Boletín FAHHO Digital No. 39 (Jun 2024)

Rostros de la locura

Fernando Lobo
Fotografías: Acervo de la Biblioteca Henestrosa

El tema, por supuesto, tiene su propia historia. De modo arbitrario podríamos señalar un punto de partida en la primavera de 1888: el pintor Vincent van Gogh se muda de París a Arlés, donde sufre sus primeros ataques de sicosis, con accesos de violencia, paranoia y probablemente alucinaciones. Los especialistas de la época diagnosticaron epilepsia. Durante el siglo siguiente, la siquiatría plantearía toda clase de opciones para el caso Van Gogh: trastornos de la personalidad, trastorno bipolar con episodios de depresión e hipomanía, epilepsia, esquizofrenia paranoica. El hecho indiscutible es que la obra de este hombre revolucionó el mundo del arte para siempre.

En 1919, un siquiatra e historiador del arte llamado Hans Prinzhorn encontró su trabajo ideal en el hospital siquiátrico de la Universidad de Heidelberg, Alemania: ampliar una colección de dibujos y pinturas creados por pacientes de manicomios. Para 1921, la colección tenía más de cinco mil piezas creadas por unos 450 internos. Prinzhorn publicó un primer libro titulado Actividad plástica de los enfermos mentales. En el ámbito de la siquiatría pasó desapercibido. En el mundo del arte fue recibido con entusiasmo.

En 1935, un migrante mexicano llamado Martín Ramírez, interno en el Hospital Estatal de DeWitt, California, diagnosticado con “esquizofrenia crónica”, poco después de intentar escaparse fallidamente por tercera vez, comenzó a dibujar sobre pedazos de papel que encontraba en botes de basura. Debido a su sorprendente productividad y a la calidad del trabajo, esos dibujos terminaron por salir del hospital. La primera exposición individual de Ramírez se realizó en 1952. Su obra, inclasificable, fue catalogada por el mercado como arte naif, folk, chicano, outsider (marginal) o brut, dependiendo de la época. Ramírez pasó el resto de su vida en el hospital. Su trabajo permanece en museos y galerías. Durante los años cuarenta, el concepto de arte-terapia, hasta entonces estrictamente vinculado a tratamientos y diagnósticos, fue puesto en cuestionamiento por el pintor y coleccionista Jean Dubuffet: “la intermediación de los médicos en la creación artística de los internos no solo destruye los principios básicos del movimiento, sino que limita la expresión pictórica a un mero elemento pragmático y lo aleja de su natural oposición a lo convencional”.

A principios de este siglo, Germán Calvo Armendáriz, sicólogo del Centro Penitenciario Especializado en Pacientes Siquiátricos de Tanivet, Oaxaca, al notar la ausencia de espacios dedicados a actividades artísticas, colocó materiales de pintura sobre las mesas del comedor. Desde el 2019 se asignó un espacio en el anexo para instalar el taller de pintura Martín Ramírez, donde la creación artística tiene una función terapéutica, pero no de diagnóstico. Mediante cartulinas y acuarelas se ponen en juego las complejas relaciones del delirio con las necesidades de expresión propias del ser humano.

La exposición “Rostros de la locura”, conformada por piezas elaboradas en el Taller Martín Ramírez, nos muestra que, más allá de síntomas, tratamientos o cuadros clínicos, los internos pintores de Tanivet son impulsados por la voluntad de lo artístico. En sus imágenes se pueden observar trazos compulsivos, formas obsesivas o rostros de tensión infinita, pero en el conjunto se aprecia la afirmación estética, el posicionamiento frente a la realidad, la reiteración de un estilo, en resumen, las decisiones de un artista.


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