DICCIONARIO PARLANTE EN ZAPOTECO, PROYECTO COLABORATIVO. ZAPOTECO DE TEOTITLÁN DEL VALLE

Te gukuadiagung dixza xte’ Xigie

Dixza naaing te dich ni dbenguul rinidaneng a guyak. Par dbini’ing, dxap kon dbi’ing naaing te dich ni rakling liisdan kon xtadtan, xkuldang, lo nez kon dsa’a ni rizhagdan. Dbi’ing ni yuu urre ridedtang xtiempdang lo komputador par guindang xtzïing xkuildang u la par rininedang dsa’a ni rizhagdan, dxii ree internet naaing te erramient ni raa dbi’ing rumbe’dang axt dunung rikaa’zung chu’ dprogram dixza lo internet te gapdang te kali niabdixdang te xi dich dixza rikaa’zdang giakbe’dang.

Lo 2013 Biblioteca de Investigación Juan de Córdova guslau runing dsïing kon Universidad de Haverford, te xkuilih Estads Unid. Dsïing ni kayeniung urre kon Universidad ki, xtiuz Maxkuilih Brook Danielle Lillehaugen, naa te Diccionario Parlante kon dixza xte’ Xigie. Ni rayeniung naa runiung grabar ddich dixza ax ralepiuneng lo internet ax raa benih ni yuu lo komputador ax a zak rukuadiagdang xa riniidang xi nekih dixza. Parbes rak mandad ree gadubizté’ maxkuilih Lillehaugen ree’dang Lua kon dbi’ing ni kased lingüística chiru kon dbenih ni nanaa xa rak dsïing kon dprogram lo komputador te ruindang dsïing kon dunung chiru kon dbenih ni riinidang dixza.

Bel rikaa’zu gukuadiagu ddich lo Diccionario Hablado zak chiu lo http:// talkingdictionary.swarthmore.edu/teotitlan/

ADABI PUNTO DE ENCUENTRO EN SU QUINTA EDICIÓN

La revista ADABI Punto de encuentro nace después de cumplir nuestra asociación sus siete primeros años. Para celebrar nuestro primer quinquenio publicamos una Memoria que recogía prácticamente todos nuestros logros y definía nuestra identidad de asociación altruista al servicio de los archivos y bibliotecas del país.

Por otra parte, la Fundación Alfredo Harp Helú nos solicitaba anualmente la elaboración de un informe estadístico, cuyos contenidos resultaban poco atractivos para el público lector, ya que sólo cumplían la función de recuento estadístico, con números duros, y no plasmaban la reflexión sobre nuestro quehacer cotidiano.

Fue entonces, cuando pensamos en algo que mediara entre el informe financiero, lo académico y la relatoría del trabajo cotidiano: una publicación periódica con una línea más humanística en donde no sólo informáramos, sino también comunicáramos el gozo de realizar estas tareas de rescate, organización y difusión del patrimonio documental y bibliográfico, unido a las acciones propias de la conservación y restauración como un medio de recuperar y alargar la vida de la memoria escrita.

Teníamos como objetivo crear una revista atractiva, que llegara a un público más amplio y que generara conciencia del valor patrimonial de libros y documentos. Con esta revista abrimos un espacio en donde quienes realizan tareas en los espacios adoptados por Adabi como su quehacer esencial, se identificarán y se encontrarán en las labores propias de estos oficios tan absorbentes, tan enriquecedores y apasionantes, pero tan poco apreciados por desconocimiento; de allí su nobleza y su enorme atractivo, que nos va atrapando entre papeles y tintas de forma callada y paulatina.

Para llevar a cabo estas tareas, se requiere de una vocación especial, de una formación humanística y sobre todo de compromiso. En la memoria plasmada en libros y documentos como testimonio del devenir histórico, nos encontramos, nos definimos y nos redimimos. El nombre de la revista deriva del acto de coincidir en un punto, entre el pasado y el presente, entre la memoria y la identidad, pero más que nada, entre quienes dedican su vida a las labores multidisciplinarias que convergen en un mismo fin: la preservación del patrimonio de los mexicanos. El tiempo en retrospectiva, el impacto social de nuestras acciones, la naturaleza de las coordinaciones que integran Adabi con su adaptación a los cambios sin perder su esencia, y los logros de importantes proyectos, han sido ejes de los cinco números que han sido publicados.

Dos secciones siempre presentes en la revista han sido “Nuestra Labor” y el “Catálogo de Publicaciones” de Adabi. El buen gusto en su presentación, diseño y formación, así como soltura en la pluma y contenidos de los artículos, es manifiesta, y lo debemos en gran parte a los coordinadores, colaboradores y responsables de proyectos, no escasos en sus aportaciones.

Agradecemos al Consejo Editorial de la revista y a los colaboradores internos y externos que han enriquecido la visión que se tiene de los papeles olvidados, de los libros viejos, de las fotografías antiguas, con su sus aportaciones nos han adentrado en la maravilla que encierran las bibliotecas novohispanas, nos han hecho partícipes del hallazgo de materiales olvidados, de documentos de incalulable valor histórico, de incunables, de manuscritos únicos; hemos sido testigos del rescate de colecciones fotográficas, hemos visto cómo el paso del tiempo y las precarias condiciones de resguardo deterioran materiales que ahora pueden consultarse tras una acertada intervención, han salido a la luz nuevamente textos que pese a los años siguen siendo vigentes. En fin, en estos números de la revista se ha tratado de dar un nuevo enfoque a la memoria escrita, con la esperanza de que nos conduzca a valorar nuestro patrimonio.

