Casiopea es una publicación para el público infantil que fomenta la toma de conciencia sobre la conservación del patrimonio cultural y natural, a partir de actividades y contenidos lúdicos para niños, niñas y sus familias.

Casiopea es una publicación para el público infantil que fomenta la toma de conciencia sobre la conservación del patrimonio cultural y natural, a partir de actividades y contenidos lúdicos para niños, niñas y sus familias.
Llegamos al octavo mes del año y, para este momento, podemos observar ya que la cosecha en las diferentes filiales de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca ha sido abundante.
Un ejemplo claro de ello es la creación de la Biblioteca Mira Harp Grañén, la cual se ha convertido en un refugio gentil para las infancias y adolescencias de San Miguel Tixá. El Museo Infantil nos recuerda la visión infantil sobre los mercados y cómo estos marcan nuestras primeros acercamientos a la cultura local. Guerreros de Oaxaca también hace de lo tradicional y lo local una fusión entre cultura, arte y deporte a partir de sus uniformes. En este mismo ámbito, Andares del Arte Popular reconoce la labor de dos alfareros y ceramistas de Tierra Caliente, Oaxaca.
Rocío Ocádiz comparte una sensible narración sobre la donación de árboles de este año. Sembrar y cuidar árboles en la ciudad es una de las acciones del urbanismo táctico, un tema en el que Casa de la Ciudad ha incursionado para empoderar a los ciudadanos oaxaqueños.
Buscar empoderar a diferentes comunidades es algo que también el Museo Textil ha hecho, y en esta emisión da voz a una joven inmigrante indígena, con raíces en San Juan Mixtepec, para hablar acerca de los puentes que los textiles son capaces de tender entre los inmigrantes y sus orígenes. Otra conexión con tierras lejanas es la que establece el Museo de la Filatelia a partir de una expedición filatélica por el sudeste asiático.
La Librería Grañén Porrúa nos acerca a diferentes perfiles de lectores, mostrando la diversidad que habita en sus estantes para darle oportunidad a los libros. La lectura no es un acto pasivo, sino que infunde el deseo de la escritura, así lo demuestran Seguimos Leyendo con su proyecto Puntadas poéticas, donde el bordado se convirtió en poesía; así como la FAHHO Itinerante, con el Taller de Escritura Creativa y Documental de donde se desprende el texto de una integrante del taller.
Adabi Oaxaca relata su travesía en la recuperación de dos archivos de San Mateo Etlatongo, mientras Adabi de México nos revela la importancia de considerar al papel, en tanto materia y soporte, como fuente histórica y documental.
Finalmente debemos mencionar que celebrar es algo que nos gusta hacer en este Boletín, por eso es que compartimos el triunfo de la Selección Mexicana de Beisbol en el Juego de Estrellas.
Que este boletín sea una invitación a seguir construyendo juntos, sembrando ideas, fortaleciendo la memoria y cultivando comunidad.
La biblioteca:
Me gusta venir a la biblioteca porque me gustan los libros de dinosaurios,
porque yo escuché a uno grandote por el monte
y no me dio miedo porque come hierba, no come niños.
Ángel Gabriel, 4 años
La Biblioteca Mira Harp Grañén, perteneciente a la Red de Bibliotecas BS de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, se ubica en San Miguel Tixá (tierra de colores), del municipio de San Pedro y San Pablo Teposcolula en la región mixteca. La biblioteca inició como un proyecto de libros para pueblos en 2013, una iniciativa del entonces agente municipal, Miguel José Rodríguez Martínez, a la cual se le dio seguimiento durante los años posteriores.
