La presencia de Adabi en México

Organización de archivos. Fotografías: Acervo de Adabi

Uno de los pilares fundacionales de la asociación Apoyo para el Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México es su compromiso social con la memoria documental de nuestro país. Actualmente, el rescate de cada archivo, biblioteca o acervo fotográfico asumido por Adabi se realiza en respuesta a solicitudes de la comunidad interesada, ya que uno de los objetivos de la asociación es la creación de conciencia en las personas para que asuman una responsabilidad con los documentos, algo que solo será posible si existe en la comunidad el reconocimiento de la importancia y valor del patrimonio documental.

Las actividades desempeñadas por el equipo van desde los diagnósticos, que muchas veces se dan en lugares poco favorables para la adecuada conservación de la documentación, pasando por el rescate que en ciertos momentos conlleva la intervención de los restauradores—, organización y creación de instrumentos de consulta, hasta el seguimiento y asesorías al personal encargado de custodiar los archivos. Es así como, durante 22 años, Adabi ha colaborado mano a mano con distintas instituciones civiles y religiosas en pro de la conservación de la memoria de México que cada uno resguarda.

En 2024 la presencia de Adabi en la capital del país fue significativa, pues tuvo una vinculación institucional con instancias gubernamentales y eclesiásticas, como el Archivo General de la Nación, el Acervo Histórico del Archivo General de Notarías de la Ciudad de México o la Conferencia del Episcopado Mexicano; sin olvidar las privadas —entre otras, el Consejo de Leonora Carrington y Fomento Cultural Grupo Salinas— de gran relevancia. Sin embargo, en este mismo año la labor del equipo ha dejado huella en otras partes de la República. Oaxaca, Puebla y Michoacán son los estados en los que se ha laborado arduamente atendiendo archivos civiles y eclesiásticos. En Puebla se concluyó un convenio con el Archivo General Municipal para la organización de archivos municipales y la consolidación de un taller de conservación documental; finalizó también el convenio con la Biblioteca del Oratorio San Felipe Neri y, en colaboración con el Archivo General de la Nación, se logró recuperar un documento de Huejotzingo de 1554: el nombramiento del mayorazgo de Francisco Vázquez, firmado por fray Juan de Alameda. Además, se realizó la organización de un archivo privado: los Fondos Personales de Abraham Sosa y Manuel Sosa, y se ha buscado la colaboración con la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla para fomentar en los estudiantes la importancia del rescate y la organización de los archivos históricos.

En Michoacán, la asociación ha trabajado para apoyar proyectos de rescate y organización de archivos parroquiales de la Arquidiócesis de Morelia, en un proyecto tripartita donde participa también la Dirección de Archivos del Poder Ejecutivo del Estado. El resultado ha sido fructífero, ya que se organizaron 37 archivos históricos, y se capacitó y consolidó un equipo de rescate archivístico.

En Jalisco se concluyeron dos proyectos con El Colegio de Jalisco, uno corresponde al Fondo Fotográfico Fernando Martínez Réding y otro al Fondo Agustín Yáñez; además de nuestra colaboración en el diagnóstico del archivo personal de Federico Munguía, importante periodista, investigador y cronista mexicano.

Con Morelos, el proyecto de catalogación en el Archivo Fotográfico Tres Ríos ha permitido que Adabi también otorgue asesoría para la obtención del reconocimiento Memoria del Mundo otorgado por la UNESCO. Por su parte, con San Luis Potosí y Zacatecas se mantiene el vínculo de trabajo con el Archivo Histórico del Estado y el Seminario Conciliar Guadalupano, respectivamente.

Al extremo del país el trabajo de la asociación también está presente. Ha continuado el trabajo iniciado en 2012: el traslado, coordinado por Adabi, del Archivo de la Arquidiócesis de Yucatán, que se encontraba en las oficinas principales, al exconvento franciscano de Conkal. Esta mudanza concluyó en 2014, año en el que se fundó un taller de restauración que permite la conservación de los documentos a partir del trabajo conjunto de Adabi: preservación de documentos, fuentes fotográficas, capacitaciones y asesorías.

