Boletín FAHHO No. 17 (Mar-Abr 2017)

TEJIDO HUMANO

Hector Meneses

Sin duda alguna, el 2017 nos ha sacudido a todos. Veo los escenarios local, nacional y mundial, y recuerdo a mis profesores haciéndonos valorar la importancia de la historia pues, de lo contrario, viviríamos los mismos errores que en el pasado. Basta echar un vistazo a cualquier lugar del mundo para darnos cuenta de que muchas cosas que nos ocasionan problemas hoy, o que están sembrando problemas que probablemente se cosecharán mañana, no son temas nuevos.

En mi caso, aunado a esto, algunas complicaciones familiares me tenían un poco preocupado. Sin embargo, el pasado 24 de diciembre recibimos una llamada muy alentadora en torno a ello y, al tiempo que veía en nuestros rostros cómo la preocupación disminuía, mi cabeza daba vueltas y vueltas sobre la incuantificable resistencia humana para luchar contra la adversidad… La fantástica inventiva humana para hallar (o construir) un camino para vencer los obstáculos que se presentan.

Valoro especialmente al textil (enamorado de las fibras, qué otra cosa puedo decir) no sólo por su belleza, sino por la carga emocional que cada hilo contiene. Recuerdo a Lorena Román, mi mentora, en el primer día de clases: “Los textiles siempre están con nosotros: desde que nacemos hasta que nos vamos de este mundo”. Con el paso de los años, mi experiencia en el museo —las conversaciones con quienes crean este arte, las valiosas enseñanzas que día a día he adquirido— me ha convencido firmemente de que la tela es, literalmente, el lazo más fuerte de la humanidad.

Los seres humanos compartimos emociones y momentos importantes en la vida: celebramos un nacimiento o alguna unión entre personas que se aman, y también conmemoramos la vida que llevó alguien que se nos va. Todos son hitos y momentos que acompañamos con algún textil… más o menos comercial, más o menos único, más o menos elaborado, pero siempre con la misma intención: marcar nuestros pasos en esta vida tratando de encontrarle algún sentido. ¿Cómo es posible que se alimente el separatismo, se justifique el racismo, se menosprecie a quien está a nuestro lado, si todos compartimos un legado universal? Las telas nos lo demuestran: somos miembros de una misma especie, habitamos un mismo planeta. Estoy convencido de que las actividades que realizamos nos ayudan a identificarnos y a entendernos unos con otros: los textiles nos hermanan y nos muestran qué tan similares somos entre nosotros.

El Museo Textil de Oaxaca se establece no sólo como un remanso de paz en un mundo turbulento, sino como un espacio donde es posible intercambiar experiencias, conocer otros modos de apreciar la vida, visualizar —de un modo un poco más tangible— nuestras semejanzas, pues aún en nuestras diferencias, encontramos un punto en común: la vida. Más allá de simplemente “tolerar” las diferencias, considero que las ideas, los significados, las emociones, los deseos, incluso los miedos que se vierten en las telas, son una muestra para enfatizar el común denominador de nuestra especie y poner de manifiesto el respeto que debe existir entre las culturas que habitamos esta tierra compartida. En el MTO no caben el egoísmo ni los prejuicios ni la indiferencia; éste es un espacio de solidaridad, de empatía, de pluralidad, de acción, de creación.

Cuando compartí estas ideas con Alejandro de Ávila, me dijo que es importante alimentar decididamente la esperanza entre nosotros ante el panorama que se cierne. Ésta es la intención de este mensaje: utilizar este espacio como medio de reflexión, animarnos a mirar hacia el frente y trabajar como equipo, pues sólo mediante la suma de esfuerzos podremos seguir avanzando.

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