Boletín FAHHO No. 2 (Sep-Oct 2014)

UN ARMARIO COLONIAL CON SABOR ORIENTAL EN SANTIAGO TEOTONGO

Sebastián van Doesburg

Al entrar a la iglesia de Santiago Teotongo en la Mixteca Alta, el visitante no puede hacer otra cosa que detener momentáneamente la respiración. Por fuera, este templo parece una sencilla construcción del siglo XVIII, mientras su interior está profusamente decorado con una gran cantidad de retablos en varios estilos y manufacturas. Parece ya no sobrar espacio para ninguno más; van desde la puerta hasta el altar principal en dos largas filas, cubriendo las paredes. Aparentemente, es resultado de una competencia entre las varias cofradías de la comunidad durante el siglo XVIII. Este testimonio devocional es hoy en día un delicado tesoro del arte colonial en la Mixteca Alta. Desde 2011 se coordinan la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca y el programa Fondo de Apoyo a Comunidades para la Restauración de Monumentos y Bienes Artísticos de Propiedad Federal (Foremoba) de Conaculta, con la activa participación de la comunidad de Teotongo, para restaurar varios retablos que presentan deterioros, ataques de insectos, pérdida de tallas, abrasión de dorados y desensamble de los elementos estructurales.

Sin embargo, durante nuestras primeras visitas, hace más de diez años, nos había llamado la atención algo más: un armario espléndido en la sacristía; una pieza de rara belleza, misteriosa y elegante. Aunque el entablado del mueble es algo rústico, el exterior fue pintado en un color anaranjado rojizo de una hermosa tonalidad. En los páneles, en los cantos y en las puertas, un pintor-dorador plasmó escenas de la vida cotidiana del siglo XVIII: una pelea de gallos, la caza de un felino, el paseo de un señor en un palanquín y un grupo de músicos entretenidos en un baile, por describir sólo algunas.

La forma del armario y el uso del dorado sobre un fondo rojo revela una lejana pero inequívoca influencia del arte de Oriente o “al remedo de Filipinas”, como se decía en la época. Es bien conocida la losa oriental que llegaba a la Nueva España a través del puerto de Acapulco. Pero además, sobre todo en el tercer tercio del siglo XVIII, se pusieron de moda los muebles de Asia. En palabras de Gonzalo Obregón: “El mueble oriental a base de lacas, dorados, colores ostentosos y decoración abigarrada, corresponde perfectamente al gusto del criollo mexicano amigo del fasto, de la rica apariencia y del colorido”. Estos muebles inspiraron a talleres locales para la creación de versiones novohispanas, como este ejemplo de la Mixteca con decoraciones “chinescas”.

El mueble se encontraba en un estado deplorable, arrimado a una pared húmeda y siendo comido por la polilla. Por años no encontramos cómo restaurarlo. Finalmente, la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca encontró en la Coordinación Nacional de Conservación del INAH un aliado para hacer el trabajo. Mediante un cuidadoso proceso de restauración, a cargo de la Coordinación, se limpió el mueble, se insertaron partes faltantes y se restauró la pintura de color y el dorado. Hoy en día es un excepcional ejemplo recuperado de la globalización ya existente en el siglo XVIII en la Mixteca oaxaqueña.

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