En 2021, cuando don Alfredo Harp Helú y la doctora María Isabel Grañén Porrúa junto a su hija, Mira Harp Grañén, visitaron la biblioteca por invitación de la agente municipal en curso, Rosa Elia García Galindo, la FAHHO adoptó a la biblioteca. Es por eso que actualmente lleva el nombre de BS Biblioteca Mira Harp Grañén. En ese tiempo el espacio se abría ocasionalmente; sin embargo, fue hasta el mes de septiembre de 2024 cuando fue abierto al público de manera formal, como un proyecto de lectura impulsado por la FAHHO. El objetivo principal es poner el conocimiento al servicio y al alcance especialmente de las primeras infancias y de las juventudes, con el fomento a la lectura y diversas actividades culturales y artísticas. Todo con un enfoque humanista, donde el trabajo y la convivencia ocurran en un ambiente de respeto, solidaridad, empatía y amor a la enseñanza, al aprendizaje y a la naturaleza.
Pese a que el tiempo que lleva formalmente en funcionamiento es poco, resulta satisfactorio ver el impacto positivo que la BS Mira Harp Grañén ha tenido en las infancias y adolescencias de la comunidad y sus visitantes, viéndose reflejado en la carita de felicidad de los pequeños cuando toman un libro para leer o cuando inventan sus propios cuentos de acuerdo con las ilustraciones. Ángel Gabriel y Yannis Jesús, de 4 y 5 años respectivamente, son de los lectores más asiduos: asisten a la biblioteca casi todos los días, van a los estantes, toman libros como quien compra un producto en el supermercado, los apilan, se ponen cómodos y empiezan su viaje por fantásticas historias, extraordinarias aventuras y, página tras página, echan a volar su imaginación hasta terminar su cerro de libros. Así, todos los niños y niñas que asisten llenan de vida, energía y felicidad el espacio que fue creado especialmente para ellos, haciendo que las tardes en la biblioteca se vivan entre lectura, talleres educativos / recreativos, risas y ocurrencias. Al mismo tiempo que, mediante el juego guiado, fortalecen sus habilidades de lectura y escritura, su creatividad, su memoria a corto y mediano plazo; además, socializan y aprenden a tener una comunicación asertiva, pero, sobre todo, son felices entre paredes de libros.
Por su parte, los y las jóvenes asisten a la biblioteca para consultar información en libros, realizar tareas y, si así lo requieren, se les brinda un acompañamiento pedagógico en los diferentes campos formativos, sobre todo, y debido a la demanda, en matemáticas, física y química. Se les enseña el trinomio cuadrado perfecto y la solución de ecuaciones algebraicas o químicas, porque así se los exige la escuela y ellos se sienten presionados por sacar buenas notas o aprobar un examen. Ante esta situación, resulta importante también plantearles otra “fórmula”, una que no depende de números e incógnitas y es, sin duda, la más cambiante e importante de todas: la de estar seguros de su poder intelectual en cualquier área. Aprenden que lo “difícil” no lo es tanto, que la enseñanza y el aprendizaje no son sinónimos de miedo, regaños, reprimendas, sino que, por el contrario, la educación significa seguridad, confianza, empoderamiento e incluso la oportunidad de construir una vida plena para sí mismos y para la sociedad.
Es así como la BS Mira Harp Grañén tiene vida y va creciendo poco a poco, tanto en acervos bibliográficos como en audiencia, pues no solo ha involucrado en sus actividades a las escuelas de la propia comunidad, sino que se ha dado a conocer en las escuelas de las comunidades circunvecinas. Hasta el momento se cuenta con un acervo bibliográfico de 1172 ejemplares de diferentes géneros literarios, de modo que el usuario tiene 1172 oportunidades de viajar entre letras e imágenes para conocer el mundo real o fantástico por medio de las múltiples historias, cuentos, novelas, poemas, libros de artes, ciencias, filosofía, mitos, leyendas y más.