Nos llena de gusto y satisfacción llegar al quinto número de ADABI Punto de Encuentro, que corresponde a las acciones y trabajos del año 2013. No queda sino invitarlos a su lectura, deseando que ésta los motive a conocer y por consiguiente a apreciar el amplio patrimonio documental y bibliográfico que albergan los acervos de nuestro México.

DECHADOS Y PSICODELIA

Pocos años después de la conquista española, Andrés de Olmos recopilaba dichos y proverbios como ejemplos de buen lenguaje, para que otros evangelizadores aprendieran a hablar el náhuatl con elocuencia. Encontró que ciertas partes del telar servían para representar orden y virtud en las relaciones humanas. El lizo, que controla a los hilos de la urdimbre, y el templero, que mantiene pareja la anchura del tejido, eran mentados una y otra vez en las antiguas coplas indígenas. Junto con ellos se hacía alusión al dechado, el muestrario de figuras que guía a la persona que teje para crear diseños. Telar y dechado se convertían así en imágenes de la convivencia ideal de una sociedad.

El Museo Textil de Oaxaca inaugura en marzo una muestra de dechados mexicanos, coordinada con sendas exposiciones en el Museo de Historia Mexicana en Monterrey, en el Museo Franz Mayer y en el Museo del Colegio de San Ignacio de Loyola, Vizcaínas, en la Ciudad de México. Gracias a la generosidad de la FAHHO, el MTO ha reunido una de las colecciones más importantes de este género. Incluye, entre otras piezas extraordinarias, un muestrario temprano de bordados y deshilados con una inscripción en náhuatl. Se exhibe también un retazo del siglo XIX donde la bordadora plasmó acertijos visuales para completar sus versos de amor y desprendimiento terrenal. Las frases en punto de cruz de ese dechado hacen eco a las palabras de sabiduría que recogiera Olmos trescientos años atrás.

Además de los dechados, la exposición incorpora una serie de quesquémeles, blusas, servilletas y talegas donde se hace patente la inspiración en los muestrarios. Con frecuencia, figuras registradas con rigidez en bordados escolares fechados de 1840 a 1890 aparecen trastocadas o reinterpretadas en las piezas de uso, como si las proporciones de una escultura clásica fueran adaptadas a un gusto distinto en manos de un tallador criollo. Los dechados mismos propiciaron el surgimiento de un estilo peculiarmente mexicano, en el que la lógica del muestrario como colección variopinta de diseños se extendió a prendas completas, marcadas por su diversidad y eclecticismo.

Ejemplifican ese estilo algunos huipiles del norte de Oaxaca, donde las artistas chinantecas sustituyeron figuras tejidas de sus abuelas por animales, flores y árboles bordados en conjuntos aleatorios sorprendentes. En la década de 1960, la policromía de esos diseños, antes restringida a hilos rojos y azules de algodón, se disparó al difundirse una paleta muy extensa de madejas mercerizadas. En esos años, el colorido llegó a hacer eco al ecumenismo iconográfico, y la sinfonía visual se desbocó. La nueva actitud estética no se restringió a la Chinantla, sino que cundió por todo el estado y marcó a una generación entera de tejedoras y bordadoras.

El MTO abre también en marzo una exposición dedicada a esa época. Se ha seleccionado a un grupo de prendas hechas para uso comunitario, no destinadas al turismo, que atestiguan el ánimo de experimentación de los pueblos indígenas. Al lado de diseños milenarios aparecen en esas fechas figuras emblemáticas de la cultura visual urbana, dominada ya por los medios masivos de comunicación, y los colores vibrantes de los huipiles y blusas parecen sintonizar las experiencias de los jóvenes sesenteros con los enteógenos, las plantas y hongos sagrados de Oaxaca. Sin aseverar de manera ingenua que las tradiciones chamánicas de los pueblos originarios se reflejan en el estilo textil que tomó forma en esa década, la exposición quiere sugerir que las comunidades indígenas no fueron ajenas al movimiento contracultural que floreció de Avándaro a Woodstock, y facilitó la apertura social que hoy vivimos.

LAS ESTELAS DE SEGUIMOS LEYENDO

Cuando me pregunto qué es servir de manera voluntaria, lo primero que viene a mi mente son los rostros, sonrisas, voces y letras de más de doscientas almas que andan arando espacios, en su mayoría de asistencia social, para sembrar historias y regalar “algo precioso”, como ellos mismos lo expresan.

Como toda acción que emprende la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, llega el momento de mirar hacia atrás, tomar una breve distancia para valorar lo vivido y reconocer el esfuerzo y compromiso de quienes lo hacen posible. Este febrero nos reunimos con veintisiete ciudadanos para reconocerles de manera pública su invaluable labor, de manera ininterrumpida llevan de tres a seis años siguiéndole la estela al programa de lectura. Se sumaron, se subieron al barco, y hoy no se imaginan haciendo otra cosa. Desde amas de casa, obreros, profesionistas, jubilados, estudiantes, abuel@s, todos aportan, y reciben, en muchos casos más de lo que esperaban.

