó sumamente dolorosa, tomando en cuenta la serie de eventos que se tenían contemplados para festejar el 80 aniversario de la organización, la segunda más añeja de la LMB.

Con mucha tristeza, pero al mismo tiempo con un gran valor, la Pandilla Roja comprendió que no era el momento de bajar la cortina y era importante pensar en el 2021. La afición necesitaba a su equipo y viceversa. Era la hora se ser más fuertes y estar más cerca del llamado “Universo Escarlata”.

Así nació el programa Pasión por los Diablos, una producción hecha en casa y desde casa que, durante 50 minutos mantendrá una ventana en vivo con los seguidores del equipo. En este programa, transmitido cada sábado, los seguidores reciben noticias, cápsulas históricas, entrevistas y reportajes, además del toque humorístico de nuestra querida mascota, Rocco.

Pasión por los Diablos es el primer programa que se atreve a generar contendidos inéditos, a pesar de la pandemia, poniendo el ejemplo de que en los tiempos más complicados es cuando el ingenio, el talento y el corazón se deben conectar para salir adelante.

Pasión por los Diablos nace fuerte, gracias a la sinergia que se logró con la Fundación Alfredo Harp Helú, el Salón de la Fama del Beisbol Mexicano y la Academia de Beisbol Alfredo Harp Helú.

https://www.facebook.com/DiablosRojosMX/videos/607692999944288/

https://www.facebook.com/DiablosRojosMX/videos/2789712841250501/?so=permalink&rv=related_videos


El hogar siempre estuvo aquí

La identidad de un equipo reside, en gran parte, en su pasado histórico . La memoria colectiva que enriquece y engrandece la historia de un club, atesora instantes reales y, en muchas ocasiones, ficticios, que abonan al halo mítico que moldea la personalidad de una institución.

La historia de una organización que, sin saberlo, estuvo en búsqueda de casa por más de 70 años, ha permeado en el desarrollo de la liga nacional más importante de beisbol en México. Es curioso cómo un equipo, que bateó todos esos años en búsqueda de diamantes, que ansiaban como casa, fuesen nómadas y, a la vez, sedentarios, al menos en el imaginario de sus seguidores. Haciendo trascender el sentido de pertenencia que tienen los fanáticos a su equipo, —el mismo que tiene el equipo hacía la ciudad que los cobija—, simplemente no se podría concebir una Ciudad de México sin sus Diablos ni unos Diablos sin su ciudad capital.

Ya sea en el legendario Parque Delta, o bajo la comunión que otorgaba el Estadio Fray Nano entre jugadores y aficionados, los Diablos Rojos supieron encontrar refugio en diamantes, que tarde o temprano, les dejarían de pertenecer. Fueron capítulos en su historia que ha marcado con alegrías y hazañas el pasado idílico de una afición que se ha encargado de inundar, con pasión, la ciudad de color rojo escarlata. Para quien diga que el beisbol es un deporte en el olvido, al menos en el contexto capitalino, no cuenta con la perspectiva que le permite observar a una afición ávida por la pelota caliente en un tenor predominantemente opacado por otras actividades deportivas y de entretenimiento.

Los Diablos nunca estuvieron en búsqueda de un hogar, sino de una casa, de un espacio que fungiera como escenario definitivo de sus batallas; de muros que, acompañados de arte e historia concentraran y relucieran los capítulos de su pasado; de gradas que permitieran hacer latir los corazones presentes al unísono y de un proyecto que, en conjunto, simbolizara el futuro que se ha de alcanzar con la entrega de cada uno de sus integrantes. Así, el Estadio Alfredo Harp Helú mantiene viva la llama de la pasión, haciendo de ella un incendio de emociones y experiencias que logran conectar el nuevo paraíso de los Diablos Rojos con su siempre hogar: la Ciudad de México.