Si bien en unas cuantas líneas no se resume el trabajo que Adabi ha mantenido a lo largo de dos décadas, la mención de los estados con los que actualmente mantiene lazos es una muestra de lo heterogénea que es la necesidad por el rescate y conservación del patrimonio documental. El camino es arduo, pero el amor a los archivos y a la memoria de México es lo que impulsa el día a día de nuestro equipo.


La labor terapéutica de los hilos

Taller de teñido y decorado. Fotografías: Acervo del Museo Textil de Oaxaca

La salud mental es un tema de creciente importancia en la sociedad del siglo XXI. A medida que avanzamos en una era de rápidos cambios tecnológicos, sociales y económicos, la presión sobre la salud mental de las personas ha aumentado significativamente. A pesar de los avances en la comprensión de los padecimientos mentales, el estigma sigue siendo un obstáculo importante. Muchas personas aún sienten vergüenza o miedo de buscar ayuda, el hecho de comentar “tengo cita con el psicólogo y/o psiquiatra” es motivo o sinónimo de alguien “débil” o “incapaz” por necesitar apoyo profesional; se critica y se juzga. Caso contrario es atender otros padecimientos, lo cual es visto como algo “normal” o como signo de fortaleza y autocuidado. La educación y la empatía son cruciales para reducir el estigma y fomentar un entorno donde las personas se sientan cómodas hablando sobre su salud mental.

A lo largo de la historia los hilos han sido parte importante en la recuperación de diversas enfermedades, como estrés, ansiedad o depresión, por mencionar algunas de las que han marcado, en cierta medida, la respuesta de la sociedad en este mundo de prisas.

Desde la creación del programa mensual educativo del Museo Textil de Oaxaca, hace diecisiete años, las personas y artistas textiles que han participado han creado un espacio íntimo y seguro. Algunas artistas comentan que bordar o tejer tiene beneficios terapéuticos, otros participantes experimentaron una reducción de ansiedad y una sensación de calma al tejer o bordar.

En una ocasión Adri [Adriana Santos], participante asidua a los talleres del MTO, nos compartió: “El participar en los talleres del Museo ha sido un escape a la rutina, un lugar seguro que me ha generado un autoconocimiento gracias al hilo y la aguja, me ha ayudado a disminuir en gran medida mi medicación”. Otra participante, Silvia Maldonado, nos comenta: “Al dejar ir a mis hijos porque ahora hicieron su vida, logré ese arropo en los diversos talleres del Museo”. Distintas personas han externado su agradecimiento: “Gracias por sacarme de la rutina”, “Ya necesitaba un giro en mis actividades”.

Con el paso del tiempo, los talleres del MTO se han convertido en un espacio comunitario donde las personas se reúnen, comparten ideas y trabajan juntas. Esta interacción social ha podido ayudar a combatir no solo padecimientos mentales, sino también la soledad y el aislamiento, fomentando relaciones positivas y un sentido de pertenencia.

Muchas de las afectaciones a la salud mental de las personas se agudizaron durante la pandemia, pero aún aislados en casa pudimos ver que crear arte era posible. Múltiples talleres creados por el MTO de manera virtual ayudaron a las personas a fortalecer su paciencia y perseverancia; así como a enfrentar y superar los desafíos que surgen durante un encierro, pero, sobre todo, los talleres pudieron fortalecer la resiliencia y la capacidad de manejar distintos padecimientos mentales en algunas personas. Algunos comentarios a estas actividades fueron: “No me imaginaba que los hilos y las agujas serían un escape en la vida diaria durante la contingencia”, “Gracias Museo por ayudar a mi mente a respirar”.