Los homenajeados expresan sus testimonios: “Es como un vicio, algo que ya no puedo dejar, la lectura llega más allá de las palabras, transforma a mis escuchas”. “Cuando no puedes brindar algo material, regalas una lectura, es algo único, las personas se impregnan de la historia y te regalan un abrazo, qué más puedes pedir, nada.” “El programa llegó a mí como si lo estuviera buscando”. “Somos compañeros, amigos, que hablamos el mismo idioma”. “Soy ama de casa, cumplo con todas mis tareas en el hogar y como mujer enseño a otras que podemos hacer muchas cosas más y trascender, hoy imparto talleres, me invitan a festivales y leo”. “Para mí ya es una forma de vida, de ser”.

Verlos a los ojos, y descubrir un brillo especial en ellos me hace reconocer que tienen un alto talante humano, que están buscando la luz a través de la palabra, y a veces también del silencio, cuando dialogan con sus escuchas. Ellos tocan a las personas, tienen una lectura de aliento para niños en situación de calle, para abuelitos del asilo, para jóvenes del Consejo de tutela, para pequeñitos hospitalizados en el momento que reciben su quimioterapia, entre otros. Los lectores voluntarios están en constantes procesos de formación y de creación, esto se los brinda el propio programa, es un derecho que ellos disfrutan y agradecen.

Cada semana se realizan treinta y dos sesiones de lectura en diversos espacios, esta cruzada es posible gracias a más de doscientos lectores voluntarios, hoy nos toca reconocer a veintisiete, los titanes y ejemplos.

Para mayores informes visita su página web y entérate de sus novedades.

¡PROHIBIDO NO REÍRSE EN LA SONRISA FILATÉLICA!

Si en vez de buscar los dientes flojos al timbre o la marca de agua, nos fijamos en su contenido estaremos volviendo a la filatelia en un divertido pasatiempo cultural
Rius

Superhéroes, caricaturas, personajes de cuentos, ilustraciones extrañas y coloridas nos roban una sonrisa al mostrarnos el lado más alegre de la filatelia en esta exposición.

¿Cuántos timbres se necesitan para robar una sonrisa? Probablemente no muchos, y es que la diversión es innata en el mundo del sello postal, así que no faltaba mucho para realizar una exposición dedicada al arte de reír, y qué mejor que contar con la ayuda de un especialista en este arte, y mejor aún, filatelista e incondicional amigo del Mufi: Eduardo del Río, Rius.

Con su ayuda y su colección filatélica iniciamos este trabajo museográfico que logra reunir aproximadamente 600 piezas postales, entre planillas, sobres, timbres cancelados y timbres nuevos de al menos 50 países. Los criterios de selección cambiaron en esta ocasión y el resultado fue una muestra en la que no se valúan las piezas por su rareza, ni se miden los dentados, ni se descartan timbres cancelados. En esta ocasión lo único que se valúan son las experiencias y recuerdos que el visitante obtenga.

El dentado de los timbres pasa a segundo plano y los dientes de nuestros visitantes son los protagonistas al despertar una sonrisa con tan ocurrente colección.

Con esta muestra podemos afirmar que toda colección es reflejo de la personalidad de quien la elabora. La que hoy se muestra, sin duda, es el reflejo de un caricaturista que desde su infancia ha tenido el placer de coleccionar estampillas. Y es que esta exposición, a diferencia de las que se conciben para ser analizadas, nació para recordar la infancia, borrar días malos y reírnos de nosotros mismos. Aquí el timbre postal nos estira las mejillas y el término “colección” toma otros tintes.

Niños y adultos pueden disfrutar ahora de esta exposición en la que revivimos la época dorada de las tiras cómicas como Peanuts, La Familia Burrón, Memín Pinguín o Las aventuras de Tintín, entre muchos otros.

Así que, si lo que necesitas es contagiarte de alegría, te invitamos a visitar La sonrisa filatélica, una exposición del Museo de la Filatelia de Oaxaca en colaboración con uno de los grandes moneros de México: Rius.

LA MAGIA DE LA ÓPERA

El 17 de enero, en el casino del Teatro Macedonio Alcalá, tuvo lugar la inauguración de la exposición La magia de la ópera, que presenta la obra gráfica del destacado artista polaco Rafał Olbinski. La muestra consta de 48 carteles de títulos de ópera y fue organizada por la Fonoteca Juan León Mariscal y el Centro Cultural San Pablo, en colaboración con la Embajada de la República de Polonia y el Teatro Macedonio Alcalá.

Los carteles de este artista, gracias a la luminosidad de los colores empleados, combinada con una imaginería sorprendente, generan un ambiente enigmático. Un elemento constante en su obra es la elevada conciencia necesaria para entablar contacto con la belleza, la tragedia, la farsa y la ironía del destino. El mérito de Olbinski consiste en comunicarnos con un mundo de imágenes que nos permiten comprender mejor las trampas que nos tiende la vida. Olbinski tiene la capacidad de conectar una cantidad ingente de información en forma de iconos, que quedan profundamente grabados en la memoria. Sus obras, inspiradas en las artes escénicas, poseen múltiples niveles de significación. La magia de sus obras surge a partir de la sorpresa e incoherencia, de narración dentro de la narración. Sus imágenes son de carácter conceptual: nacen siempre a partir de una idea. El carácter excepcional de Olbinski se percibe en su capacidad de articular un mundo misterioso, alegórico, dentro del cual las imágenes mutuamente incongruentes y paradójicas armonizan del modo más inesperado. De acuerdo con Richard Wilde, Olbinski ha conseguido convertir lo clásico en contemporáneo.