El beisbol y su habilidad de adaptarse al cambio

Nos da miedo cambiar porque le tememos a lo desconocido y muchas veces no nos atrevemos a salir de nuestra zona de comodidad, que es una forma de sentirnos seguros. El escenario actual del mundo nos está obligando a cambiar y adaptarnos a las nuevas circunstancias, a evolucionar para sobrevivir. Esta adaptación implica estudiar, trabajar e incluso entrenar a distancia. Los jóvenes prospectos de la Academia Alfredo Harp Helú se están adaptando a la situación. Entre las actividades que realizan se encuentran los ejercicios de reflexión, que les ayudan a adaptarse a la “nueva normalidad”. A continuación, compartimos parte de los pensamientos de los jóvenes:

El cambio es un proceso que debemos llevar a cabo nosotros, como deportistas, para alcanzar lo más alto, el éxito. Pero, ¿cómo alcanzar la cúspide en este camino tan difícil? Desde tiempos in- memorables, los más grandes de la historia del mundo han tenido que enfrentarse a diversos momentos que marcan su vida, al instante que marca la pauta y que trastoca la mentalidad del individuo al grado que lo motiva a ser mejor cada día, a tratar de cambiar al mundo de una manera significativa, buscando dejar su huella e iniciar un legado que perdurará por mucho tiempo. ¿Y cómo relacionar esto con nuestra vida de deportistas? Es muy fácil pensar que la vida de un deportista es de lo más sencilla, la mayoría de las personas solo ven lo superficial de nuestro trabajo, ellos no saben que todos los días son de una ardua lucha por salir adelante. Todo héroe necesita pasar por un desierto para alcanzar la cúspide y, me atrevo a decir, nosotros lo afrontamos en el momento en que dejamos nuestros hogares y nos alejamos de nuestras familias para perseguir nuestros sueños; con el tiempo vamos asimilando que es lo mejor para nosotros y que ese mismo sufrimiento es el impulso para tratar de llegar a cumplir todo lo que nos proponemos. Por último, quiero enfatizar la manera en que debemos ver este proceso, que es la clave para estar en armonía en mente, cuerpo y alma, estas son las piezas claves en este rompecabezas llamado vida.

Carlos Espina, cácher, Oaxaca.

El cambio es normal, sucede en todo momento y es algo que nos tiene que pasar. Pero hay cambios que no queremos que pasen o que nos cuesta trabajo afrontar. Un ejemplo puede ser cuando te enojas rápido, y que esa actitud trae muchos problemas, ya que al estar enojado tus comentarios están fuera de lugar; entonces intentas hacer un cambio; pero existe el miedo de no saber qué puede pasar, y por eso la gente tiene miedo al cambio, porque se siente bien en donde está y no quiere salir de su zona de comodidad. El cambio no solo se centra en el comportamiento, sino también en lo académico, en lo deportivo, en el amor. A veces no quieres cambiar porque esa actitud te ha llevado hasta donde estás, te ha dado lo que tienes ahora, pero cuando las cosas no resultan no puedes seguir ahí, el cambio es necesario aunque no sea fácil o no nos guste, tenemos que afrontarlo, a veces se tienen que soltar cosas, amistades, personas importantes, incluso vicios o entretenimientos, pero el resultado de cada sacrificio trae recompensas. La forma en que yo afronto los cambios es viéndolos como algo positivo, algo que, si llevo a cabo, me va a ayudar demasiado. Y cuando las cosas no van bien, o cuando parece que el cambio no ayuda, tengo que ver qué he estado haciendo para modificarlo y así sabré si en realidad estoy actuando, o si solo estoy huyendo de la verdad.

Román Casanova, pícher izquierdo, Ciudad del Carmen.

En nuestra vida siempre tenemos una u otra forma de cambios, ya sea positivo o negativo, incluso físicamente. Por lo regular, siempre habrá miedo a cambiar algo a lo que ya estábamos acostumbrados, pero, en algunas situaciones, uno tiene que afrontar la novedad que la vida nos pone o que nosotros mismos nos ponemos ¿Y cómo sería eso? Mentalizándote lo que quieres, aceptando el cambio y aplicándolo. Muchas veces eso resulta difícil porque lo primero en que pensamos es en las cosas negativas y eso nos impide realizar lo que queremos, incluso si se nos presenta algún obstáculo, ya sea por algo que no está a nuestro alcance o fuera de nuestras manos, tendemos a bajar la guardia, y tendría que ser todo lo contrario: a pesar de las crisis y tempestades, uno tiene que seguir luchando por lo que más quiere hasta lograrlo. En caso de no lograrlo por obra del destino, como en mi situación, es cuando vuelve a entrar el cambio: trázate nuevas metas e ideas, tenemos que seguir luchando para sobrepasar nuestras barreras y límites ¿Y cómo se logra eso? Tratando de ver siempre el lado positivo a pesar de las circunstancias en las que te encuentres, y encaminándote a lo que quieres lograr.