Aún no son ni las siete de la mañana y Teté ya está despierta. Seguramente cree que sigo dormido y no ha venido a levantarme, pero ayer le prometí que iría con ella al mercado como cuando era más pequeño. Debo apurarme. Corro a lavarme la cara, me visto y me pongo los tenis que me regalaron en mi cumpleaños, esos que me hacen el más veloz de la clase. Teté está en la puerta con su delantal a cuadros, bordado con flores, y la bolsa del mandado bajo el brazo. Me ve y sonríe orgullosa de que he cumplido con mi palabra.
El mercado está apenas a unas cuadras de casa, así que caminamos hasta allá. A Teté le gusta tomarme de la mano y por eso, aunque ya soy grande y podría caminar solo, la dejo hacerlo. La bolsa del mandado vacía sube y baja mientras ella la balancea alegremente con su brazo estirado, como lo haría una niña pequeña que va dando saltitos. A nuestro alrededor, los vecinos comienzan su día. Algunos nos saludan mientras abren sus negocios o salen de casa camino a sus trabajos.
Teté me pregunta qué quiero comer hoy y yo, riendo, le respondo que no lo sé, que aún es muy temprano para pensar en la comida. Pero cuando le pregunto qué vamos a comprar, se me ocurre que ella ha planeado el menú desde hace tiempo, porque me responde con una lista muy detallada de ingredientes: dos papas, un chayote, unos ejotes, una cabeza de ajo, chambarete de res, medio kilo de masa, unas hojitas de hierba santa y un rollito de cilantro. Sé que ha pensado en mí cuando escogió qué cocinar. Nadie en casa disfruta de su amarillo de res tanto como yo.
Cuando llegamos al mercado, se siente como una ciudad completamente distinta. No se parece en nada a la quietud de la mañana en el camino para acá, hay más gente y mucho más barullo. Algunos se saludan sonoramente al entrar, como si se conocieran de toda la vida. Otros descargan grandes bultos de sus camionetas con productos que, seguramente, se venderán bien a lo largo del día. En la entrada hay mujeres con delantales ofreciendo alegremente sus productos: “¡Hay pan, pan dulce, señito! ¿Va a llevar chapulines? ¿Quiere totopo?”.
Entramos y el mercado cobra vida frente a mí. Aquí adentro se siente más fresco y el ruido de afuera parece haber desaparecido casi por completo. Miro alrededor y descubro que el lugar ya no parece tan grande como antes. El año pasado, cuando tenía siete, me parecía que era inmenso y ni siquiera me atrevía a explorarlo por mi propia cuenta. Ahora, si pongo atención, estoy seguro de que puedo ver entre las mercancías colgadas frente a cada local y los guacales que asoman por debajo de sus mostradores, al final del pasillo.
Teté se detiene frente a la verdulería y saluda a doña Chela como a una vieja amiga. Me parece que sí lo son, pues las imagino saludándose así todas las mañanas desde hace muchísimos años. Alguna vez, incluso, doña Chela le regaló una bolsa nueva para el mandado a Teté. Una de esas de hule más resistentes y con dibujos de frutas y verduras al frente, pero Teté sigue usando la misma vieja bolsa de malla azul con rojo que le he conocido toda la vida.
Por fin, Teté me suelta de la mano para escoger algunas frutas que no estaban en su lista de la compra, pero me advierte que no me vaya muy lejos. Yo, miro a todos lados con curiosidad y descubro un mundo nuevo. Cada local ofrece algo para explorar con los sentidos. Percibo los aromas que vienen de las hierbas y especias. Aunque no sé cuál es cuál, supongo que serán cosas como albahaca, clavo o manzanilla. Más allá, en el puesto de los granos y semillas, dejo que mis manos se deslicen dentro del costal del maíz. Comparo la sensación con la que me dan el frijol y el arroz. Cada uno se siente distinto, pero todos me hacen cosquillas en la mano y me la dejan cubierta de un polvito que no se bien de dónde ha salido.
Los sonidos son otra cosa. Entre los gritos, los saludos y los diálogos de algún programa que salen de televisiones escondidas en los negocios, es fácil olvidarse de que afuera la ciudad apenas se está despertando. Desde algún sitio escucho un pedazo de una canción: “lejos estaba de pensar que serías mi penitencia…”, e intento descubrir de dónde viene.
