Un último libro
Una novela síntesis, testamentaria, a disparos de vaquero: Espía de la primera persona. La escribe el actor, dramaturgo, guionista, novelista y personaje mítico norteamericano Sam Shepard, y es su última obra escrita meses antes de fallecer, en 2017; fue publicada a fines de 2023. Llegó pronto a las librerías de Oaxaca, la adquirí en la Grañén Porrúa el jueves 4 de julio. La leí la misma noche luego de una siesta por la tarde, que es el mejor método de lectura. Hace mucho que no lograba una lectura de cien páginas de una sola sentada. Tiene que ver con la obra y el personaje. Se me hacía familiar, un héroe, un personaje del Oeste norteamericano. En la medida de sus últimos días la obra fue tomando vida.
Una librería es un servicio para abrir los ojos y ponerse alerta en los días y las mañanas, o en las tardes de lluvia para caminar y procurar que las páginas sean parte de uno, sin dejar que se mojen. Son días de huracanes y derrumbes carreteros, de inundaciones. Son días de lectura, como de poner semillas a la tierra. Las novedades están allí.
Por segunda vez había visto la película Camino al infierno, donde Shepard es el sheriff en el Purgatorio, un personaje central. Tal vez por eso leí Espía de la primera persona como un disparo. Esta, su última obra, había nacido en 1942. Cada página es relampagueante, cada fragmento, cada línea son disparos. Es un poema de honor y despedida, de un clamor distinguido. La fugacidad de la existencia recontada: un hombre mira a otro desde el extremo contrario, sentado al lado opuesto de la calle en una mecedora. Es una última mirada al mundo, si es así, la vida es un poema.
Al pagar en la caja solicito una bolsa para mis libros, me dicen que en octubre la Librería Grañén Porrúa cumplirá veinticinco años de haber abierto sus puertas en Oaxaca y que entonces emitirán bolsas especiales, como en años anteriores. Por el nombre recuerdo que en el centro de la Ciudad de México, en la calle Donceles, está Porrúa Hermanos; otra se encuentra frente a Bellas Artes, en Av. Juárez, y una más sobre 5 de Mayo. Es decir, el nombre está ligado a la historia del libro moderno en el país, ligado a la lectura y los lectores; en todas he andado más de una vez.
Así como ahora, durante todos estos años he acudido a la Grañén Porrúa, en Oaxaca, sea por algo de Borges, José Emilio Pacheco, Rulfo, libros infantiles; de todo he visto; tantas novedades entonces como ahora. En 2006 adquirí, tal vez, unos diez ejemplares de aniversario del Quijote para obsequiarles a maestros de la Escuela de Bellas Artes de la UABJO, mientras era director; me parece que cada ejemplar valía 90 pesos y era el 15 de mayo.
Libros, libros… Obras universales, literatura latinoamericana y mexicana, así como oaxaqueña he encontrado en la Grañén, y ahora que cumple sus veinticinco años, es de celebrarse esta ocasión. Leer, caminar, platicar, comer, se conjuntan. Dice Shepard: “Por las mañanas desayuno en un garito mexicano. Enchiladas. Queso y huevos. Chile verde”.
Espía de la primera persona fue, pues, el último libro de un artista en el mejor sentido de la vida. Cuánto me gustaría haberlo encontrado en la Grañén Porrúa una tarde de lluvia, aunque sí encontré su obra. Y por ello celebro estos recientes veinticinco años de lecturas. En Oaxaca hubo un dios del sueño, un dios de la palabra, que aún sale a caminar por el Andador en tardes de lluvia, y solo busca comprobar que el libro siga siendo vida.