La alforja chotana

En Perú, la alforja forma parte de la indumentaria de las personas que habitan en los departamentos del norte del país; sirve para transportar alguna carga en el hombro, como objetos, semillas, hilos, alimentos, por mencionar algunos. Su uso se ha extendido al transporte de carga en el lomo de los caballos o incluso en las motocicletas. Esta pieza no ha permanecido estática, al contrario, desde que llegó al Perú con los conquistadores, las tejedoras la han transformado, reinventado y adaptado a los contextos de sus vidas, agregando nuevos diseños, colores, frases poéticas y filosóficas, e incluso dedicatorias para la persona querida o amada.

Para conocer más acerca de esta pieza, en el Museo Textil de Oaxaca presentamos la exposición “Artistas de la alforja chotana – Cajamarca, Perú”, como resultado del Concurso de Proyectos de Circulación Internacional para las Artes. En la muestra se presentan los trabajos elaborados por tejedoras provenientes de la provincia de Chota, ubicada en el departamento de Cajamarca, en el norte de Perú. La exposición refleja el talento, la creatividad y el espíritu de innovación de las tejedoras usando el ancestral telar qallwa.

En la inauguración las artistas Zenaida Cóndor, Orfelinda Saldaña y Luz Sánchez, originarias de Cuyumalca y Cabracancha, Perú, se sintieron muy felices y emocionadas de estar en otro país compartiendo su legado, y el significado que tiene la alforja para ellas y sus comunidades. Su estancia en el Museo representó un logro, pues sus trabajos fueron seleccionados en concurso, el cual fue celebrado meses antes de la inauguración para presentarse en la muestra.

Las artistas no solo disfrutaron la inauguración, sino que en los siguientes días emprendieron viajes a distintos pueblos de Oaxaca. En Teotitlán del Valle conocieron la labor del tejido en telar de pedales, los procesos creativos, las fibras utilizadas, la magia de los tintes naturales y la ciencia para obtenerlos. Camino a tierras altas, entre montañas y laderas, llegaron a San Pedro Cajonos, donde los responsables del Santuario del Gusano de Seda las recibieron con mucho entusiasmo. Por medio de una visita y demostraciones de hilado, tejido y teñido de la seda, las artistas tuvieron un primer acercamiento a una fibra que, hasta ese momento, era desconocida para ellas. Fue un momento de mucho aprendizaje.

Tejedoras provenientes de Perú en el MTO. Fotografía: Acervo del Museo Textil de Oaxaca

Como parte de la labor del Museo y el acercamiento que realiza con artistas textiles, se les hizo una invitación para que conocieran de cerca algunas piezas mexicanas que comparten similitudes con las técnicas de elaboración, diseños y usos peruanos. “La experiencia fue enriquecedora, pues hay muchos paralelos entre ambos pueblos, no cabe duda de que somos parte de un mismo telar”, comentó una de las artistas al finalizar su visita.

Las tejedoras también tuvieron oportunidad de conocer el programa de la hiloteca en el MTO, donde se ofrecen hilaturas artesanales e industriales de calidad a quienes se dedican a la creación de textiles. Como recuerdo de su visita a Oaxaca, y en agradecimiento por el préstamo de sus valiosas alforjas para presentarse en la exposición en curso, el MTO les obsequió madejas de algodón teñido con añil producido en Santiago Niltepec, en la región del Istmo. Al recibir las madejas, las tres artistas mencionaron que en ese instante ya habían comenzado a imaginar cuáles serían sus próximas creaciones.

“Esta muestra busca valorar y es un mecanismo que impulsa la continuidad de estas prácticas de tejido”, son las palabras que la antropóloga Haydée Quiroz Malca, originaria de San Miguel de Pallaques, Cajamarca, Perú, mencionó al emprender el viaje de regreso junto con las artistas a Perú. Comentó que espera que la muestra llegue a más espacios y que las instituciones públicas y privadas se comprometan a realizar acciones de manera permanente con miras a difundir, enseñar y dar continuidad de generación en generación a este arte textil.

