Boletín FAHHO Digital No. 3 (Ene-Feb 2021)

Testimonios

Adabi

Archivo General del Estado Secretaría de Cultura del Estado de Puebla
Alejandro Montiel Bonilla

Como poblano, y exsecretario de Cultura del estado de Puebla, estoy profundamente agradecido con Adabi por los proyectos que se realizaron para organizar, conservar y difundir espacios como la Cinemateca Luis Buñuel, la Fonoteca Vicente T. Mendoza, La Hemeroteca Juan N. Troncoso, el Departamento de Conservación y Restauración del Complejo Cultural Palafoxiano, la restauración de los cielos rasos del Museo Bello y, desde luego, la catalogación completa de la Biblioteca Palafoxiana de Puebla.

Les cuento brevemente la historia. El sismo del 15 de junio de 1999 dañó cientos de templos católicos y edificios patrimoniales en Puebla. La labor de restauración fue sumamente complicada: el INAH advirtió a la administración estatal que, si no se retiraba la colección de libros, el edificio podría colapsar. El daño era tan grande que se podía ver el cielo por los orificios que había originado el sismo en la bóveda de la Palafoxiana. Entonces, comenzamos a revisar el estado de la catalogación del acervo de la biblioteca más importante de América. Algunos señalaban 39 000 volúmenes, otros 40 000, pero en realidad no existía una catalogación científica de la gran biblioteca. En ese momento aparecieron, como dos auténticos ángeles, don Alfredo y doña María Isabel. Ellos se interesaron en la recuperación completa de la biblioteca y, además, donarían fondos para lograrlo.

De esta forma, con el mayor orden y concierto, la doctora Stella González y el maestro Jorge Garibay se enfrentaron a este tremendo problema patrimonial, un edificio que iba a colapsar, una colección no catalogada y con un tiempo muy corto para lograr ambas tareas.

Gracias a la sabiduría de estas dos personas, la Biblioteca Palafoxiana hoy no solo está catalogada en su totalidad, sino que ese trabajo base pudo conseguir que la biblioteca fuera reconocida, en 2005, como Memoria del Mundo por la Unesco. Un título de categoría mundial, no solo mexicano o americano, como lo poseen otras bibliotecas de México.

Por otra parte, existen muchas anécdotas en esta historia de restauración y catalogación de la Palafoxiana. Recuerdo a mi querido amigo, el maestro Jorge Garibay, por ejemplo. Jorge fue un formador nato de investigadores, pero mucho más allá de formar solo el intelecto, Jorge fue formador de espíritus intelectuales, mediante lo que él denominaba su “pastoral cultural”. Me enseñó la gran importancia que tiene la obra civilizatoria de la Iglesia en el patrimonio mexicano. Jorge contagió su gran amor por los libros antiguos y logró, con palabras, siempre amorosas, llevar a buen puerto cualquier proyecto que se proponía.

Por supuesto que a Adabi la conforman muchas personas, todas valiosas, a las que también les doy mi reconocimiento y agradecimiento por conservar el patrimonio mexicano.

En este espacio solo quise hablar del núcleo inicial de Adabi, del que yo conocí, pero tiene muchas obras por delante; su influencia se extiende ahora por varios continentes, sin embargo, me preocupa su futuro tanto como el futuro de todas las instituciones culturales del país, tanto públicas como privadas. Ojalá el Gobierno federal pusiera en un sitio central a organizaciones como Adabi cuando se toman las decisiones sobre el patrimonio mexicano. Los gobiernos deben comprender que su rol como “dueños absolutos” del patrimonio ha terminado, ahora, más que nunca, su legitimidad solo será reconocida en la medida en que tengan capacidad para incluir a las asociaciones civiles dentro de sus procesos de decisiones.

Solo el camino que lleva a la colaboración profunda entre asociaciones, como la Fundación Alfredo Harp Helú, Adabi y gobiernos podrá lograr que el patrimonio de México deje de estar en grave peligro.

Tecomaxtlahuaca: Documentos e historia
Enrique Demetrio Racine Hernández

En Oaxaca los pueblos se resisten a perder su historia y su identidad como parte de lo que hoy en día refleja su vida diaria. Es por eso que sus testimonios orales, contados por los abuelos de los pueblos y comunidades, pueden transmitirse de generación en generación, dando así una pauta a seguir en la conservación de sus buenas prácticas.

Pero también existen documentos escritos que se resisten a desaparecer, incluso cuando su antigüedad rebasa los quinientos años, documentos que dan a los pueblos su historia, que reflejan su identidad y les dan sentido a sus manifestaciones culturales, transformándose estas en patrimonio y acervo histórico.

En San Sebastián Tecomaxtlahuaca, como en muchos otros lugares de la Mixteca, siempre fue importante el registro de los sucesos y acontecimientos, pero no todos corrieron con la suerte de mantener sus archivos municipales. En el Archivo Municipal de Tecomaxtlahuaca tenemos la fortuna de contar con un acervo muy completo, algunos de los documentos de más antigüedad datan de 1582, estos fueron fundamentales para generaciones anteriores y actuales para ser utilizados como respaldo ante tribunales agrarios y otros como referencia histórica, pues hablan de posesiones de tierra y mercedes virreinales. Ha sido tal su importancia que son el eslabón del Códice de Tecomaxtlahuaca que se conserva en el AGN, el cual narra la sucesión de gobernantes, su matrícula de tributos y la fundación del pueblo a mediados del siglo XIV aproximadamente.