David Osuna, pícher derecho, Mulege, B.C.S.

Los cambios que están pasando en el mundo nos han obligado a salir de nuestra zona de comodidad, esto nos está ayudando a crecer como personas. Debemos quedarnos con las experiencias buenas de todo lo que nos pasa y, en lugar de verlo como una desgracia, aprender a sacar el máximo rendimiento, como los jóvenes de la Academia que ya se encuentran adaptándose a la nueva normalidad.


La promoción de la lectura se transforma para acompañar a la comunidad durante la pandemia

El COVID-19, virus contagioso y sin vacuna o medicamento que lo frene, nos obligó, de manera global, al aislamiento social. Por esto, las bibliotecas, al igual que la mayoría de las actividades no esenciales cerraron sus puertas en este confinamiento. Esto implicó una transformación, como menciona Michèle Petit, en El arte de la lectura en tiempos de crisis; las crisis pueden hacer que las personas se angustien, sufran y se vean sin futuro, pero al mismo tiempo, estas crisis pueden estimular la creatividad e inventiva de las personas. Esto pasa con los bibliotecarios, quienes se han visto en la necesidad de ser creativos y migrar a las plataformas digitales para continuar con su labor.

El personal de la Biblioteca BS Salón de la Fama del Beisbol Mexicano, se enfrentó a este cambio: el acercamiento y acompañamiento con los lectores y seguidores de la Biblioteca debía continuar y la mejor manera de hacerlo era utilizando las diferentes plataformas digitales.

Las actividades de promoción de la lectura migraron a una forma virtual. A través de su página de Facebook, la Biblioteca comparte reseñas y recomendaciones de libros, además de biografías de personajes literarios y culturales. En el canal de YouTube se transmiten videos en el apartado de booktubers y Cuenta Cuentos, materiales que se comparten en todas nuestras redes sociales.

En la página de Instagram se muestran fotografías de los libros que se tienen en el acervo de la Biblioteca, con la finalidad de recomendar literatura infantil y juvenil, ofreciendo una breve sinopsis de cada libro. En la página de Twitter se muestran todos los materiales de las diferentes redes sociales.

El Club de lectura de adultos, así como los infantiles, se llevan a cabo a través de la plataforma Zoom, para tener un contacto más cercano al compartir las experiencias de lectura de determinado libro. Y se acaba de crear un Podcast para subir la voz de todos los cuentos que se han compartido en diferentes formatos.

La lectura hace que se vivan diferentes vidas y se conozcan diferentes mundos; es una oportunidad de salir un poco de la realidad y viajar entre letras e historias, y que puede hacer más reconfortantes los momentos que se viven actualmente en el país. De ahí la importancia de encontrar formas, herramientas y plataformas para continuar en contacto con la comunidad. Todos estos cambios en la promoción de la lectura llegaron para quedarse en nuestra nueva realidad.


Sobre arte, agua y otras formas de espejos

Como se sabe, la mirada humana es un artefacto histórico, contingente y funcional, así que probablemente, el mundo que trae a colación esté tejido de historias que son simulacros y reflejos.1 Quizá por eso, en la Antigüedad, el augur delimitaba con su bastón un espacio que llenaba con agua para observar el paso de las aves o de las estrellas, ese espacio se designaba como Templum —de donde proviene la palabra contemplar— y se le consideraba como un lugar sagrado, pues ahí se practicaba la observación del cielo buscando tener acceso a lo que los dioses o la naturaleza no dicen. Y quizá también por ello, la mirada revela una falta primordial humana: tener acceso a lo que no puede observarse ni decirse o pensarse; acceder a una conjunción que nos revela y nos abarca.2

El deseo de dejar aparecer la mâya, no la ilusión y la apariencia que observamos, sino el tejido del que está hecho eso que llamamos realidad, mantiene una doble relación con el mundo, al mismo tiempo visual y metafísica. Ese deseo parece estar asociado a lograr una especie de poder frente al mundo.3 En el antiguo Egipto tenían dos formas de sabiduría, una basada en la apariencia de lo que se observa y la otra, que estudiaba la naturaleza de los fenómenos para tener acceso a la forma en que pensaban los dioses. La mirada humana, sus reflejos y signos, oscilan entre la relación con lo tangible y un vínculo con lo que no tiene cuerpo.4

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Primera imagen reflejada: El agua, siendo vehículo de una voluntad sutil e infinita, trae a colación la conciencia de transición inherente a la experiencia humana, y quizá también a la experiencia cuando deja de ser humana. Y funcionando como espejo trae a colación la posibilidad de darnos acceso a la mente y al mundo en el momento justo en que se convierten a sí mismos en deseo y en vida.

