TINTES NATURALES A PINCELADAS, OBRA DE MADDALENA FORCELLA
Guardo un gran afecto hacia cuantos, a lo largo de los años, han querido descubrir conmigo los secretos de los tintes naturales, pero me emociona especialmente que algunos hayan encontrado en éstos el medio para su expresión artística. Maddalena Forcella es, sin duda, el mejor exponente de ello.
Recuerdo que cuando la conocí —¡hace veinte años quizá!— dibujaba en pequeños cuadernos íntimos, líneas y acuarela de una delicadeza que emanaban de su propia manera de ser. Se interesó entonces por conocer las plantas tintóreas de Chiapas —donde entonces vivía— y por aprender a fijar sus colores de la forma menos agresiva posible, y estoy segura de que también aprendió mucho de las tintoreras indígenas con las que en ocasiones trabajó. Con todo este bagaje, su arte ha ido evolucionando de una forma que yo, en la distancia, no he podido seguir paso a paso. Es por ello, quizá, que al recibir las fotografías de su obra actual me he sentido fascinada.
Utiliza en este momento técnicas variadas. Para garantizar la solidez del color, emplea procedimientos clásicos como el mordentado con alumbre. Juega, por otra parte, con compuestos de hierro para modificar colores y obtener matices, y no tiene inconveniente en mezclar la acuarela con técnicas como la reserva de espacios con cera para obtener diseños en blanco o la estampación con sellos de linóleo para cubrir y saturar espacios: rigor y libertad técnica a partes iguales.
Quiero destacar por último lo que me parece singular en la obra de Maddalena: el contraste entre lo sólido y rotundo con la transparencia de sus aguadas. Grandes artistas a lo largo de la historia utilizaron pigmentos orgánicos como la cochinilla o el índigo en sus pinturas al óleo. Pero la espontaneidad de dejar que el rojo de la cochinilla se diluya y fluya libremente sobre el papel es innovación y carta de identidad en el trabajo de esta artista.