UN IMPRESO DE CORNELIO ADRIÁN CÉSAR EN LA BIBLIOTECA DE INVESTIGACIÓN JUAN DE CÓRDOVA
En 1614, el fraile dominico Martín de León mandó imprimir la primera parte de una extensa serie de sermones redactados en la lengua náhuatl. La intención del fraile era imprimir cuatro tomos en total, pero sólo logró imprimir el primero. No obstante, el libro, con sus 330 folios densamente impresos en náhuatl, es hoy un monumento de la tradición de impresiones en lenguas indígenas de Mesoamérica. La Biblioteca de Investigación Juan de Córdova tiene el privilegio de custodiar en su acervo un ejemplar completo de esta obra.
Muy poco sabemos de su autor, aunque nos consta su dominio de la lengua náhuatl a través de sus obras publicadas: el famoso Camino del Cielo de 1611, el Sermonario y un Manual breve y forma de administrar los Santos Sacramentos a los indios de 1614, este último en una mezcla de latín, español y náhuatl. Todas estas obras se imprimieron en casa de Diego López Dávalos, durante los primeros quince años del siglo XVII la imprenta más importante de la Nueva España.
Además, una nota en la portada del Sermonario nos indica que lo imprimió un hombre llamado Cornelio Adrián César, impresor del taller. Fue este nombre el que me llamó la atención al ver el libro por primera vez en 2014.
Cornelio nació en mi tierra, fue un holandés que se mudó a la Nueva España hacia finales del siglo XVI, por lo que siempre sentí una cierta afinidad hacia su persona. Varios autores han intentado rastrear los caminos de su vida, una tarea a la que me he unido en ocasiones. Me parecía extraordinario que un huérfano de la ciudad de Haarlem llegara en calidad de “mojado” a la Ciudad de México a sus 22 años y entrara de inmediato en los talleres de Pedro Ocharte. Y que después de un episodio dramático con la Inquisición (1597-1604), se estableciera como un respetado impresor, imprimiendo, entre otras cosas, obras en náhuatl. Su ajetreada vida comenzó en el año de 1573, sólo meses después de terminar el dramático asedio de Haarlem, uno de los episodios iniciales de lo que se conoce como la Guerra de los Ochenta Años, conflicto en que las ciudades holandesas se liberarían del dominio de la casa de Habsburgo para dar origen a la primera república barroca de Europa. La vorágine de la Reforma envolvía a Holanda en estos años y, sin duda, su principal arma era la imprenta. A los ocho años, y por sugerencia de la dirección calvinista de la escuela donde cursó las primeras letras, Cornelio Adrián César entró en el taller de Antonis Ketel, entonces el único impresor en Haarlem, donde aprendió el oficio. Durante siete años trabajó primero con Ketel, después con su viuda y luego con el segundo esposo de la viuda, antes de abandonar el taller en 1588. Luego trabajó en la famosa sucursal del taller de Cristóbal Plantino en la cercana ciudad de Leiden, pero hacia mediados de 1591, a sus dieciocho años, abandona de nuevo el trabajo. Siguen algunos años de vagancia en los que participa en el ejército rebelde de la república, terminando en la ciudad calvinista de Emden, en el norte de Alemania, sin que sepamos nada de su ocupación allí. Finalmente, decide enrolarse en un filibote comercial que zarpa rumbo a España, tierra enemiga, donde toma la sorprendente decisión de alistarse, en 1595, en la flota del virrey recién nombrado para la Nueva España. En la Ciudad de México se establece en la calle de Tacuba, donde tienen su morada varios artistas, artesanos y comerciantes flamencos y holandeses, y comienza a trabajar en la imprenta de la viuda de Pedro Ocharte. También trabaja en una imprenta montada en el convento de Texcoco, donde conoce el trabajo de fray Juan Bautista en náhuatl e imprime quizá algunas de sus primeras obras en esta lengua. Al mismo tiempo, él y sus paisanos siguen de cerca el desenlace del conflicto en Holanda; se enteran de los éxitos de la república y la gestación del Siglo de Oro holandés. Pero en 1598 todos son arrestados por la Inquisición bajo la sospecha de cultivar ideas calvinistas y tener simpatías con la causa de la república. Sus declaraciones y las de los demás reos hacen un retrato de la comunidad flamenco-holandesa de la Ciudad de México de esos años y nos dan múltiples detalles sobre la vida de sus miembros. En el proceso, Cornelio es condenado a un arresto domiciliario en el convento franciscano de Tlatelolco, en donde trabaja con una antigua imprenta, posiblemente la de Ocharte. Finalmente, reinsertado en la sociedad novohispana, Cornelio imprime múltiples libros para la familia de Pedro Balli y para Diego López Dávalos. En 1614 demuestra su habilidad imprimiendo el Sermonario que se conserva en la ciudad de Oaxaca. Seguirá imprimiendo hasta 1633, cuando desaparece su nombre de los impresos novohispanos y comienza otro capítulo de la imprenta en nuestro país.
Al contemplar y hojear el precioso ejemplar de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova para preparar esta pequeña nota, no puedo dejar de pensar en a extraordinaria vida del hombre que los imprimió y cómo fue que un muchacho huérfano de Haarlem llegó a imprimir un sermonario náhuatl.