Estamos seguros de que los talleres han fomentado la convivencia y el intercambio de experiencias, así como un descubrimiento de habilidades a veces desconocidas por los asistentes. Asimismo, en muchos de los casos han proporcionado información sobre diversos aspectos de la salud mental, ayudando a comprender mejor las propias experiencias y las de los demás.

Quién se imaginaría que el hilo y la aguja que utilizamos para reparar un textil serviría para cerrar una pena, coser una tristeza, zurcir un dolor o sería un bálsamo para curar heridas del alma, de la mente y del corazón.


¡Padiush!

Cruz yalalteca de plata. Fotografía: Acervo de Andares del Arte Popular

Cerca del Distrito de Villa Alta en la Sierra Norte del estado de Oaxaca se encuentra Villa Hidalgo Yalálag. Esta población se encuentra dividida en cuatro barrios: San Juan, Santa Catalina, Santa Rosa de Lima y el barrio de Santiago. En cada uno se pueden percibir diferentes aromas, como el olor de la leña ardiendo en el horno para coser el pan blanco; la delicia del olor del humo de la morcilla chillando en las brazas; la diversidad de sonidos y canciones que experimentan las bandas de niños y adultos que invitan a subir o a bajar por sus calles empedradas, a veces angostas, a veces anchas, acompañados del azul del cielo y las majestuosas montañas de la Sierra Norte. Lo llamativo ha sido la plaza del centro del pueblo, donde cada martes se daban cita los yalaltecos y gente proveniente de otros pueblos, como San Melchor Betaza, San Bartolomé Zoogocho, Latuvi, San Pedro Cajonos, San Pablo Yaganiza y las rancherías cercanas.

Todas las personas llegaban desde muy temprano ofreciendo sus productos, era una rica experiencia para todos los sentidos; para el paladar champurrado, tamales de frijol envueltos en largas hojas de plátano, barbacoa, caldo de carne seca, memelas de frijol, enormes tortillas y nada como un fresco y espumoso pozontle. También se comercializaban mezcal, huaraches, sombreros de panza de burro, frutas, verduras y granos que podían ser medidos en arrobas.

El día pasaba entre vendimia, truequeo, pláticas y el distinguido saludo padiush, que es un saludo informal y cotidiano ocupado a cualquier hora del día. En esta población aún se sigue hablando el zapoteco, específicamente la variante propia de Yalálag. Cada persona se distinguía por la vestimenta de su región y su variente del zapoteco. Gran testigo y guardián de este día de plaza es la antigua Iglesia de San Juan Bautista, que aún sigue estando de pie y repicando su gran campana. Actualmente el tianguis se sigue realizando y, aunque con muchas menos personas, intenta recuperar su esplendor.

En la actualidad, una parte de la población ha migrado a la ciudad de Oaxaca y las nuevas generaciones lo han hecho al norte, de manera que una notable población radica en Los Angeles. Pero las raíces siempre los llaman de vuelta a casa, pues ocasionalmente vuelven a la fiesta del pueblo, o para despedir a un difunto o para celebrar su boda. Las bodas tradicionales en Villa Hidalgo Yalálag duran ocho días, es un ir y venir entre la casa de la novia y el novio, para recibir o dar desayunos o comidas con canastas de pan, guajolotes, leña, semillas, regalos y dinero acompañados por una o varias bandas. Todo lo recibido es cuidadosamente registrado en una libreta para regresar el favor cuando toque darlo de vuelta.

Todos los invitados cooperan en el trabajo. Las tareas más pesadas son para los hombres: acomodar mesas y sillas, acarrear leña, transportar sacos de granos, mientras las mujeres echan las tortillas al comal y cooperan en labores de la cocina lideradas por las cocineras tradicionales y las recetas que han heredado de sus madres, abuelas, bisabuelas. Entre pláticas y risas se desarrollan gustosas las tareas a lo largo del día, esta fiesta es muy generosa con la comida y la hay en abundancia para satisfacer a todos los invitados. Algunas de estas costumbres se han ido modificando con el paso del tiempo y de la mano de las nuevas generaciones.