Rafał Olbinski nació en Polonia, en donde se graduó como el arquitecto en el Instituto Politécnico de Varsovia. En 1981 emigró a los Estados Unidos para pronto establecerse como un pintor, ilustrador y diseñador prominente. Por sus logros artísticos ha recibido más de 150 premios y reconocimientos internacionales.

CANDELARIA RAMÍREZ TEJEDORA DE VIENTO Y LUZ

Entre las tierras bajas de Chiapas se encuentra un poblado cuyo nombre actual, Venustiano Carranza, ha perdido por completo la lírica de su apelativo de antaño: San Bartolomé de los Llanos. En medio de un paraje tropical, entre calles laberínticas que suben y bajan, se ha desarrollado una rica tradición de tejidos de algodón elaborados en telar de cintura.

Históricamente, estos textiles se han caracterizado por una finura extraordinaria, de tal suerte que las telas que nacen de las manos de las mujeres de este pueblo tzotzil son como un suave soplo sobre la piel. Ana Luisa Mendoza Ramírez, una joven de hablar pausado y risueño, nos da la bienvenida y nos muestra el camino para llegar a su casa, donde habríamos de conocer a su madre: Candelaria Eloísa Ramírez. Candelaria es una tejedora excepcional, cálida en su trato y generosa con el tiempo que nos dedica. Flanqueada por sus hijas, Ana Luisa y Guadalupe, nos platica de cuando aprendió a tejer, cuando apenas contaba con ocho años de edad. Su madre fue su instructora y, entre juegos, aprendió a tejer rebozos, camisas y blusas de matrimonio, así como calzones y fajas para hombre. Además del manejo del telar, Candelaria nos cuenta cómo observaba a su mamá preparar el hilo de petet: algodón hilado a mano en el malacate. El malacate, herramienta de origen prehispánico, recibe el nombre de petet y así, comparte su nombre con el hilo que nace de él. Actualmente, Candelaria y sus hijas son las únicas que saben hilar con malacate, por lo que su trabajo es sumamente apreciado por las demás tejedoras del lugar, así como por mujeres y hombres de otras partes de México y el extranjero que llegan a conocerla y a maravillarse de su trabajo.

Candelaria ha mostrado a sus hijas el valor del trabajo y la independencia que pueden lograr a partir de su actividad en el telar. Al escucharla, confirmamos que la inspiración se enamora de las almas trabajadoras, dedicadas y talentosas. La jornada de Candelaria comienza desde antes de que salga el sol, momentos que dedica al hogar y a los alimentos para luego, bajo la luz del día, sentarse frente al telar y dejar que sus dedos dancen entre los hilos. Al caer la noche, prefiere quedarse en su casa en vez de salir al parque o con las vecinas. En compañía de sus hijas, escuchando música o viendo un poco de televisión, Candelaria sigue trabajando el hilo de petet. Aunque ya no se trata de algodón hilado a mano, madre e hijas emplean los malacates para separar una hilaza de algodón en dos hilos extremadamente finos. Para esta tarea, cada una de ellas pone a trabajar no solamente los dedos de sus manos, también los de sus pies. En palabras de Candelaria: “Yo me entretengo al hacer este trabajo”.

HÉROES ANÓNIMOS: ENTREVISTA A RAFAEL DONÍZ

Verónica Loera: Hay personas que nos marcan en la vida, ¿quiénes serían en tu caso?

Rafael Doníz: Por supuesto que don Manuel Álvarez Bravo, Mariana Yampolsky, Nacho López y Antonio Reynoso, un fotógrafo poco conocido, inmerecidamente, porque su obra ha sido poco difundida, pero era muy cuidadoso con su trabajo. Cuando un joven se acercaba, inmediatamente le ofrecía todo su conocimiento y experiencia. Pero quisiera mencionar también a mi hermano Roberto, pintor, quien me introdujo al mundo de la plástica. Con él aprendí muchísimo y conocí a infinidad de pintores de primer nivel en México, entre ellos a Francisco Toledo con quien realizamos proyectos hasta el momento. Ese ambiente me abrió las puertas del mundo y propició que más tarde me dedicara a la fotografía.

Verónica Loera: Perteneces a una generación de fotógrafos que estudiaron con Manuel Álvarez Bravo, háblame del grupo.

Rafael Doníz: El grupo no era muy grande, estaban Jesús Sánchez Uribe, José Ángel Rodríguez, Antonio Turok y un joven que ya no supe qué pasó con él: Carlos Azpeitia. Caminamos juntos cuando no había propiamente un foro para la fotografía en México; comentábamos nuestro trabajo, hablábamos de otros fotógrafos, disfrutábamos el intercambio de opiniones. Estar junto a un hombre tan talentoso como don Manuel motivaba a hacer locuras como, en mi caso, dejar la universidad y apostarle a la fotografía como forma de vida. Don Manuel preguntaba ¿de qué va a vivir, está usted seguro de dejar la universidad?