Hay colores en cada rincón. El mercado podrá parecer oscuro a primeras, pero hay mucho que ver por todos lados. Altares dedicados a vírgenes y santos adornados con flores olorosas, vitroleros repletos de aguas de sabores, letreros hechos con cartulinas fosforescentes ofreciendo remedios para los males más extraños y arriba, colgando del techo, piñatas de todas las formas imaginables flotando sobre mí como fantasmas de fantasía. Camino y camino intentando verlas todas sin percatarme de cuánto me he alejado ya de mi acompañante.
Cuando se acaban las piñatas para ver, bajo la mirada de nuevo y me encuentro en un pasillo que no conozco. Desde aquí, todos los caminos me parecen iguales y de pronto el mercado me vuelve a parecer gigantesco, como cuando tenía siete, seis o cinco años. Tengo ganas de gritar y salir corriendo, pero me aterra la idea de seguir introduciéndome en este lugar que ahora me parece un laberinto de sensaciones.
Entonces escucho a lo lejos una campanita que reconozco al instante, es el inconfundible llamado del señor de las obleas. Al instante se me ocurre que Teté, que no se puede resistir a ellas, no estará muy lejos de aquel sonido y salgo corriendo en su dirección. Vuelvo a cruzarme con los olores de la canela y el copal, identifico una pescadería por la que creo haber pasado antes y reconozco nuevamente la letra de la canción, esa de las espinas y el rosal, justo antes de detenerme.
—¡Ay, güero! —me llama una voz que reconozco inmediatamente—. ¿Dónde te habías metido?
Abrazo a Teté y noto cómo ella también se tranquiliza.
—Ten —dice ofreciéndome media oblea doradita—, nomás que cómetela de camino y no le digas a tu mamá.
Vuelvo a mirarla y noto que ha terminado ya con sus compras. La bolsa de malla azul y rojo va llena con todo lo que necesita del mandado y algunas cosas más. Ahora no la balancea alegre al frente y atrás. De hecho, apenas y puede levantarla con todo lo que pesa. La miro bien y pienso que el mercado no es el único que se ha hecho más pequeño este año. Teté tiene más canas en el cabello y me parece más flaquita que antes. Ahora soy más alto que ella, y puede que también sea más fuerte.
Nos sonreímos. Tomo la oblea con una mano y, con la otra, cargo la bolsa para ayudarle. Teté no dice nada, pero creo que también ella piensa en lo chiquito que se ve ahora el mercado.
—¿Ya tenemos todo? —le pregunto y ella me contesta que sí—. Muy bien, vámonos a casa. Creo que ahora sí tengo hambre.
Muchos de nosotros guardamos con cariño algún recuerdo de la infancia en los mercados. Estos son, en varias ocasiones, el primer acercamiento que tenemos con las expresiones más vivas de nuestra cultura. El arte, la gastronomía, la lengua y hasta la historia conviven entre las personas y sus actividades en estos sitios maravillosos. Quizás por ello, cuando somos niños, una visita al mercado llega a ser inolvidable.
Este verano, en el Museo Infantil de Oaxaca celebramos estas mágicas experiencias que queremos compartir con las infancias. En el ciclo de actividades “Un verano en el mercado” niñas y niños podrán disfrutar de juegos y talleres dentro y fuera del museo, del 11 al 22 de agosto. Para conocer más sobre este y muchos otros cursos y talleres del MIO, consulta nuestra cartelera mensual o visita el museo en la antigua estación del ferrocarril.
Si hay algo que debe lucir en un equipo profesional de beisbol son los uniformes, pues es lo que le da identidad al equipo con sus colores y diseños. Ahora, si mezclas el beisbol con la cultura de la ciudad, surge una combinación espectacular para cualquier aficionado que guste de lucir los uniformes de su equipo, es por eso que el club Guerreros de Oaxaca no ha dejado de hacer colaboraciones con diferentes artistas originarios de Oaxaca que han tenido grandes logros dentro y fuera del país.