Villa Hidalgo Yalálag encierra muchas más tradiciones y tiene una rica cultura que merece ser conocida. La galería de Andares del Arte Popular se ha propuesto contribuir con esta tarea por medio de la difusión de sus textiles, cerámica y la reconocida cruz yalalteca de plata. Un símbolo cuyo significado devela elementos religiosos tanto occidentales como zapotecos prehispánicos.


El apartado fotográfico del Fondo Personal Ronald Spores

Fotografías documentales del Fondo Personal Ronald Spores

En la carrera antropológica de Ronald Spores, la fotografía ha jugado un papel fundamental en sus investigaciones. Según el etnohistoriador, tomar fotografías es indispensable en los procesos arqueológicos. En la Antropología la fotografía ha sido una herramienta que se utiliza como apoyo y soporte del trabajo documental, ya que permite registrar el desarrollo y los resultados de los procesos arqueológicos.

En 2022 el investigador estadounidense, quien dedicó gran parte de su vida a estudiar la historia de los pueblos prehispánicos de la región Mixteca de Oaxaca, decidió donar su archivo personal —compuesto por documentos, libros, revistas y fotografías— al acervo de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova. El equipo de Adabi Oaxaca emprendió la organización de la parte documental del archivo, la cual concluyó en diciembre de 2024 con la realización de un inventario general que da cuenta de las actividades realizadas por Spores durante su vida profesional, quedando organizado en tres secciones: Académico, Antropólogo y Personal.

Inicialmente el apartado fotográfico se encontraba resguardado en cuatro cajas AM40 y dos carpetas. Dentro del apartado encontramos seis soportes fotográficos diferentes: negativos de 135 mm blanco y negro; negativos de 135 mm a color; negativos de 110 mm a color; transparencias de 135 mm a color; así como positivos a color y positivos en plata gelatina en diferentes formatos. La organización del apartado fotográfico inició este 2025. Para ello tomamos como base el cuadro de clasificación del Fondo documental, ya que las imágenes complementan los documentos de sus investigaciones, además de que testimonian sus actividades académicas y su vida personal.

El apartado fotográfico del Fondo Personal Ronald Spores abarca una cronología desde 1958 hasta la fecha, y cuenta con información relacionada con los procesos en los que Spores fungió como director o colaborador, específicamente en los estudios que hizo en San Pedro y San Pablo Teposcolula, Yucundaa (pueblo Viejo de Teposcolula), Santo Domingo Yanhuitlán, Tlaxiaco, Santiago Tillo, San Juan Yucuita y San Juan Bautista Coixtlahuaca, en la mixteca oaxaqueña. El registro fotográfico hecho en los recorridos arqueológicos y excavaciones permitirá la posterior divulgación y difusión de la investigación. En este sentido, muchas de las imágenes de este apartado fueron utilizadas en las publicaciones realizadas por Spores como: The Mixtec Kings and their People (1967), y The Mixtec Ancient and Colonial Times (1984); así como en artículos especializados para revistas que permitieron que un público más amplio comprendiera y tuviera acceso a este patrimonio cultural. La fotografía es una herramienta invaluable para preservar la memoria histórica y también la personal. Es por eso que dentro de este archivo las fotografías de sus seres más queridos, sus familiares y sus viajes configuran una mirada a la vida privada de Ronald Spores.

Este apartado fotográfico cuenta con 1483 transparencias, las cuales ya han sido digitalizadas. Al ser positivos directos, constituyen un material mucho más fácil y práctico de utilizar en presentaciones, ya que se pueden proyectar. De estas imágenes, un gran número corresponden a materiales didácticos que Spores utilizaba en sus clases de Antropología en la Universidad de Vanderbilt, de la cual se jubiló como profesor emérito.