Verónica Loera: Hay una constante a lo largo de tus proyectos, en alguna ocasión la denominaste “héroes anónimos”, ¿cómo fue que te interesaste en fotografiar a los trabajadores?

Rafael Doníz: Esa identidad empezó con los viajes con Mariana Yampolsky, quien me dio la oportunidad de ir a lugares alejados a registrar lo que allá sucedía. Algunas personas en la universidad, antes de que la abandonara, me preguntaban por qué me gustaba ir a los lugares donde estaba la gente pobre. Lo que descubrí es que era un concepto erróneo, porque en esos lugares se llega a la esencia de algo muy sencillo, muy llano, pero en esa austeridad la gente tiene valores monumentales. Ir a zonas tan aisladas –tardábamos a veces dos días en llegar, caminando por en medio de los cerros– representó la posibilidad de aprender, siempre me sentí muy bien. El trabajo dignifica al hombre y le da identidad. Donde voy, no hay trabajo enajenado, hay una pasión por lo que hacen, por los oficios, las actividades agrícolas, la artesanía. Los mezcaleros, salineros, artesanos o tintoreros son personas que aman su trabajo. Me han regalado su grandeza humana al dejarme fotografiarlos.

Recuerdo que cuando era niño veía cómo soldaban las cubetas viejas con plomo o veía los distintos oficios caminando por la ciudad: el peluquero, el carnicero, el lechero y me gustaba observar lo que hacían. Ya como fotógrafo volví a ellos con una intención, con una conciencia mayor y fue para mí como rendirles un homenaje. Todo oficio tiene un aprendizaje, es toda una carrera. Esa temática me ha atraído mucho, ayudó a que creciera mi nacionalismo, un nacionalismo sensato, porque amo a mi país y a quienes con su trabajo lo construyen. Por todos los lugares que he andado, al norte, sur, este u oeste me he encontrado gente muy valiosa, muy trabajadora y orgullosa de su quehacer.

Verónica Loera: ¿Cómo fue el proceso para montar la exposición La lente que derrama color?

Rafael Doníz: Hace algunos años, Fomento Cultural Banamex me pidió realizar el registro de cien maestros del arte popular en Oaxaca. Eso me permitió recorrer el estado y conocer a sus mejores artesanos. Para la rama de los textiles, el apoyo de Remigio Mestas fue muy importante, porque me llevó a conocer a los tintoreros que trabajan con el caracol púrpura y yo quedé fascinado con el proceso. Había leído un librito de la hermana de Antonio Turok, Martha Turok, y me interesé desde entonces, pero no había podido ir a la zona. Me conmovió profundamente el ritual previo a la extracción del tinte, así como la extracción misma. Estaba muy emocionado, tuve el privilegio de observar de cerca cómo le sacan el tinte al caracol respetando al animal, porque no lo dañan. Una vez que extraen el tinte, los regresan al mar.

Por recomendación de Remigio, me acerqué a Alejandro de Ávila, director del Jardín Etnobotánico y curador en el Museo Textil de Oaxaca. Fue él quien me dijo que, si quería hacer una exposición, ésta debería contener los tres colores mágicos: caracol púrpura, grana cochinilla y añil. Su idea me pareció excelente y fue otra oportunidad para conocer el trabajo de los teñidores, es impresionante. Horas y horas de trabajo, no se diga el añil, porque hay que empezar desde limpiar el campo para sembrar la semilla, sembrarla, esperar a que crezca, cultivarla para iniciar recién el proceso para obtener el tinte. Son verdaderos héroes.

El proyecto creció y se complementó con la exhibición de piezas del museo que contienen esos tintes. Fue una buena experiencia, estoy satisfecho con lo que logramos.

CENTRO DE BARRIO BUGAMBILIAS: EL CONTACTO CON LA COMUNIDAD

Desde hace ya poco más de tres años la Casa de la Ciudad se ha dedicado al desarrollo de proyectos de equipamiento que buscan conectar a la población de las colonias periféricas mediante la creación de espacios comunes.

Se trata de un proceso de diseño participativo de forma directa con la población en cada una de las fases de planeación y diseño del objeto arquitectónico. Lo que implica la participación –también en las de construcción futura– e interacción de los vecinos con el equipo de la Casa de la Ciudad en reuniones, asambleas y talleres dirigidos a crear un ambiente de creación conjunta cuyo objetivo es dar lugar a un espacio verdaderamente común para todos.

El proceso del Centro de Barrio de la colonia Bugambilias inició hace poco más de un año mediante un acercamiento con los vecinos de la colonia para entender sus necesidades y saber si estaban dispuestos a involucrarse en un viaje común. Se trata de una de las zonas desgastadas por la inseguridad en la ciudad y con alto índice de marginación y segregación social, ubicada en las colinas de Santa Rosa.

La respuesta de los pobladores de la colonia a esta iniciativa fue positiva, de inmediato se involucraron en cada uno de los pasos que el desarrollo de un proyecto de este tipo demandaba, incluyendo una serie de actividades donde la FAHHO tuvo un papel central.