Las artistas emprendieron su camino de regreso, pero dejaron en la exposición las alforjas que tienen una gran importancia. Hacer alforjas es un trabajo específicamente de las mujeres, requiere de tejedoras que han sido identificadas en el pueblo como las maestras en este arte. La destreza manual de cada tejedora impone un sello definitivo a la alforja. Esperamos que al regreso de estas obras al Perú, no solo vayan cargadas de objetos, sino de muchos recuerdos, experiencias y buenos deseos para continuar con este maravilloso arte.


Apólogo emplumado: mitos y leyendas de aves

Desde la más remota antigüedad, los seres humanos han buscado dar una explicación a todo lo que les rodea como una manera de acceder a lo que no entienden. En consecuencia, han creado distintos mecanismos de interpretación del mundo como el mito, el rito y la magia. El objetivo ha sido intentar comprender lo que desconocen y dar sentido a lo que en un principio se consideró sobrenatural, ya fuera el sol, la luna, la lluvia, el rayo, los animales o las aves, que son el tema de la presente nota. Es así como las leyendas y los mitos se entrelazan buscando dar un sentido a la vida misma, por medio de la imaginación y la fantasía, agregando un valor cultural a la comunidad que las elabora, pero, a través de la historia, los vemos presentes en muchas culturas antiguas representando, en forma de símbolos, a los espíritus del aire y la vida.

Con motivo de la exposición que se inauguró en el Museo de la Filatelia el 9 de marzo del presente año, “El ingenio alado: Un viaje filatélico por el mundo de los pájaros”, busqué leyendas que diversas culturas elaboraron acerca de las aves y que las hacen ver, hasta cierto punto, sobrenaturales. Esas narraciones se han transmitido como una forma de enseñanza y de preservación de tradiciones y costumbres, las cuales enriquecen el bagaje cultural de la sociedad. Estas leyendas están incluidas y disponibles en la exposición por medio de códigos QR.

Fotografía: Acervo del Museo de la Filatelia de Oaxaca

En la antigüedad, muchos pueblos creían que las aves representaban el espíritu del espíritu, se les rendía culto y por ello buscaron que formaran parte de su vida cotidiana introduciéndolas en sus hogares. La posesión de un ave era un privilegio, puesto que eran vistas como seres superiores, mensajeras del cielo y de quienes se adelantaron, pero también eran vistas con cierto temor por considerarlas emisarias de la muerte.

Incluso en la historia de México se mencionan los presagios que anunciaban la conquista con sucesos extraordinarios, que los antiguos mexicanos llamaban tetzahuitl, ‘agüero’, destacando el relacionado con una grulla, el cual aparece tanto en el Códice Durán como en el libro XII de la Historia general de las cosas de la Nueva España de Fray Bernardino de Sahagún:

Otro día los pescadores capturaron en la laguna una grulla con un espejo en la cabeza y fueron a mostrarlos a Motecuhzoma. El rey atónito observó en el espejo, primero el cielo y las estrellas, y especialmente los Mastelejos que andan cerca de las Cabrillas, y poco después una muchedumbre de gente junta que venían todos armados encima de venados. Cuando el rey quiso enseñar el prodigio a sus agureros y adivinos, lagrulla desapareció.

De acuerdo con un estudio realizado por Inmaculada Abril Colón1 –investigadora española del Departamento de Ecología Evolutiva del Museo Nacional de Ciencias Naturales y experta en ornitología–, para nosotros el trino de las aves –o su canto, como comúnmente lo llamamos, aunque los ornitólogos lo han denominado vocalización– es música, pero para ellos es su lenguaje. Si nos fijamos bien, lo hacen al amanecer y al anochecer: es lo que llamamos coros de alba y del ocaso, y, según los expertos, lo hacen a esas horas porque es cuando hay menos ruido ambiental, de modo que se pueden comunicar mejor.

Fotografía: Acervo del Museo de la Filatelia de Oaxaca

Su canto es de territorialidad o para alertar sobre los peligros, las crías trinan para pedir alimento, los machos para cortejar a las hembras; al escucharlas, incluso he pensado que es su forma de planear sus actividades diarias. Los especialistas han estudiado todos los tipos de sonido en sus trinos o cantos: algunos son más largos y complejos, como los asociados al cortejo, por el contrario, sus reclamos son más breves y tienen el objetivo de alertar o mantener unida a la bandada.