La autoría de estas imágenes no pertenece en su totalidad a Spores, algunas de ellas fueron hechas por colaboradores, miembros de su equipo, pero con el paso de los años ha sido cada vez más difícil para él saber con exactitud quiénes fueron los autores. Salvo en algunos casos, como en el de Josef Whitecotton, su amigo, colaborador y colega, quien realizó el registro fotográfico mientras trabajaban en San Juan Yucuita. En 1966 Spores también trabajó con el fotógrafo profesional John Warren, con quien viajó durante año y medio con el objetivo de documentar mercados para su proyecto de investigación sobre la economía en la región de la Mixteca.

Spores comenta que inicialmente el registro fotográfico lo realizaban en negativos de 135 mm, en blanco y negro. Eventualmente migraron a los negativos en color, en especial a las transparencias en color. El antropólogo recuerda que la mayoría de este material fotográfico fue procesado en Foto Figueroa, una de las primeras tiendas fotográficas de la ciudad de Oaxaca, ubicada en la calle Miguel Hidalgo, en el Centro Histórico. La tienda aún existe, aunque ha reducido su tamaño.

Ronald Spores trabajando con el equipo de Adabi Oaxaca en la catalogación de su archivo personal.

Aún ahora, a sus 94 años de edad, Ronald Spores sigue fotografiando. En viajes recientes a la región de la Mixteca, se le ha observado atento a través de la ventana del automóvil buscando referencias de asentamientos prehispánicos, mismas que captura con su teléfono celular para una de sus investigaciones pendientes sobre la traza urbana de los pueblos mixtecos.

El apartado fotográfico del Fondo Personal Ronald Spores continúa en proceso de intervención. Hasta ahora se han digitalizado todas las transparencias a color, además de los fotogramas: 369 de 135 mm a color y 352 de 135 mm en blanco y negro. Queda pendiente la digitalización de los positivos a color y plata gelatina. Con ayuda del doctor Spores ha iniciado el proceso de clasificación y descripción de las imágenes para que puedan ser consultadas a la brevedad posible en la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova.


VIII Festival para la Primera Infancia 2025: Regalos inesperados

Taller de literatura en el VIII Festival para la Primera Infancia

Entre risas, flores y libros llegó una nueva edición del Festival para la Primera Infancia. Esta iniciativa es un esfuerzo anual de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, por medio del Museo Infantil de Oaxaca y el programa Seguimos Leyendo. Como cada año, el mundo de los adultos quedó de lado por un instante y nos centramos de lleno en brindar al público de 0 a 6 años espacios para el arte y el juego en familia.

Los pasados 11 y 12 de abril, por octava ocasión, cientos de familias y una decena de grupos escolares acudieron con gran alegría a las instalaciones del MIO para participar en 24 talleres artísticos, los cuales fueron diseñados e impartidos por profesionales de la educación en primera infancia.

Por medio de actividades lúdicas y teniendo a los libros como eje principal, las niñas y niños descubrieron el teatro, la literatura, las artes plásticas y la música. Muchos incluso vivieron algunas de sus primeras experiencias estéticas, acompañados de sus seres queridos y cobijados por un entorno creado especialmente para ellos.

Los significados que se construyen en estos momentos de convivencia entre adultos e infantes perduran en el imaginario de ambos y se convierten en presentes que entrelazan y transforman sus vidas, que les ayudan a fluir juntos y los acompañan de vuelta a casa. Es por ello que la octava edición del Festival para la Primera Infancia llevó el nombre de “Regalos inesperados”.

Todos los talleres de esta edición partieron de la idea fundamental de que cualquier objeto puede convertirse en un regalo que detone el juego, el contacto físico y visual, la palabra y las artes. Además, por primera vez, los espacios del MIO se llenaron de instalaciones interactivas, donde niñas y niños pudieron experimentar aromas, colores, texturas, sonidos y toda clase de sensaciones nuevas. Los regalos, sin duda, estuvieron siempre presentes.

