Sobre aves, arte y comprensión
Entre las ideas que Elliot Weinberger recopila sobre la antigua fascinación occidental por la India, menciona que allá había una raza de gente con plumas y que podía saltar a los árboles (Las Cataratas. Duomo Ediciones. Barcelona: 2012). En la colección del Museo Nacional de Arte Antiguo en Lisboa, se encuentra el tríptico en el que el Bosco (1450-1516) pintó: Las Tentaciones de San Antonio (c.1501). San Antonio, también conocido como Antón Abad, vivió en Egipto como eremita, en el desierto, en un sepulcro y en una cueva. Se cuenta que vivía de raíces y de las migas que a veces le llevaba un cuervo. También se cuenta que, a pesar de huir de la presencia de los seres humanos para rezar y meditar en soledad, encontró a esta poblada de demonios. En el postigo izquierdo del tríptico de el Bosco, mientras San Antonio es sostenido por dos monjes que le ayudan, sobre un lago congelado patina un demonio en forma de pájaro con una carta en el pico.
Paréntesis sobre pájaros y comprensión del mundo. Otra ave, el pájaro Garuda, vuela llevando en el pico una rama de árbol muy larga, y en las garras un elefante y una tortuga enormes; y bajo sus inmensas alas se oscurece el cielo para formar, entre las nubes y la tierra, el telón del mundo. El primer ojo que distinguió el pájaro Garuda fue el de una mujer sentada en una piedra, el ojo de su madre que había cuidado su huevo por 500 años, en ese ojo observó el mismo fuego que le permitía vivir. El propósito de su nacimiento era entregar el soma a las serpientes pues era la manera de liberar de la esclavitud a su madre. Antes de la prueba, del riesgo y de la obra, la vida de los dioses era vana.
El Museo de Arte Moderno de Fort Worth, Texas, tiene en su colección una obra realizada entre 1992 y 1994 por Anselm Kieffer: se trata de un libro de acero abierto que despliega sus alas de plomo y estaño. En ella se hace referencia al mito de Ícaro, quien cayó a su muerte cuando voló cerca del sol y se le derritió la cera con que llevaba unas alas pegadas a su cuerpo. La obra simboliza las aspiraciones y la tragedia del pueblo judío en el siglo XX, y es una forma simbólica de criticar el nacionalismo alemán y sus consecuencias.
Kiefer ha realizado otras versiones de esta obra (Museo de Arte del Condado de Los Ángeles, 1985) también tituladas El Libro. Libros enormes con alas abiertas como si fueran aves, para mostrar, además de lo que representan y simbolizan estos objetos, algunas ideas que ha reiterado desde los inicios de su carrera: cuando pensamos lo hacemos en imágenes antes que en palabras, y los pensamientos brillan y mueren, y se repiten.
Paréntesis sobre pájaros y comprensión de arte. Un artista mexicano, Gabriel Orozco, presentó en la Bienal de Venecia de 1993, una caja de zapatos vacía como obra de arte. La tituló: Caja de zapatos vacía. Los especialistas le construyeron múltiples lecturas que legitimaban su estatus como pieza de arte, y aunque después de la exhibición la caja de zapatos seguía siendo una caja de zapatos, había servido para cuestionar la comprensión que se tiene sobre un objeto artístico y la comprensión sobre la función de los espacios que exhiben arte.
Como Anselm Kiefer, el artista mexicano Miguel Castro Leñero, también ha explorado cómo la representación toma forma de ideas, frecuentemente llevando el dibujo a formas básicas, quizá primigenias y esenciales, pero que aun así representan algo conocido. Ha hecho pinturas y esculturas con los rasgos más indispensables para representar perros, elefantes, aves, plantas y casas, entre otras cosas, todas con adjetivos. Sus aves sin plumas, extrañas, antiguas y nuevas, parecen querer dejar atrás el exceso de funcionamiento sígnico, pero siguen siendo aves. Indagando hasta qué punto la representación es un efecto de la mirada, Miguel Castro Leñero parece saber, como escribió Octavio Paz, que si el pájaro fuera invisible, podríamos ver el color de su canto.
La galería Saatchi, en Londres, tiene en su colección una obra hiperrealista realizada en 1997 por el escultor Ron Mueck, titulada Ángel. Un señor pequeño con alas blancas y aburrido, espera en un banquito; incapaz de poner atención a lo que le rodea, parece observar absorto solamente lo que piensa. Esta escultura quizá representa a un ser humano, quizá la idea de un ángel o la idea de que el mundo que observamos es la sensación que queda después de escuchar un relato. De cualquier manera ¿los seres humanos pueden ser ángeles? ¿Los seres humanos pueden ser aves? ¿El arte puede dilucidar el mundo? O, quizá, el mundo está hecho de arte.