RESEÑA

Tlaculero, alimentación y cultura de los antiguos mexicanos
Cristina Barros y Marco Buenrostro

Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición Salvador Zubirán/Fundación Alfredo Harp Helú, 2016.

Tlacualero, alimentación y cultura de los antiguos mexicanos, de Cristina Barros y Marco Buenrostro, diseñado por Bernardo Recamier, es un instrumento clave para difundir nuestras raíces, identidad y conocimiento. En él se puede apreciar la investigación seria, la búsqueda incansable por encontrar el registro, la fuente más antigua que citara lo que comían los antiguos mexicanos para contrastarlo con lo que aún comemos; el diálogo con los estudios de sus colegas antropólogos, etnólogos, arqueólogos o etnohistoriadores, pero más allá de esa búsqueda se encuentra evidente la de saber quiénes somos, cuáles son los elementos que conforman nuestra identidad, cuál es nuestro origen. El vínculo tan sólido que existe entre alimentación y cultura se hace evidente en este libro. Barros y Buenrostro van de norte a sur, de este a oeste; del siglo XVI al XXI; de los petroglifos a los códices y las crónicas; de las investigaciones del siglo XX a las del XXI, descubriendo los manjares y, con ellos, los elementos simbólicos que nos unifican. Desde experiencias de cocinas regionales, ingredientes y utensilios, pasando por técnicas agrícolas y culinarias, su recorrido culmina con las ceremonias sagradas y fiestas tradicionales vinculadas con la alimentación. La gran variedad de grupos originarios del país se ve reflejada, y no sólo eso: el origen de las palabras que hoy son parte de nuestro vocabulario y que proceden de lenguas indígenas tienen un lugar preponderante en este estudio. El hecho de tener una clasificación detallada de instrumentos, plantas, hierbas, vegetales y animales indica el conocimiento adquirido por los años. Ya los filósofos —desde Heráclito y Platón hasta los constructivistas y epistemólogos— han vinculado la construcción de la realidad con el lenguaje, por ello los conceptos que provienen de las lenguas originarias son tan importantes. Los rituales sociales para la preparación de los alimentos están íntimamente relacionados con la palabra y la consolidación de la cultura, así, desde la selección de las semillas, la manera y el lugar para plantarlas; la clasificación y el uso que se les da en la preparación de los alimentos, así como los festejos para dar gracias conforman una unidad que cohesiona nuestra identidad.

La alimentación de cada grupo tiene sus propias características, pero una sustancial entre todos los que habitaron el territorio que hoy es México, como bien lo señala Cristina, es que “supieron vivir en armonía con la naturaleza y pudieron aprovechar de manera óptima sus posibilidades”. En esta época contemporánea en la que es evidente el deterioro causado por los seres humanos al planeta resulta fundamental aprender de aquellos grupos que respetaron y veneraron a la naturaleza, que obtuvieron de ella una gran variedad de productos que les permitieron tener una dieta sana y variada, así como un entorno cuidado y respetado. Los autores nos muestran los conocimientos que tenían desde los cazadores recolectores hasta los agricultores que utilizaron técnicas tan sofisticadas como las chinampas o las terrazas de bancal y nos señalan cómo ese conocimiento permanece hasta nuestros días. Es trabajo de nosotros respetarlo, difundirlo y apropiárnoslo.

MANDATO REAL DE CASTELLANIZACIÓN SEGUNDA PARTE

El Proyecto de Filología de las Lenguas Otomangues, además de identificar y catalogar los documentos escritos en lenguas indígenas en la época colonial y el México independiente, tiene como finalidad dar a conocer el contexto sociocultural con el que convivieron.

Como se presentó en la primera entrega de este artículo, publicado en el boletín anterior, la instrucción de establecer escuelas de enseñanza del castellano en las comunidades de los pueblos de indios de la Nueva España fue incluida en la Real Cédula de 1691 de Carlos II. Éste fue uno de sus impulsos más importantes, aunque no fructífero, por lo que fue posteriormente retomado en el Mandamiento del virrey don Francisco Fernández de la Cueva Enriquez, Duque de Alburquerque en 1708, y apoyado, también, por tres memoriales del obispo fray Ángel Maldonado, para conseguir que todos los habitantes del obispado de Antequera se expresaran en lengua castellana.