En 1993, Gabriel Orozco tomó una fotografía de una azotea inundada de agua, congeló el momento en que unas nubes se reflejan a sí mismas y, quizá, toman conciencia de que son agua y de que agua es nube. La fotografía de Gabriel Orozco fija y sostiene esas nubes estacionadas observándose a sí mismas en una metáfora de la mente y del mundo pensándose a sí mismos. Dar cuenta de que el mundo está en esa condición de autoconstrucción apunta también al deseo humano de acceder a la maquinaria que lo pone en marcha, a la conciencia que lo piensa.

En 2006, Anish Kapoor instaló, en el Millennium Park de Chicago, un objeto extraño de diez metros de altura y veinte metros de largo titulado Cloud Gate. Parecida a una gota de agua, o de mercurio, esta escultura distorsiona la imagen de los edificios del contexto urbano, el reflejo de las nubes y de las personas que se acercan, y quizá también distorsiona el paso del viento, el flujo del mundo y sus ideas, de lo visible y de lo no visible. Metáfora de un espejo que pudiera tomar consciencia de su función, esta obra podría considerarse un no-lugar que busca revelar la naturaleza de artificio que hay en la mirada humana y en la comprensión en general.

Distorsionar un reflejo para revelar una forma de mirar inesperada, buscando tener acceso a lo que normalmente no se observa, implica un riesgo, pues, como se sabe, el mundo de lo invisible es peligroso, pululante de seres; presencias y no presencias que se adhieren como el salitre a la experiencia y al mundo.

Entre 2010 y 2011 se instaló, en la costa del Mar de Barents, Noruega, una obra realizada en colaboración entre Louise Bourgeois y Peter Zumthor; un memorial en homenaje a las 91 mujeres que fueron perseguidas y sentenciadas por brujería, en juicios del siglo XVII. Esta obra consiste en un extenso pasillo de 122 metros de largo, construido dentro de una especie de capullo de seda, de fibra de vidrio, suspendido dentro de un andamiaje de madera. Dentro de ese pasillo es posible leer cédulas que narran la historia de cada una de las mujeres quemadas en la hoguera.

Al salir de ese pasillo se encuentra la obra de Louise Bourgeois: Los condenados, los poseídos, los amados; una construcción de acero y vidrio, en cuyo interior hay una flama eterna en una silla rodeada de espejos enormes. El visitante se observa en el reflejo entre fuego, y este se refleja a sí mismo como metáfora de la violencia y la agresión que implica el juicio y la diferenciación entre los seres humanos.

Quizá sea posible ver hasta dónde el mundo deja de ser visto, pero aún mira, y pierde toda esperanza de ver algo.5 En la construcción del Centro de las Artes de San Agustín, Etla, Oaxaca; el maestro Francisco Toledo dispuso varios espacios donde el agua funciona como espejo. En esos espacios, el paso del agua parece transcurrir como metáfora de transición, como un signo que se refiere a las formas que puede adoptar el continuo flujo que va configurándose en presencia y en vida, pasando antes por la aparición de un deseo productor de su propio objeto.

De ese flujo, el agua es una imagen. En la cultura zapoteca se vinculaba a Cocijo con el rayo, con la lluvia, con el transcurrir que se identificaba con cada una de las cuatro divisiones de 65 días del calendario, y con cada uno de los cinco puntos cardinales: oriente, poniente, norte, sur, cenit.6 El fenómeno al que alude Cocijo puede señalar también el movimiento del agua y de la vida, la emergencia del espacio y de la presencia, y referirse a lo que transcurre y acaba para iniciar de otra manera.

Se ha descubierto que a 600 km de profundidad, el agua separa sus moléculas para adherirse a cristales de algunas rocas, ahí el agua se vuelve sólida, pero no hielo sino mineral. Así continúa su vida, aunque ya no sea agua, sino tierra y minerales.