Es importante mencionar que un distintivo del festival ha sido la profesionalización de los talleristas, ya que estos ocho años de trabajo han servido para desarrollar el talento local. Gracias a la guía de la maestra Eva Janovitz —directora artística del programa y pionera desde hace tres décadas de la promoción cultural para la primera infancia—, todos los talleres de este año estuvieron encabezados por profesionales oaxaqueños; en su mayoría, personas que se han formado y son parte de la comunidad lectora de Seguimos Leyendo.

Finalmente, para cerrar las actividades de cada día, las familias que asistieron al festival pudieron disfrutar de espectáculos artísticos dirigidos a la primera infancia. El viernes por la tarde, Isis Orozco y su ensamble presentaron Ópera y sonidos ante un auditorio repleto. El sábado, la emotiva función de Bubú Dadá, a cargo de la compañía Pipuppets Titereteatro, también fue un éxito.

El último regalo de nuestro VIII Festival para la Primera Infancia llegará muy pronto, pues los alimentos no perecederos que donaron las familias participantes viajarán hasta el Albergue Integral Comunitario 16 de Tepuxtepec, Mixes. Mientras tanto, comenzaremos a pensar en la próxima edición, con la meta de llegar cada vez a más familias y el compromiso de seguir invirtiendo en los derechos culturales de la primera infancia.


El patrimonio edilicio y Rodolfo Morales: Entrevista a Esteban San Juan

Iglesia de Santa Ana Zegache. Fotografía: Archivo FAHHO

Rodolfo Morales está presente en los colores que abundan en Ocotlán de Morelos y los pueblos aledaños. Principalmente en algunos templos dominicos cuya pintura mural fue restaurada por manos de mujeres bordadoras ocotlenses, gracias a un taller de restauración que el maestro creó para ese fin, y que remite a los propios murales de Morales. Asimismo, recuerda a las pinceladas de Tamayo, maestro y amigo de Morales; así que, muy seguramente, esos son los colores de Oaxaca, incluso del México que los más destacados artistas representaron en sus obras.

Al observar, por ejemplo, la fachada del templo de Zegache resulta impresionante cómo armonizan los vibrantes rojos, verdes y azules sobre un fondo amarillo… Los arcángeles custodiando la gran puerta, vestidos de gala con túnicas verdes; los diez jarrones con flores ubicados a lo largo del arco de entrada; el azul cielo de las cúpulas, y en lo alto las cruces… ¿A caso estamos entrando a uno de los cuadros de Morales? La restauración de las fachadas de los templos ocotlenses tiene un origen, primero, en la mente de Rodolfo Morales, con la intención de devolverle a su comunidad parte de la identidad cultural que estaba frente a sus ojos, pero en ruinas y olvidada; después, en la labor de un aliado: Esteban San Juan Maldonado, arquitecto y restaurador, quien trabajó con el maestro, mano a mano, durante las restauraciones de ocho templos de distintas localidades pertenecientes a Ocotlán de Morelos.

En esta ocasión entrevistamos al arquitecto, quien nos contó acerca de la relación de trabajo, la influencia cultural y el legado del maestro del color dentro del marco del rescate del patrimonio edificado de Oaxaca, especialmente el que fue financiado por la Fundación que lleva su nombre, y que se encuentra en Ocotlán.

¿Cómo conoció al maestro Morales?