Por todo lo anterior puede resaltarse la importancia del resguardo y cuidado de los documentos. Por generaciones se han utilizado las fuentes documentales en Tecomaxtlahuaca, aun sin saber el valor patrimonial e histórico que contienen. Aquí quiero referirme a las instituciones que se preocupan por conservar y preservar los documentos de los archivos municipales, como la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca, que por medio de su filial Apoyo al Desarrollo de Archivos y Bibliotecas de México ha logrado impulsar, en los pueblos y municipios más necesitados, la organización de sus documentos más antiguos.

Particularmente, en Tecomaxtlahuaca se realizó una gran labor al reorganizar el archivo municipal de la comunidad gracias al personal que fue designado para este propósito. Debo decir que, si ya se tenía una idea de la importancia de este archivo, al acomodarlo y organizarlo de acuerdo con los protocolos, cuidados y la reglamentación que rigen a los archivos históricos, el contenido que alberga resultó aún más sorprendente.

Es impresionante saber que Tecomaxtlahuaca tuvo un gran esplendor prehispánico, enterarse de su participación en la Independencia, poder palpar documentos emitidos por el gobierno de Benito Juárez, tener idea de cómo aconteció la Revolución mexicana en nuestra región Mixteca y cómo respondían nuestros pueblos con diplomacia a la correspondencia emitida por los gobiernos de la república. Incluso nos da un panorama de cómo afectaban los conflictos mundiales en un pequeño pueblo.

Todo ello pasa a forjar la identidad de Tecomaxtlahuaca, pues este archivo municipal existe gracias al cuidado que tuvieron las personas que, en su momento, estuvieron al frente de la comunidad y de los documentos que el día de hoy le dan sentido a lo que representa un pueblo de tradición y cultura.

El archivo histórico del Ferrocarril Mexicano del Sur: Estación Oaxaca y Parián
Miguel Ángel Ortega Mata

Al hacerse cargo la Fundación Alfredo Harp Helú Oaxaca del antiguo museo del ferrocarril, dicha institución y la Asociación de Amigos del Ferrocarril Mexicano del Sur nos preocupamos por la recuperación del archivo histórico, ya que tras muchos años de abandono se encontraba en deplorables condiciones.

Adabi de México, asociación especialista en archivos, auspiciada por la FAHHO, fue la encargada del citado rescate. Personal joven dirigido por la Lic. María Oropeza me contactó, formamos un equipo y, en un ambiente de respeto y cordialidad, iniciamos esta encomiable labor.

En lo personal, fue muy emocionante volver a ver documentos que en mi etapa como jefe de estación en ferrocarriles me tocó elaborar y dejar huella. Fueron muchas cajas y paquetes en total desorden los que tuvimos que intervenir. Con la técnica del personal de Adabi fuimos avanzando en la identificación. Fue una sorpresa, por ejemplo, encontrar el libro de registro donde quedó anotada la salida del último tren de la terminal de Oaxaca.

También se clasificó un gran volumen de documentos de la oficina telegráfica de la terminal, telegramas, informes, órdenes de tren, etc., en los que quedó una magnífica referencia histórica de la estación de Oaxaca. Gracias a esta labor rescatamos abundante material fotográfico, que es histórico, y citaré como ejemplo la fotografía de la llegada de Porfirio Díaz con el primer tren, el 13 de noviembre de 1892.

Algo que me conmovió personalmente fue la aparición de varias cajas de archivos de la subestación de Parián, donde laboró mi padre, Miguel Ortega Lobato, como jefe de estación de 1945 a 1960. Los fines de semana y las vacaciones escolares pasé ahí agradables vivencias y, a partir de 1959, me tocó laborar en varias ocasiones ya como jefe de estación. Al ir abriendo y clasificando los archivos de este lugar iban apareciendo datos que me eran muy familiares, y celebro que se pudieron rescatar, pues esa estación fue de mucha importancia desde su apertura, ya que se convirtió en un puerto terrestre para la Mixteca y la Costa oaxaqueña, al generar un desarrollo comercial que benefició a pueblos como el mismo Parián, Nochixtlán, Tlaxiaco, Putla, Huajuapan y muchos más, ya que las cadenas comercializadoras de los señores Cué y Muro pusieron sucursales en todas las poblaciones citadas.

Lo más significativo de esta labor es haber dejado resguardados documentos para que las futuras generaciones, investigadores, estudiantes, etcétera, tengan referencias del esfuerzo de oaxaqueños de la talla de don Matías Romero, Porfirio Díaz y de tantos héroes anónimos, los trabajadores ferrocarrileros que, en ocasiones, hasta con sus vidas hicieron posible que este medio de transporte, tan moderno para su época, llegara a Oaxaca. Antes del ferrocarril, la travesía de Oaxaca a México era a lomo de bestias en caminos de herradura. Era un viaje lleno de peripecias, se hacía en catorce días, y con la llegada del ferrocarril el mismo trayecto se hizo en catorce horas, esto cambió a Oaxaca y lo integró a la república mexicana.

También vale la pena mencionar que se inició la concentración de los expedientes pertenecientes al archivo del Sindicato de Trabajadores Ferrocarrileros de la República Mexicana, sección 22. Estos documentos son testimonio de la vida de los ferrocarrileros.

Celebro la oportunidad que tuve de colaborar en este proyecto, y agradezco a la Fundación Alfredo Harp Helú por haber invertido recursos para preservar en la historia este archivo. Confío en que, superada la etapa tan difícil por la que actualmente atravesamos, podamos darle difusión a la existencia del archivo al que me he referido, para que el público interesado goce de este beneficio, que actualmente se encuentra debidamente clasificado, ordenado por fechas y departamentos y tratado para su preservación.


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