Boletín FAHHO No. 11 (Mar-Abr 2016)

TODO COMENZÓ CON LAS PALETAS

Gilberto Martínez Soto

La Familia Harp Helú se había establecido en Oaxaca pero desgraciadamente el padre falleció cuando Alfredo tenía tres años. En ese momento su hermana tenía cuatro años y su mamá estaba embarazada. Su madre decidió mudarse a la Ciudad de México. Al poco tiempo se acercó al Colegio Cristóbal Colón, dirigido por hermanos lasallistas. El señor Pierre Leonel aceptó becar Alfredo para que pudiera realizar sus estudios. Cursó hasta la preparatoria con nosotros. Fui su profesor en sexto año de primaria y desde entonces hemos establecido una verdadera amistad que con el tiempo ha dado múltiples frutos.

Todo comenzó un día que noté que era necesario renovar las bancas y los escritorios de los salones. Hablé con los superiores al respecto, pero me dijeron que si quería hacerlo habría que conseguir el dinero. Poco tiempo después, la escuela adquirió una máquina para hacer paletas heladas y vi en ello una oportunidad. Yo no sabía nada de ese oficio, pero tuve que aprenderlo para lograr lo que me proponía. Así que aprendí a usar la máquina, conseguí las materias primas y puse a Alfredo como administrador de la venta de las paletas. El costo de producción era de un centavo y podíamos vender cada paleta en diez centavos. Eran buenas ganancias, y en muy corto tiempo pudimos reunir el dinero para cambiar las bancas del colegio. Teníamos un público cautivo y los chamacos estaban felices con las paletas. Además, pudimos hacer otras cosas para beneficio de la escuela con esas ganancias. Alfredo llevaba muy bien las cuentas, era un niño muy ordenado y disciplinado, con un carácter muy sereno y con habilidades de organización. La venta de paletas fue el inicio de múltiples proyectos que hemos emprendido juntos a lo largo de la vida.

Otra actividad que le asignamos a Alfredo consistía en cuidar a la “patrulla” de los niños del medio internado. La patrulla era un grupo de muchachos que se sentaba en una hilera; cada hilera era una “patrulla” y Alfredo era quien los organizaba y vigilaba para que comieran bien y realizaran los deberes. Así, sereno como es hasta la fecha, sabía tratar a sus compañeros; todos le hacían caso.

Después pasó a la secundaria, pero de todas maneras me iba a visitar todos los días y si tenía tiempo se quedaba un rato para atender la venta de las paletas. Así lo hizo hasta que terminó la preparatoria. Un día me comentó que si había estudiado contabilidad había sido por mí, por aquella experiencia de las paletas.

Tomado de: La filantropía de Alfredo Harp Helú, una forma de vida. México. Fundación Alfredo Harp Helú, 2003.

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