Los científicos han estudiado estos sonidos por medio de espectrogramas, que son representaciones gráficas de los mismos, donde al bajar la velocidad pueden escuchar cada una de las notas. Las aves tienen un órgano que ningún otro animal tiene, la siringe, la cual funciona gracias a un complejo sistema de músculos y cartílagos que, junto con el cuello y el pico, generan la inmensa cantidad de sonidos que escuchamos. La siringe está localizada en la unión de los bronquios que se elevan al final de la tráquea, rodeada por el saco aéreo clavicular y compuesta por anillos cartilaginosos con membranas en sus paredes que vibran con el paso del aire.2 Gracias a ella los pájaros pueden silbar, trinar, gorjear, piar. La siringe cuenta con dos compartimientos que funcionan por separado, los cuales permiten que algunas aves, como el zorzal maculado, puedan cantar dos notas diferentes al mismo tiempo.

Para controlar la siringe, también necesitan de los complejos circuitos de su cerebro. Científicos de EUA y Argentina estudiaron la relación entre ellos y vieron que las células neuronales activadas controlan los movimientos que producen la vocalización, y que ¡también se encienden de manera espontánea cuando escuchan reproducciones de su propio canto mientras duermen!3 En este estudio, Daniel Margoliash dice: “Nosotros sostenemos que estas neuronas controlan cada uno de los diminutos movimientos que se producen en el órgano vocal para finalmente dar lugar a la canción”.4

Bien se puede decir que el cerebro de las aves está hecho para cantar: tiene circuitos para controlar la siringe y el sistema respiratorio, así como otro circuito específico para aprender sus vocalizaciones. No es que “aprendan canciones”, sino que aprenden a hablar, igual que nosotros de pequeños, el lenguaje específico de su especie y de su zona, así, por ejemplo, se han identificado cerca de dos mil variaciones en el cuitlacoche rojizo.

Fotografías: Acervo del Museo de la Filatelia de Oaxaca

Inmaculada Colón explica que también hay especies que parecen no vocalizar, pues las vemos abrir el pico sin aparentemente emitir sonidos, pero en realidad lo hacen en frecuencias no audibles para el ser humano; un ejemplo es la hubara canaria, que Colón se ha dedicado a estudiar.

Oír a las aves es alimentar el espíritu, para nosotros es música, pero para ellas es su lenguaje. Si observamos con atención podemos darnos cuenta de ello, incluso de lo que Inmaculada Colón llama los reclamos: es común ver a un grupo de aves persiguiéndose y dándose de picotazos utilizando vocalizaciones fuertes y agresivas, mientras otras veces las vemos acercarse y acurrucarse con melodías suaves.

Según estimaciones de los científicos, de las más de diez mil especies de aves que existen en el mundo, hay alrededor de cuatro mil especies de aves cantoras. Cada especie de ave tiene su propio canto, y así es como los seres humanos sabemos cuándo oímos a un cenzontle, un bienteveo, un cuervo, un gorrión, un loro o un canario; aprendemos a distinguir sus diferencias y esas bellas melodías que ejecutan provocan que mucha gente quiera tenerlos en sus hogares, por desgracia, enjaulados y privándolos de su libertad.

Si todo lo que van a leer a continuación es cierto o fantasía no puedo comprobarlo, por mi parte sé que la magia existe, por ello mejor los invito a dejar volar la imaginación junto a nuestros amigos emplumados y sus hermosas melodías.


1.Inmaculada Abril Colón, K. Bussey, “¿Por qué todos los pájaros cantan al anochecer?”, El País, 9 de septiembre de 2021. https://elpais.com/ciencia/2021-09-09/por-que-todos-los-pajaros-cantan-alanochecer.html
2.Enrique Angulo, “Fisiología del tracto respiratorio de las aves”, BMeditores México, 17 de diciembre de 2020, https://bmeditores.mx/avicultura/fisiologia-del-tractorespiratorio-de-las-aves/. Siringe.
3.Ana Amador, Yonatan San Perl, Gabriel B. Mindlin y Daniel Margoliash, “Elemental gesture dynamics are encoded by song premotor cortical neurons”, Nature, 27 de febrero de 2013. doi: 10.1038/nature11967
4.Victoria García, “Las neuronas de los pájaros se encienden con su propio canto”, SiNC. Ciencia contada al español, 27 de febrero de 2013. https://www.agenciasinc.es/Noticias/Las-neuronas-de-los-pajaros-seencienden-con-su-propio-canto