Talleres con vecinos niños y jóvenes para entender su concepto de lugar común y permitir que sus ideas se reflejarán en el proyecto. Conciertos, proyecciones y fiestas fueron actividades que se vieron a lo largo de estos meses, integrando a más y más vecinos e, incluso, colonias vecinas antes distanciadas que el proyecto ha logrado reunir en un objetivo común.

Hubo también momentos duros como la pérdida de don Froilán, uno de esos héroes anónimos de la colonia que dedicaba su tiempo a mejorar su entorno físico y social. Pese a ese golpe, la colonia se sobrepuso, el equipo de trabajo también y el proyecto siguió adelante.

El fin de año pasado, en una asamblea popular con la presencia de cientos de vecinos, se votó y se aprobó la iniciativa que arranca estos días: canchas deportivas, biblioteca pública, salón para talleres, área infantil, jardines y espacios comunes se habilitarán para el beneficio de los habitantes del lugar. Este proyecto es un bien colectivo del que hay muchos autores y esperamos muchos felices usuarios.

NAVIDAD SAN PABLO

La Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, por medio del Centro Cultural San Pablo, ha adoptado la tradición de celebrar la Navidad, recibiendo en casa la visita de personas chiquitas y otras que no lo son tanto, para agasajarlas con la Navidad San Pablo, una festiva constelación de actividades y juegos para las familias.

En 2014, la magia dio vida a Navidad San Pablo, y los festejos comenzaron con un fabuloso taller de magia y trucos encabezado por el Mago Martín, quien compartió su fantástico arsenal de trucos con niñas y niños, y presentó un espectáculo que disfrutaron más de 200 personas de todas las edades.

Como por arte de magia, una fría mañana en el atrio de San Pablo apareció el Carrusel de don Natalio Salazar, con su historia y tradición de más de 70 años, y allí permaneció por más de un mes para girar y girar divirtiendo a cientos personas que iban y venían, subían y bajaban, y siempre reían.

La Navidad San Pablo busca también preservar una tradición popular navideña muy querida: el Nacimiento, por ello, cada año, San Pablo instala una bella obra de arte, con más de 50 años de historia: el Nacimiento Las Palomas, conformado por 79 figuras de cera que representan diversos pasajes bíblicos, y que fueron amorosamente moldeadas por la señora Luz María Bravo de Irabién.

Desde luego que los Reyes Magos también llegaron a San Pablo y trajeron consigo sorpresas y muchos juguetes que entregaron a niñas y niños de albergues y comunidades apartadas del centro de la ciudad de Oaxaca, como muñecas de manta, animalitos tejidos, carritos de madera, balones y muchos juguetes tradicionales más. Así fue como personas de todas las edades y de diversos orígenes convivieron en familia, entre abracadabras, becerritos de cera, caballitos galopantes, comida, y muchos juegos, e hicieron posible una divertida y muy feliz Navidad en San Pablo.

LA POSADA DE CACAO 2014: LA BEBIDA LLAMADA ‘CHONE’

Los días 13 y 14 de diciembre tuvo lugar la tradicional Posada de Cacao en el Centro Cultural San Pablo. Organizada cada año por la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova y Chocolate Mayordomo, reúne en un ambiente festivo más de una docena de equipos de mujeres procedentes de muy diversas comunidades del estado de Oaxaca con el objetivo de preparar y compartir la gran variedad de bebidas de cacao que se preparan tradicionalmente en el estado. En esta ocasión, la conferencia magistral estuvo a cargo de la especialista en el chocolate de la época colonial Marcy Norton, de la Universidad George Washington. El público que concurrió a esta degustación oaxaqueña fue numeroso.

Esta edición se enfocó en el poco conocido chone, una variedad de atole formado por una espesa base líquida de tlaciahual (maíz cocido sin cal) a la que se añaden varios ingredientes para darle sabor y color, entre los cuales no pueden faltar el cacao, la flor conocida como “rosita de cacao” y la semilla de mamey o pixtle, todos tostados y molidos. A esa mezcla se suele añadir panela (piloncillo) para endulzar y achiote para dar color; una variante de la receta incorpora un poco de chile guajillo para darle un toque especial. La bebida se sirve caliente, sola o acompañada de pan, tamales u otros alimentos.

En la actualidad, el chone se consume en ciertas localidades de los alrededores de la ciudad de Oaxaca, entre ellas San Bartolo Coyotepec, Santa María Atzompa y la Villa de Zaachila; en cada uno de estos lugares se prepara en ocasiones muy específicas y distintivas, como la Semana Santa, las posadas decembrinas o los velorios. Actualmente son sólo algunas personas mayores las que todavía conocen el proceso de elaboración y, en casos como el de Atzompa, su preparación y consumo casi han desaparecido. Sin embargo existen referencias al chone en algunos documentos históricos que nos indican que esta bebida antigua llegó a ser muy popular no sólo en estas poblaciones aledañas, sino en la misma capital, y que era aún más diverso el tipo de ocasiones en que se consumía.

El protomédico Francisco Hernández recorrió la región central de la Nueva España (incluyendo parte de lo que hoy es Oaxaca) entre 1571 y 1576 por encomienda del rey Felipe II para documentar las plantas, animales y minerales del territorio conquistado. Respecto al árbol y frutos del cacao realizó no sólo una descripción botánica, sino que se adentró en los usos dados a sus semillas, dando cuenta de la preparación de diversas bebidas con fines medicinales y alimenticios. Entre ellas queda registrada una bebida llamada tzone que mezcla maíz y cacao, aunque su descripción de los ingredientes o del proceso de preparación no son muy detallados.

