Boletín FAHHO Digital No. 6 (Jul-Ago 2021)

Textiles de Cosoleacaque, Veracruz, en la colección del MTO

Verónica Sánchez González / Florentino Cruz Martínez

En el Museo Textil de Oaxaca se conserva un enredo —refajo o koeyi— y una faja tejidos en telar de cintura. Ambos proceden de Cosoleacaque, una comunidad de raíces nahuas ubicada al sur del estado de Veracruz, en la periferia del corredor industrial Coatzacoalcos-Minatitlán. De acuerdo con Alejandro de Ávila, curador del MTO, el refajo y la faja datan de 1950, aproximadamente.

El enredo es de color amarillo con franjas rojas y verdes, descrito por de Ávila en los siguientes términos: “Es de algodón industrial teñido con colorantes sintéticos, con franjas de color en la urdimbre, tejido en telar de cintura en ligamento sencillo de cara de urdimbre. Dos lienzos de cuatro orillos tejidos por separado fueron cosidos lado a lado para formar la falda”. Por su parte, la faja de color blanco “es también de algodón hilado con máquina, tejido en ligamento relevado que produce el efecto de estrías y le da a la faja la flexibilidad de un resorte”.1

Estos textiles proceden de la colección formada entre la década de 1960 y principios de 1970 por Octavia Schoendube Kebe, fundadora de la galería Dih-kan-dih en El Bazar del Sábado, en San Ángel, en la Ciudad de México. Dicha colección está enfocada en las artes indígenas de Oaxaca, principalmente en los textiles. Tras su deceso, en 1972, la colección pasó a manos de su esposo, Federico Boehm Rowe, quien posteriormente la heredó a su hija Brigitte Boehm Schoendube. Después, fue adquirida por la Fundación Alfredo Harp Helú, organización que la donó al Museo Textil de Oaxaca.

Arte textil de los nahuas de Cosoleacaque

A fines de 1940 Miguel Covarrubias y su esposa, Rosa Roland, visitaron el pueblo de Cosoleacaque. En su libro Mexico South (1946) Covarrubias documentó la tradición textil de la comunidad y describió su vestimenta tradicional. Comenta que la indumentaria de los hombres consistía “en pantalón, camisa, sombrero de paja y huaraches”. Por su parte, las mujeres usaban:

Vestimentas idénticas a las de tiempos precolombinos: una falda enrollada de tela tejida a mano con rayas amarillas, rojas, negras y blancas, o azul subido de rayitas blancas o bien, un sustituto similar de manta más corriente de fábrica que compran en Minatitlán. La falda se sostiene en la cintura mediante una tiesa cinta acanalada de manufactura local de tejido complicado y que, muchas veces, se adorna espléndidamente con figuras geométricas y de animales. Arreglan el pelo con dos trenzas entrelazadas de listones rojos, los cuales se cruzan por la nuca y se pasan por la cabeza hacia adelante, donde se hace un moño. Además, invariablemente, llevan flores frescas en las trenzas. En casa andan desnudas hasta la cintura y, al salir, tapan los hombros con un paño blanco, rosa o lavanda para protegerse del sol; pero sus visitas a Minatitlán o las fiestas del pueblo son ocasiones en que se ponen blusas sin mangas con cuellos escotados de punto.2

Tanto el enredo como la faja, entre otros productos textiles, eran tejidos por mujeres en el telar de cintura, utilizando como materia prima dos variedades de algodón o ixcat.