El eslabón de la archivística nacional: Adabi de México

Fotografía: Acervo de Adabi

Adabi de México es una institución que ha crecido, con el paso de los años, diseñando metodologías de trabajo eficientes mediante la vinculación con diversas instituciones públicas y privadas con el objetivo de proteger, conservar, restaurar y recuperar el patrimonio documental del país. Muchos son los factores que convergen para poder llevar a buen término los proyectos. Sin duda, uno de los elementos de mayor peso es la colaboración con las instituciones.

Los proyectos requieren el diseño estratégico de Adabi que, por medio del personal especializado de sus coordinaciones, aporta experiencia en diagnóstico, asesoría, capacitación y metodología. Adabi brinda este conocimiento a las instituciones, las cuales aportan otros conocimientos y recursos que en conjunto dan pie a un proyecto colaborativo, donde ambos organismos determinan los pasos a seguir y las aportaciones de cada una de las partes.

Cada uno de los proyectos de rescate que ha desarrollado Adabi en convergencia con instituciones que custodian documentación histórica a lo largo y ancho del país se resguardan en su archivo, ubicado en sus instalaciones en Coyoacán. Este archivo es, por lo tanto, un eslabón de la historia de la archivística nacional porque el aporte que ha brindado es invaluable.

La asociación se ha destacado por haber llevado con éxito su método de rescate a los lugares más recónditos del país, como el Archivo Municipal de San Francisco del Oro en Chihuahua, el Archivo Municipal de Rayón en San Luis Potosí, el Archivo Municipal de Huiloapan de Cuauhtémoc en Veracruz, el Archivo Parroquial de Santa Clara de Asís en Santa Clara del Cobre en Michoacán, el Archivo Municipal de Contla de Juan Cuamatzi en Tlaxcala, el Archivo Municipal de San Carlos en Tamaulipas, el Archivo Municipal de San Miguel el Alto en Jalisco, el Archivo Municipal El Fuerte en Culiacán, el Archivo Municipal de Lázaro Cárdenas en Quintana Roo e innumerables archivos en la zona Mixe de Oaxaca y Puebla, solo por hacer mención de algunos.

Sin embargo, Adabi ha contribuido de una manera mucho más profunda, pues logró establecer un precedente internacional al convertirse en el primer organismo de su tipo en el mundo. Adabi de México, como asociación civil, se ha encargado de una tarea que en otros países es regulada y financiada por el Estado, con el único objetivo de preservar su memoria histórica, porque el principal funcionamiento de un archivo a lo largo de la historia de la humanidad es la de legitimar la presencia de un organismo estatal y, por lo tanto, la de su poder. Los archivos, además, “respaldan los derechos de los ciudadanos, fomentan la educación, la investigación, la cultura, el conocimiento”1 y, al mismo tiempo, aseguran que la información de interés público pueda ser consultada con eficiencia por los ciudadanos contribuyentes, dando paz y claridad en los procesos de quienes lideran una nación.

México ha tenido una historia turbulenta. Es de conocimiento general que las culturas mesoamericanas tenían un cierto orden en su producción documental, y una vez que el virreinato de Nueva España fue asentado, también se establecieron los protocolos de archivo que se mantenían en el Archivo de Sevilla, aspecto que permaneció hasta el siglo XIX, cuando México obtuvo su independencia. Sin embargo, el siglo XIX, caracterizado por ser tan conflictivo, no dio espacio para establecer lineamientos claros respecto a la creación de instituciones y mucho menos para crear políticas de gestión documental. Fue hasta el siglo XX, después de que se resolvieran los conflictos revolucionarios que, poco a poco, se edificó el Estado-nación que conocemos hoy día, lo que con el tiempo dio paso a la creación formal de instituciones y, posteriormente, de lineamientos para la creación, organización y preservación de su documentación.2 Sin embargo, aún en pleno siglo XXI estos lineamientos se siguen puliendo.