Sigue un largo silencio, pero en un recetario –escrito en la ciudad de Oaxaca por don José Moreda en 1832– se describen un proceso y unos ingredientes para preparar el chone que son casi iguales a los que se utilizan en la actualidad. La bebida está incluida en la sección de postres y por las relativamente pequeñas cantidades anotadas (por ejemplo sugiere usar de 12 a 15 granos de cacao y media semilla de pixtle) se puede deducir que la receta está dirigida al consumo doméstico. Por la misma época también se bebía chone en contextos públicos: el historiador oaxaqueño Juan Bautista Carriedo, en sus Estudios Históricos y Estadísticos publicados en 1849, nos narra que en ese entonces durante las celebraciones del Corpus del Carmen –antecedente de los Lunes del Cerro–, al concluir las celebraciones religiosas, la concurrencia “se dirige al pie al Cerro del Fortín; los plebeyos a tomar la fruta, los tamales y el ‘chone’ (bebida de maíz teñida con achiote)”. Su descripción nos permite saber que la bebida se le asociaba con determinados sectores sociales.

Aunque la información sobre la historia cultural del chone es mínima, al menos nos permite vislumbrar que quien prepara y quien bebe una taza de este aromático y sabroso atole está dando continuidad a una profunda trayectoria culinaria que merece ser conocida y rescatada.

UN IMPRESO DE CORNELIO ADRIÁN CÉSAR EN LA BIBLIOTECA DE INVESTIGACIÓN JUAN DE CÓRDOVA

En 1614, el fraile dominico Martín de León mandó imprimir la primera parte de una extensa serie de sermones redactados en la lengua náhuatl. La intención del fraile era imprimir cuatro tomos en total, pero sólo logró imprimir el primero. No obstante, el libro, con sus 330 folios densamente impresos en náhuatl, es hoy un monumento de la tradición de impresiones en lenguas indígenas de Mesoamérica. La Biblioteca de Investigación Juan de Córdova tiene el privilegio de custodiar en su acervo un ejemplar completo de esta obra.

Muy poco sabemos de su autor, aunque nos consta su dominio de la lengua náhuatl a través de sus obras publicadas: el famoso Camino del Cielo de 1611, el Sermonario y un Manual breve y forma de administrar los Santos Sacramentos a los indios de 1614, este último en una mezcla de latín, español y náhuatl. Todas estas obras se imprimieron en casa de Diego López Dávalos, durante los primeros quince años del siglo XVII la imprenta más importante de la Nueva España.

Además, una nota en la portada del Sermonario nos indica que lo imprimió un hombre llamado Cornelio Adrián César, impresor del taller. Fue este nombre el que me llamó la atención al ver el libro por primera vez en 2014.

Cornelio nació en mi tierra, fue un holandés que se mudó a la Nueva España hacia finales del siglo XVI, por lo que siempre sentí una cierta afinidad hacia su persona. Varios autores han intentado rastrear los caminos de su vida, una tarea a la que me he unido en ocasiones. Me parecía extraordinario que un huérfano de la ciudad de Haarlem llegara en calidad de “mojado” a la Ciudad de México a sus 22 años y entrara de inmediato en los talleres de Pedro Ocharte. Y que después de un episodio dramático con la Inquisición (1597-1604), se estableciera como un respetado impresor, imprimiendo, entre otras cosas, obras en náhuatl. Su ajetreada vida comenzó en el año de 1573, sólo meses después de terminar el dramático asedio de Haarlem, uno de los episodios iniciales de lo que se conoce como la Guerra de los Ochenta Años, conflicto en que las ciudades holandesas se liberarían del dominio de la casa de Habsburgo para dar origen a la primera república barroca de Europa. La vorágine de la Reforma envolvía a Holanda en estos años y, sin duda, su principal arma era la imprenta. A los ocho años, y por sugerencia de la dirección calvinista de la escuela donde cursó las primeras letras, Cornelio Adrián César entró en el taller de Antonis Ketel, entonces el único impresor en Haarlem, donde aprendió el oficio. Durante siete años trabajó primero con Ketel, después con su viuda y luego con el segundo esposo de la viuda, antes de abandonar el taller en 1588. Luego trabajó en la famosa sucursal del taller de Cristóbal Plantino en la cercana ciudad de Leiden, pero hacia mediados de 1591, a sus dieciocho años, abandona de nuevo el trabajo. Siguen algunos años de vagancia en los que participa en el ejército rebelde de la república, terminando en la ciudad calvinista de Emden, en el norte de Alemania, sin que sepamos nada de su ocupación allí. Finalmente, decide enrolarse en un filibote comercial que zarpa rumbo a España, tierra enemiga, donde toma la sorprendente decisión de alistarse, en 1595, en la flota del virrey recién nombrado para la Nueva España. En la Ciudad de México se establece en la calle de Tacuba, donde tienen su morada varios artistas, artesanos y comerciantes flamencos y holandeses, y comienza a trabajar en la imprenta de la viuda de Pedro Ocharte. También trabaja en una imprenta montada en el convento de Texcoco, donde conoce el trabajo de fray Juan Bautista en náhuatl e imprime quizá algunas de sus primeras obras en esta lengua. Al mismo tiempo, él y sus paisanos siguen de cerca el desenlace del conflicto en Holanda; se enteran de los éxitos de la república y la gestación del Siglo de Oro holandés. Pero en 1598 todos son arrestados por la Inquisición bajo la sospecha de cultivar ideas calvinistas y tener simpatías con la causa de la república. Sus declaraciones y las de los demás reos hacen un retrato de la comunidad flamenco-holandesa de la Ciudad de México de esos años y nos dan múltiples detalles sobre la vida de sus miembros. En el proceso, Cornelio es condenado a un arresto domiciliario en el convento franciscano de Tlatelolco, en donde trabaja con una antigua imprenta, posiblemente la de Ocharte. Finalmente, reinsertado en la sociedad novohispana, Cornelio imprime múltiples libros para la familia de Pedro Balli y para Diego López Dávalos. En 1614 demuestra su habilidad imprimiendo el Sermonario que se conserva en la ciudad de Oaxaca. Seguirá imprimiendo hasta 1633, cuando desaparece su nombre de los impresos novohispanos y comienza otro capítulo de la imprenta en nuestro país.