A pesar de que en el 2020 el Coronavirus frenó la realización del campeonato, Guerreros de Oaxaca hizo una colaboración con el artista mexicano Amador Montes quien, en más de 25 años de trayectoria, ha logrado convertirse en uno de los personajes más reconocidos de la escena creativa en nuestro país. En este lapso ha realizado más de 130 exposiciones individuales y colectivas en América, Europa y Asia, dejando una profunda huella en el arte contemporáneo. Además, ha puesto el nombre de México y especialmente el de Oaxaca en lo más alto, ya que en 2018 fue nombrado entre los 100 mexicanos más creativos por la revista Forbes MX. El jersey para la temporada 2020 fue denominado “El gran juego”, frase que fue plasmada en el hombro derecho.
Para la temporada 2022, la directiva zapoteca fusionó su historia con el talento del artista Sabino Guisu nacido en Juchitán, Oaxaca, ya que su inspiración proviene muchas veces de las formas y signos de las culturas prehispánicas, así como del arte de las culturas de la periferia; elementos que actualiza y pone en diálogo. Guisu ha expuesto en países como Noruega, Japón, Estados Unidos, Alemania, entre otros. Asimismo, ha sido considerado por la crítica especializada como uno de los artistas jóvenes más proactivos y relevantes de la escena mexicana.
Por tercer año consecutivo de colaboraciones con artistas locales, Guerreros de Oaxaca buscó continuar con la unión entre cultura y beisbol. Es por eso que para la temporada 2023 se llevó a cabo una colaboración con el taller de Jacobo & María Ángeles, reconocido a nivel mundial gracias a sus obras y colaboraciones con empresas y organizaciones de gran prestigio. Este taller fue fundado en 1994 a partir del deseo de emprender y rescatar la práctica ancestral de darle vida a las tonas y nahuales por medio de la talla en madera y el decorado a mano.
“Los Guerreros son un símbolo del deporte aquí en Oaxaca, la camisola tiene diferentes símbolos de pertenencia zapoteca que representan a Oaxaca, es por eso que la gente debe sentirse orgullosa de portarla”, mencionó el maestro Jacobo Ángeles el día de la presentación de sus uniformes, los cuales fueron un éxito total para los aficionados bélicos.
El club zapoteca sigue demostrando que el deporte, la cultura y las tradiciones oaxaqueñas pueden seguir fusionándose para que, de una u otra forma, una sola pieza sea capaz de demostrar lo grande y unido que es Oaxaca.
“Las montañas, a lo lejos, se ven azules”, me dijo él. Quedé pasmada. Puede resultar inverosímil, pero para alguien cuya infancia estuvo más bien rodeada de edificios, concreto, vehículos moviéndose veloces en vías rápidas, y aire contaminado esa aseveración podía resultar sumamente novedosa.
Y es verdad: las montañas se ven azules, a lo lejos. Los colores están definidos por la luz, la distancia, la perspectiva atmosférica, y otras muchas variables que tienen que ver con la vida que habita los espacios; vaya, ¡hasta con los ojos de cada uno! Cuando el poeta dijo que “el azul es el verde que se aleja”, quería decir mucho más que solo un juego de palabras sobre una realidad cromática discutible. Quizá, en el lenguaje de la poesía, este verso nos ayude a imaginar cómo la lejanía transforma la esencia de una realidad que creíamos conocer.
