Boletín FAHHO Digital No. 15 (May 2022)

Una sola tierra: la necesidad de vivir de forma sostenible

Sandra Fernández

La construcción del Coliseo romano inició en el año 72 a. C., y tardaron ocho años en acabarlo. Thomas Homer-Dixon, en su libro The Upside of Down: Catastrophe, Creativity and the Renewal of Civilization, calcula que erigirlo requirió más de 44 000 millones de calorías, en alimento para animales de carga y otras empleadas por 2 135 personas, trabajando 220 días, durante cinco años. Sin contar los años de trabajo para la decoración del inmueble, tala de árboles y cocimiento de ladrillos.

El típico ciudadano romano comía una mezcla de cereales, frutas, legumbres, verduras, vino y poca carne. Los bueyes que utilizaban para transporte se alimentaban de heno, paja, vainas y vegetales. A inicios del Imperio —que contaba con sesenta millones de habitantes y Roma con más de un millón de individuos—, las personas se alimentaban gracias a la producción de pequeñas granjas independientes. Con el tiempo, la ciudad patrocinó latifundios que se expandieron, sin embargo, este sistema se hizo vulnerable a sufrir saqueos, además, hubo poca inversión en la productividad del campo.

A medida que el suelo se agotaba, Roma debía conquistar más tierras para alimentar a su población; de igual manera, tenía que proveer a ejércitos cada vez más grandes y conforme mermaba el control del imperio sobre sus fronteras, llegaba el caos. Finalmente, cuando el imperio se quedó sin reinos que saquear, las exigencias de su sistema agrícola superaron su capacidad de proporcionar las calorías necesarias para mantener a su población: cuando el sistema alimentario falló, el Imperio romano se volvió insostenible.

Hacia el año 1000, la población de Roma había disminuido a diez mil habitantes y no volvió a alcanzar una densidad tan grande —un millón de individuos— sino hasta la década de 1980.1 Esta serie de hechos históricos nos invitan a pensar las diferentes formas en que las ciudades gestionan sus recursos y abordan los desafíos ambientales. De acuerdo con el Sexto informe de evaluación del IPCC: Cambio Climático 2022, las áreas urbanas albergan actualmente a 4 200 millones de personas. A nivel global, el aumento de la vulnerabilidad se ha dado en ciudades donde la capacidad adaptativa está limitada, especialmente en asentamientos irregulares de naciones con ingresos bajos. Entre 2015 y 2020, la población urbana a nivel mundial incrementó a más de 397 millones de personas. Se estima que en 2050 se sumarán a vivir en áreas urbanas otros 2 500 millones de personas.2

Buena parte de la población de las ciudades que, en general, accede a estilos de vida industriales, tiene las necesidades básicas cubiertas, al grado de que las da por hechas, olvidando los procesos de obtención de alimentos o de dónde provienen los productos que visten y consumen para entretenimiento:

Ningún habitante de una ciudad preindustrial podría haber sido tan inconsciente […] Las ciudades siempre han moldeado la naturaleza a su imagen y semejanza, pero en el pasado su impacto quedaba limitado por su envergadura […] Con unas ciudades que ya consumen un 75% de los recursos alimentarios y energéticos mundiales […] muy pronto no saldrán las cuentas.3

En este sentido, las ciudades enfrentan una potencial crisis climática y de abastecimiento alimentario. El agotamiento de los recursos naturales y el aumento de los asentamientos urbanos exige una respuesta inmediata que busque la armonía entre las dinámicas de las ciudades y las de la naturaleza. Lo anterior implica un cambio drástico, pero no imposible, en las formas de construcción y planeación urbana, de tal manera que se reduzcan las necesidades de movilidad; que se favorezca el consumo consciente de tecnología y un manejo eficiente de recursos, así como cambios de comportamiento socioculturales (formas de alimentación y hábitos de consumo, principalmente). Todo esto involucra, sin duda, un cambio importante en el paradigma de desarrollo.4

En 2022 se cumplen cincuenta años de la designación del 5 de junio como Día Mundial del Medio Ambiente en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano. Este año, el tema sobre el que se desarrolla este día es “Una sola tierra”, refiriendo a la necesidad de vivir de forma sostenible mediante cambios y elecciones cotidianas que nos lleven a estilos de vida en armonía con la naturaleza. Es importante tomar consciencia de las formas en las que nos relacionamos con el entorno; aunque modificar nuestros hábitos de consumo de forma individual no genera cambios inmediatos, sí es posible fomentar poco a poco una conciencia a largo plazo sobre la relación entre el cuidado del medio ambiente y nuestra calidad de vida en las urbes. ¿Estamos listos para cambiar por el bien del planeta?

Toda la información de este texto fue extraída de la bibliografía disponible en el acervo de la Casa de la Ciudad; también contamos con las fuentes digitales e informes aquí citados. Te invitamos a informarte en nuestras plataformas digitales o por medio del correo casadelaciudad@fahho.mx.

1 Esta información fue extraída del libro La ciudad bien temperada de Jonathan F. P. Rose. Antoni Bosch editor, S.A.U, 2018.

2 https://www.ipcc.ch/report/ar6/wg2/downloads/report/IPCC_AR6_WGII_FinalDraft_Chapter06.pdf p. 3.

3 Steel, Carolyn. Ciudades Hambrientas. Cómo el alimento moldea nuestras vidas. Capitan Swing, 2014.

4 https://www.eleconomista.com.mx/politica/El-ultimo-informe-del-IPCC-nos-exhorta-a-pasar-ya-de-las-palabras-a-la-accion-20220416-0010.html


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