Tres años de chirimía en los conciertos
La chirimía es un instrumento musical, y a la vez un conjunto, que forma parte del patrimonio de la humanidad, sin embargo, hoy en día se encuentra en peligro de extinción. Es un instrumento de viento, con tubo cónico y lengüeta doble, elaborado con madera. En muchas culturas es indispensable para las festividades en el exterior.
Desde el siglo V antes de Cristo, la chirimía formaba parte de la cultura musical etrusca y posteriormente se diseminó por Persia, India, China y el norte de África. Fue introducida a Europa en los tiempos de las cruzadas (siglos XII y XIII) y luego fue llevada por conquistadores al centro y el sur del Continente Americano, donde se le conoce con nombres como chirimía, dulzaina, discante, caramillo y bombarda. En la época de evangelización, por las diferencias lingüísticas que significaron grandes obstáculos, los religiosos se vieron obligados a inventar métodos pioneros para difundir la nueva fe. La danza, el teatro y la música, además de la enseñanza de los oficios, demostraron ser un éxito en este esfuerzo evangelizador.
En las primeras escuelas de música enseñaron a los indígenas no solo a cantar y tocar, sino también a fabricar los instrumentos. El fraile franciscano Jerónimo de Mendieta describió este proceso con mucha precisión: “Los primeros instrumentos de música que hicieron y usaron, fueron flautas, luego chirimías, después orlos, y tras ellos vihuelas de arco, y ahora cornetas y bajones. Finalmente, no hay género de música en la iglesia de Dios, que los indios no la tengan y usen en todos los pueblos (…), y ellos mismos los labran todo, que ya no hay para que traerlo de España como solían”. Estas circunstancias causaron cambios muy serios en el ritual católico acostumbrado, y la diversidad de los instrumentos introducidos a la liturgia provocó fuerte oposición por la jerarquía eclesiástica novohispana.
Por órdenes del I Concilio Provincial Mexicano, celebrado en 1555, quedó prohibido el uso de estos instrumentos en la liturgia, con excepción del órgano, que desde tiempos remotos era el instrumento propio de la iglesia. No obstante, se permitió el uso de la chirimía en las celebraciones en los extramuros de las iglesias, o sea al aire libre, por ejemplo, durante las procesiones. Así empezó el gran papel que hasta la actualidad la chirimía tiene en la vida social de los pueblos mexicanos. El primer cronista de Oaxaca, fray Francisco de Burgoa, dejó un testimonio de este fenómeno: “[…] admírese la razón más despierta de ver en los pueblos excelentes chirimías, con admirable suavidad y consonancias, que ejercitan a la celebración de sus fiestas”.
Desde hace cinco siglos, en los pueblos de Oaxaca (también en Jalisco, Guerrero, Estado de México, Tlaxcala, Puebla y Chiapas) la chirimía anuncia y acompaña a los eventos más importantes como asambleas, mayordomías, bodas, funerales, procesiones, calendas, cumpleaños, etc. Con el tiempo se convirtió en un conjunto de entre dos y cuatro músicos (según la región). En Oaxaca, la representan dos músicos donde la chirimía se complementa con el tambor. En muchos casos, la chirimía fue sustituida por la flauta de carrizo, por ser un instrumento de más fácil mantenimiento, y sobre todo más barato, incluso ha sido cambiada por las flautas de plástico de fabricación industrial. De cualquier manera, esta antigua costumbre sigue presente en muchos pueblos, aunque hay señales preocupantes porque las nuevas generaciones no tienen curiosidad por este arte, que poco a poco enmudece.
Los maestros Roque Ignacio Martínez, Aristarco Pérez García, y en ocasiones Manuel Martínez, cultivan la tradición de la chirimía en la comunidad de San Bartolomé Yatoni, Sierra Norte. Preocupados por el futuro de esta costumbre, en junio de 2017 visitaron la Fonoteca Juan León Mariscal para contar sus experiencias y expresar sus inquietudes. Asimismo, mostraron su disposición para participar en eventos culturales con el objetivo de preservar y difundir la tradición de la chirimía. Su propuesta coincidió con la tarea de la Fonoteca de promover a los músicos tradicionales oaxaqueños, y de esta manera se inició una colaboración que tiene como objetivo el uso de la chirimía antes de cada concierto presentado por la Fonoteca en el Centro Cultural San Pablo. En consecuencia, desde hace tres años, sin cesar, los maestros Roque y Aristarco muestran su talen- to deleitando al público con su tradicional llamada a nuestros conciertos. Maestros, ¡muchas felicidades y enhorabuena!