Colores lejanos, colores cercanos. ¿Qué colores quisiéramos tener en nuestra realidad cotidiana más próxima? ¿Un cielo vibrante de azules? ¿Unas nubes caprichosas que le inventen matices al color blanco con cada minuto que pasa? ¿Una sinfonía de verdes que, a la par de llenar de color nuestras calles y jardines, nos brinden una sombra generosa en los días de calor intenso? ¿Una invasión de rosas, amarillos, morados y naranjas en las flores de cada árbol que en Oaxaca nos sale al paso en primavera? Creo que finalmente todos apostamos por vivir el color: por estar rodeados de esos colores que, en esencia, nos hablan de vida. De Vida.
Nuestro planeta ha sido llamado el “planeta azul” porque así se ve desde el espacio exterior. Sin embargo, parte de ese azul se lo debe al verde. Así que podríamos decir que, técnicamente, el azul está en deuda con el verde. Verde de los árboles que plantamos para conservar la vida. Verde de múltiples tonalidades que con su verdor ayuda a conservar los mantos freáticos, contribuye a generar oxígeno, produce sombra y nos cambia el humor en un día caluroso.
¿Cómo hacemos para generar más y más verdes que ayuden a conservar los azules del mar y los amarillos de las flores? Resulta tan sencillo y a la par tan desafiante: qué bueno es darnos cuenta de que en nuestras manos está el pintar este planeta. Sembrar y sembrar más y más árboles, acción que finalmente se traduce en sembrar vida y llenar de color esta Tierra.
*Verso de Elías Nandino, médico y poeta jalisciense del siglo pasado.
Desde Casa de la Ciudad hemos planteado que uno de los grandes problemas de las urbes es la forma en la que se “hace ciudad”, ya que para satisfacer las necesidades de la mayoría de los habitantes se debe definir el límite de lo técnico y lo social. El urbanismo táctico es una manera de ejecutar acciones rápidas de bajo costo, que además propician la participación ciudadana para hacer cambios en la ciudad.
Los siguientes son algunos ejemplos de urbanismo táctico: pintar un cruce peatonal, colocar ciertos objetos para delimitar carriles (como macetas o esculturas) o hacer actividades con duración de unas cuantas horas al aire libre a manera de ensayo de calle peatonal o de parque sobre la calle. Estas acciones son formas de probar cómo podrían ser las ciudades si se pensara más en función de las personas y menos del automóvil.
Como institución, estamos comprometidos con empoderar a la ciudadanía para que hagan válido su derecho a la ciudad, y así contribuir en la búsqueda de una urbe a escala humana. Para poder alcanzar esos objetivos, se han desarrollado innumerables proyectos de urbanismo táctico como la vía recreativa, el corredor biocultural, talleres de pintura o proyecciones de películas en espacios públicos.
Estas actividades surgieron de la necesidad de solucionar temporalmente carencias de movilidad o espacio público en determinadas áreas. El objetivo ha sido medir el impacto que causa un cambio en el espacio público antes de hacerlo permanente. Este tipo de acciones permite reforzar el compromiso de crear alternativas para solucionar problemas en el presente desde la voluntad y el esfuerzo colectivos.
El 13 de junio de 2025, el Museo de Arte Contemporáneo de Santa Bárbara (MCASB por sus siglas en inglés), en colaboración con Corazón del Pueblo (el Centro de Artes Culturales y Creativas del Valle de Santa María), organizó su primer diálogo virtual con jóvenes indígenas originarios de Oaxaca y Guerrero, residentes en Santa María, California. Este primer encuentro tuvo como eje una conversación guiada por Hector Manuel Meneses Lozano, director del Museo Textil de Oaxaca.
El evento marcó el inicio de un intercambio de varias fases vinculadas al proyecto Sangre de Nopal / Blood of the Nopal, parte de la iniciativa Getty PST ART: Art & Science Collide. Durante cinco años, este proyecto multigeneracional y multilingüe ha explorado el impacto global de la diáspora oaxaqueña, los artistas indígenas y de origen latino contemporáneos, y de la grana cochinilla como ejemplo de innovación indígena arraigada en el conocimiento ecológico tradicional.
