Triunfo mexicano, a la diabla

La lluvia inclemente que predominó durante dos semanas en la Ciudad de México retrasó un día la edición 91 del Juego de Estrellas de la Liga Mexicana, el que marcó el festejo más importante del primer siglo del circuito y el segundo que se celebra en el Estadio Alfredo Harp Helú.
Tras una espera de más de cuatro horas en la fecha programada originalmente, 29 de junio, la reanudación evitó que el clásico de la LMB se suspendiera por primera ocasión en la historia.
En la continuación (se jugó medio inning un día antes) la Selección Mexicana anotó dos carreras en la séptima entrada, la última programada, para vencer al equipo de Estrellas de la LMB en el Juego de Estrellas 91, el que marcó el Centenario del circuito mexicano de pelota.
Con una destacada entrega y disposición de jugadores, coaches y staff, el espectáculo que se ofreció en el terreno de juego hizo honor a la calidad que se espera de estos encuentros, clásicos en la historia del beisbol mexicano. El aplauso general para los verdaderos protagonistas de este festejo es muy necesario, debido a una serie de acontecimientos que no permitieron la brillantez que el evento merecía.
Mostrando un gran profesionalismo en lo que desde ahora se recordará como el “Juego de Estrellas de los dos días”, las Estrellas de la LMB tomaron la ventaja en la cuarta entrada con un cuadrangular de Robinson Canó, agregando otros dos en el quinto episodio, los cuales parecían encaminar a la tropa del manager campeón, Lorenzo Bundy, a una victoria. Al equipo tricolor le quedaban dos entradas de vida.
Los mexicanos, comandados por el ídolo oaxaqueño, Vinicio Castilla, reaccionaron en el sexto acto con un home run de dos carreras de Art Charles, de Yucatán, quien redondeó un fin de semana fantástico y enamoró a la afición capitalina.
Como tenía que suceder en el Estadio Alfredo Harp Helú, el epicentro de las victorias “a la Diabla”, la turbulencia se fraguó en la séptima y última entrada: primero con un vistoso y salvador doble play cuando las Estrellas tenían la casa llena; un hit del capitán escarlata, Juan Carlos Gamboa y otro de Jasson Atondo en toque de pelota; a estos se sumó una base por bolas intencional para Julián Ornelas. Con el japonés Tomohiro Anraku rodeado de aztecas, el Haper logró anotar de caballito la carrera del empate, gracias a una base por bolas que ganó Víctor Mendoza. Empatados a tres, la casa llena y un out, Jesús Fabela conectó un rodado por la antesala donde el equipo visitante buscó con desesperación un doble play que no llegó, esto permitió que Atondo timbrara la carrera de la emotiva victoria azteca.
De los cinco días de actividad intensa en el Paraíso de los Diablos Rojos, no hubo un pelotero actual con más aplausos que Art Charles, quien además de encender el regreso de la Selección Mexicana, fue el ganador del Home Run Derby y el Jugador Más Valioso del llamado clásico de media temporada, algo que no se había registrado en los cien años de vida de la Liga Mexicana.
Hay dos hechos anecdóticos dignos de señalar, aunque hubo más: el primero es que el outfielder panameño, Allen Córdoba, inició el Juego de Estrellas como elemento de los Charros de Jalisco y concluyó siendo parte de los Diablos Rojos del México; el segundo es que Francisco Mejía, el catcher escarlata, participó en el encuentro a pesar de que ya había pactado regresar a Estados Unidos con los Nacionales de Washington.