Soy originario de Ocotlán de Morelos, y desde niño pude darle seguimiento a su labor, pues él había pintado el mural en el Palacio Municipal y eso llamó mi atención. Muchos años después, luego del gran sismo del 85 en la Ciudad de México, Rodolfo volvió a Oaxaca; cuando lo supe quise ir a conocerlo, así que eso hice. Yo iba a verlo para que me autografiara un cartel de exposición, pero lo primero que hizo fue preguntarme si mi madre era Galvina Maldonado y mi padre Antonio San Juan, yo respondí que sí, y él inmediatamente me dijo que eran sus familiares lejanos. Después, ya en confianza, me cuestionó sobre mi profesión, y le respondí que era arquitecto. No dijo nada más, pero quedó en buscarme…, cosa que hizo años después, momento en el que me confesó que él en realidad no creía en los arquitectos, algo que entendí con el paso de los años, aunque en ese entonces me dio una oportunidad de trabajo al encomendarme la remodelación de sus propiedades. Ese fue el inicio de nuestro andar juntos, y se impresionó tanto con mi trabajo que no dudó en invitarme a participar en el gran proyecto de restauración del templo dominico de Ocotlán.

¿Ese fue el primer proyecto de restauración en el que participó a lado del maestro?

Así es. Ese fue el primer proyecto en el que participé con él. En 1995, la Fundación Rodolfo Morales recibió el inmueble, luego de que el maestro hablara con el gobernador para poder realizar los trabajos de restauración. Cuando lo visitamos, el templo todavía funcionaba como cárcel; a la hora de hacer la investigación histórica para conocer los antecedentes del inmueble, me percaté de que no había registro en México de dicho convento, así que tuve que ir a Sevilla, al Archivo General de Indias, donde encontré los registros. Fue gracias a los documentos de fray Fancisco de Burgoa, considerado como el primer cronista oaxaqueño, que pude hacer un recuento histórico. Me dediqué entonces a estudiar los antecedentes del origen del exconvento, y fue así como inició el trabajo de rescate. Esa búsqueda incial se convirtió en el eje rector de toda la investigación que prosiguió y que guiaría la labor de rescate de todos los conventos dominicos en la zona.

¿Podría hablarnos sobre otros proyectos de restauración y conservación en los que haya colaborado con el maestro Rodolfo Morales y su visión acerca de esta labor?

Bueno, están el Templo de Santa Ana Zagache, San Jacinto Ocotlán, San Pedro Taviche, San José del Progreso, Magdalena Ocotlán, San Pedro Mártir y Santa Catarina Minas. Pero debo comentar que fue gracias a ese proceso de investigación documental, de la mano del conocimiento y el espíritu humanista del maestro, que logré adentrarme en su visión del mundo, el significado que él veía, la importancia de la arquitectura dominica y el misticismo que rodeaba a ese ámbito. Logré observar esa conexión entre su obra y el contexto del pueblo al que quería darle los templos restaurados. Una realidad que ahí estaba, pero que yo aún no vislumbraba; por ejemplo, en algo que sucedía mucho en el día a día: mientras los hombres se emborrachaban, las mujeres lloraban y pedían a Dios por la familia…; él me abrió los ojos a ese mundo y su significado, que de alguna manera se encuentra resguardado en la arquitectura.

En una ocasión, durante las primeras visitas a las localidades ocotlenses, el maestro me preguntó: “¿Qué es lo que ves aquí?”; se trataba de un pueblo con apenas algunas chozas, con cactus como límites o bardas entre ellas, los caminos de tierra y los cerros a lo lejos. “Veo a Pedro Páramo, a Juan Rulfo”, le respondí; “Claro, esto es México, estos son sus colores”. Finalmente, eso amplió mi visión y entendí la intención del maestro detrás de su labor de rescate arquitectónico.

Cada visita a los pueblos que hice a su lado ya estaba influenciada por esa visión. En otro pueblo, San Pedro Taviche, pude ver por qué Morales finalmente llenó sus cuadros de mujeres. En ese lugar, los únicos que dialogaban con nosotros eran los hombres, nunca aparecían las mujeres, estaban rezagadas; incluso la comida era servida por ellos.

Imagino, claro, que esa impresión adquirió mucho simbolismo para el maestro, tan es así que en muchas de sus obras las mujeres son protagonistas, abarcan todo el cuadro. ¿Qué otras experiencias recuerda de esas visitas a las comunidades donde se hicieron las restauraciones de templos?