Al contemplar y hojear el precioso ejemplar de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova para preparar esta pequeña nota, no puedo dejar de pensar en a extraordinaria vida del hombre que los imprimió y cómo fue que un muchacho huérfano de Haarlem llegó a imprimir un sermonario náhuatl.

PRESENTACIÓN DE HISTORIETA TRIQUI EN CHICAHUAXTLA

Para muchos es sorprendente la temprana fecha en que se empezaron a escribir las lenguas indígenas de Oaxaca con letras europeas. En algunas lenguas oaxaqueñas el uso de la escritura alfabética se remonta a mediados del siglo XVI. El texto alfabético más antiguo que se conoce en zapoteco fue un reconocimiento de tierras en Zimatlán que se remonta a 1565 y el texto más antiguo en chocholteco es un testamento de 1577 que fue elaborado en San Miguel Tequixtepec. Hay indicaciones de la existencia de textos, ahora perdidos, en zapoteco y en mixteco a inicios de la década del 1540. Para ponerlo en contexto, el desarrollo de la escritura alfabética en zapoteco y mixteco era contemporáneo al inicio de la escritura en letras latinas en ciertas lenguas europeas, como el finés.

No obstante, en la actualidad, en otras lenguas no se conoce ninguna tradición antigua de escritura alfabética. El triqui es un ejemplo de eso. Hablada en su tradicional territorio –ahora en los municipios de Putla, Juxtlahuaca, San Martín Itunyoso y la ciudad de Oaxaca, así como en nuevas regiones, como California (EUA), por la búsqueda de empleo y seguridad–, la lengua triqui, como elemento de su identidad, tiene mucha vida, a pesar de que el número total de hablantes no es mayor a 30 000. Los escritos más antiguos existentes en triqui son notas lingüísticas de la segunda mitad del siglo XIX que fueron recabadas por intelectuales oaxaqueños como Francisco Belmar y Manuel Martínez Gracida, y por instituciones nacionales como la Dirección General de Estadística.

A mediados del siglo XX el Instituto Lingüístico de Verano, en colaboración con la Secretaría de Educación Pública, inició proyectos de lectoescritura en San Juan Copala, San Martín Itunyoso y San Andrés Chicahuaxtla y sobre estos cimientos varios maestros e intelectuales triquis han promovido el alfabetismo en su lengua. Sin embargo, el número de textos publicados en esta lengua es muy bajo. Son pocos los libros para niños y aún más contado el número de libros que es monolingüe, es decir, libros que obligan al lector a leerlos en triqui en vez de referir a una versión en español en la misma publicación. ¿Si no existen libros monolingües en una lengua por qué aprender a leerla?

Preocupado por esta situación, Juan Vásquez Ramírez, originario de San Andrés Chicahuaxtla y bibliotecario en la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova, decidió traducir una historieta para niños y jóvenes a su lengua materna. Escogió una historieta con muchas imágenes que hizo la asociación Defenders of Wildlife –Pepe el Loro es inocente–, la cual relata las consecuencias negativas del tráfico ilegal de animales salvajes. Con la colaboración de Defenders of Wildlife y con el apoyo de la Biblioteca de Investigación Fray Juan de Córdova y la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, Vásquez Ramírez publicó su traducción, ¡Nitaj Gakïn’ Nikaj Su’ui Pepe!

El pequeño libro fue presentado en la escuela primaria de San Andrés Chicahuaxtla el 16 de diciembre con la presencia del agente municipal del pueblo, los maestros de la escuela y unos 170 niños. Cada uno de los niños recibió un ejemplar de la historieta y, con la orientación del autor, leyó con mucho interés las primeras páginas. Los adultos también quedaron intrigados por la publicación y el director de la escuela anunció que van a usar el texto en sus clases de lengua materna. Para muchos, niños y adultos, esta fue la primera vez que vieron un libro impreso monolingüe en su lengua.

Puedes consultar el texto en triqui y seguir navegando en la página de los Pericos de México y de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova.

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