Fotografía: Acervo de Adabi

Durante el siglo XX, el Archivo General de la Nación se convirtió en el organismo rector de consulta en materia archivística, por poseer la experiencia en organización de fondos documentales y por su capacidad en respuesta favorable a las necesidades, pese a sus limitados recursos. Este organismo ha contribuido en la concentración de la documentación desde su creación hace dos siglos, ya que en él se albergan los acervos de las instituciones públicas, del virreinato, del siglo XIX, así como la producción documental de las secretarías del Estado mexicano moderno. Esta institución tiene la responsabilidad de custodiar, ordenar, describir y conservar los documentos que conforman su acervo a fin de facilitar y promover su consulta pública. Además, por medio del Registro Nacional de Archivos, ha asumido la coordinación de los archivos públicos y privados para garantizar, a lo largo de todo el territorio nacional, la protección de los documentos históricos que se encuentran bajo su custodia.

No obstante, todos los esfuerzos han sido pequeños, porque la memoria documental de nuestro país es inmensa, razón por la que en el año 2000 el Archivo General de la Nación, cuando fue dirigido por la doctora Stella María González Cicero, estableció el Fideicomiso Preservación de la Memoria de México apoyado por don Alfredo Harp Helú y un grupo de particulares, empresarios, archivistas e intelectuales preocupados por la historia del país, pero, sobre todo, por sus fuentes documentales. El fideicomiso tuvo el objetivo de apoyar al AGN con recursos que le permitieran continuar y mejorar sus funciones. Además, recibió el apoyo económico de distintas instituciones nacionales y extranjeras, como el del Gobierno de Japón, la Subdirección de los Archivos Estatales de España, la UNESCOMemoria del Mundo, la Fundación Histórica Tavera de España, el Tribunal Superior de Justicia del Gobierno del Distrito Federal y la Secretaría de la Defensa Nacional.3

Sin embargo, el Fideicomiso concluyó su apoyo en el año 2003, dando pie a la asociación civil Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México, que se propuso dar seguimiento a las tareas con las que se apoyaban en el AGN, pero, ahora, de manera mucho más activa. Este gran proyecto nació gracias a la visión de la doctora Stella María González Cicero y al amor que don Alfredo Harp Helú y la doctora María Isabel Grañén Porrúa sienten por México. El camino recorrido luego de esa iniciativa, es parte de una historia que se sigue escribiendo.

1.Fondo Fideicomiso Preservación de la Memoria de México, Sección Dirección general, Serie Informes, “Archivo General de la Nación un sitio privilegiado del porvenir de México”, 2001.

2.Taboada, Isaac, “La Archivística en México, ¿aliada de la transparencia o rehén de la corrupción” en Biblios Journal of Librarianship and Information Science, University of Pittsburgh, https://biblios.pitt.edu/ojs/biblios/article/download/1030/429/6927

3.Fondo Fideicomiso Preservación de la Memoria de México, Sección Dirección general, Serie Informes, “Archivo General de la Nación un sitio privilegiado del porvenir de México”, 2001.


Tintas cerámicas, lienzos oaxaqueños

Santa María Aztompa, comunidad ubicada en los Valles Centrales de Oaxaca, es conocida por su rica tradición alfarera, especialmente por el trabajo del esmaltado color verde. Esta población ha desarrollado una identidad propia en la elaboración de productos con diferentes técnicas, las cuales se han transmitido de generación en generación convirtiéndose en un símbolo de la herencia cultural de la comunidad.

Rolando Justino Regino Porras, oriundo de esta localidad, tiene su taller Dolores Porras, en donde resguarda las diferentes técnicas que aprendió gracias a sus padres, el señor Alfredo Regino y la señora Dolores Porras, quienes en vida fueron maestros alfareros; además, Rolando forma parte de la quinta generación de esta familia alfarera. Aparte de la preservación del quehacer tradicional, al ser alfarero y artista, el maestro Rolando Justino también ha aprovechado la adquisición de nuevos conocimientos, los cuales han sido muy importantes para su trabajo, ya que gracias a estos su labor ha sido reconocida internacionalmente. Y dada su destreza para trabajar con engobes, esmaltes sin plomo, colores cerámicos y la innovación de nuevos productos, sus obras son exponentes del trabajo alfarero de Oaxaca.