Dieciséis jóvenes provenientes de diversas comunidades, entre ellas San Juan Mixtepec, Distrito 8 (el pueblo de mi familia), Valles Centrales, Tlapa, Sola de Vega y Metlatónoc, participaron en este primer encuentro. Durante la sesión, los jóvenes exploraron textiles de la colección del museo, muchos de los cuales reflejaban el patrimonio cultural de sus propios pueblos de origen.
Hector también presentó la exposición del museo titulada “¿Qué hay en un nombre?”, donde mostró fotografías de personas cuyas identidades permanecen desconocidas. Esta iniciativa invita a reflexionar sobre el significado de esas imágenes: por qué se crearon y cómo moldean nuestra comprensión de la cultura. Además, anima a quienes las observan a considerar si pueden reconocer a alguien en las fotos para así ayudar a recuperar su identidad.
Los jóvenes realizaron preguntas profundas y, al final del encuentro, muchos expresaron emoción y orgullo al reconectarse con sus raíces. Este intercambio buscó inspirarlos a seguir caminos creativos como artistas, narradores y líderes culturales, además de fomentar mentorías intergeneracionales y redes profesionales.
Yo soy ñuu savi (mixteco), nacida y criada en San Quintín, Baja California, México. Desde que tengo memoria, mi identidad indígena ha sido una parte fundamental de quien soy. El mixteco era la lengua común en mi familia y nuestra comunidad mantenía vivas las festividades tradicionales. Crecí viendo a los Diablos y Rubios bailar en nuestras celebraciones, con la Banda de Viento sonando en las calles. Pero lo que se convirtió en uno de los recordatorios más fuertes de mi identidad fue la discriminación por parte de la comunidad mestiza, que me insultaba por mi apariencia física, especialmente el color de mi piel, haciéndome sentir que no pertenecía al lugar donde nací.
Cuando emigré a Estados Unidos, fui indocumentada durante más de 16 años. Sin embargo, e irónicamente, estar aquí me enseñó a valorar aún más mi identidad ñuu savi. Mi historia es prueba de que nuestra gente no solo migra a otros países; nos vemos obligados a migrar dentro de nuestro propio país, a otros estados de México, donde nos tratan como forasteros en nuestra propia tierra. Trabajando en los campos de California, vi de primera mano cómo los pueblos indígenas somos de los más resilientes. Llevamos una vida itinerante, pero nunca olvidamos quiénes somos. Nuestra lengua, cultura y tradiciones nos siguen a donde quiera que vayamos y nos aseguramos de echar raíces y crear un hogar en cada lugar donde nos establecemos.
Hector mostró fotografías de mi pueblo en los años 1959 y 1985; al verlas recordé que debo sentirme orgullosa de quien soy. Estas fotos siguen alimentando mi inspiración para el trabajo que realizo en MCASB, donde busco crear espacios para que nuevas generaciones honren su legado. Las imágenes son como semillas: me recuerdan que debo nutrirme de la memoria y crecer con el conocimiento.
Esta iniciativa forma parte de un esfuerzo más amplio para ir más allá de los marcos tradicionales de preservación cultural. En lugar de simplemente conservar la tradición, el objetivo es empoderar a nuevas generaciones para que innoven, expandan y reinventen el conocimiento ancestral mediante prácticas contemporáneas. Al crear espacios para el diálogo multigeneracional, la co-creación y la innovación, el proyecto fomenta el compromiso cívico y fortalece las capacidades dentro de la comunidad.
El MCASB reconoce que los jóvenes inmigrantes indígenas de México portan historias profundas de migración, resiliencia y supervivencia. Sin embargo, muchas generaciones más jóvenes permanecen confinadas dentro de los límites de California, aun cuando sus familias mantienen fuertes vínculos con sus pueblos natales en México. Este proyecto virtual trasciende fronteras no en términos territoriales, sino en conocimiento y creatividad: cultiva identidades transnacionales, permitiendo a los jóvenes oaxaqueños preservar su lengua, tradiciones y conocimientos ancestrales en ambos lados de la frontera, mientras forjan nuevas conexiones por medio del arte digital y el diálogo.