Recuerdo la vez que llevamos una banda sinfónica a Taviche. Fue realmente emocionante, a la vez que un desafío. La gente no había presenciado nunca algo así. La llegada fue una odisea: el autobús en el que se trasladaban los músicos se descompuso, así que tuve que llevarlos en mi camioneta…, pero sin duda valió mucho la pena. Una imagen surrealista: los trajes empolvados de los intérpretes, la luz de la luna que iluminaba a la sinfónica, y los pobladores, atentos, impresionados, escuchando.

Esas y muchas más experiencias sacaron a relucir el espíritu humanista que anidaba en usted.

Sí, de hecho debo mencionar que yo estudié en un seminario, así que ya tenía un antecedente de los conocimientos en filosofía, religión y arquitectura. Todo lo que estaba escondido poco a poco era extraído por la pasión que el maestro sentía y que contagiaba; una pasión, amor y visión por el futuro de Ocotlán, Oaxaca y México.

Debo agregar que esa visión iba más allá de la restauración de monumentos históricos; él iniciaba un camino hacia la sustentabilidad del medio ambiente. Entendí que no requerimos más que la visión de lo que somos. No soy un experto en arte, pero creo que él plasmaba en su obra una imagen de un pasado y un futuro que se fortaleció durante sus visitas a estos pueblos.

Ahora, ¿cuáles han sido los retos de mantener vivo el legado de restauración arquitectónica de Rodolfo Morales?

Uno de los retos es la picota destructiva de la ignorancia sobre la importancia que guardan estos monumentos y la arquitectura vernácula, debido a la idea de progreso y modernidad. Otro reto es el crecimiento poblacional, la invasión de la urbanización, los condominios que ya no respetan el entorno. Como Oaxaca es un pueblo con muchos migrantes, las influencias externas invaden los espacios que antes vi como rulfianos.

¿Cómo se ha percibido, desde la arquitectura, el trabajo de este artista de gran relevancia para la conservación del patrimonio histórico edificado?

Oaxaca es patrimonio cultural de la humanidad; sin embargo, los arquitectos suelen traer modas, además, cada quien quiere dejar su huella, muchas veces sin tomar en cuenta el patrimonio. Ricardo Legorreta, gran amigo de Rodolfo, me decía que no dejara de apoyar la labor encomiable del maestro, y me daba el ejemplo de cómo había visto ciudades destruidas por las modas arquitectónicas. También sucede que las ciudades patrimonio se están volviendo ciudades museo, ciudades de escaparate, y ya no de vivienda, o como decía Manuel Toussaint, esos sitios donde antes las casas tenían plantas, ahora vemos tinacos… La arquitectura vernácula se ha dejado de lado, pero esa era justo la idea del maestro: devolver su imagen y sus colores a México.

Frente a esta pérdida ocasionada por las modas arquitectónicas, ¿qué importancia tiene para la sociedad oaxaqueña, y la mexicana en general, conmemorar el centenario de un artista como Rodolfo Morales?

Su obra está recargada de la mexicanidad, de lo oaxaqueño…, pero no en un sentido patriótico, sino más allá; México es un paisaje, un lugar con la esencia de los pueblos originarios y de los templos que ahora son patrimonio histórico. Rodolfo Morales, como muchos artistas oaxaqueños, plasmaba en su plástica el inframundo, el cielo, las mujeres… Ese era su mundo, nuestro mundo oculto. Y en definitiva su legado permanece: al salir de México podemos darnos cuenta de ello, la herencia de sus colores, los colores de Oaxaca, también aparecen en otros lados; Ciudad del Cabo, Johanesburgo tienen los colores de Rodolfo; los tapetes de Teotitlán y los de allá son similares. Nuestra labor es enseñarles a las nuevas generaciones sobre ese legado, para que forme parte de su vida, pues, finalmente, forma parte de su entorno.


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