Fotografía: Acervo de Andares del Arte Popular

En esta ocasión, Rolando nos muestra una nueva técnica, la cual se realiza sobre pigmentación de barro sobre barro y es un derivado de la técnica de los engobes sin llegar a serlo por completo, ya que la fórmula la lleva trabajando por quince años. Al descubrir esta técnica, comenzó a plasmar textos sobre piezas cóncavas (curvatura de un objeto hacia dentro), en las que uno de los retos es que los pigmentos utilizados no se escurran al momento del proceso de horneado, sobre todo el cobalto y el cobre, ya que son fundentes muy intensos que deben ser estabilizados para mantenerlos firmes.

Para poder estabilizar estos fundentes se utilizan las fórmulas con las que se trabajan los pigmentos, motivo por el que Rolando tuvo la necesidad de adentrarse en el estudio de la talavera y la mayólica falsa que existió en Oaxaca, y que imitaba a la cerámica vidriada que se introdujo a la Nueva España durante el siglo XVI.

Fotografía: Acervo de Andares del Arte Popular

Con el uso de las nuevas tecnologías, como las impresoras 3D o las impresoras router, en 2020, Rolando logró estabilizar los colores. Se hicieron textos que primero se mandaron a elaborar en router, lo siguiente era tener una placa de cerámica lijada, posteriormente se realizaba el corte del router y se colocaba cerámica en la placa, como un stencil; al tener listo el router en la pieza, se colocaban las tintas cerámicas a modo de estabilizadores que impidieran la expansión de la tinta.

Al ver el éxito de sus pruebas, el maestro Rolando comenzó a trabajar con el barro de su comunidad. Los bajorrelieves que empezó a realizar en sus piezas plasman los diferentes tipos de técnicas textiles de Oaxaca mediante diversos motivos como flores, hojas, peces y aves, con lo que se rinde homenaje al trabajo de los grandes maestros que elaboran textiles. Para poder hornear estas magníficas piezas es necesaria una temperatura de mil cincuenta grados, momento para el cual la pieza ya debe tener la fusión de pigmentos con colores como el verde, el amarillo, el rojo, el naranja, etc. Posteriormente se coloca un esmalte sobre la pigmentación.

Fotografía: Acervo de Andares del Arte Popular

Antes de llegar a este último punto, lo primero que se tiene que hacer es crear una pieza, ya sea un barril, un plato o un vaso; al tener la pieza ya formada, y aún húmeda, se colocan las tintas. Con las piezas terminadas se puede notar el tinte corrido, ya que ese efecto da la sensación de textura de un textil, pues la técnica consiste en un esgrafiado de barro relieve.

Te invitamos a conocer el trabajo del maestro Rolando, en avenida Independencia 902, Centro, Oaxaca.


Un piedrazo de sabor

Una misión orienta todo lo que hacemos en el Museo Infantil de Oaxaca: acercar a la niñez el patrimonio cultural y natural de Oaxaca. En cada uno de nuestros talleres siempre buscamos que las y los niños conozcan la riqueza de su entorno, que se apropien de ella y transmitan esos conocimientos a quienes les rodean. Esa es nuestra razón de ser.

La comida es un aspecto crucial de ese patrimonio, y no podríamos imaginar nuestra cocina sin pensar en los antojitos. Comer un piedrazo –remojar un pan duro, sentir lo acidito del vinagre y ponerle chile al gusto– lleva muchos años siendo una experiencia típicamente oaxaqueña. Es parte de nuestra identidad y decidí celebrarlo con un taller llamado “¡Un piedrazo de sabor!”. Sin embargo, supe desde el principio que no sería una tarea fácil.

Quienes comemos piedrazos sabemos que estos antojitos están repletos de sabores fuertes. También es verdad que los hábitos alimenticios han cambiado y que muchos niños ya no están acostumbrados a sensaciones gustativas tan intensas como la del vinagre. Los piedrazos son como la moronga, el huitlacoche, el café, el chile o los insectos: gustos adquiridos, comidas con las que debes crecer para apreciarlas por completo; sellos de filiación cultural.

