SATOSHI KITAMURA Y SEBASTIAN MESCHENMOSER ¡BIENVENIDOS A OAXACA!
¿Y de qué sirve un libro —pensó Alicia— si no tiene ilustraciones ni diálogos?
Lewis Caroll
Hay muchos estilos para contar una historia. Puede ser leída, platicada, actuada o cantada, pero si está ilustrada, ¡cuánto mejor! El ilustrador abre al lector –y a quien lo escucha– el mundo imaginario que construyó a partir de lo que le contó el autor. Duplica el universo y a la vez lo contiene, le da forma.
En Japón existe, desde hace cerca de cien años, una tradición para contar cuentos a los pequeños que comienzan con el gusto por las narraciones: el kamishibai o “teatro de papel”. Un personaje en bicicleta convoca a niños en parques o lugares públicos para que se acomoden a su alrededor y escuchen una historia. Los niños, entusiasmados, se organizan fácilmente y se sientan en el piso atentos a lo que va a suceder. El personaje carga consigo un pequeño teatrino de madera que abre con toda la ceremonia del caso para entusiasmar a los escuchas. El kamishibai va a comenzar, estén listos para vivir una experiencia mágica y maravillosa. El teatrino tiene una ventana que hace las veces de telón. Se abre el telón y comienza la historia. La narración es a partir de láminas con dos caras, una con las ilustraciones, que dan al público, y la parte posterior con la historia para ayudar a contarla. El narrador se convierte en personaje y al interpretar un kamishibai busca la participación de la audiencia con preguntas directas o expresiones que motiven a los escuchas y que todos griten o rían al mismo tiempo; que vivan una experiencia colectiva. Desliza las láminas por la ventana en la medida que va contando la historia y busca el momento exacto para producir la magia del encuentro.
Esta técnica japonesa no nos es ajena: ha sido empleada en Oaxaca por Saúl López Velarde, responsable del proyecto “El diablito de los libros” que recorre la Central de Abastos cargado de libros para ser prestados a los niños mientras sus mamás hacen las compras o las ventas del mercado. Saúl usa el kamishibai para animar a los pequeños a la lectura y al préstamo de libros, también imparte talleres en la Sala de Inmersión de la Antigua Estación de Ferrocarril. Pero estén atentos, porque los días 10, 11 y 12 de noviembre Satoshi Kitamura festeja en Oaxaca los 25 años de la colección A la Orilla del Viento, del Fondo de Cultura Económica. Como parte de los festejos de este año organizados con la Fundación, el autor de Ardilla tiene hambre, El gato tiene sueño y Pato está sucio dará el taller “¡Bienvenido al teatro kamishibai!” en la Bs Biblioteca Infantil de Oaxaca e inaugurará, junto con su colega Sebastian Meschenmoser —autor de Martín y la llegada de la primavera, 3 deseos para el señor Pug y Martín y la luna— la exposición de ambos en la Biblioteca Francisco de Burgoa. También presentarán libros de ambos autores en el Centro Cultural San Pablo y darán una charla informal en el Museo de Filatelia de Oaxaca.