Boletín FAHHO Digital No. 13 (Mar 2022)

Un lienzo emplumado

Alejandro de Ávila Blomberg

Se sienta junto a una ventana que mira hacia el norte por encima del jardín, su larga urdimbre tendida frente a él. Al estirar la espalda, el telar se tensa. Luego él se encorva al crecer su concentración, contando hilos que se elevan y se hunden con suave inclinación. Introduce entonces el machete de madera, tomándolo con ambas manos para apretar la trama. A veces parece como si estuviera arrastrándose cuesta arriba en una montaña, intentando jalar todo su cuerpo con los brazos, como si la Sierra de San Felipe lo hubiera embrujado y anhelara alcanzarla. Teje con esmero de ocho a tres, de lunes a viernes. Con cada nuevo lienzo que comienza, le enseño técnicas que he dilucidado al examinar frágiles fragmentos arqueológicos y viejas colecciones almacenadas en museos polvosos. Cuando lo necesita, trazo los diseños en papel milimétrico, que él estudia con cuidado y luego procede a transferir a la tela. Después de ocho años de trabajar juntos, nuestras conversaciones se han vuelto crípticas para quienes nos escuchan, pues definimos los cruces que han de seguir los hilos en términos que nosotros acuñamos. La comunicación entre él y yo fluye rápida y sucinta, puntuada por el ofrecimiento de un vaso de agua de manantial o una taza de té de manzanilla.

Noé Pinzón aprendió a tejer de su madre. Su padre se había marchado a los Estados Unidos, buscando empleo. Los hombres jóvenes en su comunidad de origen (San Mateo del Mar, población ikoots asentada en una lengüeta de tierra entre el Pacífico y las grandes lagunas salobres del Istmo de Tehuantepec) aprenden a pescar o a cultivar las parcelas arenosas, pero no se sientan ante el telar. Sin embargo, la madre de Noé, Francisca Palafox, es una tejedora magistral y él fue cautivado poco a poco por su arte. Al ver que la violencia y la desesperación se afianzaban en el vecindario, a la par del narcotráfico, la familia decidió mudarse a la ciudad. Acá Noé se sintió menos cohibido por la presencia de testigos masculinos y comenzó a tejer abiertamente. Al poco tiempo desarrolló tanta destreza como sus hermanas. Inicié mi pequeño proyecto con la familia entera los sábados, cuando habían terminado su rutina de trabajo y podían dedicarle algo de tiempo a la experimentación. No entiendo la lengua ombeayiüts que ellos hablan, pero pude inteligir que la madre y las hermanas preferían retomar las técnicas que les eran familiares, mientras que la curiosidad de Noé había despertado. Expresaba más y más entusiasmo con cada tuerce de los hilos que yo le mostraba, y quedé convencido de que podríamos trabajar juntos para crear tejidos novedosos a partir de muestras antiguas, sin importar cuán difícil y tediosa fuera la tarea.

Con la generosidad que la caracteriza, la Fundación Alfredo Harp Helú respaldó nuestro proyecto a través del Museo Textil. Además de proveerle un empleo formal a Noé, la FAHHO financió la recreación de hilos emplumados, que dejaron de usarse en Oaxaca y en otras regiones de México hace unos trescientos años. Hector Meneses, hoy director del MTO, había revelado en su tesis de licenciatura la mayoría de los secretos en el proceso de teñir, torcer y tejer la pluma, al estudiar un dechado labrado que formó parte de un huipil hacia el año 1700, un milagro de sobrevivencia que llegó a nuestras manos gracias al Maestro Francisco Toledo, quien conoció a Noé y admiró su trabajo. Animados por el Maestro y armados de una buena provisión de hilo emplumado de varios colores, a finales de 2014 estábamos listos para emprender el reto.

Mostramos aquí la primera pieza que logramos. Noé terminó de tejerla en abril 2015. La urdimbre y la trama son de seda criolla que fue criada, hilada y teñida con grana por Moisés Martínez Velasco y su familia en San Pedro Cajonos, comunidad zapoteca en la Sierra Juárez. La pluma de ganso fue teñida y torcida por Román Gutiérrez Ruiz en Teotitlán del Valle, población zapoteca cercana a la ciudad. El tejido de base es una estructura de gasa compleja 4-4 combinada con trama envolvente. 4-4 indica que cuatro hilos pares de la urdimbre se tuercen con cuatro hilos nones. El resultado es una textura reticular que hace resaltar los puntos de color, donde las tramas suplementarias de hilo emplumado (teñido con grana, añil y pericón) lucen a través de los pequeños orificios redondos. La idea nos surgió a partir de una magna exhibición de moda mexicana inaugurada en esas fechas en CDMX. Las personas a cargo de la instalación de los textiles comunitarios difundieron por las redes sociales un mensaje que decía: “Colgando chambritas. Estamos en montaje preparándonos para nuestra siguiente exposición…” Nos indignó ese comentario. Concebimos esta pieza como respuesta a lo que nos pareció un trato denigrante para el arte de los pueblos originarios, y le dimos por nombre: “Paño para recibir a una criatura al nacer”. Se exhibe en este momento en la muestra “Arte de los pueblos de México. Disrupciones indígenas” en el Museo del Palacio de Bellas Artes.


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