Hoy sabemos que el sentido del gusto empieza a desarrollarse desde antes de nacer. Las papilas gustativas aparecen desde la séptima u octava semana de gestación y se activan a partir del tercer trimestre. Este proceso es importantísimo porque prepara a los bebés para que les encante la leche materna en cuanto la prueben. Es por ello que casi todos los niños tienen gran gusto por el dulce, pero, en la mayoría de los casos, rechazan los sabores amargos y ácidos. Conforme van creciendo es que su alimentación comienza a volverse más compleja.

Fue este hecho el que me hizo plantearme ciertas preguntas. ¿Cómo convencer a un grupo de niñas y niños, algunos de tan solo 3 o 4 años, de atreverse a probar algo tan diferente? Si conocieran sus ingredientes, ¿aceptarían comerlos? ¿De qué manera podría acercarlos a esta parte de su cultura?

Podemos encontrar acidez en todas las cocinas tradicionales de Oaxaca. El limón, la salsa y el miltomate son algunos ingredientes esenciales para obtener un balance adecuado de sabores en una infinidad de platillos. El vinagre es todavía más especial, pues se utiliza desde hace miles de años para conservar por mucho más tiempo los alimentos. Es precisamente su gran acidez la que impide a las bacterias descomponer nuestra comida.

Fotografía: Acervo del Museo Infantil de Oaxaca

El vinagre se encuentra en antojitos oaxaqueños como las conservas de membrillos, mangos y ciruelas, así como en los chiles en escabeche de todo tipo. Es fácil imaginar que el origen de los piedrazos está en las personas que preparan estas delicias. Quizás alguna vez, al quedárseles el pan, inventaron una forma peculiar de aprovecharlo. Se dice que estos panes duros, también llamados “pambazos”, nacieron en Tlacolula y que fue allí mismo, después de una fiesta de Todos Santos, donde los primeros panaderos los bañaron en vinagre y comenzaron a venderlos afuera de las escuelas. Tiempo después se les agregaron las papas, zanahorias, cebollas y los chiles. Los piedrazos con quesillo son más recientes.

Días antes del taller ensayé mucho con los ingredientes: medí cantidades, preparé mi vinagre y me Aseguré de que no fuera ni tan potente ni tan picante. Busqué que todo estuviera listo para el día en que recibiríamos al grupo. Sabía que para muchos de los niños más pequeños esta sería la primera vez que probarían un piedrazo.

Comencé mi taller hablándoles del origen de este antojito. Platicamos un poco acerca de los sabores ácidos que cada uno conocía. Aunque todos me dijeron que les encantan las cosas dulces, aprendieron muy pronto que muchos de sus platillos favoritos saben mejor gracias a una fruta tan ácida como el limón. Entendimos que el ácido no siempre es lo que parece.

Después, jugamos con nuestros sentidos: le vendé los ojos a cada niño y le di a degustar los ingredientes con los que haríamos nuestros piedrazos. La idea era juzgarlos únicamente por su olor y sabor. Cuando llegó el momento decisivo, la hora de probar el vinagre de manzana, algunos desconfiaron de su olor. No querían probarlo, pero los animé a darle un sorbito y, mágicamente, la mayoría lo disfrutó. ¡Hasta me pidieron un poco más!

Fue entonces cuando comenzamos la preparación. Queríamos tener la experiencia completa de un piedrazo, así que los hicimos “en bolsita”. Les pedí que se concentraran en cada sabor, que intentaran notar el equilibro de esos ingredientes que ahora nos eran tan familiares. El sabor y la textura del pambazo completaron el cuadro. Todos mordimos nuestros piedrazos a la vez y, para mi sorpresa, me vi rodeada de sonrisas.

Algunos niños se volvieron fanáticos de los piedrazos, a otros no les gustaron para nada. ¡Es natural! Lo importante es que esta experiencia ahora nos une, que algo cambió en su relación con la comida. La próxima vez que prueben un sabor acidito, quizás alguno recuerde ese día. Tal vez pensará en Tlacolula, en las conservas y la fruta.


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