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Segunda imagen reflejada: El agua, siendo vehículo de una voluntad sutil e infinita, trae a colación la conciencia de transición inherente a la experiencia humana y, quizá, también a la experiencia cuando deja de ser humana. Funcionando como espejo, trae a colación la posibilidad de darnos acceso a la mente y al mundo en el momento justo en que se convierten a sí mismos en deseo y en vida.

En un claustro, un techo, un parque, un memorial, en un espejo de agua, en cualquier charco, en las múltiples maneras en que se generan los reflejos, se revela que el mundo y la mente parecen ser la sensación que queda después de leer un libro, o de narrar una historia.7

(1) Calasso, Roberto. (2016). Ardor. Barcelona: Anagrama.
(2) Deleuze, Gilles y Guattari, Félix. (1985). El Anti Edipo. Capitalismo y Esquizofrenia. Barcelona: Paidós.
(3) “El arte delimita un área y está definido solo en relación con el mundo, solo existe en el espacio del que se diferencia. El arte le confiere una identidad al mundo”. Walter Benjamin, 1917, Arte, signos y marcas
(4) Los caldeos decían que todos los seres divinos son incorpóreos, pero adoptan cuerpos por causa de los humanos, pues no podemos ver incorpóreos debido a la situación corporal en la que estamos los seres humanos. Y Proclo decía que todo dios es sin forma.
(5) Jabés, Edmond. (2006). El libro de las preguntas. Madrid: Siruela.
(6) Whitecotton, Joseph W. (2006). Los Zapotecos. Príncipes, sacerdotes y campesinos. México: Fondo de Cultura Económica.
(7) Calasso, Roberto. (1999). Ka. Barcelona: Anagrama.


Antiguas celebraciones de Oaxaca para combatir las enfermedades y los sismos

Cuando pensamos en festividades nos vienen a la mente celebraciones llenas del color y que resaltan la alegría de los habitantes. Este año, muchas de ellas han sido canceladas o pospuestas, acaso por primera vez desde que fueron instauradas, incluso, las que desde hace siglos se impulsaron como medidas “protectoras” de la comunidad ante emergencias, como enfermedades y desastres naturales, de acuerdo con las antiguas creencias.

Tal es el caso de la festividad de San Sebastián, por la que, desde el año 1654, se instauró un altar en la iglesia de San Pedro ad Vincula, para detener el avance de una peste que asolaba Italia; ante su reconocida intercesión, las reliquias del santo fueron trasladas de Roma. También en los siglos XIV y XV, la salud de la población europea fue puesta bajo resguardo del santo ante nuevos brotes de peste y, desde muy temprano, su devoción se trasladó a la Nueva España.

En la ciudad de Oaxaca, san Sebastián tuvo un altar en la Catedral, así como en la ermita al poniente de la ciudad (hoy, templo de la Virgen de la Soledad) donde se congregaba la feligresía en la fiesta del santo (el 20 de enero) en búsqueda de la intercesión y el alivio de las enfermedades, tal como relata el dominico Francisco de Burgoa en 1674: “Está también en esta iglesia un retablo del glorioso San Sebastián, patrón de la peste, y su día se celebra muy solemne, con todo concurso de gente, así españoles como indios, con misa y sermón”.

Así, el aparato ritual de la ciudad sustenta las relaciones sociales en torno a las festividades con las que pretendían dar certeza, en lo espiritual y lo temporal, a la comunidad. Es por esta razón que san Marcial, antiguo obispo de Limoges, fue nombrado patrón fundador de la ciudad de Oaxaca y protector de sus habitantes contra los frecuentes sismos de la región. En la Catedral tenía un altar desde el siglo XVI, junto a san Sebastián: “En la nave colateral del lado del Evangelio están dos altares: el uno con un retablo de San Sebastián y el otro de San Marcial; son pintados al óleo y bien acabados” y, durante el periodo colonial, su festividad (el 30 de junio) era encabezada por los cabildos, religioso y civil, quienes sacaban el pendón real en procesión desde el Ayuntamiento hasta la antigua ermita del santo, hoy templo de La Merced.