Este logro es posible gracias al trabajo conjunto con organizaciones locales sin fines de lucro como Corazón del Pueblo, la cual trabaja estrechamente con jóvenes inmigrantes indígenas de diferentes generaciones que radican o nacieron en Estados Unidos, y con el MTO, que sirve como puente con la tierra natal de muchos.
¿Alguna vez has soñado con viajar por el mundo sin salir de tu ciudad? Conocer culturas lejanas, probar sabores que nunca habías imaginado, descubrir danzas milenarias y templos ocultos entre la selva. Quienes han viajado saben que cada destino transforma a las personas, y que todo gran viaje deja una profunda huella: en una fotografía, una bitácora, una ilustración, los pétalos de una flor exótica entre las páginas de un libro, en una postal que nos ha llegado desde el otro lado del planeta… o, incluso, en una pequeña estampilla, en cuya filigrana podemos apreciar la imagen de una flor de loto.
Hoy en día, no siempre es necesario tomar un avión para conocer un país remoto. Algunas veces, basta con observar detenidamente un objeto para iniciar el recorrido. En el fondo cada museo es una invitación a viajar, ya sea a lugares o a tiempos lejanos. Los timbres postales, las hojas recuerdo y las postales que resguarda el Museo de la Filatelia de Oaxaca son más que piezas coleccionables: son ventanas que se abren a otros mundos. Así, en la nueva exposición, “Expedición filatélica: un viaje por Tailandia, Camboya y Vietnam”, te proponemos recorrer tres países del sudeste asiático sin salir de Oaxaca.
La muestra parte de la experiencia de un viajero que inicia su recorrido en Tailandia, donde el Songkran —el Año Nuevo tailandés— transforma las calles en una celebración multitudinaria, en la que la gente se moja entre gritos de alegría: la consigna es moverse para que no se detenga el tiempo y dar paso a una renovación sagrada. Más adelante, descubre el arte escénico de la danza Nora, con sus movimientos ceremoniales, su música envolvente y su poderosa carga espiritual, destinada a dar gracias a la Tierra. Por medio de los timbres, la danza, la música y las festividades cobran vida.
En Camboya, el viajero se detiene ante la grandeza del templo budista de Preah Vihear, suspendido entre el cielo y las montañas, y camina entre las galerías del mítico Angkor Wat, una joya de la arquitectura sagrada, orientado en dirección a los cuatro puntos cardinales. Las piezas postales muestran no solo monumentos, sino formas de vida, ritos cotidianos, tejidos, sabores, sonidos y colores que narran siglos de historia jemer.
El viaje culmina en Vietnam, frente a la bahía de Ha Long, donde los mitos cuentan que un inmenso dragón bajó del cielo y dio forma a un mar de islas de piedra. Entre puestos de colores vibrantes, música, trajes tradicionales, alfarería y cestería, el viajero se interna en la riqueza cultural de sus pueblos originarios, descubriendo la diversidad que habita en cada región.
Todo ello queda registrado en una bitácora de viaje —que es el testimonio íntimo del viajero— y se complementa con una cuidada selección de piezas del Museo Textil de Oaxaca, que se suma a esta expedición con obras cargadas de símbolos, saberes e hilos de memoria. La exposición también incluye objetos y obras del artista Fernando Aceves, así como de creadores originarios de estos países, quienes ofrecen una mirada contemporánea acerca de estas culturas profundamente arraigadas en
la tradición.
¿Estás listo para convertirte en viajero? ¿Están listas tus ganas de descubrir otros lugares? Entonces, adelante: la aventura comienza aquí. Visita el Museo de la Filatelia de Oaxaca y déjate llevar por esta expedición filatélica.
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