Boletín FAHHO Digital No. 3 (Ene-Feb 2021)

Tiempos de reflexión

Alfredo Harp Helú / María Isabel Grañén Porrúa

El abuelo José comentó hace mucho tiempo que los años pasan como las páginas de un libro, y que un nuevo año surge con sus páginas blancas para registrar dentro de ellas nuestros hechos inmortales o triviales. El abuelo José decía que “la edad del hombre es cada vez más corta”, y se preguntaba cómo llenar el resto de las páginas de nuestros libros. Deseaba entintarlas con obras gloriosas, aquellas que tienen una buena intención y pretenden el bien común. Con su voz modulada con un acento árabe, el abuelo aconsejaba: “No oscurezcas las páginas de tu vida, haz algo por la sociedad que te rodea”, y deseaba que cada uno de nosotros escribiera un hermoso renglón que nos hiciera sentir satisfechos por haber cumplido con nuestro deber hacia uno mismo y hacia la humanidad.

Esta anécdota quedó grabada en 1926, en las páginas de Al Jawater, Las Ideas, el periódico de José S. Helu. No volvimos a saber de ella hasta este año 2020, cuando, en el confinamiento, nos dimos a la tarea de revisar sus papeles. Sus palabras encendieron la idea de registrar los renglones escritos por la Fundación Alfredo Harp Helú a lo largo de más de veinte años de trabajar juntos por Oaxaca y por México. En estos momentos de encierro obligado es tiempo para hacer una pausa en el camino y mirar hacia atrás para evaluar lo que hemos hecho. Sus páginas son poemas de esperanza y amor por nuestro país. Sus letras hacen referencia a museos, bibliotecas y centros culturales porque creemos firmemente que la transformación de un país comienza por mejorar la calidad de la educación y dar acceso al conocimiento. Con este mismo amor hemos creado diversos programas de fomento a la lectura, como una necesidad intrínseca de compartir la experiencia de que muchas personas se internen en nuevos mundos, con brillantes horizontes. Nos dimos cuenta de que una manera sencilla para hacerlo era acercar los libros a las comunidades y colonias alejadas. Queríamos compartir los encuentros que nos hacen grata la existencia. Esa satisfacción ha sido infinita, no solo al ver el rostro de los niños cuando los acompañamos en sus lecturas en voz alta, sino también por el entusiasmo que le transmiten a sus padres y la forma en que los invitan a ser partícipes de esta experiencia. Muchas vidas cambian gracias a la lectura, la poesía, el arte, la música, la ecología y el deporte ya que nos brindan cobijo y múltiples posibilidades de aprendizaje. En las páginas de la Fundación muchas personas nos acompañan para disfrutar la vida de una manera más plena.

Nuestro libro tiene una buena sección dedicada a la conservación del patrimonio cultural y natural. Hemos llegado a lugares lejanos en los que hemos intervenido sus monumentos, pinturas, esculturas, bibliotecas y archivos; hemos logrado preservar la memoria de nuestros pueblos, como una de las páginas más valiosas y representativas de nuestra existencia. Así, hemos permitido que las voces de nuestros ancestros recobren su espíritu.

Nuestro libro tiene bellísimas ilustraciones. Los cielos coloridos de México han pintado su cultura con hermosas piedras de jade. Sus lenguas originarias han nombrado el mundo bajo su propia concepción y al valorarlas, nos nombramos a nosotros mismos. Las obras de arte popular nos hacen sentir afortunados, por eso, la Fundación ha brindado diversos apoyos a los artesanos y ha impulsado programas de difusión lingüística. Hay un hermoso capítulo dedicado a conservar y difundir el arte de las estampillas postales en el Museo de la Filatelia, así como el destinado a la valoración del trabajo y el significado de los textiles en el Museo Textil de Oaxaca.

Nuestro entorno natural es también nuestro hogar, de ahí que nos hemos avocado a fomentar proyectos de conservación de áreas naturales, de reforestación y plantación urbana. La naturaleza es un patrimonio invaluable que debemos cuidar y proteger. Nuestros proyectos de reforestación son, además, proyectos de participación social y encuentro que contribuye a regenerar la vida del planeta.

El año 2020 ha sido aleccionador, nos recuerda el valor de un abrazo y la cercanía de los seres queridos.

Durante esta pandemia que azota al mundo hemos decidido ser responsables y, por ello, hemos cerrado nuestras puertas, pero hemos abierto el corazón. No hemos dejado de trabajar para la comunidad. Actualmente, trabajamos para mejorar nuestros servicios, organizar y digitalizar nuestras colecciones para poderlas ofrecer a nuestros usuarios. Además, con todo el cuidado sanitario, seguimos con nuestros programas de restauración de inmuebles, de apoyo a los servicios de salud, al cuidado del medio ambiente y a los productores artesanales; también abrimos nuestro nuevo programa educativo digital que intenta responder a las necesidades del momento como un apoyo a los usuarios de las bibliotecas, museos y centros culturales que deben permanecer en casa.

Así, orgullosos de las páginas de la Fundación Alfredo Harp Helú, compartimos el poema del abuelo José:

Un año cayó en el abismo de las generaciones
con sus buenos y malos pliegos
y salió el sol del año entrante. Quizá
les traiga una buena noticia y esperanza
y con ella, los ojos de la felicidad los guarden
cada noche y cada amanecer.
Y que la pluma de El-Helou les dé un sorbo de miel
y de ella recojan dosis provechosas.

El-Helou, 1926.


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