Las mujeres hilan el algodón en un huso primitivo y un volante de barro que gira dentro de la jícara. Tiñen el hilo con añil de la región y emplean un algodón canela que llaman kokuyo, que nosotros no conocíamos. Los indios insisten en colores absolutamente firmes, por lo que compran hilo amarillo y rojo de importación que, debido a la guerra, se ha escaseado tanto que el valor de una falda ha subido de veinte a sesenta pesos. Sus telares son del tipo más sencillo: un puñado de varas y trozos de cordón para contener la urdimbre, la que se estira entre un árbol o el poste de la casa y la espalda de la tejedora por medio de una cinta de cuero. La lanzadora es un palo en el que se devana el hilo de la trama. Se pasa entre la urdimbre y se aprieta dándole golpes fuertes con una especie de regla larga de madera dura.3

En diciembre de 1953, Irmgard Weitlaner Johnson, acompañada de Bodil Christensen, arribó al pueblo de Cosoleacaque atraída por su arte textil. Ambas tomaron 53 fotografías de artesanas textiles que despepitan algodón (kokuyo), tejen refajos, fajas y manteles en telar de cintura y portan la vestimenta tradicional. Otras imágenes corresponden a la vivienda tradicional y una más al actual templo parroquial, ubicado en el centro del pueblo, en la que se aprecian sus torres y cúpula recién construidas.4

Gracias a las investigaciones pioneras de Covarrubias y de Irmgard Weitlaner, el arte textil de los nahuas de Cosoleacaque empezó a ser conocido a nacionalmente. Es probable que, años más tarde, Octavia Schoendube y Federico Boehm, quienes hacían recorridos en comunidades de Oaxaca para adquirir textiles in situ, hayan visitado el pueblo de Cosoleacaque para conocer su arte textil y de esta forma adquirir las piezas que ahora conserva el MTO.

Caída y renacimiento del arte textil

En la década de 1960, con el establecimiento del corredor industrial CoatzacoalcosMinatitlán, la tradición textil en Cosoleacaque empezó a diluirse. El sur de Veracruz se transformó en el “emporio petroquímico más grande de América Latina”. El sector primario de la economía fue abandonado y muchos rasgos culturales, como el arte textil, fueron invisibilizados y cambiados por la bonanza económica generada por el hidrocarburo y sus derivados.

Tres décadas más tarde, cuando inició la privatización de la industria petroquímica, se observó el renacimiento del arte textil en Cosoleacaque. En 1993, doña Victoria Martínez Santiago, originaria de la congregación de Coacotla, consiguió el primer lugar en el Gran Premio Nacional de Arte Popular, organizado por el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías, en la modalidad Textil en Algodón.

En el 2006, la destacada instructora de telar de cintura, Leocadia Cruz Gómez, obtuvo el Premio Nacional de Ciencias y Artes, en la categoría de Artes y Tradiciones Populares por su trayectoria de vida. A la fecha, Tía Cayita, como es ampliamente conocida, es la única mujer veracruzana que ha recibido el máximo galardón que otorga el Gobierno de la república.

Actualmente, en el municipio de Cosoleacaque existen varios talleres familiares de arte textil, entre ellos Nigan Tonogue (‘Aquí estamos’, en lengua nahua), Xochitapanto ishkat (‘Árbol florido de algodón’), ambos en la cabecera municipal; Momachiwa (‘Hecho a mano’), en Coacotlan el de Vicenta Torres Alor, en El Piñal, así como otros artesanos independientes.

Debido a la tenacidad de estos creadores, y al apoyo de las autoridades municipales de Cosoleacaque, del año 2013 al 2020 han obtenido catorce premios en concursos nacionales, por la calidad, belleza y simbolismo de sus textiles. Gracias a esos premios, el municipio de Cosoleacaque ha sido reconocido nacionalmente como un importante centro productor de textiles contemporáneos.

1 Agradecemos a Demián Ortiz Maciel, encargado de exposiciones y curador de la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova, sus gestiones ante Hector Meneses, director del MTO, quien amablemente compartió la cédula que escribió Alejandro de Ávila en 2013, para una muestra donde se incluyó el enredo y la faja de Cosoleacaque, Veracruz.

2 Miguel Covarrubias, Mexico South, The Isthmus of Tehuantepec, Nueva York, Alfred A. Knopf, 1947, pp 45-46.

3 Ibid

4 Este valioso registro fotográfico se resguarda en la Biblioteca de Investigación Juan de Córdova, en el Centro Cultural San Pablo, en la ciudad de Oaxaca, y se encuentran en línea en su repositorio digital.


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