Muchos años después, en 1698, san Bartolomé fue nombrado segundo patrón de Oaxaca para apoyar el auxilio de san Marcial, pues se creía que el apóstol había intercedido en el eclipse de sol de 1691, impidiendo que se dañaran las cosechas de maíz, así como en el terremoto de 1696, ocurrido, precisamente, en las vísperas de su festividad (el 24 de agosto). Por esto, el cabildo civil y el eclesiástico ponían a la comunidad de Oaxaca bajo su protección y para aplacar las manifestaciones de la ira de Dios: “[…] libre a esta ciudad de inundaciones, esterilidades y ruinas que continuamente le amenazan, con los frecuentes terremotos que padece”. Con una dote perpetua otorgada por el Ayuntamiento, la festividad debía celebrarse con vísperas y procesión: “Con la imagen de dicho santo apóstol que ande por dentro del cementerio de esta dicha santa iglesia [Catedral]”; así como con misa y sermón.

En 1727, san José habría de reforzar la protección urbana al ser jurado patrón especial de la ciudad por el obispo Ángel Maldonado (1702-1728), luego de los temblores ocurridos en la víspera de la festividad del santo (el 19 de marzo) de aquel año, hermanándose con el fundador san Marcial y san Bartolomé, con una festividad en honor de su templo y convento de capuchinas españolas (hoy Facultad de Bellas Artes de la UABJO), que en los años siguientes fueron erigidos para brindar a la ciudad un refuerzo: “[P]or las oraciones de las religiosas y su santa vida los libraría la divina misericordia de muchos trabajos, y especialmente de los terremotos, temblores que continuamente padece aquella ciudad y su distrito”.

Estos son tan solo unos ejemplos del sentido religioso (con un fuerte trasfondo político) que tuvieron las festividades religiosas en la sociedad virreinal en Oaxaca; varias de ellas han quedado en desuso o se han transformado, tal como hoy en día, se ha hecho necesario reinventarnos para que la forma de relacionarnos, en el ritual de la convivencia, siga vigente.


Capilla de San Marcial, Catedral de Oaxaca.

Cada uno de nosotros es historia: Entrevista a María Isabel Grañén Porrúa

María Isabel Grañén Porrúa es una mujer singular, una historiadora de arte, una bibliotecaria a quien la vida le ha abierto muchos caminos, el de mamá lectora que enseña a otras madres de familia a leer a sus hijos, el de maestra, el de historiadora protectora de incunables y raras ediciones, heredera de la librería Grañén Porrúa en el centro de Oaxaca, ama de casa, su vocación de servicio llega tan lejos que comparte su experiencia con muchos para quienes conocerla es adquirir la certeza de que pueden hacer de su vida algo más pleno y humano. Madre de dos hijos —uno universitario y una niña gimnasta de 11 años— que son, como ella misma dice, “una luz en mi camino”.

María Isabel Grañén Porrúa: Es muy importante, Elena, entender que la historia no es solo la de los libros de texto, sino la que va escribiendo cada uno de nosotros. Tú eres historia, yo soy historia. Nuestras familias también son historia; nuestros hijos, cuando escriben su primera carta, hacen historia y es digna de conservarse. La foto del abuelo, la carta de amor de la tía soltera, la agenda, la de los mensajitos, la de teléfonos, todo forma parte de nuestra memoria, refleja lo que hemos sido a lo largo de la vida. Es muy importante que la gente no tire sus papeles. Lo que es sinónimo de viejo, de antiguo, tiene un significado que debemos valorar. Una de las cosas más tristes es ver en un basurero un álbum de familia, porque las fotos son testimonio de vida. Poder ver a un abuelo que no conocimos, cuya mirada expresa tantas cosas, trasciende el tiempo y se vuelve un objeto que yo llamaría sagrado. Ese vínculo con el pasado adquiere una relevancia muy significativa, porque estos papeles no solo tienen letras: ahí están las voces de nuestros antepasados.

Sería también importante hacer saber a las familias que no tiren sus papeles, que pueden llevarlos a un archivo. Recuerdo que una vez el Centro de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia hizo un concurso de cartas de amor extraordinarias. Ya hay fotos en la Fototeca, pero hay otras que no deberían perderse. Las fotos de 1900 reflejan cómo se transformaron edificios, coches, nuestras calles, la vida de toda una ciudad. Es muy valioso conservar estos testimonios gráficos históricos familiares, que nos hacen ver que la historia no es solo de grandes héroes.

Elena Poniatowska: ¿Consideras que en México hemos sabido respetar, proteger y cuidar nuestro pasado?