Si bien el último mandamiento tuvo que haber circulado por todas las cabeceras del obispado, contamos ahora con dos de las respuestas de los cabildos. Ambas provienen de pueblos de la alcaldía mayor de Teposcolula y corresponden a las cabeceras de Teposcolula y Santiago Yolomécatl. En Teposcolula, gobernada por el cacique don Agustín de Pimentel y Guzmán, se acató el mandato real y la orden del obispo de contar con dos maestros, uno para niños y otro para niñas, un español y un mestizo. Tenían que ser vecinos de la misma cabecera, de buenas costumbres y “entera satisfacción”, “para la buena educación y doctrina”, argumentando la mala experiencia previa que habían tenido con hombres forasteros “y de otra banda que han puesto escuela y al mejor tiempo la dejan y se van como solteros que se hallan sin obligación de mujer que se lo impida […]”.

En tanto que en Santiago Yolomécatl, el alcalde Joan de Tapia y sus regidores decidieron que sólo hubiera un maestro: “[…] Pascual Marcial, principal, casado y vecino del pueblo y cabecera de Teposcolula por haber sido ya maestro de niños y españoles en esta dicha cabecera. […] y que es mero para dicho efecto, por ser persona apacible y de buen proceder y muy ladino en la castellana y de mucha curia en ler y escrebir como es notorio en toda esta provincia […]”. Evidenciando que ambas cabeceras tuvieron diferentes razones, circunstancias e intenciones para elegir a sus maestros.

Esto puede reforzarse si consideramos que el mandato real de castellanización empezó a ejecutarse en las cabeceras de la Mixteca desde principios del siglo XVIII, como lo demuestra la carta del Archivo de Nativitas (publicada por Sebastián van Doesburg en el número 52 de la revista Acervos), donde el cabildo y los principales de Coixtlahuaca decidieron que el maestro de doctrina y castellanización fuera don Domingo García y Alaves, “indio cacique y principal de esta cabecera”, que se había desempeñado como regidor, gobernador y alcalde, con el argumento de que “algunos españoles que han puesto escuela no tienen mas sino a su conbenencia”, en tanto que don Domingo “estaba muy bien para el servicio de dios y su magestad”. Es por ello interesante mostrar que aun en un contexto coercitivo, con diez años de diferencia, dos cabeceras, Coixtlahuaca y Yolomécatl, nombraron como su maestro a una persona cercana que había desempeñado oficios de república y, en el caso de Yolomécatl, que sabía leer y escribir. Esto da cuenta del aprovechamiento del mínimo espacio de nombrar y pagar a los maestros para ejercer un mínimo control lingüístico de sus espacios geográficos y sociales. Hay constancia de que en ambas cabeceras se siguieron produciendo documentos en sus propias lenguas, en chocholteco en Coixtlahuaca hasta 1719 y en Yolomécatl en mixteco hasta 1772. En tanto que en Teposcolula, donde se favoreció la escritura de documentos en castellano apoyándose en los intérpretes, los documentos escritos en mixteco provienen de pueblos sujetos como San Juan, San Mateo, o San Miguel Teposcolula.

ARTE PLUMARIA EN MÉXICO

Como complemento de la exposición Hilar el viento. Los tejidos mexicanos de pluma, el MTO presentó un ciclo de charlas que nos permitió conocer más a fondo distintas expresiones de plumaria elaboradas en nuestro país. Como primera invitada, María Olvido Moreno Guzmán nos mostró los estudios más recientes en torno al llamado “penacho de Moctezuma”, resguardado en el Museo de Etnología de Viena. Tras un breve repaso de los siete objetos emplumados que se conservan del siglo XVI, María Olvido procedió a explicar, mediante numerosos esquemas y diagramas, la compleja estructura que compone al penacho. Como bien mencionó, esta “ingeniería plumaria” dotaba al penacho de movimiento, flexibilidad, portabilidad y tridimensionalidad. A diferencia de otras regiones del mundo donde también se han elaborado tocados con plumas, como en el Amazonas, los cientos de plumas utilizadas en esta pieza cubren por completo la estructura de varillas de madera y nudos de ixtle que dan cuerpo al penacho. La charla también abordó la historia de la reproducción del penacho que actualmente se aprecia en el Museo Nacional de Antropología, en la Ciudad de México, así como la importancia que se le ha dado al penacho original, lo que quedó de manifiesto durante la Segunda Guerra Mundial, cuando esta pieza única se resguardó en la caja número uno, al centro de la bóveda del Banco Nacional Austriaco.

