Boletín FAHHO Digital No. 16 (Jul 2022)

Un lienzo amarillo como cierta cabellera

Alejandro de Ávila

En dos números previos del Boletín relatamos cómo empezó nuestro trabajo con Noé Pinzón Palafox, tejedor joven y talentoso, originario de la comunidad ikoots de San Mateo del Mar, con quien hemos recreado diversas técnicas que se habían olvidado en Oaxaca y en otras regiones de México. El proyecto sigue en marcha gracias al apoyo de la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, mediante el Museo Textil, alimentado por la investigación pionera de Hector Meneses en torno a un fragmento de huipil, hecho alrededor del año 1700, que nos donó generosamente el maestro Francisco Toledo al momento de fundarse el Museo. En el boletín de marzo ilustramos nuestro primer tejido emplumado, el “Paño para recibir a una criatura al nacer”; en mayo describimos una pieza más grande terminada en 2016, la tilma “Plumaje y lenguaje”. En este número y los siguientes queremos mostrar otras piezas que hemos creado dentro del mismo proyecto.

Noé terminó de tejer el tercer ejemplar de plumaria, al que nos referiremos ahora, en enero de 2017, después de cuatro meses de trabajo. La urdimbre y la mayor parte de la trama de este lienzo son de seda criolla que fue criada, hilada y teñida con zacatlaxcale por Moisés Martínez Velasco y su familia en San Pedro Cajonos. El tinte proviene de una planta parásita sin clorofila que asemeja fideos amarillos que se extienden sobre las ramas de arbustos y árboles, y que puede llegar a matarlos.1A diferencia de los rojos, azules y morados, donde unas pocas especies vegetales y animales han sido, desde épocas remotas, los colorantes preferidos en grandes regiones del mundo, los amarillos se obtienen de una gran variedad de plantas, de las cuales ninguna ha sobresalido, ni en la historia ni el comercio, a diferencia de la grana, el añil y el caracol púrpura. Los tintes naturales amarillos corresponden a dos grandes grupos químicos: los carotenoides y los flavonoides.

Los carotenoides están presentes en las plantas terrestres y también en diversas algas, bacterias y hongos. Su estructura se basa en 40 átomos de carbono ordenados para formar cadenas. Su color varía de amarillo pálido a anaranjado y rojo; el jitomate y las zanahorias deben su atractivo visual a los carotenoides que contienen. De hecho, el término “carotenoide” deriva del latín carota ‘zanahoria’.2 Estos compuestos no se disuelven en agua, a diferencia de los flavonoides. Juegan un papel fundamental en los organismos fotosintéticos como las plantas, pues participan en el proceso de transferencia de energía de la luz solar a los enlaces químicos, y protegen al centro de reacción contra la auto-oxidación. Los animales no somos capaces de sintetizarlos y debemos ingerirlos para sobrevivir, ya que los carotenoides son precursores de la vitamina A, que requerimos para diversos procesos fisiológicos, como la visión, la defensa inmunológica y la reproducción. El azafrán, flor de la familia del lirio, produce un carotenoide que da color a la paella y que los antiguos griegos aprovechaban como tinte textil.3 Fray Bernardino de Sahagún documentó que los mexicas usaban el zacatlaxcalli,4 fuente de otro carotenoide, y describió cómo se combinaban tintes amarillos y azules para lograr los verdes. En otras partes del mundo se seguía el mismo procedimiento, pues hay pocos tintes naturales que dan un color verde de manera directa.

Volvamos a nuestro lienzo: junto con la seda, introdujimos en la trama hilo de algodón torcido con plumón de ganso, que le da un aspecto afelpado a los cuadros de colores que adornan el tejido, como podemos apreciar en la fotografía. Román Gutiérrez Ruiz tiñó la pluma y torció este hilo en Teotitlán del Valle, usando grana para el rojo, añil para el azul y, nuevamente, zacatlaxcale para el amarillo. Al combinar estos tres tintes básicos, Román logró una paleta sumamente variada de verdes, rosas, anaranjados y violetas, entre otros. La intención inicial de las madejitas multicolores, cuidadosamente codificadas y rotuladas, era servir como muestrario, para que Noé y yo eligiéramos las tonalidades de nuestra preferencia. Al final teníamos una selección tan variada y tan hermosa que decidimos emplear todos los hilos en un solo lienzo, para lucir cuán bien se presta el plumón de ganso para impregnarse con los buenos tintes de Oaxaca.

La fragilidad y el tamaño reducido de los filamentos de pluma hace que los hilos teñidos sean vulnerables a la abrasión. Por esa razón los empleamos como tramas suplementarias, siguiendo la misma secuencia que la trama de base al insertarlas entre los hilos de la urdimbre. Optamos por un diseño de cuadros que cubrieran por completo el fondo amarillo y que nos permitieran conjuntar los distintos tonos en combinaciones múltiples. Acto seguido, decidimos hacer eco a esos cuadros al tejer la tela de fondo. Para ello elegimos el ligamento de trama envolvente, ampliamente documentado en el registro arqueológico de esta zona del planeta, desde el cenote sagrado de Chichén Itzá hasta una cueva en Durango y algunos fragmentos encontrados en Arizona. En el norte de Oaxaca, los huipiles zapotecos de Choapan y los ceñidores mazatecos de Ayautla eran adornados con figuras labradas en esta técnica, que se perdió a mediados del siglo pasado. Irmgard Weitlaner Johnson, admirable investigadora de los textiles mexicanos, estudió los fragmentos arqueológicos y los ejemplos más recientes, publicando fotografías y diagramas.5 Fue a partir de su análisis que yo pude entender la estructura de esos tejidos, para recrearla durante mi doctorado y enseñársela a Noé años después.

El ritmo de los cuadros emplumados multicolores se repite con sutileza en los cuadros reticulares de la tela amarilla. Cuadros, cuadritos y cuadrotes. Justo comenzábamos a imaginar este lienzo cuando se acercaban las elecciones presidenciales de 2016 en Estados Unidos. Se abría la posibilidad de que el personaje con la cabellera teñida de amarillo ganara la contienda. Un mal augurio para México, pensamos. Decidimos entonces usar seda de ese color y llamar a esta pieza “La vida de cuadritos”, sin olvidar que el zacatlaxcale es un parásito funesto entre las plantas, como el racismo en la mentalidad colectiva.

Ahora que se avecina un probable resurgimiento del neofascismo estadounidense en las elecciones legislativas de fines del presente año, y en la carrera por la presidencia en 2024, el mensaje de nuestra geometría caroténica parece recuperar vigencia…

1 En la botánica linneana, las numerosas especies (100 a 200) del zacatlaxcale y sus parientes corresponden al género Cuscuta en la familia de las convolvuláceas. Crecen en regiones tropicales y templadas de todo el mundo.
2 Según el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, la palabra “zanahoria” proviene de safunnárya en árabe medieval (tal como se hablaba en España), y esta forma, a su vez, del griego staphylínē agría ‘zanahoria silvestre’.

3 Crocus sativus, familia de las iridáceas.
4 Aquí la etimología es ‘zacate-tortilla’, es decir, ‘tortilla de zacate’ porque la planta se prensaba en forma de tortas que se vendían en el mercado para preparar el tinte.

5 Johnson, I.W. 1976. Weft-wrap openwork techniques in archaeological and contemporary textiles
of Mexico. The Textile Museum Journal, IV (3): 63-72. Washington, D.C


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