MIGP: Creo que el patrimonio de México es inmenso y somos muy afortunados, pero también creo que hace mucha falta protegerlo, porque es el que nos hace ser diferentes y llenarnos de cultura.

EP: Nuestro patrimonio es lo que nos distingue… ¿Cómo preservas archivos históricos?

MIGP: El destino me hizo llegar a una biblioteca maravillosa que es el acervo de la Universidad Autónoma Benito Juárez de Oaxaca, y hace 25 años, con el maestro Toledo —preocupado por esa biblioteca— empecé su organización. Sin que yo fuera una experta ni nada, y solo porque tenía una sensibilidad hacia los libros, llegué a mi destino: proteger esa memoria, los libros que leían los frailes dominicos, agustinos, jesuitas…

EP: ¿En esos años surgieron bibliotecas en nuestro país?

MIGP: En la época de la Reforma crecieron las bibliotecas y empezaron las públicas. A partir de la fundación del Instituto de Ciencias y Artes del estado de Oaxaca se hicieron más bibliotecas, se compraron libros para estudiantes y otros al servicio de los lectores.

EP: ¿Y los libros antiguos? ¿La Fundación Harp Helú formó una asociación civil para resguardarlos?

MIGP: Todo ese material que estuvo abandonado, trabajamos para levantarlo del suelo, rescatarlo, tenerlo organizado en un edificio precioso que es Santo Domingo…

EP: ¿No había libreros?

MIGP: Se hizo la estantería adecuada y hoy el acervo luce precioso. Después de ese proyecto formamos una asociación civil que abarca no solo a Oaxaca sino a toda la república mexicana, desde Sonora hasta Quintana Roo, Chihuahua, Durango, Zacatecas, Puebla, Morelos, todos los estados del país. Se llama Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas en México, Adabi.

EP: De esos estados ¿cuál es el que mejor conserva su tesoro?

MIGP: Depende. A veces las autoridades están muy receptivas, muy abiertas, y aprovechamos su interés. Donde más hemos trabajado ha sido en Puebla, por supuesto que en Oaxaca, en la Ciudad de México y sus alrededores.

EP: Cuando estuve en Oaxaca contigo, recuerdo a chavitos y chavitas muy respetuosos, muy silenciosos con una actitud casi monacal. Ni siquiera levantaban los ojos a nuestro paso. ¿Cómo se logra esa atmósfera de retraimiento frente al mundo exterior?

MIGP: Adabi es una escuela. Cada quien tiene una misión en la vida y uno de los objetivos de la Fundación Harp es rescatar la memoria de México. Nosotros no compramos libros ni documentos, buscamos que los que tenemos no salgan del país, que se protejan y estén en las mejores condiciones. Hemos ido capacitando al personal con una mística de trabajo, porque quienes laboran con nosotros tienen esta vocación de servir a México.

EP: ¿Es una pasión?

MIGP: Sí, porque creo que el trabajo que hace Adabi es de puritito amor. Con paciencia enorme, los cuidadores van cepillando hoja por hoja, una montaña de papeles que en un momento fue puro tiradero, y se dan a la tarea de limpiar, de aspirar, de organizar el material de manera cronológica y temática.

EP: Personalmente, ¿tú viste el desastre de papeles abandonados?

MIGP: Sí, pero el desorden se hizo orden al cabo de los años. Es cierto, este trabajo es muy silencioso, muy calladito, no se ve ni se nota, pero al cabo del tiempo surge una transformación y se siente uno muy orgulloso de ver que hay un catálogo, un inventario y que los investigadores pueden hacer uso de esos documentos, abrir uno de esos libros. Está puesta la mesa para que la gente venga a leer, a escuchar la voz de nuestros antepasados registrada en esos papeles.

EP: Utilizas la palabra “misión”, término religioso, María Isabel…

MIGP: Creo que hay una mística, una vocación de servicio al cuidar nuestro patrimonio, porque es algo que no nos nace. Nos sentimos muy tristes cuando vemos que nuestra historia, nuestro patrimonio, nuestra ciudad, se empieza a resquebrajar y no hacemos nada, o cuando vemos que un árbol está muriendo y no lo regamos. Tenemos que aprender a amar a nuestro país en los detalles más pequeñitos, y creo que ese amor tiene que ver con una mística y con un espíritu de servicio con el que se nace.

EP: ¿Cuántos se han presentado a la Escuela Nacional de Conservación Restauración y Museografía en Churubusco?