La segunda presentación estuvo a cargo de Lorena Román Torres,quien ha tenido la oportunidad de estudiar distintos mosaicos de pluma elaborados entre los siglos XVI y XIX. La sesión resultó sumamente ilustrativa, pues se mostró la secuencia de pasos a seguir para elaborar una imagen de plumas con la técnica de mosaico, la cual incluye una capa extremadamente fina de fibras de algodón, mucílago de orquídeas, plumas de una gran diversidad de aves y cortes muy precisos —realizados con elementos metálicos— para conformar las teselas de la imagen final. El uso del mucílago de orquídea en los mosaicos de pluma ha propiciado análisis más exhaustivos en torno a sus propiedades, lo que ha permitido proponer su uso como material de restauración en textiles y objetos elaborados con otras fibras vegetales, como la cestería.

Las últimas dos charlas abordaron el tema de los tejidos emplumados en distintos periodos. Por un lado, Mariana Almaraz Reyes presentó un caso de estudio en torno al manto de plumas que conserva el Museo Nacional del Virreinato, procedente de San Miguel Zinacantepec, Estado de México. Durante su plática, Mariana presentó un panorama general de los tejidos emplumados de México en un contexto universal, así como las particularidades tecnológicas de hilado, teñido y tejido de los textiles de pluma de la época virreinal. Esto se contrastó de manera inmediata con la última presentación, donde Román Gutiérrez, artista de Teotitlán del Valle, y quien escribe estas líneas, hablamos sobre la experimentación en los procesos de hilado y teñido que se llevaron a cabo durante 2015 y 2016. El punto de partida para estas recreaciones fue un fragmento textil del siglo XVII, el cual se encuentra en el acervo del MTO gracias a la generosa donación del maestro Francisco Toledo. La sesión evidenció la experiencia que ha alcanzado Román con los hilos de pluma, pues se presentó el proceso de manufactura de dos piezas elaboradas por él con un periodo de ocho años de diferencia entre una y otra. El ciclo de charlas denotó la complejidad, la maestría y la belleza de las obras de pluma que se han elaborado en esta región cultural. Como lo mencionó María Olvido durante su intervención: “La plumaria mesoamericana es una expresión artística de excelencia”.

Llegaron los Reyes Magos al Centro Cultural San Pablo

Oaxaca, Oax.- El pasado 7 de enero se llevó a cabo la ya tradicional llegada de los Reyes Magos al Centro Cultural San Pablo. Para iniciar el año, la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca organizó esta fiesta dedicada a los niños: juguetes, música, juegos y, por supuesto, un rico desayuno fueron parte de esta celebración, a la que llegaron las niñas y los niños a encontrar qué les habían dejado los reyes en el ex-convento.

¿Y qué les dejaron? Sobre todo, juguetes tradicionales: desde San Lucas Quiaviní llegaron unos animales de peluche llamados Los Quiavinís; de La Carbonera, camioncitos de madera; de Huitzo, trompos, yo-yos y baleros. Pero también dejaron balones de futbol y libros de la colección A la Orilla del Viento, del Fondo de Cultura Económica. Un verdadero agasaje para los casi 500 niños que llegaron del DIF estatal, el Albergue Infantil Josefino A. C., el Centro de apoyo al niño de la calle A. C. (Canica), el Proyecto Experimental, Educativo, Cultural y Artístico de Oaxaca, y pequeños de diferentes municipios de los Valles Centrales.

Además, como telón de fondo de esta fiesta estuvieron el carrusel tradicional de San Pablo y la extraordinaria Banda Antequera. Al final, para cerrar con broche de oro, se partieron las piñatas que participaron en el concurso de piñatas que organizó la FAHHO con motivo de su posada navideña.

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