Un poema muchos poemas
Gabriela Mistral, Desolación; Ternura; Tala; Lagar,
Editorial Porrúa, México, 1973.
¡Libros, callados libros de las estanterías,
vivos en su silencio, ardientes en su calma;
libros, los que consuelan, terciopelos del alma,
y que siendo tan tristes nos hacen la alegría!
G. Mistral
Entre el vasto y maravilloso acervo de la Biblioteca Henestrosa, se encuentra Desolación; Ternura; Tala; Lagar, un compendio de la poesía de Gabriela Mistral; fueron varios los motivos que me hicieron inclinarme por reseñar este título, todos ellos encadenados de algún modo. En primer lugar, quisiera señalar que el 2 de abril se celebra el Día Mundial del Libro Infantil y Juvenil y el 23 el Día del Libro, por lo que me parece atinado unir estas celebraciones a la del nacimiento de Lucila Godoy Alcayaga, mundialmente conocida como Gabriela Mistral, el 7 de abril (Vicuña, Chile, 1889).
La vida y obra de Gabriela Mistral estuvieron fuertemente ligadas a la infancia y a los libros, gracias a su labor como maestra rural, incluso, en México, donde José Vasconcelos la invitó a participar en la Secretaría de Educación Pública para trabajar con los sectores más desfavorecidos de la población, ya que Mistral poseía una profunda experiencia docente, una abundante producción de textos sobre educación pública y una activa participación en la creación de innovadoras políticas en educación. Su afán se centró en los modos de aprender a leer, la calidad de los materiales educativos y el papel de las bibliotecas en estos procesos. En Magisterio y niño enuncia con claridad el objetivo de la vida docente: “Enseñar siempre: en el patio y en la calle como en la sala de clase. Enseñar con actitud, el gesto y la palabra”. Antes que señalar su ya conocido Premio Nobel de Literatura (1945) —la primera mujer y la segunda persona latinoamericana en obtenerlo—, me pareció relevante destacar la labor docente de Gabriela Mistral, ya que alimentó su vena literaria, especialmente la poética. Desolación; Ternura; Tala; Lagar evidencia como algo primordial en la vida de Lucila su inquietud pedagógica; su celebración de la tierra y el paisaje; una contemplación funesta del amor en un sentido muy personal; la muerte en forma de suicidio; la religiosidad; la maternidad; y la infancia como tópico para mover a la denuncia de un estado de cosas.
Como su título lo indica, y en palabras de su autora, Desolación (1922) es un “libro amargo” al punto que se ve en la necesidad de pedir perdón a Dios, así como a quienes ven a la vida con dulzura. Es una novela hecha poemas o un poema novelado sobre Gabriela Mistral, el seudónimo, la escritora, la poeta y sus experiencias tempranas en torno a la infancia, el amor, Dios, la naturaleza, el dolor y la muerte; aquí todo es tan personal que alcanza a toda su preocupación y sus sentires por América Latina, por inventar un devenir propicio para las nuevas generaciones. Por eso no hay lugar para lo tibios ni para los desapasionados que parecen muertos en vida, esa es la razón por la que la vida y la muerte se extrapolan.
En una segunda edición Desolación (1923) incluyó canciones de cuna y cuenta mundo, que se volverían a publicar en la primera edición de Tala (1938), así como en la edición de 1945 de Ternura. Quizá sea Tala uno de los libros más importantes de Gabriela Mistral, ya que muestra un estilo más definido, con una poesía mucho más simbólica y misteriosa, cuyos temas principales son la infancia, la maternidad, el amor, la locura, la muerte y lo indígena. El poemario arranca con “Muerte de mi madre” y, entonces, Tala refiere a la pérdida, al acto de “talar”, pero también a la esencia y naturaleza íntima de las cosas, así como a un juego infantil, de modo que la idea de que las cosas convergen en un todo universal se encuentra presente en esta obra.
Si la amargura atraviesa Desolación, la felicidad cruza Ternura, cuya primera edición llevó por subtítulo “Canciones de niños”. Se trata de una obra pionera porque se dirige exclusivamente al público infantil a partir de la recuperación de la tradición oral de la canción de cuna latinoamericana. Al hacerse ella misma una niña para retornar a la expresión infantil, Mistral encuentra en el contar-cantar una forma de comunicar desde y para el lenguaje de la infancia.
La práctica permanente de reescribir, reagrupar, reeditar y trasladar sus poemas de un libro a otro habla de la escritura creativa como un proceso inacabado, pero que para Gabriela Mistral finalizó con la creación de Lagar (1954). Se trata de un poemario inconcluso, pero que acumula todo el proceso creativo de su autora a partir de Desolación. Los temas de estos poemas son las grandes penas y tragedias de la humanidad —como la Segunda Guerra Mundial—. Lagar es el espacio donde se pisa la uva, se prensa la aceituna o se machaca la manzana para obtener todo de cualquiera de esos frutos.
Hay en esa situación una pérdida de identidad para alcanzar la transformación. Es esto lo que permite a Mistral una interiorización profunda y una especie de anulación de la temporalidad para hablar con y quizás también por los muertos, de modo que la labor poética se convierte en una necesidad personal y social de mediación entre el más allá y el más acá, pero especialmente entre las cosas y los seres del más acá. Una clase de mediación necesaria para seguir existiendo, esperando y soportando el porvenir.