MIGP: Esta escuela del INAH es la mejor que existe en México. Los mejores restauradores de nuestro país salen de ella, trabajan tiempo completo, mañana, tarde y noche. Los maestros son buenísimos. Les he dicho muchas veces que está muy bien que reciban una formación increíble, pero no para poner un taller en Las Lomas y restaurar un biombo chino, sino para lanzarse a las comunidades de México a trabajar con el patrimonio de nuestra nación, que es inmenso y maravilloso…

EP: Son más apetecibles Las Lomas que un pueblo perdido…

MIGP: A lo mejor ganan menos, pero le de- vuelven al país mucho de lo que nos ha dado. No hay manos suficientes para la cantidad de patrimonio que tiene México. Por eso Adabi ha sido una gran escuela. Algunos jóvenes que trabajan con nosotros son ahora jefes de proyectos, restauradores de carrera, gente profesional que trabaja con nosotros, pero al mismo tiempo formamos cuadros jóvenes que van a tener que manejar el patrimonio porque no hay suficientes hombres y mujeres en la Escuela Nacional de Conservación. Por eso damos cursos y explicamos cómo tomar una brocha, una goma, cómo borrar, cómo eliminar los hongos y quitar los clips para que no se oxide el papel, y por qué es importante no usar fólders sino papel antiácido, para que los documentos no se deterioren.

EP. ¡Todo un aprendizaje!… En la mayoría de las casas de México es fácil escuchar a una ama de casa decir que va a tirar papeles y otros cachivaches…

MIGP: Sí, y por eso es importante la labor de los restauradores. El tiempo, la humedad, los hongos, un incendio, un temblor, un desastre, pueden significar la pérdida de un patrimonio, pero hay algo todavía peor: el robo de documentos y su venta en el extranjero, una catástrofe que equivale a prender un cerillo al tesoro nacional.

Cada uno de nosotros es historia. (26/07/2020). Recuperado de https://www.jornada.com.mx/ultimas/ cultura/2020/07/26/cada-uno-de-nosotros-es-histo- ria-elena-poniatowska-3909.html


Más que un regalo, un símbolo

Me remonto a 1990, hace exactamente treinta años. En ese entonces era la directora de la Biblioteca Eusebio Dávalos, del Instituto Nacional de Antropología e Historia. Las instalaciones de la Biblioteca en el Museo Nacional de Antropología le otorgan un carácter distintivo. Ese año tuvo lugar la visita del papa Juan Pablo II a México, quien trajo consigo no un regalo, sino un símbolo. Un documento histórico mexicano de la mayor importancia: el Códice de la Cruz-Badiano, que formaba parte de los riquísimos acervos de la Biblioteca Vaticana.

El resguardo de una obra de tanta importancia ofrecía, al mismo tiempo, la oportunidad de que fuera exhibida para el público interesado que asiste en multitud al Museo. El director del INAH era a la sazón Roberto García Moll, y el asunto nos planteaba varios temas sobre los que había que decidir con premura, pues era del mayor interés para el propio presidente de la república, el Lic. Carlos Salinas de Gortari.

Desde que trabajé en el Archivo General de la Nación, en el equipo de la Dra. Alejandra Moreno Toscano, en la Biblioteca del INAH y, desde el 2003, como directora de ADABI de México (Fundación Alfredo Harp Helú) he tenido en mis manos verdaderas joyas del patrimonio documental y bibliográfico de México. Pero acaso ese códice maravilloso, De la Cruz-Badiano, tiene una fuerza especial, no solo es su belleza o su importancia, sino precisamente su carácter simbólico y la circunstancia excepcional de que regresara, después de cientos de años, a nuestro país.

Fue un gran privilegio recibirlo. Decidimos exhibir la edición facsimilar. No hubiéramos dormido tranquilos de otra forma. El documento original fue directamente a la bóveda de la Biblioteca, donde se conserva perdurablemente.

Esta nueva edición del Códice de la Cruz-Badiano me emociona pues articula, en cierta forma, distintas etapas de mi vida dedicada a la protección y el estudio del patrimonio histórico de México. Felicito a la Dra. Alejandra Moreno Toscano y al Dr. Baltazar Brito por la extraordinaria iniciativa de editar tan bellamente esta joya mexicana, un símbolo de importancia innegable.

https://codicecruz-badiano.com/index.html#codex


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